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¿Por qué tanto alboroto? El tema de la clonación y algunas reflexiones éticas

 

 

Por Dr. Guillermo Hansen

 

 

Una vez más los pasos vertiginosos de la ciencia nos han convocado a la reflexión. ¿Nos acostumbraremos a este ritmo? ¿Lo resistirá nuestras más caras creencias? ¿Se puede llegar a decisiones serias cuando los cambios son tan acelerados? Estas y otras preguntas marcan un clima al cual debemos acostumbrarnos, esto es, la búsqueda de respuestas a temas no sólo inconclusos, sino superados en corto tiempo. En medio de temas tales como la posibilidad de morir dignamente en medio del abarrotamiento de técnicas para prolongar la vida, las distintas posibilidades de inseminación artificial, las técnicas para manipular información genética, y por último, la clonación, puede que el cristiano se sienta un tanto apabullado. Debido a que tomamos en serio los avances del conocimiento y de la ciencia como queridos por Dios, no nos podemos dejar de preguntar para qué fines quiere Dios que utilicemos estos medios ¿Nos ayudan a ser más humanos, más conformados a la imagen que Dios quiere ver realizada en nosotros?

En la reflexión que sigue nos concentraremos sobre el tema de la clonación; no ensayaremos una descripción científica (el artículo de la prof. Lidia Gogorza describe clara y sucintamente este nueva técnica en el campo de la ingeniería genética) sino que comentaremos algunas preocupaciones éticas que nos despierta este asunto. Por lo tanto no habrá aquí respuestas conclusivas sino, más modestamente, plantearemos algunas preguntas que deberían ser consideradas en el momento de indagar respuestas.

El primer planteo con respecto a la clonación surge con la siguiente cuestión: ¿por qué tanto alboroto? ¿A qué se debe su profunda repercusión? Sin dudas hay una dimensión que nos perturba profundamente, a saber, la clonación humana. La sola imagen de seres idénticos (recordar la fascinación/rechazo que ha ejercido la figura de los gemelos a lo largo de la historia humana) nos asusta, el despiadado manipuleo de la vida para mejorar la especie nos repugna. Pero a este tema llegaremos después. Lo que primero hay que notar son las profundas consecuencias políticas y económicas que vienen aparejadas con el tema de la clonación. Como veremos, el tema de la clonación no está ligado solamente a la idea de "perfeccionamiento" de la raza humana sino que el interés mayor se centra en la funcionalidad de esta técnica con respecto a las demandas del mercado y su posible satisfacción. La clonación, una vez que pasa la etapa experimental, tiene una repercusión económica y política que no podemos obviar.

En efecto, hasta ahora los casos publicitados sobre la clonación alcanzan especies que tienen una relación directa con el consumo humano, tales como la oveja Dolly. Entre los atractivos bucles albines de esta simpática oveja se descubren intereses comerciales listos para lucrar de este experimento tan exitoso, especialmente frente a un siglo XXI poblado de más bocas demandando más alimento y nutrición. Uno de los más reconocidos analistas contemporáneos, el prof. Paul Kennedy de la universidad de Yale, ha señalado que la dominación y control del campo de la ingeniería genética y de la clonación será uno de los factores que determinará quiénes serán los países o grupos "ganadores" y "perdedores" en el próximo siglo. Estamos frente a una verdadera revolución de las técnicas productivas que permitirá maximizar una producción seleccionada, y quien controle estos medios gozará de ventajas sobre aquellos que no lo hagan. Quedarán atrás imágenes idílicas del "campo" cuya producción dependía tanto de la laboriosa dedicación de familias como de factores tan imprevisibles como el azar genético y el tiempo.

Ciertamente la clonación de ciertos especímenes parece responder a la utopía de la satisfacción de las necesidades alimenticias y nutricionales de una población constantemente en crecimiento. La expansión demográfica en un medio cada vez más limitado presenta ya un cuadro crítico que tenderá a agravarse en el próximo siglo de seguirse con las técnicas de producción actuales. Para muchos la clonación y la ingeniería genética sería la partera de un nuevo estadio en el desarrollo de la humanidad. Pero no seamos tan utópicos; sabemos que el problema de la alimentación y nutrición mundial no depende solamente de los medios productivos sino de la distribución de los frutos; en otras palabras, no depende sólo de la técnica sino de las formas de organización de la sociedad humana. Desde esta perspectiva lo que necesitaría "clonarse" no son tanto especies seleccionadas en base a su rinde, sino algunas ideas y valores que parecen estar en extinción: solidaridad, fraternidad, misericordia, responsabilidad.... Una discusión sobre las técnicas de clonación y sus posibles ventajas no puede, entonces, estar separado de la discusión sobre los fines y propósitos sociales del avance científico. Pero tampoco puede estar separado de la pregunta más inquietante, más profunda, con respecto a la responsabilidad que tenemos como humanos frente a las especies no-humanas. ¿Existen en este terreno derechos que deberían ser inviolables?

Pero pasemos ahora al tema que parece haber encendido la imaginación de la opinión pública, la clonación humana. No discutiremos aquí si esto es técnicamente realizable en la actualidad, ni tampoco especularemos sobre si esto ha sido realizado o no en algún recóndito laboratorio. Quisiéramos reflexionar sobre las dimensiones éticas de una posibilidad. Para la iglesia esto representa un campo nuevo donde no disponemos ni de muchos datos ni de una tradición. Pero felizmente es parte de nuestra tradición poder escuchar y servirnos de otras opiniones que, inspirados en otras filosofías o visiones de la vida, comparten con el cristianismo muchos valores.

Del sinnúmero de reflexiones que fueron difundidas en la prensa ninguna ha sido más interesante, en nuestra opinión, que la de G. Berlinguer, un epidemiólogo italiano (Ver Clarín, 20/5/97). Este científico enmarca la discusión dentro del campo de los derechos humanos, la integridad biológica humana, y la unidad de la raza humana. Con respecto al primer punto señala este pensador que la clonación humana es una violación del derecho a la libertad y a la autonomía. La dinámica azarosa que significa el encuentro entre un esperma y un óvulo, dando lugar justamente a un individuo único e irrepetible, sería coartado por la técnica de la clonación. Clonar a un individuo sería condenar al clon a vivir como la sombra de un fantasma, como el producto gestado por un deseo egocéntrico y altamente cuestionable, sería encerrar al individuo en su insoslayable referencia al "molde" del cual él o ella es sólo una copia. Si bien es cierto que el medio, la educación, la cultura y las relaciones humanas van moldeando nuestra identidad hasta el punto de hacernos "únicos" --como el ejemplo de hermanos gemelos, que siendo genéticamente idénticos sus personalidades, no obstante, pueden llegar a ser totalmente distintas-- también es cierto que nacer manipulados por una voluntad que deliberadamente nos concibe como copia, y cargar con una fisonomía que no nos da un espacio de libertad en el mundo, puede llegar a ser fatal para la débil constitución humana. Es interesante recordar que en el Génesis, cuando se habla de la creación humana como imagen y semejanza de Dios, no se habla de "copia", de algo idéntico. Se habla de una criatura diferenciada en hombre y mujer que es creada en la libertad para llegar a ser imagen de Dios, tanto en su relación entre ellos como con la naturaleza. Si Dios se hubiese "clonado" a sí mismo no hubiese existido nunca el espacio para la existencia de algo totalmente distinto, libre, que puede responder con gozo (o aún, enemistad) al llamado divino.

Un segundo problema lo constituye la incidencia que tendría la práctica de la clonación sobre la necesaria variabilidad humana. De adoptarse esta práctica en programas masivos se abriría un flanco que amenazaría la misma supervivencia de la especie; ésta se debilitaría paulatinamente o, lo más probable, sucumbiría frente a las diversos virus y enfermedades que van mutando a medida que pasa el tiempo. La mejor defensa que tenemos como especie es la diferencia, ya que si hay un virus agresor ante el cual no se dispone aún de un remedio sólo puede exterminar a una parte, no a la totalidad. ¿Qué pasaría cuando la variabilidad humana se viese reducida a unos pocos códigos genéticos? En esta línea debemos también pensar en la importancia de la variabilidad en la constitución de comunidades humanas: no es de extrañarse que la ideología militar totalitaria, notablemente representada en la organización del ejército prusiano a partir del siglo 18, tenía como una de sus bases la total uniformización del pensamiento y aspecto del soldado, hasta punto tal de que todos utilizaban bigotes y barbas postizas!

Por último tenemos un tercer problema, la división de la especie humana entre sub-razas genéticamente inferiores y superiores. Esto ha sido siempre un anhelo de las sociedades humanas constituidas, si bien es cierto que las creencias religiosas y ciertos valores culturales han tendido a censurar severamente las mentes fascinadas por este ensueño. El mejoramiento de comunidades o razas a través de la selección biológica-genética ha sido tanto soñada por los Griegos de antaño como practicada por los Nazis de este siglo. Ciertamente la misma evolución de nuestra especie habla de una "selección natural", de un proceso lento pero férreo en el cual sólo los “mejormente” adaptados al medio podrían sobrevivir. Pero al respecto dos cosas deben decirse: por un lado, aquellos que exitosamente se adaptaron lo hicieron también gracias a la riqueza del intercambio genético con otros, es decir, al fomento del intercambio entre lo diverso que fue constituyendo una especie, la humana; por el otro, lo que hoy consideramos como "medio" ha cambiado fundamentalmente debido a las visiones religiosas, a las organizaciones culturales y sociales, y a los avances de la razón y de la ciencia. Sobre todo, nuestro medio hoy no sólo consiste en el medio ambiente o la naturaleza, sino que consiste en una civilización y cultura extremadamente rica y compleja que necesita, para sobrevivir, de los más variadas configuraciones humanas determinadas en parte genéticamente, en parte por el entorno y la educación. Hoy, como siempre lo ha sido, la unidad de la especie humana se basa en fomentar la diversidad y el intercambio entre los exponentes de dicha diversidad.

Nuestra visión cristiana debe formularse sobre la base de dos "datos" que para nosotros tiene la misma fuente en Dios. Por un lado lo que la ciencia descubre, a saber, la importancia de la variabilidad y diversidad biológicas, es un "dato" que indirectamente revela el modo cómo Dios quiso a esta creación. Es cierto, no debemos confundir lo que la ciencia nos dice con la voluntad de Dios, pero tampoco podemos desecharlo. Por el otro lado el dato bíblico nos habla de un acto creador que se expresa en la multiplicidad. Por ello los cristianos debemos pensar esta diversidad y variabilidad de la creación como una cualidad intrínseca de la creatividad de Dios. Cuando Dios crea, lo hace en forma abundante y variada no sólo porque Dios es bueno y misericordioso, sino porque Dios quiere compartir con nosotros la abundancia y diversidad de su vida misma. ¿Acaso Dios no será todo en todos? Limitar esta multiplicidad y variabilidad constituye, en definitiva, un desafío lanzado a Dios. ¿Cómo responderá?