¡Viva lo ARTIFICIAL!
Está
de moda la "naturalidad". Sólo la frase anterior ya es un contrasentido en sus
términos, lo verdaderamente natural no puede estar de moda. Pero hoy se estila
la "falsa naturalidad". En TV, y todo lo que aparece por televisión ya está
mistificado por el propio medio, se nos aparece una estilizada anoréxica,
presumiblemente maquillada para no parecerlo, que extrae de un extraño
recipiente de plástico policromado, cubierto con una tapa de aleación metálica
térmicamente pegada, y come una plástica cucharada de una sustancia cremosa,
edulcorada con productos químicos de bajo contenido energético, teñida por el
colorante autorizado E-127, estabilizada por el conservador H-4512, fermentada
industrialmente. Esta sofisticada criatura, que viste un llamativo atuendo
deportivo ultraligero, construido con muy variadas fibras que no existían en
tiempos de su madre, dirige hacia la cámara una estudiada mirada, que ha
repetido en más de cien tomas y dice "¡Yogur MARCATAL, natural!"
Lo mismo sucede con los
ordenadores. Todavía para muchos ciudadanos son artilugios "artificiales". ¡Y
claro que lo son!, pero no menos que otros cacharros, ya asimilados
culturalmente y que sirven incluso como portaestandartes de la "autenticidad
postmoderna", que no son sino "tecnología light o asimilada", por ejemplo las
bicicletas o los pantalones vaqueros. Nada hay más artificioso que el
pretendido retorno a la inaccesible (¿o ya inexistente?) naturaleza.
La humanidad sólo existe como
tal desde que se empezaron a utilizar instrumentos. El "homo sapiens" se
diferencia del mono al utilizar un fémur o un hacha de sílex para cazar, o
construye herramientas que dan lugar a la agricultura. Los medios traen consigo
métodos, éstos crean nuevos recursos y el círculo se realimenta positivamente.
Así la Tecnología es la composición de metodologías e instrumentos para
satisfacer las necesidades humanas y el conjunto de las soluciones se conoce
como Cultura. Es obvio, que el largo proceso de la humanización se ha recorrido
mediante la búsqueda de la artificialidad. Humanización es sinónimo de
artificialidad.
La informática es
especialmente valiosa, porque no sólo consta de elementos y métodos
artificiales en el mundo real, sino porque permite constituir fantásticos
mundos irreales de naturaleza eminentemente artificial. Cualquiera que haya
llegado a profundizar la síntesis con su ordenador, en algún instante ha
sentido que traspasaba el cristal del monitor, y cual Alicia que cruza el
espejo, se ha sumergido en la entelequia de un universo abstracto donde todo es
posible y donde, con esfuerzo pero no menos sorprendentemente, todo tiene
solución. y esta máquina universal, juguete por excelencia, nos absorbe y
penetramos en su laberíntico interior abandonándonos en la complaciente
irrealidad que nos ofrece,... hasta que nos llaman para dar de cenar a los
niños. Y uno despierta, bruscamente de la ensoñación y se encuentra ante la
pantalla, pero ya al lado real -menos grato- de la existencia. Sin duda es más
placentero reorganizar un disco duro o "despiojar" (debug) un complicado
programa que pintar las ventanas de la casa.
Para mí, el rincón más
"natural", donde más a gusto me encuentro es una ajustada mezcla de
artificialidad más o menos moderna. Que me dejen de islas desiertas, sometidas
a las inclemencias de la meteorología hostil, viviendo como trogloditas. Creo
firmemente en la doctrina del "Nature abhors people" (La Naturaleza aborrece a
las personas).
Prefiero sentarme ante una
mesa de las que se encuentran en las tiendas de los anticuarios, de rancia
madera de sólido nogal auténtico, cuidada sólo con ceras y barnices. Cien años
más joven, la silla muy actual, ergonómica, giratoria, reclinable,
multiajustable, con un mullido reposapiés al otro lado (la silla de ruedas
motorizada me parece un exceso, por el momento). Sobre la mesa, ocupando toda
su superficie, el más moderno microordenador que sea posible, permanentemente
encendido (lo está desde 1985 ininterrumpidamente) y conectado a Internet
(desde 1997) y con la más profusa periferia, en red local con el portátil y el
resto de los equipos familiares. Junto al ordenador, papel del galgo, una pluma
estilográfica de carey de los años 50, un lápiz, un sacapuntas automático a
pilas,... Detrás el equipo de alta fidelidad, invadiendo toda la atmósfera
vital con su sonido de MP3 o compact-disk inalterado e inalterable. Un poco más
allá, la televisión, el video y el DVD permanentemente encendidos,
ocasionalmente sometidos al ajetreo producido por el mando a distancia,
parpadeando en silencio absoluto y proyectando su intermitente luminosidad
sobre la estancia. Alrededor la biblioteca. Sobre una pared visible el viejo
reloj de carillón, cuya información se contrasta con un liviano reloj digital,
radiocontrolado, ultrapreciso y luminiscente.
Objetos,
sólo objetos, pero son necesarios para crear ese clima que permite la ascensión
al Olimpo de los vericuetos transcatódicos. Como representantes
antropomorfizados de los mundos mineral y vegetal, una geoda y un bonsái. El
mundo animal, y no me refiero a mascotas, ya corretea por el pasillo y se
acerca cada diez minutos para pedir agua, pis o caca. La coloración de la
estancia surge de la composición de la luz artificial que proviene de distintos
focos más o menos pálidos, cálidos o halógenos y de la luz "natural" que se
recibe desde la ventana. Luz del Gran Bilbao. Luces a menudo sombrías de los
cielos encapotados de nuestra geografía que es tamizada y filtrada por la
decreciente contaminación que se erige desde la margen izquierda y cruza el
Nervión. Todo combina muy bien. Todo es artificial. ¡Viva!
Mikel Agirregabiria Agirre
(Escrito en 1987; actualizado y publicado en 2002).
También publicado como artículo de colaboración en Diario de Noticias (4-12-2002),...
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