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 Dolores en el alma

  Bolívar al 900, bien San Telmo, bien triste. Sola, sentada en la última mesa de la izquierda, sola en ese horrible bar, sucio como su corazón en ese momento, y en las baldosas caían casi la misma cantidad de gotas que en su mesa, lágrimas.

  De golpe se paró, tomó su cartera, se acomodó los lentes oscuros y se lanzó a la calle con un paso sorprendentemente fuerte, desalentado, pero fuerte.

  Sola bajo esa cruel llovizna que hacía más tenebroso y largo el camino. Nadie la miraba, y podía ponerse a gritar que parecía que nadie jamás la escucharía. Sin paradas llegó a su departamento, que estaba oscuro, de un oscuro tan vacío que parecía el mismo lecho de la muerte, en donde ella planearía el fin de cada uno de sus elegidos para acompañarla a ese lugar tan misterioso a donde sólo ella puede llevarnos y perpetuarnos sin preguntarnos si lo deseamos.

  Caminó lentamente a su habitación y se desvistió al mismo tiempo que su cuerpo perdía fuerzas. Para despistar, puso un compact. Pero al darse cuenta que ya no tenía a quien molestar, rompió el silencio con su llanto, llanto que duraría horas, días y hasta años si es que en su tiempo hubiésemos sentido.

  Dentro de aquella muestra de amor, y en la soledad que la envolvía, se durmió dejando una bellísima y triste imagen de esa escena, sola en la única cama que había compartido desde su casamiento. Sola, bien San Telmo, bien triste.

    Despertó con el sonido del teléfono, que atendió rápido.

   -¿Hola?.

  -Dolores, mi amor, sólo quería asegurarme de que estés bien. Pero descansá tranquila, no vengas, yo me encargo.

  -No Laura, no. En un ratito estoy por ahí, de todas formas algún día tengo que volver.

  -Bueno, pero pensálo, cualquier cosa...

  -No te preocupes, gracias, nos vemos.

  -Chau.

  Se levantó, se duchó, y ojeó rápido el diario, sin prestarle atención a nada. Todo estaba vacío, pero se quería dar cuenta y lo tapaba con esos movimientos rápidos y torpes, que no concordaba con la situación. Todo el mundo estaba pendiente de lo que hacía, y la miraban como si ella misma fuera la muerte.

  Saludó desganadamente y se metió en su oficina, ahora solo suya, pero tardó solo segundos en volver a salir, y casi gritando y con la mirada fija hacia ningún lado, exclamó:

  -¡Basta, basta de mirarme con ese aire tan estúpido de compasión, todo va a seguir igual, mierda!-. Y se tiró en su escritorio a llorar...  "Todo va a seguir igual", ¿Cómo pudo decir algo así?, claro, ella sabía que nada podría ser como antes, absolutamente nada.

  Trabajaban para ella cuatro empleados: Raúl que era también abogado; Sánchez el escribano; Gastón el cadete y Laura la secretaria.

  El día transcurrió normalmente, Dolores se mostró sonriente y nadie hizo ningún comentario sobre lo ocurrido. Cuando el día llegaba a su fin, Dolores tomó el teléfono y llamó a Sandra, su mejor amiga desde la secundaria, desde cuando eran las perritas más divinas y vistas del Normal 3. Cuando el amor era sólo un chiste, o una competencia en donde ganaba la que más chicos lindos se curtía. Desde cuando un seis aprobaba su permiso a seguir viviendo y la rebeldía pasaba por el volumen alto y la falda cada vez más corta. Desde entonces eran como hermanitas, se conocían cada secreto y jamás se habían engañado, ni lo harían.

  -¿Hola?

  -¿Sandra? Dolores habla, quería saber si te mudarías unos días a casa.

  -A las nueve estoy con mis cosas tocándote el timbre.

  -Já! a las nueve.

  -Chau.

  El día terminó igual que como había empezado, sin nada en ningún lado. Era la primera vez que volvía del trabajo sola y nadie la esperaba, era ella la que ahora tenía que esperar, y Sandra iba a ser su única compañía por mucho tiempo, así que tenía que resignarse a la verdad. Ordenó y se sentó a esperar, casi eran las nueve cuando el portero sonó...

  -Bajo a abrirte.

  Al bajar del ascensor vio a esa chica del Normal 3, abrió rápidamente y la abrazó como nunca a nadie, lloró hasta llegar al departamento.

  Ya sentadas en el living...

  -Bueno ya estoy acá-. Dijo Sandra.

  -No, no sabés la falta que me hacés. Trato y trato pero no puedo salirme de la realidad, siete años San, siete años en los que fuimos uno, siempre bien, tan pendejos como al principio ¿entendés?, ni siquiera un hijo para que nuestro amor se disperse. Iba todo tan rápido, tan caliente que casi dolía, ¿entendés?.

  -Mi amor, las cosas pasan... lamentablemente vivimos en un mundo tan putamente cambiante que aunque nos duela tenemos que seguir.

  Y generalmente a nadie le importa cómo, entonces cuando pasan estas cosas, es cuando nos sentimos realmente solos. Porque nadie tiene algo para calmar tanto dolor.

  -Sí, ¿pero a mí? ¿Por qué? ¿Qué hice?.

  -Ahí está el problema, nosotros no somos culpables de las penas que la vida nos regala, por eso vemos tan hijo de puta al mundo.-

  Dolores sólo escuchaba, sus lágrimas se habían dejado caer y era como que cada palabra que decía Sandra era la justa. Después de un largo silencio, casi murmurando...

  -Habrá que seguir, ¿no?.¿Comemos?.

  -Dale!, una pizza y una Quilmes, como antes. ¿Te acordás?.

  Terminaron de comer, se hicieron algunos chistes sin sentido y se durmieron.

  Al otro día Sandra despertó a Dolores con el desayuno; tacita de café con leche, jugo de naranja, algunas tostadas y una buena dosis de Beatles para levantar el ánimo.

  -San, será mejor que lo que tenemos que hacer lo hagamos rápido.- dijo Dolores- Voy a donar la ropa de Fabián a Cáritas y sus cosas personales se las voy a regalar a sus amigos, para esto tengo que organizar una reunión y después me voy de viaje por un tiempo, para descansar la cabeza.

  -Así fue que a la semana Cáritas tenía mas ropa y Dolores cenaba con los más íntimos. Parecía que a nadie le causó algo grande dentro de sus corazones, porque lo único que hacían era hablar pelotudeces que Fabián no hubiese soportado.

  Pero esa era la calaña de gente que él había tenido como amigos, ella los tendría que soportar un largo rato más, así que restó importancia a todos y se encerró en sí misma.

  Al otro día volarían a la isla inglesa, "Para descansar la cabeza", como dijo Dolores.                                               Allá las esperaba una costosa suite de un hotel céntrico y una lista interminable de lugares por conocer; Liverpool era el remarcado.

  Llegaron a Ezeiza antes de lo previsto, Dolores no hablaba ni miraba nada en especial, desde que despegaron hasta que llegaron no despegó sus ojos de la ventanilla.

  Los primeros días fueron algunas cenas, caminatas compras museos y algunas películas. Todo muy estimulante y placentero, pero ni eso que había sido su sueño, la conformaba.

  Luego viajaron al lugar más preciado, Liverpool. La Kodak no paraba de escupir rollos de recuerdos y Dolores casi como en un sueño, empezaba a revivir poco a poco. Cada lugar tenía algo que le pertenecía: los colores, el olor, las calles vacías, la niebla en la noche o ese aire tan particular que guarda Liverpool en el puerto.

  Una tarde de merienda en el shoping construido al lado del "Cavern" original, conocieron a Pablo, un turista que casualmente era Made in Argentina, que visitaba por primera vez el país que más admiraba. Conversaron mil horas sin levantarse de la silla y cenaron allí mismo.

  Los días seguías cenaban, sonó el teléfono...

  -¿Si?

  -¿Dolores?

  -No, es Sandra, ¿Quién es?.

  -Pablo, ya estoy en Buenos Aires y me gustaría verlas.

  -Claro, dejáme arreglar con Dolores y te llamamos, ¿Si?

  -Ok., Chau.

  -Chau.

  Esto, aunque no tanto, las sorprendió. Claro que Pablo no sabía lo de Dolores y creían que eran hermanas. Pero esto no era de mucha importancia, y como el chico les había caído bien, decidieron aceptar.

  Por entonces la vida de Dolores se había separado en dos partes; en su trabajo seguía siendo recta como siempre y fuera de él era una de esas chicas que interesa; jamás mezcló las dos cosas, si algo sabía hacer era actuar y no podía descifrar cuál era en realidad su personalidad, y esto la confundía.

 

  No habían pasado muchos días, y eran más o menos las once de la mañana cuando Laura llamó por el interno.

-Dolores, hay un tipo que quiere hacer una consulta, ¿Te lo paso?.

-Sí, dale. Buen día, habla la doctora Guzmán...

-En principio beba una copa conmigo, después si da para más, vemos. Tampoco voy a...

-¿Cómo estás Pablo?

-Después que contestes te digo.

-Bien, acepto, pero lo tenemos que consultar con San...

-Con san Roque, hoy es viernes. Se come.

-Ok., a las diez en mi casa. Chau.

  No muy convencida se hizo a la idea de volver a salir, sólo para olvidar.

  Sandra no estaba de humor para salir esa noche, así que se disculpó y se fue a dormir. Se acercaban las diez y la chica se decidió, se vistió, perfumó y se abrió camino a lo que pasara.

  El chico, bastante puntual, hace sonar el timbre. Ella baja y se sube al auto, saluda y solamente escucha lo que dice Pablo, que por momentos se pone insoportable, pero bueno, antes que quedarse sola en casa mirando la TV.....Pensó, no está tan mal, así que la noche recién comienza.

  Lo primero que hace es llevarla a comer (primer acto).

- ¿Vivís por acá?- Dolores rompió el hielo.

-No, pero es el barrio que más me gusta, no hay demasiada gente como en el centro, las calles son tranquis y hay lugares donde se come muy bien. ¿Se puede pedir algo más?.

-Sí, que traigan la carta.

  Comieron, bebieron, le contó lo de Inglaterra, ella lo de acá, y pasó el tiempo. Se fueron por unos tragos a otro lugar. Unos Wiskys. Más audio.(segundo acto).

-Bien, ¿qué hacen dos hermanitas de su edad tan divinas viviendo solas ?..

-“Las cosas del no querer”, tal vez porque no nos bancamos la soledad y nos necesitamos mutuamente.

-¿Y realmente son un complemento?.

-Es también lo que buscás. Mi esposo murió hace algún tiempo, y un hombre ahora, no es lo que necesito. Por eso estoy con San, ella espiritualmente es grandiosa, se me hace muy difícil encontrar la misma actitud comprensiva en otra persona. Son cosas que en verdad no se encuentran en cualquier lado.

-No habías hablado de tu esposo, cuando uno se encuentra con algo así no sabe que decir, lo que diga no tiene sentido. Pero se ve que No lo necesitas, pareces fuerte, más allá de No llorar, digo, salir con un tipo que No conocés demasiado... . Una de las cosas buenas que tenés, es poder seguir con tu vida para adelante y no sólo “seguir viviendo”.

-Ah no, por ese lado ya estoy curada. De a poco voy descubriendo cosas nuevas, de la independencia, pero estoy segura de que no es lo que quiero. Seguramente me va a llevar mucho reconstruir mi vida, pero mientras... .

-Guau, que chica. ¿Ves por qué los hombres jamás estamos satisfechos y seguimos buscando algo más?.

-¿Por...?.

-Porque vos, sos “el” tipo de chica.(último acto).

  Ya eran como las tres. Se fueron.

  Dolores pensó cosas raras, como que lo que hacía estaba mal, qué quería este Pablo, o qué quería ella con este Pablo. De todas formas, todo sigue.

 

  Pasado el mediodía se levantó con la cara un poco mejor que de costumbre, y sólo se reía de la noche anterior. San despertó y la miró sorprendida, esperando una respuesta...

-¿Qué pasa nena ?, ¿qué pasó anoche?

-No sé, pero hoy tengo otra cosa en la cabeza, y no me siento mal por lo de anoche.

-Pero ¿qué hiciste que te podría hacer mal ?

-Nada, me reí.

-¿y ?

-Fabián, ¿no lo estoy engañando ?.

-Pero basta nena, tenés que empezar a vivir. No podés quedarte la vida pensando en que está bien o mal, está bien y listo.

-Bueno salgamos, vamos a algún lado.

 

  Todo iba demasiado rápido. El domingo fueron al cementerio a dejar rosas en la tumba de Fabián, con esto dolores admitía de a poco todo, que aunque lo quisiera no había nadie para escucharla, ni para hacerle el amor ni para consolarla  cuando está todo mal, ni para nada.

  Trató entonces, de abrirse a su destino, y no al de una viuda descolorida.

  La semana siguió normal, el miércoles encontró un mensaje de Pablo para invitarla a almorzar. El jueves no espero mucho, no era de Pablo hacerse esperar. Hablaron del viaje y Pablo le contó la idea.

-¿Por qué no vamos unos días a la costa y nos olvidamos un poco de esta mierda?.

-La verdad, la última vez que fui a la costa fue con mi marido, y no sé si tengo ganas de volver con otra persona.

-A mí me parece una estupidez seguir mortificándote con eso. Aparte creo que ya es tiempo de que empieces una vida nueva, que intentes algo, no sé... , Digo, acá en la tierra. Eso de andar histeriqueando retrasa las cosas, el dilatarlas las enfría. Dejáte de joder.

-Lo que pasa es que no hace mucho que pasó todo esto, y de golpe, otra persona. No es justo, lleva un duelo que lleva un tiempo.

-¿Por qué no probamos?

-Vemos.

 

  A los días Dolores sabía qué hacer con él, pero estas cosas son tan raras, al final nunca nadie sabe nada, y las cosas salen bien o para el culo, pero nadie sabe nada. Se lo contó a Sandra.

-¿Y, qué pensás?-Indagó Dolores-

-Coger, hay que coger.-Se ríe- A mí me parece que si no tenés la certeza de saber si tenés o no que ir, tenés que ir. No creo que haya un tiempo determinado para dejar de sufrir una muerte, qué se yo, andá.

-¿Te parece?.

-¡Cogé nena, cogé!.

  El lugar fue San Clemente, perfecto para descansar, no había mucha gente y hacía el frío suficiente como para como para generar una mínima onda.              

  Encontraron un lugar para el hospedaje, según Juanita, la encargada, era el mejor del lugar.

  Eran más o menos las siete de la tarde y fueron a recorrer el pequeño centro de la ciudad. Entraron en una pequeña casa de comidas, cenaron y bebieron por horas, casi no hablaron, la situación era confusa, un poco extraña.

  Cuando terminaron, fueron caminando hasta la playa, que estaba fría, oscura, vacía. Un asco. Parecían pendejos de viaje de egresados. Calentones. Llegaron al hotel después de las doce, se sentaron frente al hogar a beber wisky, uno al lado del otro, el interminable jueguito de los roces, cuando la noche se detiene.

  Sensación, de mucho tiempo, juego, jugo, desprende el botón, ella sabe hacerlo. No hay luz. Ni tiempo, ni edades, ni sueños, ni cuerpos. Solo eso, después de tanto tiempo, goce atrevido del alma, no importa el motivo. Nadan en mierda y se sienten en el paraíso.

  Lo demás. Cosas buenas.

 

  Bien, recomenzar. ¿La vida se reinicia?, no, se olvida y se emparcha.

 

  De vuelta en la rutina se ve de otra forma, Sandra lo ve de otra forma, el malestar, la histeria.

  La cegaba la imposibilidad de acercarse a Dolores como ella quería, de ésa forma. Lo difícil era encontrar las palabras para decírselo, ¿qué iba a decir?.

Su obsesión la llevaba a observar a Dolores por las noches mientras dormía, el morbo, la ilusión erótica, la culpa, las ganas. Debía tenerla. Masturbación ata la.

  Ajena, Dolores vivía el regalo, antídoto emocional. En una de esas noches Dolores despertó, perpleja, se limitó a mirar a esa chica con la mirada más calma que hubiese podido dibujar, ni una palabra desgarraba el silencio, pasan los minutos. La sed.

  Sandra se acercó y se subió sobre ella. Arrancó su camisón, desprendió una lagrima, varias. Silencio, los corazones a mil. Sin razón. Tomó sus senos, suave, su rostro, besos.

  Escena cruel, dolorosa, en la que ninguna hubiese querido estar pero tampoco haberse perdido, protagonistas de la angustia sexual.

  Cuando todo terminó, el bajón. La salida. Vemos.

 

  Por la mañana no se hablaron, no por bronca, sino que sentían una vergüenza que no podían evitar. Más tarde, Dolores partió hacia su trabajo, y Sandra se quedó sola, pensando sola y llorando sola. Como había pasado todas sus grandes emociones, sola.

  En su escritorio, Dolores jugaba con un lápiz, sin sentido, sin ganas. Reía por momentos, y por ratos pensaba, y  luego lloraba. Pasado el mediodía llamó Pablo...

-¿Qué hacés?

-Nada, me río. No puedo comprender por qué me pongo tan contenta de escucharte.

-Y...era lógico. ¿por?

-No sé, todo bien.

-Vamos a cenar, ¿querés?

-Sí, de vez en cuando un hombre en tu vida viene bien.

-¿Estás realmente cuerda hoy?

-Sí, quedáte tranquilo, ya te dije, solo me río.

-Bueno, a las nueve te paso a buscar, decíle a Sandra que si quiere venir que venga.

-Le voy a decir, lo que pasa es que últimamente se está portando raro.

-¿Por?

-No sé, está rara. (sonríe)

-Bueno hacé lo que quieras, Chau.

-Chau, y acordáte que no hay que tenerle miedo a las relaciones apresuradas, mientras halla amor, vale.

-¿Qué te pasa?...eso te lo tenés que aprender vos más que yo.

-No, quedáte tranquilo que yo ya me lo aprendí.

-Bueno te quiero, chau.

-Chau.

 

  Cuando volvió a su casa, San estaba mirando la tele con un vaso de té o algo entre las manos. Dolores se le acercó y se sentó a su lado y la miró...

-Mirá Dolores, no sé que me pasó anoche. Yo realm...

-Calláte no digas nada.- Y se acercó hasta darle un beso en los labios.-Ninguna de las dos puede decir algo.

-Tenés razón.

  Y comenzaron a reírse a carcajadas, sin poder parar. Las dos juntas, como antes, como si todo hubiese sido desde siempre.

-Pero Dolores, ¿qué pensás hacer con Pablo?

-Nada, lo mismo que hicimos nosotras anoche.-Y siguieron riéndose. Y sonó el timbre...

-Ya bajo, esperá un segundo. Bueno San me tengo que ir, después vuelvo, chau.-La besó. Para las dos, lo que había sido malestar, desapareció. De hecho, era como empezar otra forma de vida. No tan diferente a la que muchos llevan. A Sandra no se le borraba la sonrisa, al igual que, en otra situación, a Dolores.

  Pablo notaba que no era la misma “Dolly”(así la llamaba) de siempre, pero tenía miedo de escarbar en ese cambio, no conocía la razón de su comportamiento, pero le agradaba y no quería que el humor acabara tan rápido.

-Bien, ¿qué pensás de lo nuestro, Dolores?

-No sé, si estamos bien, sigamos.

-¿Estás segura de lo que decís?

-Una nunca está segura de lo que dice. ¿Por qué plantearse cosas sin sentido?, seamos un poco más jugados. Tampoco la formalidad, creo que podemos llevarnos muy bien con solo llevarnos, y ver qué pasa en el futuro.

-Bien

-Joder!, brindemos y listo.

-OK, seguro nos vamos a reír juntos por mucho tiempo

-Seguro.

  La noche terminó en un precario albergue del bajo Belgrano. Por supuesto la pasó de maravillas, y sin darse cuenta, en un mismo día había formalizado con dos personas. La cuestión fue a la hora de acostarse, y ponerse a pensar en lo que había hecho. Tenía una pareja, sí. Con una pequeña luz de futuro; tal vez lo que hubiese querido para más adelante, si es que se le habría ocurrido tener algo. Todo iba demasiado rápido para su comprensión. Su gobierno se estaba desmoronando y ya nadie le iba a decir que hacer, nadie compartiría momentos en los que solo los amigos entran. Todo era como más sacado de la realidad cotidiana, como un cuento de terror, suspenso y  sexo barato. Ahora sí que realmente estaba sola, bueno, tenía a Sandra pero ya no podía decir que Sandra era su amiga. Esto sí la confundía por demás.

  No hace un año que falleció su esposo, jamás tubo algo de cierto en su mente, y ahora realmente estaba sola. O de alguna manera bastante acompañada. Se estaba desprendiendo de la abogada recta que fue toda su vida. Comenzaba a tener una libertad que jamás imaginó, y a disfrutarla de una manera totalmente distinta a lo que era ella, o mejor dicho, a lo que fue. 

  Cuando llegó el fin de semana, le propuso a Sandra ir a divertirse a algún lugar donde hubiese muchas luces y mucho ruido. A Sandra le pareció buena idea, así que las dos se vistieron de un color negro tan provocativo, que les daba risa salir a la calle de esa  forma.

  Dolores manejaba más rápido que de costumbre y se sentía como una chica de 18 años, libre, como cuando salían en las épocas de la secundaria, y no volvían a casa hasta estar demasiadas alcoholizadas como para resbalarse  en el hall de entrada. Se metieron en un pub de Flores, y se sentaron en el balcón a observar la calle. Los chicos corrían de un lado a otro en busca de chicas, y las chicas como siempre no se dejaban agarrar.

  Esta situación les causaba demasiada gracia, y no paraban de reír. Pidieron dos Tías Marías, y se pusieron a recordar todos los años pasados, los chicos con los que habían salido, las primeras experiencias en el amor, y por su puesto las últimas.

-Como cambia la gente Sandra, mirá lo que hacemos. No me siento para nada mal, ni nada por el estilo. Solo que me asombra como la mente humana puede romper tantos años de una verdad, para convertirse en otra mucho más abierta y lo suficientemente relajada como para permitirte amar a quien sea, del sexo que sea, y cuantos sean. En pocas palabras, un descontrol.

-A eso yo le llamo madurez mental. Debe ser un estado en el que juegan todos los sentimientos que el corazón lleva dentro, y se mezcla con la picardía sexual que puede llegar a esconder tu cerebro sin haberlo querido jamás. Creo que necesariamente necesitamos un shock demasiado grande como para que pueda moverte las neuronas y las cosas que sentimos como extrañas, para que estas puedan ser aceptadas por nosotros mismos, sin ningún tipo de represión.

-Y, es que es lógico. Si te acostumbraste a una forma de vida y de amor, que te hace sentir bien, no te vas a arriesgar por nada, porque no te hace falta otra cosa. La cuestión, es cuando te quedás sola, sin nadie, y sabés que pase lo que pase, no vas a poder cambiar la realidad. Ahí es cuando te jugás de lleno, sin importar lo que pase con tu vida. Porque de todas formas ya estás muerta. -Si, cuesta mucho llegar a la sinceridad de los sentimientos, o de pronto tener que quedarte callada ante una situación que te molesta, por el solo hecho de que las cosas están planteadas así.

-También pasa que, aunque quieras, no vas a poder hacer nada porque simplemente caíste en el momento equivocado, caíste cuando no tenía que pasar. Así que empezás a ver a lo que vos querés con mucha bronca, porque sabés que nunca lo vas a tener.

-O quizás porque sí sabés de que algún día lo vas a tener, y no te aguantás el tiempo de espera.

-Si, puede que tengas razón. Mientras tanto seguiré emborrachándome, hasta que me olvide de lo que realmente quiero.

  Estaban en lo mejor de la charla, cuando de pronto Sandra se quedó muda, y mirando hacia atrás de Dolores, fué cuando ésta sintió una mano sobre su hombro...Se dio vuelta y se encontró con Pablo, que de casualidad había caído en el mismo lugar, junto con un amigo. Por su puesto se sentaron en la misma mesa y Pablo las presentó a las dos a su amigo. Se llamaba Quique, y era, por lo menos, coherente. Compartieron un par de tragos y discutieron sobre política hasta que como hombres que eran, se pusieron a hablar de temas que las chicas consideraban estúpidos.

  A cierta hora de la madrugada, las nenas estaban demasiado ebrias como para calmar el nivel de sus risas, y Dolores les propuso ir a su casa y terminar desayunando allí, total estaba Pablo y nada raro podía ocurrir. Lo que no se fijó era que este amigo de Pablo, ya estaba hablando de una forma más intima con Sandra; cosa que no le cayó muy bien, y se emputeció.

  Llegaron al departamento y se pusieron a contarse chistes, y a reirse de cualquier cosa, Pablo agarró a Dolores y la llevó a su habitación, y se pusieron a coger en el piso. Estaban tan calientes que se olvidaron de los demás, cuando se acordaron habían pasado como dos horas y se vistieron rapidísimo y corrieron al living, y allí no había nadie.

  Pero estaba el stereo de Quique o sea que no se había ido, se miraron de golpe y Pablo se empezó a reír...

-Tu amiga Sandra perdió.

-¿Te parece gracioso?

-Bueno no te enojes, pero también se tiene que divertir ¿no?

-Sí, pero no en mi casa.

-De alguna manera también es la de ella, así que no te tenés que enojar tanto. Vos le dijiste que venga ella no te lo pidió. A parte no me parece que sea una falta de respeto encontrar a alguien y llevarte bien de movida, o ¿hay un tiempo que cumplir para eso?.

-No solo se están llevando bien en mi casa, sino que también están cogiendo en mi casa.

-Mirá Dolores te estás poniendo demasiado estúpida.

-Bueno si te molesta tanto agarrá a tu Quique de mierda y váyanse los dos a la mierda.

-Eh, pará. Tampoco es para que te pongas así, no te conozco.

-Vos nunca me vas a conocer, nunca vas a saber que carajo se me cruza por la cabeza cuando estoy con vos. Ni nunca vas a poder llegar a sentir el amor como yo lo hago, ni el dolor, ni la soledad, ni el encierro, ni nada. Así que por favor dejáme de joder, por lo menos esta noche.

-Mirá nena, te llamo cuando estés más calmada.

-Y lleváte a tu amigo.

  Y Dolores fué corriendo a la habitación de Sandra y golpeó la puerta, Sandra sacó la cabeza..

-¿Podés decirle a tu Quique que se valla en este momento?

-¿Qué te pasa?

-¿Le podés decir que se valla?

  Sandra le pidió al chico que se esfumara lo más rápido posible.

-Sandra, ¿que carajo tenés en la cabeza? ¿cómo vas a permitir que venga un hijo de puta y te coja la primera vez que te ve? ¿sos idiota?

-Mirá, lo que pasa es que te pusiste celosa por que me lo cogí, pero para que sepas, vos te llevaste a tu noviecito delante mío e hiciste lo mismo, así que no me vengas con celos estúpidos.

-Pero vos ya sabías que yo tenía un novio.

-Pero eso no quiere decir que me guste y que me lo tengas que refregar en la cara. Sandra la miraba con una bronca que no podía ser y no aguantó más, se dio media vuelta y se fué a bañar. Dolores se quedó con la boca abierta, como tratando de entender lo que había pasado, y se sentó a mirar el suelo sin ningún tipo de expresión, como tratando de entender lo que había pasado, sin decir una sola palabra, con el corazón roto, muerto, se levantó y se sacó toda la ropa, y fué derecho al baño, entró lo más despacio que pudo, apagó las luces y abrió la cortina de la bañera.

  Sandra ni siquiera se mosqueó, por eso Dolores la dio vuelta y sin tocarla con las manos empezó a lamer su cuerpo bajo la lluvia, cuidando que cada movimiento sea perfecto, impecable, digno de gloria, ya que ese era su pasaje al perdón que tanto necesitaba.

  Su mente no hacia más que marcar movimientos que según ella derretirían a su chica, esa era única meta, llevarla a donde nadie lo haría jamás, llevarla cada vez más rápido a su corazón.

  Dolores tenía que tener la certeza de tenerla dentro de sí, por eso dio todo en ese momento, como si fuera el último, y a la vez sabiendo que no lo sería.

  Acto suficiente como para olvidar cualquier palabra dicha sin ganas por Dolores, de esta forma siempre se olvida.

-Qué estupidez, ¿no San?. Casi rompo todo lo que habíamos logrado juntas, solo por querer tenerte para mí y que nadie más te toque como solo a mí me gusta hacerlo. Creí que te me ibas, y que pensarías que lo nuestro es un error. O tal vez solo quiero que seas para  mí y nadie más. No me di cuenta de tu libertad y eso fué un gran error, por favor disculpáme.

-Ya no hay nada que disculpar, todo lo malo fué olvidado dentro de ese bendito baño. Aparte yo también dije cosas que no debía y eso también fué un error. Así como las dos nos mandamos nuestro moco, las dos podemos olvidarlo, ¿te parece?.

-Me parece que hoy podríamos salir. Prometo nunca mezclar las cosas.                                                        Vos sos una gran parte de mí, pero tampoco puedo negar que  Pablo también lo es.

  En fin, vamos a dormir, así cuando nos levantamos, despegamos de acá. 

  A las 19 hs. sonó el despertador, y como siempre, San fue la primera que se levantó. Preparó algo para comer y despertó a dolores. Le costó un poco, pero logró sacarla de la cama. Comieron y fueron al centro.

  Volvieron a eso de las once, se vistieron de nuevo, y salieron a comer.   Cuando terminaron eran recién las dos, así que se fueron a San Telmo para no aburrirse en su casa.

  Entraron a uno de esos lugares en donde nadie tiene el cien por ciento de sus neuronas funcionando, y todos están vestidos de diferente  manera.

  El lugar era agrio, oscuro, de una densidad de mil kilos, de una antigüedad de mil años, de los más largos, de los más duros. Se lo conocía por La aldea, pero su nombre completo era “La aldea de los duendes”, ellas no lo sabían pero no era uno de los lugares más tranquilos de la city, por el contrario, se rumoreaba que algunos años atrás en una de las frecuentes peleas que se armaban dentro, habían matado al hijo de un político, un punterito de barrio, por unos asuntos de drogas.

  Se tomaron unos wiskisitos con hielo, y al rato ya no entendían nada de nada. Ni tampoco les hubiese importado la historia del lugar.

  De golpe apareció un tipo de sombrero, chalequito ridículo y botas. Se les acercó y las empezó a mirar como si hubiese encontrado oro, se arrodilló frente a su mesa y apoyó los codos, y las seguía mirando, ninguno de los tres dijo nada, hasta que casi tartamudeando...

-Ustedes son Sandra y Dolores ¿verdad?

-¿Y vos?

-Soy el chico que en segundo año les vació un tintero a cada una en sus guardapolvos.-Abrieron los ojos sorprendidas, la admiración fue tal que recién después de unos segundos Dolores recordó.

-¿Adrián? ¿Adrián Vázquez?

-Ese soy yo.

-¿Qué estás haciendo por acá, che?

-Nada, solo trato de divertirme.

-¿Y ustedes?

-Acá andamos, sentáte.

-¿Que dicen las rebeldes de la clase?

-Y aquí estamos, siempre de aquí para allá, trabajando. Tratando de vivir.

-¿Y vos Dolores?

-Acá tratando de vivir.

-Ustedes sí que son inseparables, parecen lesbianas!

-¿quién lo dijera, no?

-¿Por qué no tomamos algo?-sugirió el pibe-.

-Mirá que el mundo es chico, jamás creímos que íbamos a volver a ver a alguien de la secundaria. Y menos a vos, que por esos años no nos soportábamos. Y ¿a qué te dedicas ahora?

-Tengo un bolichito, electricidad. No es gran cosa, pero algo te deja, y para mí que estoy solo.

-¿Pero vos no estabas a punto de casarte?

-Sí, pero fué un garrón después de unos años, a lo último ya ni nos podíamos ver. Era como estar con alguien a la que jamás quisiste. Pero un buen día nos sentamos y nos pusimos a hablar de lo que nos iba a pasar si seguíamos juntos, así que decidimos separarnos.

  Al principio fue difícil, por te ponés a pensar que si te ponías un poco más las pilas, algo podría haber mejorado. Pero después de otro tiempo, me di cuenta de que era lo correcto.

-¿Y no la volviste a ver?

-Sí, de vez en cuando me llama o yo la llamo, y por ahí nos encontramos, y nos reímos un poco de todo ese tiempo. Pero ahora estamos mucho más adultos que en esa época, así que por eso nos ponemos a reír de todo eso.

-¿Y nunca pensaron en volver?

-No podemos, sería todo muy hermoso al principio, pero sabemos que al tiempo volvería a pasar lo mismo, y realmente creo que ninguno de los dos lo soportaría. Así que cada uno hace su vida, y cuando el otro necesita una mano en algo sabe que el otro va a estar.

-¿Y ahora estás en pareja?

-No, estoy con una chica pero no es nada estable. Es más joven que yo y tiene otra rutina, pero cuando estamos juntos, estamos bien.

-¿Y qué hacés solo acá?

-Esto es de un amigo, y cuando no tengo que salir con la flaca me vengo para acá y me cago de risa un rato, y me doy el lujo de descontrolarme como un pibe. De última creo que jamás voy a poder dejar de hacerlo.

-¿Y vos Dolores? que estás tan callada ¿qué hacés?.

-Soy abogada de pobres y “ausente”.

-Siempre saltando por los demás, parecías Laura Ingalls en el colegio, ¿cómo no ibas a salir abogada?, ¿Te casaste?

-No, estoy de novia, pero no me casé.

  En ese momento, Dolores empezó a decir basta. Tal vez, porque tenía ganas de empezar algo que no se atrevía a llamarle una vida nueva, sino solamente vivir.

  Se acordaron de cada una de las anécdotas que tenían en común, y les resultaba muy lindo estar con él, era como que la vida le estaba dando todo lo anterior como diciéndole, empezá.

  Era un estado raro, ya no tenía los años suficientes como para hacer lo que se le ocurriese, no podía delirarse todo el día y solamente pasarla bien. Ahora tenía obligaciones que cumplir, era abogada, y ese papel lo cumplía como si nada de nada hubiese pasado.

  Cuando estaba en su oficina, solamente era la doctora Guzmán, y nada más. Seguía sin poder tolerar la vagancia de sus empleados, y ahora era más recta aún.

  Tenía dos casos en ese momento, y con todo lo que pasaba fuera de su trabajo, jamás descuidó alguno.

  Un par de días después, llamó a Pablo para pedirle disculpas por lo que había hecho aquella noche. Se encontraron, y a través de los días todo se fué olvidando, volviendo a ser una pareja envuelta en una atmósfera de miel que ellos se habían creado para sí mismos, pero... .  

  Desde ya, que con Sandra todo iba de maravillas, y cuando Pablo no estaba, se juntaban con Adrián para ser los chicos rocanrol.

  En uno de esos encuentros, en la casa de Dolores, notaron que Adrián estaba medio raro, el tipo entró y se sirvió un trago, y un poco más les cuenta la historia de su vida.

  Casi al final de que las chicas exploten, Adrián se sinceró.

-Les voy a contar algo. Hace un tiempo que no me estoy portando demasiado bien, o sea, me descontrolo un poco más de lo que debo.

-¿A qué llamás, "más de lo que debo"?

-No sé, tal vez un poco de cocaína.

-¿Vos tomas cocaína?

-Tampoco es tan importante, solo se los cuento para que entiendan por qué les estoy delirando la cabeza. A veces uno toma un poquito más, y se pone un tanto melancólico, y le gusta hablar en forma de cuentos.

-¿Y qué se siente?

-Según, si estás contento y está todo bien, te vas a sentir de maravillas, como si estuvieras un poco más delante de lo que realmente estás.

-Yo quiero probar.

-Dolores, ¿por qué no te calmás?-Dijo Sandra.

-No te conviene, tal vez no tomás más, o tal vez, nunca más dejás de tomar. A cada uno le pega de una forma distinta y no a todos, de lo más lindo. Por otra parte, nunca se es tan maduro estás metiendo en algo que te destruye la cabeza. Es como esas chicas hermosas a las que te entregás de lleno y terminan siendo unas hijas de mil putas.

-¿No te parece que ya soy demasiado grandecita como para saber lo que es bueno y lo que es malo?

-Después no quiero que me eches la culpa de nada, ¿he?.

-Dale.

  El muchacho sacó una bolsita de nylon y la abrió, dentro había un polvito de color blanco el cual lo tiró sobre la mesa de vidrio.

  Sacó un tarjeta telefónica y con ella lo fué aplastando hasta que quedó como harina. Luego empezó a separarla en varias líneas, era un lerdo trabajo, y lo hacía con tanta delicadeza y maña que daba gusto mirar tanta concentración junta, sacó un billete de diez pesos y lo hizo un rollito, que se colocó en la nariz. Aspiró toda esa línea de una sola vez, era un ritual medio tenebroso, si uno se pone a pensar, "estaba tomando muerte". Pensaba Dolores.

  Después le tocó el turno a Dolores,  estaba tan nerviosa que lo hizo lo más rápido posible. Se paró y se sirvió un trago, se apoyó en el modular y se lo mandó de un solo sorbo. Estaba callada, se apretaba los dientes y comenzaba a sudar cada vez más, estaba callada, este silencio duró pocos segundos de golpe caminó hacia el equipo y puso un compact de los Beatles, Revólver.

-¿Esto es estar dura?

-¿te sentís bien?- preguntó Adrián.

-Es fantástico, nunca creí que sería de ésta manera. No creí que un simple polvito te dejaría tan up!

-Bueno, pero va a ser mejor que no tomes más.

-Sí, está bien.

  De todas formas se tomó como tres pases más hasta que el alcohol empezó a bajar su efecto. Toda esa situación era nueva para ella, pero en ningún momento se sintió mal por lo que había hecho, a pesar de lo que la gente le podría haber dicho, como suele pasar en estas cosas, ella sabía que no estaba bien, pero la respuesta era que tal vez le gustaban las cosas malas. Todo, todo lo que ella tenía como régimen de vida se estaba perdiendo, todos esos buenos modales junto a sus amigos y todas las enseñanzas de sus mayores, habían perdido todo el valor que antes tenían. ¿Por qué no solo hacer lo que se le ocurriera sin prejuicio alguno? ¿por qué tener que rendir cuenta de sus actos a esa edad?, basta. A la mierda todo, a empezar una nueva vida, buena o mala, pero nueva. En su cabeza las únicas imágenes que aparecían eran las de nuevas experiencias, con gente nueva, con lugares nuevos, con otros olores, con otros colores, con esa magia que solo tienen las cosas nuevas. Si estaba bien o mal, ya no importaba, y no solo eso, tampoco su pasado o futuro, tampoco la tan cuidada equidad, la belleza, la prolijidad. Nada de eso ya le importa, de alguna manera todo estaría bien solo que distinto.

  La belleza seguiría estando, eso es algo que sería muy difícil de borrar, si algo tenía era belleza.

  ¿Cómo no habrían de amarla? y ya que hablamos de amores, podemos decir que cuenta con poco. Porque dos personas tras esa joya eran nada. Cualquiera en el mundo que la haya visto como yo lo hice no haría mas que coincidir con migo, y se marcaría en él su perpetuo recuerdo.

Ella sí que imponía placer, imaginacíon, vuele, un pasaje a la más caliente de relaciones mentales, al más codiciado grado de placer, con solo mirarla uno llenaba su vista de vida, y después de eso a nadie le hubiese importado en lo más mínimo una ceguera eterna.

 Mucha belleza para una sola vida, vida complicada, vida de la vida, vida de mierda, vida boba que con el tiempo, lamentablemente, iba dejando de serlo, para convertirse en una vida madura, llena llantos, de risas, de golpes sin suerte, y de la más profunda sinceridad y desvío en sus sentimientos. Era difícil enfrentar tantos cambios, pero a la vez, era eso lo que la motivaba a hacerlo. Con el tiempo fue descubriendo cada vez más la maldad que la gente lleva dentro, fue aprendiendo a convivir con eso, no a luchar en su contra porque después de tantos desengaños había llegado a la conclusión de que eso era totalmente en vano.

  Este es un mundo que con el tiempo se dio vuelta, la maldad dominó a la bondad, y con ella a la gente, o a la mayoría, para convertirla en seres ambisiosos sin interés por los demás, y eso de a poco fue cambiando su mente.

  Así que comprendió que ser dada en un mundo mezquino es una pérdida de tiempo, y la pérdida de tiempo aquí, es la muerte.

  Todo seguía cambiando, La aldea, era como una ceremonia imperdible a la que si faltaba un solo día de sus días libres, faltaba al goce de lo prohibido.

  Conocía gente por doquier, gente por la que de día no daría un segundo de sí, pero que allí eran grandes amigos en miles de experiencias en las que si no había “estímulos”, no se preciaban de su importancia. El wisky en la mano y el pañuelo en la nariz a cada momento, eran los únicos atuendos que jamás cambiaban.

  Los momentos eran cada vez más histéricos, y las respuestas estaban cada vez más lejos. En las noches, antes de dormirse, separaba cada uno de sus recuerdos en pequeños cuartitos creados dentro de su mente, para luego sacarlos cuando se le ocurriese, sin el menor esfuerzo, y ya no eran penas, ni calvarios, eran solo recuerdos sin la menor importancia. El único que podía llegar a significarle algo, era el de Fabián, y varias veces se preguntaba por qué él no estaba con ella, o por qué jamás pudo sentirlo a su lado. Su imagen era cada vez más ilegible, y su olor ya no aparecía en su mente, como antes, como siempre.

  Empezó a vestirse de negro, toda de negro. Bien gata de cabaret sucio donde por pocos pesos los pendejos debutaban de lo mejor. Vivía de noche, jamás se separaba de San, las dos se habían acostumbrado a caminar solas por las oscuras calles de San Telmo, como si hubiesen nacido allí, de noche. Como si conocieran cada rincón de ese barrio de borrachos, hipies y heavis metals de mentira.

  Noche tras noche recorrían cada uno de esos pubs de mala muerte, y luego de ese despeje se encerraban en su casa y no paraban de coger hasta que amanecía. Lo mismo pasaba con Pablo, cada uno de sus encuentros eran para terminar en la cama de algún telo muy lujoso de algún lugar de Baires.

  Y al otro día lo mismo de siempre, la maldita oficina a la cual odiaba cada vez más. Pero que seguía respetando siempre de la misma manera, como si no hubiese habido cambios en su vida, pero Laura notaba algo extraño sin animarse a preguntar. Sabía que Dolores estaba ocultando algo, sabía que no era igual que antes, pero no era su asunto, así que decidió no decir nada hasta que eso que ella se imaginaba fuera un poco más evidente. Por otro lado Pablo no se bancaba tanta frivolidad y era tan fuerte el carácter de dolores que, para no echar a perder esa relación tan importante para él, se quedaba callado y no decía nada.

  Lo mismo le pasaba a Sandra, veía que a dolores se le estaba yendo la mano con lo de las drogas y ahora había empezado a tomar alcohol sin medir las consecuencias.

  Una noche de esas en que lo que más las unía Dolores estaba rara y no se comportaba como siempre, empezaron como de costumbre, con esos jueguitos de manos, cada vez más cerca una de la otra, y a toquetearse como lo habían hecho antes.

  Pero Dolores estaba como más atrevida, las caricias eran más fuertes y más dolorosas. Comenzó a darle cachetazos en esas nalgas tan perfectas que tenía Sandra, que se pusieron de un rojo tan puto que a Dolores la entusiasmaba el seguir. Se revolcaban por el suelo pegándose tanto que no se animaban a decir cuánto les dolía porque a la vez sentían un amor tan grande una de la otra que no querían que eso termine.

   Por dentro sentían miedo, estaban solas en ese juego tan peligroso y asqueroso que ellas mismas habían empezado pero que no querían terminar, algo adentro las hacía seguir, las llevaba cada vez más a la histeria que se negaron desde su adolescencia. Tenían que estar mal, hacerse ver mal, como chicos de cinco años que necesitan la mirada y comprensión de sus papás, ellas no tenían a nadie, nadie las llamaba para preguntar si estaban bien o mal, todo era para saber si necesitaban más drogas, o para llevar a dolores a coger, o de la estúpida oficina para algún mensaje de un estúpido matrimonio que quería divorciarse.

  Nada había que tuviera un sentimiento de amor, nada tenía los colores que la tragedia les había robado, nadie dejaba una flor en su cama para llegar y encontrarla. Todo era sumergirse en la mierda que te van dejando los demás cuando estás solo y olvidado, no solo para el mundo que te rodea y que vos mismo te creaste, sino para el resto de los mundos de todas las personas que se te cruzan.

  Nadie entiende esa soledad de la que querés escapar como sea y poder vivir, solo te dan respuestas que al final ni ellos mismos entienden qué carajo quisieron decir, acomodan las palabras como en una película de amor, y jamás lo sintieron o dieron de la forma en que ellas lo hicieron.

  Mientras esto crecía en sus cabezas, más tomaban y lloraban por dentro, más se les alejaba la luz de la que hablan religiosos, más se les alejaban las risas, y carcajadas con que habían empezado esto, más grande era la grieta que tenían en su corazón y más grandes las ganas de alejarse de toda esta mierda de una vez y para siempre.

  Black-outs. Para Dolores. Grandes catedrales llenas de velas prendidas bajo su foto, era la imagen que Dolores empezó a ver dentro de su cabeza sin poder evitarlo, veía que por el piso había mucha sangre y pedazos de piel del color de la suya, su camisón destrozado y hecho un bollo junto a un montón de pelos que estaban siendo arrastrados por  una rata. De las paredes colgaban cuadros con fotos de su familia y de gente que ella conocía pero que ya no estaba.

  De golpe miró hacia un costado y vio que en un rincón estaba el cuerpo de Sandra, con la cabeza hacia abajo, desnuda, pálida, fue ahí que empezó a correr y salió por una puerta inmensa que había en un costado. Al abrirla se encontró en una pieza de pensión, con una luz tan triste que reflejaba la agonía del mundo. A las paredes les faltaba revoque en algunas partes y del techo colgaba una lámpara oxidada que parecía que alguna vez fue verde, ésta alumbraba una cama de fierro similar a la de ella cuando era niña, y a una mesita de luz hinchada por la humedad y el correr del tiempo.

  Sobre la cama empezó a aparecer una luz, como una nube, que poco a poco fue tomando forma humana hasta convertirse en el espíritu de su madre.

  Estaba limpia, brillaba, su rostro contaba los años en la oscuridad a la que había sido llevada mucho tiempo atrás, por algo que es mucho más grande que nosotros, y al que la mayoría llama Dios, y al que ellos mismos dieron imagen.

  El Alma se paró y empezó a dar vueltas a su alrededor, Dolores no podía creer lo que estaba viendo, se posó frente a ella y comenzó a hablarle..."Jamás te olvides, Dolores, que nosotros mismos creamos nuestros destinos. Somos nosotros los que hacemos el mal sin poder parar, apoyándonos en un Dios, con la certeza de que nos dará el perdón. No dejes de hacer lo que sientas, mientras no perjudiques a los demás, el alma es tuya y nadie, ni siquiera Dios podrá quitártela, vos elegís a quien dársela, pero tenés solo una oportunidad antes de hacerlo.

  Así que pensá bien antes de actuar, porque después el arrepentimiento es el más hondo calvario que te puedas imaginar, y es el único que jamás puede olvidarse, es el único que te va a llevar al dolor eterno o la gloria en la perpetuidad de los seres.

  Todavía, aunque te vea tan cerca de mí, tenés esa oportunidad, pero vos sos la que elige”. Y cuando terminó de hablar, desapareció bruscamente, Dolores empezó a marearse y se cayó al suelo desmayada.

  Cuando todo esto pasó, se encontró en su cama y con un sol que hacía mucho no veía. Pero no podía hablar, no sabía si lo que le había pasado era solo un sueño, o fue una señal de algo. Se imaginó a los ochenta, con arrugas y canas, y sola en un mundo al que ella mucho tiempo atrás había despreciado, para pertenecer a uno mucho más rápido. Se vio como si todo lo que hubiese hecho formara parte de algo que debía ocultar para no ser mal vista, se vio con la mirada en la nada y recitando poemas para nadie. Se aferró a su almohada y apretó su rostro contra ella, como rogando consuelo, como diciéndole que ya no podía volver atrás, y aunque imaginara ese destino su vida no cambiaría.

Sonó el teléfono como interrumpiendo aquella plegaria macabra...

-Dolores, soy yo Pablo. ¿tenés ganas de salir a caminar?

-Sí, más o menos en media hora pasá a buscarme...-Eso era lo que más le dolía, el tener que fingir, el no poder decir que no y mandar a la mierda a todos, el agarrar y putear a cada uno que le halla hecho mal, en escupir la cara de todos los que se burlaron de ella cuando habló de sentimientos, el llorar a gritos su soledad, como si ese fuese un gran alivio. Todo eran mentiras, todas eran risas, todas bienvenidas, y la muerte más dolorosa de su alma, la más lenta y desgarradora de las muertes, la suya.

  Cuando Pablo llegó ya estaba lista, se fueron a un bar de Belgrano y se sentaron en las mesas de la vereda. Estaba callada, miraba para abajo, y no se atrevía a comenzar una charla.

-¿Qué es lo que pasa? ¿tenés que decirme algo?

-La verdad es que sí. No puedo seguir mintiéndote, ni a vos ni a mí. No puedo seguir cargando con tanto dolor para después masticarlo sola, no puedo jurarte amor cuando ni siquiera sé lo que siento por mí.

  Todo este tiempo viviendo cosas que envidiaría cualquier persona cuerda, y por dentro cada vez más muerta. Siento que te robo el tiempo a vos y a quien realmente lo necesita y valoraría. No sé por qué, pero no puedo sentirte, ni a vos ni a nadie, por más que quiera sigo sola en mi mundo. Y no me gustaría para nada sumergirte en eso tan oscuro y feo que fui creando para mí misma, por de todas formas es para mí. Es mi tiempo y solo yo puedo comprenderlo, son mis desganas, y solo yo puedo con ellas. Soy yo la que en cada momento de reflexión se plantea salir de eso pero más se hunde en él, y lo pinta cada vez de un color más oscuro  como creando un escenario masoquista, en el cual grito mi monologo de locura y angustia cada una de las noches.

  Ese es mi mundo, es el mundo que me voy a llevar al más allá, aunque quiera dejarlo acá, y exorcizarme de él, que es el motivo de mi pena. Pero ya fue mucho el tiempo que lo alimenté, ya razona y tiene vida propia, y maneja mis estados de ánimo como él más quiere. Ya no soy yo la que domina su regreso o partida,

porque yo misma soy su vida.

-Pero...

-Basta!, solamente tratá de perdonarme.-Y se fué. Y caminó por horas sin ningún destino, eran sus piernas las que se movían sin ella mostrar interés en su camino. Cuando reaccionó estaba tan lejos de su casa que no le dieron ganas de volver, estaba en una plaza que parecía, el tiempo había olvidado. Se sentó en uno de sus bancos y perdió la mirada por un buen rato.

  Volvió a su casa y llenó la bañera de agua para descansar en ella un par de horas. Estaba casi dormitando cuando se escuchó que Sandra estaba entrando. Cuando ésta llegó al baño trató de acariciarla, pero Dolores sacó su mano y la miró como agradeciendo ese gesto, le pidió que la deje sola porque tenía que ordenar un poco su cabeza, que después hablarían. Cuando Dolores terminó, Sandra estaba sentada en el sillón del living, ya con un café en la mano, le confesó todo lo que le estaba pasando...

-No puedo decirte más. Este no es mi mundo, ni vos, ni Pablo, ni la oficina, y nisiquiera Fabián lo fue. Me voy, no sé bien a dónde, pero me voy...-Sandra trató de hablarle pero Dolores no la dejó, así que se fué a dar unas vueltas por ahí. Ahora sí estaba sola y cuerda como para elegir un destino. Empezó a dar vueltas por toda la casa, pasando por cada uno de sus rincones una y otra vez, acariciando cada uno de sus muebles y tocando suavemente todos los objetos que allí permanecían.

  Se sirvió un trago de wisky, y lentamente fué cerrando una por una todas las ventanas. Luego fue desvistiéndose como en un streep tease que acompañaba una música imaginaria, tocada por una orquesta inmensa formada especialmente para ese momento.

  Llegó lenta a su habitación y se sentó frente al espejo de la cómoda donde acostumbraba a maquillarse, abrió el cajón y de él sacó una bolsa que contenía cocaína.

  Tranquila empezó a dibujar una línea que rápidamente inhaló, con el más grande de sus miedos, porque sabía que era la que la ayudaría a seguir con lo que tenía en mente.

  El cuarto estaba iluminado solo por un velador, que daba la luz justa para ambientar esa escena, tristemente protagonizada por Dolores.

  Su piel jamás había mostrado tal palidez, y sus ojos tenían debajo, grandes ojeras. Haciendo de ese rostro una verdadera personificación de la más hermosa de las parcas. Abrió un estuche que contenía elementos de maquillaje, y de él sacó una hoja de gillette. La que tomó con su mano derecha, con tanta fuerza que podría haberla derretido si lo hubiese querido. Apoyó su brazo izquierdo sobre la cómoda, palma hacia arriba, se miró en el espejo y de sus ojos comenzaron a caer lagrimas. En su cabeza se aparecían miles de imágenes, miles de momentos, miles de recuerdos. Pero solo una meta, el alivio eterno.

  De un golpe seco abrió una herida muy profunda en su muñeca, de la cuál desbordaba tanta sangre que había convertido ese mueble en un río calmado, suave, de un rojo tan oscuro que parecía a propósito, una obra de arte fielmente pulida, a los ojos más críticos del artista más quisquilloso de la tierra.

  El dolor era inmensamente desgarrador, pero no tanto como el de su alma, que de a poco se desprendía de ese cuerpo.

  Sus párpados comenzaron a caerse, y se fue desvaneciendo lentamente hasta que su cabeza golpeó fuerte y muerta sobre la madera dura, salpicando sangre en el espejo, y dejando caer al suelo pequeñas gotas que de a poco formaban un pequeño lago.

  El alma se desprendió completamente de ese cuerpo que había habitado por años, y mientras se alejaba lo miraba, triste por haberlo dejado así.

  Pero sabiendo que ya no sufriría, ya no fingiría.

  Triste, pero yéndose al fin.


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