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como Dios manda fabrica sus propias flechas.

—Yo lo hacia —dijo Thomas.

—Pero ahora nos hemos convertido en un gandul de mucho cuidado, .eh,
Tom? —sonrio Skeat, pero la sonrisa se difumino en cuanto miro al otro lado
del valle—. Basta ya de franceses, carajo —murmuro, mientras miraba a la
congregacion enemiga; inmediatamente hizo una mueca: una gota de lluvia
solitaria se acababa de estrellar en sus gastadas botas—. Ojala cayera el diluvio
y lo enviara todo a hacer punetas. Desde luego, amenaza con hacerlo. Si el cielo
se empieza a mear cuando esos cabrones nos ataquen, bien podemos volver
corriendo a casa, porque los arcos no van a funcionar.

Eleanor estaba sentada junto a Thomas y miraba la colina del fondo. Ahora
habia por lo menos tantos hombres como tenia el ejercito ingles, y el batallon
mas grande del ejercito frances aun no habia acabado de llegar. Hombres de
armas a caballo se desperdigaban por la colina, organizandose en conrois. Un
conroi era la unidad basica de ataque para un caballero u hombre de armas, y la
mayoria estaban compuestos por unos doce o veinte hombres, pero los que
formaban la guardia de los grandes senores eran mucho mayores. Habia tantos
jinetes en la cumbre de la colina que algunos tenian que desparramarse por la
ladera, que estaba convirtiendose en un abanico de colores, porque los hombres
de armas lucian sobrevestes bordadas con los escudos de sus senores y los
caballos llevaban gualdrapas chillonas, todo aderezado con aun mas rojo,
verde, azul y amarillo de los estandartes franceses. Sin embargo, a pesar de los
colores, el gris apagado del acero y la malla seguia predominando. En frente de
los jinetes ya se veian los jubones rojiverdes de los ballesteros genoveses. Solo
habia unos cuantos, pero por la colina se derramaba un flujo continuo que iba a
unirse con sus camaradas.

Se escucho un grito de jubilo que provenia del centro del campo ingles y
Thomas se inclino para ver que los arqueros se estaban poniendo de pie. Lo
primero que penso es que los franceses debian de haber atacado, pero no se
veian ni jinetes enemigos ni flechas.

—.Arriba! —grito de repente Skeat—. .En pie!

—.Que pasa? —pregunto Jake.

Fue entonces cuando Thomas vio a los jinetes. No eran franceses; era una
docena de caballeros ingleses que caminaban por la linea del frente, con
cuidado de no hacer caer a los caballos en los hoyos de los arqueros. Tres de los
jinetes portaban estandartes, y uno de ellos era una inmensa bandera que
mostraba las flores de lis y los leopardos enmarcados en oro.

—Es el rey —dijo un hombre, y los arqueros de Skeat empezaron a gritar.

El rey se detuvo y hablo con los hombres que habia en el centro de la linea,
despues se dirigio al trote hacia la derecha. Su escolta conducia inmensos
destreros, pero el rey montaba una yegua gris. Vestia su esplendida sobreveste,
pero habia colgado el casco coronado de la perilla de la silla y llevaba la cabeza
descubierta. El estandarte real, rojo, oro y azul, guiaba las banderas y detras iba