Una vuelta por nuestra Literatura

Pablo J. Gómez Araujo

La literatura mexicana ha tenido exponentes que han cultivado todas las disciplinas, así poetas, prosistas, novelistas, dramaturgos, filósofos, historiadores, ensayistas, pensadores, cuentistas, filólogos, por citar solo algunos, han dado con el paso de los años una sólida presencia a la cultura nacional.

La Colonia

Recién establecido el régimen colonial novohispano, aparece en escena la fuerte figura de Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, talentoso dramaturgo (Las paredes oyen, No hay mal que por bien no venga, Examen de maridos, La verdad sospechosa), nacido en Taxco en 1572 y que tuvo la formidable experiencia de alternar airosamente con dos gigantes de la literatura ibérica, a saber: Fray Gabriel Téllez, mejor conocido como Tirso de Molina, (El burlador de Sevilla, El convidado de piedra), y Félix Lope de Vega y Carpio, llamado por el mismísimo Cervantes Monstruo de la literatura y también Fénix de los ingenios, (Fuenteovejuna, El perro del hortelano, La dama boba), todos ellos pilares del siglo de oro español, junto con Luis de Góngora y Argote, Francisco de Quevedo, Pedro Calderón de la Barca, entre otros.

Mención de honor merece la exquisita nepantlense Inés de Asbaje y Vargas Machuca Ramírez de Santillana, quien con activa producción poética, (La inundación castálida, El divino Narciso, Amor es más laberinto, Respuesta a Sor Filotea de la Cruz), llenó de sorpresa al mundo literario de su época, el mismo que la indujo al riguroso aislamiento en una celda apenas a los 16 años de edad para realizar votos de obediencia, pobreza, castidad y perpetua clausura en el convento de San Jerónimo, edificación que aún se conserva como monumento colonial en la ciudad de México. Sor Juana Inés de la Cruz, la Décima Musa, nos legó su inspiración feminista como dramático lamento a la sociedad que la asfixiaba.

El Siglo XIX

Y llegamos al siglo XIX, que ofreció personajes fascinantes como Ignacio Manuel Altamirano, indio puro que conoció el idioma español ya adelantada la adolescencia y que llegó a ser, entre otras habilidades, políglota, novelista, poeta, orador, periodista, diplomático y el máximo exponente de la intelectualidad; (Navidad en las montañas y El Zarco), fueron algunas de sus obras.

Guillermo Prieto, el poeta nacional, nos regaló Musa callejera y el Romancero nacional de corte popular, así como la fundación de varios periódicos. Ignacio Ramírez, El Nigromante, orador apasionado, legislador, poeta, filósofo, político, ha dejado a la posteridad el bello madrigal El amor y Por los muertos.

Qué se puede decir de la obra de Manuel Payno, solamente solazarnos al citarla: Los bandidos de Río Frío y El fistol del diablo, de lectura fácil y amena. José Joaquín Fernández de Lizardi, El pensador mexicano, para algunos considerado también como el Shakespeare mexicano, creador del género novelesco en nuestro país con la sublime picaresca de El periquillo sarniento y La vida y hechos del famoso caballero don Catrín de la Fachenda. Nieto del patricio Vicente Guerrero, don Vicente Riva Palacio, ágil en la narrativa y heroico militar juarista, es otro poeta mexicano del que se puede recordar su famoso Martín Garatuza y la letra del popular canto anti-imperialista Adiós Mamá Carlota y por supuesto la excelente obra histórica México a través de los siglos. El Duque Job, como era conocido Manuel Gutiérrez Nájera, renovador del romanticismo poético, quien al plasmar su inspiración en Poesías y odas breves y sus Cuentos frágiles, dejó puesta la mesa de Polimnia a los fértiles autores de la siguiente centuria.

El Nuevo Siglo, el XX

El siglo que a nosotros nos tocó vivir, se inicia con la exquisita obra de el vate nayarita Amado Nervo, romántico en sus inicios y con elevado misticismo al final de su obra: Perlas negras, Lira heroica, La amada inmóvil, Serenidad, Elevación, El arquero divino, son sólo algunos de sus títulos. La sorprendente vigésima centuria de nuestra Era, ha brindado plumas geniales de autores de la estatura de Juan Rulfo, quien con sólo dos publicaciones: Pedro Páramo y el libro de cuentos El llano en llamas, le dió contenido universal a la lírica mexicana. Don Alfonso Reyes, cultivador de casi todas las corrientes autoriales con una producción rica en matices: Romances del río de enero, Ifigenia cruel y La Visión de Anáhuac son obras de estético estilo y generosa maestría del inolvidable regiomontano universal, que también fue diplomático y excelso gourmet.

Un hombre de verdadera convicción política lo fue José Vasconcelos, gran pensador e impulsor de la cultura y el alfabetismo durante la década de los 20's; del llamado Maestro de América es La raza cósmica y la famosa tetralogía: El Ulises criollo, El tormenta, El proconsulado y El desastre. El maestro Antonio Caso, considerado el filósofo de mayor prominencia en México, bardo de gran cultura y guía de varias generaciones mediante la cátedra, ahí está su valioso trabajo: Historia y antología del pensamiento filosófico, La filosofía de la cultura, Filósofos y doctrinas morales.

Dueño de un estilo literario impecable, maestro de la narrativa, el chihuahuense Martín Luis Guzmán, uno de los mejores historiadores latinoamericanos que mediante su participación activa en la Revolución Mexicana y gracias a una infatigable vocación investigadora escribió: El águila y la serpiente, Mina el mozo, Héroe de Navarra, Memorias de Pancho Villa, Muertes históricas y su obra cumbre La sombra del caudillo. Indispensable en los hogares mexicanos es Octavio Paz, poeta y ensayista formidable, quien por su importante obra: Libertad bajo palabra, Salamandra, Raíz del hombre, Vuelta, El laberinto de la soledad, El arco y la lira, Las trampas de la fe, entre otras, obtuvo meritoriamente el premio Nobel de literatura en 1990.

Para finalizar este texto, se cita un proverbio de la sabiduría latina: lege, quaeso (lee, te lo ruego). Leamos a nuestros autores, les aseguro que los disfrutarán.

Notas:

La Ciudad de México que se describe en Los bandidos de Río Frío, una obra de Manuel Payno, es , en 1835, mucho más grande y bulliciosa. El lago y sus canales le dan un aspecto singular. Pero Coyoacán, la Villa de Guadalupe, San Ángel, Iztalcalco, son poblaciones alejadas de la ciudad capital. Hoy el lago y los canales ya no existen y aquellas poblaciones no son más que barrios de esta ciudad enorme, una de las más pobladas del mundo