Renuncias: Que no, que ya os he dicho que no son mías. ¿Contentos? Aishh...

Advertencias: No es sexo, sólo pasión, jeje!! Y sí, por supuesto que con subtexto.

Dedicatoria: A toda la gente que me ha votado, que estoy segura nunca podré agradecerles lo suficiente el hecho de haberme convertido en la bardo más feliz de la faz de la tierra durante un mes. Ya no digamos los botes que pegué en el segundo mes, jeje!! El albañil aun está liado con el agujero del techo, no os digo más ;D Muchiiisisisisisisisimas gracias, de todo toito corazón.



LIBRE ALBEDRÍO

Por Lane

¡Bom!

Gabrielle, mano en boca, ahogó una risilla camuflada entre el público mirando divertida el espectáculo que se había formado en la plaza del pueblo en plena noche a luz de una enorme fogata.

¡Bom, bom!

Un chico bastante corpulento saltó y dio una patada al aire al compás de los tambores, cayendo al suelo con las manos e impulsando con ellas su cuerpo después de modo que dio una voltereta antes de que sus pies volvieran a pisar suelo. El publico entero ahogó un gritillo de sorpresa.

¡Bom, burumbom, bom!

Un grupo de bailarines exactamente igual que el primero comenzaron a dar vueltas alrededor del gran círculo de fuego demostrando exageradamente sus dotes bailarinas y sus pechos musculosos al descubierto. Dando palmas al aire y animando al publico consiguieron que la que fue la pequeña aldea en la que aquella misma mañana habían llegado y catalogado casi en la miseria se convirtiera en una macro fiesta que no parecía tener fin. Al menos no para una que Gabrielle se sabía...

Gabrielle se tapó los ojos meneando la cabeza, con una sonrisa de oreja a oreja, cuando advirtió las intenciones de uno de aquellos hombretones trepando, contorneando las caderas, por el alto trueno que había en el centro de la fogata. Separó dos dedos y miró con un ojo divertido el rostro desencajado de la antigua Destructora de Naciones sentada ahí arriba con aires fastidiados.

-¡FIESTAAAA! –chilló al llegar a lo alto de la gran silla donde aquella gente habían querido que se sentara su recién nombrada Diosa del Libre Albedrío.

A Gabrielle aun le escocían los ojos de tanto reír. <Xena.... diosa... libre albedrío...> Gabrielle se sintió por enésima vez en lo que iba de día desfallecer y se sentó para volver a sobrellevar un ataque de risa, palmeándose una pierna y sacudiendo la cabeza.

Xena apartó la mirada y se prometió por las bolas de Zeus que Gabrielle le pagaría y con creces todo aquello. Ella y su afán de poner paz... Volvió el rostro y enarcó una ceja cuando a centímetros de su cara se encontró con la lasciva mirada de un chico que apenas debería superar la veintena de primaveras, humedeciéndose los labios y moviendo el culo como un perro sin cola. <Pues vaya paz más rara...>.

<Ah, Gabrielle, esto te va a costar caro> inspiró una brusca bocanada de aire y volvió a desviar la mirada sintiéndose más exasperada que nunca. <Pero que muuuuy caro>.

Alargó un brazo con aburrimiento y empujó sin dificultad al chulo que se le había plantado delante. Resopló cuando la muchedumbre gritó aun más animada cuando acogieron al joven intrépido, como si fueran una especie de lago humano.

<Será posible...> ¿Pero cómo demonios habían llegado tan lejos? Esa gente estaba a un paso de desquiciarse. Sin duda largas generaciones con tanta abstinencia y tensión sexual podían afectar muy seriamente al comportamiento humano. Miró hacia abajo y se le abrieron tantísimo los ojos por lo que descubrieron que pronto volvió a reclinarse en la enorme silla, que más que una silla parecían un sillón de gigante ya directamente, y a maldecir a todo bicho viviente cuanto pudiera. Especialmente a uno especialmente metomentodo que Xena se sabía....

Gabrielle entró en una pequeña posada, completamente vacía, y miró un tanto ruborizada por la ventana el espectáculo que, sin duda, se había salido de madre. Frunció el ceño y entrecerró los ojos mirando todo aquel montón de carne. Alzó una ceja y ladeó un poco la cabeza para visualizar mejor un punto en concreto y entonces parpadeó un tanto escandalizada al descubrir que en lugar de dos, como ella había supuesto, en realidad el amasijo de carne que intentaba entender eran tres personas.

<¡Madre de Zeus! ¿¡Cómo Hades han conseguido esa postura!?>.

Miró entonces a lo alto de la silla y se sorprendió al no ver lo que esperaba. La mandíbula se le desencajó hasta límites insospechados para Gabrielle hasta entonces cuando tampoco entendió el amasijo de carne de allí arriba. <¿¡Pero qué...!?>. Frunció el ceño y abrió de un tirón la puerta de la posada, pero de inmediato su decidido paso se vio interrumpido por la realidad. Un escalofrío le recorrió el espinazo cuando rechazó una invitación de un vejestorio casi sin dientes nada samaritana y, como un cachorrito de Chihuahua asustado, volvió corriendo al interior de la posada y atrancó la puerta con varias sillas y una enorme mesa.

Gabrielle subió al segundo piso tropezando con todo lo tropezable y, desde una de las habitaciones, volvió a mirar por una ventana a lo alto de la silla plantada en mitad del pueblo. Gimió desconcertada al encontrarla vacía. Miró por todas partes, intentando al menos encontrar algún cachito de suelo, pero no hubo manera, todo resquicio de baldosas había quedado bajo aquella acalorada capa humana. Suspiró resignada y se apartó de la ventana. Se desplomó de espaldas en la cama de la habitación y contempló atormentada el techo. Con un brazo se tapó los ojos y meneó la cabeza. Santa Afrodita, ¿qué había hecho...?

De un inesperado golpe de fuerza, Gabrielle se sorprendió hasta asustarse cuando de repente se sintió izada y tumbada boca abajo en la cama por lo que le pareció un cuerpo con demasiada fuerza. Aterrorizada pensó que quizás era una de esos bailarines en frenesí sexual como todos sus paisanos y que planeaba saciar ansias con ella. Forcejeó a conciencia como si le fuera la vida pero, resignada, al final se vio atada de pies y manos a las cuatro extremidades de la cama, quedando completamente expuesta con su cuerpo en forma de cruz.

-Por favor, podemos arreglar esto de otras maneras –dijo apenas con voz consistente.

-Probablemente, pero no quiero.

Gabrielle cerró con fuerza los ojos cuando una voz gutural e indudablemente de varón le contestó demasiado insinuante. Se removió inquieta cuando sintió un cosquilleo por sus pantorrillas y luego sus muslos e intentó librarse una vez más de las ataduras a la desesperada cuando unas manos le levantaron la falda.

-¡Basta! –gritó exasperada- ¡No sigas o te vas a enterar cuando se entere de esto tu Diosa del Libre Albedrío!

-Oh... no me digas...

Y entonces rió estúpidamente mientras con sus manos volvía a trazar el camino ya marcado anteriormente por las piernas de Gabrielle hasta llegar a sus botas. Con una lentitud que consiguió desquiciar aun más a Gabrielle, el chico a quien aun no había conseguido ver el rostro desató su calzado y empezó a masajear sus pies. Gabrielle alzó extrañada una ceja y se preguntó si aquella sería la primera vez para él, porque tantos preámbulos.... Tenía que reconocer que el chico sabía usar las manos, se movían de maravilla por los pies y pantorrillas de Gabrielle, mal le pesara. Aun así se resistía a aquello, era un acoso en toda regla y no estaba dispuesta a sufrirlo de ninguna de las maneras. De modo que cuando el chico avanzó una vez más por sus muslos camino de su trasero volvió a entrarle el pánico y gritó aun más fuerte que antes.

-¡XENAAAAAAA!

Pero todo vestigio de voz murió en su garganta cuando el chico desplomó la parte inferior de su cuerpo contra la suya y deslizó fantásticamente para la piel de Gabrielle por los costados de su tronco, jugueteando con sus costillas. Gabrielle se mordió contrariada el labio inferior cerrando de nuevo los ojos para reprimir el placer que no quería sentir y se agarró a las sábanas que le quedaban abasto cuando su nuca recibió tormentosos y demasiado agradables besos.

-¿Xena? –susurraron en su oído izquierdo- ¿Quién es Xena?

Y entonces volvió a resonar en la habitación la desagradable risilla de rata del chico, la cual despertó de sus ensoñaciones a Gabrielle que volvió a retorcerse bajo el cuerpo que la aplastaba en su enésimo intento de fuga. Las manos sujetaron firme aunque delicadamente su cintura y su oído volvió a albergar la carente voz del joven.

-Vamos, sé que te gusta... –una succión de lóbulo y un suave beso en la acalorada mejilla de Gabrielle- ¿Vas a atreverte a negármelo?

-¡Pues sí! –mintió para sanar su honra- ¡Suéltame, depravado!

-No sabes como te agradecemos yo y todo mi pueblo que nos hayas traído a la Diosa del Libre Albedrío –empezó a sentenciar el chico mientras descendía por el cuello hasta la espalda de Gabrielle a besos- Nos alegramos tanto que nos librase de ciertas represiones de la fe de Eli... –un lametazo recorriendo la espina dorsal mientras unas habilidosas manos empezaban a desatar cierto peto de la bardo- Veinticinco años son muchos para tanta abstinencia, ¿no crees...?

Gabrielle mordió las sábanas que había bajo su boca para hogar deliberadamente gemidos improcedentes, que pensaba ella, por la situación. Se negaba a sentirse afectada por las atenciones de aquel degenerado. Ah, pero costaba tanto... Apretó sus mandíbulas cuando su peto se deslizó por su espalda y luego se le fue retirado de su pecho. <Mierda, ¿¡y ahora qué hago!? Basta, Gabrielle, parece mentira que te hayas enfrentado a mil y un villanos y no seas capaz de controlar a un simple salido> se recriminó con lógica aplastante. Pero toda lógica se derrumbó cuando unos dedos recorrieron el nacimiento de sus pechos con soberana lentitud y exquisita suavidad.

<¡Oh, Dioses, que mierdaaaaa! ¡Esto no puede estar pasando! ¿¡Donde Hades está Xena cuando se la necesita!?>.

-¿Gabrielle...?

Se le escapó un suspiro cuando un húmedo aunque demasiado casto beso le acarició la comisura de los labios. Inconscientemente, y escuchando muchísimo más a su cuerpo que a su mente, giró el rostro y buscó más contacto. Ah, y que raro era eso de desear, de desear más...

Y entonces, con toda la naturalidad del mundo, Gabrielle se dejó llevar por las cálidas oleadas de placer que su cuerpo era incapaz de eludir y se abandonó a lo que sin duda fue su mejor beso hasta entonces, sintiéndose completamente extasiada con la habilidad de los labios que la besaban y sorprendida por la avidez de los suyos. Poco a poco, una mano fue descendiendo hasta su estómago a medida que su amante dejaba la parte superior de su cuerpo descansar en la espalda de Gabrielle. El beso chasqueó al terminar y, con respiración entrecortada, la bardo parpadeó como despertándose de una increíble ensoñación y tomando demasiado intensamente conciencia de la realidad.

Un gemido abandonó inevitablemente su garganta y los ojos se le desorbitaron con demasía cuando Gabrielle reconoció que un pecho de chico no podía de ninguna de las maneras, por muy musculado que fuera, tener tanta voluptuosidad. <¡Una mujer!>. Pero de inmediato Gabrielle arrugó el entrecejo incapaz de comprenderlo. <¿Una mujer?>. Alzó de nuevo una ceja. <Quizás tenga dolor de garganta....> Gabrielle sacudió interiormente la cabeza.<No, no, esa era una voz de hombre, pero sin embargo...> Tragó aparatosamente cuando se removió e indiscutiblemente no le cupo duda que aquello eran dos pecho pegados morosamente a su espalda.

En aquel preciso instante oyó como se cerraba una puerta y volvió a sentirse terriblemente asustada. ¿Había entrado alguien más? Dioses, ¿qué pensaban hacer con ella? Pero sin embargo, la habitación quedó mucho más silenciosa que antes y las caricias de su amante se prolongaron y adquirieron cierto alo de ternura que paralizaron a Gabrielle por completo. Unas manos tremendamente suaves recorrieron sus brazos extendidos, acariciándolos a su paso, hasta llegar a las ataduras de sus muñecas y deshacerlas con lentitud aunque perseverancia. Las manos volvieron a descender por la parte interior de los brazos de Gabrielle mientras su cuello recibía un sinfín de besos cortos pero rápidos e insaciables.

Era tan agradable, tan placentero y sentía tan a gusto... La bardo inspiró hondamente cuando sintió a su amante sentarse a horcajadas sobre la base de su espalda y se relajó inevitablemente cuando empezó a masajeársela. Con los brazos de almohada, Gabrielle cerró los ojos y casi sonrió si no fuera porque aun le quedaba un atisbo de autocontrol. Durante un fugaz momento su amante rompió cualquier contacto con sus cuerpos para luego volver a abrazarse por la espalda al de Gabrielle, ya con los pies desatados.

-Gabrielle... –susurraron una vez más en su oído.

Sin reprimir entonces una sonrisa de oreja a oreja, Gabrielle se giró y besó profundamente a su amante mientras se le abrazaba con brazos y piernas, enredando sus extremidades y pegándose casi hasta lo imposible. Recorrió con los suyos y completamente fascinada los suaves labios que había a su inmediato alcance, que no se le antojaron más dulces y deliciosos porque entonces hubieran sido directamente miel. Acarició con las manos la espalda de su amante cuando descubrió, maravillada, que el interior de su boca estaba hecho del más delicado terciopelo. Y se descubrió totalmente enternecida cuando al terminar el beso sintió en su frente la quebrada respiración de su amante antes de que le diera un besito a su entrecejo.

-Así que liándote con cualquier holgazán que se te cruce, eh...

Gabrielle rió mientras le daba un beso en la mejilla y suspiraba de placer por el mero hecho de estar donde estaba.

-Oh, sí, con cualquiera que se me resista durante tres años.

-¿Tres ya?

-Uhmm... –murmuró sonriente la bardo, removiendo sus piernas para sentir la exquisita suavidad de las de su amante – Sin contar los veinticinco durmiendo, claro –la bardo volvió a reír divertida- Siempre fuiste muy cegata, cariño...

Entonces fue la guerrera quien se rió suavemente antes de besarla y fundirse en lo que fue su primer, de muchísimos más, abrazo de almas.

<Ah, como me gusta esto del libre alb...>.

Y como si lo hubieran planeado los de la Fox, el pueblo entero estalló en la cubre de su propio éxtasis con un:

-¡¡¡¡¡¡¡VIVA LA DIOSA DEL LIBRE ALBEDRÍO!!!!!!!

Nota de la autora: ¿Final un poco chorra? Jo! Pues a mi me gusta, ea... :D


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