LA LECTURA EN LA FAMILIA
Lo
que distingue a una familia de cualquier otro grupo social y humano es que la
primera es un conjunto de personas con parentesco común que viven y conviven en
unión. La distinción vale la pena establecerla, pues desde esa característica,
podemos señalar que el hecho de vivir juntos implica enfrentar, resolver o
desechar situaciones que afecten a uno o todos los integrantes de tal colectivo
o núcleo social. Se afirma desde hace muchísimo tiempo que es en la familia y
desde la familia, donde el ser humano recibe las principales influencias,
conocimientos, actitudes, valores y enseñanzas que definirán a la larga, el
carácter y personalidad de cada uno de sus miembros. Se da por descontado
también que es en ese espacio. Pequeño pero inmenso y profundo donde se
adquieren los primeros hábitos y valores que serán utilizados en el posterior
desenvolvimiento social de los niños y niñas criados con intenciones,
sentimientos, y creencias de los padres en primera instancia o de familiares
por extensión que concurren en la formación humana. En ese sentido, es
primordial centrar por un momento nuestra atención a lo que bien podríamos
llamar "situación de la educación familiar en esta época" y es que
siempre acudimos a ese contexto para culpabilizarlo o responsabilizarlo -la
exoneración es escasa- de los resultados catastróficos genéricos de la
"mala educación" o mala conducta de niños o jóvenes. ¿Hasta qué punto
es cierta la afirmación de que en la familia se dan las condiciones necesarias
para bien educar o maleducar? ¿Qué tan certera es la idea prevaleciente sobre
la influencia de la familia en la construcción de un carácter o personalidad de
sus componentes?. Sin lugar a dudas, este asunto -propicio para el campo de la
Sociología familiar- tiene muchas aristas y vertientes de análisis; lo que si
es innegable, es que por lo que respecta a la lectura como hábito, está
comprobado que el contagio de éste surge en el seno del hogar y al calor de la
comunicación entre padres e hijos. La
lectura en voz
alta de cuentos, practicada a diario con niños antes
de dormir -por ejemplo- ha generado que al paso de los años, los beneficiarios
se conviertan en potenciales lectores animados por los sentimientos de
tranquilidad generados en aquellos momentos de reunión íntima entre el libro,
los padres y los hijos.
Desgraciadamente,
hoy la televisión ha sustituido en muchos hogares el lugar del libro y muchos
niños se duermen sólo "arrullados" por la voz impersonal y distante
de los personajes de un programa televisivo. Ante ello, vale la pena iniciar en
nuestra familia una campaña de lectura -si es en voz alta mejor- con todos los
que conforman nuestro núcleo vital de existencia, recordando siempre que la
lectura, practicada como ejercicio voluntario y placentero, es la mejor fuente
para fortalecer el espíritu de integración familiar que tanto anhelamos en
estos días de inicio de siglo. Desde siempre han existido mecanismos y
estrategias para que todos cultivemos nuestras capacidades intelectuales a
través de la adquisición permanente de cultura y quizás el primer contacto
formal con ella, es mediante un proceso y un hecho a la vez: LA LECTURA.
Seguros
de que leer bien favorece la inteligencia, estimula la fantasía e imaginación y
enriquece nuestro vocabulario, bien vale la pena continuar buscando más motivos
para iniciar o continuar una buena lectura en compañía de los nuestros. Hoy
tocaré otras tres buenas razones para empezar a leer: La primera es la relativa
a la creatividad, la segunda se refiere a la satisfacción de la curiosidad y la
tercera a la posibilidad de vivir mejor como individuos seres humanos sociales a través de una buena
lectura. Ser creativo es una facultad única en el ser humano, pues a
través de ello, todos y cada uno de nosotros, inventamos y construimos nuestros
mundos, enfoques o perspectivas en la vida; la creatividad aumenta en la medida
en que poseemos nuevas experiencias o visiones a través del estudio de hechos
del pasado, presente, o un posible futuro. En el caso más sencillo de lectura,
ejercitamos nuestra
creatividad y la confrontamos con la del autor y casi siempre, el lector va más
allá de lo que aquél quiso hacernos llegar, es decir, cada uno de nosotros
posee la virtud de crear o recrear mundos diferentes, de ahí que existan tantas
y variadas versiones sobre un mismo texto. La creatividad, entonces, tiene su
mejor fuente en la lectura placentera, pues nos permite imaginar o idear
respuestas diferentes o inéditas sobre cualquier suceso. Está comprobado que la
capacidad creativa se fortalece en la
medida en que
se accede a una buena lectura, pues ahí confrontamos lo que vemos y
pensamos nosotros, con lo que ven y piensan los otros. En el caso de la
curiosidad, sabemos que por nuestra propia naturaleza, ésta es insaciable y
exigente. Todos los días hay algo nuevo que nos atrae o nos perturba. Enemiga
acérrima de la comodidad, el conformismo y la pasividad, la curiosidad es una
virtud y al mismo tiempo una cualidad del ser humano que ha producido grandes
transformaciones en los diferentes ámbitos sociales. Leer bien nos ayuda a
encauzar inquietudes, despertar anhelos, promover respuestas nuevas a problemas
añejos y, sobre todo, nos aproxima a saciar la inmensa curiosidad por tratar de
saber y hacer más. No es casual que los grandes inventores o pensadores
universales (Einstein, Newton, Sócrates, Descartes) hayan sido unos niños
súper curiosos incurables. Por último, leer bien nos posibilita el vivir mejor más allá de la
retórica; una buena lectura, siempre es una oportunidad de alejarnos de lo
burdo y grotesco con que se presenta la realidad, y es al mismo tiempo, una
excelente ocasión para acercarnos a la quietud, la armonía y paz. (¿existe
mejor manera de olvidarse del vértigo diario que una zambullida en el mar de la
poesía de Paz o Sabines?). Hoy, la enorme cantidad de información que nos
bombardea desde todas partes, es la mejor prueba de que necesitamos seleccionar
con mucho cuidado lo que hablamos, observamos y leemos. Afortunadamente, la
calidez de un buen libro es el mejor antídoto contra las invitaciones frívolas,
huecas y constantes de quienes le apuestan a lo inmediato y efímero como formas
"modernas" de vida. Las razones para leer bien, por lo tanto, son
puertas seguras de acceso a lo mejor que nos ofrece este mundo que nos tocó
vivir.
SERIE: REFLEXIONES. 4
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