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Quiénes somosAl finalA Los Sonetos de mi VidaA O Recuncho do Galego
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JUAN DE ARGUIJO.
(1567-1623)


LA TEMPESTAD Y LA CALMA.

Yo vi del rojo sol la luz serena
turbarse, y que en un punto desparece
su alegre faz, y en torno se oscurece
el cielo con tiniebla de horror llena.
El austro proceloso airado suena,
crece su furia, la tormenta crece,
y en los hombros de Atlante se estremece
el alto Olimpo y con espanto truena;
mas luego vi romperse el negro velo
deshecho en agua, y a su luz primera
restituirse alegre el claro día,
y de nuevo esplendor ornado el cielo
miré, y dije: ¿quíen sabe si le espera
igual mudanza a la fortuna mía?




"¿A quién me quejaré del cruel engaño,
árboles mudos, en mi triste duelo,
sordo mar, tierra extraña, nuevo cielo,
fingido amor, costoso desengaño?
Huyó el pérfido autor de tanto daño
y quedé sola en peregrino suelo,
do no espero a mis lágrimas consuelo
que no permite alivio mal tamaño;
dioses, si entre vosotros hizo alguno
de un desamor ingrato amarga prueba,
vengadme os ruego del traidor Teseo";
tal se queja Ariadna en importuno
lamento al cielo, y entre tanto lleva
el mar su llanto, el viento su deseo.




Pues ya del desengaño la luz pura
descubre el vano error de mi cuidado,
y del camino que escogí engañado
me reduce a otra senda mal segura.
¿Cómo no rompo el lazo que en tan dura
prisión me tiene gravemente atado?
¿Por qué tardo? ¿Qué espero, sepultado
del ciego olvido en la región oscura?
¡Afrentoso temor, tarda pereza
que estorbáis la victoria al desengaño!
Tíndase a su valor vuestra porfía;
no se diga, culpando mi flaqueza:
"Al que atrevido se arrojó en su daño,
para seguir al bien faltó osadía"




En segura pobreza vive Eumelo
con dulce libertad, y le mantienen
las simples aves, que engañadas vienen
a sus lazos y liga sin recelo.
Por mejor suerte no importuna al cielo,
ni se muestra envidioso a la que tienen
los que con ansia de subir sostienen
en flacas alas el incierto vuelo.
Muerte tras luengos años no le espanta,
ni la recibe con indigna queja,
mas con sosiego grato y faz amiga.
Al fin, muriendo con pobreza tanta,
ricos juzga a sus hijos, pues les deja
la libertad, las aves y la liga.



Al principio

La Palestra de Euterpe.