Eulogio para Francisco Delgado
por Joaquin Delgado



FRANCISCO OBDULIO DELGADO

Uno de mis primeros recuerdos de la infancia se produjo el día que me llamaron de la casa de mis abuelos para conocer a unos tíos provenientes de un extraño y lejano lugar Llamado Sancti-Spíritus. Para que yo pudiera entender lo que es un tío, me explicaron que el hombre alto de bigote era hijo de mis abuelos y hermano de mi padre. Al día siguiente, fuimos en jeep con el Nuevo tío y su esposa a la costa a ver el mar. Desde entonces, le visitamos a menudo en el caserón con patio interior de la vieja ciudad colonial que le debía su nombre a los sanos aires.

Aquellos tíos estaban totalmente dedicados a criar los hijos que les llegaban frecuentemente. Tío Pancho ejercía de medico ortopédico – decía que era “huesero” – y tía Hortensia, que había sido enfermera, cuidaba a los niños..

Las visitas que les hacíamos los domingos por la tarde a mis tíos eran sumamente agradables, al menos para nosotros. Tío Pancho había mandado a encuadernar para sus hijos, entonces tenía cuatro solamente, las revistas a colores de muñequitos parlanchines que se vendían en los kioscos de Cuba. Su biblioteca infantile siempre estaba abierta..

Me llamaba la atención que aquel tío jamás se molestara cuando sus hijos le manchaban la carrocería de su automóvil, aunque fuese Nuevo, con los helados de paleta del buhonero que llegaba empujando su carrito de campanillas. Verdaderamente, aquella casa llena de niños estaba cargada de felicidad..

Pero la sociedad en que vivíamos estaba enferma, deficiente de sentido común. Tal vez por una palabra discordante caída en los oídos de un malintencionado o por una simple ayuda médica a un contrario de los mandos políticos, tío Pancho fue sentenciado secretamente. Providencialmente, el torbellino social del 1959 impidió la llegada del asesino. Después, cuando los alborotadores de la sociedad creyeron descubrir grandes virtudes en el asalto al pensamiento ajeno, arrancaron a tío Pancho del seno de su familia y lo metieron en la cárcel..

Como la vida civilizada se hacía imposible en su tierra natal, tío Pancho partió con su compañera y con sus hijos a esta tierra que les era desconocida entonces. Aquí sobreponiéndose a los cambios en el habla y la cultura, saco a toda la familia adelante..

Durante más de 30 anos, ejerció en el consultorio de la Avenida 27 de Miami con la ayuda de tía Hortensia y sus hijos. Se impusieron largas jornadas de trabajo sin ocio, vacaciones ni descanso y aun hallaron fuerzas dentro de sí mismos para ayudar a los necesitados..

Durante los años de lucha, tío Pancho vio multiplicarse a su prole exponencialmente. Jugó al dómino con sus nietos y vio correr y crecer a sus bisnietos. A pesar de haberle impuesto duras pruebas, Dios lo premio en esta vida con una extraordinaria esposa y siete buenos hijos; ahora que se lo ha llevado, sospechamos que lo tiene en la otra parte con tía Hortensia y con todos los buenos..

Hace ya algunos años, admirado yo por la nobleza de sentimientos de mi tío, le pregunte una tarde en el portal de su casa: “Tío, si volvieras a vivir después de todo lo que has pasado, como lo harías?” El me miro con una media sonrisa y me dijo ironicamente, en voz muy baja: “Seria malo.” Yo lo entendí perfectamente: me acababa de explicar que no sentía odio ni deseaba vengarse de nadie, que aceptaba la voluntad de Dios..

Me da por pensar que la mayor desilusión que mi tío se lleva a la tumba es la falta de comunión humana que le toco descubrir. No obstante, por su fe y por la presencia de su familia, fue un hombre feliz. A mi modo de ver, en la medida de sus fuerzas, ya fuese en Miami o en Sancti-Spiritus, tío Pancho dejo su entorno en mejores condiciones de como lo hallo..

Ahora le decimos “Adiós”, conscientes de que, con su semilla, nos deja también su espíritu..





Tema musical:"Señor Aquí Estoy"