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Los epítetos, literalmente
reproducidos, califican a todos los vascos, nacionalistas o no, de
gente cobarde, sin ninguna hombría (ni en las palabras ni en los
actos) e, incluso, de pelmazos. Añade, que no son ni noblotes, ni
honrados ni buena gente. Y termina con una máxima xenófoba “El
Rhesus negativo del que tanto presumen los vascos es verdaderamente
negativo”.
Mi intención no es descalificar este inaceptable artículo, y
menos a su autor, que únicamente me provoca lástima y a quien
sinceramente le deseo una rápida recuperación de su estado mental,
anímico y espiritual.
El objetivo es denunciar que opiniones de esta catadura puedan
ser publicados sin rubor, incluso en un periódico que, hasta esa
fecha, hubiera catalogado como riguroso. “Rebuznos” (como dice el
enfermizo que escribió esa soflama) de esta calaña actúan como
“Opinion Makers” para la propagación de ideas violentas, racistas,
fascistas, muy poco acordes con los valores éticos exigibles en una
democracia. |
Exijo una rectificación de este periódico, por atentar contra los
vascos, y no sólo contra los vascos, sino con ello contra los españoles,
los franceses, los europeos y la humanidad. No es admisible la
descalificación genérica por razón de “raza” (sesgo en el que debe creer
mucho este personaje). Le recuerdo el artículo 2, punto 1º, de la
Declaración Universal de Derechos Humanos: “Toda persona tiene todos los
derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción
alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de
cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición.”
Si
se me permite, relataré una experiencia personal que, en alguien poco
viajado como yo, me abrió los ojos sobre esta temática de comprensión
del fenómeno del “terrorismo vasco” en función de la distancia. Por mi
condición de educador tuve oportunidad de viajar por toda Europa hace ya
algunos años. Por tratarse de visitas comunitarias lo habitual era
reunirse en Madrid, desde diversas comunidades autónomas, y viajar luego
al país de destino. Lo frecuente era, en Madrid, recibir como vasco la
pregunta de ¿qué hacéis los vascos para solventar el problema del
“terrorismo vasco”? Tratábamos de explicar nuestros esfuerzos. Pero
luego, en Alemania o Bélgica, la pregunta era a toda la comitiva
“española” en los términos de ¿qué hacen ustedes para solventar el
problema de la violencia en España? Porque allí, el problema era de los
“españoles”, no de los vascos, no de los nacionalistas, no de los
fanáticos,… Al menos, allí nadie nos insultaba llamándonos cobardes por
la mera condición de provenir de un determinado Estado.
Yo creo que los problemas y su solución, en este mundo globalizado,
interconectado, y en este siglo XXI depende de todos nosotros. Nunca he
comprendido que “a juicio de algunos” sólo los problemas son vascos. La
única vasquidad que algunos nos reconocen se circunscribe a lo negativo,
a lo problemático. Este perverso juego -de lo que para algunos es la
parte y el todo- se aplica sin excepción: el terrorista, o incluso el
político u obispo si es “malo”, resulta ser vasco (nunca español). Pero
el filósofo, deportista,.. o lo que sea, si es “bueno” resulta
“español”. Esto es racismo de 24 quilates.
Por último, un comentario sobre otra opinión vertida por el político y
ex ministro de Educación Mariano Rajoy diciendo que la “educación vasca
es lETAl”. Hasta el adjetivo letal, intencionadamente o no, pretender
vincular la educación vasca con una organización criminal. ¿Esto es
tolerable?
¿Un vicepresidente español puede deshonrar y difamar a más de un millón
de progenitores y familias vascas, que por lo visto acuden y envían a
sus hijos e hijas a un servicio público letal?
¿Se puede ultrajar a más de 40.000 miembros del profesorado y a medio
millón de alumnos vascos?
¿Somos los profesores y profesoras vascas letales, mortíferos, nocivos?
Pero, como dice el Lehendakari, nosotros a lo nuestro, a educar por la
Paz, la Tolerancia y la Convivencia. ¡Que Dios nos ayude!