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Francia


El Imperio carolingio

El debilitamiento que desde el s. VI sufrió la dinastía franca de los merovingios favoreció el ascenso de los «mayordomos de palacio» como verdaderos controladores del poder en la monarquía. Una de estas familias de intendentes, la de los pipínidas, fue la fundadora de la dinastía carolingia.

Las relaciones establecidas entre el papado y Pipino III (751-768) en el año 754 sentaron las bases de la fundación de un imperio universal regulado por el equilibrio entre el poder espiritual representado por Roma y el poder terrenal encabezado por la monarquía franca. Con ello, Roma se alejaba de la influencia política que Bizancio había ejercido hasta entonces sobre ella.

Carlomagno (768-814), coronado emperador en Roma en el año 800, extendió el imperio franco, con la *dilatatio regni, la guerra constante que proporcionaba botín, enriquecía las arcas reales e impulsaba la cristianización y expansión del territorio. Con el tiempo, la monarquía carolingia, itinerante al principio según el modelo merovingio, mostró una tendencia a la estabilización, con capital en Aquisgrán, y apareció una incipiente Administración central.

Durante el reinado de Luis I el Piadoso (814-840), heredero de Carlomagno en 814, este proceso se frenó. Cuando la expansión exterior se detuvo, surgieron dentro del reino las tensiones que, a su muerte, llevaron a la división del reino en tres franjas verticales. La Lotaringia, en el centro, pronto sufrió la presión de Francia y Germania, mucho mas potentes.

Poco después, las invasiones vikingas asolaron el ya débil Imperio carolingio. Los ataques constantes de los escandinavos culminaron con la quema de París en 859. Durante este período el pago de tributos a cambio de paz llevó la ruina a los Estados de la Europa central. En el s. X, los escandinavos sustituyeron la táctica del saqueo y el tributo por el asentamiento y, en 911, el rey francés Carlos III el Simple (893-923) donó al danés Rollon el territorio de Normandía como feudo. Por otra parte, el incremento de la inseguridad, causado por las invasiones vikingas, húngaras y sarracenas, provocó una intensificación del proceso de feudalización.

La Francia de los Capetos

En los ss. XI y XII, la nueva dinastía de los Capetos recuperó firmemente el poder de los monarcas con el apoyo de la Iglesia, asentando este poder sobre el orden feudal y el prestigio de la monarquía. El rey era el garante del bien común y la justicia, y las instituciones de gobierno y administración eran los instrumentos de este poder.

A mediados del s. XII, el rey de Inglaterra, Enrique II Plantagenet, controlaba la parte occidental de Francia, pero Juan sin Tierra (1.199-1.216) perdió Normandía y una parte importante de sus dominios en Francia. A partir 1.214, la corona francesa se impuso en estas regiones occidentales y dominó Flandes, Champagna y Borgoña. En su ataque hacia el sur obtuvo el control del Languedoc en la batalla de Muret (1.213).

Cuando Luis VIII (1.223-1.226) incorporó el condado de Toulouse, el reino de Francia ocupaba el territorio de la época carolingia. La figura mítica del s. XIII fue Luis IX (1.226-1.270). Estableció acuerdos con inglaterra y con la Corona de Aragón y actuó como árbitro entre el papado y el emperador Federico II. A finales del s. XIII, la monarquía francesa había logrado la hegemonía en Occidente.

Los Valois y la guerra de los Cien Años

Durante el s. XIV, la crisis que devastó Europa tuvo uno de sus máximos exponentes en la guerra de los Cien Años entre Francia y Inglaterra. El tratado de París de 1.259 entre los Plantagenet y los Capetos no había supuesto una pacificación. La crisis dinástica francesa abierta a la muerte del último Capeto, Carlos IV, en 1.328, se saldó con el reconocimiento de Felipe VI Valois como rey. Otro pretendiente, Eduardo III de Inglaterra, pariente de los Capetos, no aceptó la solución e inició la guerra en 1.340. Eduardo III trasladó el escenario a Francia, donde obtuvo una serie de victorias ruinosas para Francia e incluso hizo prisionero al rey francés Juan II en 1.356.

El hijo de Juan II,Carlos V (1.364-1.380), se dedicó a la reconstrucción del prestigio político y militar de Francia. Buscó y obtuvo la ayuda de Enrique II de Castilla para vencer a los ingleses y empezar la recuperación de los territorios cedidos para el rescate de su padre. Quedaba por recuperar la franja litoral occidental y Calais. La manifiesta locura de su sucesor, Carlos VI (1.380-1.422), y las disputas de la casa de Orleans y la de Borgoña llevaron a Francia a una nueva etapa de conflictos en la que Inglaterra se vería envuelta.

Después que Enrique V de Inglaterra (1.413-1.422) realizara con éxito una expedición en Normandía (1.415), las dos facciones, borgoñones y armañacs, decidieron unirse para defenderse de Inglaterra, pero el asesinato por venganza de Juan sin Miedo por parte de los armañacs llevó a los borgoñones a apoyar a los ingleses. Por el Tratado de Troyes (1.420) se mantuvo a Carlos VI en el trono a pesar de su demencia, se culpó del asesinato al delfín Carlos, que fue desheredado, y se casó a su hija Catalina con Enrique V, cuyo hijo sería el heredero de la corona francesa. Cuando en 1.422 murieron Carlos VI y Enrique V, sus hijos Carlos VII (1.422-1.461) y Enrique VI (1.470-1.471) fueron entronizados por sus respectivos partidarios como monarcas en una Francia dividida, con un Gobierno anglo-borgoñón en París y otro de los partidarios de Carlos VII en Bourges. Los choques fueron constantes, pero el sentimiento nacionalista fue surgiendo y empezó a culparse a los ingleses de los problemas que asolaban a Francia.

Juana de Arco, al obligar a los ingleses a levantar el cerco de Orleans y la consagración de Carlos VII en Reims según el antiguo rito, aceleró la reacción contra la superioridad anglo-borgoñona. La Conferencia de Arras de 1.435, por la que el duque de Borgoña rompía su alianza con los ingleses y se unía al rey de Francia, permitió la expulsión de los ingleses de París. La recuperación francesa de territorios duró hasta 1.453 en la batalla de Castillon. Los ingleses sólo conservaron Calais hasta la mitad del s. XVI.

El conflicto franco-borgoñón se recrudeció con Carlos el Temerario en el trono de Borgoña. La política de aislamiento a la que le sometió Luis XI (1.461-1.483), ayudando a Suiza y Lorena contra Borgoña en sus conflictos, fue efectiva y permitió a Francia ocupar parte de Borgoña, iniciando una fase de expansión y de recuperación de los dispersos grandes señoríos franceses. Francia era en el s. XV el Estado más extenso de Europa occidental y su monarquía la que gozaba de mayor autoridad.

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