El
libro de los Salmos es el himnario y libro de oración de la Biblia, siendo, con
el curso de los siglos, el libro devocional por excelencia para los
cristianos. Es además, en el campo de
la literatura, la colección de poesía religiosa más grandiosa que jamás se haya
escrito. Asimismo es el lugar donde
Dios se encuentra con su pueblo de forma especial, pues él mismo inspiró estas
palabras y con ellas quiere ser alabado e invocado. Del mismo modo que el santuario del Antiguo Testamento se pensaba
que estaba en el centro físico del país, así también el libro de los Salmos
está justo en la mitad de la Biblia: si
la abrimos por el centro normalmente salen los Salmos. El libro se compone de 150 salmos, agrupados
en cinco grandes secciones o libros (imitando a los cinco libros de la Torah
hebrea y formando una especie de Pentateuco de la oración): 1-41; 42-72; 73-89; 90-106 y 107-150. Cada libro concluye con una doxología o
alabanza. Los hebreos han dado a la
entera colección el título de “tehillim” (que significa “canciones de
alabanza”), y la tradición cristiana confiere a David el título de “el
Profeta”. Pero el argumento de la
autoría davídica no está hoy muy consensuado.
Aunque David es presentado como un joven de extraordinario talento
musical, llamado el “dulce cantor de Israel” (2 Samuel 23,1). Sin embargo, cuando leemos en un Salmo la
expresión “de David”, quiere decir que está escrito a su estilo. Por ejemplo, una obra gongoriana no es
necesariamente una obra compuesta por Góngora.
Conocidos
popularmente como Salmos del rey David, estos poemas fueron en realidad
compuestos por varios autores durante un largo periodo de tiempo. Son canciones ofrecidas por los sacerdotes a
los peregrinos que acudían al templo, y así inspirar sus oraciones; como en el
caso de Ana, la madre de Samuel (1 Samuel 1,12-14; 2,1-11; Sal 113). Así un individuo moldeaba una oración basada
en un Salmo conocido.
Los
Salmos ofrecen variedad de contenido:
hay entre ellos himnos de alabanza y adoración; plegarias en demanda de
ayuda, protección y salvación; expresiones de arrepentimiento, confesión de
culpas y súplica de perdón; cánticos de gratitud por las bendiciones divinas y,
en conformidad con los conceptos todavía del AT, incluso peticiones de castigo
para los enemigos. Algunos son
personales y expresan sentimientos íntimos.
Otros representan las necesidades de todo el pueblo de Dios.
El Salterio es un cuerpo de poesía litúrgica. Su propósito es el uso para la comunidad, ya
sea por medio del canto o de la recitación.
Es frecuente recitar los Salmos antifonalmente, es decir, de forma
alternada entre el coro o el celebrante y la asamblea, o entre un lado y otro
de la congregación. La recitación
alternada concluye con el “Gloria Patri”.
También se puede hacer una recitación responsorial, que consiste en el
método de salmodia por el cual los versículos de un Salmo los canta un solista;
y la comunidad, junto con el coro, canta un refrán después de cada versículo o
grupo de versículos.
En esta traducción un asterisco divide cada versículo de los Salmos en
dos partes para su lectura o canto. En
la lectura, debe hacerse una pausa expresa en el asterisco.
Es obvio decir que el libro de los Salmos está en el AT, pero es más
significativo descubrir que todo el AT está en los Salmos, como un
“microcosmos” de la espiritualidad hebrea.
Atanasio llamó a los Salmos “un epítome de las Escrituras al
completo”. San Basilio señaló que eran
“un compendio de toda la teología”.
Lutero decía que los Salmos eran “una pequeña Biblia”. No presentan una imagen sistemática de Dios,
pero cuando un creyente reza con fe:
“Muéstrame, Señor, tus caminos” o “Guárdame como a la niña de tus ojos”,
sabe bien lo que quiere decir.
El propósito final es que recemos los Salmos, pero no como piezas de
museo, sino con la fuerza y la fe de millones de creyentes que antes de
nosotros lo hicieron.
SALMO 1 (Beatus vir qui non abiit)
1
Feliz quien no sigue el consejo de los malos,
*
ni se para en el camino de pecadores
y en la sesión de los cínicos no toma asiento.
2
Sino que en la ley del Señor está su delicia,
*
y en ella medita día y noche.
3
Será como árbol plantado junto a un río,
que da su fruto a su tiempo, y sus hojas no se marchitan. *
Cuanto hace prospera.
4
No así los malvados, *
que son como paja que se lleva el viento.
5
Por eso los malvados no tienen parte en el
juicio; *
ni los pecadores en la asamblea de los justos.
6
Porque el Señor cuida el camino de los
justos, *
pero el camino de los malvados termina en desastre.
SALMO 2 (Quare fremuerunt gentes?)
1
¿Por
qué se amotinan las gentes, *
y los paganos piensan cosas
vanas?
2
¿Por
qué se levantan los reyes de la tierra y los príncipes conspiran juntos *
contra el Señor y contra su
Ungido?
3
“¡Rompamos
sus ligaduras!”, dicen; *
“sacudámonos su yugo”.
4
Sentado
en el cielo sonríe, *
el Señor se burla de
ellos.
5
Después
les habla enfadado, *
lleno de furor les
dice:
6
“Yo
mismo he consagrado a mi rey *
sobre Sión, mi santo
monte”.
7
Voy
a publicar el decreto del Señor. *
Me ha dicho: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado
hoy.
8
Pídemelo
y te daré por herencia las naciones, *
y hasta el último rincón del
mundo en propiedad.
9
Los
triturarás con cetro de hierro, *
los desmenuzarás como
vasijas de loza”.
10
Ahora
pues, reyes, sed sensatos; *
¡aprended bien esta lección
los que regís el mundo!
11
Servid
al Señor con alegría y reverencia, *
someterse con respeto es
sensatez.
12
Honren
al Hijo, para que no se enfade, y perdáis el camino; *
pues su enfado se enciende
de pronto.
13
Felices
son *
todos los que en él confían.
Comentario
Dios pone su rey, su Ungido, sobre su pueblo. Rebelarse contra él supone rebelarse contra el mismo Dios
soberano que lo consagró. Las naciones
o pueblos paganos no aceptan su gobierno, pero el soberano sonríe
(trascendiendo la ironía de la historia), como quien conoce su fracaso; después
responde con enfado, pues comprueba que su elección y nombramiento para llevar
la justicia y la paz al mundo es despreciada.
El rey ungido toma la palabra y lee el protocolo de nombramiento, lo que
equivale a una adopción como hijo, y a una entrega del poder. Finalmente se lanza un ultimátum a los
rebeldes.
Este Salmo siempre va unido al 72, que exalta las virtudes del rey
ideal y que serían sobresalientes en el Ungido final: el Mesías (Daniel 9,25).
Toda la tradición cristiana lee este Salmo como mesiánico. El rey final o Mesías es Jesús resucitado,
que debe reinar en el mundo con su reinado espiritual (Hechos 4,25s; 13,33; 1 Corintios
15,24-28; Hebreos 2,7; 5,5; Apocalipsis 12,5; 19,15).
SALMO 3 (Domine, quid
multiplicati?) Oración matutina de
confianza en Dios
¡Cuántos se levantan contra
mí!
2
Cuántos
dicen de mí: *
“Dios no va a
salvarlo”.
3
Pero
tú, Señor, eres mi escudo protector; *
mi gloria, y quien me
anima.
y él me escucha desde su
santo monte.
5
Me
acuesto y me duermo, *
y me despierto, porque el
Señor me sostiene.
6
No
temeré al ejército innumerable, *
que me ha puesto cerco.
7
¡Levántate,
Señor, sálvame, Dios mío! *
Tú abofeteas a mis enemigos,
rompes los dientes de los malvados.
8
La
salvación es del Señor; *
sobre tu pueblo sea tu
bendición.
Comentario
Este Salmo lleva el título hebreo incierto: “Salmo de David cuando huía de su hijo Absalón”. Tiene el triángulo clásico del género: el orante, los enemigos y el Señor. La imagen es bélica. El orante, indefenso, se ve asediado por una multitud que acampa a su alrededor y se levanta para el asalto. Pero entre ambos se interpone un cerco mayor: el Señor como escudo. Por eso su vida sigue con su ciclo normal: se acuesta, duerme, se levanta. El sueño tranquilo es expresión de calma. Por la mañana el Señor se alza como el sol al amanecer, y la batalla se convierte, imaginativamente, en un combate singular, a fuerza de puños.
En la tradición cristiana el dormir y despertar se toman como símbolo
de muerte y resurrección. Tras el
dormir viene la resurrección y la victoria final.
SALMO 4 (Cum invocarem) (Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío). Oración vespertina de confianza en
Dios.
tú, que en el aprieto me
diste alivio; ten piedad de mí y oye mi oración.
2
Señores
mortales, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, *
amaréis la falsedad y
buscaréis la mentira?
3
Sabedlo,
el Señor prefiere al que le es fiel; *
sabed que el Señor me
escucha cuando lo invoco.
4
Temblad
y no pequéis; *
meditad en el lecho en
silencio.
5
Ofreced
sacrificios sinceros, *
y confiad en el Señor.
6
Muchos
dicen: “¿Quién nos mostrará el
bien?”. *
Alza sobre nosotros, Señor,
la luz de tu rostro; míranos con buenos ojos.
7
Pues
tú diste alegría a mi corazón, *
mayor que la de ellos cuando
abundaban su grano y su mosto.
8
En
paz me acostaré y asimismo dormiré, *
porque sólo tú, Señor, me
haces vivir confiado.
Comentario
Lo mismo que el Salmo anterior era una oración para el Oficio Matutino, éste es para el Vespertino, pues el Salmo está dominado por la confianza al final del día.
El orante se encuentra como entre dos frentes y desde ahí se dirige a
Dios: le suplica en segunda persona,
recuerda sus beneficios, habla de él a otros.
A los enemigos (nobles o gente influyente que hace tiempo lo
desprestigian) los interpela con retórica apasionada, acumulando preguntas e
imperativos. De los amigos cita en
síntesis sus palabras en el versículo 7 y les ofrece su testimonio
ejemplar. Habla de la estrechez por la
que pasó y la holgura que Dios le dio (experiencias primordiales en el espacio
que son símbolos de la experiencia espiritual). El sueño puede simbolizar el descanso sereno; incluso el descanso
definitivo.
Los versículos 4-6 trazan las etapas de una conversión (es curioso que
no pida el castigo para los malos):
primero reconocer que el Señor está de parte del orante fiel y sentir un
respeto saludable que lo hace cesar en el pecado. Después meditar en silencio en el lecho y por la mañana ofrecer
un sacrificio sincero. El desenlace
feliz es la confianza en el Señor. La
alegría que da Dios es inefable, mayor que cualquier alegría humana.
Efesios 4,26 cita a su aire el versículo 5 de este Salmo. Para el símbolo del espacio pueden verse
Hechos 17,28 y Efesios 3,18.
SALMO 5
(Verba mea auribus) (Señor,
escucha mis palabras).
atiende a mis gemidos.
2
Haz
caso de mis gritos de auxilio, Rey mío y Dios mío; *
pues te lo suplico,
Señor.
3
De
mañana oyes mi voz; *
por la mañana te expongo mi
causa y quedo aguardando.
4
No
eres tú un Dios que quiera lo malo; *
los malvados no pueden vivir
a tu lado.
5
En
tu presencia no hay lugar para los arrogantes; *
pues detestas a los
malhechores.
6
Destruyes
a los mentirosos; *
rechazas a los sanguinarios
y asesinos.
7
En
cambio yo, por tu gran amor, entraré en tu casa; *
me postraré con toda
reverencia hacia tu santuario.
8
Guíame,
Señor, en tu justicia, porque tengo enemigos.
*
Alláname tu camino.
9
En
su boca no hay sinceridad; *
por dentro son
perversos.
10
Sepulcro
abierto es su garganta; *
su lengua es pura
mentira.
11
Castígalos,
oh Dios; *
caigan por sus mismos
planes.
12
Recházalos
por sus muchos crímenes; *
porque se rebelan contra
ti.
13
Que
se alegren los que en ti confían; *
den voces de júbilo
perpetuo.
14
Tú
defiendes *
a los que en ti se alegran y
aman tu Nombre.
15
Porque
tú bendices al fiel; *
como un escudo tu favor lo
rodea.
Comentario
Un inocente, injustamente acusado, apela al tribunal de Dios en el
templo (v. 7-8), expone su causa (v. 3), aguarda la sentencia (v. 3) y el
fracaso de sus adversarios (v. 11-12).
El Salmo también se puede usar por un inocente injustamente condenado
por un tribunal humano.
En el juicio escatológico, el Señor es juez absoluto e imparcial, pero no neutral. Es justo e irreconciliable con la injusticia, y por eso se opone a los malvados. No los hospeda, pues los detesta y destruye (en realidad se destruyen ellos mismos por sus planes). Aún así, su respuesta está temperada por la bondad (v. 14). El orante se pone en manos de ese Dios para ser juzgado, encomendándose a su favor. Entra confiado en el templo y se postra reverente. El “gran amor” del v. 7 es el título clásico de Dios en el Antiguo Testamento (Exodo 36,4).
El Salmo lo cita Pablo en su Carta a los Romanos para describir la
depravación universal. La figura del
juez a quien se encomienda Jesús se lee en 1 Pedro 2,23.
Salmo 6 (Domine, ne in furore)
1
Señor, no me reprendas en tu enojo *
ni me
castigues enfadado.
2
Piedad de mí, oh Dios, que desfallezco; *
cura,
Señor, mis huesos dislocados.
3
Respiro entre temblores; *
y tú,
Señor, ¿hasta cuándo?
4
Vuélvete, Señor, libra mi vida; *
¡sálvame
por tu amor!
5
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca; *
en el
sepulcro, ¿quién te alaba?
6
Estoy agotado de tanto llorar; *
todas las
noches inundo de llanto mi lecho y riego la cama con lágrimas.
7
Se me nublan los ojos irritados; *
envejecen
a causa de tantos enemigos.
8
¡Apartaos de mí, malhechores! *
Que el
Señor ha escuchado mi llanto.
9
El Señor ha escuchado mi ruego. *
¡Ha
acogido el Señor mi oración!
10 Queden
derrotados y desconcertados mis enemigos; *
que se
retiren avergonzados de repente.
Comentario
Súplica de un enfermo grave. En
su experiencia entran la enfermedad con sus sufrimientos, la angustia interior,
la conciencia de pecado y el temor a la muerte. Las relaciones entre dichos factores iluminan el sentido del
Salmo.
Los enemigos pueden ser rivales que se aprovechan de la enfermedad; o
bien el paciente se vuelve más sensible a una hostilidad precedente y
conocida. La muerte será el cerco
triunfante de los rivales. La
respiración es temblorosa, puro soplo que se consume, las lágrimas desahogan y
consumen los ojos. Además, la
enfermedad es sentida como efecto del pecado; en este caso como escarmiento
saludable de la levedad humana. Sólo
Dios puede dar el remedio a la dolencia, por eso pide que se “vuelva” con
misericordia y cure: de enfado a
piedad, de corrección a salvación.
La tradición cristiana ha visto en Hebreos 5,7, con la alusión a los
gemidos y lágrimas de Jesús, una alusión a este Salmo. También Mateo 7,23 y Lucas 13,27 pueden ser
una alusión al v. 8.
SALMO 7 (Domine, Deus meus) (Señor,
Dios mío, a ti me acojo).
1
Señor, Dios mío, a ti me acojo; *
sálvame de
mis perseguidores y líbrame.
2
Que no me atrapen como leones *
y me
despedacen sin remedio.
3
Señor, Dios mío, si soy culpable: *
si hay
crímenes en mis manos.
4
Si he perjudicado a mi amigo *
o vengado
del que me ataca sin motivo.
5
De ser así, que el enemigo me persiga y alcance; *
que me
arrastre por el suelo y pisotee mi honor.
6
Levántate, Señor, indignado. *
¡Haz
frente a la furia de mis adversarios!
7
Acude a defenderme en el juicio que has convocado. *
Que te
rodee una asamblea de naciones.
8
Presídela desde lo alto.
*
El Señor
juzgará a los pueblos.
9
Júzgame conforme a mi inocencia, oh Señor; *
según mi
integridad, Dios justo.
10 Cese la
maldad de los culpables, y apoya al inocente; *
tú que
sondeas el corazón en profundidad.
11 Mi escudo
es el Dios Altísimo, *
que salva
a los de corazón sincero.
12 Dios es
juez justo, *
que sentencia
la maldad cada día.
13 Si no se
enmiendan, afilará su espada; *
tensará el
arco y apuntará.
14 Ha
preparado armas mortíferas, *
ha
templado al fuego sus flechas.
15 Mirad, el
malvado concibió un crimen, *
preñado de
maldad da a luz un fraude.
16 Una zanja
cavó y ahondó; *
y en su
propio hoyo caerá.
17 Recaiga
sobre él su maldad, *
que le
caiga su violencia en su propia coronilla.
18 Yo
confesaré la justicia del Señor; *
tañendo en
honor del Señor Altísimo.
Comentario
Súplica de un inocente injustamente acusado que apela al tribunal de
Dios en el templo con un Salmo destinado a procesos de apelación. El acusado acude al templo (v. 1), protesta
de su inocencia (9), lo jura (3-5), acusa a sus acusadores (1-3.6.15-17). El juez investiga, da sentencia absolutoria
y condenatoria. La imagen del león
alude a lo que hay de bestial en el ser humano y que aflora en su
conducta. El orante proclama su
inocencia y la justicia del Señor. Se
da al reo la posibilidad de enmendarse (13).
El Nuevo Testamento describe al diablo, verdadero enemigo, como león
rugiente (1 Pedro 2,23; 5,8). Mateo
25,32 presenta al juez universal escatológico.
Salmo 8 (Domine, Dominus noster)
Oh Señor, soberano nuestro
1
Oh, Señor, soberano nuestro, *
¡qué
imponente es tu Nombre en toda la tierra!
2
¡Has puesto tu gloria más allá de los cielos! *
Con la
alabanza de los pequeños y criaturas de pecho
3
has construido una fortaleza frente a tus adversarios, *
para hacer
callar al enemigo vengativo.
4
Cuando contemplo tu cielo, obra de tus dedos, *
la luna y
las estrellas que allí fijaste,
5
pienso: ¿qué es el
hombre para que te acuerdes de él,*
el ser
humano para que de él te ocupes?
6
Le hiciste casi como un dios (un ángel), *
lo
coronaste de honor y dignidad.
7
Le has dado autoridad sobre la obra de tus manos; *
todo lo
pusiste bajo sus pies.
8
Todas las ovejas y bueyes sin excepción, *
y también
los animales salvajes.
9
Las aves del cielo y los peces del mar, *
y todo lo
que surca los senderos de los mares.
10
Oh, Señor, soberano nuestro, *
¡qué
imponente es tu Nombre en toda la tierra!
Comentario
El Salmo trata de la posición del ser humano en la creación, su
pequeñez frente a la grandeza divina y su grandeza por el favor de Dios. Así pues, es su virrey y a la vez su
vasallo. Hebreos 2,5-8 aplica el Salmo
a Jesús, que recibe la corona a través del sufrimiento. Mateo 21,16 lo aplica a la alabanza infantil
en honor de Jesús.
SALMO
9 (Confitebor tibi)
1
Te alabo, Señor, de
todo corazón; *
contaré todas tus maravillas.
2
Quiero alegrarme y
regocijarme en ti;
tañendo salmos en tu honor, oh Altísimo.
3
Mis enemigos
retroceden, *
tropiezan y perecen ante ti.
4
Porque tú, Juez justo,
me has vindicado; *
sentado en tu trono me has hecho justicia.
5
Reprendiste a los
paganos, destruiste al malvado; *
¡has borrado su recuerdo para siempre!
6
Desgracia sin fin cayó
sobre el enemigo;
se acabó su recuerdo, redujiste sus ciudades a ruinas
perpetuas.
7
Pero el Señor reina por
siempre; *
ha dispuesto su trono para el juicio.
8
Juzgará el orbe con
justicia; *
gobernará a los pueblos con equidad.
9
El Señor es refugio de
los oprimidos; *
él los protege en momentos de angustia.
10
Señor, los que te
conocen confían en ti; *
porque jamás abandonas a los que te buscan.
11
Tañed para el Señor que
reina en Sión; *
narrad sus proezas a los pueblos.
12
El vengador de los
inocentes se acuerda de ellos; *
no olvida el clamor de los afligidos.
13
¡Piedad, Señor! Mira mi desgracia, *
tú, que me sacas de las puertas de la muerte.
14
Para que pueda contar
tus proezas *
y celebrar tu victoria a las puertas de Sión.
15
Han caído los paganos
en la fosa que cavaron; *
en la red que escondieron su propio pie quedó
prendido.
16
El Señor se ha dado a
conocer haciendo justicia;
y el malvado se enreda en su propia acción.
17
Bajan al sepulcro los
malvados; *
los paganos que olvidan a Dios.
18
Pues no se olvida para
siempre del necesitado; *
ni la esperanza del pobre se frustrará.
19
¡Levántate, Señor! Que no triunfe el altanero; *
sean juzgados los impíos delante de ti.
20
Infúndeles, Señor, tu
respeto; *
¡que los pueblos sepan que son simples mortales!
Comentario
En el original los Salmos 9 y 10 son un solo Salmo en forma de acróstico, que sigue el alefato hebreo. Ningún otro Salmo presenta un texto tan deteriorado; hace falta reconstruir el orden. En la primera parte domina la alabanza, en la segunda la súplica. El tema central es el patrón judicial, cuyas piezas aparecen dispersas. Dios juzga rectamente porque es rey en Sión (capital de su reino y donde está su trono); no se desentiende del mal hecho por los impíos a los necesitados ni olvida la causa justa.
SALMO 10
(9b) Ut quid, Domine?
1
Señor, ¿por qué te quedas lejos *
y te
escondes en momentos de angustia?
2
Con arrogancia persigue el malvado al indefenso; *
pero se
enreda en sus propias artimañas.
3
El malvado se jacta de su propia ambición; *
en su
codicia desprecia y maldice al Señor.
4
Levanta insolente la nariz y dice: *
“No hay
Dios que me pida cuentas”.
5
Sus maquinaciones tienen éxito; *
tus
juicios están tan lejos de él que desafía a sus rivales.
6
Piensa: “No vacilaré
jamás; *
siempre
seré feliz y nunca me alcanzará el infortunio”.
7
Su boca está llena de maldición, engaños y fraudes; *
sus
palabras ocultan maldad y violencia.
8
Se agazapa en las aldeas, a escondidas espera a sus
víctimas;
asesina a
mansalva al inocente.
9
Acecha como un león en su cueva, listo para atrapar al
indefenso; *
lo coge y
lo arrastra en su red.
10
Se encoge, se agacha; *
y caen en
sus garras los indefensos.
11
Piensa: “Dios se ha
olvidado; *
se tapa la
cara y no ve nada”.
12
¡Levántate, Señor, extiende tu brazo! *
No te
olvides de los afligidos.
13
¿Por qué desprecia el malvado a Dios, *
pensando
que no le pedirá cuentas?
14
Pero tú ves las penas y la opresión; *
tú das su
merecido.
15
A ti se acoge el desvalido, *
tú eres el
amparo del huérfano.
16
¡Rompe el poder del malvado! *
¡Pídele
cuentas de su maldad hasta que no quede nada pendiente!
17
El Señor es rey eterno; *
los
paganos serán borrados de su país.
18
Señor, tú escuchas el deseo de los humildes; *
tú los
animas y oyes su clamor.
19
Tú defiendes al huérfano y al oprimido; *
para que
el hombre, hecho de tierra, no siembre más su terror.
Comentario
Vale el mismo
comentario que para el Salmo anterior, pues son el mismo Salmo.
SALMO 11
(10) In Domino confido
1
En el Señor he confiado; *
¿por qué
me aconsejáis que escape al monte como un ave?
2
Los malvados tensan el arco y ajustan flechas a la cuerda, *
para
asaetear desde las sombras a los honrados.
3
Cuando son destruidos los fundamentos, *
¿qué puede
hacer el justo?
4
Pero el Señor está en su santo templo; *
el Señor
tiene en el cielo su trono.
5
Sus ojos observan atentamente; *
su mirada examina a los
habitantes de la tierra.
6
El Señor vigila a justos y a malvados; *
y aborrece
al que ama la violencia.
7
Hará llover sobre los malvados ascuas, fuego y azufre; *
un viento
incandescente será su suerte.
8
Porque el Señor es justo y ama la justicia; *
por eso
los íntegros verán su rostro.
Comentario
Un inocente perseguido acude
al templo invocando el derecho de asilo.
Pero el templo, en ese momento de anarquía, no ofrece refugio
seguro. Entonces el fiel apela al
juicio del Señor. Porque Dios es el
Juez supremo, cuyo tribunal está en el cielo, sin derecho de apelación. Dios indaga rectamente y ejecuta su sentencia
con armas ígneas (se entrevé el castigo ejemplar de Sodoma y Gomorra). ¿Qué le queda al inocente cuando el mismo
fundamento del derecho y sus instituciones no funciona? La fe en un Dios justo y poder ver su rostro.
El Salmo tiene una fuerte trasposición cristiana al final de los
tiempos y el juicio escatológico (Hechos 10,42). Ver a Dios es la dicha de la visión beatífica.
SALMO 12
(11) Salvum me fac (Oración pidiendo ayuda)
1
Sálvanos, Señor, que no quedan creyentes fieles; *
ya no hay
gente sincera.
2
No hacen sino mentirse unos a otros; *
hablan con
hipocresía y doblez de corazón.
3
¡Ojalá cortase el Señor los labios lisonjeros *
y toda
lengua fanfarrona!
4
A los que dicen:
“Con tener boca nos basta, *
y en
nuestros labios confiamos; ¿quién nos dará órdenes?”
5
El Señor dice: “Me
levantaré a poner a salvo al oprimido, *
para
ayudar al pobre que lo anhela”.
6
Las palabras del Señor son limpias; *
como plata
refinada en el crisol, acrisolada siete veces.
7
Tú, Señor, nos cuidarás; *
nos
librarás siempre de esa clase de gente.
8
De los malvados que merodean por todas partes; *
y de las
sabandijas que alaban la maldad.
Comentarios
Este Salmo trata de los malvados, sobre todo de los que se llaman
creyentes.
SALMO 13
(12) Usquequo, Domine?
1
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Me olvidarás para siempre? *
¿Hasta
cuándo esconderás de mí tu rostro?
2
¿Hasta cuándo he de estar cavilando con el corazón apenado
todo el día? *
¿Hasta
cuándo me dominará mi enemigo?
3
Señor y Dios mío, mírame y respóndeme;
ilumíname;
que no duerma el sueño de la muerte.
4
Que no diga mi enemigo:
“Le he vencido”. *
¡Que no se
alegre si yo fracaso!
5
Pues yo confío en tu gran amor; *
mi corazón
se alegra en tu salvación.
6
Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho;
alabaré el
Nombre del Altísimo.
Comentarios
Súplica urgente por la conciencia de muerte. Este sentido impregna la vida del sentimiento de prisa. Dios tiene tiempo porque es eterno, pero el
ser humano es mortal. El tiempo de Dios
y el humano no coinciden. Si el sueño
de la muerte es la última respuesta de la vida, ¿de qué le vale al orante? La contingencia provisional o fracaso es una
pérdida irreparable. Más allá de la
muerte suena el grito de victoria del enemigo.
Pero al final se impone la esperanza en el gran amor de Dios.
Por la resurrección de Cristo en el Nuevo Testamento la muerte ha
dejado de ser un sueño definitivo.
SALMO 14
(13) Dixit insipiens
1
Piensa el necio: “No
hay Dios”. *
Todos se
han pervertido, han hecho cosas horribles, no hay ni uno que haga el bien.
2
Desde el cielo el Señor contempla a los humanos; *
para ver
que hay alguien sensato que busque a Dios.
3
Pero todos se han descarriado, a una se han corrompido; *
no hay
quien haga lo bueno, ni siquiera uno.
4
¿Acaso no aprenderán los malhechores, *
los que
devoran a mi pueblo como si fuera pan y al Señor no invocan?
5
Temblarán de espanto; *
pues Dios
están con los justos.
6
Se burlan de los planes de los humildes; *
pero el
Señor los protege.
7
¡Ojalá venga de Sión la salvación de Israel! *
Cuando el
Señor restaure a su pueblo, se regocijará Jacob y se alegrará Israel.
Comentarios
El Salmo contrapone dos tipos humanos:
el necio y el sensato. Sus actitudes
y conductas ordenan el Salmo. El necio
niega a Dios; el sensato lo busca. De
la insensatez brota la perversión y la explotación del prójimo; de la sensatez
brota el bien. En el tablero de la
humanidad se juega esta partida, con sus respectivos destinos. El Señor observa desde arriba, aprecia e
interviene. El desenlace es terror y
fracaso para los malvados, pero protección y asistencia para los justos. Proverbios 1,7 afirma programáticamente que
“el principio de la sensatez es respetar a Dios”.
El final del Salmo pertenece a la era exílica y al contexto de la
restauración (Oseas 6,11; Jeremías 30,3; 33,7; Ezequiel 39,25; Joel 4,1). En tal caso los babilonios serían los
devoradores del pueblo desterrado. El
Salmo 53 da otra versión, peor conservada, del texto.
SALMO 15
(14) Domine, quis habitabit?
Lo que Dios espera del ser humano
1
Señor, ¿quién habitará en tu santuario? *
¿Quién
vivirá en tu santo monte?
2
Sólo el de conducta intachable;
quien hace
lo bueno y es sincero.
3
El que no calumnia con su lengua ni hace mal al prójimo; *
quien no
ofende a su vecino.
4
El que reprueba al que merece el desprecio del Señor; *
pero honra
al que honra al Señor.
5
El que cumple lo prometido, *
aunque
salga perjudicado.
6
El que no presta dinero a usura; *
ni acepta
sobornos en contra del inocente.
7
El que vive así, *
no caerá
jamás.
Comentarios
Este Salmo se suele considerar como de entrada al templo. La comitiva hace la pregunta ritual por boca
de su responsable: “¿Quién
puede...?” Y el levita encargado
responde con una lista ética.
También el Salmo puede ser una reflexión personal estilizada en forma
de pregunta y respuesta. Hospedarse
simboliza la unión con Dios. Con todo,
las exigencias éticas hacia el prójimo son condición de la verdadera religión
(Jeremías 7,1-15).
La interpretación cristiana lee el monte Sión como símbolo de la nueva
ciudad, la Iglesia celeste.
SALMO 16 (15) Conserva me, Domine
No hay
mejor herencia
1 Guárdame,
Dios, que me refugio en ti *
He dicho
al Señor: “Tú eres mi dueño, no tengo
bien fuera de ti”.
2 Para los
consagrados de la tierra, *
para los íntegros es toda
mi complacencia.
3 Pero
multiplicarán sus penas *
los que
corren tras dioses extraños.
4 Jamás
tendré parte en sus cruentos sacrificios *
ni mis
labios pronunciarán sus nombres.
5 Tú, Señor,
eres mi todo: mi porción y mi
copa. *
Tú
sustentas mi suerte.
6 Me ha
tocado una parcela hermosa, *
me encanta
la heredad que me ha correspondido.
7 Bendigo al
Señor que me aconseja, *
aún de
noche mi conciencia me enseña.
8 Siempre
tengo presente al Señor, *
con él a
mi diestra no tropiezo.
9 Por eso mi
corazón se alegra con un gozo entrañable, *
y todo mi
ser descansa bien seguro.
10 Pues no
dejarás que mi vida acabe en el sepulcro, *
ni dejarás
a tu amigo fiel en la tumba.
11 Me
mostrarás la senda de la vida: *
plenitud
de gozo en tu presencia,
delicias
perpetuas a tu diestra.
Comentarios
Seguramente este Salmo es el de la profesión de un sacerdote el día de su consagración. Los versículos 2 al 4 presentan dificultades textuales importantes, que deben resolverse con una propuesta coherente con el contexto. Por eso hay traducciones tan dispares de los mismos.
Domina todo el Salmo la expresión de confianza muy sentida junto a elementos sapienciales. El reparto de la tierra, excluidos los levitas, es también mencionado. Dios mismo, sin intermediarios, es el maestro que aconseja; protege al fiel sin que medie el templo como asilo. El texto nos llega como estímulo y expresión de experiencias similares.
Este Salmo se aplica al Mesías resucitado (Hch 2,24; 13,34), y también puede ser recitado por el cristiano con la esperanza de su resurrección.
SALMO 17 (16) Exaudi,
Domine
Oración
pidiendo justicia
1
Escucha, Señor, mi causa justa, atiende a mi clamor; *
presta
oído a mi súplica, que no brota de labios mentirosos.
2
Emane de ti la sentencia, *
miren tus
ojos lo que es justo.
3
Aunque sondees mi corazón y lo escudriñes de noche; *
aunque lo
pruebes en el crisol, no encontrarás malicia.
4
Mi boca no ha faltado, como hacen otros; *
he
guardado tus mandatos.
5
No he circulado al margen de tu ley; *
he seguido
firme en tus caminos, sin apartarme de ellos.
6
Yo te llamo, oh Dios, porque tú me respondes; *
inclina tu
oído y escucha mis palabras.
7
Dame una clara muestra de tu amor, *
tú, que
salvas de sus enemigos a quienes se refugian a tu diestra.
8
Guárdame como a la niña de tus ojos, *
escóndeme
a la sombra de tus alas.
9
Lejos de los malvados que me atacan, *
de los
enemigos mortales que me cercan.
10 Han
cerrado sus entrañas, *
y sólo
hablan arrogancias.
11 Sus pasos
me están cercando, *
fijan sus
ojos para derribarme.
12 Como león
ávido de presa, *
como
cachorros que acechan en su guarida.
13 ¡Levántate,
Señor, hazles frente, doblégalos! *
Líbrame
con tu espada del malvado.
14 Con tu
poder, Señor, líbrame de ellos, *
pues su
horizonte es meramente terreno.
15 Pero a tus
protegidos, Señor, llénales el vientre; *
que se
sacien sus hijos y aún sobre para los nietos.
16 Pero mi
banquete es contemplar tu rostro; *
al
despertar, me saciaré con tu semblante.
Comentarios
Se trata de la súplica de un inocente injustamente acusado que apela al tribunal de Dios. Afirma su inocencia y acusa a los enemigos, pide al juez que examina la causa para ejecutar la sentencia. Mientras goza del asilo del templo, y por la mañana será admitido a la presencia de Dios. El desarrollo procede en tres peticiones: 1-5, 6-12, 13-16. El versículo final se aplica a la resurrección.
SALMO 18 (17) Un canto de victoria
Parte I: Diligam te, Domine
1
Te amo, Señor, fortaleza mía, *
mi roca, mi castillo, mi libertador.
2
Mi Dios, el peñasco donde me refugio, *
mi escudo
y mi fuerza: alabado seas.
3
Yo te invoco, *
y quedo a
salvo de mis enemigos.
4
Las olas de la muerte me envolvían, *
los
torrentes del abismo me abrumaron.
5
Me cercaban lazos del abismo, *
me
asaltaban redes de muerte.
6
Clamé al Señor en mi angustia, *
alcé mi
grito hacia mi Dios.
7
Desde su templo oyó mi voz, *
mi clamor
llegó a sus oídos.
8
Entonces se estremeció la tierra, *
los
cimientos de los montes temblaron sacudidos por su furia.
9
De su nariz brotaba humo y de su boca un fuego voraz; *
lanzaba
ascuas encendidas.
10 Rasgando
el cielo, descendió, *
con una
densa nube bajo sus pies.
11 Volaba
cabalgando un querubín, *
sobre las
alas del viento planeaba.
12 Se
escondió en densa oscuridad, *
entre
aguas tenebrosas y espeso aguacero.
13 Al fulgor
de su presencia *
las nubes
se deshicieron en granizo y centellas.
14 El Señor
tronó desde el cielo, *
el
Altísimo hizo sonar su voz.
15 Lanzó sus
flechas y dispersó a mis enemigos, *
lanzó
relámpagos y los ahuyentó.
16 Apareció
el fondo del mar y se descubrieron los cimientos de la tierra, *
ante tu
bramido, Señor, al furioso soplo de tu nariz.
17 Desde
arriba tendió la mano y me agarró, *
me sacó de
las aguas profundas.
18 Me salvó
de enemigos poderosos, *
de adversarios más fuertes que yo.
19 Me
asaltaron en el día funesto, *
pero el
Señor fue mi apoyo.
20 Me sacó a
un lugar amplio, *
me libró
porque me amaba.
Parte
II: Et retribuet mihi
21 El Señor
me paga según mi justicia,
retribuyó
la pureza de mis manos.
22 Pues he
seguido el camino del Señor *
y no
renegué de mi Dios.
23 Presentes
tengo todas sus sentencias, *
y no he
abandonado sus decretos.
24 Fui
íntegro con él, *
y me he
alejado de la injusticia.
25 El Señor
me ha recompensado, *
según la
limpieza que ha visto en mis manos.
26 Con el
leal tú eres leal, *
íntegro
con el íntegro.
27 Con el
sincero eres sincero, *
con el
tramposo eres sagaz.
28 Tú salvas
a los humildes, *
pero
humillas a los soberbios.
29 Tú, Señor,
enciendes mi lámpara; *
Dios mío,
tú alumbras mi oscuridad.
30 Con tu
apoyo me lanzo a la refriega, *
con mi
Dios asalto la muralla.
31 Dios, cuyo
camino es perfecto, y cuya palabra siempre se realiza, *
escudo
eres para los que a ti se acogen.
32 ¿Quién es
Dios sino el Señor? *
¿Qué roca
hay fuera de nuestro Dios?
33 Es él
quien me da fuerzas, *
quien hace
intachable mi conducta.
34 Él hace
mis pies ligeros, como un ciervo, *
y me
asienta en las alturas.
35 Adiestra
mis manos para la lucha, *
y mis
brazos para tensar arcos de bronce.
36 Tú me das
el escudo victorioso, *
tu diestra
me sostiene y multiplicas tus cuidados conmigo.
37 Me has
despejado el camino, *
y mis pies
no resbalan.
38 Perseguí a
mis enemigos y di alcance, *
y no volví
hasta acabar con ellos.
39 Los
derroté y no podían rehacerse; *
sucumbían
debajo de mis pies.
40 Me armaste
de valor para el combate, *
doblegaste
a mis agresores y los pusiste en fuga.
41 Destruí a
los que me odiaban, gritaron, pero no hubo salvador; *
clamaron
al Señor, pero no hubo respuesta.
42 Los molí
como polvo que se lleva el viento, *
los
desmenucé como lodo de las calles.
43 Me
libraste de sediciones internas de mi pueblo, *
me pusiste
a la cabeza de naciones.
44 Me sirve
gente que yo no conocía, son todo oídos y me obedecen; *
hasta
extraños interesados me adulan.
45 Los
extranjeros palidecen, *
y salen
temblando de sus refugios.
46 ¡Viva el
Señor, bendita sea mi roca! *
¡Sea
ensalzado mi Dios y salvador!
47 El Dios
que me dio el desquite, *
y sometió
pueblos debajo de mí.
48 Él me
salva de la furia de mis enemigos y de rebeldes que se alzan contra mí, *
tú me
salvas del violento.
49 Por eso,
Señor, te alabaré entre las naciones, *
y tañeré
en tu honor.
50 Concedes
grandes victorias a tu rey, *
otorgas tu
favor a tu Ungido, a David y a su descendencia por siempre.
Comentarios
Este Salmo se encuentra en 2 Samuel 22,1-51, y se puede considerar como
el “Tedéum” final de David. Una vida
lograda con el favor de Dios y librada de todos los peligros.
El texto está dividido en dos cuadros unidos por una pieza
reflexiva. Ambos cuadros cuentan la
liberación de los peligros. El primero
es una trasposición de teofanía imaginaria con rasgos mitológicos. El segundo estiliza una narración típica de
la guerra, hasta que el protagonista se establece como rey de su pueblo y
soberano de pueblos extranjeros. La
pieza central es la reflexión del orante.
SALMO 19 (18) Caeli
enarrant
La gloria de Dios en la creación
1
Los cielos cuentan la
gloria de Dios, *
el firmamento proclama la obra de sus manos.
2
Un día le pasa el
mensaje a otro día, *
una noche le informa a otra noche.
3
Aunque no se escuchen
palabras ni lenguaje, *
ni se oiga voz alguna.
4
Su eco suena por toda
la tierra, *
y llega al último rincón del orbe.
5
Puso una tienda al sol
allá en lo alto, *
que alegre como un esposo sale de su alcoba, como
atleta que emprende su carrera.
6
Asoma por una punta del
cielo y su órbita llega al otro extremo; *
nada se esconde a su calor.
7
La ley del Señor es
perfecta, portadora de vida; *
el precepto del Señor educa, instruye al
sencillo.
8
Los mandamientos del
Señor son rectos, alegran el corazón; *
la norma del Señor es límpida, da luz a los
ojos.
9
El respeto del Señor es
puro, dura para siempre;
los decretos del Señor son verdaderos, todos ellos
justos.
10
Más valiosos que el
oro, que el metal refinado; *
más dulces que la miel, que el jugo de los
panales.
11
Aunque tu servidor se
alumbra con ellos, *
y le es provechoso obedecerlos,
12
los errores propios,
¿quién los percibe? *
perdona, Señor, mis faltas ocultas.
13
Guarda a tu siervo del
orgullo, que no me domine nunca; *
entonces quedaré íntegro y libre de gran pecado.
14
Acoge las palabras de
mi boca, acepta mi meditación; *
Señor, roca mía, redentor mío.
Comentarios
La creación interpela al ser humano, invitándolo a la trascendencia. Cualquier persona puede abrirse al lenguaje de la creación y elevar la voz como liturgo del cosmos. Pero no lo hace y falla, y entonces Dios hace palabra su designio para iluminar al hombre: es la ley, revelación valiosa y sabrosa del proyecto divino. Pero vuelve a fallar, y su fallo es aún más grave. Es que la ley manda sin dar fuerzas, y revela al hombre su impotencia, descubriéndole su limitación y el poder del mal que le avasalla. Entonces, al sentir su incapacidad, se vuelve a Dios pidiendo auxilio para que le otorgue inocencia e integridad. Sólo entonces puede entonar una alabanza final.
La ley es perfecta, yo no. Ilumina, pero muchas cosas inconscientes se me ocultan. La saboreo, pero no logro cumplirla. En el fondo quedan mis malas inclinaciones, tendencias y motivaciones reprimidas. Pero lo peor es pecar a sabiendas, el orgullo y la soberbia, el endurecimiento. Al sentirme impotente apelo a la gracia de Dios e imploro la absolución. Sólo con la ayuda de Dios seré íntegro. Ya absuelto pronuncio mi plegaria uniéndome al himno de toda la creación y respondiendo al atractivo de la ley. Esta reflexión anticipa la enseñanza de Pablo en su Carta a los Romanos.
SALMO 20 (19) Exaudiat te Dominus
Oración por la victoria
1
Que el Señor te escuche el día de tu angustia, *
que te
proteja el Nombre del Dios de Jacob.
2
Te envíe ayuda desde su santuario *
y te apoye
desde Sión.
3
Que recuerde todas tus ofrendas *
y acepte
tu holocausto.
4
Te conceda lo que deseas *
y realice
todos tus planes.
5
Nosotros celebraremos tu victoria y desplegaremos
estandartes en nombre de nuestro Dios.
*
¡Que el
Señor cumpla todas tus peticiones!
6
- Ahora sé que el Señor da la victoria a su ungido; *
que le escucha desde su santo cielo y le da
grandes victorias con poder.
7
Unos confían en sus carros de guerra y otros en la
caballería, *
pero
nosotros contamos con el Señor, Dios nuestro.
8
Ellos se encorvan y caen, *
pero
nosotros nos mantenemos de pie.
9
¡Señor, otorga tu victoria al rey! *
Respóndenos
cuando te invocamos.
Comentarios
Salmo regio que pide la bendición divina para el rey (ungido). Parece una oración antes de la batalla, donde, un grupo entona una serie de peticiones a favor del rey. Una voz singular (un sacerdote o un profeta) anuncia que se cumplirán las peticiones por la confianza en el Nombre del Señor. Este Salmo tiene notables relaciones verbales con el Salmo 18.
No es lo mismo luchar “en Nombre de Dios” que hacerlo con la protección de Dios. Lo primero significa que está en juego la causa misma de Dios: su honor, sus intereses, su proyecto. Lo segundo es más modesto: son empresas nacionales en las que el rey y su ejército cuentan con Dios.
En su trasposición cristiana es un Salmo de acción de gracias por las victorias conseguidas sobre el pecado, los perseguidores, las tentaciones y la muerte.
SALMO 21 (20) Domine, in virtute tua
Un canto
de victoria y coronación
1
Señor, el rey se alegra en tu fuerza, *
¡cómo se
regocija en tu victoria!
2
Has cumplido sus deseos, *
no le has
negado sus peticiones.
3
Le recibiste con grandes bendiciones, *
lo has
coronado con diademas de oro.
4
Vida te pidió, y se la diste; *
una vida
larga y duradera.
5
Grande es su fama por tu victoria, *
lo rodeas
de honor y majestad.
6
Le das una continua bendición, *
lo colmas
de gozo en tu presencia.
7
Porque el rey confía en el Señor, *
por el
amor del Altísimo no fracasará.
8
Que alcance tu izquierda a tus enemigos, *
tu diestra
a los que te aborrecen.
9
Consúmelos como en un horno ardiente, *
oh Señor, cuando
aparezca tu furor.
10 El Señor
los tragará en su ira, *
y el fuego
los devorará.
11 Borra de
la tierra su simiente, *
su semilla
de la humanidad.
12 Pues urdieron
el mal contra ti y fraguaron maquinaciones, *
¡pero no
se saldrán con la suya!
13 Porque tú
los pones en fuga, *
cuando apuntas
tu arco contra ellos.
14 Levántate,
Señor, con tu poder, *
cantaremos
y celebraremos tus proezas.
Comentarios
Es un canto de victoria del rey, a quien el Señor ayuda contra sus enemigos. Forma díptico con el anterior por una serie de enlaces verbales que marcan la correlación. El segundo amplifica la visión del enemigo, derrotado y puesto en fuga. El centro exalta la confianza del rey en el amor de su Dios. Hasta el v. 7 la comunidad expresa su gratitud porque el Señor concede al rey bendiciones, longevidad, corona, fama y honor a través de su reinado. Sus deseos son cumplidos.
La segunda parte describe a Dios con sus dos brazos gigantescos alcanzando a los enemigos. El fuego es elemento de su teofanía, como el horno final del Apocalipsis.
Al aplicar este Salmo al Señor Jesús adquieren nuevo significado las palabras corona, vida, gloria, gozo, etc.