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Otros Pueblos


Los escandinavos

En el s. VIII se inició la segunda oleada migratoria escandinava hacia Europa. La primera se produjo en el s. V. En estos años, en la península Escandinava se consolidó una organización de tipo aristocrático con monarquías electivas y de economía rural, marinera y de pastoreo. El período de expansión escandinavo coincidió con el debilitamiento franco y siguió dos direcciones: la del oeste, hacia las islas Británicas, el Atlántico Norte y Francia, seguida por daneses y noruegos, y la del este, por las estepas rusas hasta Bizancio y Bagdad, seguida por los suecos.

El botín mediante el saqueo era la única forma de conseguir riquezas, para regresar con la posibilidad de obtener prestigio social y tierras. La eficacia de su flota ligera y su dominio de la navegación eran el pilar de su éxito en estos ataques rápidos y violentos. En 793 fue saqueado el monasterio de Lindisfarne, en Inglaterra, y en 808 el rey danés Godofredo atacó la zona norte de Alemania y construyó en la península de Jutlandia un muro para evitar la penetración franca.

La primera fase de ataques violentos corresponde a los s. VIII y IX y culminó en el año 859 con el incendio de París. La incapacidad de resistir estos ataques obligó a los gobernantes de los territorios cristianos a negociar la paz a cambio del pago de cánones elevadísimos. Son los rescates colectivos llamados «Danegeld». En el s. X, los ataques de noruegos y daneses se suavizaron y se cambió la política de ataque o rescate por la cesión de territorios a los invasores para su asentamiento.

En la parte oriental de Inglaterra se crearon unos Estados daneses, los «Danelaw». Francia cedió la Normandía al caudillo danés Rollón. El continente vivió con cierta tranquilidad hasta el año 980, pero los ataques daneses continuaron en Inglaterra que fue conquistada en 1.016 por Canuto el Grande. Los noruegos intentaron la conquista de Irlanda, pero fueron derrotados en 1.014.

La influencia occidental caló en Escandinavia y el contacto a lo largo de dos siglos con otra civilización transformó sus estructuras tradicionales. La expansión de los suecos, por el este, fue contemporánea a la de los daneses y noruegos. Los suecos comerciaron con bizantinos, musulmanes y turcos y posiblemente originaron principados como los de Kíev o Novgorod.

La cristianización fue el puente que vinculó los territorios escandinavos a Occidente. La conversión de los reyes facilitó el camino, primero en Dinamarca y luego en Noruega. En el s. XI se multiplicaron las misiones inglesas y en el s. XII las relaciones con el papado ya eran un hecho. Los contactos con Inglaterra y Alemania en el s. XII y con Francia posteriormente acabaron con el aislamiento de la península Escandinava, aunque siempre predominó la relación con Alemania, debido sobre todo a la Liga Hanseática (liga de ciudades comerciales alemanas) y la relación entre las dos orillas del mar Báltico.

La nobleza escandinava era más rural que militar. Pero la actividad militar del s. XIII llevó a este estamento a interesarse por la obtención del poder político. La población campesina, tradicionalmente libre, sufrió una feudalización tardía al final del período medieval que provocó serias revueltas.

La unión de los reinos escandinavos de Suecia, Noruega y Dinamarca pasó por distintas fases a lo largo de los s. XIV y XV. En junio de 1.397 se firmó la Unión de Kalmar, compromiso que declaraba la indisoluble unión dinástica entre las tres coronas. Pero en 1.434 Suecia decidió desvincularse, posiblemente alentada por la Hansa, muy poco interesada en esta unión y el poder que podía representar. El debilitamiento de la Hansa a finales del s. XV consolidó los Estados escandinavos.

Los eslavos

Los Estados eslavos aparecieron tarde debido a las tensiones entre diferentes grupos tribales. Los primeros en organizarse fueron los croatas, en el s. IX. Entre 960 y 992 se unificó Polonia bajo Mieszko, que para protegerse del imperio de los Otones se declaró vasallo del papa. Su hijo Boleslao incorporó Bohemia, Eslovaquia y Moravia hasta 1.007.

En la zona más oriental europea, los eslavos organizaron unas poblaciones de comerciantes y guerreros alrededor de fortificaciones. Según un relato del s. XII, escrito por un monje de Kíev, estos núcleos eslavos fueron unificados por los suecos alrededor del año 880, originando el principado de Kíev. Se ha demostrado que el nombre «Rusia» es de origen sueco. En Kíev, el príncipe Vladimiro, que reinó entre 980 y 1.015, se convirtió al cristianismo y se casó con una hermana del emperador bizantino Basilio II, entrando así en la órbita de la Iglesia de Constantinopla.

Las luchas contra el imperio tártaro, la desaparición de Bizancio, la expansión turca en los Balcanes y la presión germánica fueron los factores que moldearon los Estados de los territorios de la Europa eslava durante la segunda mitad de la Edad Media.

En los s. XIV y XV se entró en un período de reorganización. La hegemonía del territorio quedó repartida entre el nuevo Estado del gran principado de Moscú, consolidado por Iván I, y el Estado polaco-lituano.

Los normandos

Los normandos, «hombres del norte», procedían de Escandinavia y se llamaban a sí mismos vikingos, aunque se impuso aquella denominación por su lugar de origen. A finales del s. VIII se produjo un brusco recrudecimiento de su actividad atribuida, en parte, al empeoramiento de las condiciones climáticas y a las crisis de las primeras monarquías. Expertos navegantes, cruzaron los mares a bordos de unas embarcaciones, «snekkjur», capaces de transportar más de cien hombres. Las primeras invasiones tuvieron por objeto costas de abundante pesca y tierras desiertas que pudieran ser colonizadas. Posteriormente, empezaron a saquear ciudades cristianas y musulmanas y a emprender la conquista de estos territorios.

Hacia finales del s. VIII iniciaron diversas expediciones hacia las islas del Atlántico, Europa occidental y el mundo eslavo. Los noruegos colonizaron algunas islas celtas (Shetland, Feroe, Orcadas, Hébridas...) y en 834 iniciaron la conquista de Irlanda, donde en el siglo XI cedieron la iniciativa a los daneses. En el siglo IX llegaron a Islandia, y en 981 Erik el Rojo desembarcó en Groenlandia. Sus hijos Leiv y Thorvald tocaron las costas de Nueva Escocia en el s. XI. Por su parte, los varegos suecos crearon diversos establecimientos en Rusia (s. IX). Fueron sobre todo los daneses quienes, a partir de 810, llevaron sus ataques hasta las costas septentrional y occidental de Europa. Hacia el año 840 los daneses emprendieron la conquista de Inglaterra, que llegó a su punto culminante bajo el reinado de Canuto I el Grande (1.016-1.035).

A mediados del s. IX los normandos iniciaron sus ataques contra el Imperio carolingio. En 843 llegaron a Toulouse y en 844 al litoral cantábrico de la península Ibérica y a Lisboa. Posteriormente saquearon Pamplona (donde llegaron por el Ebro), el sur de Francia y el norte de Italia. Para frenar las incursiones normandas muchas poblaciones se vieron obligadas al pago de un tributo. Hacia 841 formaron la colonia de Frisa en Bretaña, que se convertiría en el ducado de Normandía. Realizaron también incursiones por un Mediterráneo dominado por las naves musulmanas, desempeñando un importante papel de enlace comercial entre Oriente y Occidente. En esta zona los normandos fundarían diversos estados durante los s. XI-XII: los condados de Aversa y Apulia, los principados de Capua y Antioquía y el condado (luego reino) de Sicilia.

Los alamanes

Los alamanes surgieron probablemente tras un reagrupamiento de varias tribus dispersas. Se les cita por primera vez en 213 cuando los avances del Imperio los recluyen a la orilla derecha del Rin, entre el Main y el lago Constanza. En 260 inician una serie de incursiones a través de los Alpes llegando hasta Milán. Durante los s. IV y V constituyeron una unidad política fuerte y lograron asentar una dinastía en los antiguos campos Decumanos. Multiplicaron las tentativas para establecerse en la orilla izquierda del Rin siendo rechazados ineludiblemente por el Imperio. Se cree que derrocaron al ejército romano situado al norte del Danubio y que convirtieron en esclavos a parte de sus habitantes.

A principios del s. V, se asentaron en Alsacia y en el Palatinado, consolidándose su dominio en 455, tras la ofensiva de Aecio. Desde estos territorios, avanzaron hacia el norte y el noroeste, bajando por el Rin; los francos frenaron su expansión apoderándose de sus dominios en el Palatinado y en la región del Maine. Durante los s. VI y VII penetraron progresivamente en la Suiza actual y en el Franco Condado. Sin embargo, a partir de este período, los alamanes cayeron bajo la dominación de los francos, a excepción de una breve etapa de autonomía a finales del s. VII. El pueblo alamán fue pagano hasta el s. VI en que comenzó su conversión al catolicismo que culminó con la fundación de un obispado en Constancia hacia 590.

Los alanos

Pueblo de origen indoeuropeo del grupo escitosarmácico. Establecidos desde los primeros siglos de la era cristiana en el sur de Sarmacia, entre el mar de Azov, el mar Caspio y el Cáucaso. Fueron empujados por los godos hacia el centro de Europa y posteriormente desplazados por los hunos hacia la Galia y Hispania, donde penetraron en 409.

En el reparto inicial con suevos y vándalos, que también habían traspasado los Pirineos, se atribuyeron Lusitania y la antigua provincia Cartaginense. En su choque con los nuevos invasores visigodos (a partir de 418) resultaron poco menos que aniquilados. Los grupos residuales se dispersaron en varias direcciones, fundidos unos con sus vencedores godos y otros con los vándalos emigrados a África; otro contingente aún encontró un precario hábitat en la Galia, a orillas del Loira, y sus guerreros fueron enrolados en la lucha contra los hunos. Los alanos desaparecieron por completo como pueblo en el s. VI.

Los anglosajones

Dícese de los individuos procedentes de los pueblos germánicos (jutos, anglos y sajones) que en el s. V se asentaron en Inglaterra y que acabaron por fusionarse. Se trata de los invasores germánicos que vinieron a sustituir el dominio romano en la antigua Britania. Los jutos provenían de Jutlandia y las islas Frisias y los sajones de distintas partes del centro de Europa. La primera mención de los anglos aparece en una obra de Tácito, «De Germania». A juzgar por esta y otras noticias de la historiografía antigua, vivían en el actual Schleswig. Al asentarse en Inglaterra, inscritos en las grandes migraciones germánicas de principios de la Edad Media, establecieron principalmente sus reinos en el centro y la parte septentrional. Su conversión al cristianismo fue obrada a fines del s. VI por san Agustín de Canterbury, enviado por el papa Gregorio Magno.

La llegada de los anglosajones a Britania obligó a replegarse a los sustratos autóctonos (britanos) y a los pueblos que presionaban desde las tierras escocesas (pictos y escotos), se asentaron en el país en distintos reinos.

Los ávaros

Los ávaros formaban parte de los pueblos turco-mogoles que habitaban las estepas de Asia Central. Con el nombre de yuan-yuan presionaron sobre China y crearon un típico imperio nómada de capital itinerante y fortificada, denominada «ring» en la que almacenaban sus tesoros. Recorrían un vasto territorio comprendido entre Turfán y Manchuria, hasta que emigraron hacia el O en el s. VI.

A través del Cáucaso, donde un estado de origen ávaro perviviría hasta su anexión por la Rusia zarista en la época moderna, irrumpieron en el corazón de Europa Central, aniquilando o enrolando en sus expediciones a otros pueblos, y asentando su dominio en los territorios del curso medio del Danubio. En el s. VII alcanzaron su máxima expansión, amenazando Italia y Bizancio; en los años 619 y 626 intentaron infructuosamente tomar Constantinopla. El peligro ávaro fue eliminado por Carlomagno a partir de 796; todos sus antiguos dominios a la derecha del Danubio quedaron incorporados al Imperio carolingio. Los grupos sobrevivientes se convirtieron de grado o por fuerza al cristianismo.

Los bávaros

El origen de los bávaros es uno de los más oscuros y tardíos de los pueblos germánicos invasores. Son citados por primera vez después de atravesar el «limes» en 551. Los límites del territorio bávaro no han sido claramente definidos. Se cree que a principios del s. VI se establecieron a lo largo del Danubio, desde Ingolstadt hasta Straubing, y que aceptaron el protectorado de los merovingios ante la amenaza ávaro-eslava. La segunda amenaza ávara de finales del s. VIII explicaría su sumisión final a Carlomagno. Su asentamiento más allá del «limes» parece ser anterior al establecimiento del protectorado franco coincidiendo con el período en que los lombardos abandonaron la Baja Austria para trasladarse a Panonia. En un principio, los bávaros sólo ocuparon la región baja, tolerando la existencia de importantes grupos romanos en los Alpes.

En el s. VIII prosiguieron su avance hacia el sur. Se caracterizaron por formar una entidad política en torno a los duques agilolfingios, el primero de los cuales, Garibaldo, gobernó a mediados del s. VI. A finales del s. VII obtuvieron una autonomía completa y emprendieron la conversión de sus súbditos con misioneros llegados de todas partes hasta que en el s. VIII sus territorios formaron un centro de atracción para los germanos que querían escapar de los supremacía franca. Carlomagno reaccionó ante esta situación e incorporó de nuevo Baviera al reino franco en 788.

Los burgundios

Dícese de los individuos de un antiguo pueblo germánico que en el s. V se estableció en las Galias. Los burgundios, procedentes originariamente de las costas del mar Báltico, estaban instalados en la zona comprendida entre los ríos Oder y Vístula antes de participar en las invasiones bárbaras del Bajo Imperio romano.

En su marcha hacia la Galia oriental se establecieron en un primer reino, con capital en la actual Worms, y después ocuparon un vasto territorio que se extendía desde los Alpes y la cuenca del Saona y el Ródano hasta el Mediterráneo. Fueron La llegada de los francos les desplazó y finalmente fueron sometidos por ellos, pero lograron conservar un grado de identidad suficiente como para que al descomponerse el Imperio carolingio fueran capaces de intentar formar un efímero ducado de Burgundia, ya en el s. X.

Los francos

Antiguo pueblo germánico que invadió la Galia. Posiblemente originarios del Báltico, la presencia de los francos se encuentra documentada por primera vez hacia el año 254 en el Rin. Después de protagonizar dos ataques sobre la Galia (258 y 264), y a partir del reinado del emperador Póstumo, se alistaron en el ejército romano, en el que realizaron una función de guardianes del limes como aliados federados de Roma. Durante las invasiones del s. V las diferentes tribus francas se establecieron en la Galia. Los francos del Rin, erróneamente llamados ripuarios durante algún tiempo, se trasladaron al valle del Mosela y más tarde a Flandes; los salios fundaron en Bélgica el reino de Cambrai, cuyo titular, Clodión, fue el primer rey franco e iniciador de la dinastía de los merovingios. Un descendiente suyo, Childerico I, se estableció en la zona de París. Su hijo Clodoveo I unificó bajo su dominio el norte de la Galia y avanzó hacia el sur por la Alta Normandía, Picardía y Champagne, extendiendo la denominación «franca» por toda la población galorromana. El derecho franco está compilado en los códigos conocidos como Ley Sálica (del año 500 aproximadamente) y Ley Ripuaria (del año 540 aproximadamente).

Los germanos

Procedentes de Jutlandia, los pueblos germanos se establecieron en el s. IV a los largo de los ríos Weser y Vístula y en Escandinavia. Eran pueblos muy diversos que sólo compartían una estructura tribal parecida, integrada por la aristocracia guerrera, los campesinos libres y los esclavos, y que practicaban la agricultura colectiva y la ganadería extensiva. Agrupados en familias monógamas de régimen patriarcal, su seguridad personal estaba garantizada por su pertenencia a la «sippe» (grupo familiar) que venía obligada a la «faida» (venganza) si algún miembro de su grupo era ofendido, aunque podía evitarse con una «wergel» (compensación económica). No formaban un verdadero estado y el poder residía en asambleas de hombres libres con reyes electivos. Adoraban las fuerzas de la naturaleza y practicaban los sacrificios humanos. Su principal dios era Wotan, con quien se reunían los guerreros muertos guiados por las walquirias.

En el s. III ocuparon Germania, expulsando a los celtas, y poco después iniciaron su entrada en los límites del Imperio romano los francos, sajones y alamanes. Más al E vivían los germanos orientales: burgundios y vándalos silingos en Franconia, vándalos asdingos en Panonia, gépidos en Dacia. Los godos se dividieron en ostrogodos (Ucrania) y visigodos (entre el Dniéster y el Danubio). En los ss. IV-V se produjeron las grandes invasiones germánicas del Imperio romano. El avance de los hunos desde Asia llevó a algunos de estos pueblos (alanos, suevos, burgundios, vándalos) a cruzar el Rin siguiendo a los visigodos. Los germanos del mar del Norte (anglos, jutos y sajones) se desplazaron hasta Bretaña, mientras los ostrogodos ocupaban Germania, los lombardos Italia, los eslavos se instalaban al S del Elba y los daneses en Jutlandia. Sólo los francos crearon un poderoso imperio que a principios del s. VIII conquistó el antiguo territorio de Germania.

Los godos

Los godos, llegados de Escandinavia, se instalaron en la costa meridional del Báltico en el s. I a. J.C. Fueron el primer pueblo germánico capaz de fundar estados duraderos y de crear una cultura autónoma, síntesis de los elementos germánicos y romanos. Hacia 230 se manifiesta la división del pueblo godo en dos grandes grupos: los visigodos y los ostrogodos. El primer contacto entre los godos y el Imperio se produjo durante el s. III mediante la invasión de Tracia y Mesia y el asesinato del emperador Decio (251). Posteriormente, saquearon las costas del mar Negro, se adentraron en el Bósforo, incendiaron el templo de Efesos y devastaron Atenas.

Durante un siglo, sus dominios confinaron con los de Roma a lo largo del curso del Danubio. Aureliano los rechazó más allá del Danubio y se instalaron en su orilla izquierda (270). La sociedad goda, que parecía haber alcanzado un proceso de decidida estabilización, se desmoronó a consecuencia del ataque de los hunos en 375. Tras pedir asilo al Imperio, parte del pueblo godo se estableció en la Tracia, siendo explotados por los traficantes romanos. El resto se asentó en los Cárpatos y en Moldavia, bajo protectorado de los hunos. En el siglo IV, la mediación del obispo Ulfilas, que tradujo la Biblia al gótico, los convirtió al arrianismo. Las condiciones impuestas por Tracia provocaron la rebelión de los visigodos en 377 abriendo un período de guerras y treguas intermitentes en los Balcanes. En 401, Alarico decidió trasladar su pueblo a Italia impulsando la bifurcación entre ostrogodos y visigodos puesto que aquéllos permanecieron al norte del Danubio mientras que la casi totalidad de los visigodos pasó al Imperio.

Los lombardos

Pueblo germano oriental que en el s. I se instaló en el bajo Elba y emigró posteriormente hacia el S ocupando en 489 un territorio de la actual Baja Austria. Protagonizaron la última, y posiblemente la más devastadora, de las invasiones germánicas. Los lombardos habían permanecido en segundo plano hasta mediados del s. VI cuando la destrucción del estado visigodo por Justiniano les abrió inesperadas expectativas de expansión. A comienzos del s. VI se trasladaron a Panonia e iniciaron incursiones en Dalmacia.

En 540 pactaron un «foedus» con Justiniano que les llevaría a colaborar en ataques contra los francos y los godos. Tras someter a los gépidos con la ayuda de los ávaros (567), el rey Alboíno inició la conquista de la Italia Bizantina. La invasión lombarda se prolongó durante treinta años de guerra implacable entre godos y romanos que desembocaría en la anarquía más completa. Con el reinado de Agilulfo (590-616) se consolidó de forma definitiva la implantación de los conquistadores en Italia. A mediados del s. VII, los lombardos se convirtieron al catolicismo. Tras un período de tregua, el rey Liutprando (712-744) reemprendió la conquista de los restantes territorios italianos. Su sucesor, Desiderio (756-774) prosiguió la política de expansión aunque sucumbió ante el ejército de Carlomagno, rey de los francos. El duque de Benevento se mantuvo independiente del emperador. En 839 el ducado se dividió en Benevento, Capua y Salerno aunque la dinastía Lombarda reinó hasta 1047.

Los ostrogodos

En el s. IV el pueblo ostrogodo formaba un poderoso reino que se extendía a ambos lados del Dniéper. Tras el ataque de los hunos en 375 y la batalla de Andrianópolis, los ostrogodos se dividieron en dos grupos: uno de ellos se sometió a los invasores en Panonia mientras que el otro, al servicio del Imperio, se acantonó en los Balcanes. Los godos de Panonia siguieron a los hunos en su imparable avance hacia Occidente, convirtiéndose en fieles vasallos de Atila, al que acompañaron en sus incursiones por la Galia e Italia. Participaron en la batalla de los campos Cataláunicos (451), invadieron la Mesia inferior (470) y los Balcanes (475) desarrollando un poderío militar que supuso una amenaza para el Imperio.

El rey Teodorico, que había sido educado en Constantinopla como rehén, fue designado por el emperador Zenón para reconquistar Italia, entonces bajo la dominación de Odoacro (488). Tras vencer a sus adversarios, los ostrogodos sometieron a Italia, aunque bajo la soberanía teórica de Constantinopla. A diferencia de los demás reyes bárbaros, Teodorico quiso salvaguardar lo que subsistía de la civilización romana, instaurando una administración paralela para godos y romanos. Adoptó la forma de gobierno romana y respetó los títulos y jerarquía de los romanos que incorporó a su gobierno aunque limitó su competencia al campo estrictamente civil; la fuerza material provenía del ejército godo que se comportaba como conquistador. Durante su reinado, se consolidó una Italia ostrogoda en la que floreció la intelectualidad con Boecio, Casiodoro y Enodio, entre otros.

En política exterior, Teodorico emprendió una serie de alianzas con los demás reyes germanos. Sin embargo, la tradición arriana, que los godos profesaban desde antiguo, impidió una integración total con los pueblos italianos y enturbió las relaciones con Constantinopla. En 535 el asesinato de la reina Amalasunta por su primo Teodato provocó la intervención de Justiniano. Tras el derrocamiento de Teodato y la capitulación de Vitigio (540), Italia quedó nuevamente bajo el yugo imperial. La escasa resistencia ostrogoda fue definitivamente aniquilada mediante la capitulación de Compia (555).

Los suevos

Durante la época de los invasiones germánicas, los suevos estaban asentados en Suavia, a la que dieron su nombre, en Venecia, en Flandres, en gran Bretaña y en España. Sólo estos últimos tuvieron verdadera importancia. En 406 atravesaron el Rin, penetraron en la península Ibérica y se asentaron en Galicia en 411. El rey Hermerico constituyó un verdadero estado en torno a Braga y Lugo. Los suevos iniciaron su expansión a través de la despoblada península Ibérica.

En 439 tomaron Mérida, Sevilla y una parte del cartaginense. Los godos frenaron momentáneamente el dominio suevo, tomando Braga y ejecutando a Requiario. En 464, el rey Remismundo recuperó la independencia y obtuvo el reconocimiento oficial de la corte de Toulouse (464). Tras este episodio, el reino suevo desaparece de la historiografía durante casi un siglo. Los escasos datos sobre el mismo se refieren a sus oscilaciones religiosas, sintomáticas de su debilidad exterior. El rey Réquila, muerto en 448, fue pagano; su hijo Requiario (448-456) se convirtió al catolicismo para complacer al Imperio e impedir la intervención de los godos y hacia 465 los suevos se convirtieron al arrianismo. Sin embargo, a mediados del s. VI el rey Chirriarico profesó el catolicismo aunque el arrianismo se impuso de forma intermitente hasta 576. En 585 el último rey suevo, Andeca, fue capturado por los godos y su estado anexionado.

Tras una serie de revueltas de la población conquistada, los suevos se fundieron entre los godos. No quedan rastros de las instituciones suevas aunque se sabe que acuñaron una moneda de tipo imperial antes de 456. De todas formas, su impronta en tierras gallegas fue ínfima.

Los vándalos

El origen de los vándalos descansa en datos imprecisos que apuntan a Escandinavia. Con el nombre de «vandali» o «vandalii» se designa a un vasto grupo de pueblos, como los burgundios o los varinos, que posteriormente se limita a dos tribus, los silingos y los asdingos. La primera referencia histórica sobre este pueblo se remonta al s. I de nuestra era y los sitúa en la orilla sur del Báltico. En 171 intentaron en vano penetrar en la Dacia, arrastrados por la corriente que impulsó a los godos hacia el mar Negro. A mediados del s. III se instalan en la llanura panónica y a orillas del Main superior.

Estos nuevos asentamientos se mantuvieron estables hasta la aparición de los hunos. Al finalizar el s. IV, los asdingos remontaron la orilla izquierda del Danubio, consiguieron penetrar en la Galia (405) y saquearon los Pirineos. En 409 invadieron la península Ibérica y se distribuyeron sus territorios como botín. La escasa información existente hace presumir que el estado vándalo en España no rebasó el nivel elemental de un ejército acantonado en país enemigo. Se sabe que se convirtieron en temibles piratas y que atacaron las Baleares y Mauritania (426) y tomaron la base naval de Cartagena (428). En 429 emprendieron una expedición a Africa que los llevó hasta Bona. Los romanos, incapaces de rechazar a los vándalos, establecieron un «foedus» con Genserico en virtud del cual les concedían el dominio del norte de Numidia, la Proconsular occidental y la casi totalidad de la Mauritania sitifiana.

En 439 Genserico tomó Cartago prosiguiendo la invasión de Africa hasta Tripolitania. Un posterior «foedus» les otorgó el dominio de Bizacena, de una parte de Tripolitania y de Numidia. Su imperio se derrumbó ante los ataques del ejército de Justiniano. En 533, Belisario reconquistó los territorios africanos y deportó a los vándalos o los reclutó en el ejército bizantino. Los vándalos dejaron en África la negativa impronta de un siglo de barbarie.

Los visigodos

Pueblo germánico oriental que, con el ostrogodo, formaba el conjunto de los godos. Instalados desde el s. II en Escitia, cerca del mar Negro, los visigodos cruzaron el Danubio en 376 presionados por los hunos. Al mando de Fritigerno, derrotaron en Adrianópolis (378) al emperador Valente, quien había impulsado su conversión al arrianismo. Para contarrestar sus ataques Arcadio, emperador de Oriente, permitió en 399 que se establecieran en Iliria como pueblo federado. En 410 Alarico saqueó Roma. Al mando de Ataúlfo, se apoderaron de la mitad S de la Galia. Ataúlfo se casó (414) con la hija del emperador Honorio, Gala Placidia y se estableció en Narbona y más tarde en Barcelona (415), donde fue asesinado.

En 416 un pacto de Valia con los romanos dio lugar a la creación de un reino de Tolosa federado del Imperio. Los visigodos formaban una comunidad de guerreros en la que el gobierno recaía en una asamblea de todos los hombres libres (thing o Concilium) que elegía al rey. A cambio de la prestación de servicios militares, los visigodos recibieron de los romanos la propiedad de numerosas tierras entre 419 y 431. Pogresivamente se fue consolidando la romanización de los visigodos. Se apoderaron de Narbona (462) y el reino llegó a su apogeo durante el reinado de Eurico, que conquistó las regiones al S del Loira (468), Auvernia y Berry (473) y Clermont (475). Tras la caída del Imperio romano Eurico emprendió la conquista de Arles, Aviñón, Orange y Valence (476) y se realizaron incursiones en la península Ibérica, en las que se fundó bajo Teodorico II el primer núcleo visigodo en la actual Tierra de Campos.

Con Alarico II se inició la decadencia del reino de Tolosa, atacado por los francos y los burgundios. Un año después de que fuera promulgada la «Lex Romana Visigothorum» (506), los francos derrotaron a los visigodos en la batalla de Vouillé y más tarde ocuparon Tolosa (508), mientras los burgundios saqueron Narbona. El rey visigodo Gesaleico se refugió en Barcelona. El rey ostrogodo Teodorico recuperó Provenza y la Narbonense (508), derrocó a Gesaleico y se convirtió en tutor de su nieto Amalarico, hijo de Alarico II. Restablecido el reino de Tolosa, magnates visigodos recibieron posesiones en la Narbonense y la Tarraconense. En 531 los francos expulsaron a Amalarico de Narbona, quien se instaló en Barcelona. Sus sucesores, ostrogodos, incrementaron la presencia en la península Ibérica: Teudis ocupó Ceuta para contarrestar a los bizantinos (542), Teudiselo situó la capital en Sevilla y Agila residió en Mérida.

Atanagildo debió ceder una zona del litoral mediterráneo a los bizantinos y, para ponerse a salvo de los suevos, francos y bizantinos trasladó la capital a Toledo. Le sucedió el visigodo Liuva, quien puso fin al llamado intermedio ostrogodo, regresó a Narbona y gobernó sobre Septimania, Tarraconense y la zona de Sagunto y Valencia y cedió a su hermano Leovigildo, duque de Toledo, el resto del reino visigodo. A la muerte de Liuva el reino visigodo quedó en manos de Leovigildo y Toledo se convirtió en la nueva capital. Después de vencer a su hijo Hermenegildo, asociado al trono pero que se rebeló después de convertirse al cristianismo (580), Leovigildo pudo someter definitivamente a los suevos. Fue el primer rey visigodo en acuñar moneda propia y elaboró un código civil único para todos sus súbditos, romanos o godos. Su sucesor, Recaredo se convirtió al catolicismo en el III Concilio de Toledo (589). Sisebuto y Suintila eliminaron los últimos focos de poder bizantino en la península. Sisenando convocó el IV Concilio de Toledo (633) por iniciativa de san Isidoro en el que se impuso la unificación litúrgica. Rescenvinto promulgó el Liber iudiciorum, nuevo código civil inspirado en el derecho romano, para sus súbditos. En los ss. VI-VII la monarquía visigoda aumentó sus prerrogativas y pese a que mantuvo la elegibilidad del cargo, los reyes solían asociar al poder a sus hijos para asegurar su sucesión.

La asamblea popular perdió poderes y el consejo de guerreros fue sustituido por la aula regia, adaptación del palatium del Bajo Imperio formado por los altos magnates unidos por vínculos de encomendación personal al monarca y los jefes de los servicios del palacio real. La iglesia católica logró una influencia en los asuntos de gobierno a través de los concilios. La división provincial y el papel de los gobernadores del Imperio fue mantenida inicialmente, pero la autoridad fue cayendo en manos de los dux o duques (las provincias pasaron a denominarse ducados).

El municipio romano fue sustituido por distritos administrativos gobernados por un comes. La ratificación de la estructura agraria latifundista facilitó la formación del sistema feudal. Al inicio de su reinado, Wamba tuvo que sofocar una múltiple rebelión en Septimania y la Tarraconense y un levantamiento de los vascones. Fue depuesto por Ervigio quién practicó una política de pacificación y modificó el Liber iudiciorum. Égica, sobrino de Wamba, fortaleció el poder real a costa de la creciente influencia que habían logrado los magnates. El reinado de su hijo Vitiza se caracterizó por el enfrentamiento con la nobleza. A su muerte, el reino se fraccionó entre los partidarios de su hijo Aquila y los de Rodrigo, duque de Bética, al que apoyaba la nobleza y que se apoderó de Toledo. Aquila solicitó la ayuda a Musa ibn Nusayr, valí del N de Africa. Los musulmanes desembarcaron en Gibraltar en abril de 711 y derrotaron a las tropas de Rodrigo en Guadalete (19-26 de julio). Tariq ibn Ziyad entró en Toledo el 11 de noviembre y se apoderó del territorio dominado por Rodrigo. Musa ibn Nusayr desembarcó en Algeciras (712) y conquistó Sevilla y Mérida.

Aquila renunció al trono y al-Hurr (716-717) conquistó los dominios de Ardón, a quien la nobleza había elegido para suceder a Aquila. Al-Samh prosiguió el avance árabe y conquistó Septimania hasta Nimes. La última reminiscencia del estado visigodo fue el dominio de Teodomiro en la cuenca del Segura (779).

Reyes Visigodos

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