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Mentadas, agresiones y amenazas en la reaparición de Televisa en el estadio de CU
(Rafael Ocampo, 3 de agosto de 1997, Revista Proceso)

Raúl Orvañanos no podía ocultar, la noche del jueves 31, en el "Palomar del Estadio olímpico de la Ciudad Universitaria, su preocupación. Acababa de terminar el partido ente Pumas y Atlético Morelia, narrado por él, y su primer impulso fue el de salir disparado al elevador, tomar su coche y dejar ese lugar lo más rápido posible.

A punto de llegar al ascensor, haciendo a un lado a quienes esperaban formados de pronto rectificó: "Mejor nos esperamos", dijo a su compañero Javier Alarcón, que lo seguía sin poder controlar la sonrisa nerviosa con la que se mantuvo las poco más de tres horas que estuvo en el estadio. El comentarista pensó que estarían más seguros en el palco. Y ahí permanecieron hasta que les avisaron, ya con el estadio en penumbras y una fuerte lluvia, que no había riesgo de más agresiones.

Y es que la "Plus Puma", una de las dos porras oficiales del equipo universitario, no los había dejado en paz desde que descubrió su presencia en el palco de transmisiones. De nada les sirvió haber contratado como nuevo comentarista a Manuel Negrete, uno de los jugadores más destacados que han tenido los Pumas. Con insultos directos, exclamados a coro, los porristas -que habían prometido portarse bien- demostraron su desacuerdo por la venta de los derechos de televisión a Televisa.

En esta venta, se supo la semana pasada, tuvo una participación decisiva el doctor Guillermo Soberón Acevedo, miembro del patronato, quien cuando fue rector, estrechó los lazos de la UNAM con Televisa.

La voz del pueblo

Eran las 6:18 de la tarde, Coordinados, exactos, los cerca de 4,000 porristas, situados en la tribuna superior abajo del palomar, apenas vieron a Orvañanos se volvieron hacia él y le gritaron: "¡hijo de puta!, ¡hijo de puta!", tres, cuatro, cinco, seis veces. Luego, la misma frase, pero en plural.

Le siguió el "Culeros, Culeros", y en seguida una pequeña canción: "Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, que Televisa se tiene que morir" y casi sin respiro, otra: "Campanitas, campanitas, dónde están, chinguen a su madre, los de allá, los de allá".

Tomando aire, de pie, con la cancha y los porristas a sus espaldas, Orvañanos se preparó para grabar la entrada de la transmisión del partido. Saludó, hablo del juego que se realizaría, sobre el escenario, y fue interrumpido: "Hay que repetirla, se metió una mentada. Mejor cierra el vidrio".

Se referían a la frase: "Orvañanos, José Ramón te dejo un recado: ¡Chingas a tu madre!".

En el palco contiguo, dos funcionarios del equipo, con su chamarra de Pumas, entre apenados y divertidos, comentaron: "De que son ingeniosos, son ingeniosos". En el pasillo de acceso a la cabina, se reunieron los responsables de la transmisión. José Bastón, a quien Orvañanos presentó como el nuevo director de eventos deportivos de Televisa, concluyó: "No podemos decir que no paso nada". Sin embargo, en la transmisión, ni Orvañanos, ni Alarcón, ni Negrete, mencionaron lo que pasaba. Al comenzar la transmisión se alcanzó a ver una manta que decía: Repudio total a Televisamerica". Fue todo. Cuando la porra gritaba, los técnicos elevaban al audio a los cronistas o bajaban el que capturaban los micrófonos de ambiente.

Cuando en la tribuna se percataron de la presencia de Negrete, le gritaron: ¡Traidor!, ¡Bájate de allí!. En la cabina los comentaristas intentaron bromear: "Salúdalos", le dijo Alarcón a Negrete, quien contestó: "Ya los estoy controlando". Orvañanos salió al pasillo y dijo: "Tarde o temprano nos van a aplaudir". Los acompañaba el "Capitán Albores", encargado de dar el pronostico del tiempo en el noticiario del canal 2 "Al despertar" y según confirmó al reportero, piloto de los aviones en los que se transporta la Selección Nacional.

Alarcón fumaba y fumaba. Orvañanos ojeaba el libro Quién es quién en el fútbol mexicano, escrito por su colega de TV Azteca, Francisco Javier González. Ni técnicos, ni comentaristas, ni las cámaras portaban el logotipo ni los colores de Televisa.

No hubo tregua sino hasta que comenzó el partido. Pero iban cinco minutos del primer tiempo cuando los 4,000 porristas, en su mayoría jóvenes y niños, se voltearon hacia el palco y gritaron: "!Televisa!, no nos hemos olvidado, ¡chinguen a su madre!".

En el intermedio, alguien aventó un petardo hacia un sector de la porra, que colérica responsabilizó a Orvañanos: un jitomate se introdujo en la cabina sin golpear a nadie; después siguieron limones y pedazos de tortas, que se estrellaron contra los cristales.

Surgieron otros coros: "¡Chapoy!, ¡Chapoy!, ¡Chapoy! ¡José Ramón!, ¡José Ramón!, ¡José Ramón!, ¡TeveAzteca!, ¡TeveAzteca!, ¡TeveAzteca!".

Empezó el segundo tiempo. A alguien se le ocurrió desconectar las tres cámaras instaladas en la tribuna de la Plus. La del centro cayó contra el concreto y volaron varios pedazos. En el palomar la gente, de pie, presenciaba la escena. Llegó el encargado de prensa y relaciones públicas del equipo, Germán Palomares, con un transmisor en la mano, comentó: Profesor, no distingo a nadie. Profesor, ahora sí. El de la bolsa en la cabeza, el de la bolsa. Necesitamos a alguien en la tribuna... Haber si nuestros fotógrafos tienen una placa para identificarlos".

Empataron los Pumas con un golazo, a balón parado, de Israel López y los ánimos se calmaron un poco. Hubo quienes intentaron tirar otra cámara. Al final, la advertencia: "Ya fue una, la próxima será otra". Cinco minutos después del silbatazo final, se soltó un aguacero que acabó por dispersar a los grupos que se mantenían en la tribuna de cara al palco de Orvañanos.

A las 9:25 salió Gilberto Borja, el presidente del patronato, por el túnel del palco de honor. Le informaron sobre los daños a las cámaras y respondió: Pues habrá que pagárselos. A punto de abordar su Grand Cherokee color negra, habló con el reportero.

-¿Se enteró de lo que sucedió en la tribuna? No sólo me enteré, lo vi. -¿Y que le pareció? Es una reacción normal, entendible en los muchachos, pero esperamos que no pase a mayores. Lo bueno es que cayó el gol del empate y hubiera sido mejor si metemos el penal y ganamos.

En esos momentos, Raúl Orvañanos pasó a toda prisa hacia su auto en un estacionamiento ya completamente solitario. Al fondo en un enrejado de 3.5 metros de altura recién construido, seis, unidades de transmisión vía satélite, de color blanco, esperan a sus conductores. -¿Qué les pasó, no eran amarillas? -se le pregunta a uno de los técnicos.

-Se pusieron blancas del susto - responde y suelta la carcajada.

 
 
 
 


 

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Créditos
Página Puma 1997