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K-Bot: la inteligencia artificial con rostro humano

K-bot, la última vuelta de tuerca de la robótica. Aseguran que es una de las mejores creaciones cibernéticas de los últimos tiempos, ya que es capaz de reproducir 28 gestos humanos diferentes. El mérito hay que atribuírselo a David Hanson, un antiguo trabajador de la Disney.

La cabeza del androide dispone de cámaras detrás de los ojos que son capaces de seguir los movimientos de quien se sitúe enfrente. Pero es que, además, un software específico permite al robot mover diminutos motores bajo su piel plástica e imitar las expresiones de quien le observa. K-bot puede sonreír, enfadarse, relajar la cara o contraerla... sus 24 músculos mecánicos reaccionan en menos de un segundo para producir gestos calcados a los de un ser humano.
Su predecesor, Andy, sólo era capaz de realizar cuatro movimientos gestuales. K-bot ha conseguido superar a su 'padre' con escalofriante realismo. Esta cabeza (de dos kilos de peso aproximadamente), fue presentada oficialmente en el encuentro anual en Denver de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS, por sus siglás en inglés).

Socialización robótica

David Hanson presentó a K-bot como un nuevo avance en una rama de la robótica que pretende 'socializar' los ciborgs, es decir, conseguir que su apariencia y comportamiento se parezca a los del 'homo sapiens'. Hanson se inspiró en una amiga para diseñar el rostro de K-bot, aunque reconoce que a su obra le falta aún expresividad.

"El rostro humano es el paradigma más natural para la interacción entre hombre y ordenador. Así es como interactuaremos con los ordenadores en el futuro", aseguraba Hanson a la cadena de televisión británica BBC.

Este científico, que se inició construyendo robots de personajes de Disney para Parques de atracciones y que ahora trabaja para la Universidad de Texas-Dallas, afirma que los elementos necesarios para crear a K-bot cuestan menos de 400 dólares (y cree que este coste se puede reducir mucho más). Poco dinero y muchas aplicaciones para la Ciencia, además de avanzar un paso más en la investigación de la inteligencia artificial, son los argumentos a favor de Hanson.

"El objetivo es conseguir que esas caras robóticas se puedan producir masivamente. Si los robots se redujesen en tamaño y peso, se podrían distribuir con mayor facilidad en los laboratorios científicos". Cuando eso suceda, Hanson cree que el desarrollo de la cabeza cibernética se acelerará. Esta unidad básica se convertiría en una base para avanzar en otras ciencias, por ejemplo, la medicina.

Además, de ayudar a confeccionar prótesis y músculos artificiales, puede ayudar a muchas personas con desórdenes que afecten a su capacidad de comunicación. Un robot como éste podría mejorar, por ejemplo, el autismo, ya que ofrece grandes posibilidades de interpretación y respuesta facial.

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