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Quiénes somosAl finalA Los Sonetos de mi VidaA O Recuncho do Galego
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JORGE GUILLÉN.
(1893-1984)


Alguna vez me angustia una certeza
y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándole está de pronto un muro
del arrabal final en que tropieza
la luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
si la desnuda el sol? No, no hay apuro
todavía. Lo urgente es el maduro
fruto. La mano ya le descorteza.
Y un día entre los días el más triste
será. Tenderse deberá la mano
sin afán. Y acatado el inminente
poder diré sin lágrimas: embiste,
justa fatalidad. El muro cano
va a imponerme su ley, no su accidente.



Miro hacia atrás, hacia los años, lejos,
y se me ahonda tanta perspectiva
que del confín apenas sigue viva
la vaga imagen sobre mis espejos.
Aun vuelan, sin embargo, los vencejos
en torno de unas torres, y allá arriba
persiste mi niñez contemplativa.
Ya son buen vino mis viñedos viejos.
Fortuna adversa o próspera no auguro.
Por ahora me ahínco en mi presente,
y aunque sé lo que sé, mi afán no taso.
Ante los ojos, mientras, el futuro
se me adelgaza delicadamente,
más difícil, más frágil, más escaso.



EL DESCAMINADO

. ¡Si pudiese dormir! Aun me extravío
por este insomnio que se me rebela.
No sé lo que detrás de la cancela
me ocurre en mi interior aún más sombrío.
Denso, confuso y torpe, me desvío
de lo que el alma sobre todo anhela:
mantener encendida esa candela
propia sin cuya luz yo no soy mío.
¡"Descaminado enfermo"! Peregrina
tras mi norma hacia un orden, tras mi polo
de virtud va esa voz. El mal me parte.
Quiero la luz humilde que ilumina
cuerpo y alma en un ser, en uno solo.
Mi equilibrio ordinario es mi gran arte.




Al principio

La Palestra de Euterpe.