Orisha mayor. Dios del fuego, el rayo, el trueno, la guerra, de los itú batá, de los bailes, la música y la belleza viril. Patrón de los guerreros y las tempestades. Su número es el 4. Habla en el diloggún por Obbara (6), por el 4, el 11, el 12; 8-6, 8-9, y el 6-6. En los obbi habla en Alafia, Itawa, Elleife y Oyekun. Sus días son el viernes y todos los días 4 de cada mes. Sus colores el rojo y el blanco. Sincretiza con Santa Bárbara. Representa el mayor número de virtudes e imperfecciones humanas. Es trabajador, valiente, buen amigo, adivino y curandero; pero también mentiroso, mujeriego, pendenciero, jactancioso y jugador. Es el padre de los Ibbeyis. Sus mujeres son Obba, Ochún y Oyá. Respeta mucho a los egguns. A veces se le representa a caballo, Esinlo, su compañero inseparable. Sus hijos son hombres voluntariosos, enérgicos, de inteligencia desmedida, altivos, y conscientes de su valor. Toleran las discrepancias con dificultad y son dados a violentos accesos de cólera. Pendencieros, fiesteros y libertinos, verdaderos espejos de machismo. Su receptáculo es una batea de madera de cedro, con tapa, en colores rojo y blanco. Puede ser sencilla o en forma de castillo.
Shango es uno de los orishas más venerados de la religión de origen yoruba en
Cuba, el más fuerte e importante. Dios del rayo, el fuego, la guerra, de los itú
batá (tambores sagrados), del baile, la música y de la gallardía viril.
Representa el mayor número de las imperfecciones humanas: buen amigo,
trabajador, valiente, adivino y curandero; pero también mentiroso, mujeriego,
pendenciero, jactancioso, jugador y bebedor.
Yemayá, si no es la madre carnal de shangó, lo adora como una madre. Su padrino
Osain fue quien le dio el secreto de las hierbas.
Valiente y atrevido; hecho al desafío y al reto, Shangó se muestra orgulloso de
sus virtudes machistas, poseído de su fuerza y belleza varonil. Antiguo rey
guerrero convertido en dios, marido de Oyá la guerra, de Obbá la fiel, y de
Ochún la seductora, es uno de los mayores dioses tutelares de la santería
cubana.
Changó, en uno de sus caminos o avatares es reconocido como Obbara
PATAKI DE SHANGO
Aggayú, el dueño del río, tuvo amores con Yemayá y de ellos nació Changó. Pero
Yemayá no lo quiso y Obatalá lo recogió y lo crió. Al reconocerlo como hijo, le
puso un collar blanco y punzó. Dijo que seria rey del mundo y le fabricó un
castillo, Shangó bajó al Congo y se hizo un muchachón tan revoltoso que Madre de
Agua Kalunga lo tuvo que expulsar de allí. Entonces tomó su tablero, su castillo
y su pilón, con los que había bajado del cielo, y emprendió el camino del
destierro. Andando y andando, se encontró con Orula, a quien le dio el tablero
porque sabía que era hombre de respeto y lo iba a cuidar.
Changó se quedó adivinando con caracoles y coco, cantando, fiesteando y buscando
broncas. Se casó con Obba, pero también vivía fijo con Oyá y Ochún. Oyá, como se
sabe, era la mujer de Oggún, pero se enamoró de Shangó y se dejó robar por él.
Este rapto dio origen a una guerra tremenda entre Changó y Oggún. En cierta
ocasión Changó tuvo que esconderse de sus enemigos, que querían cortarle la
cabeza, y se metió en casa de Oyá. Oyá se cortó sus trenzas y se las puso, lo
vistió con su ropa y lo adornó con sus prendas. Cuando Shangó salió de la casa,
sus enemigos, muy respetuosos, creyeron que era la santa, le abrieron paso y lo
dejaron escapar.
Cuentan que como Shangó peleaba y no tenía armas, Osain, que era su padrino, le
preparó el secreto (ingredientes) del güiro. Cuando lo tocaba con el dedo
y se lo llevaba a la boca, podía echar candela por ella. Con eso vencía a sus
enemigos. Cuando se oye tronar, se dice que es porque Shangó anda de rumbantela
con sus mujeres o que cabalga por el cielo.
LEYENDA DE SHANGÓ
Santa Bárbara
Durante una guerra sin cuartel que le tenían declarada a Shangó, éste tuvo que
esconderse de sus enemigos, superiores en número y fuerzas; y lo hizo en casa de
Oyá.
Sitiaron la casa y no había manera de escapar. Entonces, Oyá se cortó sus
trenzas, le vistió con sus ropas, lo adornó con sus joyas...
Oyá y Changó tenían el mismo cuerpo; guapo y altanero como ella. Shangó salió
vestido de mujer y ninguno sospechó que no fuera la misma Oyá; le abrieron paso
y pudo escapar.
Cuando pasó el peligro, salió Oyá.
- ¡Pero, ¿qué es esto? Shangó se nos fue entre las manos!
Por tanto, la Santa Bárbara que se venera en la iglesia no es más que el mismo
Shangó vestido de mujer.