No deseo recordarte con tristeza madre,
no es lo que quiero
ni ahondar más este dolor que ya es muy grande,
para recordarte prefiero
estas tibias mañanas de solcito caribeño
junto a los malvones que te adoraban,
por esa manera tuya de hablar con ellos,
o sentada en tu mecedora
tejiendo escarpines y tus viejos sueños,
que quedó tan sola y vacía meciendo tu recuerdo.
Me ahonda sí, este misterio de saberte ayer
llenando los espacios
Con tu esencia trágica de mujer tan sufrida,
viniendo del llanto a la risa y de la risa al llanto,
con tus manos, terciopelo blanco que acariciaban la vida
como un rosario de maternales y piadosas caricias.
Saberte ayer con tu cuerpo vencido de dolores
que llevaste en tu calvario sufriendo como un Cristo.
No madre, no quiero recordarte así, no es lo que quiero,
aunque las lágrimas me venzan
llorando el misterio de tu ausencia,
aunque tu sonrisa y tu cuerpo
hayan vuelto al polvo y a las cenizas,
te me quedas bendiciendo con tu amor de madre santa
la vida que renuevas, que sembraste en tus hijos,
con tu santa alegría, con la paz de tu sonrisa.
Publicado por Maria José Acuña Belaustegui en 6:18