Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

Anotaciones de un Soldado

I

 

Volvíamos de la derrota, tuvimos que huir ante el gran número de soldados enemigos.

El calor era sofocante, la selva espesa, y nuestro “hogar”, que no era mas que una cueva en la que apenas entrábamos, se encontraba a mas de 20 kilómetros de nuestra posición actual.

La contabilidad que llevábamos era de:

 

5 Muertos

10 Heridos

5 OK

 

Parece que fue ayer cuando comenzó todo, no lo vi venir, no se si por inconsciente o por que no quería creer que esto podía pasar.
Con apenas pocas horas de anticipación, logre preparar un improvisado equipo, comida,  y todo lo que creía útil, para resistir, y aunque siempre me sentí dispuesto, o mentalizado para esto. Ahora, creo que no podría estar peor preparado.

Los primeros indicios de que estaba ocurriendo fue el pasar de los aviones sobre nuestras casas, pueblos y ciudades. Eran como largas explosiones, que erizaban la piel. Y yo, ya vestido, de uniforme, con 30 kilos sobre la espalda, armado con un viejo rifle, una pistola para casar aves y con mi bandera en el corazón decidí que era esto, hasta el final.

 

¡Que iluso! Ahora me rió de esa imagen, una especie de Quijote moderno. Un simple hombre (que siquiera había recibido instrucción militar) quería enfrentar a una potencia, cruel, superior en todo aspecto e imparable.

 

Lo primero que hice fue buscar a otros como yo. Las calles estaban desiertas. Y pronto comencé a pensar que solo yo podía estar tan loco para esta… bueno, locura.

 

Primero busque en lugares obvios, armerías, bares, partidos políticos. Todos cerrados.

Camine por lo que era avenida cabildo. Ahora creo que era simplemente asfalto. Es mas, camine por la calle, apenas se veían pasar autos. Y cuando pasaba alguno, “¡Viva la patria!” me gritaban, imagino, confundiéndome con un soldado. Casi llegando a lo que es Santa Fe. En el regimiento de patricios se veía la inconmensurable cantidad de camiones, tropas, y equipo entrando y saliendo. Espere 5 minutos en la entrada. Mientras me mareaba con la entrada y salida de vehículos, me preguntaron si venia como reservista, dije que si (mentira), creo que me confundieron por mi precariedad en el equipo (aunque no distaba mucho de los verdaderos uniformados). Me guiaron hasta quien seria, por solo unas horas, mi superior. Nos informo, que como reserva. Nuestra tarea seria proteger a los civiles. Me dieron un fusil… maltratado, oxidado, desgastado. Aun así, no me deshice del mío, el cual lleve, por un largo tiempo, a rastras, hasta perderlo un par de días después.

 

Los días de custodiar la evacuación fueron largos, interminables, descansaba apenas 6 horas por día (si no me levantaba por algo que me llame la atención). Y estaba de guardia bajo la lluvia, el calor, y el frió. No me había bañado, y perdí noción de los días.

 

No recuerdo cuando fue, que habiendo dejado al pueblo a cargo de la Cruz Roja, nos llevaron en camión hacia el norte, no me pregunten donde exactamente, mi brújula me decía al norte. Ya cuando la masa de selva se hizo muy densa, descendimos, y fuimos a refugiarnos a la selva.

De noche, en medio de la nada, con temor, y conocimiento de ser perseguidos, aparecieron de la nada, un grupo de soldados, totalmente camuflados, equipados, y con aquella señal de admiración, que se convirtió, en la mayor de mis esperanzas. Una boina roja, como la sangre. ¡Comandos, Cazadores de Monte! ¡Esos si que no tenían miedo!. Fríos como el hielo nos llevaron, al antes mencionado escondite.

 

Pasamos una “buena” noche. Al día siguiente, nos dieron instrucción teórica. Y nos informaron la situación. Buenos Aires estaba tomada por las fuerzas invasoras, pero sitiada por tierra, aun se resistía en lo que rodea a la ciudad, la lucha es casa por casa. Y el enemigo no llega, aun con su gran numero, a controlar la situación, Aun así, tienen posiciones en todo el país, nuestro objetivo era mantenerlas ocupadas, como para que no puedan apoyar a la capital. Una guerra de desgaste…

 

Así, al día siguiente, por la madrugada, aun con el abrigo de la noche, hicimos nuestro primer ataque, guiados por aquellos hombres de boina, todo paso más que rápido, solo obedecí la orden de arrojarme al suelo, y duro como una piedra, dispare en dirección al objetivo. (El cual ni veía) agazapado y sin el valor como para levantar la cabeza. Las explosiones de granadas ocurrían a escasos metros frente nuestro.

 

El combate duro unos diez minutos, una hora, una eternidad, después de eso (que no puedo describir debido a mi temor) nos retiramos a la densa selva. El sol penetraba entre aquellos altos seres naturales, formando haces de luz formando así rejas, que me hacían creer, lo condenado de mi destino Al llegar, después de correr el largo trayecto (Solo corría, las explosiones ya parecían no afectarme, solo corría, como una maquina).

 

Ya en lo que comencé, en apenas un día, a llamar hogar pude volver a respirar y a vivir, a ver y oír. A sentir, analizar toda aquella locura, aquel drama, salido de una película. ¿Cómo me había metido en esto? ¡Yo soy profesor! No soldado, por algo no lo soy, lo intente, y mi cuerpo, no me lo permitió, un problema de espalda me dijo el doctor. Busque en lo que quedaba de mi mochila, aquella que había cargado al salir en esta campaña y que ahora a pesar de ser mas vacía, es a la ves, mas pesada, un cuaderno y una lapicera, y escribí estas palabras:

 

No digáis que agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira, podrá no haber poetas, pero siempre…

 

¡Habrá Poesía!

 

No digáis que agotadas sus fuerzas, de comida falta, cayo el soldado, podrá no haber patriotas, pero siempre…

 

¡Habrá Patria!

 

Una pobre imitación a Bécquer, que tipo tan loco, había una época (a la cual obviamente no pertenezco, sino hubiera sido todo mas fácil). En la que si a una mujer, le recitabas un poema de este tipo, se caía ahí nomás. A veces, creo y me han dicho, nací en la época equivocada. ¡Los viajes en el tiempo realmente existen!

 

La cantidad de jornadas como esta se repitieron cada día. Y de a poco, le fui perdiendo el miedo a la muerte. Creo que le temía más al dolor, y a la cantidad infinita de situaciones que podían suceder.

 

En una de las batallas, no sabría decir si la tercera, o la decimoquinta. Recuerdo que pude finalmente, alinear la mira de mi FAL con un soldado que se encontraba arrodillado, recargando su lanza granadas. Y como un autómata, le dispare, el gatillo se hizo pesado, como cuando levantamos algo que no lo parece, por mucho tiempo… largo camino de principio a fin... que lleva al fin de este soldado. Alguien que si hubiera cumplido uno de mis objetivos en la vida, habría sido un camarada, o alguien con quien compartiría profesión, no era a el a quien quería disparar, sino a aquellos, a quienes la guerra les parece un juego, quienes buscan mas y mas, por medio de estos hombres que lo único que buscan es cuidar la paz.

 

Algunos están hechos para buscar la paz. Y como me gustaría que haya más de estos, gente que pone la otra mejilla (Y esto lo digo a pesar de no ser católico) para que el mundo sea un lugar mejor, paz… y no hablo de esa utopía donde todos seamos como las familias de las películas. Donde todo es perfecto, el ser humano es de por si conflictivo, pero ya, con el despertar de la crueldad, que debe ser despertada ya que no surge por si misma, se desvirtuó en una serie de crueldades, dignas del mas cruento cuento de dioses, donde se destruyen unos a otros, entre padres e hijos. Hablo de un mundo donde no haya gente con hambre mientras otros derrochan el dinero en locuras innecesarias y cirugías plásticas inhumanas que no hacen más que empobrecer por fuera, a un ser ya es pobre por dentro. Y volviendo a quienes buscan la paz. Otros están para cuidarla, para poner el pecho, estar donde haya que estar haciendo lo que tienen que hacer. Esos son los soldados, los policías, los médicos los profesores y tantos otros que hacen lo que deben hacer sin un fin claro, solo para estar por los demás. Muy contrarios a este hombre que fue despertado por aquellos “Gran Hermano”  

 

II

 

Llegamos al “hogar” y entregue la lista que, últimamente, puede llamarse afortunada. De ahí, luego de revisar a los heridos, de hacer las “tareas del hogar” que consistían en asegurarse de que no se nos caiga abajo todo. Comí algo que parecía comestible y me fui a dormir. Mañana temprano tenemos una gran batalla, y me toca estar al frente de uno de los grupos…

 

 

                                                                                                                      III

 

Aquí terminan las palabras de este soldado, que nunca conocí, encontré su cuaderno mientras vaciábamos lo que el llamo “hogar”. Por lo leído, debió ser una de las bajas del 15 de marzo. Hace bastante tiempo.

 

Nos disponemos ahora a viajar al sur, a cubrir la entrada de los boinas azules, ya que, a pesar de la huida del enemigo, dejando todo un país arrasado, sin organización, diciendo venir en “restauración”, dejaron también, guerra. Guerra de hambre, de injusticias. Pero, que no quede sin decir, que este hombre, no lucho, por su patria, por lo que creía, por la gente que quería. Por sus ideales. Tenía algo por lo que luchar, y ájala un amor que defender.