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La Lambda Educa


Partido Popular Democrático

Defiende el Estado Libre Asociado de Puerto Rico, status actual de la isla.



Historia

El Partido Popular Democrático, se fundó el 22 de junio de 1938. En ese día inscribió su nombre y su insignia simultáneamente en Barranquitas y en Luquillo. El 5 de noviembre de 1940, 837 días después , el pueblo de Puerto Rico llevó al Partido Popular Democrático, a la victoria en cuatro de los siete (7) distritos en que está dividida la isla.

La significación de este triunfo –lo admiten todos – fue mucho más grande de lo que revela el mero dato histórico. La lucha se llevó a cabo prácticamente sin fondos para los gastos más elementales de campaña. No se incurrió en una sola deuda que pudiera limitar en lo más mínimo la actuación del Partido en el cumplimiento estricto de su programa. No hubo un solo departamento o agencia del Gobierno que le prestara cooperación. Prácticamente todos los departamentos y agencias gubernamentales desplegaron ayuda para sus opositores. No buscó influencia en Washington ni en Fortaleza. No tuvo más ayuda que la de su verdad, honradamente creída y claramente expuesta y el efecto de esa verdad sobre la conciencia pública. Se enfrentó a todas las fuerzas del dinero, a todo el poder de los grandes intereses capitilistas, a todas las mañas de la política al uso. Su electorado estuvo constantemente sometido a las amenazas y coacciones de los que podían negarle la oportunidad de ganar el pan de cada día.

Es tomando en cuenta estos factores que se entiende el significado entero de la victoria Popular y se atisaba la fundamental capacidad democrática del pueblo puertorriqueño. La posibilidad de que el Partido Popular Democrático hiciera esa rápida trayectoria en poco más dos (2) años fue decartada por gran número de personas hasta el momento mismo en que se anunció la decisión. Entre éstas se contaron , según se ha comprobado después, muchas que simpatizaban con los propósitos del Partido Popular Democrático, pero que creyeron que sus votos tendrían más efectividad dándoselos a otra agrupación para derrotar al gobierno imperante. No se concebía que un partido pudiera desarrollarse y llega tan rápidamente al poder en Puerto Rico. Se hablaba de los largos años que laboró Santiago Iglesias, para obtener siquiera una minoría más o menos considerable; del prolongado tiempo en que Martínez Nadal fue senador único en representación de una pequeña minoría que solo alcanzó después el poder mediante maniobras y combinaciones y aprovechando el que las cortes hubieran negado existencia jurídica al antiguo Partido Unionista. En las mesas de café, donde se hablaba sin gran indagación y donde las bases para las conclusiones eran los factores políticos tradicionalmente conocidos, se empezó por calcularle al Partido Popular Democrático cinco mil votos (5,000)--- cuarenta y tres (43) veces menos de los que obtuvo. Llegó un momento en que se habló de cincuenta mil (50,000). Durante los últimos tres meses de la campaña hubo quien se arriesgara a decir cién mil (100,000). Un escritor multipartidista y "pollyerrante" llegó afirmar que ningún partido que no comprara votos podría obtener más de ochenta mil (80,000)-- ¡la calumnia que el pueblo contestó con la bofetada enorme de su honradez el día cinco de noviembre !

No era en la mala fe que se fundaban los que, usando los manteles de los cafés como prematuras hojas de cotejo, tronaban estas conclusiones en el ámbito de las tertulias. La verdad es que la experiencia histórica había sido así. La experiencia era que los partidos crecían muy lentamente, que tarde o temprano, en el curso de su crecimiento, caían en usar las mismas mañas de sus opositores para luchar con las mismas armas; que desde el triunfo de la Unión de Puerto Rico en 1904, nunca un partido había derrotado a otros en unas elecciones por el hecho de su fuerza electoral, sino siempre por resultado de maniobras, combinaciones, alianzas, coaliciones, lo que el pueblo dió en llamar—con profunda hostilidad- "mogolías". El mismo caso de la Unión de Puerto Rico, no ofrecía paralelo muy cercano al del Partido Popular Democrático. La Unión de Puerto Rico, se fundó al disolverse al Partido Federal , con el Partido Federal entero. El líder universalmente reconocido por el Partido Federal, fue desde el primer momento el líder universamente reconocido del Partido Unionista. Por otra parte, en aquellas época el dinero no jugaba en las elecciones el papel importantísimo y siniestro que jugó después. El gran poder corporativo estaba en su infancia –comenzaba entonces en el terreno económico y no había cobrado arraigo en el terreno político. La clase media, sin embargo , estaba en mejores condiciones económicas para ayudar a los gastos corrientes de una campaña. Esta clase media militaba en mayores o menores proporciones en ambos partidos que se disputaban el poder. El dinero no era factor de ventaja para unos contra otros.

Aún comparándola con el precedente que políticamente más se le parece – el triunfo unionista de 1904 --, la victoria Popular de 1940, tiene características que son suyas propias, nuevas en la historia de Puerto Rico . Estas características nuevas se las dan la intervención efectiva del pueblo, la práctica efectiva de la democracia por las masa. El pueblo supo trascender nombres, desenredarse de confusiones, zafarse de la mitología de los técnicismos legales, hacer valer su voluntad en respaldo de un programa y unos propósitos que consideró buenos para su justicia, para su porvenir. Corroborando mis palabras de Barranquitas del 17 de julio de 1939, el pueblo entró en escena como protagonista del drama peurtorriqueño. ¡ Dejó de ser coro! ¡ Se convirtió en el héroe de su propia epopeya!.

En esa verdad esencial, que le dió sus características al Partido Popular Democrático, está la explicación de su rápida trayectoria entre su fundación y sus triunfo. Desde los comienzos de su lucha, el Partido Popular Democrático, descartó el adagio, que sólo es cierto muy en la superficie, de que en las luchas políticas hay que usar las mismas armas que el enemigo. Evidentemente lo que es profundamente cierto es que hay que luchar con mejores armas que las del enemigo. Si se lucha con las mismas armas, ganará el que tenga mayor cantidad de esas armas. Si se lucha con las mismas armas, ganará el que tenga mayor cantidad de esas armas. Si esas armas se basan en el dinero, el triunfo será, gane quien gane, no de los que usan las armas, sino de los que proveen las armas: de los que suministran el dinero. Gane quien gane, el pueblo es el derrotado; los suministradores del dinero son los administradores de la victoria, los líderes político son lacayos, más o menos engalonados, de esos administradores de la victoria.

No se iba a pelear buscando las viejas armas iguales a las del enemigo. No hubiera valido la pena ganar para llevar los galones de dubié a nombre de fuerzas privilegiadas contra la esperanza de un pueblo. Eso hubiera sido porlongar el período fútil de nuestra historia,; ampliar el tiempo muerto de nuestra política darle un alicate nuevo, en sustitución del viejo, a la vieja mano maestra del privilegio. Eso hubiera sido claramente estéril, vanidoso, inútil peor, cosa de traición al provenir.

No era asunto de poner una nueva maquinaria política a pelear con otra maquinaria política. Era asunto deponer al pueblo de Puerto Rico a librarse del gobierno de las maquinarias políticas de sus opositores económicos. Las armas de las viejas maquinarias políticas implicaban faltarle el respeto al pueblo. Hubiera sido absurda una lucha en que la oposición estuviera imbuída de faltarle más el respeto al pueblo todavía. Contra la falta de espeto al pueblo el arma es el respeto al pueblo. Las viejas maquinarias políticas, por no respetar al pueblo, dedican su acción a amenazarlo, coaccionarlo, amedrentarlo, sobornarlo.

Se dan medicinas a unos, se es niegan a otros. Se hacen favores a unos, se les niegan a otros; se hacen favores a unos, se les niegan a otros; se hacen ofrecimientos a unos, se coacciona con amenzas a otros; se da trabajo a unos, se les niega trabajo a otros. Y el día de las elecciones se trata de comprarlos a todos. Esta manera de hacer, requiere dinero en grandes cantidades. Esas cantidades solamente se consiguen de los grandes intereses económicos. Esos grandes intereses dan el dinero para dominar la acción de los hombres electores a base de ese dinero. A los hombres electores a base de ese dinero se les hace díficil llevar acabo acción, sería alguna que les disguste a esos grandes intereses. A esos grandes intereses le disgusta cualquier cambio importante en la situación que existe, porque la situación que existe ha abundado en millones para ellos. Pero el pueblo está sufriendo la situación. El pueblo necesita que cambie. A los que dan el dinero no les conviene que cambie la situación. De ahí surge esa cosa tan bien entendida por el pueblo de que las maquinarias políticas ofrecen aprobar leyes muy buenas antes de las elecciones, pero después no cumplen su ofrecimiento.

¡ Es que no pueden cumplirlo! Es que, mientras estaban ofreciendo las leyes buenas, se estaban amarrando a aquéllos a quienes no les conviene que se aprueben tales leyes.

Como no pueden cumplir con el pueblo y sin embargo, necesitan los votos del pueblo, caen en la mañas que se han anotdo; y en círculos viciosos se ven obligados a coaccionar, amenazar, amedrantar y sobornar. No pudiendo obtener los votos del pueblo por la esperanza, tratan de obternerlos por el miedo y por la corrupción. La esperanza les está vedada como arma a los que están obligados a servir a los que le tienen miedo a que se realice la esperanza del pueblo. El efecto cultural de esa situación escasamente puede definirse con los epítetos más fuertes. La esperanza – fuerza de Dios; de hombres es sustiuída por el miedo y la corrupción; fuerza blasfema contra Dios, degeneradora de hombres. Creado tal ambiente el proceso selectivo, el proceso de adaptación al medio, tiende fuertemente a producir líderes políticos de la correspondiente categoría. En un ambiente en que el miedo y el soborno son medios de triunfo, los de mayor jaibería y recursos más variados en organizar el miedo y ensanchar el radio de acción del soborno, resultan ser los líderes de mayor éxito y trepan a las cumbres del relumbrón. Un pueblo que tolera tal ambiente por mucho tiempo quedaría plenamente degenerado para toda acción digna de un pueblo y de una democracia. Si el nuevo partido que surgió para 1940, hubiera sido adicto al adagio político de que es necesario usar las mismas armas del enemigo—aunque las armas del enemigo sean odiosas a la cultura cívica--, Puerto Rico, pasaría por el amargo trance de haber perdido su oportunidad de pueblo hasta otras generaciones, hasta que ¡quién sabe! Fuese muy tarde para rescatar su potencialidad de pueblo. Si este partido nuevo hubiese triunfado siguiendo las mismas mañas que los otros posiblemente habría condenado a Puerto Rico a la anulación total de sus posibilidades como pueblo, a la degenración irremediable de su espíritu. El Partido Popular Democrático, se dió plena cuenta de esto desde un principio. Su campaña fue de respeto al pueblo. Desde sus comienzos fue a los campos a darle sus razones al pueblo—al pueblo olvidado de esos campos. Durante días y noches enteras, durante meses, estuve caminando por los campos de Puerto Rico, subiendo a los montes, internándome por los cañaverales, explicándole a la gente por qué el gobierno no remediaba sus males remediables y cómo eso dependía de sus propios votos, puesto que sus votos hacen la parte del gobierno que legisla y que debe representar la voluntad del pueblo.

Al iniciar su campaña, el Partido Popular Democrático, comenzó con algunos actos públicos en las poblaciones para organizar el tecnicismo de la inscripción como partido nuevo que requería la ley, pero pronto impulsó su acción hacía los campos, llevando su palabra alos barrios más lejanos de Puerto Rico. En marzo de 1939, se publicó el primer númer de EL BATEY, periódico rural distribuído gratis a los campesinos. Personalmente conseguí los anuncios necesarios para pagar los gastos de imprimir EL BATEY. EL BATEY, no sólo llevó verdades claras y sencillas al campesino, sino que fue símbolo del respeto que implica tratar de convencer a la gente por la razón y no con meros argumentos de tribu política o con tácticas de amenzas y sobornos. En EL BATEY, no se usó una sola palabra de insulto para los adversarios políticos. Sus artículos eran de explicaciones llanas de los problemas de nuestro pueblo, de las razones por las cuales no se resolvían adecuadamente esos problemas, de lo que significa el voto para que el pueblo tenga un gobierno que lo defienda en vez de un gobierno que evada su justicia y destruya su esperanza. El campesino, además de entender las razones y recibir la información de datos y de realidades que le eran desconocidos, subconscientemente sintió la satisfacción del que se ve respetado, del que se ve tratado como hombre a quien hay que convencer en vez de como bestia a la que hay que garrochar o confundir o sobornar conuna efímera batea de pienso.

El campesino también se dió cuenta del contraste entre campañas de insultos y falsificaciones y la campaña de razonamiento sereno del Partido Popular Democrático en EL BATEY y en la palabra. Ante el contraste, le daba coraje que trataran de conquistarlo con insultos vagos y con confusiones y con hacer sonar en el bolsillo el dinero que su trabajo le había producido, directa o indirectamente, a los grandes intereses económicos.

El resultado de esto no es solamente la mera victoria democrática de un partido. El resultado profundo, de la más alta valía para el porvenir de nuestro pueblo, es que el ambiente de la vida pública cambió. La carta de triunfo ha dejado de ser la baraja marcada de la politiquería y se ha convertido en el as honrado de las verdades honradamente creídas, de las realidades honestamente analizadas, de los razonamientos llanamente expuestos. La dignificación en la cultura cívico de nuestro pueblo es clara. No ha de serie fácil de ahora en adelante la vida pública al mero políticastro.

El resultado fue, además, un experimento de valor inestimable para la democracia. Se ha observado generalmente que una de las habilidades más efectivas del régimen totalitario es su manera de hacer propaganda. La propaganda del Partido Popular Democrático, fue la antítesis de todos los principios que gobiernan la propaganda totalitaria. La propaganda totalitaria asumen que el pueblo es una masa ignara cuya acción no se puede mover por ideas y razonamientos, sino por vagas emociones y pasiones. El Partido Popular Democrático, asumió en su campaña que la acción del pueblo se puede mover exactamente igual que la acción de un filósofo por razonamiento que llegue a toda la sencillez ue la verdad es capaz de contener.

La labor del Partido Popular Democrático, no se limitó, desde luego, a los campos. Comenzó por los campos por la razón humana de que allí estaba el hombre menos recordado de Puerto Rico , por la razón económicamente de que nuestro país es predominantemente agrícola y las medidas de justicia que alcanzan a las poblaciones y ciudades han de tener en gran parte sus raíces en el campo. Pero hay problemas en las ciudades, hay injusticias que surgen de esos problemas en las ciudades y poblaciones. También llegó a las poblaciones, aunque más tarde, nuestra palabra. Primero le pusimos sitio de opinión a las poblaciones. Rodeamos a las problaciones de un cerco de entendimiento campesino, mientras en los cafés se siguían haciendo números en los manteles a base de cálculos implícitos en las viejas mañas. Mientras cambiábamos el clima moral del electorado, haciéndolo mortífero para los viejos matorrales de la politiquería, otros seguían discutiendo cuáles serían las mejores semillas para cosechar esos mismos matorrales en el clima que ellos creían seguía existiendo.

Y en los manteles de los cafés se hacían cálculos más o menos de esta manera:: "Don Fulano, el gran centralista, se ha unido a nuestro partido. Eso quiere decir que el distrito tal será nuestro". En el clima moral creado por la prédica del Partido Popular Democrático don fulano sólo tenía un voto. En el viejo clima moral, don fulano, con sus cien mil pesso (100,000) de contribución a la campaña, producía diez o doce mil (10,000 a 12,000) votos donde solamente correspondía apuntar uno. Apuntados los doce mil (12,000) votos y otros miles más de igual procedencia financiera hipotética, los contertulios se miraban unos a otros y se nombraban para los puestos públicos que produciría el triunfo que acababan de obtener sobre el mantel de la mesa. (Muchas veces a la misma hora en que se haciían estos escrutinios prematuros había un hombre debajo de un palo de mangó explicándoles a unos cuantos campesinos lo que era la democracia y cómo los votos de todos ellos juntos valían más que los cien mil pesos (100,000) de don Fulano, el centralista. Y después no era ya un hombre debajo de un árbol en un campo; eran docenas de hombres debajo de docenas de árboles y después eran centenares de hombres debajo de centenares de de árboles en centernares de campos, explicando lo que es la democracia, lo que vale para la justicia el voto, lo que significa para el porvenir de los hijos de los hijos el usarlo con honradez y con valor). Llegamos a las poblaciones y ciudades. El día 11 de agosto de 1939 , se anunció el primer gran mítin en San Juan, en la parada 22. Sin mayor originalidad se decía irían cuatro (4) gatos – esos cuatro (4) gatos legendarios de la gente quye se equivoca con la historia. Se decía que, como el Partido Popular Democrático, tenía muy poca gente, iría muy poca gente también al mítin. Fueron miles de personas. Entonces se dijo que la asistencia a los mítines no ea indicio dela fuerza de los partidos. En efecto, creo que la mayor. parte de los que fueron a aque mítin no eran Populares. Ese era precisamente el indicio de la vitalidad del Partido Popular Democrático, que atraía a su tribuna no solamente a seguidores convencidos, sino a miles que sabían que no iban a escuchar insultos, sino rezaonamientos. Muchos que venían a escuchar se quedaban para convencerse. Esa era característica de la campaña Popular, convencer al que no lo estaba, en vez de mera técnica para enardecer pasiones de los que ya sentían esas pasiones.

La presencia de esas miles de personas en aquel gran mítin de ciudad, sin que la mayor parte de ellas fueran Populares, se explica por el rumor que empezaba a llegar de los campos, como el sonido distante de un río que está creciendo. Llegaban los que se habían pasado algún tiempo en algún barrio del campo y les decían a sus amigos: "Por allá por aquel barrio parece que hay bastantes Populares." Venían otros y decían: "Por allá vimos a Muñoz Marín, hablando frente aun ventorrillo" Los agentes viajeros les decían a los comerciantes y dependientes: " Por toda esa ruta se encuentran algunos Populares ". Otros decían: "En el barrio Aguacate. Arriba, de tal municipio, ya no hay nada más que
Populares."

Esto iba teniendo su efecto sobre los trabajadores y la clase media de las poblaciones. Los trabajadores iban dándose cuenta del crecimiento de una fuerza que despertaba su interés como posible defensora de su justicia. La clase media como que iba presintiendo la liberación espiritual que para ella se incubaba en los campos de Puerto Rico y el sentido progunod – todavía subconsciente—de la unión que habría de ligarla a los campesinos de Puerto Rico. La clase media siente la inseguridad en que vive, siente, además, la vejación espeiritual que le impone esa inseguridad en un sistema de halagos y favores y amenazas y miedos. Y además diente, a veces con plena conciencia, a veces vagamente, la responsabilidad social que le impone a la clase media el haber tenido mayores oportunidades educativas que el resto del pueblo sugrido. La clase media siente la aversión a un sistema de vida injusto, precario, profundamente inculto (en el mejor sentido democrático de la palabra "cultura"). Es libre y la han hecho vivir como sierva. ¡ El rumor que venía de las montañas y las vegas tenían que ir despertando algo en el espíritu de la clase media!

Nuestra campaña, que había circundado las poblaciones, penetró en las poblaciones. De las ocho (8) poblaciones más grandes de Puerto Rico, el Partido Popular Democrático, triunfó en cinco (5) y por mucho miles de votos en cada una. En un número de poblaciones de tamaño intermedio, tales como San Germán, Coamo, el Partido Popular Democrático, también triunfó por amplias mayorías. La campaña Popular fue campaña de población tanto como de campo. Llevó actuar por el triunfo Popular a los trabajadores, a los agricultores, a la clase media, a través de la isla.

Tampoco puede decirse que el Partido Popular Democrático, hizo su fuerza únicamente a base del viejo electorado libera. El viejo electorado liberal, unido, perdió las elecciones de 1936. El Partido Popular Democrático, con el electorado liberal dividido y con los partidos de la Coalición prácticamente intactos, llegó al poder en las elecciones de 1940. No puede decirse que el Partido Republicano estuviese realmente dividido por el movimiento de García Méndez, no el Socialista por el movimiento de Rivera Martínez. El caso de Coamo demuestra eso.

Coamo, baluarte del Partido Republicano—no de la Coalición, sino del Partido Republicano por si sólo—durante cuarenta (40) años, fue ganado por el Partido Popular Democrático por una mayoría sustancial. Aquí no le restó votos al Partido Republicano. García Méndez, ni al Partido Socialista, Rivera Martínez, puesto que el Tripartismo entero sólo tuvo 117 votos de los 8,548 que se emitieron en Coamo. Guánica, es otro ejemplo en igual sentido. San Germán es otro ejemplo en sentido similar. En Yabucoa, tenemos el mismo resultado, pero con respecto al socialismo. El socialismo de Rivera Martínez, unido al republicanismo de García Méndez, no llegó a 350 votos en Yabucoa. Las mayorías Populares en las ciudades de Arecibo y Guayama, prácticamente fueron mayorías sobre todos los demás partidos juntos. Esto fue cierto también en Comerío, Ciales, Barranquitas, Coamo, Villalba, Salinas, Ponce, Mayaguez, Cabo Rojo, Guánica y numerosas otras poblaciones de la isla. En los sitios donde el Partido Popular Democrático, demostró debilidad,las causas fueron claramente de organización. No se deberieron a la naturaleza del Partido Popular Democrático con respecto a los problemas de esos sitios. El partido Popular Democrático. No tuvo regiones débiles. Solamente tuvo distritos débiles. Es decir: perdió muchos pueblos del distrito de Aguadilla-distrito cafetero--, pero no demostró ser débil en la región cafetera, puesto que obtuvo mayorías o gran número de votos en Jayuya, Adjuntas, Las Marías, Maricao, Mayaguez, San Sebastián, Villalba, Ciales. Perdió el pueblo de Fajardo en la región azucarera, pero triunfó en todos los demás pueblos estrechamiente relacionados con el funcionamiento de las grandes centrales azucareras. Guayama, Cabo Rojo, Ponce, Salinas, Guánica, Yabucoa, Luquillo, Río Grande, Vega Baja, Barceloneta y Arecibo.

Esto nos demuestra que la fuerza del Partido Popular Democrático, en su relación con los problemas económicos que caracterizan las distitntas regiones de Puerto Rico, es uniformemente poderosa. Su poder de atracción cubre todas las regiones de la Isla, su propósitos despiertan confíanza y obtienen respaldo en regiones con diversos problemas que entre sí componen el problema económico integral de Puerto Rico.

La fuerza del Partido Popular Democrático, se expresó en campos y ciudades, en todas las regiones económicas de Puerto Rico, en sitios que fueron anteriormente de fuerza socialista, que fueron anteriormente de fuerza liberal. Es el partido del pueblo que ha sufrido en su clase trabajadora, en su clase agrícola, en su clase media, a través de la Isla y a través de todas las regiones económicas, políticas, rurales y urbanas de la Isla. Es del problema y del dolor de la Isla que surge. La fuerza motriz del movimiento Popular Democrático, es la esperanza del país entero.

La obra, por lo tanto, no es toda del Partido Popular Democrático. El partido es la semilla. La mejor semilla del mundo de nada sirve si la tierra no está preparada ppara recibirla. El Partido tuvo la cooperación involuntaria, pero poderosa, de la situación económica desarrollada y permitida sin cortapisas importantes, durante tantos años. El triunfo del Partido Popular Democrático—de cualquier partido que hubiese sido como él—estaba incubándose hacia largos años en el acorralamiento económico de nuestro pueblo, en el dolor de su vida, en la desesperación de ver que ni siquiera se buscaban soluciones por los responsables del poder. Se estaba incubando como el terremoto en la entrañas de la tierra, como el huracán en los misterios del viento.

Desde mucho antes de existir el Partido Popular Democrático, había miles de puertorriqueños que eran Populares – que subconscientemente eran lo que después resultó llamarse Popular Democrático, pero que no encontraban insignia en la papeleta para liberar esa actitud subconsciente, para hacerla consciente, para crear a través de ella un instrumento de poder y de acción. La desesperación si no se da al suicidio, se hace fuerza incontrastable de la esperanza. Las viejas maquinarias políticas durante años estuvieron creando la desesperación. Al hacerlo, estaban preprarando el electorado de la esperanza.

El Partido Popular Democrático, ha sido buena semilla. Encontró tierra buena en que asentarse donde otros, calumniosamente alegaban un pedregal de corrupción, ignorancia e irresponsbilidad. No solamente era tierra buena la del corazón de nuestro pueblo, sino que esta profusamente abonada por las malas prácticas del largo paréntesis inútil que creemos haber cerrado para siempre en nuestra vida pública. Buena semillas, buena tierra ¡ Cosecha de democracia!