Esta historia ha sido traducida por el Equipo Canalla de Xenafanfics y cuenta con el permiso de la autora para su traducción y publicación en español en internet.
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Descargo #1: Universal/MCA tiene los derechos de Xena, Gabrielle, Argo y todos los demás. Yo sólo los he tomado prestados un rato. Si quieres publicar este relato en tu página, sólo te pido que lo hagas íntegramente y que me avises por email a IQ139@aol.com.

Descargo #2: Esta historia contiene extensas, muy extensas escenas de dos mujeres haciendo el amor. Si eso te ofende, ¡¡¡NO LA LEAS!!! Si aun así lo haces, considérate advertida/o.

Nota de la autora: Esta historia tiene muy poca trama. Básicamente trata de Xena, Gabrielle y sexo. No hay temas de defensa social en ella. Nadie lucha, muere ni sufre el pinzamiento de Xena. Dicho esto, divertíos.

Último aviso: De acuerdo con Lunacy, esta historia no debería ser leída durante el trabajo.


EL ESPECTACULO
(The Show)

De BL Miller

Casi se dieron de bruces con las afueras de una pequeña aldea. Era el primer indicio de civilización que habían visto en casi un cuarto de luna.
- ¡Dioses!, espero que haya una taberna - gimió Gabrielle. Su estómago reafirmó sus palabras.
Toda su ropa limpia se había acabado hacía tres días. El bosque y el río rendían poco, incluso para Xena, la poderosa guerrera; y su frustración sólo añadía tensión al sofocante sol veraniego. No podían avanzar ni siquiera durante una marca de vela sin acabar bañadas en sudor. Sus odres de agua no tardaban en agotarse, aunque ambas mujeres intentaban usarlos lo menos posible. Llevaba tiempo salir del camino y rellenar las pieles, un tiempo que ninguna de ellas deseaba perder. Hacía más fresco en el norte, y cuanto antes llegaran allí, mejor. El calor no ayudaba precisamente a mejorar los crispados nervios de ninguna de las dos, y las discusiones sólo acrecentaban la tensión. Ambas necesitaban un lugar donde descansar y relajarse durante unos cuantos días.

- Parece un poblado bastante nuevo - observó Xena mientras desmontaba- . ¿Estarás bien?
A Xena no le gustaba enviar a Gabrielle sola a una aldea desconocida, pero ambas convinieron que eso era mejor que entrar con Xena. Aún había mucha gente que guardaba malos recuerdos de la guerrera. A veces era mejor evitar completamente una aldea ante el riesgo de provocar una batalla innecesaria. Ya habían muerto bastantes a manos suyas.

- Todo irá bien, Xena. No te preocupes - Gabrielle ya se había acostumbrado a ese modo de entrar en los poblados. Siempre se adelantaba y se dirigía a la posada con el aspecto más amigable que podía encontrar. Hablaría entonces con el dueño y se haría una idea de la actitud del local hacia su amiga. Allanarle el camino era una de las cosas que Gabrielle hacía sin problemas. Llegaba a la aldea, cayado en mano. Era hábil con su cayado y lo sabía. Sonrió al recordar su último entrenamiento con Xena. Había conseguido golpear a la guerrera en pleno trasero, lo cual sorprendió a ambas. Sólo era una cosa más de las que hacía con gusto para ayudar a Xena. A medida que habían permanecido juntas, había pasado de ser alguien totalmente indefenso a poder valerse por sí misma. Sabía que esa era una de las razones por las que Xena le dejaba entrar por adelantado en las aldeas.

Tras un rápido vistazo, Gabrielle encontró una pequeña y confortable taberna que le gustó. Pidió una copa de vino y se sentó en la barra, entablando una frívola conversación con el camarero. Unas cuantas preguntas rápidas de la bardo rebelaron que no habría problemas con Xena. Se informó de la posibilidad de adquirir una habitación para ellas y un lugar para Argo. Tras varios minutos de regateo, otro de sus talentos por el que Xena le estaba agradecida, llegaron a un trato beneficioso para ambos. Gabrielle pagó al exasperado camarero y salió en busca de Xena.

Tras acomodar a Argo y llevar sus cosas a la habitación, Xena se unió a Gabrielle en una pequeña mesa cerca del fondo de la espaciosa y sencilla estancia, sonriéndole para demostrarle su aprobación hacia el sitio que había elegido. Contaban con una excelente vista del cuarto, algo que Xena prefería tener controlado. La cena ya estaba servida, junto con un vaso y una jarra de oporto.

- Supuse que querrías uno - dijo Gabrielle mientras le alcanzaba el vino.

- Gracias - Xena sonrió y se hizo con la jarra. Hacía una semana desde la última vez que lo había probado, así que tomó un gran trago. Un segundo después, sus mejillas se hincharon mientras trataba de no escupir el contenido.

- ¿Estás bien? - preguntó Gabrielle al ver los ojos de Xena abrirse desmesuradamente. La guerrera tragó varias veces antes de que sus mejillas volvieran a su tamaño normal.

- ¡Oh dioses, es horrible! - Xena se llevó la mano a la boca. Se incorporó un poco y alcanzó el vaso de Gabrielle, bebiéndose la mitad del vino para deshacerse del sabor que el oporto le había dejado en el paladar.

- Déjame un poco - dijo Gabrielle recuperando su vaso- ¿Estaba demasiado fuerte?

Nunca había visto a Xena reaccionar ante el oporto de ese modo, por muy malo que fuera.

- Estaba asqueroso. No sabía como ningún oporto que yo haya probado - Xena dirigió de nuevo la atención hacia la comida- Espero que esto sí sepa tan bien como aparenta - tomó una cucharada de estofado, se detuvo a medias de masticar, miró a Gabrielle, con una expresión igual a la suya en la cara, y se obligó a tragar.

- ¡Por los Dioses, qué asco! - exclamó Gabrielle- . Está todo recocido. Caliente, pero eso es todo. ¿Qué imbécil aquí se hace llamar cocinero? - dijo estas últimas palabras en voz alta, captando la atención de todo el mundo sobre ellas. Xena le dirigió una mirada asesina, pero Gabrielle se la devolvió desafiándola. Un hombre bajo y rechoncho salió como una exhalación de la cocina, limpiándose las manos en su grasiento delantal- . ¿Eres tú el cocinero? - le espetó Gabrielle mientras se aproximaba. Luego se levantó y le miró.

- Soy yo - contestó el hombre con furia, sin prestar atención a la compañera de la amazona- . ¿Te atreves a quejarte de mi comida?

- Me atrevo a quejarme de tu... - su mente de bardo intentó dar con la palabra adecuada- ... bazofia. Sí, eso es. Tu bazofia. Aunque no creo que quisiera alimentar con esto a los cerdos, podrían ofenderse.

El cocinero fue cambiando de color a medida que su presión sanguínea se elevaba.
- Si crees que puedes hacerlo mejor, mocosa, estás en tu casa - Y dirigió su brazo hacia la cocina.

- Por supuesto que puedo. Pero no voy a prodigar mis servicios gratis - Gabrielle, siempre por delante en agilidad mental, vio la oportunidad de ahorrar algunos dinares- . Prepararé algo que la gente estará encantada de comer - sonrió al ver caer la mandíbula del hombre- , y tú nos proveerás con una bolsa de avena para nuestro caballo, y esta cena gratis.

- ¿Eso es todo? - parecía increíblemente aliviado- . ¿Todo lo que querían era una cena y un poco de avena? Fantástico - pensó- . Trato hecho.

- Volveré en unos minutos - dijo Gabrielle mirando a Xena. La guerrera rió por lo bajo y le despidió con la mano.

- Intenta no meterte en líos, Gabrielle.

- ¿Quién?, ¿yo? - lanzó una rápida sonrisa a la guerrera mientras entraba en la cocina.

Una vez dentro, descubrió porqué la comida estaba tan sosa. Sobre la estufa hervían dos enormes ollas, rebosantes de comida para la jornada.

- ¿La haces cocer todo el día?

- Así se mantiene caliente - afirmó el cocinero.

- Aún está cociendo - dijo Gabrielle, mirando al hombre con incredulidad- . Para cuando la gente lo pida, ya es una masa irreconocible. Además, ¿no te lleva demasiado tiempo guisar la comida en ollas tan grandes? - colocó varias patatas sobre la mesa y empezó a cortarlas. El cocinero se acercó para ayudar.

- Sí, así es. Tengo que empezar a primera hora de la mañana para tenerla lista cuando la muchedumbre llega casi al atardecer.

- Si utilizaras ollas más pequeñas, tardarías menos y la comida no quedaría tan recocida - sacó un puchero más pequeño y metió las patatas en él. Luego añadió agua y lo depositó sobre el fuego.

- Ya supongo, pero ¿y si recibo demasiados pedidos? ¿Cómo los atiendo todos al tiempo? - agarró las zanahorias que ella le tendía y comenzó a cortarlas.

- Bueno, simplemente pon unas cuantas ollas más antes de que se te echen las prisas encima.

Ambos continuaron con la conversación, intercambiando ingredientes e ideas mientras la comida se hacía. Al final, el generoso camarero les concedió también el alojamiento gratis.

Justo antes de irse, Xena se detuvo para preguntar al camarero si había otras aldeas por las que tendrían que pasar.

- Hay un poblado nuevo camino arriba, a tres días de aquí - pensó en ello un momento, llevando su mirada de Xena a Gabrielle una y otra vez- . Puede que os guste aquello - añadió- . Xena le dio las gracias, y luego se marcharon.

Llegaron a la aldea sobre el mediodía. Como siempre, Xena esperó a que Gabrielle entrara y allanara el camino. Ella por su parte aprovechó ese rato para atender a Argo. Gabrielle entró en la ciudad e inmediatamente se dio cuenta de la diferencia con respecto a las pequeñas aldeas que solían visitar. No vio ningún hombre allí. Reconoció a algunas mujeres con atuendo de amazonas, otras parecían guerreras y otras simples ciudadanas. Se introdujo en una pequeña taberna y pidió algo de beber.

- ¿Tienes alguna habitación para alquilar? - preguntó a la tabernera tras asegurarse de que Xena no tendría problemas en el establecimiento.

- Podría encontrarte una gratis, preciosa - la mujer lanzó a Gabrielle una sonrisa lasciva, que dejó al descubierto la ausencia de algunos de sus dientes- , justo al lado de la mía - el brazo de la camarera salió disparado y agarró a Gabrielle por la muñeca, ésta utilizó su cayado para golpearla en la cabeza.

- ¡Zorra! - gruñó la mujer mientras se llevaba la mano a la frente para comprobar si sangraba. Gabrielle retrocedió para ganar terreno en caso de tener que utilizar de nuevo su arma. La mujer saltó por encima de la barra y se encaró con Gabrielle con intención de pelear. Tenía una fea daga en la mano izquierda. Gabrielle se puso a la defensiva, preparándose para rechazarla.

- Deberías aprender a tener las manos quietas - siseó Gabrielle mientras trazaban círculos una alrededor de la otra- . No todas las mujeres tienen que sucumbir a tus encantos.

- Eres terriblemente bajita para ser una amaza - se burló la camarera.

- ¡No lo soy! - exclamó Gabrielle- . ¿Desde cuándo se requiere un mínimo de altura para ser amazona? - su cara enrojecía a medida que hablaba- . ¡Si soy lo suficientemente alta para ser su Reina, entonces también puedo ser una amazona!

Todo el mundo enmudeció. La camarera retrocedió un paso y miró a la bardo con incredulidad. Entonces Gabrielle se dio cuenta del error que había cometido. ¿Cuántas veces le había dicho Xena que mantuviese esa información en secreto cuando entraban en una ciudad nueva? Simplemente no podía creer que algún señor de la guerra la tomase como objetivo. Xena le advertía constantemente acerca del tipo de rescate que podría solicitarse por una reina a la nación amazona.

- ¿Eres Gabrielle? - preguntó la camarera con voz respetuosa. La bardo se irguió completamente, tanto como le fue posible, y respondió con el tono más autoritario que pudo encontrar.

- Sí, lo soy.

La camarera bajó su arma y se inclinó ligeramente ante las palabras de Gabrielle.

- Te pido disculpas. No sabía quién eras.

- ¿Y eso qué tiene que ver? ¿Podrías golpearme si no fuera la reina?

La indignación de Gabrielle le impidió darse cuenta de la fácil salida que le era ofrecida.

- No me refiero a eso. Debí haberlo supuesto cuando mencionaste a Xena. No quiero problemas.

- ¿Por qué ibas a tener problemas con Xena? Ya no es un señor de la guerra.

- Lo sé, he oído alguna de vuestras historias. Pero todavía es alguien a quien no quisiera tener como enemiga. Por favor, dile que no quería ofenderte.

- ¿Decírselo? - la voz de la bardo se elevó una octava- ¿Por qué debería importarle si me golpeas o no? Es a mí a quien deberías pedir perdón.

- Mira, nunca habría intentado nada si hubiera sabido quién eres, lo juro.

- ¿Porque soy una reina?

- Por a quién perteneces. No suelo perseguir a las mujeres de otras. Eso no es bueno para el negocio.

Gabrielle dejó que las palabras tomaran todo su sentido. "Piensa que Xena y yo somos amantes", meditó la bardo. Mirando a su alrededor, descubrió a varias mujeres de apariencia guerrera. Tal vez dejar que pensaran que era de Xena no fuese una idea tan mala.

- Mira, me llamo Diana. Tengo habitaciones para alquilar, y son confortables. ¿Qué te parece si te hago una rebaja en el precio?. - El talento natural de Gabrielle para regatear se puso en alerta.

- Añade un establo para nuestro caballo.

- Hecho. - Diana suspiró cuando vio a la amazona marcharse. No había visto una mujer como esa en años. Lástima que estuviera ocupada.

Xena se mostró complacida al oír que Gabrielle había conseguido un buen trato por una habitación y un lugar para Argo, y más aún con las características del pueblo. Había visto otros como ése, pero estaban muy alejados unos de otros. Excepto los de la Isla de Lesbos y Amazonia, el resto habían acabado por desintegrarse. Sería agradable entrar en una taberna y que no te noqueara el olor de hombres que no se habían lavado en semanas. Tampoco estaría mal del todo echar una miradita a algunas de las ocupantes más atractivas de la aldea, pensó. Sus sentimientos por Gabrielle eran profundos, pero era consciente de que su compañera no estaba interesada en ella en ese aspecto. Hacía mucho que no disfrutaba de la compañía de otra mujer. Tal vez pudiera encontrar algo de diversión en esta parada. Gabrielle no tenía ni idea de lo que había detrás de la media sonrisa que la guerrera lució durante todo el camino hacia la aldea.

Una vez allí, Diana las acomodó en una mesa al fondo del salón y les llevó algo de beber. Gabrielle pidió la cena y se recostó en su silla. Descubrió entonces un escenario improvisado en la esquina opuesta.

- Xena mira, hay un escenario. Tal vez pueda conseguir unos cuantos dinares extra mientras estamos aquí.

- Si te apetece, Gabrielle... Necesitamos provisiones - Xena vació la mitad de su jarra- . ¿Me haces un favor? No cuentes historias sobre mí esta noche.

- Iré a hablar con Diana. - Y se levantó de la silla.

- Tráeme otra jarra de oporto cuando vuelvas dijo Xena.

Gabrielle encontró a Diana cerca de la barra. - ¿Te interesarían los servicios de una bardo?

- ¿Una bardo? - se carcajeó Diana- . No lo creo, querida. Mis clientas prefieren "otro tipo de entretenimiento". Sus palabras insinuaron un doble sentido. Sin comprenderlo, Gabrielle insistió.

- Pero todas las tabernas necesitan uno. Seguro que a alguna de ellas les gustaría escuchar una historia. - La camarera rió de nuevo.

Pareces demasiado...- Diana buscó la palabra adecuada- ... pura para contar el tipo de historias que a ellas les gustaría oír.

- Pero tienes un escenario. ¿Qué daño puede hacer que lo intente? Si algo era la bardo, era insistente.

- Mira, tenemos un espectáculo programado para dentro de media marca de vela. Pregúntame de nuevo mañana durante el día. Tal vez haya alguien interesada en uno de "tus relatos." Gabrielle no notó la inflexión de la voz de Diana en la palabra "relatos". Pidió otra ronda de bebidas y se encaminó de nuevo hacia la mesa. Allí vio con alegría que la cena ya había llegado.

- Estupendo, estoy muerta de hambre - exclamó mientras se llevaba un gran bocado de comida a la boca.

- ¿No lo estás siempre, mi pequeña bardo? - bromeó Xena- . ¿No te necesitaban? - preguntó cambiando de tema.

- No - respondió Gabrielle- . Tiene gracia. Diana dijo que ya tienen otro entretenimiento preparado para esta noche. - El tenedor de Xena se detuvo en el aire.

- Gabrielle, ¿te dijo qué tipo de entretenimiento?

- No, ¿por qué lo preguntas?

- Simple curiosidad. Contestó con tono aburrido. Gabrielle pareció satisfecha con la respuesta y centró su atención en la cena. Xena miró a su alrededor, deteniéndose en cada detalle. Además de varias guerreras de aspecto fuerte, había multitud de mujeres más delicadas. Xena miró a su compañera. A pesar de no ser como las primeras, tampoco podía considerársele alguien delicada. Los dos años que había viajado juntas habían transformado a la jovencita de Potedaia en una poderosa amazona, capaz de cuidar de sí misma y aún lo suficientemente dulce como para tocar una mariposa. Xena pensó una vez más en lo afortunada que era por tener a Gabrielle con ella. La primera vez que se propuso redimirse, estaba segura de que no lo conseguiría. Entonces llegó Gabrielle, llena de asombro y sorpresas, y sí, tal vez algo de adoración hacia ella. No sabía por qué había permitido a esa mocosa parlanchina ir con ella, pero lo hizo y ahora no podía imaginarse su vida sin esa mujer de cabello color miel. La inquebrantable fe de Gabrielle en la capacidad de Xena para hacer el bien era lo único que muchas veces le animaba a seguir adelante, superar sus interminables pesadillas, sus recuerdos y la tentación de rendirse de nuevo a su lado oscuro. Xena no se dio cuenta de que había estado con la mirada perdida hasta que sintió los ojos verdeazulados de Gabrielle sobre ella. Entonces sonrió tímidamente.

- ¿En qué estabas pensando?

- En nada. - respondió Xena, volviendo su atención a la comida, que de hecho sabía casi tan bien como la que Gabrielle había preparado hacía tres días en la otra aldea.

- Oh, parece que están preparándose para el espectáculo - dijo Gabrielle al ver a una de las muchachas de la taberna encender algunas de las velas que recorrían la pared. Otros candelabros estaban ya encendidos sobre el escenario, haciéndolo resaltar en la oscuridad de la sala. Xena se dio cuenta de que aún había la suficiente luz como para distinguir al resto de las que allí se encontraban, medio o totalmente ensombrecidas. Varias jóvenes bajaron la escalera, deteniéndose cerca de la barra, y Xena supo inmediatamente qué clase de mujeres eran. Una guerrera de pelo rubio y corto se dirigió hacia allí y se situó junto a una de ellas. Intercambiaron unas palabras y luego situó su mano sobre el muslo de la chica, justo bajo el dobladillo de su corta falda. Una rápida mirada le reveló que la atención de la bardo estaba puesta sobre el escenario, donde dos chicas se afanaban en preparar la actuación. Pequeñas herramientas y mesas habían sido colocadas sobre él, así como una pequeña barandilla para separar a las actrices de las clientas. Xena regresó la vista a la barra. Ahora, la guerrera tenía su lengua enterrada en la boca de la mujer y no había duda de dónde se encontraba su mano de forma que Xena la distinguió fácilmente entre las piernas de ésta. La guerrera arrojó unos cuantos dinares sobre la barra y siguió a la chica escaleras arriba. La aguda percepción de Xena le rebeló que allí había más monedas de las necesarias para pagar unas simples bebidas, y arqueó una ceja ante el tipo de servicio que la guerrera acababa de adquirir.

- Se están preparando para empezar - añadió Gabrielle, atrayendo la atención de Xena de nuevo sobre el escenario. Una pequeña mujer ocupó su lugar al frente de un tambor, lo que provocó que parte del público comenzara a lanzar vítores y silbidos. Los ojos de Xena se agrandaron cuando se dio cuenta de lo que estaba a punto de comenzar allí.

- Uh, Gabrielle, tal vez sea hora de que vayas a descansar - Xena trató de evitarle la violenta situación a la joven bardo.

- ¿Por qué? El espectáculo está a punto de empezar - contestó Gabrielle. Diana saltó entonces al escenario.

- Señoras, tenemos varias actuaciones planeadas para esta tarde - la multitud estalló en gritos y aplausos- . La primera es una de vuestras favoritas. Chicas, os presento a Nikki.

- Sí, a mí me encantaría como `presente´ - exclamó una de las mujeres del público, provocando una enorme carcajada entre quienes compartían su mesa.

- Gabrielle, en serio, creo que deberíamos irnos - volvió a intentar Xena. No sabía cuál sería la reacción de Gabrielle ante este espectáculo. Conocía lo limitado de la experiencia de Gabrielle en lo referente al sexo, así como su intenso pudor. Tuvo que transcurrir un año desde que se conocieron antes de que Gabrielle se sintiese lo suficientemente cómoda con ella como para bañarse desnuda.

- Xena, déjalo ya. Quiero ver el espectáculo - gruñó Gabrielle, todavía sin percatarse de lo que trataría realmente. Xena suspiró, sabiendo que no había modo posible de evitar esto.

La mujer del tambor comenzó a tocar un ritmo constante mientras Nikki bailaba alrededor del escenario, y la gente aumentó el volumen de sus gritos cuando el baile se volvió más seductor. Xena tomó un gran trago de oporto mientras contemplaba a la bailarina mover sus caderas del modo más incitante posible. Nikki deshizo el nudo que sujetaba la larga falda a su cintura y utilizó sus manos para dejar ocasionalmente al descubierto pequeñas superficies de su cuerpo, provocando los gritos y los vítores de las que la rodeaban.

- ¡Oh Xena!, ¿está haciendo lo que creo que está haciendo? - preguntó Gabrielle con los ojos abiertos como platos ante lo que se desarrollaba en el escenario.

- Podemos irnos si te sientes incómoda - propuso Xena. Nikki continuó con su juego en el escenario, arrojando la falda y dejando al descubierto su visiblemente ligera y ceñida ropa interior.

- Umm - Gabrielle seguía mirando cómo la mujer se desnudaba. Consciente de que Xena le acababa de hacer una pregunta, apartó su mirada de Nikki y la dirigió hacia la guerrera- . Perdona, ¿qué has dicho? - Xena arqueó una ceja y una mirada de sorpresa cruzó su cara.

- He dicho que si te sientes incómoda podemos marcharnos.

- Uh no, está bien. Quiero decir, se trata de aprender cosas nuevas, ¿verdad?

- Gabrielle devolvió su atención a la bailarina, que ahora lucía un corpiño de encaje aún más revelador que el suyo. Xena sonrió irónicamente a la bardo, y también observó el escenario. Nikki entonces se desabrochó el corpiño, causando que los gritos de las mujeres se elevaran aún más. Xena miró a su alrededor, a la multitud. Descubrió varias mujeres besándose, abrazándose o acariciándose mutuamente. Vio también, y eso fue algo que realmente sorprendió a la experimentada guerrera, a una mujer sentada sola con la mano enterrada en lo más profundo de su falda. Miró entonces a Gabrielle, que mantenía toda su atención en el escenario. Nikki se deshizo entonces también de la ropa interior.

- ¡Oh! d... - dijo Gabrielle con voz entrecortada. Había visto mujeres desnudas antes, pero nunca de ese modo. Únicamente a Xena cuando se bañaban o nadaban juntas, nunca a alguien tan deseoso de quitarse la ropa delante de extraños. Esa mujer quería que la miraran, e incitaba a ello con su seductora danza. Varios dinares cayeron entonces sobre el escenario.

- Gabrielle, podemos irnos. - propuso Xena una vez más, aunque estaba más interesada en quedarse y disfrutar del espectáculo. Ya empezaba a sentir la creciente humedad entre sus piernas.

- Uh Xena, va a... - Los ojos de Gabrielle aún estaban fijos en Nikki. Sus pechos se movían libremente, llevando a cabo su propia danza.

- Eso creo - contestó Xena, tomando otro gran trago de su copa.

- Oh - añadió Gabrielle en tono de aceptación, aunque su boca permanecía aún ligeramente abierta y su mirada prendida de la bailarina. Xena mantuvo la mitad de su atención en la mujer del escenario y la otra mitad en la que tenía a su lado. Gabrielle había movido su silla para ver mejor, aunque Xena no sabía exactamente cuándo. Gabrielle casi se atragantó con el vino cuando la mujer se inclinó, mostrando a toda la sala sus zonas más íntimas. Xena le golpeó en la espalda suavemente, sonriendo irónicamente ante su reacción.

- ¿Estás bien? - fue todo lo que Xena pudo decir para no reírse ante la incomodidad de Gabrielle.

- Bien - susurró Gabrielle, con el azoramiento coloreándole el rostro. Dio gracias por la penumbra de la habitación. Era consciente de que se había sonrojado, y no quería que Xena la viera así. A pesar de todo no le sirvió de nada, pero la guerrera lo dejó pasar por el momento. Estaba disfrutando, demasiado, de ambas actuaciones; la del escenario y la de su mesa. Gabrielle estaba completamente cautivada por las actividades que estaban teniendo lugar sobre el escenario, más de lo que debería, pensó Xena. "¿Qué está pasando por esa pequeña cabecita tuya?", se preguntó.

Nikki terminó su actuación entre estridentes vítores y silbidos. Diana y algunas otra chicas se repartieron por la estancia, rellenando jarras y atendiendo a las peticiones de comida. Gabrielle apuró entonces rápidamente su copa y miró a su alrededor. Vio a varias parejas inmersas en su conversación, y algunas cosas más. Ya había presenciado algo durante su estancia con las amazonas, pero nunca exhibiciones públicas tan descaradas como éstas. Había visto parejas asidas de la mano o besándose, pero nada más. Había oído de boca de algunas aldeanas el tipo de cosas que dos mujeres podían hacer, y había leído descripciones de amor como ése en los escritos de Safo, pero nunca lo había visto. Le resultaba incluso extraño tocarse a sí misma, y siempre aprovechaba momentos en los que Xena salía a cazar. Se moriría de vergüenza si la descubriese haciéndolo. Entonces, un nuevo pensamiento la asaltó: "¿Tenía Xena esas necesidades alguna vez?" Si era así, nunca hablaba de ello, aunque en general la poderosa guerrera no le hablaba nunca de esas cosas. Recordó su azoramiento la primera vez que Xena le comentó acerca de la maldición de Hera. Aunque Gabrielle nunca la había experimentado, Xena siempre se las arreglaba para suavizarla. Tenía unos polvos que tomaba cuando la luna lo indicaba. Gabrielle le había preguntado sobre esos polvos, y Xena se lo había explicado todo con detalle. Gabrielle había enrojecido tanto y se había sentido tan aturdida que nunca volvió a sacar el tema.

Su atención se dirigió de nuevo al escenario, en el cual había ahora dos mujeres. El público manifestó de nuevo su entusiasmo a través de sus gritos. Dirigió una rápida mirada a Xena. ¿Qué podían hacer dos mujeres en un escenario? - Xena, ¿qué van a hacer?

Xena se volvió hacia la bardo - Espera y observa - dijo con voz baja y gutural. Por el rabillo del ojo la guerrera descubrió que movían una mesa hacia el centro del escenario. Sabía exactamente lo que esas mujeres iban a hacer, y también lo sabía la cálida zona entre sus piernas. Volviendo su atención hacia Gabrielle, la miró con atención, estudiando sus reacciones.

- Chicas, os presento a Tawni y Syres - la voz de Diana causó un estruendo procedente del público, ya bastante bebido. A continuación abandonó el escenario y las dos mujeres comenzaron. La mujer al tambor inició un nuevo ritmo mientras ellas bailaban juntas. La danza era sugerente y sensual, exploraban con las manos el cuerpo de su compañera. Cuando sus lenguas se lanzaron una contra la otra, Gabrielle casi dejó caer su vaso. Fue la rápida reacción de Xena la que evitó que lo derramara completamente. Esa acción produjo un ligero rubor en la mejilla de Gabrielle, y Xena lo contempló con curiosidad y sorpresa.

Tawni le quitó el corpiño a Syres, dejando al descubierto su abundante pecho ante la multitud. La mente de Gabrielle finalmente cayó en la cuenta de lo que iba a ocurrir.


- Xena, yo uhm, creo que tal vez tienes razón. Debería irme a dormir. - Intentó levantarse, pero sintió que Xena la agarraba del antebrazo, obligándole a sentarse de nuevo.

- Querías conocimientos, Gabrielle - su voz era profunda, inquisitiva- , siéntate y aprende.

Xena devolvió la vista hacia la pareja, que ahora estaba desnuda de cintura para arriba. La boca de Twani se movía en círculos entre los pechos de Syres, y los sonidos de succión y los gemidos apenas se oían sobre la multitud. Mantuvo la presión sobre el antebrazo de la bardo. Por el rabillo del ojo, Xena vio que Gabrielle estaba pendiente del escenario, y sólo entonces la soltó, tomando un trago de su bebida y repartiendo su atención entre las mujeres y la bardo. Gabrielle se acabó su copa y pidió otra, sin apartar la vista ni un momento. Estaba completamente fascinada por lo que ocurría en el escenario, y así lo rebelaba su expresión.

Las mujeres estaban ya completamente desnudas, y sus manos presionaban entre las piernas de su compañera. Gabrielle se dio cuenta de pronto de que su propio sexo estaba reaccionando ante lo que pasaba en el escenario. Xena había notado cómo su humedad iba creciendo desde hacía ya bastante rato, y se interrogó acerca de Gabrielle. La mirada en el rostro de su amiga rebelaba algo más que un mero interés de bardo, mucho más. Xena no estaba del todo segura. No quería leer en él más de lo que había. Se interrogó, pero Gabrielle nunca había demostrado interés por las mujeres, sólo por varios hombres con los que se habían cruzado en sus viajes. Incluso había estado casada, aunque brevemente. Quizás se trataba de una reacción natural ante tantos días por los caminos y unos cuantos vasos de vino de más.

Xena se dio cuenta entonces de lo mucho que su amiga estaba bebiendo. Conocía los límites de Gabrielle demasiado bien. La joven amazona podía volverse tremendamente parlanchina y marearse cuando los excedía. En raras ocasiones, Xena había dejado a Gabrielle pasarse un poco sólo por verla sonreír y carcajearse de nada en particular. Adoraba ese lado juguetón de la bardo. Gabrielle era para ella una luz brillante en una noche oscura. Ésta no tenía ni idea de cuántas veces su sonrisa había iluminado el, de otro modo, sombrío carácter de la guerrera.

Las mujeres del escenario intercambiaron posiciones. Tawni yacía ahora sobre la mesa, con las piernas abiertas. Syres estaba arrodillada, con la cara enterrada entre ellas. Los ojos de Xena se abrieron. Hacía años que no veía un espectáculo de sexo en directo, y su cuerpo estaba reaccionando. Podía sentir la humedad crecer entre sus piernas y alargó su mano para aliviar la sensación, mirando a Gabrielle a través de sus párpados medio cerrados.

Gabrielle respiraba lenta y profundamente, con los ojos prendidos de las mujeres del escenario. Su mente estaba llena de las palabras de Safo, y su cuerpo reaccionaba con la pasión de la juventud. Bebió varios y prolongados tragos de su copa cuando las mujeres cambiaron de posición. No se atrevió a mirar a Xena por miedo a que pudiera leer las emociones en su cara. No podía creer lo excitada que estaba. Ni siquiera cuando hizo el amor con Perdicus se sintió así. La pasión entre dos mujeres había sido muy bien descrita por Safo, pero leerla y verla eran dos cosas tremendamente diferentes para Gabrielle. Mientras contemplaba al dúo en el escenario, su mente dibujaba la misma situación protagonizada por ella. Imaginó una fuerte y dulce lengua contra su centro, y unos delicados dedos acariciando sus pezones. Se dejó llevar durante unos momentos por su fantasía, hasta que se dio cuenta de que tenía los ojos cerrados. Seguramente Xena querría saber en qué estaba pensando si la viera así. ¿Cómo se lo explicaría? Abrió rápidamente los ojos y se acabó su vino. No podía aguantarlo más. Necesitaba aliviarse.

- Xena, voy a subir ya. ¿No tienes que ir a comprobar que Argo está bien o algo?

Luego se dijo a sí misma: "Buena excusa, bardo", se reprochó. "¿O algo? ¿Por qué no se lo has dicho directamente?, Xena, no subas hasta dentro de un rato porque no quiero morirme de vergüenza cuando entres y me sorprendas con las manos entre las piernas." No obstante, trató de corregirse rápidamente.

- Quiero decir, ¿no dijiste que últimamente no pasabas suficiente tiempo con ella? Supuse que con una noche tan agradable y todo eso...

- Es una gran idea, Gabrielle - le contestó Xena al tiempo que también se levantaba.

- Bien, te veré dentro de digamos... ¿media marca de vela? - propuso, tratando de estimar el tiempo que necesitaría.

- Seguramente un poco más - le aclaró Xena. Gabrielle asintió y se fue escaleras arriba, perfectamente consciente de la humedad que ocupaba su entrepierna. Su ropa interior estaba tan húmeda que seguro que podría escurrirla. Xena contempló con sorpresa cómo la bardo se apresuraba a subir.

Había estado mirando a Gabrielle cuando ésta había cerrado los ojos. Xena centró entonces completamente su atención en la bardo, en cómo su respiración se aceleraba y cómo se pasaba la lengua una y otra vez por los labios. Xena había sentido su cuerpo reaccionar ante esos gestos de Gabrielle. "Oh mi bardo," había pensado entonces. "Ojalá supieras lo que me estás haciendo." Sabía exactamente sobre quién sería su fantasía masturbatoria de esa noche.

Cuando Gabrielle se levantó de golpe y le sugirió que fuese a visitar a Argo, Xena supo lo que Gabrielle iba a hacer una vez llegara arriba. Agradeció la oportunidad de pasar un tiempo a solas, puesto que también necesitaba satisfacer sus necesidades. Pagó rápidamente la cuenta, salió del local y se encaminó hacia el bosque de las afueras de la aldea.

Le tomó sólo unos minutos encontrar un lugar tranquilo. Satisfecha de estar completamente sola, dejó la espada a su lado y se tumbó. Se subió la falda y retiró su ropa interior, colocando rápidamente sus dedos en la ya familiar posición. Su mente se centró en imágenes de Gabrielle, refrescada por el agua en un día abrasador y con la luz del sol lanzando destellos sobre su humedecido cuerpo. Una vez dentro del hechizo de su fantasía, sus dedos comenzaron a moverse espontáneamente, sabiendo con exactitud lo que su dueña necesitaba y proporcionándoselo.

Gabrielle cerró la puerta tras de sí y se precipitó sobre la cama. Sin preocuparse por el resto, se bajó la ropa interior y se recostó, apoyando una pierna contra la pared para ayudarse. Imaginó a una mujer fuerte abrazándola, amándola, lamiendo sus pezones, endureciéndolos casi dolorosamente.
Dejó a sus pensamientos guiar sus emociones, acariciándose los pezones a través de la ropa y finalmente apartando el corpiño cuando ese contacto se hizo insuficiente. Sus dedos rodearon y pellizcaron sus pezones, lo que produjo aún más líquido entre sus piernas. Imaginó a esa mujer abriéndose camino hacia abajo, enterrando la cabeza entre sus piernas, probando su sabor. Los dedos de Gabrielle imitaron los movimientos que imaginaba haría la mujer. Nunca había sentido una lengua en su sexo, Perdicus era demasiado conservador para eso, pero supuso que sería suave, mucho más suave que sus dedos. Sin darse cuenta, la imagen de esa poderosa mujer adquirió cabello oscuro y unos penetrantes ojos azules. Inconscientemente profirió un sonido: "Xena..."
Eso lo significó todo para Gabrielle. La imagen de su fantasía se convirtió rápidamente en Xena. Imaginó las manos de la guerrera, su boca y su lengua sobre su cuerpo, y eso la llevó hasta el límite. Sus caderas se elevaron de la cama mientras su dedo vibraba despiadadamente contra la hinchada extremidad. Sintió salir el flujo, deslizándose por su sexo. No sabía si había gritado, y tampoco le importaba. Pasaron varios minutos antes de que encontrara las fuerzas necesarias para levantarse y limpiarse. No quería tener que dar explicaciones por el olor de sus manos o de su cuerpo a su dormida compañera.

Xena llegó al poco rato y se dirigió directamente hacia la palangana. - Apesto después de haber tocado a Argo - mintió ella- . Estaré lista en un minuto. - Oyó a Gabrielle gruñir en conformidad. Se lavó las manos rápidamente y colocó un paño limpio dentro de su ropa interior. Una vez hecho esto, se cambió y se metió en la cama, pensando que el sueño llegaría en breve. Pero no lo hizo.

Intentó no pensar en el cuerpo que yacía a su lado. Gabrielle le daba la espalda y Xena podía ver íntegramente uno de sus torneados muslos, que sin duda había escapado del abrigo de las mantas. Obligándose a cerrar los ojos, Xena probó una de sus técnicas de relajación, pero fue en vano. Se giró para separarse de la bardo, y pasó casi una marca de vela completa antes de que se durmiera.

Gabrielle sintió que Xena se daba la vuelta. Su mente aún seguía reproduciendo escenas de su fantasía. Tenía que luchar contra el impulso de darse la vuelta y abrazarse a ella. Eso seguramente provocaría que la guerrera le lanzase algunas preguntas bastante embarazosas. Se quedó dormida con una sonrisa en la cara y la imagen de su guerrera en la mente.

Un silencio incómodo fluctuó entre ellas todo el día. Ambas estaban completamente sumidas en sus recién descubiertos sentimientos y deseos, tan envueltas en sus propios pensamientos que ninguna de las dos reparó en el silencio. Estaban preparándose para bajar a cenar cuando accidentalmente se tocaron. La sensación de la mano de Xena rozando suavemente el talle de Gabrielle hizo que la respiración de ésta se acelerara. Los dedos de Xena hormiguearon bajo el inesperado contacto. Las dos mujeres intercambiaron una breve mirada, sin que ninguna se atreviera a expresar sus sentimientos, aunque Xena estaba inclinada a sospechar que algo nuevo rondaba en la mente de la bardo tras la experiencia de la noche anterior.

Sus sospechas se vieron confirmadas cuando Gabrielle sugirió quedarse un rato después de la cena para tomar algo de beber. Después de todo, indicó la bardo, la noche era realmente agradable. Gabrielle nunca había sabido engañarle demasiado bien, y un pensamiento vino a formarse rápidamente en la mente de Xena. Así que su pequeña bardo sentía curiosidad, ¿no? Bien, veamos lo que nos depara la noche entonces.

Mientras esos pícaros pensamientos atravesaban la mente de Xena, su cara era una máscara totalmente ilegible para Gabrielle. Ésta estaba segura de que Xena protestaría ante su propuesta de quedarse, pero no lo hizo. En lugar de una silla con mesas, Xena había conseguido la de la esquina. Estaba algo alejada del resto, pero, aún así, permitía tener una vista excelente del escenario. En vez de sillas, unos amplios y mullidos bancos se adosaban a unas paredes igualmente acolchadas.

Cuando las luces se apagaron para indicar el comienzo del espectáculo, Xena miró con silencioso agradecimiento cómo las lámparas situadas encima de ellas eran sustituidas por una pequeña vela sobre la mesa. La camarera les dejó tres rondas de bebidas, explicando que iba a dejar de atender para poder cenar, y no regresaría hasta el final del espectáculo. Todo se desarrollaba maravillosamente para los propósitos de Xena, quien pensó que ella misma no podría haber planeado las cosas de mejor forma. Los Hados, sin duda, debían sonreírle esta noche. Ahora, ella tenía que intentar convencer a una pequeña bardo de que expresara sus deseos más íntimos.

Gabrielle había terminado ya su vaso de vino y comenzaba el segundo cuando Nikki entró en escena.
Xena se acercó a la bardo, pretextando un mejor ángulo de visión. Con ello, Xena se las arregló para colocar su muslo firmemente contra el de Gabrielle. Se recostó y pasó su brazo por el respaldo del banco, justo detrás de Gabrielle.
- Sólo me estoy poniendo cómoda - contestó a la mirada que recibió de la bardo.
Desde su posición aventajada, podía ver no sólo lo que Gabrielle estaba mirando, sino también una vista completa sobre la bardo misma. Con los ojos clavados sobre la mujer medio desnuda sobre el escenario, Gabrielle no era consciente de la mirada hambrienta que descansaba justo tras ella. Su temperatura se estaba elevado rápidamente, así que se terminó su bebida.

Nikki había finalizado y estaban preparando afanosamente el escenario para el siguiente acto.
- Me pregunto si saldrán aquellas dos chicas otra vez - dijo Xena suavemente en el oído de Gabrielle. La bardo se estremeció, puesto que no se había dado cuenta que Xena se hubiese acercado a ella.

- N.. no lo sé - tartamudeó. Xena estaba muy cerca, demasiado cerca. Sentía la respiración de la guerrera contra su oído, la presión de su muslo contra ella. Eso era todo lo que podía hacer para no cerrar los ojos y abandonarse a la fuerte mujer que estaba a su lado. Se frotó los ojos, intentando aclarar sus ideas, que se inclinaban fuertemente a seguir sus impulsos.

- Ven, recuéstate, pareces cansada - Xena se sentó detrás y tiró de Gabrielle hacia ella, volviendo a colocar la boca cerca del oído de la bardo.
Gabrielle se inquietó por el contacto de Xena en público. Advirtiendo esa pregunta no formulada, Xena le contestó- : Aquí está completamente oscuro, Gabrielle. Nadie puede ver nada. - Con una risa grave que reverberó en el interior de la bardo, Xena agregó- : Además, ahora mismo están todas ocupadas con sus propios asuntos. Podrías gritar y a nadie le importaría. - Esas últimas palabras fueron dichas lentamente, manifestando un mudo y fugaz pensamiento que cruzó la mente de Xena.
Gabrielle apagó la vela depositada sobre la mesa y se recostó contra el hombro de Xena, el brazo de la guerrera alrededor de su cintura y su mano descansando ligeramente contra su vientre. Mirando al escenario, Gabrielle vio que Tawni y Syres se acariciaban mutuamente sus pezones, provocándose mutuos gemidos de placer.

- ¿Te diviertes? - la voz baja y gutural de Xena envió una nueva oleada sobre la bardo, ya de por sí excitada. Xena sonrió cuando la vio cerrar los ojos en respuesta al sonido de su voz.

- Mmm - contestó Gabrielle, sin atreverse a hablar. Abrió los ojos y miró fijamente al escenario, temerosa de que Xena pudiese leer en ellos. Era sumamente consciente de los fuertes dedos que describían lentos y sugerentes círculos sobre su abdomen. Aunque pensaba que debía decir algo al respecto, no lo hizo. Era demasiado agradable como para interrumpirlo.

- Bien - la voz de Xena asaltó sus sentidos otra vez- , sólo relájate y disfruta, Gabrielle. No permitiré que ocurra nada que tú no quieras, ¿me entiendes? - Aunque estuviera en sus manos, Xena tenía que dejar claro a Gabrielle que estaría segura sin importar lo que pasara, o no pasara. Xena contuvo la respiración mientras esperaba la respuesta de la bardo.

- Confío en ti - las palabras de Gabrielle fueron dichas tan bajo que solamente Xena pudo escucharlas. Sintió a la guerrera suspirar y después retomar la suave caricia sobre su vientre.

- Abre tus ojos. Observa la escena - ordenaba dulcemente Xena- . Los ojos de Gabrielle se abrieron para ver a la pareja turnándose para chupar los pezones una a la otra.
- ¿Está bien, verdad? - Gabrielle se estremeció involuntariamente con el sonido hipnótico de la voz de Xena. Ella no podía más que asentir con una señal de su cabeza, su mirada fija sobre la actividad que se realizaba en el escenario. Los dedos de Xena habían logrado encontrar el camino exacto hacia el borde inferior de su corpiño. El sólo pensamiento de aquellos fuertes dedos acariciando sus pechos hicieron que el flujo de Gabrielle comenzar a fluir apresuradamente.

- Mmm, muy bien. - Finalmente la bardo logró susurrar. Ambas sabían que ella no hablaba del espectáculo.

- ¿Qué es lo que quieres, Gabrielle? - las palabras de Xena la forzaron a tomar una decisión y que fuera conocida. Sin titubear un segundo, ella dirigió su pequeña mano hacia abajo y envolvió la muñeca de Xena. La examinó a través de sus párpados medio cerrados y colocó la mano de la guerrera sobre su corpiño.
Gabrielle quedó sin aliento al sentir los fuertes dedos y la palma caliente de Xena masajear su pecho. Incapaz de mantener sus ojos abiertos, ella se inclina hacia atrás contra Xena para apoyarse. Xena retiró su mano, causando un murmullo de protesta en la bardo y muy a su pesar se forzó a abrir sus ojos para mirar a Xena.

- No te detengas - dijo Gabrielle con vehemencia.

- No te preocupes, no pensaba detenerme - gruñó Xena mientas depositaba a la bardo sobre sus rodillas- . Solamente quería tener una mejor posición. - Sus respiraciones se entremezclaron y Xena no perdió el tiempo para saborear aquellos labios y aquella boca tan deseada.

Al principio, Gabrielle se puso rígida, luego se relajó y cedió ante la exigencia que la lengua de Xena. Ésta desplazó a Gabrielle hasta sentarla a horcajadas sobre sus caderas, cara al escenario. No deseando ser entorpecida ni un instante más por el escotado corpiño de la bardo, Xena, desata rápidamente los lazos. Había casi terminado cuando sintió la mano de Gabrielle cubrir la suya.

- Xena, ¿Qué hay sobre las demás personas? ¿Y si alguien nos ve? - Gabrielle miró alrededor de la sala en penumbra para comprobar que de hecho, todo el mundo estaba ocupado con asuntos más importantes en sus propias mesas. Solo un incendio les habría movido.

- No me importa - gruñó Xena levantando el corpiño y exponiendo los pechos de Gabrielle a la sala antes de cubrirlos con sus manos robustas. Sus dedos circundaron, luego suavemente pinzaron los rosados pezones. Arqueando su espalda, Gabrielle presiona sus pechos contra las manos de Xena. Era una suerte que nadie le prestara atención cuando Gabrielle no pudo controlar más sus gritos y gemidos.

- ¿Disfrutas del espectáculo, Gabrielle? - un soplo cálido bañaba su oído haciendo estremecer de deseo a la contadora de historias- . Abre los ojos, mira el espectáculo - las mujeres del escenario, estaban arrodilladas sobre la mesa, una frente a la otra, con sus manos profundamente hundidas entre las piernas de cada una, provocando que Gabrielle soltara un gruñido al observarlas.

Los dedos de Xena encontraron rápidamente el borde de la ropa interior de Gabrielle. A pesar de la tentación impetuosa que la poseyó de simplemente arrancársela, permitió que la bardo la levantara y se la quitara. Reinstalando a Gabrielle hacia atrás en su regazo, Xena aproximó nuevamente su boca al oído de la bardo. Había posicionado de tal manera a Gabrielle que ahora la tenía de frente, permitiendo a Xena un acceso total sobre su cuerpo.

- Te deseo, Gabrielle. Te deseo y voy a tomarte, ahora mismo. - Sus palabras eran como un mandato para la bardo, cautivándola. Gabrielle no hubiera podido más decir "No" que dejar simplemente de respirar. Ella estaba completamente a merced de los caprichos de Xena y la guerrera lo sabía.

- Voy a hacerte gemir, Gabrielle, voy a hacerte gritar mi nombre de placer.

Fue recompensada con un profundo gemido de la bardo. El sensual sonido no sirvió más que para hacer que la humedad entre las piernas de Xena fluyera con mayor intensidad. Estaba bien segura de no poder ella misma soportarlo por más tiempo. Los dedos de Gabrielle encontraron su camino entre los largos mechones de Xena, alentando a la guerrera, como si ella necesitara más estímulo. La boca de Xena reclamó el cuello de la bardo, sellando así su amor y deseo, sin importarle las marcas que allí dejaba. Sus dedos se cerraron alrededor de los pezones de Gabrielle, haciendo rodar la parte más sensible entre sus dedos índices y pulgares.
- ¡Xena, sííí!

Los jadeos de Gabrielle servían sólo para avivar el fuego entre ellas. Abrió los ojos y miró a su amor. Incapaz de resistir la tentación, se inclinó hacia delante y presionó sus labios separados contra los de Xena.
Los besos de la bardo estaban llenos de admiración e interrogantes. Xena permitía a Gabrielle explorar, fascinándose con los vacilantes tanteos de la lengua de la bardo. Cuando Gabrielle tomó la iniciativa y presionó sus manos contra los lados de los pechos de Xena, la guerrera fue incapaz de ahogar un profundo gemido. Había esperado que la bardo fuera pasional, pero no había previsto tanta bravura de Gabrielle. Silenciosamente deseaba haber llevado puesta una túnica de algodón en vez de sus cueros. Sus manos se movían hacia abajo para agarrar el bien proporcionado trasero de Gabrielle, tirando de ella para acercarla, obligando a las rodillas de la bardo a separarse, facilitando con ello un mejor acceso a su sexo.

Gabrielle rompió el beso y enterró su cara contra el cuello de Xena, agradecida por los fuertes brazos que sostenían su cuerpo, que sentía como de gelatina en ese momento. Gemidos de placer se filtraban del escenario, añadiéndose a la pasión de ellas.

- Te amo, Gabrielle - murmuró Xena mientras traía su mano alrededor de la parte delantera, rozando delicadamente con sus dedos de un lado a otro su suave y rizada mata de pelos. Gabrielle contestó con un gemido mientras su cuerpo se daba cuenta de dónde había dirigido Xena su mano. Xena rió ahogada y dulcemente cuando su dedo se deslizó entre los pliegues de Gabrielle e inmediatamente se empaparon.
- Dioses, Gabrielle, estás muy húmeda - Xena gimió mientras sus ojos se cerraban instantáneamente ante la agradable sensación. Las palabras estaban más allá de la bardo en ese momento, todos sus pensamientos estaban puestos en los dedos de Xena, que estaban ahora acariciándola delicadamente. Las caderas de la contadora de historias se movían rítmicamente contra los suaves pero fuertes dedos.

- Gabrielle… - era una pregunta que no necesitaba palabras. Todo lo que Gabrielle podía hacer era aceptar con una inclinación de la cabeza, su cuerpo reclamaba a gritos el contacto. Preocupada por la juvenil inexperiencia de su amante, Xena la penetró con sólo un dedo, acariciándola suavemente dentro y fuera, penetrándola mas profundamente a cada caricia. No tenía que preocuparse.

- ¡Oh…dioses! ¡ Xena…! ¡mmm…! ¡oh, sí!. Los suaves lamentos de Gabrielle contra su cuello incitaban a Xena a probar más allá. Tanteando colocó un segundo dedo cerca de la apertura. Los empujes de las caderas de Gabrielle impulsaban todos los pensamientos de la guerrera mientras hundía dos dedos en la profundidad del coral abierto.

- Gabrielle… - la voz susurrante, imponente y profunda de Xena hipnotizaba y ponía en trance a la bardo. Ella era como la cera blanda en las hábiles manos de Xena- siente mis dedos dentro de ti...es mi caricia la que te hace vibrar así - sonrió cuando sintió la cabeza de la bardo asentir con un movimiento de arriba a abajo. Las caderas de Gabrielle incrementaron el ritmo, oprimiendo su sexo contra la mano de la guerrera. Xena subió su pulgar para frotarlo contra el clítoris de Gabrielle.


- ¡Oh! - exclamó Gabrielle ante el contacto directo, nunca antes la había tocado nadie salvo ella misma. Rechinó los dientes y fortaleció su agarre al cuello de Xena. Sus caderas se movían por voluntad propia, forzando el ritmo que los dedos de Xena habían creado.

- ¿Debo suponer que estás disfrutando? - Xena bromeaba a la vez que aumentaba el ritmo del movimiento de arriba abajo. Fue respondida por un gruñido. Los dulces gritos de Gabrielle sobre su oreja y el incremento de líquido en su mano le hicieron ver a Xena que el orgasmo de la bardo era inminente.

- ¡Xena…!, ¡oh Xena! - Gabrielle jadeaba. Trató de abrir sus ojos para mirar a su amante, pero cada empuje de los firmes dedos de Xena provocaba que sus ojos se cerraran con mayor fuerza.

- Déjate llevar - susurró Xena con dulzura cuando sintió que el pequeño cuerpo de Gabrielle temblaba contra ella- . Te tengo, Gabrielle, déjate llevar.
Sus dedos encontraron un suave punto en el interior y se frotaron contra él, su pulgar trabajaba intensamente en el exterior.

- ¡¡Xena!! - gritó.

Las uñas de Gabrielle se clavaron en los músculos de la espalda de Xena mientras su cuerpo explotaba de placer. Los dedos de Xena continuaron su misión mientras, ola tras ola explotaban dentro de ella, dejándola exhausta e indefensa.

Gabrielle sepultó su cabeza en el cuello de Xena, dejando que sus lágrimas se derramaran sobre la bronceada piel. Permaneció inmóvil durante varios latidos de corazón.

Xena apartó su mano humedecida del calor y con delicadeza empujó a Gabrielle hacia atrás para ver su cara. Quería ver esa mirada, esa cara de satisfacción total. Alzó la mano para enjugar una lágrima errante y atrapó el placentero olor de Gabrielle sobre sus dedos.

- Te amo, Gabrielle - murmuró suavemente.
- Xena - le contestó jadeando.

Xena la atrajo hacia sí para darle un delicado beso, lleno de amor y devoción, antes de estrechar a la bardo contra su hombro. La acunó en sus brazos, mientras sus manos le acariciaban cuidadosamente la espalda desnuda.

- Shh, descansa un momento.

Con dulzura, meció su preciada carga, esperando que el temblor parase. Aflojó su abrazo cuando sintió los suaves labios de Gabrielle presionando contra su cuello, y luego incorporó un poco a la bardo para mirarla.

- Te quiero - susurró Gabrielle, inclinándose para compartir un beso.
- ¿Estás bien? - le preguntó Xena, llenando su voz de preocupación al encontrar con las yemas de los dedos otra lágrima. Gabrielle asintió con la cabeza y se enjugó la gota salada.

- Sí - sonrió y suspiró- Es sólo que... bueno, yo nunca... - dejó de tartamudear al sentir el contacto de uno de los dedos de Xena sobre su boca. El olor que lo impregnaba llegó hasta ella y la inundó, recordándole el placer que había recibido hacía tan sólo unos instantes, y descubrió que su cuerpo no lo había olvidado.

- Shh, creo que te entiendo - contestó Xena suavemente.

Sospechaba que Gabrielle nunca había experimentado un orgasmo tan intenso. Saber que ella era la responsable provocó que aflorara a sus labios una sonrisa de satisfacción.
- Supongo que eso quiere decir que te ha gustado, ¿huh? - preguntó con inocencia. Su penetrante mirada descendió hasta los pechos de la bardo, todavía visibles bajo la mortecina luz. Xena apenas era consciente de que el espectáculo había terminado y las clientas comenzaban a recolocarse sus ropas y marcharse.

- Muchísimo - la voz de Gabrielle tenía ahora más matiz y su respiración volvía a la normalidad. De pronto comprendió el motivo de la mirada de Xena y tomó consciencia de lo que le rodeaba.
- Xena, no podemos quedarnos aquí. Todas se marchan.
Buscó su corpiño, sin estar realmente segura de cuándo había desaparecido. Xena lo encontró y se lo entregó, ayudándola a enlazar los cordones. Gabrielle recogió entonces su ropa interior, pero le fueron arrebatadas por el rápido brazo de Xena.

- No te preocupes por esto. - Xena la introdujo entonces entre sus pechos. Sintió en su piel la humedad de la entrepierna depositada en aquella pieza de tela.
Conteniendo el impulso de poseer de nuevo a la bardo allí mismo y en ese preciso instante, le ayudó con cuidado a ponerse en pie.

Gabrielle, que no estaba segura de si podría andar después de lo sucedido, agradeció la firme mano que Xena le prestó mientras salían de allí y se dirigían, despacio, hacia su dormitorio, conscientes de la humedad que emanaba entre sus piernas.

Una vez arriba, Xena se adelantó para abrir la puerta. Sus largas zancadas la transportaron al vestíbulo muy por delante de la bardo. Había abierto la puerta y estaba ya dentro aflojando los cordones de su bota antes de que Gabrielle entrara en el cuarto y cerrara la puerta.

- Déjame - dijo Gabrielle dulcemente mientras se arrodillaba ante la guerrera, que se hallaba sentada sobre la cama.

Xena permaneció inmóvil y miró a la bardo mover sus manos y comenzar a desatarle las botas. La joven amazona terminó con una, pero no hizo ningún movimiento para sacarla del pie. Sus manos se deslizaron acariciando hasta las rodillas de Xena. Sus ojos se nublaron con el suave roce.

Gabrielle estaba fascinada con la piel bajo sus manos, y sus dedos se deslizaron para tocar la suave piel de detrás de las rodillas, al tiempo que acercaba sus labios para besarlas. Los ojos de la bardo se cerraron al escuchar la profunda inspiración de Xena.

- Dioses, Gabrielle
Xena suspiró al sentir el movimiento de las manos de Gabrielle desatando la otra bota. Cada parte de su cuerpo que la bardo tocaba vibraba enviando impulsos eléctricos al centro de su ser. Sentía su piel erizarse allá donde los suaves labios de Gabrielle habían tocado. No advirtió que la otra bota desaparecía, puesto que su atención estaba fija en la expresión de Gabrielle, intentando leer sus pensamientos y sus emociones. Admiración, fascinación, miedo, deseo y amor, todo combinado luchaba en el interior de sus ojos.

Todavía arrodillada, Gabrielle permitió a sus dedos vagar a través de la parte baja de los muslos de Xena. Se deleitó sintiendo aquellos músculos fuertes bajo sus dedos. Colocó las manos sobre las piernas de Xena para incorporarse y le presentó su mano en una invitación tácita. Xena la tomó y permitió ser conducida al borde de la cama.
Incapaz de resistirse, tiró de Gabrielle aproximándola para besarla con toda la pasión de la que era capaz. Los brazos de Gabrielle se cerraron alrededor del cuello de la guerrera, acercándola más. Ninguna se preocupó de que pudieran o no respirar.

Cuando Xena la liberó, Gabrielle se tambaleó ligeramente, pero los fuertes brazos de la guerrera la sujetaron.
- Gracias - dijo la bardo cuando pudo recuperar el aliento- . Me dejas sin respiración, ¿sabes? - murmuró mientras sus dedos encontraban las correas de la ropa de Xena y se deslizaban entre ésta y su piel.

- Es lo justo, tú a mí también - respondió Xena tan suavemente cuando sintió deslizarse un tirante, y después el otro, sobre sus hombros.

Las manos de Gabrielle abandonaron su cuerpo, lo cual no agradeció precisamente, hasta que se dio cuenta de hacia dónde se dirigían. Gabrielle llevó dos de sus dedos bajo el cuero, entre los pechos de Xena, y tiró de su propia ropa interior, situada allí por Xena momentos antes.
Xena dejó escapar un profundo gemido. Estaba siendo torturada, y lo sabía. Lo que no sabía era a qué diosa dar las gracias por ello. El cuero que cubría su cuerpo fue retirado, revelando por completo sus pechos y sus ya erectos pezones a la vista de Gabrielle. Sintió los ojos de la bardo mirándola fijamente, memorizando su cuerpo.

- Gabrielle... - no podría soportar eso mucho más tiempo.

- Oops, lo siento - Gabrielle soltó una leve risa. - Sólo estaba disfrutando de la vista.
Sus manos se movieron a continuación para descansar justo bajo los pechos de Xena.

- Bien, entonces deja que yo haga lo mismo.

Xena se inclinó hacia delante y se deshizo rápidamente del corpiño de la bardo. El contemplar los pechos de Gabrielle volvió a provocar un auténtico torrente entre sus piernas. La urgencia que la abrasaba empezaba a amenazar con consumirla, demasiado pronto.

- Gabrielle...
Su voz se quebró por el deseo, y su tono casi suplicó por sí mismo. Gabrielle supo que Xena estaba luchando duramente para mantenerse bajo control. Un momento después, ambas mujeres estaban completamente desnudas y tumbadas sobre la cama.

Xena se había situado a medias sobre Gabrielle y las piernas de ambas estaban entrelazadas. El muslo de Xena captó la cálida humedad de Gabrielle presionando sobre él. Incapaz de contenerse por más tiempo, Xena introdujo sus piernas bajo ella y llevó su boca al oído de Gabrielle.

- Levanta la rodilla.
Fue una orden que Gabrielle cumplió con agrado. Ambas mujeres gimieron con el contacto. Manteniendo la parte alta de su cuerpo sobre Gabrielle, Xena movió sus caderas arriba y abajo, gimiendo por la fricción a que se vio sometido su sexo. Sus brazos rodeaban la espalda de Gabrielle, y los de ésta el cuello de la guerrera. Gabrielle acarició suavemente el pelo de Xena mientras pequeños jadeos de placer escapaban de los labios de la guerrera.

- ¡Gabrielle...! ¡Oh dioses...¡ ¡Oh!
Xena perdió completamente la capacidad de pensar y de hablar cuando sintió las manos de Gabrielle moverse y capturar sus pechos. Presionó su rostro contra el cuello de la mujer, temiendo que al intentar besarla le hiciese daño por la fuerza de su pasión. Perder el control aterrorizó e intrigó al mismo tiempo a la guerrera, mientras sus nervios amenazaban con explotar en ese preciso momento.

- ¡Ga...bri...elle!
El nombre fue emitido como una plegaria a través de sus apretados dientes mientras esperaba a que el orgasmo desbordase su cuerpo. Gabrielle movió rápidamente los dedos para pellizcar y acariciar los pezones de Xena, multiplicando la fuerza del clímax. Xena estaba segura de que al día siguiente Gabrielle tendría arañazos en su cuerpo, donde sus dedos se habían anclado.

Descansó así durante varios segundos. - No puedo moverme - admitió finalmente. Habiendo recuperado la compostura sólo un poco antes, Gabrielle se rió ante el reconocimiento de indefensión por parte de la guerrera.

- Déjame ayudarte - dijo Gabrielle con voz profunda. Elevó el cuerpo de Xena con cuidado y lo dejó descansar de espaldas a la cama. Luego se dio cuenta de que los ojos de Xena permanecían cerrados, y que una solitaria lágrima se le deslizaba mejilla abajo. Los ojos de Gabrielle se nublaron al darse cuenta de lo vulnerable que Xena se mostraba ante ella en ese momento.

- Te quiero, Xena - dijo al tiempo que se inclinaba y besaba aquella lágrima.

- Te quiero - La voz de Xena era prácticamente un susurro. Atrajo a Gabrielle hacia sí, necesitaba sentir la calidez del suave cuerpo de la bardo sobre el suyo. Por mucho que ambas mujeres desearan retomar su pasión y complacerse mutuamente, el cansancio las invadió pronto.

El amanecer sorprendió a las dos amantes todavía abrazadas. Xena contempló cómo su preciosa bardo se estremecía bajo el brillante sol y se daba media vuelta, lo cual dejó su espalda a la vista de la guerrera. Incapaz de resistirse, Xena se inclinó hacia ella y comenzó a besarla a lo largo de la columna vertebral. Gabrielle no se vio capaz de volver a dormir, se giró con un leve suspiro, centrando la vista en el deseo que ardía en los ojos de Xena. Sus ojos se contagiaron pronto de ese fuego y la atrajo hacia un apasionado beso.


Pasaron muchas horas antes de que el hambre quedase finalmente saciada, al igual que la pasión, y se obligaran a salir de la cama. Gabrielle se hizo con suficiente comida y bebida para ambas mientras Xena pagaba por otras dos noches. Ninguna de las dos se molestó en ver un espectáculo más.

FIN

Espero que os haya gustado. Si es así, decídmelo (en inglés). Me podéis localizar en esta dirección: IQ139@aol.com. Cualquier comentario es siempre bien recibido, siempre y cuando sea de buen gusto.

B L Miller