EL
PLAN INFINITO
P.
Manuel Lasanta
Gracias
por leer este folleto concebido para ofrecerte una introducción a la fe y
vida de la Comunidad Cristiana del Camino.
Pretende explicar “todo
el plan de Dios” (Hch
20,27), también llamado la “economía”
de Dios (1 Tim 1,4), y expone el origen, destino y significado del ser humano
y del universo.
E
I.-
DIOS, SU CREACIÓN Y PROVIDENCIA
Hay
un solo Dios vivo y verdadero: eterno,
infinito, creador, redentor, vivificador, justo y amoroso; tres personas:
Padre, Hijo y Espíritu Santo en Trinidad, una inmensa circulación de
amor por la que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se donan mutuamente
desde la eternidad. El Padre
engendra al Hijo y espira al Espíritu por amor, pero por propio designio
pretendió darse a sí mismo y aumentarse en sus criaturas.
De ahí la creación, que tiene su origen en un Amor infinito que
quiere comunicar su vida, su fuerza y su alegría.
Y pese a que Dios lo creó todo, no ha abandonado a su creación, sino
que desde el principio quiso sustentar, gobernar y mantener, mediante su
providencia, a todas sus criaturas también con sus circunstancias (Sal 90,2;
93,2; 104; Mt 3,16s; 28,19; Jn 1,1-4; 14,16s; 15,26; 2 Co 13,13).
II
MANIFESTACIÓN/REVELACIÓN
Dios
se ha manifestado en toda la creación, pero se ha revelado especialmente en
la Biblia, que tiene como centro al Evangelio, donde hallamos la Palabra, es
decir, a Jesús (Hijo de Dios encarnado) como el Cristo.
Aunque la luz de la naturaleza y las obras de creación manifiestan la
bondad y poder de Dios, de manera que nadie puede excusarse por ignorancia, éstos
no son suficientes para dar un conocimiento pleno de Dios, por lo que le
agradó
dar un mensaje especial
por
escrito para conservar mejor su verdad. A
través de la Biblia Dios nos comunica su proyecto y es la base de nuestra fe
y moral (Is 40,8; Mt 4,4; Lc 1,3s; Ro 15,4; 1 Co 10,11; 2 Tim 3,15s; 2 Pe
1,19).
III
CREACIÓN Y CAÍDA DEL HOMBRE
El
ser humano, creado a imagen de Dios y para su semejanza, se ha alejado
voluntariamente del Creador, perdiendo su justicia original al desobedecer al
Señor y comer el veneno del árbol del conocimiento (en vez de comer del árbol
de la vida, que era Dios como vida para ser su contenido), quedando la imagen
divina borrosa y desdibujada. Así
estamos inclinados al mal en medio de un mundo empecatado, incapaces de hacer
la voluntad de Dios e impotentes para salvarnos por propio esfuerzo.
Originalmente el ser humano fue hecho para expresar y glorificar a
Dios. Así como un guante se hace
a imagen y para contener la mano, el ser humano fue creado a la imagen de Dios
para contenerlo. ¡No es de extrañar
que el conocimiento, la riqueza, el placer y el éxito no nos puedan
satisfacer! San Agustín dijo:
“Señor, nos hiciste para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta
descansar en ti” (Gn 1,27s; 3; Col 3,10; Ef 4,24; Ro 3,23; 5,12; 7,15-20).
IV
LA SALVACIÓN
Como
Dios es amor y no desea la muerte del pecador, sino su enmienda, no abandonó
al ser humano, sino que lo educó por la ley mosaica y los Profetas, y en la
plenitud del tiempo envió a su único y amado Hijo Jesús, que nos redimió
del pecado por su obra expiatoria en la cruz y nos otorgó su Nueva Alianza
(la debida relación con Dios) (Ex 20,1-17; Ez 18,32; Ro 3,24; 1 Co 11,25; Gál
3,24; Heb 8,7-13; 9).
V
CRISTO Y SU OBRA
Jesús,
Verbo, sabiduría e imagen de Dios, es Dios y hombre verdadero, dos
naturalezas sin mezcla en una sola persona.
En él se reveló Dios definitivamente al mundo.
Concebido por el Espíritu Santo nació de la Virgen María, Zeotokos,
siendo una sola sustancia con el Padre y el Espíritu Santo.
Fue ungido en el río Jordán como el Mesías de Dios y, lleno de amor
leal, vivió una vida justa y sin pecado hasta dar su vida como sacrificio por
todos. Luego de muerto y
sepultado, resucitó al tercer día, subió a los cielos
y
está sentado a la diestra del Padre,
intercediendo
como único Mediador y Sacerdote por los suyos, y viviendo entre ellos por
virtud del Espíritu. Asimismo
volverá en gloria con sus ángeles para resucitar a los muertos, celebrar el
juicio final (en el que cada cual recibirá lo que corresponde a sus obras) y
crear el nuevo mundo donde more la justicia.
Los que en vida se solidarizaron con Cristo y vivieron según su
proyecto de amor hallarán confirmada su confianza, gozando eternamente la
deificación y presencia divina, pero los que se negaron a aceptar su proyecto
serán excluidos de estos bienes. De
su retorno nadie sabe el día ni la hora, sino solamente el Padre (Mt 1,18-25;
28,20; Lc 10,22; Jn 1,1.14.29; 14,3; Hch 2,27; 4,12; 17,31; Ro 5,8; 8,21; 1 Co
15,20; 2 Co 5,10.17ss; Gál 4,4; Flp 2,6ss; Col 2,9; 2 Tes 1,7ss; 1 Tim 3,16;
1 Pe 1,3ss; 3,18ss; 2 Pe 3,11ss; 1 Jn 2,1).
VI
ENMIENDA, FE Y CONSAGRACIÓN
Dios
elige y rehabilita a las personas solamente en Cristo por gracia a través de
su presciencia. Quien desoye su
convocatoria es responsable de su propia rebeldía al plan divino.
Al ser inhabitado el cristiano por el Espíritu Santo puede proceder
según el plan de Dios y ser coherente con él a través de sus obras, que
nunca deben ser méritos hechos para inclinar a Dios a misericordia, sino
frutos patentes de la fe, pues fe sin obras es fe muerta.
Dios siempre protege y corrige como un Padre, pero no quiere desechar a
los que sella con su Espíritu Santo, y quienes lo contristan atraen sobre sí
juicios temporales. Como el ser
humano es carne, es decir, carnal, y la corrupción de su naturaleza permanece
en esta vida, el Espíritu vivificante que lo habita le da la fuerza para
amortiguar el poder de la carne y consagrarlo.
Sólo en el cielo se está libre para hacer lo bueno plenamente (Lam
3,31; Ez 36,26s; Mt 11,28; Lc 24,47; Lc 17,10; Jn 3,16; 6,44-47; 11,25; Hch
5,29-32; 13,38; Ro 3,22-28; 4,5-8; 5,1; 6,12s; 8,29s; 10,17; 1 Co 1,30;
3,11-15; 10,1-13; 11,30ss; 2 Co 5,19ss; Gál 2,16; 4,4ss; 5,6; Ef 1,4-7.10s;
2,8s; 4,30; 1 Tes 4,3-8; 2 Tes 2,13s; 2 Tim 1,9; Tit 2,14; 3,4s; Heb 6,4s.12;
11,6; 12,4-11; Sant 2,18-26; 1 Pe 1,3; 1 Jn 1,9s; Ap 22,4s).
VII
LA IGLESIA
La
Iglesia (Comunidad cristiana, esposa, templo y Cuerpo de Cristo) es la comunión
de todo el pueblo de Dios, compuesta por pecadores perdonados y consagrados a
la tarea de extender el reinado de Dios.
En su proclamación anuncia el favor divino, que se vuelve juicio para
los que no se enmiendan y persisten en la injusticia.
La Iglesia es una, santa, católica y apostólica; y todos sus miembros
deben mantener una mutua solidaridad de acuerdo con sus diferentes dones y
necesidades. Además de la
celebración dominical de la Divina Liturgia (dividida en culto de predicación
y eucaristía), las iglesias se congregan para otras asambleas con tanta
frecuencia como convenga. Los sínodos
pueden establecer normas para el mejor orden de las iglesias y recibir
reclamaciones en casos de mala administración. Esas
reglas han de ser recibidas con reverencia (Mt 16,16-18; Jn 4,23s; 13,34s;
15,12-17; Hch 2,41-46; 20,7; Ro 12,3-9; 15,9-12; 1 Co 1,2; 11,22-29; 12,12s; 2
Co 8,9; Ef 1,10.22s; 2,19; 3,15-19; 4,3-16; 5,23-32; Flp 3,10; Col 1,18; 3,16;
1 Pe 2,9s; 2 Tim 2,12; Heb 10,24; 1 Jn 3,17; Ap 1,6).
VIII
LOS SIETE SACRAMENTOS
Los
sacramentos no son ritos cualesquiera, sino medios que ofrecen y confirman la
gracia divina, y que invitan a la participación en Dios.
Su eficacia depende del favor de Dios, anterior incluso a la fe.
Por el bautismo (hecho una sola vez) se consagra la persona al Dios
trino y existe un sacerdocio universal. Por
la crismación se consagra el cristiano al plan divino.
Por la eucaristía los fieles gozan del alimento divino para su comunión
y disfrute. Por el ministerio
ordenado hay sucesión apostólica (obispos, presbíteros y diáconos) y
disciplina eclesiástica. Por la
reconciliación hay perdón de pecados. Por
el matrimonio cumplen los cónyuges la ley de multiplicarse, educar a los
hijos en el respeto a Dios y la mutua fidelidad.
Por la unción al enfermo hay restauración y perdón para él (Mt
19,4ss; Jn 20,21ss; Hch 2,38s; Ro 6,3s; 1 Co 10,16s; 11,29; Gál 3,27; Ef
5,22s; 1 Tim 3,1-7; 4,14; 2 Tim 1,6; 1 Pe 3,21).
IX
LOS CONCILIOS ECUMÉNICOS
Las
principales verdades cristianas están registradas en los Credos y los siete
Concilios Ecuménicos:
1º)
Nicea (325): Convocado por
Constantino
contra modalistas y arrianos, que negaban la divinidad del Hijo.
2º) Constantinopla (381): Convocado
por Teodosio contra arrianos y macedonios, que negaban la divinidad del Espíritu
Santo. Afirma la
consustancialidad de las tres personas y niega el origen divino del primado
romano; Constantinopla pasa a ser la “Nueva Roma”.
3º) Efeso (431): Convocado
por Teodosio II contra Nestorio, que admitía dos personas en Cristo.
Define la unión hipostática en Cristo y la denominación de “Zeotókos”
para María. 4º) Calcedonia
(451): Convocado por Marciano
contra los monofisitas, que defendían una única naturaleza en Cristo.
Defiende la doble naturaleza, humana y divina, en Cristo.
5º) Constantinopla II (553): Convocado
por Justiniano contra Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro y otros
nestorianos. 6º) Constantinopla
III (680): Convocado por
Constantino IV contra los monoteletas, que afirmaban una sola voluntad en
Cristo. 7º) Nicea II (784):
Convocado por Irene contra los iconoclastas.
Los
Concilios son condiciones mínimas para salvaguardar la fe, que para los
Padres culmina en la “divinización”:
“Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera dios”.
X
LOS DERECHOS Y DEBERES CIVILES
Todo
cristiano tiene derechos y deberes hacia la sociedad, sabiendo que la
autoridad fue instituida por Dios para bien de todos.
Es necesario obedecer las leyes en sumisión y libertad de conciencia;
pero hay que negarla a las que nos obliguen a actuar contra la Palabra de
Dios. La Iglesia ha de orar por
las autoridades, honrar sus personas, pagarles tributos y someterse a sus
mandatos legales, sea cual fuere su actitud frente a la misma.
Estas autoridades no deben interferir en la administración de la
Iglesia ni entrometerse en asuntos de fe (Mt 22,21; Jn 19,11; Hch 4,18s; 5,29;
Ro 13,1-7; 1 Pe 2,13-17).