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Santiago 3

TODOS, empezando por mí mismo, tenemos mucho que aprender del capítulo 3 de Santiago. Os propongo una meditación sobre ese texto de la Palabra de Dios

1- Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.
¿Cuántas veces no actuamos como si fuéramos no ya maestros sino catedráticos, obviando que muchas veces tenemos que aprender de los demás mucho más de lo que podemos enseñarles con nuestra supuesta "sabiduría"?

2- Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
Creo que está archicomprobado que los hermanos más maduros son aquellos que se muestran capaces de dialogar y debatir sin necesidad de "ofender en palabra". Sin duda somos muchos los que tenemos que recorrer ese camino.

3- He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.
4- Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.
5- Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
6- Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, e infalma la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
Ya lo dijo el Señor: "de la abundancia del corazón, habla la boca" (Lc 6,45b)
Cuando nuestro corazón no está en sintonía con el Señor, el testigo de esa enfermedad espiritual es nuestra lengua, nuestra boca. Y, cual llama empujada por un viento furibundo, podemos causar que otras tierras (hermanos) acaben prendidos por el fuego abrasador que nosotros hemos encendido.
Necesitamos que algún serafín se acerque a nosotos con un carbón encendido con el fuego abrasador del Señor y nos diga "He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado". Sólo así podremos responder postivamente a la pregunta "¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?" (Is 6:6-8)

7- Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana;
8- pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal
Ciertamente nosotros no podemos, en nuestras fuerzas, dominar nuestra lengua. Sólo la gracia de Dios nos asiste en esa labor para que podamos tener éxito. Ahora bien, ¿no sería sabio, hermanos, que mientras no podamos domesticar al animal salvaje de nuestra lengua, la mantuviéramos en una jaula de oro de donde no pueda escaparse? ¿dejaríamos suelto a un león sin domesticar en medio de una reunión de hermanos? Y aun si estuviera domesticado, ¿no lo tendríamos sujeto bien cerca de nosotros para evitar que su naturaleza salvaje pudiera surgir en cualquier momento para atacar a uno de esos hermanos? Pues no debemos ignorar que, incluso esos hermanos que han madurado en el Señor, pueden en ocasiones hacer daño a los demás con sus palabras y a veces ese daño es más profundo por lo inesperado.

9- Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hecho a la semejanza de Dios.
10- De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe de ser así.
Os hago una pregunta, hermanos: ¿no creéis que Dios considera abominación la adoración de unos labios que al mismo tiempo que le bendicen están maldiciendo al prójimo? ¿Acaso el Dios que aborrecía los holocaustos y las ofrendas de su pueblo santo (Is 1,10-14) no nos aborrecerá si prendemos fuego destructor con nuestra lengua en el templo santo que es el hermano en Cristo y el prójimo?

11- ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?
12- Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
Por tanto, hermanos, si nuestra fuente produce agua salada, cerremos el grifo inmediatamente o ese agua salada se mezclará con el agua dulce y la contaminará, de forma que nada de lo que salga de la fuente de nuestro corazón será potable.

13- ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.
Hermanos, el sabio en las cosas de Dios no es el que sabe mucha teología. Es el que obra de acuerdo a la nueva naturaleza que Dios le ha dado en Cristo a través del Espíritu Santo. No nos engañemos; mucha de la sabiduría que creemos tener no es más que vanidad.

14 Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad;
15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal diabólica.
La Palabra lo dice muy claro. La vanidad disfrazada de sabiduría, o viceversa, es diabólica. Desprendámonos de esa falsa sabiduría si no queremos perecer en su lazo de muerte.

17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.
Que cada cual analice seriamente si las palabras de su boca responden a esas características. Que cada cual pida perdón al Señor por los errores cometidos y por los incendios provocados. Que cada cual pida al Señor que llene nuestro corazones con la sabiduría que viene de lo alto y destierra para siempre la sabiduría mundana y diabólica.

18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.
Si has pecado contra Dios y con tus hermanos, pide al Señor que ponga otro carbón encendido en tus labios. El carbón impregnado con la sangre del Cordero de Dios. El carbón purificador que limpia no sólo tu boca sino que cambia tu corazón. Pide a Dios ser un sembrador de paz y no de discordias. Pide a Dios un corazón sabio que desplace toda la vanidad e hipocresía que todavía mora en ti.
Y recuerda lo que dijo un hombre verdaderamente sabio:

El que pasando se deja llevar de la ira en pleito ajeno
Es como el que toma al perro por las orejas.
Como el que enloquece, y echa llamas
Y saetas y muerte,
Tal es el hombre que engaña a su amigo,
Y dice: Ciertamente lo hice por broma.
Sin leña se apaga el fuego,
Y donde no hay chismoso, cesa la contienda.
El carbón para brasas, y la leña para el fuego;
Y el hombre rencilloso para encender contienda.
Las palabras del chismoso son como bocados suaves,
Y penetran hasta las entrañas.
Como escoria de plata echada sobre el tiesto
Son los labios lisonjeros y el corazón malo.
El que odia disimula con sus labios;
Mas en su interior maquina engaño.
Cuando hablare amigablemente, no le creas;
Porque siete abominaciones hay en su corazón.
Aunque su odio se cubra con disimulo,
Su maldad será descubierta en la congregación.
El que cava foso caerá en él;
Y al que revuelve la piedra, sobre él le volverá.
La lengua falsa atormenta al que ha lastimado,
Y la boca lisonjera hace resbalar.

Que todos aquellos que han sido incendiados con mis palabras pidan a Dios que tenga misericordia de mí y me ayude a ser más sabio según su voluntad y no según mi vanidad. Perdonadme vostros mismos.

Dios nos bendiga a todos

Luis Fernando Pérez
Agosto 2000