CATECISMO DE LA
COMUNIÓN ORTODOXA ECLESIÁSTICA (COE – IOUAs Misión de la Madre María)
Protopresbítero Manuel Lasanta
Este breve Catecismo sirve para que los
catequistas lo usen como bosquejo de instrucción para simpatizantes interesados
y nuevos miembros de esta comunidad cristiana.
A los presbíteros (como pastores y maestros) se deja su adecuada
aplicación y la ampliación o desarrollo que convenga. No pretende ser una definición completa de nuestra fe y práctica,
sino un punto de partida para el instructor.
Para mayor facilidad, se presenta en la forma tradicional de preguntas y
respuestas.
Al estar ordenado por temas, puede usarse
selectivamente.
INTRODUCCION
¿Qué es un catecismo?
Es la enseñanza de la fe cristiana para
instruir a cada fiel en el camino de la salvación y de todo el plan de
Dios.
¿Qué es el “plan” de Dios (Hch 20,27) o “economía”
de Dios (1 Tim 1,4; 3,15)?
Es el proyecto divino que explica el
origen, destino y significado de su eterno propósito para el ser humano y el
universo.
¿Qué significa la palabra “catecismo”?
Es una palabra griega que significa “instrucción
o enseñanza oral”, y ha sido usada desde los tiempos de los apóstoles para
dar a conocer elementalmente la fe cristiana (Lc 1,4; Hch 18,25).
¿Qué nos dice ese plan o propósito
infinito?
Que hay un solo Dios, vivo y
verdadero: eterno, infinito, creador de
todo, redentor, vivificador, justo y amoroso:
tres personas en una sustancia:
Padre, Hijo y Espíritu Santo en Trinidad indivisa; una inmensa circulación
de amor por la que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se donan mutuamente
desde la eternidad. El Padre engendra
al Hijo y espira al Espíritu por amor, pero, por propio designio pretendió
darse a sí mismo y expresarse en sus criaturas. De ahí la creación, que no es mero efluvio divino, sino que tiene
su origen en un Amor infinito que quiere comunicar su vida, su fuerza y su
alegría. Y pese a que Dios lo creó
todo, no ha abandonado su creación, sino que desde el principio quiso
sustentar, gobernar y mantener, mediante su providencia, a sus criaturas (Mt
28,19; Jn 1,1-4; 14,16s; 15,26; 2 Co 13,13).
¿Cómo se ha manifestado y revelado Dios?
Dios se ha manifestado en toda la creación,
pero se ha revelado especialmente en las Sagradas Escrituras, que tienen como
centro el Evangelio (que significa “Buena Nueva”), donde hallamos la
Palabra, es decir, a Jesús como el Cristo o Mesías. Aunque la luz de la naturaleza y las obras de la creación y
providencia manifiestan la bondad y poder de Dios, de manera que nadie puede
excusarse por ignorancia, éstos no son suficientes para dar un conocimiento
pleno de Dios, por lo que le agradó dar un mensaje especial por escrito para
propagar y conservar mejor su verdad, primero a los judíos con el Antiguo
Testamento, y luego a los cristianos con el Nuevo Testamento. A través de la Biblia, Dios nos comunica su
proyecto, y ella es la base de nuestra ciencia divina, fe y moral (Is 40,8; Mt
4,4; Lc 1,3s; Ro 15,4; 1 Co 10,11; 2 Tim 3,15s; 2 Pe 1,19).
¿Qué nos dicen las Escrituras de la
creación y caída del ser humano?
El ser humano, creado a imagen de Dios y
para su semejanza, se ha alejado voluntariamente del Creador, perdiendo su
justicia original al desobedecer al Señor y comer el veneno del árbol del
conocimiento (en vez de comer del árbol de la vida, que era Dios como vida para
ser su contenido), quedando la imagen divina borrosa y desdibujada. Así estamos inclinados al mal en medio de un
mundo empecatado, incapaces de hacer la voluntad de Dios por vivir en medio de
una atmósfera de pecado e impotentes para salvarnos por nosotros mismos (Gn
1,27s; 3; Ro 3,23; 5,12; 7,15-20).
¿Cuál era el propósito de la creación del
ser humano?
El ser humano fue hecho para expresar y
glorificar a Dios. Así como un guante
se hace a imagen y para contener la mano, el ser humano fue creado a imagen de
Dios para contenerlo. Somos “vasos” (Ro
9,20; 2 Co 4,7; 5,1-8). Un vaso o
botella sirve para contener. ¡No es de
extrañar que el conocimiento, la riqueza, el placer y el éxito no nos puedan
satisfacer! Por eso san Agustín
escribió: “Señor, nos hiciste para
ti, y nuestro corazón está inquieto hasta descansar en ti” (Gn 1,27s; Col
3,10; Ef 4,24).
¿Qué hizo Dios ante el mal cometido por el
ser humano?
Como Dios es amor y no desea la muerte del
pecador (Ez 18,32), sino su enmienda, no abandonó al ser humano, sino que lo
educó por la Ley mosaica y los Profetas, y en la plenitud de los tiempos envió
a su único y amado Hijo Jesús, que nos redimió del pecado por su sacrificio expiatorio
en la cruz y nos otorgó su Nueva Alianza (la debida relación con Dios), que no
es mero asentimiento mental a las verdades divinas, sino la confianza personal
en Dios y sus promesas (Ex 20,1-17; Ro 3,24; 1 Co 11,25; Gál 3,24; Heb 8,7-13;
9).
I LA CONDICION HUMANA
¿Qué somos por
naturaleza?
Parte de la creación de Dios, hechos a su imagen y
semejanza (Gn 1,26s).
¿Qué significa
ser creados a la imagen y para la semejanza de Dios?
Que somos libres para tomar decisiones; amar, crear,
razonar y vivir en armonía con la creación y con Dios.
¿Qué textos patrísticos y actuales explican
esta realidad?
“La verdadera grandeza
del ser humano no reside en resumir el universo, sino en estar hecho a la
imagen de Dios, pues no hay nada notable en que el hombre sea imagen y símil
del universo, pues la tierra pasa y el cielo cambia. Creyendo exaltar la naturaleza humana con ese nombre
grandilocuente de microcosmos, síntesis del universo, se olvida que el hombre
se encuentra así adornado con las cualidades de los mosquitos y de los ratones”
(Gregorio de Nisa).
“En mi cualidad de
tierra, estoy atado a la vida de aquí abajo; pero, como soy también una parcela
divina, llevo en mi seno el deseo de eternidad” (Gregorio Nacianceno).
“El ser humano no es una
naturaleza ciega, una roca o un árbol.
Debe englobar, expresar y calificar su naturaleza en relación con la
llamada de Dios. La imagen no es, por
tanto, algo en el hombre: es a la vez
aspiración de su naturaleza y de la libertad de su persona” (O. Clément).
¿Qué afirmaron los Padres sobre esta
realidad?
·
Para
Orígenes los términos hebreos “selem” (imagen) y “demut”
(semejanza), traducidos en la versión griega Septuaginta por “eikôn” y “homoiôsis”,
proyectan las especulaciones filosóficas propias de estos vocablos. “Eikôn” es para el platonismo la
imagen que los seres sensibles tienen de las realidades divinas, que para
Platón son las ideas. “Homoiôsis”
era, según el célebre pasaje del “Teeteto” la meta de la vida
humana. Por eso Orígenes no ve la
imagen divina en el cuerpo humano, pues, en ese caso, Dios sería corpóreo, como
pretendían los antropomorfistas, sino en el alma y su elemento superior, la
inteligencia, el “logos”, la razón.
·
Para
Atanasio la imagen nos confiere una participación ontológica de Dios y hace que
el ser humano, gracias a su inteligencia (nous), sea capaz de conocer a Dios
(zeognósia).
·
Para
Basilio, el ser humano, por ser imagen, posee el deseo de la belleza y aspira
de suyo a Dios.
·
Para
Gregorio Nacianceno, por ser imagen el ser humano posee una presencia
indestructible de la gracia, de modo inherente a su naturaleza, por lo cual el
hombre no sólo recibe la orden de ser como Dios, sino que es realmente de raza
divina, y la imagen predestina a la persona a su divinización.
·
Para
Gregorio de Nisa, la creación según la imagen eleva al ser humano a la amistad
divina y hace de él un enigma misterioso, como la Trinidad.
·
Para
los Padres del desierto, la teología de la imagen confiere al ser humano un
valor maximalista y hace que vea la imagen de Dios aun en medio del fuego de
las pasiones. La ascesis tiende a hacer
presente la imagen de Dios, y siempre será “según la naturaleza”, no “contra
naturam”, e irá destinada a devolver al ser humano su primitivo estado de
imagen. El pecado siempre es extraño a
la naturaleza humana.
¿Qué respuestas ha dado la filosofía a lo
largo de la historia sobre el ser del hombre?
Voltaire decía que el ser humano era un “bípedo
sin plumas”. Jean Rostand afirmaba
que era “una de las ochocientas o novecientas mil especies animales que
actualmente pueblan el planeta”.
Desmond Morris expone que es “un mono desnudo”. Monod que es simple “azar y necesidad”.
¿Quién es la imagen verdadera de Dios?
Los Padres no afirman simplemente que el ser humano
es “imagen” de Dios, sino “según la imagen” (kat´eikona), ya que
la verdadera imagen es el Verbo (Col 1,15; 2 Co 4,4; Heb 1,2s). Así pues, el ser humano es imagen del
Verbo-encarnado, ya que Cristo es el arquetipo a imagen del cual el ser humano
fue creado. Y en Cristo el ser humano
es imagen trinitaria: llega al Padre
por el Hijo en el Espíritu.
¿Qué sucede cuando no se contempla a la
persona humana como “imagen” de Dios?
Que desaparece el respeto por la dignidad
humana. ¿Puede una ideología no teísta
respetar al ser humano hasta el final, o tiene el riesgo de instrumentalizarlo
al servicio de otra realidad “superior”?
¿Qué supone para el cristiano la rotunda
afirmación de que el ser humano es “imagen de Dios” (Gn 1,26s)?
Que toda persona es acreedora de un respeto infinito
(Gn 9,6; Sant 3,9). De hecho, los
parámetros para valorar a alguien no son que porte un buen traje, un saldo
elevado en el banco, un carnet en el bolsillo, etc. Ser “imagen de Dios” es el gran atributo de cualquiera, la
única condición para amar y cuidar gratuitamente, por ejemplo, a un enfermo
incurable; para acompañar con paciencia a un anciano ya “inútil”; para
asistir bondadosamente a los más desfavorecidos, a los “últimos”, a los
más infelices e incluso imperfectos; incluso a aquellos en los que resultan ya
casi imperceptibles los “rasgos humanos”.
¿Qué significa la “semejanza” divina?
La imagen es algo germinal y dinámico; es el “punto
de partida”, el elemento potencial; pero la semejanza es la plenitud, la
consumación de la imagen. La
comunicación y participación divinas, recibidas por la imagen, deben
actualizarse y llegar a la madurez, a la escatología, a la plenitud del Cristo
resucitado. La imagen es, pues,
fundamento objetivo; pero la semejanza supone un trabajo subjetivo y
personal.
Entonces, ¿por
qué vivimos separados de Dios y en desacuerdo con la creación y con nosotros
mismos?
Porque, desde el principio, los seres humanos, hemos
hecho mal uso de la libertad y hemos desobedecido a Dios tomando decisiones
equivocadas, llamadas “pecado”.
Precisamente el pecado hace que el ser humano se vea impotente para
actualizar su imagen y llegar a la semejanza, pues la imagen tiende a reunirse
con el modelo (predestinación) y a reproducirlo (santificación). Como el ser humano era libre, podía suceder
que, en vez de elegir a Dios, eligiera en su contra. Precisamente la aparición del pecado hizo que el ser humano fuera
impotente para crecer hasta la semejanza, pues se superpusieron otras imágenes
adversas, diabólicas y bestiales. Pero
estas falsas imágenes no pueden destruir totalmente la imagen de Dios, pues
ésta permanece por debajo de aquellas, según Orígenes, como el agua en los
pozos de Abraham que los filisteos llenaron de fango. Pintada por el Hijo de Dios, es indeleble. Y por eso será el Hijo (el nuevo Isaac que
limpió los pozos del padre) quien devuelva a la imagen el poder de actuar y
llegar a la plenitud.
Entonces, ¿qué
ayuda o solución hay para nosotros?
Nuestra única ayuda o auxilio está en Dios.
¿Cómo nos
ayudó Dios desde el principio?
Dios se manifestó siempre, aunque de forma velada, a
través de la naturaleza y la historia, pero se reveló a sí mismo y su designio
a través de personas escogidas por él que fueron los profetas, que predijeron
al Mesías. Ese Mesías es Jesús, el
Cristo, que será quien devuelva a la imagen el poder de actuar y llegar a la
plenitud.
¿Cómo restauró Cristo la imagen desdibujada
por el pecado?
Lo hizo posible la encarnación del Hijo de Dios
(según Ireneo, Atanasio, Máximo y Metodio), aunque ésta no vino determinada por
la culpa o por una perspectiva meramente reparadora, sino por la
divinización. Por eso el Hijo devuelve
a la imagen el poder de actuar y llegar a la plenitud. Lo mismo que Isaac despejó los pozos que
había cavado su padre, Abraham, solamente Cristo, nuestro Isaac, puede limpiar
del pozo de nuestra alma las inmundicias que en ella han acumulado nuestros
pecados.
¿Qué carácter le confiere el pecado a la
encarnación del Hijo de Dios?
Aunque el pecado no determine la encarnación, sí le
confiere un carácter trágico (“el Cordero inmolado antes de la creación del
mundo”) y un carácter salvífico.
Cristo devuelve al ser humano su verdadera imagen, antes desdibujada y
arruinada por el pecado, para que pueda ser hijo del Padre en el Hijo por el
Espíritu. Boulgakoff afirma que las
palabras del Credo “por nosotros y por nuestra salvación” encierran las
dos dimensiones de la encarnación: la
divinización (por nosotros) y la redención (por nuestra salvación).
¿Qué es la divinización (zeósis)?
Es el dinamismo de la imagen hasta completar la
semejanza, que no es más que una formulación de los temas bíblicos de la
filiación, la inhabitación y la participación de la naturaleza divina (2 Pe
1,4). Zeósis es santificación, en su
más cabal significado; es la historia de la acción del Espíritu; el sentido
definitivo al que tienden todos los afanes y aspiraciones humanas junto a todo
lo creado, que busca en ello su más profundo y hondo ser.
¿Cómo corresponde la “zeósis” al plan último
de Dios?
El ser humano ha sido creado para participar de la
naturaleza divina: para ser hijo en el
Hijo. Es clásica la formulación de san
Ireneo en el siglo II: “Dios se hizo
hombre para que el hombre pueda llegar a ser Dios”. En frase de Ignacio de Antioquia, el ser
humano debe “tomar parte en lo que es propio de Dios”. Para Atanasio y Máximo el ser humano debía
ser por gracia lo que Dios era por naturaleza.
Y para Gregorio de Nisa, lo importante es comprender que el conocimiento
de Dios no es un estado en el que uno pueda detenerse, sino que está siempre
orientado hacia adelante, a una experiencia más extensa y profunda: “Conocer significa no saciarse nunca del
deseo de conocerle a él”.
¿Cuál es, entonces, el tema principal de la
teología ortodoxa?
Su mensaje principal (que incluye a Orígenes junto
al trinitarismo de los Padres Capadocios, la cristología de Cirilo de
Alejandría y las síntesis de Máximo el Confesor, Juan Damasceno, Simeón el
Nuevo Teólogo y Gregorio Pálamas, así como la pastoral de los Padres del
desierto), consiste en el postulado de que la condición humana no es una
entidad estática, “cerrada”, autónoma, sino una realidad dinámica,
determinada hasta en las mismas raíces de su existencia por su relación con
Dios. Dicha relación se concibe como un
proceso ascendente, como una comunión en la que el ser humano, creado a imagen
de Dios, está llamado a reproducir en plena libertad una “semejanza con la
divinidad”; su relación con Dios es un don y, a la vez, una tarea que irá
realizándose por el libre esfuerzo del amor.
¿Cómo es, pues, la naturaleza o condición
humana?
Antes del pecado, Adán no era pura naturaleza, pero
tampoco naturaleza divinizada, sino una imagen en proceso de divinización. Así pues, no existe el concepto de una
naturaleza pura a la que luego se sobreañada la gracia sobrenatural. De hecho, la naturaleza es ya
sobrenaturaleza, entendiendo por “sobre” que es deiforme y teófora, es
decir, que ya es imagen de Dios.
¿Por qué es tan importante comprender este
mensaje?
Porque es el núcleo del plan de Dios, que tiene como
eje la creación del ser humano para darle la imagen del Hijo. De ahí que a la naturaleza le sea connatural
participar de Dios. Ni siquiera el
pecado logra suprimir totalmente esa realidad, sino que sólo la cubre
haciéndola inoperante. Lo cual explica
la nostalgia de Dios aun en las personas que viven apartadas de él. De hecho, el ser humano peca libremente. El mal entra en el mundo por la voluntad
libre del hombre. Por eso el mal no constituye
una naturaleza (fysis), sino un estado (éxis).
Y por eso la naturaleza del bien es más fuerte que la costumbre del
mal.
¿Dónde nace el mal?
El mal no nace en el ser humano, sino en la realidad
diabólica de Lucifer (Satanás), que es el padre del pecado y homicida desde el
principio (Jn 8,44), mentiroso y padre de la mentira, que tienta por envidia
(Sab 3), presentando a la criatura humana la posibilidad mágica de dominar a
Dios, domesticar la energía divina, usurpar la divinidad y la semejanza
divina. En la comida del fruto
prohibido hay una dimensión de eucaristía diabólica, que trae como consecuencia
todo lo contrario de la eucaristía verdadera:
el pecado, la maldad y la muerte.
¿Qué es el mal?
Los Padres subrayaron el carácter antinómico del
mal, ya que, por una parte existe, pero, por otra, no se le puede dar al mal
una entidad ontológica, pues en este caso se admitiría un dualismo
maniqueo. El mal sería, pues, una
ausencia de bien, pero una ausencia muy presente. Para Basilio el mal no tiene existencia propia, es privación del
bien. Para Juan Damasceno el mal
tampoco tiene sustancia propia. Sin
embargo, a pesar de todo, el mal se halla hipostasiado en los ángeles y las
personas, formando parte del complejo universo de maldad. El mal tiene una dimensión social y
comunitaria, es como un poso de injusticias que se van acumulando en el mundo y
lo van haciendo cada vez peor, desembocando en el misterio paulino de la
iniquidad del anticristo (2 Tes 2,7).
¿Por qué razón ha permitido Dios el mal?
Porque él nos ha hecho libres, capaces del bien y
del mal, y no nos tomaría en serio si no llevara esta responsabilidad hasta sus
últimas consecuencias. El mal existe,
precisamente porque Dios no lo ha creado, sino que la libertad de la criatura
lo introdujo en el mundo; por eso el mal es algo exterior y extranjero. Pero así como el verdadero mal es el que
nace del pecado, este mal sólo puede ser curado por la encarnación y muerte en
la cruz del Hijo de Dios, así como por su descenso a los infiernos. Dios ha tomado sobre sí el mal en Cristo,
padeciéndolo, no por falta de ser, como nosotros, sino en solidaridad con su
mundo, para vencerlo con su resurrección.
Incluso algunos Padres mencionaron que algún día Dios recapitularía todo
el cosmos y el mal será reabsorbido (la apocatástasis de Orígenes, Isaac el
Sirio, Gregorio de Nisa, etc.). La
ortodoxia no acepta la postura agustiniana de que los gritos de los condenados
sean un cántico de alabanza a Dios... y
prefiere considerar la apocatástasis no como una certeza, sino como una
esperanza y una oración (no es la fe de la Iglesia, pero sí la oración de la
Iglesia): confía en que algún día el
triunfo sobre el mal sea definitivo.
¿Hay alguna obra moderna que explique el mal
para nuestra época?
Paul Evdokimov en su libro sobre Dostoievsky se
adentra en el problema del mal. En la
obra de Dostoievsky “Los hermanos Karamazov”, Iván, frente a las
lágrimas de un niño, quiere devolver a Dios el billete de la vida. Incluso Zósimo, el “staretz”, una vez
muerto, se descompone ante la extrañeza de Alioscha. Otro personaje, Hipólito, en “El idiota”, ante el Cristo
muerto de Holbein, muestra todo el horror frente a la muerte y el abismo del
mal. Así pues, Dostoievsky ve en el mal
la dimensión de enfermedad, de autodestrucción, aislamiento, máscara,
desdoblamiento, muerte... todo ello
obra del Maligno; mientras que Dios es vida, integración y comunión. Frente al mal la única fuerza es la santidad
del staretz Zósimo. Frente a la postura
racionalista de Iván, Dostoievsky no procura dar una solución lógica, ya que el
mal está radicado en la libertad humana y es, por tanto, un concepto límite
para la razón. Frente a las lágrimas
del niño no hay más respuesta que las lágrimas del Inocente, las de Dios. Pero presenta también Dostoievsky, como gran
tentación frente al mal, al Gran Inquisidor, que destruye la libertad humana y
juega a ser Dios. Cristo se opone al
Gran Inquisidor y busca otras alternativas:
la pobreza y el sufrimiento en silencio y, al mismo tiempo, el respeto
por la libertad humana. El Gran
Inquisidor, en cambio, quiere construir el Reino a su modo, con poder,
economía, milagritos y sin libertad humana.
Es la empresa satánica del reino diabólico: es el mesianismo terrestre:
“Todo esto te daré si te postras y me adoras (si usas mis métodos)”. Para Dostoievsky este es el fracaso de la
Iglesia Romana y lo que demuestra su falsedad:
el deseo de poder incluso para evitar el mal. Pero también en su obra “Los endemoniados”, Dostoievsky
presenta al personaje Chigalev buscando la solución al mal por el camino de la
revolución. Con esto denuncia tanto el
engaño de una solución teocrática de derechas, a base de poder e inquisición,
como una solución de izquierdas, utópica y revolucionaria, que piensa que
cambiando estructuras desaparecerá el mal.
Dostoievsky sólo cree en la conversión y la santidad, y a ello subordina
todos los cambios institucionales.
¿Cuál es la consecuencia del pecado?
Su consecuencia es la desintegración del ser humano
y del cosmos, la aparición de un estado “contra naturam” (la “carne”
o instinto), contrario a la naturaleza.
Esta disgregación producida por el pecado culmina en la muerte, pues el
ser humano se cierra al acceso a Dios y el fluir de su vida. Así pues, el pecado es como una enfermedad,
un parásito que anida en el hombre (virus, no cromosoma) y que esclaviza su
voluntad al diablo; algo que contamina a toda la creación, haciendo que la
tierra se vuelva maldita por su culpa.
¿Cómo cura Dios al ser humano?
El plan divino no queda abolido por la culpa del
hombre, sino que la vocación del primer Adán será realizada por el segundo
Adán, Cristo, que se hará hombre para que el hombre llegue a ser Dios, según
Ireneo y Atanasio. Desde esta
perspectiva aparece clara la dimensión terapéutica y rehabilitadora, médica, de
la obra de Cristo y también de la Iglesia como restauración y reparación, no
sólo de una falta jurídica, sino de toda una situación cósmica.
¿Podemos tener
algún conocimiento de Dios sin una especial revelación por su parte?
Todos pueden tener cierto conocimiento de Dios
contemplando las cosas que creó; pero este conocimiento es imperfecto e
insuficiente, y puede servir sólo como preparación para la fe o ayuda a la
revelación (Ro 1,20; Hch 17,26ss), que tiene como centro el mensaje de Cristo
(1 Co 1,18-25).
II LOS CREDOS Y CONCILIOS ECUMENICOS
¿Qué son los
Credos?
Declaraciones hechas por toda la Iglesia sobre
nuestras creencias básicas en Dios.
¿Cuántos
Credos usa la Iglesia?
Dos:
Apostólico y Niceno-Constantinopolitano.
¿Quién redactó
estos Símbolos de Fe o Credos?
Los Padres del primer y segundo concilio
Ecuménicos.
¿Qué es un
Concilio Ecuménico?
Una asamblea mundial compuesta por los principales
obispos o Patriarcas de las sedes cristianas que representan a la Iglesia
Católica (universal o de todas partes), para la confirmación de la verdadera
enseñanza y la recta disciplina.
¿Cuántos
Concilios Ecuménicos ha habido?
Siete: 1)
Nicea; 2) Constantinopla; 3) Efeso; 4) Calcedonia; 5) II de Constantinopla; 6)
III de Constantinopla; 7) II de Nicea.
¿De dónde
viene la costumbre de reunir Concilios?
Del ejemplo de los apóstoles que se reunieron en
Jerusalén (Hch 15) para debatir los asuntos importantes de la Iglesia Católica,
y cuyas decisiones fueron refrendadas por el Espíritu Santo para todos (Mt
18,17; Hch 15,28).
¿Por qué causa
se convocaron el primer y segundo Concilio Ecuménico?
El primero (325 d. C.) fue convocado por el
emperador Constantino contra la herejía de Arrio, quien hacía de Cristo una
criatura y no Dios verdadero. El
segundo (381 d. C.) fue convocado por Teodosio contra Macedonio, quien no creía
en la divinidad del Espíritu Santo.
¿Cuál fue la
principal afirmación del Primer Concilio Ecuménico de Nicea?
Que el Hijo es consustancial (homooúsios) al
Padre.
¿Cuál fue la
principal afirmación del Concilio 1º de Constantinopla (año 381)?
La consustancialidad de las tres personas
divinas: una sustancia (ousía) y tres
personas (hypóstasis).
¿De qué trató
el Concilio de Efeso (año 431) convocado por el emperador Teodosio?
Trataba de refutar la herejía de Nestorio, que
admitía dos personas en Cristo. El
Concilio de Éfeso definió la unión hipostática en Cristo y la denominación de
Zeotókos (Madre de Dios) para la Virgen María.
¿De qué trató
el Concilio cristológico de Calcedonia (año 451) convocado por Marciano contra
los monosifitas (defensores de una única naturaleza en Cristo)?
El Concilio defendió la doble naturaleza humana y
divina en Cristo en una sola persona (hypóstasis) y el “principio de
acomodación” en eclesiología.
¿De qué trató
el 2º Concilio de Constantinopla (año 553) convocado por Justiniano contra los
nestorianos Teodoro de Mopsuestia y Teodoreto de Ciro?
Se salvó la doctrina de las dos naturalezas en
Cristo (humana y divina, sin mezclas entre ellas).
¿De qué trató
el 3º Concilio de Constantinopla (año 680) convocado por Constantino IV contra
los monoteletas (defensores de una sola voluntad en Cristo)?
Afirmó la doble voluntad en Cristo, sin confusión ni
división.
¿De qué trató
el 2º Concilio de Nicea (año 787), y último, convocado por la emperatriz Irene
contra los iconoclastas (destructores de iconos)?
Defendió la licitud de la veneración (no adoración)
de los iconos.
¿Por qué son
tan importantes estos Concilios Ecuménicos para la Iglesia?
Porque así se ha salvaguardado en cada momento la
posibilidad de que los cristianos alcancen la meta del plan de Dios en la unión
mística. Los gnósticos negaban que Dios
se hubiera hecho verdadero hombre, y por eso Ireneo los refutó diciendo. “Dios se hizo hombre para que el hombre
se hiciera dios”. Arrio negaba la
divinidad del Verbo, y por eso san Atanasio lo refutó diciendo: “Si el Verbo encarnado no es verdadero
Dios, nuestra divinización es imposible”.
Si la Iglesia condenó el nestorianismo es para destruir la barrera que
separa, en el mismo Cristo, al hombre de Dios.
Si se levanta contra el apolinarismo y el monofisismo es para mostrar
que, puesto que la plenitud de la naturaleza humana ha sido asumida por Cristo,
nuestra naturaleza entera debe entrar en unión con Dios. Si la Iglesia combate a los monoteletas es
porque no se podría llegar a la divinización fuera de la unión de las dos
voluntades (divina y humana): “Dios
ha creado al ser humano por su sola voluntad, pero no lo puede salvar sin el
concurso de la voluntad humana”. Si
la Iglesia triunfa contra los iconoclastas es porque afirma la posibilidad de
expresar las realidades divinas en la materia, símbolo y prenda de nuestra santificación. Así pues, la preocupación central ante las
herejías fue siempre la posibilidad y el modo de unión con Dios.
III EL COMIENZO DEL CREDO: EL PADRE
¿En cuántas
partes se divide el Credo?
Se divide en tres partes principales y doce artículos
individuales.
¿Cuáles son
los doce artículos?
El primero habla de Dios el Padre, primera persona
de la Trinidad, como origen de todo. El
segundo de la segunda persona de la Trinidad, el Hijo, Jesús el Cristo o
Mesías. El tercero de la encarnación del
Hijo de Dios. El cuarto del sufrimiento
y muerte de Jesús. El quinto de su
resurrección. El sexto de su ascensión
al cielo. El séptimo de su Segunda
Venida en gloria a la tierra. El octavo
de la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo. El noveno de la Iglesia. El décimo del bautismo, en el que están
también implicados los demás sacramentos.
El undécimo de la futura resurrección de los muertos. El duodécimo y último de la vida
eterna.
¿De quién
trata la primera parte?
Del Padre: Creo
en el único Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo
lo visible e invisible.
¿Qué significa
esto?
Que todo el universo es la obra de un Dios amoroso,
que lo crea, sostiene y dirige; y que nosotros debemos disfrutarlo y cuidarlo
de acuerdo con su proyecto (1 Co 8,4ss; Hch 14,15ss; 17,25; Sant 1,17; Gn 1,1;
Jn 1,3; Job 38,4-7; Is 45,18). Así
pues, la creación no es coeterna, un efluvio o colgajo que se desprende de Dios
de modo natural, sino voluntad y decisión divinas.
¿Podemos
conocer nosotros la verdadera esencia de Dios?
No, pues siempre está más allá del conocimiento
humano y angelical (1 Tim 6,16). El
Pseudo-Dionisio Aeropagita, en su obra “Teología del misterio”, y los
Padres Capadocios frente al racionalismo de Eunomio, distinguen dos vías
posibles para acceder a Dios: una
procede por afirmaciones (“catafática” o positiva); otra procede por
negaciones (“apofática” o negativa).
La primera nos lleva a un cierto conocimiento imperfecto de Dios; la
segunda nos conduce a una ignorancia total y es la vía perfecta que corresponde
a Dios, que es Incognoscible e Inaprensible por naturaleza, que está más allá
de todos los seres, y que es trascendente e incluso tenebroso por exceso de
luz. Gregorio de Nisa explica muy bien
esta actitud a propósito de la entrada de Moisés en la nube, o en su comentario
al Cantar de los Cantares, donde menciona la experiencia numinosa del ser al
entrar en el Misterio: a Dios no se le
puede pensar, pero sí amar.
¿Cómo fue el
método del misterioso escritor del siglo V, Pseudo-Dionisio?
Pseudo-Dionisio, lejos de
ser un platónico teñido de cristianismo, fue un pensador cristiano disfrazado
neoplatónico, un teólogo perfectamente consciente de su tarea, que consistió en
ocupar el terreno ocupado por el neoplatonismo, mediante el dominio de su
propia metodología filosófica. Por eso,
Dionisio rechaza la teoría de Orígenes sobre el conocimiento de Dios “por esencia”, porque no puede existir un verdadero “conocimiento” de Dios.
El conocimiento sólo se puede aplicar a “seres”,
pero Dios está por encima del ser y no-ser.
Con respecto a Dios, sólo puede haber “unión”,
que es la finalidad suprema de la existencia humana; pero esa unión es “ignorancia” más bien que conocimiento, pues Dios es
absolutamente trascendente, es decir, está por encima de la existencia y,
mientras se permanezca en categorías de existencia, sólo se lo puede describir
en términos negativos.
¿Cómo entonces
se hace Dios cognoscible?
Dios se hace cognoscible
en realidades que están fuera de su naturaleza trascendente; se manifiesta en
todos los seres por su “poder”,
y se presenta como múltiple sin abandonar por ello su unidad. Conceptos como belleza, ser, bondad, etc.,
reflejan a Dios, pero no su esencia, sino sólo sus “poderes”
y sus “energías” que, a pesar de todo, no
son una forma inferior de divinidad o meras emanaciones, sino la totalidad
absoluta de Dios, en la que los seres creados pueden participar según la
proporción y la analogía propia de cada uno.
De ese modo, el Dios de Dionisio es el mismo Dios vivo de la Biblia y no
el Uno filosófico postulado por Plotino y los neoplatónicos. Esta misma idea apareció ya desarrollada en
el siglo IV, en los escritos de los Padres Capadocios contra Eunomio, quien
afirmaba que la mente humana era capaz de conocer la esencia misma de Dios,
reduciéndolo a un concepto puramente humano.
¿Qué
diferencias hay entre el planteamiento de Dionisio y el de los gnósticos y
neoplatónicos?
El pensamiento platónico
afirmaba que Dios es inaccesible a la mente humana, pero concebía esa
inaccesibilidad como resultado de la naturaleza caída del alma, y, en
particular, de su unión con un cuerpo material. Si la mente regresaba a su condición natural originaria, viviría
con la propia esencia de Dios, y su ascensión alcanzaría un término definido
como perfección, conocimiento y bienaventuranza. Pero en ese momento, ese Dios dejaría de ser el Dios de Abraham y
se volvería el dios de los filósofos.
Por eso afirmaba Gregorio de Nisa que Dios es inaccesible a las personas
e incluso a los seres celestes, pues él está por encima del lenguaje y la
razón. El conocimiento sólo alcanza
cosas, es decir, se mueve en el nivel de la existencia creada. Por eso Dios no se puede demostrar con las
palabras y el pensamiento.
Si Dios es tan
inefable e inaprehensible, ¿cómo la Biblia le dibuja partes del cuerpo, como
corazón, ojos, oídos y manos?
Porque la Biblia, siguiendo el lenguaje humano común
para hacerse entender, dice, en sentido metafórico, más elevado y espiritual,
que el corazón de Dios significa su bondad, los ojos y oídos su omnisciencia, y
las manos su poder. De hecho, la
Trinidad es absolutamente incorpórea, pero al ser humano le es imposible hablar
de Dios sin antropomorfismos. Dice
Orígenes que Dios es una naturaleza intelectual absolutamente simple, cuya
simplicidad es expresada, según Rufino, por los vocablos “mónada” (de “monos”,
solo) y “hénada”, de “heis”, uno. En tanto que naturaleza intelectual pura, Dios no está en un
lugar y no se le pueden aplicar nociones que convienen solamente al cuerpo,
como la del tamaño. Finalmente, es
invisible y no puede ser visto con los ojos del cuerpo. La Biblia habla de él como “el que es”
(Ex 3,13) y la fuente del ser, el Eterno.
Él mismo no recibe de ningún otro su existencia y todos los demás la
reciben de él. Sin embargo, todo lo que
se afirma de Dios debe ser negado al mismo tiempo, pues él no está sujeto a los
antropomorfismos.
¿Sirve el
apofatismo incluso aun después de aceptar la verdad de la fe?
El apofatismo es válido
incluso entonces, y precisamente adquiere mayor fuerza. La cumbre del misterio aparece en la
filantropía de Dios, que llega incluso al escándalo de la cruz, al amor loco de
Dios, como afirma Nicolás Cabásilas. No
es la omnipotencia ni la inmensidad de Dios, sino su amor, lo que hace que la
teología sea apofática. Por eso, la
teología negativa no es sólo una teoría sobre el conocimiento de Dios, sino la
expresión fundamental que hace de la teología en general una contemplación de
los misterios de la revelación. No es
una rama de la teología, un capítulo, una introducción, sino la teología
auténtica y pura del conocimiento de Dios.
¿Qué significa
el apofatismo con relación a los dogmas de la Iglesia?
El apofatismo nos enseña
a ver en los dogmas de la Iglesia, ante todo, un sentido negativo, una
prohibición a nuestro pensamiento de seguir sus vías naturales y de formar
conceptos que reemplazarían las realidades espirituales, pues la fe no es
filosofía que especula sobre conceptos abstractos, sino, ante todo, una
comunión con el Dios vivo. El filósofo
puede llegar a la noción de Absoluto; pero sólo desde la fe se llega a la
noción de Padre Eterno.
¿Qué podemos
resumir de este importante punto?
Que el ser humano puede
acceder a Dios, pues él no cesa de atraernos hacia sí, respetando la
libertad. Se da, por tanto, una doble
actitud: por parte de Dios encontramos
una apertura o manifestación de su designio; de parte humana se da la respuesta
a la revelación en actitud de acogida.
Pero a Dios sólo podemos conocerle a partir de las criaturas, pues todas
llevan su huella.
¿Qué teólogos
de Occidente fueron también apofáticos?
El apofatismo estuvo
presente en Occidente con Nicolás de Cusa (siglo XV), quien describe nuestro
conocimiento de Dios como “docta ignorancia”,
Master Eckhart (siglo XIV) y los místicos españoles del siglo XVI. Todos ellos confirman que el cristianismo no
puede ser reducido a una filosofía que especula con temas abstractos, sino que
ante todo es una comunión con Dios.
¿Qué textos
bíblicos apoyan esta teología?
“A
Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que es Dios y está en el seno del
Padre, lo ha expuesto” (Jn 1,18; 1 Jn 4,12; 1 Tim 6,16). Esta trascendencia de Dios se manifiesta en
los escritos paulinos por medio de atributos desconceptualizados: “aóratos”
(invisible; Ro 1,20), “árretos”
(indecible; 2 Co 12,4), “anexereúnetos”
(inescrutable; Ro 11,33), “apróxitos”
(inaccesible; 1 Tim 6,16).
¿Quién fue en
la Edad Media el teólogo apofático más destacado?
Gregorio Pálamas, monje
del monte Athos (s. XIV), para quien el conocimiento de Dios se adquiere por la
experiencia mística, como Moisés en el Sinaí, los apóstoles en el Tabor o
Esteban (Hch 7,55s). El palamismo llegará
a ser una doctrina fundada en el hesicasmo (griego “hesychia”),
opuesta a la Escolástica occidental, basada en el aristotelismo, que
proporciona una sistematización progresiva de la fe que busca hacerse entender
(fides quaerens intellectum), y es mero intento de conferir un carácter
científico a la fe, pues todo lo que se afirma de Dios son conceptos y
atributos.
¿Qué hay,
pues, del método catafático?
El método catafático
sería un método de ascensión a Dios a partir de su teofanía o manifestación en
la creación, en la historia, y, sobre todo, en Cristo. A través de las manifestaciones de Dios
(teofanías), de sus energías que actúan en el mundo y en nosotros, ascendemos
hacia él. Ahora bien, como el término
último de la ascensión catafática es siempre el misterio (de ahí que la misma
teología catafática revista un carácter simbólico y sacramental, a través del
cual llegamos a participar de la realidad misteriosa), la Escritura, la
Iglesia, la liturgia, los sacramentos, los iconos... serían símbolos a través
de los cuales Dios llega a nosotros y nos une a él. Pero no es lo mismo “símbolo”
que “signo”, pues el signo informa,
mientras que en el símbolo existe una presencia, misteriosa pero real, de lo
que se simboliza. El símbolo ofrece el
sentido y es receptáculo de la realidad misteriosa que se comunica; de ahí que
la ortodoxia sea simbólica: en la
exégesis de la Escritura busca trascender la letra; en su eclesiología es
litúrgica; en los dogmas es antinómica.
Una teología que deja de ser simbólica diluye el misterio en la racionalidad. O peor aún, lo rechaza, como pasa hoy en
Occidente con la Trinidad, los sacramentos, la oración, etc.
¿Qué
distinción se hace inevitable en la doctrina sobre la deificación?
Según Pálamas, la
distinción entre esencia, energía y la tríada de hipóstasis. La esencia permanece trascendente e
inaccesible y, por tanto, excluye cualquier participación. Las energías divinas no son la esencia de
Dios, sino su entrega, su gracia, que expresa lo que de Dios está al alcance
del ser humano; no es la esencia lo que se comunica, sino las energías del
Padre por el Hijo en el Espíritu.
¿Cómo dice el
Credo “Creo en el único Dios, el Padre”, si Dios es Trinidad?
He aquí la mayor inefabilidad de Dios: la Trinidad, donde Dios es uno en sustancia
(ousía), pero trino en personas (hypóstasis) consustanciales (homoousios): Padre, Hijo y Espíritu Santo: Trinidad consustancial e indivisible. Dios sería el origen y fuente del amor y de
la vida, que desbordan desde él en el Hijo y el Espíritu Santo (las “dos
manos de Dios” según san Ireneo), y desde allí a todas sus criaturas. En cuanto que es bueno y fuente de amor y
bondad de todo lo que existe, Dios es
Padre, Padre del Hijo único, Padre de los hijos adoptivos, y en general Padre
de todas sus criaturas.
¿Qué diferencia
hay entre las personas de la Trinidad divina?
El Padre no es engendrado ni procede de ninguna otra
persona. El Padre no es el Hijo, sino
que el Padre engendra al Hijo por amor desde la eternidad. El Padre no es el Espíritu Santo, sino que
lo espira; así pues, el Espíritu procede del Padre desde la eternidad. Según Orígenes “la bondad del Padre es la
fuente de la que nace el Hijo y de la que procede el Espíritu Santo”.
¿Las tres
hipóstasis o personas de la Trinidad tienen igual dignidad?
Sí, pues el Padre es verdadero Dios, el Hijo es
verdadero Dios y el Espíritu Santo es verdadero Dios. Sin embargo, a pesar de ser tres personas en perichoresis
(relación circular y mutua de amor), son un solo Dios.
¿Hay un principio monárquico en la Trinidad?
San Juan Damasceno afirma que sí: el Padre, que asume la unidad de las tres
personas en un perfecto amor y en una naturaleza. La generación del Hijo y la procesión del Espíritu significan,
ante todo, la consustancialidad con el Padre.
Se parte de las personas para llegar a la naturaleza (ousía), siendo la
naturaleza la consustancialidad de las personas, y su principio último el
Padre.
¿Qué diferencia hay entre el Padre y el
Hijo?
Según Juan 1,1 “el Dios (ho Zeos)” designa al
Padre, mientras que el Hijo es llamado “Zeos” (Dios sin artículo). “El Dios” es en cierto modo el nombre
propio del Padre, fuente y origen de la divinidad (1 Co 8,6).
IV LA CREACIÓN DEL MUNDO INVISIBLE
¿Qué significa
que Dios ha creado el mundo invisible?
Que Dios lo ha creado todo, no sólo la materia, sino
también el mundo espiritual. Sin
embargo, Dios no ha creado el pecado y el mal.
De hecho, no son realidades positivas, sino negativas; el pecado puede
ser esa “nada” que según Jn 1,3 fue hecha sin el Verbo, sino consecuencia
de la libertad del mundo de Dios. Por
eso son medicinales todos los castigos contra el mal, reconociendo la
posibilidad de un endurecimiento del libre arbitrio en el mal.
¿Qué son los
ángeles?
Son espíritus puros, con inteligencia, voluntad y
poder. Son, pues, seres espirituales
sin cuerpo, limitados pero superiores al ser humano en poder e inteligencia,
que alaban y sirven a Dios sin cesar (Mt 28,2; Lc 13,11; Jn 5,4; Dn 10,12s;
11,1; 12,1).
¿Qué significa
la palabra ángel y por qué son llamados así?
Ángel significa “mensajero”, y se les llama
así porque Dios los envía para anunciar su poder y voluntad.
¿Cómo fueron creados?
La Biblia explica que antes de la creación del mundo
(Job 38,6s), Dios creó un mundo de espíritus.
Las Escrituras mencionan a millones de millones (Dn 7). Una vieja adivinanza pregunta cuántos
ángeles caben en la punta de un alfiler.
La respuesta correcta es que todos, pues son espíritus puros que no
ocupan lugar alguno. No eran, en ningún
sentido, fragmentos de Dios. Desde
tiempo sin comienzo no existían. Y en
un momento determinado, Dios los creó y aparecieron (círculo tras círculo,
esfera tras esfera de luces menores junto a la luz). En ese primer momento del tiempo creado en que los coros
angélicos hicieron su aparición, la totalidad de la creación divina era tan
perfecta como pueden serlo las realidades finitas. Y, en esa perfección, cada espíritu creado se hallaba dotado de
la más perfecta de todas las facultades (la autonomía de dirigirse sin obligaciones
externas). Eran capaces de amar
libremente, sin coacción. Pero, al
permitir Dios que sus criaturas poseyeran la facultad de la libertad, era
consciente de que asumía un inmenso riesgo.
Si uno es libre para amar, es libre también para no hacerlo. Tan pronto como se concede la libertad deja
de haber garantía del modo en que será usada.
Puede suceder cualquier cosa (excepto lo único que es imposible, el
derrocamiento del mismo Dios, sin el cual no puede ejercerse ni siquiera la
libertad).
¿Qué son las
jerarquías angélicas?
Es la doctrina expuesta
por el Pseudo-Dionisio en la que, según su concepción jerárquica del universo,
existe un orden divino por el que se llega a la “asimilación y
unión con Dios”.
Las tres tríadas o nueve órdenes de la jerarquía celeste, pero también
las dos tríadas de la jerarquía eclesiástica (obispo, presbítero y diácono; y
monjes, laicos, catecúmenos) como sistema de mediaciones, por la que cada uno
de los órdenes participa de Dios “según su capacidad”,
concediéndose esa participación por medio del orden inmediatamente
superior. Los ángeles fueron divididos
en tres órdenes de nueve coros, cuyos nombres, en orden descendente son: Querubines, serafines, principados,
potestades, tronos, dominios, poderes, arcángeles y ángeles (de los que los más
conocidos son los ángeles guardianes).
¿Qué fue
creado primero, el mundo visible o el invisible?
El
invisible (Job 38,6s).
¿Qué significa
el ángel de la guarda o Guardián?
Que toda persona tiene un ángel guardián que lo protege
(1 Re 19,5; 2 Re 6,16s; 19,35; Sal 91,11; Dn 6,22; Mt 18,10; Lc 16,22; Hch
12,15; Heb 1,14).
¿Participan los ángeles en los planes de
Dios?
La penetración y comprensión que se ha concedido a
los ángeles en los planes divinos y la extensión en que gobiernan con Dios son
difícilmente comprensibles para nosotros.
Jesús afirmó: “El
día y la hora (de la Segunda Venida) nadie lo sabe, ni aún los ángeles del
cielo, ni el Hijo, sólo el Padre” (Mt 24,36). De este texto se infiere que
los ángeles saben algo de los grandes decretos divinos, en los cuales serán
heraldos de gran trascendencia e implicación.
De hecho, los ángeles dieron la Ley a Moisés (Sal 68,17; Dt 33,2; Hch
7,53; Heb 2,2; Gál 3,19) y anunciaron el nacimiento del Mesías (Heb 1,6; 2,7;
Mt 1,20ss; Lc 2,9-14).
¿Son todos los
ángeles buenos o benefactores?
No, hay ángeles malos llamados también espíritus
impuros y diablos, pues al principio todos los ángeles fueron sometidos a
prueba durante un tiempo y muchos se rebelaron siguiendo a Lucifer (el ángel o
querubín de luz; Jn 8,44; Is 14,12ss; Ez 28,11-15), y tratan desde entonces,
con toda su astucia y poder, de hacer fracasar el plan de Dios (Ap 12,4; Jd
6). Son, por tanto, ángeles caídos que
ahora habitan en las regiones espirituales para dominar este mundo (Ef
6,12).
¿Cómo llegaron
a ser malos?
Entre los ángeles había uno tan incomparablemente
bello que fue llamado “Lucifer” (el portador de luz). Una de las primeras cosas de que se percató
Lucifer fue de la increíble grandeza del ser que Dios le había dado. El poder y la grandeza de este “hijo de
luz” tienen que haber sido difíciles de imaginar (Ez 28,14s; Is
14,12s). Como “portador de luz”
tiene que haber manifestado y reflejado la gloria y hermosura divinas. Tiene que haber sido el orgullo y gozo de
Dios. Y como el más poderoso de todos
los ángeles, tiene que haber sido investido con la mayor autoridad. Entonces se dio cuenta de que sería muy
difícil para el Señor crear algo más excelente. Pero supo que Dios preparaba un honor más glorioso para un
hombre, en donde él mismo se encarnaría.
Vio que iba a ser superado en la jerarquía por otra criatura con cuerpo
carnal (casi animal). Esa segunda
creación de Dios no le gustó para nada a Lucifer, y se inflamó con un misterio
llamado maldad. Entendió lo que
supondría su maldad y admitió la condena eterna que sigue a toda rebelión
contra Dios. Se dio cuenta de que iba a
lanzarse con todo su poder contra un muro infranqueable. No obstante, consideró que era mejor
rebelarse para siempre que someter el orgullo de su dignidad angélica y
considerarse inferior a un ser menos luminoso y espiritual que el suyo. Tenía algo que no necesitaba someter, lo
único que Dios le había dado como propio:
su propia voluntad. De este modo
declaró un segundo principio del universo:
el mal. Sólo que el mal no puede
ser absoluto, pues sólo Dios es absoluto; el mal sería como un postizo. Por eso, el ángel que lo derrota es Miguel,
que significa “¿Quién como Dios?” (Ap 12,7). Así pues, a pesar de que los ángeles fueron creados buenos, se
apartaron libremente de la obediencia a Dios por orgullo y malicia (Jd 6; ; 2
Pe 2,4; Ap 12,7-12; Ef 2,2). De hecho,
el diablo, quiso ser como Dios y construyó su propio imperio de las
tinieblas. Sin embargo, la mayoría del
ejército celestial, con el arcángel Miguel a la cabeza, permaneció fiel a Dios,
y ahora guardan a los escogidos (Heb 1,14).
¿Qué quiere
decir la palabra “diablo”?
Significa enemigo y calumniador, porque es el
adversario de Dios y del ser humano, poniendo trampas a las personas e
intentando apartarlas del proyecto divino.
Como Lucifer fue derribado y arrojado del cielo, pasó a ser Satanás (el
diablo o adversario), el jefe de este mundo u orden de cosas. Los otros ángeles
que también le siguieron en su apostasía pasaron a ser los demonios, espíritus
merodeadores que dominan y poseen a las personas atizando sus bajas pasiones y
volviéndolas como bestias. Y es que,
como el diablo odia al ser humano y lo desprecia como criatura burda e
inferior, no soporta que pueda ser amado y deificado a la semejanza
divina. Decidido a no dejar que nadie
alcance el estado de dicha, planea sus asaltos con gran astucia y esmero (Ez
28,12-18; Is 14,12ss; 1 Tim 3,6; 1 Pe 5,6.8; Ap 12,4.9; 2 Co 4,4; 11,14; Jn
12,31; Ef 2,2; 6,12; Lc 4,5s; Gn 3,1-6).
¿Qué
esperanza le queda al cristiano respecto al diablo?
Que
el Señor Jesús se manifestó “para destruir las obras del diablo” (1 Jn
3,8) y dio autoridad a sus discípulos (Lc 10,17-20) sobre todo poder del
enemigo. Cristo, por medio de su muerte
en la cruz, destruyó al diablo (Heb 2,14), hiriendo la cabeza de la serpiente
antigua. Ahora su Cuerpo sobre la
tierra (su Iglesia) debe destruir la cola de la serpiente para atarla y
arrojarla al abismo de fuego (Ap 20,2s.10).
Por eso, el apóstol Pablo escribió:
“Revestios de las
armas de Dios para poder resistir las asechanzas del diablo. Porque no luchamos contra gente de carne y
sangre, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de
este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en las
alturas. Por eso, tomad las armas de
Dios, para que podáis resistir en el día malo y acabar el combate sin perder
terreno... Abrochaos el cinturón de la
verdad y revestios de la rectitud como coraza, calzados los pies con la
disposición a dar la buena noticia de la paz, embrazando siempre el escudo de
la fe, para que podáis apagar con él todos los dardos encendidos del
Maligno. Tomad también por casco la
salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios” (Ef
6,11-17).
¿Cómo
explica el Evangelio la acción del diablo?
El
Evangelio lo llama el “Perverso” (Jn 17,15), lo que indica su tremenda
maldad. Jesús lo llama “padre”
de los dirigentes judíos (Jn 8,44), de quien ellos aprenden el homicidio y la
mentira (Jn 8,40.55). “Tener por
padre al enemigo” se opone a “tener por padre a Dios”, e implica
actuar de modo contrario al plan de Dios.
Es decir, el dios que ha suplantado al Dios de Israel en el templo (Jn
2,16) es la ambición de riqueza. O sea,
el enemigo inspira el amor al dinero.
Por eso Judas fue llamado “enemigo/diablo” (Jn 6,70). Es decir, el principio inspirador de su
conducta era el amor al dinero, por eso era ladrón (Jn 12,6).
¿A
quién inspiraba el diablo principalmente en el Evangelio?
El
diablo creó un círculo de poder que buscaba su propio provecho. El líder de ese círculo estaba personificado
en el sacerdote Anás (verdadero poder en la sombra). Pero este círculo de poder, para dominar, debe crear una
ideología que justifique su posición y actividad. Esta ideología es llamada la “mentira” (Jn 8,44) y la “tiniebla”
(oscuridad; Jn 1,5). Es “mentira”
en la medida que presenta a un dios contrario al ser humano, que lo priva de
libertad y lo somete en nombre de una ley u observancia externa, prescindiendo
del bien del hombre; es decir, que acaba en un fanatismo. Como “tiniebla” es la ideología que
al ser aceptada sofoca en toda persona la aspiración a la plenitud de
vida. Esta oscuridad produce en el ser
humano la ceguera (ocultamiento del plan divino), impidiéndole realizarse. La tiniebla deforma la imagen de Dios,
proponiendo un dios falso que no ama al ser humano, sino que lo somete. Por eso, los “espíritus impuros” o “demonios”
hacen sufrir y someten a las personas, inspirándoles ideologías fanáticas que
proponen un proyecto que nada tienen que ver con el “Padre”, fuente de
amor y de vida universal.
¿Cómo
se percibe hoy el poder de Satanás en este mundo?
Sobre
todo cuando la gente se entrega a las prácticas ocultas, la predicción del
futuro, el espiritismo, los amuletos, astrología, brujería e invocación de los
muertos. Todavía hay quien, con aire
aparentemente inocente, “cruza los dedos” o “toca madera”. ¿Y quién no echa un vistazo al periódico
para consultar el horóscopo? De hecho,
se trata de pequeños avances de Satanás que pueden llegar a tener consecuencias
graves. Actúan como drogas
espirituales: se empieza por
curiosidad, se establece una dependencia y, después, pueden producir miedo,
depresión y hasta suicidio. De hecho,
el mal levanta su fea cabeza con audacia por todas partes. Las televisiones proyectan películas de
crímenes espeluznantes y formas depravadas de sexo, alimentando los demonios a
la gente con pornografía soez y violencia brutal, dando una sensación final de
vacío y sin sentido. Esta
deshumanización de la sociedad explica el incremento del crimen, el número
creciente de suicidios, los episodios de locura y el aumento creciente de las
drogas. La aceptación de esta forma de
vida depravada y sin valores da por resultado, no sólo la vaciedad y el temor,
sino una infelicidad y desesperación suma, que suele ser la causa de muchas
enfermedades no sólo físicas, sino también de la misma muerte.
V LA CREACIÓN DEL MUNDO VISIBLE
¿Cuál era el
plan de Dios al crear al ser humano?
Tener un vaso que le contuviera, expresara y
aumentara, y que el Hijo fuera glorificado en él y fuera feliz, por eso lo hizo
a su imagen y para su semejanza (Gn 1,26ss).
¿Cómo se llama
la enseñanza de que Dios destina al ser humano a la eterna dicha?
Se llama predestinación.
¿Cómo debe
entenderse la predestinación respecto a la humanidad en general y a cada
persona en particular?
Dios ha predestinado a todos a la vida y, por tanto,
da a todos la gracia y los medios suficientes para salvarse. Esa es su voluntad salvífica (Ro 8,29; 1 Pe
1,2; 1 Tim 2,4; 2 Pe 3,9; 1 Jn 2,2; Ez 18,23.32).
¿Qué significa
que Dios le dio a Adán el aliento de vida?
Que Dios sopló su Espíritu en él y tuvo espíritu,
alma y cuerpo (1 Tes 5,23; Heb 4,12).
Espíritu para relacionarse con Dios y la trascendencia, alma para tener
conciencia de sí y cuerpo para relacionarse con las cosas y seres.
¿Qué
significaba el árbol de la vida?
Como Dios quería que el ser humano lo contuviera, le
dio la oportunidad de que lo comiera como vida. Dios hizo al hombre como un guante, pero un guante no es una
mano, a pesar de que tiene la “imagen” de la mano debe contener a la
mano. De la misma forma, el ser humano
debía comer el árbol de la vida para contener a Dios como vida.
¿Qué
significaba el árbol del conocimiento del bien y del mal?
Que el hombre era libre para desobedecer a Dios y
seguir sus propios caminos, buenos y malos, pero lejos de Dios. Aquel árbol contenía un enorme veneno que
mató al hombre.
¿Permanece
invariable la predestinación divina a la bienaventuranza humana, a pesar del
pecado del hombre?
Sí, porque Dios, en su precognición o presciencia,
guarda inalterable su proyecto de vida hacia el ser humano y decidió enviar al
mundo a su único y eterno Hijo (Ef 1,4; 1 Jn 2,2).
¿Qué enseñaba san Atanasio de Alejandría
sobre el acto creador de Dios?
Orígenes pensaba sobre la formación del mundo que el
acto creador de Dios era una expresión de su “naturaleza”, y como esa
naturaleza es inmutable, nunca pudo existir un “tiempo” en el que Dios
no estuviera creando. En consecuencia,
el mundo habría existido siempre, porque la bondad de Dios siempre ha
necesitado tener un objeto. La
identificación entre creación necesaria de Dios y origen del Logos condujo al
presbítero Arrio a la idea de que también el Verbo había sido generado en el
tiempo. La teología antiarriana del
obispo Atanasio del Alejandría definió las categorías que se convirtieron en
norma para la posterior teología ortodoxa:
la distinción entre creación y generación.
¿Qué explica Atanasio sobre Creador y
criaturas?
Para Atanasio, la creación es un acto de la voluntad
de Dios; pero la “voluntad” es diferente a la “naturaleza”. Por naturaleza, el Padre engendra al Hijo en
un acto generador que está más allá del tiempo; en cambio, la creación sucede
por la voluntad de Dios y eso significa que Dios es absolutamente libre para
crear o no crear y no deja de ser trascendente al mundo, después de haberlo
creado. La implicación de la autonomía
creada encontró un desarrollo específico en Máximo el Confesor y los teólogos
ortodoxos del período iconoclasta. Lo
único que pretenden subrayar es que ideas como providencia, amor y comunión,
que reflejan la actividad del Creador con respecto al mundo, presuponen una
diferencia y una distinción entre él y su creación.
¿Cómo se relaciona Dios con su mundo?
Yannaras afirma que si la relación de Dios con su
mundo fuera la de causa y efecto, entonces Dios quedaría separado del mundo y
éste se independizaría (como afirma la moderna teología liberal). Este destierro de Dios a un ámbito deísta
inaccesible llevaría a la separación entre la religión y la vida, y con ello
acabaríamos todos en la secularización, que es precisamente el resultado del
protestantismo liberal. Frente a esto,
la teología bíblica afirma la providencia de Dios en el mundo, y la cosmología
de los Padres, con su énfasis en el conocimiento de las energías divinas,
aporta una comprensión mejor que la superioridad técnica occidental, que ha
conducido a una amenazadora civilización actual.
¿Qué relación
mantiene Dios con el mundo y el ser humano tras su creación?
La divina Providencia. Esto significa que la criatura siempre depende de Dios; existe
por su gracia y voluntad, de modo que incluso puede dejar de existir si el
Creador así lo dispone. Para Atanasio,
la idea de creación lleva a distinguir en Dios su esencia trascendente y sus
propiedades (como “poder” o “bondad”), que expresan su existencia
y acción “ad extra”, y no precisamente su esencia. Esta distinción de “naturaleza” entre
Dios y sus criaturas, igual que la diferencia entre generación “natural”
del Hijo por el Padre y creación “por un acto de voluntad”, adquieren
particular énfasis en Cirilo de Alejandría y en Juan Damasceno. Esa diferencia influirá también en la
definición del Concilio de Calcedonia sobre las “dos naturalezas” de
Cristo, que se pueden entender como en “comunión” mutua, unidas “hipostáticamente”,
pero nunca “mezcladas” o “confundidas”, es decir, no se pueden
considerar como “una naturaleza”.
¿Qué es la
divina Providencia?
Es la constante y misteriosa acción del poder,
sabiduría y bondad de Dios, por la cual él preserva la fuerza y el ser de sus
criaturas para librarlas del mal y acercarlas al bien: el cuidado continuo que Dios tiene de sus
criaturas (Mt 6,26; Ro 8,28s). “Bueno
es el Señor para con todos” (Sal 145,9).
Según Gregorio el Taumaturgo la divina providencia se ocupaba de él
individualmente en todas las peripecias de su existencia por medio del ángel de
la guarda y de su maestro (staretz).
¿Cómo se explicó a los griegos la creación
por el designio de Dios?
La creación en el tiempo, es decir, el comienzo de
la existencia creada, constituye la quiebra más importante entre el pensamiento
griego y la revelación bíblica. Pero la
idea de un “designio” eterno de Dios, que él mismo puso en práctica
cuando creó el mundo en el tiempo, no es incompatible con la teología del
Antiguo Testamento ni con el Verbo del evangelio joanico, además de que respondía
a las preocupaciones esenciales de la filosofía griega.
¿Cómo Dios tuvo a sus criaturas siempre
presentes en su pensamiento?
Al contrario de lo que suponía Orígenes sobre la
preexistencia de las almas, y cuya enseñanza fue implícitamente condenada como
herética el año 553, en el pensamiento de Dios las criaturas existen desde toda
la eternidad sólo potencialmente, mientras que su existencia real sólo se
produce en el tiempo. Esa existencia
temporal de los seres creados no es autónoma, sino que está centrada en el
Logos (el Verbo) único y en comunión con él, pues todas han sido creadas por él
y para él. Lo cual les lleva a volverse
hacia él como su principio o imán poderoso.
¿Qué expuso Máximo el Confesor al
respecto?
Por la distinción de Atanasio entre “naturaleza”
y “voluntad”, Máximo logra construir una verdadera ontología cristiana
de la creación, que permanecerá a lo largo de toda la teología bizantina como
autoridad normativa e indiscutible. Esa
ontología presupone no sólo una distinción en Dios entre “naturaleza” (o
“esencia”) y “energía” –distinción que más tarde recibirá el
nombre de “palamismo”-, sino también una comprensión personal y dinámica
de Dios, a la vez que una concepción dinámica, o “energética”, de la
naturaleza creada.
¿Qué recibió el ser humano de Dios en su
creación?
Según Máximo el Confesor, Dios, al crear al ser
humano, le “comunicó” cuatro de sus propiedades específicas: ser, eternidad, bondad y sabiduría. De estas cuatro propiedades divinas, las dos
primeras pertenecen a la esencia misma del ser humano, mientras que la tercera
y la cuarta simplemente “se ofrecen” a su voluntaria disposición. San Ireneo decía que el hombre estaba
compuesto de “espíritu, alma y cuerpo” (1 Tes 5,23), y mediante el
espíritu podía relacionarse con Dios y la trascendencia.
VI LA AUTORIDAD EN LA IGLESIA:
BIBLIA Y TRADICIÓN
¿Cómo nos ha
sido transmitida esta revelación?
A través de los escritos recibidos en una comunión
creada por la alianza de Dios con su pueblo.
¿Cómo se llaman
esos escritos?
Sagrada Escritura o Biblia.
¿Qué significa
la Biblia?
Biblia significa “biblioteca”, y es la
colección de los libros inspirados por Dios y entregados a su pueblo que, como
una escuela particular, puede leer en ellos la revelación de Dios.
¿Cuántas
partes tiene la Biblia?
Dos: Antiguo
y Nuevo Testamento.
¿Qué significa
la palabra “Testamento”?
Pacto, Alianza o Convenio; y se le llama testamento
por contener la voluntad final de Dios (Heb 9,15ss).
¿Qué es el
Antiguo Testamento?
Los libros escritos para el pueblo del antiguo
Pacto, es decir, el pueblo judío, del que vino Cristo.
¿Cuántas
partes tiene el Antiguo Testamento?
Tres: La
Torah o Ley mosaica, los Profetas (mayores y menores) y los Salmos (libros de
sabiduría).
¿Cuántos
libros tiene el Antiguo Testamento?
San Cirilo de Jerusalén, san Jerónimo, san Atanasio
y san Juan Damasceno dicen que 22, coincidiendo su cómputo con el de los
judíos.
¿Por qué
debemos respetar el recuento de los hebreos?
Porque, como dice el apóstol Pablo, a ellos les
fueron confiados los oráculos de Dios (Ro 3,2; 9,4s).
¿Cómo se
enumeraron estos libros por san Cirilo y san Atanasio?
De la siguiente forma: 1) Génesis, 2) Exodo, 3) Levítico, 4) Números y 5)
Deuteronomio. 6) Libro de Josué, 7)
Jueces, y con él, como apéndice, el libro de Ruth; 8) Primero y Segundo Libro
de Reyes (y 1 y 2 de Samuel como dos partes de un mismo libro). 9) El tercer y cuarto libro de los Reyes,
10) Primera y Segunda de Crónicas, 11) Primer y Segundo libro de Esdras, o como
se lo llama en griego: Libro de
Nehemías, 12) Libro de Esther, 13) Libro de Job, 14) Los Salmos, 15)
Proverbios, 16) Eclesiastés (Disertador), 17) Cantar de los Cantares, 18)
Isaías, 19) Jeremías, 20) Ezequiel, 21) Daniel, 22) Los Doce Profetas
Menores.
¿Cuáles son
los Libros de la Ley o Torah?
Son cinco:
Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Son llamados la “ley mosaica” (Lc
24,44).
¿Qué contiene
el libro del Génesis?
Es el libro del relato mítico de la creación del
mundo, el pecado humano, el diluvio y pacto con Noé, la llamada de Abraham y
los Patriarcas, y la historia de las reglas religiosas en los primeros tiempos
de la humanidad. Se puede resumir
diciendo: Dios creó, el diablo y el
hombre pecaron, y Dios se pone a recuperar.
¿Qué contienen
los otros cuatro libros de la Torah o ley mosaica?
La historia de la liberación de Egipto o Éxodo, la
Pascua y la alianza del Sinaí con todas sus normas religiosas.
¿Cuáles son
los libros históricos del Antiguo Testamento?
Josué, Jueces, Rut, Reyes, Crónicas, Esdras,
Nehemías y Ester.
¿Cuáles son
los instructivos?
Job, Salmos, Proverbios, Cantar de los Cantares y
Eclesiastés.
¿Qué
observaciones particulares hay que saber sobre los Salmos?
Que contienen muchas alusiones y profecías
concernientes al Mesías futuro y que se realizaron en Jesús de Nazaret. Además, es un perfecto manual de oración y
alabanza para el cristiano, y se usa continuamente en las liturgias y oficios
eclesiásticos.
¿Cuáles son
los Libros Proféticos?
Hay dos tipos de Libros Proféticos: mayores y menores. Los Profetas mayores son:
Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel.
Los otros doce son los menores.
¿Qué es el
Nuevo Testamento o Canon?
Los libros inspirados escritos para el pueblo de la
Nueva Alianza, que dan a conocer la vida y enseñanza universales de Jesús de
Nazaret, el Mesías, así como el Evangelio del Reino de Dios a todos los
pueblos.
¿Qué significa
la palabra “Evangelio”?
Buena noticia o Buena Nueva.
¿Cuántas
partes tiene el Nuevo Testamento?
Consta de 27 libros que se dividen en Evangelios
(Mateo, Marcos, Lucas y Juan), Hechos de los Apóstoles, Cartas de san Pablo
(Romanos, 1ª y 2ª Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1ª y 2ª
Tesalonicenses, 1ª y 2ª Timoteo, Tito y Filemón), Hebreos, Cartas católicas
(Santiago, 1ª y 2ª Pedro, 1ª, 2ª y 3ª Juan, Judas) y Apocalipsis.
¿De qué trata
el Libro de los Hechos de los Apóstoles?
Del descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles,
y de la formación y expansión de la Iglesia de Dios.
¿De qué tratan
las Cartas o Epístolas?
De temas de interés y doctrina para las comunidades
cristianas y sus miembros y dirigentes.
¿Hay en el
Nuevo Testamento algún libro profético?
El Apocalipsis o Revelación de san Juan.
¿Por qué
llamamos a la Sagrada Escritura la Palabra de Dios?
Porque, por la acción del Espíritu Santo, Dios
inspiró a sus autores, y todavía nos habla por su medio (2 Tim 3,15s; 2 Pe
1,20s).
¿Por qué la
llamamos “inspirada”?
Porque está libre de error en cuanto atañe a la
salvación y nada hay inútil en ella, y cuando es leída junto a la Tradición
Eclesiástica de los Concilios Ecuménicos es infalible en cuestiones de fe y
moral.
¿Por qué se
llama “Canon”?
Porque Canon significa “Norma”, y las Escrituras
son la norma de fe y vida de todo cristiano.
¿Cómo podemos
entender el significado de los textos bíblicos?
Gracias a la ayuda del Espíritu Santo que los
inspiró y leyendo siempre los difíciles a la luz de los más fáciles; además,
Cristo instituyó a sus apóstoles y éstos a los obispos como maestros e
intérpretes de su Palabra.
¿Dónde está la máxima autoridad en la
Iglesia?
En la tradición de las Escrituras, los Padres
antiguos que las explican y los Concilios Ecuménicos. Sin embargo, cualquier fiel cristiano, y en particular un santo,
tiene el privilegio y la oportunidad de ver y experimentar su verdad.
¿Cómo es esa verdad para la ortodoxia?
La teología verdadera no consiste, como en
Occidente, en una mera deducción racional de premisas “reveladas”, es
decir, de la Escritura y de la tradición.
Eso no quiere decir que el proceso racional deductivo quede totalmente
eliminado de la reflexión teológica.
Sin embargo, es verdadero teólogo quien entiende y experimenta los
principios de su propia visión teológica; y esa experiencia pertenece no sólo
al intelecto (que tampoco queda excluido de la percepción), sino también a “los
ojos del Espíritu”, que sitúa al ser completo (intelecto, emociones e
incluso sentidos) en contacto con Dios.
De este modo la revelación no queda limitada a los documentos de la
Escritura o a las definiciones conciliares, sino que es directamente accesible,
en cuanto verdad vital, a la experiencia humana de la cercanía de Dios en su
Iglesia.
¿Cómo escapa esta verdad al viejo
mesalianismo y al “libre examen” luterano?
Para los Padres antiguos el peligro de creerse en
contacto íntimo con Dios podía ser una forma de “mesalianismo” (secta
del siglo IV antijerárquica y antisacramental, condenada por los
concilios). Sin embargo, hay una gran
diferencia: el cristiano ortodoxo que
afirma tener una experiencia directa de Dios, se funda, precisamente, en una
eclesiología sacramental (y por tanto, jerárquicamente estructurada), que
constituye el fundamento cristológico y pneumatológico de la experiencia
personal y presupone que la teología cristiana ha de ser siempre coherente con
el testimonio apostólico y patrístico.
¿Significa esto que se pueden añadir nuevas
revelaciones al testimonio apostólico?
No, pues hemos recibido la fe “de una vez por
todas” (Jd 3). No se puede aprender
nada nuevo sobre Cristo que no sea lo que los apóstoles habían “oído y visto
con sus propios ojos, y habían contemplado y tocado con sus propias manos sobre
la Palabra de vida” (1 Jn 1,1). La
experiencia de los santos debería ser, pues, sustancialmente idéntica a la
suya, de modo que nociones como “desarrollo o crecimiento del dogma” sólo
se pueden aplicar a la apropiación humana de la verdad divina, no a la Verdad
misma; y desde luego, a la elaboración conceptual de la doctrina de la Iglesia,
o a la refutación de las herejías. Por
tanto, la plenitud de la verdad se reveló de una vez para siempre en
Cristo. El mensaje apostólico da
testimonio de esa revelación por medio de la palabra escrita y la tradición
oral; pero las personas, a causa de la libertad que Dios les ha concedido,
pueden experimentarla de diversas maneras y grados. El mundo al que va dirigido ese testimonio no deja de suscitar
nuevos problemas y retos, y como su mensaje no se refiere a verdades
abstractas, sino a una Persona; la ausencia en la ortodoxia de un permanente e
infalible criterio de verdad hace que el cristianismo se comprenda como una
experiencia viva, de cuya autenticidad es responsable la estructura
sacramental, pero cuyos contenidos se transmiten de generación en generación
por toda la Iglesia.
¿Son iguales entonces las teologías de
Oriente y Occidente?
Los cristianos ortodoxos reconocen que en Occidente
se mantuvo la síntesis patrística entre teología y espiritualidad hasta la
escuela cisterciense y la primera escolástica, pero luego su teología se
decantó hacia un racionalismo desintegrador.
De hecho, la revelación no se nos ha dado para nuestra curiosidad, sino
para nuestra salvación.
Consecuentemente, la ortodoxia llama “teólogos” a tres grandes
santos místicos y contemplativos: el
evangelista Juan, san Gregorio Nacianceno y san Simeón el Nuevo Teólogo. Para Oriente, la mística es la cumbre de la
teología, la teología por excelencia.
De hecho, la palabra “teología”, que significa la escritura que
nos revela el misterio de Dios, culmina en la contemplación de la
Trinidad. Para los Padres antiguos, la “teología”
es la contemplación y participación de la vida trinitaria.
¿Qué quiso decir Simeón el Nuevo Teólogo al
afirmar “la fe como experiencia”?
En el Bizancio medieval, Simeón el Nuevo Teólogo
(949-1022), discípulo de un monje estudita, insistió en el hecho de que la fe
cristiana consiste en “experimentar” personalmente la realidad viva de
Cristo. Entonces muchos pensaban que
era mucho más práctica una concepción legalista y minimalista de la vida
cristiana, que limitaba la fe al cumplimiento de ciertas “obligaciones”. Para Simeón, esos minimalistas eran los
verdaderos herejes de su tiempo, pues afirmaban que no podía haber nadie que
pudiera llegar a ser como los santos Padres.
Simeón se vio involucrado hacia el final de su vida en un conflicto con
Esteban, administrador oficial del patriarcado. El motivo fue la iniciativa personal de Simeón que, sin contar con
el apoyo oficial de la jerarquía, procedió en el seno de su comunidad a la
canonización de su padre espiritual, Simeón el Piadoso. El hecho dio al Nuevo Teólogo la oportunidad
de suscitar el tema de la autoridad en la Iglesia, oponiendo la personalidad
carismática del santo a la institución.
Sus afirmaciones a raíz de este problema se pueden interpretar
fácilmente como antijerárquicas, al menos en principio. Según Simeón, si uno acepta el episcopado
sin haber recibido la misión, no es más que un intruso. En este aspecto, Simeón refleja una
mentalidad que ya se había manifestado tanto en el cristianismo primitivo como
en el bizantino, en las obras del Pseudo-Dionisio y en la tradición monástica
de Macario. Con todo, el subjetivismo
que pudiera implicar esa interpretación es, en sí mismo, un problema
eclesiológico. Pero lo que pretendía
formular Simeón era la tensión entre el Reino y “este mundo”, y afirmar
que la tensión entre “acontecimiento” e “institución” es
inherente a la propia existencia histórica de la Iglesia. Por eso la Iglesia canonizó a san Simeón el
Nuevo Teólogo, y muchas generaciones de cristianos vieron en él al místico más
importante de la Edad Media. Con esa
acción, el cristianismo bizantino reconoció que, en la Iglesia, el criterio
definitivo de la verdad y la única autoridad realmente decisiva es el Espíritu
hablando por un staretz.
¿Qué es un “staretz”?
Un staretz es un guía en el Espíritu, y hace
referencia a un padre (o madre) espiritual a quien se abandona uno con confianza
filial, seguro de que en él se manifiesta la tierna y a la vez exigente
paternidad de Dios. Esta figura dio al
monaquismo una ductibilidad extraordinaria:
en efecto, por obra del padre espiritual, el camino de todo monje es
fuertemente personalizado en los tiempos, en los ritmos y en los modos de la
búsqueda de Dios. Precisamente porque
el guía espiritual es el punto de enlace y armonización, eso permite al
monaquismo la mayor variedad de expresiones cenobíticas y eremíticas. De hecho, la ortodoxia reconoce de modo
particular que hay personas a las que el Espíritu ha concedido el don de la
guía espiritual: son puntos de
referencia valiosos, porque miran con los ojos de amor que Dios tiene. Con ello no se trata de renunciar a la
propia libertad, para que los demás nos dirijan: se trata de sacar provecho del conocimiento del corazón, que es
un verdadero carisma, para que nos ayuden, con dulzura y firmeza, a encontrar
el camino de la verdad. El verdadero
guía espiritual, si lo es de verdad, no hará a los demás iguales a sí mismo,
sino que les ayudará a percibir su propia senda hacia el Reino de Dios.
¿Qué staretz han sido particularmente
conocidos últimamente?
San Serafín de Sarov y la Madre María Skobtsov.
¿Debe ser la teología fruto de la razón bautizada?
El hecho de que la teología sea mística no significa
que no sea reflexiva, lúcida e inteligente.
El ser humano es un “logikós”, es decir, no sólo razonable, sino
capaz de dar razón de las cosas, de dar sentido a todo. Pero la razón, después del pecado, necesita
ser salvada, pues tiende a los “logismoi”, ese tipo de pensamientos
obsesivos que la vuelven loca, la emborrachan con la racionalidad de las cosas,
le hacen caer en relaciones puramente unidimensionales y construir ídolos con
los conceptos: “Los conceptos crean
ídolos; sólo la admiración capta algo” (Gregorio de Nisa). Así pues, la tradición ortodoxa insiste en
la necesidad de convertirse por el bautismo para poder captar la
revelación. A la teología se entra por
la “metanoia” de la inteligencia.
Por el bautismo de conversión, la razón debe morir, en cuanto que es
razón caída que sólo busca causas y efectos, superficial e idólatra. Y debe renacer por el mismo bautismo a una
razón que no busque ya la demostración, sino el amor, el silencio, la belleza,
el símbolo, el misterio, pues “una teología sin acción (sin testimonio en la
vida) es una teología de los demonios” (Máximo el Confesor).
¿Qué son los
Deuterocanónicos o Apócrifos?
Una colección de libros adicionales escritos para el
pueblo del Viejo Pacto, usada y respetada por la Iglesia.
¿Cómo debemos
considerar los Libros Deuterocanónicos?
Atanasio decía que eran indicados por los Padres
para ser leídos por los que se preparaban para ser admitidos en la
Iglesia.
¿Cómo han explicado otras comunidades
eclesiásticas la evolución del dogma?
Para la fe romana hay una cabeza infalible en la
Iglesia: el Papa. El moderno liberalismo racionalista lo
somete todo a la regla de la razón natural.
Los protestantes apelan a la “sola escritura” (con el
consiguiente desbarajuste y atomización por el “libre examen” y las
muchas “lecturas” que tiene la Biblia).
¿Cómo se
difunde la revelación y cómo se preserva en la Iglesia?
Por medio de la
sagrada tradición y las sagradas Escrituras.
¿Qué se
entiende bajo el nombre de sagrada Tradición?
Es la enseñanza de
la fe, la ley de Dios, los sacramentos y ritos que nos fueron transmitidos por
los verdaderos fieles de generación en generación. La tradición es patrimonio de la Iglesia de Cristo, habiendo sido
transmitida de viva voz y por escrito por los apóstoles (2 Tes 2,15) a sus
sucesores (1 Co 11,2.23; 2 Tim 2,2), en una línea ininterrumpida que es
garantizada por la sucesión apostólica, mediante la imposición de manos, hasta
los Obispos de hoy. Esa tradición se
desarrolló en la Iglesia por el testimonio de los mártires, de los Padres y de
los santos, así como por la fe viva de todos los fieles cristianos a lo largo
de los siglos hasta nuestros días. No
se trata de una repetición inalterable de fórmulas, sino de un patrimonio que
conserva vivo el núcleo kerigmático originario. Esa tradición es la que preserva a la Iglesia del peligro de
recoger sólo opiniones mudables y garantiza su certeza y continuidad. También la comprensión de la tradición se
enriquece continuamente con aportaciones nuevas en la “fidelidad y
continuidad”, para encarnarse en su tiempo entre las diversas situaciones y
condiciones históricas. Así pues, la
tradición nos sitúa en continuidad con el pasado, pero no es mera nostalgia ni
añoranza de formas perdidas.
¿Hay algún
depositario de la sagrada Tradición?
Todos los
verdaderos fieles unidos por la tradición de la fe, colectiva y sucesivamente,
por la voluntad de Dios componen la Iglesia.
Y la Iglesia es la segura depositaria de la sagrada tradición. Como expresa san Pablo: "La Iglesia del Dios vivo, pilar y
fundamento de la verdad" (1 Tim 3,15). E Ireneo dice al respecto en el siglo II: "No debemos buscar entre otros la
verdad que podemos obtener buscándola en la Iglesia, porque en ella, como en
una rica Casa del Tesoro, los apóstoles nos dejaron en su plenitud todo lo que
pertenece a la verdad, de manera que quien la busque, reciba el alimento de
vida; pues ella es la puerta" (Adv. Haeres. T. 3 C. 4).
¿Debemos
seguir la sagrada Tradición incluso si poseemos las Sagradas Escrituras?
Debemos seguir la
tradición que está de acuerdo con la divina revelación y con las Escrituras,
tal y como nos lo expresan éstas. El
apóstol Pablo dice: "Así pues,
hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de
nosotros, por carta o de viva voz" (2 Tes 2,15).
¿Qué quiere
decir el Antiguo Testamento o Pacto?
Es la Alianza que Dios hizo con Abraham (padre de
Israel) y con Moisés (el Decálogo o Diez Mandamientos).
¿Qué le
prometió Dios a ese pueblo?
Que sería su pueblo, que de él vendría el Mesías y
que atraería a todas las naciones de la tierra hacia su verdad y su fe.
¿Qué exigió
Dios del pueblo escogido?
Que fuera fiel a la alianza, que amara la justicia,
practicara la misericordia y caminara humildemente con él (Miq 6,8s).
¿En qué parte
del Antiguo Testamento se percibe con mayor claridad el designio de Dios para
todos?
En el Decálogo o Diez Mandamientos.
VII LOS DIEZ MANDAMIENTOS
¿Qué son los
Diez Mandamientos o Decálogo?
Son leyes dadas por Dios a Moisés en el Monte Sinaí
para el pueblo de la Alianza, después de sacarlo de Egipto.
¿Cuál es el
propósito del Decálogo?
Definir nuestra relación con Dios y con el
prójimo.
¿En cuántas
secciones se agrupa el Decálogo?
En dos: los
cuatro preceptos primeros dicen que debemos amar a Dios de corazón, y los seis
últimos que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos.
¿Cuál es el
significado de los Diez Mandamientos?
I)
Amar
y obedecer a Dios, y traer a otros a él.
II)
No
poner nada en lugar de Dios.
III)
Respetar
a Dios de pensamiento, palabra y obra.
IV)
Apartar
regularmente ocasiones para adorar, orar y estudiar el plan de Dios.
V)
Amar,
honrar y sostener a nuestros padres y familiares; respetar a las autoridades y
obedecer lo que justamente dispongan.
VI)
Respetar
la vida que Dios da; orar y trabajar por la paz; eliminar del corazón toda
malicia, prejuicio y odio; y ser bondadosos con todas las criaturas de
Dios.
VII)
Usar
nuestras pulsiones corporales según el proyecto de Dios.
VIII)
Ser
honestos y justos en todos nuestros tratos; buscar la justicia, la libertad y
lo que es necesario para la vida de todos; y usar nuestros talentos y bienes,
conscientes de que vamos a rendir cuentas de éstos a Dios.
IX)
Decir
la verdad y no confundir a nadie por nuestro silencio.
X)
Resistir
toda tentación de apego y ambición, envidia y avaricia; así como alegrarnos de
las virtudes ajenas; y cumplir nuestro deber por amor a Dios.
¿Qué medios
tenemos para distinguir las buenas obras de las malas?
La ley interior de
Dios, o sea el testimonio de nuestra conciencia, y la ley externa de Dios, o
Mandamientos de Dios.
¿Hablan las
Sagradas Escrituras de la ley interna de Dios?
El apóstol Pablo
dice acerca de los paganos que: "llevan la exigencia de la Ley escrita en el corazón. Su propia conciencia aporta su testimonio y
los razonamientos dialogan acusando o defendiendo" (Ro 2,15).
Si hay en el
ser humano una ley interior, ¿por qué le fue dada otra exterior?
Porque el ser
humano no obedece la ley interior, sino que vive su propia vida carnal y
pecadora, y acalla en sí mismo la voz de la ley espiritual: "¿Para qué sirve la Ley? Fue añadida para delatar las
transgresiones" (Gál 3,19).
¿Qué dijo
Cristo sobre esto?
Cuando se le
preguntó cuál es el mayor mandamiento, él replicó: "Ama al Señor tu Dios de todo corazón y
con toda tu alma y toda tu mente, éste es el primero y mayor mandamiento. Y el
segundo es semejante a éste: ama a tu
prójimo como a ti mismo. Sobre estos
dos mandamientos se basan toda la Ley y los Profetas" (Mt
22,36-40).
¿Son todas
las personas nuestro prójimo?
Sí, porque todas
son la creación de un solo Dios y descienden de una misma sangre (Hch
17,26-29); mas nuestros prójimos en la fe son doblemente prójimos, siendo hijos
del Padre celestial por la fe en Cristo (Gál 6,10).
¿Por qué no
hay un mandamiento de amarnos a nosotros mismos?
Porque así lo
hacemos naturalmente y sin ningún mandato:
"Nadie aborreció jamás su propia carne (ser), sino que la
sustenta y la cuida" (Ef 5,29).
En el
sentido de comprender y guardar mejor el primer mandamiento, ¿podemos saber qué
pecados están contra él?
1. El ateísmo,
cuando las personas llamadas necias por el salmista, buscando alejarse de Dios,
se dicen: "No hay Dios" (Sal
14 ,1). Precisamente esta es una gran
señal de nuestro tiempo, pues a la Iglesia llega hoy el grito de muchas
personas que buscan encontrar un sentido a sus vidas. La Iglesia percibe en ese grito la invocación de quien busca al
Padre olvidado y perdido (Lc 15,18ss; Jn 14,8). Dejándonos interpelar por los interrogantes del mundo,
escuchándolos con humildad y ternura, con plena solidaridad hacia quien los
expresa, estamos llamados a mostrar con palabras y gestos la inmensa riqueza
que nuestra Iglesia conserva en las arcas de sus tradiciones. Aprendamos del Señor Jesús quien, a lo largo
de su ministerio público, se detenía entre la gente, la escuchaba, se conmovía
cuando los veía “como ovejas sin pastor” (Mt 9,36; Mc 6,34). De él debemos aprender esa mirada de amor
con la que reconciliaba a las personas con el Padre y consigo mismas,
comunicándoles la única fuerza capaz de sanar al hombre entero. Y todo sin desvirtuar la cruz de Cristo (1
Co 1,17), centro y núcleo del mensaje cristiano.
2. Politeísmo,
cuando en lugar de un Dios verdadero, las personas reconocen un número de
falsas deidades.
3. Incredulidad,
cuando la gente que admite la existencia de Dios no cree en su providencia y
revelación.
4. Herejía, cuando
las personas mezclan con la enseñanza de la fe opiniones contrarias a la verdad
divina revelada.
5. Cisma, o sea la
ruptura voluntaria de la unidad de los divinos servicios y de la Iglesia de
Dios.
6. Apostasía,
cuando alguien deja la verdadera fe por temor humano.
7. Desesperación,
cuando la gente abandona toda esperanza de obtener de Dios gracia y
salvación.
8 Brujería, cuando
la gente, dejando de lado la fe en Dios, pone su confianza en poderes secretos
y en su mayor parte malignos de criaturas, especialmente malos espíritus, y
buscan actuar por esas fuerzas.
9. Superstición,
cuando la gente pone su fe en cualquier cosa común como si tuviese poder divino
y confía en ella en lugar de confiar en Dios, o la teme en lugar de temer a
Dios, por ejemplo, cuando pone su confianza en un viejo libro y piensa que no
puede ser salvado por ningún otro y que no debe usar uno nuevo, siendo que el
libro nuevo contiene la misma enseñanza y el mismo mensaje y forma.
10. Pereza, con
respecto a aprender religión o respecto a la oración y los públicos Servicios
de Dios.
11. Amar a las
criaturas más que a Dios.
12. Complacencia,
cuando alguien busca complacer a los demás, quedando descuidados sus deberes de
complacer a Dios.
13. Confianza en
los demás, cuando alguien pone su confianza en sus propios medios y fortaleza,
y no en la misericordia y ayuda de Dios.
¿Qué es una
escultura, como afirma el segundo mandamiento?
El segundo
mandamiento mismo explica que una escultura o ídolo, es una semejanza con
alguna criatura del cielo o de la tierra, o de las aguas, ante quien las
personas se inclinan y sirven en lugar de a Dios.
¿Qué
prohíbe, entonces, el segundo mandamiento?
Prohíbe reverenciar
esculturas o ídolos como supuestas deidades (Ex 20,4; Dt 4,12.16-18; Is 44,9-20);
46,5ss; Jr 10,3ss; Hab 2,18; Sal 115,2-8; Hch 17,29).
¿No está
prohibido así tener cualquier tipo de representación sagrada?
No, desde que el
mismo Moisés, por el cual Dios dio los mandamientos, recibió de Dios al mismo
tiempo una orden de emplazar en el tabernáculo o templo portátil de los
israelitas, representaciones sagradas de querubines en oro, y ubicarlas en la
parte interior del templo.
¿Por qué
este ejemplo es digno de remarcarse para la Iglesia?
Porque ilustra el
uso de los iconos.
¿Qué es un
icono?
En griego significa
imagen o representación. En la Iglesia
designa a las representaciones sagradas del Señor Jesucristo, su Madre y sus
santos. El icono es una manifestación concreta
de la dimensión sacramental y litúrgica de la Iglesia. No es mero recuerdo o evocación artística
expresada con realismo (como, p. e., el arte barroco), sino que es una teología
de la belleza esbozada ya por los Padres como resplandor de la gloria divina. Esta teología une el amor a Dios con el amor
a la belleza (filocalia) y mantiene una estrecha relación entre belleza y
santidad: “La belleza salvará al
mundo” (A. Soljetnisyn).
¿El uso de
iconos se concilia con el segundo mandamiento?
No lo haría si
alguien hiciera de ellos dioses, pero honrarlos como representaciones sagradas
y usarlos para el recuerdo de las obras de Dios y de sus santos está permitido.
"Los iconos son libros,
escritos en la forma de personas y cosas en lugar de con letras" (Gregorio
Magno Libro 9, carta 9 ad Serien. Episc.).
¿Cómo empezó
el uso de los iconos?
En las catacumbas
el arte era eminentemente significativo y didáctico: ilustraba temas como el agua (Noé, Moisés, pescado, áncora), pan
y vino (viñas, trigo), salvación (Daniel, los tres jóvenes en el horno de Babilonia,
Lázaro, el Buen Pastor, el ave fénix...).
A partir del siglo IV, el arte comienza a ser simbólico e
iconográfico. De hecho, el arte
occidental siguió siendo iconográfico hasta el románico, que coincide con la
separación de Oriente, donde existe toda una tradición muy fuerte del
icono: la época justiniana (siglo VI)
con la basílica de Santa Sofía de Constantinopla; la época de los Commenos
(siglos X-XIII), verdadero renacimiento y edad de oro; a partir del siglo XI comienza
la iconografía rusa de influjo bizantino (Santa Sofía de Kiev,
Novgorod...). Luego, en los siglos XIV
y XV, arraiga en Serbia, Rumania, Bulgaria, Creta, Athos, Grecia, con un
realismo dulce y un cierto patetismo (el Cristo Elkómenois...).
¿Qué
disposición de ánimo debemos tener cuando reverenciamos los iconos?
Así como los
miramos con los ojos, mentalmente debemos mirar a Dios y a los santos que están
representados en ellos.
¿Qué
presupuestos hay que tener en cuenta para comprender los iconos?
·
Que son una teología de la imagen y del
símbolo, que es mucho más que el signo, pues es presencia de la realidad
simbolizada, lo que revela el sentido oculto de la realidad, y se erige en
receptáculo de la presencia de lo representado. No es puramente información, indicación o copia (como puede serlo
un signo matemático o químico o una fotografía realista).
·
Una teología de la encarnación que admite que
Dios ha asumido la materia, el mundo, el cuerpo, el cosmos... y que, por tanto, la carne puede ser
portadora de la gracia, y Dios no es puramente misterio oculto, sino presencia
revelada, como en el icono de la Transfiguración, que ofrece el rostro humano
de la divinidad y la luz tabórica que muestra la gloria luminosa.
·
Una teología de las energías, como realidad
que transforma, transfigura y diviniza el cosmos, la persona y nuestros
sentidos.
·
Una teología catafática, es decir, que no se
limita al apofatismo negativo del Dios misterioso, sino que reconoce que este
Dios se ha manifestado en Cristo, posee sus imágenes y símbolos, sus sacramentos. Junto a la vía apofática del silencio existe
una vía catafática o simbólica de acceso a Dios. Cristo es el icono del Padre y la Iglesia es icono del Reino
¿Cómo define
Paul Evdokimov el icono?
“Es una representación simbólico-hipostática que
invita a trascender el símbolo, a comulgar con la hipóstasis, para participar
del Indescriptible. Es un camino por el
que hay que pasar para superarlo. No se
trata de suprimirlo, sino de descubrir su dimensión trascendente. Nos hace acceder a la Hypóstasis y nos
introduce en la experiencia de la Presencia despojada de formas empíricas” (El arte del icono).
¿Cómo lo
define Olivier Clément?
“El icono no es un elemento decorativo... es parte integrante de la liturgia y
constituye, como escribió Leonidas Ouspensky, un medio de conocer a Dios y de
unirse a él. El icono permite conocer a
Dios a través de la belleza; pues Dios no sólo se hizo escuchar, sino que
también se hizo ver, se hizo rostro, y el icono por excelencia es el de la
cruz, como afirmó san Juan Damasceno...
No adoro la materia, sino al Creador de la materia, el cual por mí se
hizo material, y por la materia me ha salvado” (Sobre el
hombre).
¿Es el icono
un retrato?
El icono es
bendecido para que se convierta en sacramental cargado de presencia y de la
fuerza de las energías. No basta con
contemplarlo, hay que participar de la presencia trascendente allí
simbolizada. El icono no se pinta de
forma realista, no es un retrato ni la representación de una persona todavía
viva, sino que representa al prototipo y busca una comunión viva y orante. El icono se sitúa, pues, en la línea de un
sacramental, es la Escritura pintada; lejos de mera mimesis, evocación o
retrato realista, del recuerdo psicológico o del esteticismo religioso. Por eso, a veces los rasgos de la figura
representada se desfiguran o se alargan para indicar la fuerza de la
espiritualización.
¿Qué
concluyó el séptimo Concilio Ecuménico de Nicea II (787)?
“No reconocemos en el icono nada más que una imagen
que representa la semejanza del prototipo.
Por eso recibe su nombre, y sólo con ello participa de él, y por eso es
venerable y santo... Contemplemos a la
vez lo inefable y lo representado”.
¿Cómo se
originó y qué sucedió acerca del 7º Concilio Ecuménico o Nicea II?
En los años
anteriores al 800 se produjo el debate de si se debían o no utilizar imágenes
en la liturgia. En la antigua Iglesia
no hubo oposición a su uso, como lo demuestran las pinturas de las catacumbas y
de Dura-Europo (la capilla más antigua que se conserva), por lo general
alusivas a algún episodio bíblico. Sin
embargo, según fue habiendo mayor número de fieles provenientes del paganismo,
hubo ministros que empezaron a temer que el uso de imágenes en las capillas podría
inspirar a algunos a la idolatría. Por
tanto, después de Constantino y la “conversión” en masa del imperio,
empiezan a encontrarse en algunos sermones amonestaciones contra el uso
indebido de las imágenes. Al mismo
tiempo, sin embargo, se insistía en el valor de tales imágenes como “el libro
de los incultos”. En una época en
la que pocos sabían leer, las imágenes servían para comunicar a los fieles
algunos de los mensajes más importantes.
Pero la controversia estalló cuando el emperador León III mandó derribar
una estatua de Cristo muy venerada en Constantinopla. A partir de entonces, y a través de toda una serie de decretos
imperiales, la campaña contra las imágenes tomó cada vez mayor impulso. En el año 754, el hijo de León, Constantino
V, convocó un concilio que prohibió el uso de imágenes en el culto litúrgico, y
condenó a los que habían salido en defensa de ellas, especialmente al Patriarca
Germán de Constantinopla y al teólogo Juan Damasceno. Así surgieron dos partidos que recibieron los nombres de “iconoclastas”
(destructores de imágenes) e “iconodulos” (veneradores de
imágenes). Todos sospechaban que los
decretos imperiales se debían a un deseo de desmentir a los musulmanes, que
acusaban a los cristianos de idolatría y amenazaban por ello con invadir
Bizancio. Pero el argumento de los
iconodulos era meramente cristológico, como expuso Teodoro Estudita: si en Cristo Dios mismo nos ha dado su
imagen, negarse a representar a Cristo equivaldría a negar su humanidad. Si Cristo fue un verdadero hombre, entonces
es posible representarlo como a cualquier otro. La controversia duró por años, y aunque teóricamente los edictos
imperiales eran válidos en todo el antiguo imperio romano, el Occidente nunca
los aplicó, pues el Papa no los aceptaba.
Por fin, cuando la regencia cayó sobre los hombros de la emperatriz
Irene, ésta cambió la política imperial con respecto a las imágenes, y entre
ella, el Patriarca Tarasio de Constantinopla y el Papa Adriano convocaron un
Concilio, el cual tuvo lugar en Nicea el año 787. Este Concilio Ecuménico restauró el uso de las imágenes en las
iglesias y estableció que no debían ser adoradas (griego “latría”), sino
sólo veneradas (griego “dulía”).
¿Cuáles eran
las “antenas” de que dispuso la Iglesia para oír la voz del Espíritu en el 7º
Concilio Ecuménico?
·
El Concilio convocado y dirigido por el
emperador, como expresión de la comunión católica.
·
El Papa, que ejercía en aquel entonces su
solicitud sobre esa comunión y velaba por la rectitud de la fe (sin embargo
después quiso dominarla y expresarla en solitario, dando origen al gran
cisma).
·
El “sentido de iglesia” del pueblo de
Dios, que puede expresarse, en momentos de crisis importantes, en el
testimonio, el martirio de un solo profeta:
“Quien no está conmigo no está con la verdad”, había exclamado Máximo
el Confesor cuando casi todos aceptaban el silencio o el compromiso; y Teodoro
Estudita, testigo ante los iconoclastas, perseguido por la mayoría de los
obispos e incluso por el Patriarca de Constantinopla, afirmó muy
evangélicamente que “tres fieles unidos en la fe ortodoxa constituyen la
Iglesia”.
¿Qué
importante tensión se solucionó también con el 7º Concilio Ecuménico?
Desde el siglo IV,
el Papa y el Concilio no dejaron de afirmarse, cada uno por su lado o en
conjunto. Se interfirieron, se enfrentaron,
pero siempre terminaron por colaborar.
Hasta entonces el emperador tenía autoridad para convocar el Concilio,
daba a sus decretos fuerza de ley, pero, en general, salvo en el período
iconoclasta, no pretendía tener competencia para determinar la doctrina; y la
derrota de la iconoclastia fue la derrota de esa tentativa de
cesaropapismo. El Papa, hasta entonces,
podía recibir una apelación, cumplir la función de una instancia de casación,
pero los cánones protegían la autonomía de las iglesias locales. Los Concilios, casi siempre con el acuerdo
del Papa, definían la doctrina y establecían las bases de la disciplina de la
Iglesia. Sin embargo, en lo
concerniente a la verdad, ésta se imponía por sí misma, superando a veces
incluso las contradicciones de las mismas instancias eclesiales. Cada una de esas instancias, tomadas en
forma aislada, habría fracasado. El
papado vaciló con Celestino, y cedió discretamente con Honorio y
Vitaliano. Pero en Constantinopla
también los emperadores apoyaron la iconoclastia, y los iconodulos no
encontraron más apoyo que el de Roma, alegando su “solicitud hacia todas las
iglesias”. La emperatriz Irene
cuando se dirige al Papa Adriano para restablecer la legitimidad y veneración
de las imágenes, se ve forzada a reconocer que sus predecesores y los Obispos
de su Iglesia se equivocaron. Por
primera vez en el pensamiento bizantino Constantinopla no se encuentra fuera de
la Iglesia, y sin embargo hay que reintegrarla. El Papa y el Concilio son quienes deben realizarlo. El Papa, escribe Irene, tiene el “sacerdocio
principal” y preside en “la sede de Pedro”. Por eso debe enviar sus legados al Concilio
y poner fin a la división de la Iglesia “cuya cabeza es Cristo, nuestro
verdadero Dios”. Durante el
Concilio los legados papales gozaron de un inmenso prestigio, fueron nombrados
en primer lugar en las Actas, y la Iglesia de Roma fue designada como la
Iglesia de Pedro. Y los legados fueron
los primeros en firmar en nombre del Papa la declaración dogmática
conciliar. Es importante saber que
Tarasio, el nuevo Patriarca iconodulo, de autoridad todavía precaria en
Constantinopla, intentó mantener correspondencia con los demás Patriarcas
orientales (que no pudieron asistir al Concilio impedidos por el Islam), pero
no pudo lograrlo. Fueron los monjes,
los “hombres piadosos” de esos Patriarcas, quienes le respondieron. En caso de necesidad, dijeron, puede hacerse
un Concilio en ausencia de sus Patriarcas, a condición de que, “el muy santo
y apostólico Papa de Roma dé su aprobación y esté presente por medio de sus
legados”. En el texto definitivo de
este Concilio, y por tanto admitido por los bizantinos, se encuentra el pasaje
en el que el Papa exhorta a los emperadores a venerar al “vicario de Pedro”,
en el que Roma es designada como “cabeza de todas las Iglesias de Dios”.
¿Por qué los
monjes tuvieron tanta importancia en este 7º Concilio Ecuménico?
Porque en los
primeros tiempos del cristianismo la actividad de los primeros monjes Antonio,
Pacomio y otros sirvió mejor a la fe que el entusiasmo inflamado del poder
secular. Reconocido por los emperadores
bizantinos, el cristianismo se revistió de brocado y púrpura, se relajó, adoptó
la pompa de la corte imperial, pero perdió su recia y fuerte osamenta del
tiempo de los mártires. Lo que ganó en
extensión lo perdió en profundidad. A
pesar de todo, persistió y fue salvaguardada su fe en el desierto de Nitria, en
el Sinaí, cerca de Alejandría, junto a los mismos muros de Bizancio con los
Estuditas. El monacato fue el depositario
de la severa y auténtica fe ortodoxa, pues, en aquella época, a la vez que en
la corte imperial vivían por todo lo alto, se entregaban a excesos de todo tipo
y cundían el refinamiento y la amoralidad, los desiertos rebosaban de monjes
que dormían en las tumbas, se alimentaban frugalmente de pan, aceite y
legumbres y se pasaban en pie noches enteras rezando con el komboskini por la
salvación de todo el mundo. La puesta
de sol hacía resplandecer sus rostros, que permanecían inmóviles frente a los
primeros rayos, proyectando hacia el Oeste sus sombras en el suelo. Estas comunidades constituyeron la columna
vertebral de la ortodoxia, el piloto que gobernó con mano firme la nave de la
Iglesia al tiempo que rechazaba las tormentas de la herejía. Ellos enderezaron la verdadera fe, atrayendo
a quienes tenían sed de verdad, imprimiendo el sello indeleble y perfecto de la
belleza espiritual, y la grandeza auténtica sobre la Bizancio pecadora,
afeminada, degenerada y lujosa.
Bizancio, en su grandeza perecedera y temporal, se pudrió, mientras que
la eterna fe ortodoxa continuó creciendo en las manos firmes de los humildes e
inflexibles monjes bajo otros cielos, en Ucrania y Rusia.
¿Por qué
Occidente no aceptó durante muchos años este 7º Concilio Ecuménico?
Los reyes
carolingios se negaron a aceptar las decisiones de este Concilio, no porque se
opusieran a las imágenes, sino porque en latín sólo había un término para
traducir las dos palabras griegas “latría” y “dulía”, y por tanto
los francos temían que lo que el Concilio había dicho era que las imágenes
debían ser adoradas. Pero a la postre
esta dificultad quedó aclarada.
¿Quiénes
fueron los defensores de la fe ortodoxa contra el iconoclasmo?
Durante la primera
parte de la persecución iconoclasta, los defensores del culto fueron el
Patriarca Germán de Constantinopla (+730), obligado a dimitir y anatematizado
por el Sínodo de Hieria, junto con Juan Damasceno. Durante la segunda parte de la persecución iconoclasta (813-843)
fueron defensores de los iconos el Patriarca Nicéforo de Constantinopla y el
monje Teodoro Estudita.
¿Por qué
denunciaba Juan Damasceno la postura iconoclasta?
Juan denunciaba la
postura neoplatónica que identifica la imagen con el prototipo, es decir, la
idea de que un icono “es Dios”.
La imagen o icono, al ser diferente del modelo divino, puede ser sólo
relativamente objeto de veneración o de honor, pero no de culto propiamente
dicho, que está reservado exclusivamente a Dios.
¿Qué sabemos
del entorno de san Juan Damasceno?
Conocemos poco de
su vida, a pesar de haber sido un oficial de la corte de Damasco, la más
importante del mundo entonces, y después, un conocido predicador de la Iglesia
patriarcal de Jerusalén. Por aquel
tiempo, Abd al-Malik (685-705), Abimelec, rehizo la unidad del Islam, dividido
por guerras de bandos. Al Walid
(705-715), el más grande de los Omeyas, persiguió a los cristianos de Siria y
Palestina. Bajo estos dos califas
sirvió Juan Mansur (Juan Damasceno) como tesorero y recaudador de los impuestos
de los cristianos, así como abogado de sus derechos, adquiridos precisamente a
través del pago de impuestos, pues éstos se entendían entonces como un rescate
pagado a los conquistadores por parte de las comunidades conquistadas (los
ciudadanos musulmanes estaban libres de tales impuestos). Todavía no había empezado la persecución
abierta contra el cristianismo por parte de la dinastía Abásida. Muchos musulmanes consideraban a los cristianos
retrasados y casi paganos, pues así como éstos habían creído en varios dioses,
el verdadero Dios se había revelado a judíos y cristianos, pero los judíos no
conquistaron el mundo ni elaboraron una fe universal. En cambio, los cristianos sí hicieron esa fe universal y la
extendieron por el mundo, pero también hicieron tres dioses. El profeta Mohamed había devuelto la
verdadera religión del único Dios y también había conquistado el mundo. Su fuerza la conformaba el poder del califa
en Damasco, eje de una civilización que iba de España a la India.
¿Qué sabemos
de la vida de san Juan Damasceno?
Juan Damasceno
habría muerto en el monasterio de San Sabas, en el desierto de Judea, cerca de
Jerusalén el 4 de diciembre del año 750, donde ingresó siendo ya adulto, tras
renunciar a su cargo público, y donde recibió toda su formación teológica. Por tanto, también allí debió componer todas
sus obras, entre las que destaca su comentario al Credo: “Exposición de la fe”, reedición de
los pensamientos de los mejores maestros encaminada a presentar la fe de modo
breve y certero para el uso de un pastor de la Iglesia. Su genero literario se acerca más a una base
de datos o colección completa de fichas que tratan de temas concretos. Entre otras medidas persecutorias, el
califato Omeya prohíbe el culto cristiano en la basílica de San Juan Bautista
de Damasco, que es convertida definitivamente en mezquita. Antes de esta fecha era compartida por
cristianos y musulmanes. En ese momento
Juan Mansur entra en el monasterio de San Sabas. La fecha más probable de su ordenación sacerdotal, de manos del
Patriarca Juan IV en Jerusalén, sería el año 726, cuando el emperador León III
Usáurico desata la persecución iconoclasta, pues sus tres discursos en defensa
de las imágenes datan de poco tiempo después (729-730). Su actividad como maestro, si la tuvo, nos
es desconocida. En cambio consta que
fue un predicador eminente de la Iglesia de Jerusalén, y un gran poeta de la
liturgia bizantina.
¿Hubo paz
después del 7º Concilio Ecuménico contra los iconoclastas?
La paz no se
consiguió con la celebración conciliar nicena.
Años después se vuelve a desencadenar la persecución cuando sube al
trono el emperador León V el Armenio (813-820). A esta intervención imperial en materia de fe se opusieron el
Patriarca Nicéforo de Constantinopla y el monje Teodoro Estudita, lo que les
valió la deposición al primero y el destierro al segundo. Le sucede Miguel II (820-829), más moderado
en la persecución; pero con su hijo Teófilo (829-843) todavía arrecia más,
siendo exterminados muchos monjes, pero su muerte imprevista ocasiona la
regencia de su esposa Teodora ante la minoría de edad de su hijo Miguel
III. Es entonces cuando se establece el
culto a los iconos y se instituye la “Fiesta de la Ortodoxia”, celebrada
el primer domingo de Cuaresma, como victoria sobre la iconoclastia.
¿Por qué
denunciaba Teodoro Estudita el iconoclasmo?
Teodoro denunciaba
la iconoclastia como monofisita porque iba contra la cristología de Calcedonia
y la fe en las dos naturalezas. Cristo
era “imagen del Dios invisible” (Col 1,15), y, por eso, para él, el
icono de Cristo era la mejor ilustración posible de lo que realmente
significaba la unión hipostática.
Pintar una imagen de la esencia divina o de Dios antes de la encarnación
sería imposible, tanto como representar la naturaleza humana en cuanto tal, a
no ser que se haga de manera simbólica.
Así podemos ver la hipóstasis del Verbo, aunque su esencia divina
permanezca oculta.
¿Qué es el
“ordo” (estamento) de los iconógrafos?
En Oriente existe
un estamento que pinta según normas y en un clima ascético (ayuno de los ojos)
y místico. El primer icono que pintan
es el de la Transfiguración, para que el resto sea pintado a su luz. Es como un preludio de la parusía. No es, pues, de extrañar que los mejores
iconográfos sean los monjes, dada su experiencia contemplativa. Más que un arte es un lugar teológico; y la
iconografía conduce a la pneumatología, a “la belleza que salvará al mundo”. Más que un arte es un carisma semejante al
de la predicación, pues requiere un alto conocimiento bíblico y hagiográfico
capaz de ser transmitido. El icono es
una pintura sobre madera, no sobre papel u otros materiales equivalentes y por
lo mismo nada nobles, que fácilmente se pueden deteriorar o romper. Cuando el iconográfo termina su sagrada
tarea no firma su obra, sino que el icono es ungido con crisma en sus cuatro
esquinas: desde entonces el icono ya es
signo de la presencia de Dios. De entre
todos los iconos la tradición señala al evangelista san Lucas como pintor de la
Virgen María, pero, desgraciadamente, con el iconoclasmo se han perdido la
mayoría de iconos antiguos, aunque algunos quedan en el Monte Athos y el Monte
Sinaí. El icono más famoso de todos es
la Trinidad de Roublev. Los grandes
defensores de los iconos fueron Atanasio, Basilio, Máximo el Confesor, Teodoro
Estudita y Juan Damasceno.
¿Hay algún
simbolismo a seguir en los iconos?
Tienen mucha
importancia los colores, inspirados en Ap 6,1-8: el negro simboliza el pecado, como el oro refleja la gloria,
destacándose en la aureola o corona, y también en los bordes de las vestiduras;
el blanco representa la transfiguración y resurrección de Cristo y la vida
celestial; el rojo indica el sacrificio, el verde la regeneración y el ocre con
aspecto de tierra se reserva para los rostros y partes del cuerpo, indicando
que ha sido sacado de la tierra y que es signo de humildad, junto con el
amarillo.
¿Qué
posición ocupa el icono en la vida litúrgica y familiar de los fieles?
Los iconos llenan
las capillas bizantinas, presididos por el Cristo Pantocrator en la bóveda y
por la Virgen María Zeotokos en el ábside.
El iconostasio, pared cubierta de iconos que separa el altar y lo oculta
parcialmente de la vista de la asamblea, viene a ser la palabra de Dios
pintada, convirtiéndose así en un gran mural bíblico que recorre escenas y
personajes. Además, en el templo
bizantino existe el atril donde se coloca el icono que se venera cada día u
otro de especial veneración, que el fiel respetuosa y devotamente besa y
alumbra. Pero también en la vida
familiar la espiritualidad icónica llega al rincón de cada casa, con un icono
adornado convenientemente o incluso con un pequeño iconostasio, exponente de la
devoción de la familia: allí se recitan
las oraciones familiares y el icono preside los acontecimientos de toda la vida
del hogar.
¿Qué nombre
tiene, en general, el pecado contra el segundo mandamiento?
Idolatría.
¿Hay otros
pecados contra el segundo mandamiento?
Aparte de la
idolatría, hay una serie de pecados más sutiles, como:
1. Avaricia;
2. Sensualidad, glotonería y ebriedad;
3. Orgullo, al que pertenece también
la vanidad.
¿Cómo la
avaricia está relacionada con la idolatría?
El apóstol Pablo
dice expresamente que "la avaricia es una idolatría" (Col
3,5), porque la persona avara sirve al dinero antes que a Dios.
¿Si el
segundo mandamiento prohíbe el ánimo de lucro, esto qué significa?
No amontonar
riquezas y animar a la generosidad (1 Tim 6,17ss).
¿Por qué el
orgullo y la vanidad están referidos a la idolatría?
Porque la persona
orgullosa valora ante todo sus propias habilidades y excelencias, y así viene a
ser su ídolo; el vanidoso quiere, además, que otros adoren ese mismo ídolo (1
Jn 2,16). Este orgullo y vanidad están
sensiblemente ejemplificados en Nabucodonosor de Babilonia, que hizo erigir un
ídolo de oro de su persona y ordenó que todos lo adoraran (Dn 3).
¿Cuándo es
tomado el nombre de Dios en vano?
Es tomado o
expresado en vano, cuando se cita su nombre en conversaciones vanas e inútiles,
y aun más, cuando se lo expresa mintiendo o irreverentemente.
¿Qué pecados
prohíbe el tercer mandamiento?
1. Blasfemia, o emitir palabras contra
Dios.
2. Murmuración, o sea quejarse contra
la providencia divina.
3. Profanación, cuando las cosas
divinas son tomadas a broma o insultadas.
4. Distracción en la oración.
5. Perjurio, cuando una persona afirma
con un juramento algo falso.
6. Ruptura de juramento, cuando las
personas no mantienen justa y legalmente los juramentos.
7. Ruptura de votos hechos a
Dios.
8. Juramentos banales, o emitir
juramentos irreflexivos en conversaciones comunes.
¿Están
dichos juramentos expresamente prohibidos en las Sagradas Escrituras?
Cristo dijo: "No juréis en ninguna manera, ni por el
cielo, porque es el trono de Dios... Porque sea vuestro hablar: sí o no, porque
lo que es más de esto, de mal procede" (Mt 5,34.37).
¿No prohíbe
esto todo juramento en materia civil?
El Nuevo Testamento
dice: "Los personas ciertamente
juran por uno mayor que ellas, y para ellas el fin de toda controversia es el
juramento para confirmación. Por lo
cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa
la inmutabilidad de su decisión, interpuso juramento" (Heb
6,16s). De esto concluimos que, si Dios
mismo por una manifestación inmutable usa un juramento, más aun nosotros, en
ocasiones graves y necesarias, requeridos por autoridades legales, tomemos un
juramento religiosamente con la firme intención de no romperlo.
¿Por qué se
manda guardar el séptimo día, más que otro, como santo para Dios?
Porque Dios hizo el
mundo en seis días y al séptimo descansó de la Creación.
¿El Sabbath
es guardado en la Iglesia Cristiana?
No es guardado,
estrictamente hablando, como día santo, mas en memoria de la Creación del mundo
y como continuación de su observancia original, se lo distingue de los demás
días de la semana por una mitigación de las reglas de ayuno.
¿Cómo
obedece, entonces, la Iglesia Cristiana el cuarto mandamiento?
Después de seis
días guarda un séptimo, sólo que no el último día de la semana, el Sabbath,
sino el primer día de la semana, que es el día de la resurrección o día del
Señor (domingo).
¿Desde
cuándo festejamos el día del Señor?
Desde el mismo
tiempo de la Resurrección.
¿Hay alguna
mención en la Biblia acerca de festejar el día de la resurrección?
En el libro de los
Hechos de los Apóstoles se menciona que los cristianos se reunían el primer día
después del sábado, que era el primer día de la semana o día de la resurrección
(Hch 20,7; 1 Co 16,2).
¿Qué otras
fiestas cristianas hay?
Desde antiguo,
Pascua, Pentecostés, Cuaresma y Navidad.
¿Cuál la
abstinencia más importante?
La Cuaresma.
¿Por qué se
llama Cuaresma?
Porque dura
cuarenta días, además de la semana de la Pasión de Cristo.
¿Por qué se
estableció que la Cuaresma debe continuar cuarenta días?
Por el ejemplo de
Jesús mismo, que ayunó cuarenta días (Mt 4,2).
¿Por qué se
estableció el ayuno los días miércoles y viernes?
Los miércoles en
recuerdo de la traición a Cristo, y los viernes en recuerdo de sus sufrimientos
y muerte (Did 8,1).
¿Cómo
debemos usar nuestro tiempo en los domingos y demás días santos, para cumplir
el cuarto mandamiento?
Primero, en estos
días no debemos trabajar u ocuparnos de negocios mundanos o temporales;
segundo, debemos guardarlos como santos, es decir, usarlos para obras santas y
espirituales, para la gloria de Dios.
¿Por qué se
nos prohíbe trabajar en los días santos?
Para que los
empleemos más completamente en obras buenas y santas.
¿Qué cosas en
particular deben cumplirse en los días santos?
Primero, ir a la
iglesia, para la adoración pública y la instrucción en la palabra de Dios. Segundo, en el hogar, dedicarnos a la
oración y la lectura o la conversación edificante. Tercero, dedicar a Dios una parte de nuestros medios,
subvencionando las necesidades de la Iglesia y sus ministros, en limosnas a los
pobres, visitar a los enfermos, los prisioneros y otras obras de caridad
cristiana.
¿No debemos
hacer estas obras en los días de labor también?
Es cierto, si se
puede; pero aquel a quien sus ocupaciones mundanas no se lo permiten, debe a
toda costa dedicar los días santos a esas obras. Pero la oración es nuestra ineludible obligación de cada día, a
la mañana y a la noche, antes y después de comer, y en lo posible, al comenzar
y finalizar las tareas.
¿Qué debemos
pensar de aquellos que en días santos se permiten juegos o exhibiciones
obscenas, cantos inútiles y excesos en la comida y la bebida?
Esa gente
desacraliza grandemente los días santos, pues si hasta las obras inocentes y
útiles para la vida presente son inadecuadas para estos días de fiesta, cuánto
más lo serán estas otras obras inútiles, carnales y viciosas.
Cuando el
cuarto mandamiento habla de trabajar seis días, ¿no condena con ello a los que
no hacen nada?
Sin duda condena a
aquellos que en días laborables no se entregan a obras convenientes, sino que
pasan su tiempo en la pereza y la disipación.
¿Qué
obligaciones especiales están prescritas por el quinto mandamiento respecto a
los padres, bajo la frase general de honrarlos?
1. Guardarles
respeto. 2. Obedecerlos. 3. Mantenerlos y consolarlos en la vejez y
enfermedad. 4. Rogar por la salvación
de sus almas, durante sus vidas y después de su muerte; y cumplir fielmente su
última voluntad, mientras no sea contraria a la ley divina y civil (2 Mac
12,43s; Jer 35,18s; Juan Damasceno; Sermón de Mort.).
¿Qué grado
de pecado hay en la deshonra a los padres?
Así como es fácil y
natural amar y honrar a nuestros padres, a quienes debemos el ser, así de grave
es el pecado de deshonra hacia ellos.
Por esta causa, en la ley de Moisés se condenaba a muerte al que
maldecía a su padre o a su madre (Ex 21,17).
¿Por qué
este mandamiento en particular contiene una promesa de prosperidad y larga vida
a los que sustentan a sus padres?
Para que las
personas tengamos una recompensa visible que nos impulse a mejor cumplir este
mandamiento, sobre el cual se basa el orden de las familias y del cual depende,
en consecuencia, toda la vida social.
¿Cómo se
cumple esta promesa?
Los ejemplos de los
antiguos Patriarcas y Padres muestran que Dios da especial fuerza a la
bendición de los padres (Gn 27; Col 3,20); "La bendición del padre
afianza la casa de los hijos" (Eclo 3,9). Dios en su sabiduría y recta providencia protege especialmente la
vida, y dispone la prosperidad de quienes honran a sus padres en la
tierra.
¿Por qué en
los mandamientos que enseñan a amar al prójimo se menciona primero a los
padres?
Porque los padres
están naturalmente más cerca nuestra que los demás.
¿Cómo hablan
las Sagradas Escrituras acerca de la obligación de honrar a nuestros pastores y
maestros espirituales?
"Obedeced a vuestros
instructores y someteos a ellos, pues velan como responsables sobre vuestras vidas
como quienes han de dar cuenta, para que lo hagan con alegría y no
lamentándose, cosa que no os aprovecharía" (Heb 13,17). “El catecúmeno debe compartir sus bienes con
su catequista” (Gál 6,6).
¿Hay en la
Biblia algún mandato sobre honrar a los viejos como a los padres?
Pablo escribe a
Timoteo: "Al anciano no lo
reprendas con dureza, sino ruégale como a un padre... y a las ancianas como a madres" (1 Tim 5,1s);
"Ponte en pie ante las canas y honra el rostro del anciano; respeta a
Dios" (Lv 19,32).
¿Cómo
sabemos que debemos honrar a nuestros benefactores como padres?
Por el ejemplo de
Jesucristo mismo, que estaba sujeto a José, pese a que José no era su
padre, sino sólo su tutor (Lc 2,51).
¿Son
perfectos los padres?
Cuando se es niño
se suele pensar que los padres son perfectos, pero luego ya nos van pareciendo
menos inteligentes. Es decir, nos damos
cuenta de que no son perfectos, y eso nos desconcierta. Lamentablemente, este descubrimiento induce
a muchos jóvenes a cuestionar su modo de ver las cosas, pero lo normal es que,
después de alguna dolorosa experiencia, recuperemos el respeto que les
teníamos. Eso sí, aunque no sean
perfectos, casi siempre llevan razón. Y
aunque no la tuvieran, siempre merecen respeto.
¿Debe el
joven acordarse de Dios?
“Acuérdate de tu Creador cuando eres joven y aún no han llegado
los tiempos difíciles; ya vendrán años en que te digas: No me trae ningún placer vivir” (Ecl 12,1). Sólo se es
joven una vez, y cuando se recuerdan los años jóvenes debe hacerse con
satisfacción y no con pesar. Por eso la
Biblia le pide al joven que se acuerde de Dios. ¿Cómo? Teniéndole
presente en la vida, y siguiendo los principios que expone y revela en su santa
Palabra. Eso no significa que haya que
vivir una vida severa y rígida como la de un fanático. Al contrario, acordarse de Dios y vivirlo
proporciona la mayor felicidad posible.
Para ilustrarlo, imaginemos que somos un joven que se saca el carné de
conducir y que compra un coche. Ahora
tiene ante él nuevas posibilidades. ¡A
cuántos lugares puede ir! Sin embargo,
la libertad que acaba de obtener conlleva una seria responsabilidad. Al conducir, también debe obedecer las
normas de tráfico y prestar atención a las diversas señales y límites de
velocidad. ¿Le roba eso el placer de
conducir? ¡No! En realidad, le protege, pues a nadie le
gusta sufrir accidentes. Y lo mismo
sucede con la libertad que Dios concede.
En la transición del joven hacia la adultez le permite decidir cómo
vivir (Dt 30,19; Pr 27,11); pero esto conlleva una seria responsabilidad, pues
también hay normas de circulación por las que conviene regirse. ¿Restan felicidad? ¡Claro que no! Al
contrario, protegen de la angustia y del dolor.
¿Hay algún
tipo de actividades que el joven debe evitar?
Todo joven
cristiano que va a la escuela se da cuenta de que sus compañeros (pareciendo
que se divierten) participan en actividades varias que él sabe que debe
evitar. Actividades, por otra parte,
que son las mismas que todo fiel cristiano debe evitar. “Alégrate, joven, en tu juventud, y deja que tu corazón disfrute
de la adolescencia. Pero ten también en
cuenta que Dios te juzgará por todo eso” (Ecl 11,9). El joven debe acordarse de su Creador
utilizando bien la libertad que él le ha concedido.
Aparte de
éstos ¿quiénes son nuestros superiores a quienes debemos honrar también como a
padres?
A aquellos que
toman el lugar de nuestros padres en la educación, como las autoridades y
maestros en las escuelas; los que nos preservan de irregularidades y desórdenes
de la sociedad, como los magistrados civiles; los que nos protegen de las
ofensas por el poder de la ley, como los jueces; los que el mandatario encarga
como defensores de la seguridad pública contra los enemigos, como los
comandantes militares, etc.
¿Qué dicen
las Escrituras sobre nuestros deberes hacia las autoridades en general?
"Dad a cada uno lo debido: a quien el tributo, tributo; a
quien el impuesto, impuesto; a quien el respeto, respeto; a quien el honor,
honor" (Ro 13,7).
¿Cómo hablan
las Escrituras del respeto mutuo entre los empleados y sus patronos?
"Siervos, obedeced a vuestros amos humanos escrupulosamente,
en la sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviéndolos sólo para
ser vistos, como quienes agradan en lo humano, sino como siervos de Cristo, que
hacen la voluntad de Dios con toda el alma" (Ef 6,5s); "Criados,
estad sujetos con todo respeto a vuestros amos, no solamente a los buenos y
afables, sino también a los esquinados" (1 Pe 2,18).
Si las
Escrituras prescriben deberes hacia los padres ¿prescriben de la misma manera
deberes respecto de los hijos?
Sí, prescriben
obligaciones para con los hijos de acuerdo con la dignidad de padres: "Padres, no irritéis a vuestros hijos, sino criadlos en la
enseñanza y exhortación del Señor" (Ef 6,4).
¿Cómo se
puede ser un buen padre o madre?
Primero
reconociendo a los hijos como propios.
De hecho, son cada vez más los hombres que abandonan a sus
familias. Por otra parte, el padre es
una figura importante que no debe faltar en el hogar. Pero tampoco basta con vivir con la familia y proporcionarle
sostén económico, sino que hay que participar también en la educación de los
hijos, pues, aunque el padre viva en casa, debe implicarse en la vida de sus
hijos. Más que regalos, lo que los
pequeños desean es el amor, el tiempo y la atención de sus padres. ¿Por qué hay tantos padres ausentes
emocional y mentalmente de los suyos?
Tal vez sea porque no comprenden su papel en la familia. Por eso, algunos padres deberían replantearse
su estilo de vida, pues están excesivamente entregados al trabajo; ¿estarían
dispuestos a hacer cambios por el bien de sus hijos, o los anteponen a sus
carreras? Por eso, los niños se sienten
muy dolidos cuando creen que sus padres no se interesan por ellos. Unos padres que no hablan con sus hijos, que
no pasan tiempo con ellos, que no saben qué hacen en sus ratos libres, que no
los ayudan en las tareas escolares, que sólo piensan en divertirse con sus
amigos o que desaparecen durante días y días... ayudan bien poco al desarrollo de sus hijos. Todavía suena el discurso de renuncia de un
alto ejecutivo que afirmó: “Cualquiera
puede ser director de esta empresa, pero yo soy el único padre que tienen mis
hijos”. Todos los niños precisan de
un padre que los ame, esté a su disposición y haga todo lo posible por
ayudarlos a convertirse en adultos responsables y dignos de confianza. Las encuestas no se cansan de advertir que
muchos trastornos de la conducta juvenil, como la agresividad, la rebeldía, el fracaso
escolar y la apatía se deben, en gran parte, a la ausencia paterna.
¿Cómo lograr
ser un buen padre?
Es obvio que los
niños necesitan una estructura familiar, un vínculo y la seguridad de que hay
alguien a cargo que se interesa en su bienestar. Cuando esto no se realiza, la vida de los niños se ve
afectada. No obstante, Dios no abandona
a ningún niño: “Dios, desde su santa
morada, es padre de los huérfanos de padre” (Sal 68,5). Por eso, la ayuda de Dios es muy importante
para tener una vida de familia feliz.
Lo primero que hay que tener claro es que tener hijos es fácil, pero ser
un buen padre no. Aunque hay muchas
tareas en la vida que resultan difíciles, ser un buen padre es una de las más
complejas e importantes, pues el bienestar y la felicidad de los suyos suele
estar en juego. Lo segundo que hay que
tener claro es que el primer Padre es Dios mismo. Y Dios es amor. Por eso,
tras el bautismo de Jesús, el Padre le dice:
“Éste es mi Hijo amado, qué orgulloso estoy de él” (Mt
3,17). Pensemos en el efecto que tienen
en un niño que el padre esté orgulloso de él, y lo diga. Los jóvenes se desarrollan mejor cuando el
progenitor les presta atención, en especial cuando reconoce sus logros. El Padre también manifestó sus sentimientos
hacia Cristo llamándolo “amado”, expresión de cariño paterno que toca el
corazón del hijo. Por eso, es probable
que los hijos también sientan lo mismo si los padres les demuestran que de
veras los quieren, tanto de palabra como dedicándoles tiempo, atención e interés. Es cierto que todos los niños y adolescentes
cometen muchos errores, pero éstos sirven como medio de aprendizaje, pero
¿busca el padre oportunidades de expresar aprobación por las cosas buenas que
sus hijos dicen y hacen?
¿Debe el
padre dar un buen ejemplo a los hijos?
Es de suma
importancia dar un buen ejemplo a los hijos.
Es probable que los ejemplos de todo padre fracasen si él mismo no es
coherente con el mensaje que proclama (Ef 6,4). No obstante, con la ayuda divina se puede superar cualquier
obstáculo que impida realizar el mandato divino de ocuparse de los hijos. “Educa al muchacho según su camino: cuando envejezca no se apartará de él”
(Pr 22,6). Así pues, la mejor manera de
conseguir que nuestros hijos se comporten, es comportarnos nosotros mismos de
esa manera. Eso significa que hay que
pasar tiempo con ellos; no sólo algunos ratos de vez en cuando. Y para eso hay que dejar de lado asuntos
menos importantes (Ef 5,15s). En
realidad, ¿qué hay más importante para un padre que sus hijos? ¿Un televisor de pantalla gigante, unos
palos de golf, la política, la empresa, una casa bonita, el trabajo? Uno de los mejores regalos que un padre le
puede hacer a su hijo es darle ejemplo de buenos valores. El robo, la mentira, la vagancia, la rebeldía,
la fidelidad a la pareja, la ignorancia son realidades en muchas familias
porque nunca han escuchado a los padres decir que no son buenas.
¿Deben poner
los padres límites a los hijos?
Hay padres que, en
nombre de la libertad, dejan a sus hijos decidir cómo pensar y cómo
comportarse. El objetivo es no reprimir
su desarrollo. Por eso no les obligan a
asistir al colegio ni les controlan el número de horas que pasan viendo la
televisión o jugando a los videojuegos.
Pero el resultado de este método permisivo es el aumento de la
delincuencia y el fracaso del joven, sobre todo en el consumo de drogas. En el caso de muchos adolescentes rebeldes
la causa está en la falta de firmeza de los padres. La Biblia dice que la autoridad de los padres debe ejercerse
tanto con amor como con firmeza (Pr 22,15).
Naturalmente, toda disciplina debe ser adecuada a las circunstancias y
siempre tiene que administrarse con apacibilidad, autodominio y consideración. Si los padres ejercen su autoridad de manera
amorosa y no brutal, hay más posibilidades de éxito.
¿Qué dicen
las Escrituras de los deberes de los pastores hacia su rebaño espiritual?
"Apacentad el rebaño de Dios que os han confiado, cuidando de
él no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdido lucro,
sino generosamente; no tiranizando a vuestros fieles, sino siendo modelos para
el rebaño" (1 Pe 5,2s).
¿Qué dicen
las Escrituras acerca de los deberes de las autoridades?
"Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos,
sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en el cielo" (Col 4,1).
¿Cómo
debemos actuar si nuestros padres o gobernantes nos piden que hagamos algo
contrario a la fe o a la ley de Dios?
En tal caso,
debemos responder como lo hicieron los apóstoles a los dirigentes judíos: "Juzgad si es justo ante Dios obedeceros
a vosotros antes que a Dios" (Hch 4,19). Y, por causa de la fe y de la ley de Dios, debemos estar
preparados para soportar las consecuencias, cualesquiera sean. Es decir:
sumisión sí; pero hay que negarles la obediencia.
¿Qué está
prohibido por el sexto mandamiento?
El homicidio, es
decir, quitar la vida del prójimo en cualquier forma.
¿Cómo debe
considerarse el homicidio involuntario, cuando alguien mata accidentalmente y
no intencionadamente?
El culpable de
homicidio involuntario no puede considerarse inocente, a menos que haya tomado
todas las precauciones contra el accidente; de todas maneras, debe limpiar su
conciencia de acuerdo con los cánones de la Iglesia.
¿Con qué
casos deben relacionarse los asesinatos y violaciones de este mandamiento?
Aparte del
homicidio, por cualquier medio, el mismo pecado puede ser cometido en los
siguientes casos y otros similares:
1. Cuando un juez condena a un
prisionero sabiendo que es inocente.
2. Cuando se oculta o facilita la fuga
del asesino, y así se le da oportunidad de renovar sus crímenes.
3. Cuando alguien puede salvar la vida
de un prójimo, pero no lo hace, como cuando un rico ve que un pobre se muere de
hambre.
4. Cuando alguien carga excesivamente
con trabajos pesados y castigos a los que le están sometidos, y así acelera su
muerte.
5. Cuando alguien, por falta de
templanza y otros vicios, acorta su propia vida.
¿Qué debemos
pensar sobre el suicidio?
Que es el más
criminal de los homicidios. Porque si
es contrario a la naturaleza matar a un ser humano, tanto más lo es matarnos a
nosotros mismos, pues nuestra vida no nos pertenece sino que es de Dios, que la
dio.
¿Qué debemos
pensar acerca de los duelos para decidir disputas privadas?
Desde que la
resolución de las disputas privadas pertenece al gobierno, y los duelistas, en
lugar de acudir a la ley, voluntariamente recurren a un acto que implica
peligro manifiesto de muerte para ambos, es evidente que el duelo implica tres
crímenes terribles: rebelión, asesinato y suicidio.
¿Además de
la eliminación física, existe el homicidio espiritual?
Sí. El homicidio espiritual es inducir al
pecado; cuando uno provoca que el prójimo caiga en la incredulidad o la
iniquidad, y así somete su alma a la muerte espiritual. El Salvador dice: "El que escandalice a uno de estos
pequeños que creen en mí, más vale que se cuelgue al cuello una piedra de
molino y se hunda en lo profundo del mar" (Mt 18,6; 1 Co 8,9-13; Ro
14).
¿Existen
formas sutiles de homicidio?
A este pecado
pueden referirse todos los actos y palabras contra el amor, todo lo que
injustamente afecte la paz y seguridad de nuestro prójimo, y, finalmente, toda
la malicia contra él, aunque no se muestre abiertamente. "Todo el que odia a su hermano es un
asesino" (1 Jn 3,15; Mt 5,21s).
Cuando se
nos prohíbe dañar la vida del prójimo, ¿qué se nos pide?
Hacer todo lo que
está al alcance para asegurar su vida y bienestar.
¿Qué está
prohibido con el séptimo mandamiento?
El adulterio (Heb
13,4; Gál 5,19).
¿Qué formas de
pecado están prohibidas bajo el término de adulterio?
El apóstol Pablo
aconseja que los cristianos ni siquiera hablen de tales impurezas (Ef
5,3). Es sólo por necesidad de advertir
a la gente contra estos pecados, que nombramos aquí algunos de ellos,
como:
1. Fornicación, o amor carnal
desvergonzado entre personas no casadas que ni se aman ni tienen ningún
compromiso.
2. Adulterio, cuando personas casadas
mantienen relaciones sexuales con otras personas que no son su pareja.
3. Incesto, cuando parientes próximos
entran en unión semejante al matrimonio.
¿Qué nos
enseña el Salvador sobre el adulterio?
"Todo el que mira a una mujer casada deseándola, ya adulteró
con ella en su corazón" (Mt 5,28).
¿Qué debemos
hacer para guardarnos de este sutil adulterio interior?
Debemos evitar todo
lo que pueda excitar sensaciones impuras en nuestro corazón, como cantos y
danzas lascivas, conversaciones obscenas, juegos y bromas deshonrosas, miradas
indecorosas, películas y la lectura de libros que contienen descripciones de
amor impuro. Debemos tratar, de acuerdo
con el Evangelio, de ni siquiera mirar aquello que pueda hacernos caer en el
pecado: "Si tu ojo derecho te
es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene perder uno de
tus miembros que no todo tu cuerpo sea arrojado al infierno".
¿Debemos,
literalmente, arrancarnos el ojo inductor?
Debemos arrancarlo,
no con la mano, sino con la voluntad.
El que decidió ni siquiera mirar lo que es ofensivo, ya arrancó de sí el
ojo inductor.
¿Qué dicen
las Escrituras de los deberes del hombre y de la mujer?
"Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la
Iglesia y se entregó a sí mismo por ella" (Ef 5,25). "Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos,
como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de
la Iglesia, el Salvador del cuerpo" (Ef 5,22s).
¿Qué motivos
nos da la Escritura para rechazar la fornicación y vivir castamente?
Dicen que
mantengamos nuestros cuerpos en pureza, pues son miembros de Cristo y
templos del Espíritu; y quien comete fornicación peca contra su propio
cuerpo, esto es, lo corrompe, lo infecta con enfermedades y además hiere
sus facultades mentales como la imaginación y la memoria (1 Co 6,15.18s).
¿Qué está
prohibido con el octavo mandamiento?
Robar, o
apropiarnos de lo que pertenece a otro.
¿Qué pecados
en particular están así prohibidos?
Los principales
son:
1. Robo, es decir tomar lo que
pertenece a otro por la fuerza.
2. Hurto, cuando algo es sustraído
secretamente.
3. Fraude: la apropiación de cosas ajenas mediante artificios; dar moneda
falsa por legítima, o mercadería de mala calidad por buena; usar falsos pesos y
medidas, para entregar menos de lo vendido; ocultar los bienes, para evitar
pagar las deudas; no cumplir honestamente contratos o ejecución de voluntades;
ocultar a culpables de deshonestidades, y defraudar así a los injuriados
impidiendo la acción de la justicia.
4. Sacrilegio: apropiarse de lo que
fue dedicado a Dios o pertenece a la Iglesia.
5. Sacrilegio espiritual: cuando alguien da, y otro fraudulentamente
recibe, algún cargo sagrado, no por merecimiento sino por ganancia.
6. Soborno, cuando alguien recibe una
suma de quien está bajo su jurisdicción para promoverlo inmerecidamente,
absolver al culpable, u oprimir al inocente.
7. Comer del pan de la ociosidad,
cuando la gente recibe salario por un trabajo que no cumple, y así en realidad
roban su paga y el beneficio que la sociedad o aquel a quien sirven pudiera
obtener por su trabajo. De la misma
manera, aquellos que podrían mantenerse a sí mismos, en vez de vivir del
subsidio.
8. Extorsión, cuando exhibiendo algún
derecho, pero en realidad contra la equidad y la humanidad, algunos se
benefician de la propiedad, los trabajos y hasta el infortunio de otros. Por ejemplo, cuando los acreedores oprimen a
los deudores con la usura o los amos imponen a sus empleados tareas excesivas,
o cuando en épocas de escasez se vende pan a precios desorbitados.
Quien no
muestra misericordia con el pobre, ¿peca contra el octavo mandamiento?
Ciertamente, si
tiene los medios para asistirlo, pues todo lo que tenemos pertenece en realidad
a Dios, y nuestra abundancia es dada por su providencia para asistir a los pobres. Por ello, si no somos solidarios, en
realidad estamos robándoles y defraudándoles de sus derechos y dones (Lc
16,19-31).
¿Qué está
prohibido en el noveno mandamiento?
El falso testimonio
contra nuestro prójimo, así como mentir.
¿Qué se
prohíbe bajo las palabras falso testimonio?
1. El falso testimonio en una corte de
justicia es cuando alguien que presta testimonio, delata o acusa falsamente a
otro.
2. Falso testimonio fuera de una corte
de justicia es cuando alguien difama al prójimo, o lo inculpa de manera
injusta.
¿Está
permitido censurar a alguien cuando realmente es censurable?
El Evangelio no nos
permite juzgar ni vicios ni faltas de nuestro prójimo, excepto que seamos
especialmente llamados para su castigo o enmienda (por un oficio judicial): "No juzguéis, para no ser juzgados"
(Mt 7,1).
¿Están
permitidas las mentiras que no tienen por propósito perjudicar al prójimo?
No, porque son
incompatibles con el amor al prójimo, y son indignas de un cristiano, que fue
creado para la verdad y el amor: "Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada
cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros" (Ef
4,25).
Si hemos de
evitar los pecados contra el noveno mandamiento ¿qué reglas seguiremos?
"Quien quiera amar la vida y ver días felices, guarde su
lengua del mal, y sus labios de palabras engañosas" (1 Pe 3,10). "Si alguien se cree persona de fe, pero
no pone freno a su lengua sino que engaña a su propio corazón, su fe es
vana" (Sant 1,26).
¿Qué prohíbe
el décimo mandamiento?
Todos los deseos
contrarios al amor hacia nuestro prójimo y los pensamientos asociados con esos
deseos.
¿Por qué se
prohíben junto a las malas acciones los malos deseos y pensamientos?
Primero, porque
cuando el alma hospeda algún mal deseo es ya impura ante Dios e inmerecedora de
él: "Abominación es a Dios los
malos pensamientos" (Pr 15,26).
Por eso debemos purificarnos de estas impurezas internas:
"Purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, consumando la
santificación en el respeto a Dios" (2 Co 7,1). Segundo, porque para prevenir actos
pecaminosos, es necesario vencer los deseos y pensamientos pecaminosos, de los
cuales como de semillas surgen tales acciones: "Del corazón salen las malas intenciones, homicidios, adulterios,
fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias" (Mt 15,19);
"Cada uno es tentado por su propio deseo, que le arrastra y seduce. Después, el deseo, cuando ha concebido, da a
luz el pecado, y el pecado, consumado, engendra la muerte" (Sant 1,14s).
Cuando se
nos prohíbe desear lo de nuestro prójimo, ¿que pasión es condenada?
La envidia.
¿Qué está
prohibido por las palabras: "No
codicies la mujer de tu prójimo"?
Los pensamientos y
deseos lascivos, o adulterio interior (Mt 5,27s).
¿Qué está
prohibido por las palabras: "No
codicies la casa de tu prójimo, ni sus campos, ni su siervo, ni su sierva, ni
su buey, ni su asno, ni cosa alguna que le pertenezca"?
Todos los
pensamientos de avaricia y ambición.
¿Qué deberes
corresponden a estas prohibiciones según el décimo mandamiento?
Conservar la pureza
del corazón y contentarnos con nuestra suerte.
¿Qué es
necesario para purificar el corazón?
La frecuente y
fervorosa invocación del Nombre del Señor Jesucristo.
¿Qué debe
hacer alguien cuando es consciente de algún pecado?
Arrepentirse
inmediata y firmemente para no volver a caer en ese pecado en el futuro, y
tratar en lo posible de reparar el escándalo o injuria que produjo, por buenas
acciones opuestas al mismo. Esto es lo
que hizo Zaqueo el recaudador, cuando dijo al Señor: "Daré la mitad de mis bienes a los
pobres, y si defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo" (Lc
19,8). Además, debería buscar un
presbítero espiritual y discreto y dejarse confesar y aconsejar por él.
¿De qué nos
sirve el Decálogo (las diez palabras de los mandamientos) si no lo cumplimos
plenamente?
Porque así vemos con más claridad nuestro pecado y
la necesidad de un Salvador (Gál 4,19-22).
VIII SEGUNDA PARTE DEL CREDO: EL HIJO
¿Qué
confesamos en la segunda parte del Credo?
Que Jesús es el eterno y único Hijo de Dios,
engendrado no creado antes de toda la creación. Así como ayudó al Padre en la creación de todas las cosas (porque
todo ha sido hecho por él según Jn 1,3), así también en los últimos tiempos,
anonadándose a sí mismo, se encarnó por obra del Espíritu Santo en la Virgen
María y se hizo hombre, aunque siguió siendo lo que era, Dios, y sufrió y murió
bajo el poder de Poncio Pilato (no en apariencia, sino en verdad), y resucitó
al tercer día. Que bajó a los infiernos
y ascendió exaltado junto al Padre; y volverá de nuevo con gloria para juzgar a
vivos y muertos e inaugurar el Reino de Dios en plenitud.
¿Qué significa
que Jesús es el Cristo o Mesías?
Que Jesús es el Ungido, profeta, rey y sacerdote, la
persona a quien Dios señaló para dar la salvación a la humanidad.
¿Qué significa
el nombre de Jesús?
Salvador; nombre dado por el arcángel Gabriel (Mt
1,21; Lc 1,30s).
¿Por qué Jesús
es llamado Señor?
Que él es verdadero Dios, la segunda persona de la
Trinidad (Jn 20,28; Flp 2,10s; 1 Co 8,5s).
¿Qué significa
que Jesús es el único Hijo de Dios?
Porque él ha nacido de la sustancia del Padre desde
la eternidad y por ello es de la misma sustancia que el Padre: es su imagen perfecta, y en sus obras y
palabras se revela Dios plenamente. Por
eso excede sin comparación a todos los ángeles y personas creadas (Col
2,9).
¿Cuáles fueron
las principales herejías cristológicas?
El cristianismo del
segundo siglo reflexionó mucho sobre la pregunta de cómo el Cristo encarnado
podía ser Dios sin afectar la unicidad de Dios. Cinco opiniones principales intentaron responder a esta
pregunta:
·
Una primera opinión resolvió el problema negando la
filiación eterna de Cristo: eran los “alogoi” (los “no-Verbo”,
refiriéndose a Jn 1,1). Como su nombre
sugiere, negaban que Jesús fuera el Verbo, la expresión de Dios, insistiendo en
que no había Trinidad, puesto que Dios es uno.
Jesús era un gran maestro o profeta, pero no divino.
·
Una segunda especulación declaraba que Cristo nació
sencillamente como hombre, pero en un momento de su vida, Dios lo adoptó. Es la doctrina del “adopcionismo”.
Para algunos Jesús fue adoptado por Dios en su bautismo, cuando la
paloma bajó sobre él y se oyó la voz del cielo: “Éste es mi Hijo amado, qué
orgulloso estoy de él”; este poder permaneció en Jesús hasta su
crucifixión. Su lamento: “Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” era interpretado por estos herejes como indicio de
que el poder divino lo dejó en ese momento.
Después de todo, decían, Dios no podía morir en la cruz.
·
Una tercera especulación afirmaba que Cristo era
divino, pero subordinado al Padre. Tal
concepto eliminaba la necesidad de una doctrina de la Trinidad, porque aunque
Cristo fuera divino, era menos que el Padre, y así no podía ser uno con el
Padre en esencia.
·
Un cuarto grupo adelantó la idea de que Cristo era
solamente otro nombre de Dios; o sea, que cuando Jesús nació, fue el Padre
quien también nació. Padre, Hijo y el
Espíritu Santo eran modos de ser de Dios.
De esta idea el movimiento obtuvo su nombre de “modalismo”.
·
La fe ortodoxa, por el contrario, afirmaba que
Cristo era una esencia con Dios, y que la identificación de las tres personas
en la deidad no afectaba al básico monoteísmo de la Biblia.
¿Qué orden
lógico siguió el desarrollo del dogma cristológico?
Fue el período cubierto
por las controversias monarquiana, arriana y macedoniana de los siglos tercero
y cuarto, en las cuales la Iglesia se vio obligada a impugnar estos errores;
primero, en oposición a las tergiversaciones unitaria, patripasiana y
sabeliana, reivindicando la doctrina general de la Trinidad; segundo, contra
las negaciones del arrianismo, defendiendo la divinidad del Hijo; y tercero,
contra el macedonianismo, afirmando la personalidad y divinidad del Espíritu
Santo. Estas controversias clásicas,
como puede observarse, siguen el orden lógico de Padre, Hijo y Espíritu Santo,
y representan verdades establecidas de las cuales la Iglesia no ha sido
desalojada nunca. Sus resultados fueron
proclamados por los Concilios Ecuménicos y reflejados en el Credo, y forman una
afirmación inalienable de la teología ortodoxa. Sólo hubo una verdad aceptada con anterioridad: el origen de la autoridad en la Iglesia, que
quedó fijada en el Canon bíblico (leído cristológicamente en su jerarquía de
verdades), el Credo (que tuvo su origen como confesión bautismal) y los Obispos
en sucesión apostólica como garantes de la tradición que interpreta el
Canon.
IX LA CRISTOLOGÍA EN LAS ESCUELAS DE ALEJANDRÍA
Y ANTIOQUÍA
¿Qué textos
del siglo II hablan de Cristo como Dios?
Clemente afirma: “Hermanos, deberíamos pensar
de Jesucristo que es Dios, como el Juez de vivos y muertos”. Ignacio lucha contra los docetas y
afirma: “Nuestro Dios
Jesucristo” (Ef 15,3).
Y la Didaché, escrito de finales del siglo I que recoge la enseñanza
apostólica, habla del bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y se dirige a Cristo en las oraciones eucarísticas como “el Dios de David” (Did 10).
San Ireneo afirma la subsistencia eterna, la plena divinidad y la
distinción personal del Logos, que después se encarnó en Cristo. Según él, el Hijo siempre existía con Dios y
siempre revelaba al Padre. En otras
palabras, es Dios en su naturaleza específica, verdaderamente Dios, y no hay
distinción de esencia entre él y Dios.
A Tertuliano debemos expresiones como “generación”,
“una sustancia” y “tres personas”.
Concebía la Trinidad como una “economía”
en Dios que antecede a la creación, y defiende la unidad con la idea de que la
unidad no es abrogada cuando deriva la Trinidad de sí misma (Contra
Praxeas). Tertuliano también en su obra
“Contra Praxeas” enfatiza que el
Hijo y el Espíritu son de “la misma sustancia”
que el Padre.
¿Qué era la
“Escuela de Alejandría”?
Alejandría era la ciudad
más maravillosa del mundo antiguo, en el aspecto intelectual, segunda sólo a
Atenas, con el choque de docenas de religiones y filosofías; la fusión de los
modos de pensamiento griego, judío y oriental.
Es fácil predecir el carácter de la teología que surgiría bajo estas
condiciones. Este espíritu halló su
encarnación en la famosa Escuela Catequística de la ciudad, comenzando por
Panteno, luego presidida por Clemente (hasta el año 202), y a continuación por
Orígenes (hasta 231). La característica
de esta escuela es que adopta una actitud favorable hacia la cultura helena, a
la que procura asimilar en lo que hay de bueno en ella. En su tendencia la escuela era especulativa,
idealizadora y espiritualizante. Pero
la Gnosis que procura desarrollar no es anticristiana, sino cristiana. La idea clave de esta escuela es que el
cristianismo es el principio de transformación para toda la humanidad. Para ello promueve, en la medida de lo
posible, una cierta fusión del modo de pensar cristiano con el griego, y
desarrolla un lenguaje al respecto.
Así, Clemente afirma que el Logos o Hijo es eternamente preexistente con
el Padre (Stromata 1,3). Orígenes, por
su parte, hace hincapié en la distinción personal, y da a la doctrina un
desarrollo que marcará un progreso real.
Entre los miembros de esta escuela estuvieron Ammonio, Atanasio, Cirilo,
Clemente, Pseudo-Dionisio y, sobre todos, Orígenes.
¿Qué
diferencias había entre las Escuelas de Alejandría y Antioquia?
Las controversias
cristológicas tienen profundas raíces en diversos modos de ver la teología
cristiana. Desde fechas muy tempranas
comenzaron a surgir distintos tipos de teología en diversas regiones del
imperio. En Oriente, estas dos
posiciones se refieren a las dos grandes y principales ciudades que fueron
centros de actividad teológica:
Antioquia y Alejandría. Esto no
quiere decir, naturalmente, que en cada una de estas dos ciudades todos
pensaran igual. Por ejemplo, siempre
hubo en Antioquia quienes se acercaban más a la perspectiva alejandrina que a
la antioquena. Pero, en términos
generales, y a fin de clarificar la situación, la distinción entre la teología
de Antioquia y la de Alejandría es válida.
Así, por ejemplo, en Alejandría los teólogos había interpretado su fe a
la luz de Platón. El cristianismo era
una “filosofía” superior al platonismo,
pues lo superaba ampliamente. La Biblia
era un conjunto de alegorías en las que el lector avisado podía descubrir las
verdades eternas. Desde esta óptica, al
tratar sobre Cristo, lo que les importaba a los teólogos alejandrinos era su
función como maestro de verdades eternas, como revelación del Padre
inefable. Su humanidad no era sino el
instrumento mediante el cual el Verbo divino se comunicaba con los seres
humanos. Por lo tanto, los teólogos
alejandrinos enfatizaban la divinidad de Cristo. Al contrario que los teólogos antioquenos, cuya ciudad se
encontraba junto a Palestina, la tierra en que Jesús había vivido y caminado,
y, por tanto, no se podía prescindir del Jesús histórico. Además, desde tiempos antiguos los
intérpretes antioquenos habían visto la Biblia, no como un conjunto de
alegorías, sino como una narración que contaba las relaciones de Dios con su
pueblo y su mundo. Lo que Jesús vino a
hacer no era tanto revelarnos principios antes desconocidos, sino iniciar una
nueva era con una nueva humanidad: la
Iglesia. Lo importante en Cristo no era
su función como maestro de verdades eternas o revelación del Padre inefable,
sino su realidad histórica, su genuina humanidad. Por eso, los teólogos antioquenos se sentían obligados a rechazar
toda interpretación que ocultara la humanidad de Cristo. Por supuesto que la Iglesia rechazaba
cualquier posición extrema que negase, o bien la humanidad o bien la divinidad
de Cristo. Esto quedó expuesto en la
aceptación en el Canon del Nuevo Testamento de los tres evangelios sinópticos
(que acentúan la humanidad) y también del joanico (que acentúa la divinidad). El docetismo, por ejemplo, era una especie
de gnosticismo que decía que el Salvador era un mensajero venido de lo alto,
cuya carne humana era pura apariencia (docetismo quiere decir en griego “parecismo”).
Todos los teólogos serios concordaban en que Cristo era tanto divino
como humano. Quien negara uno de estos
dos elementos sencillamente era declarado hereje. La controversias tenían que ver, no con la cuestión de si Jesús
era divino o no, sino más bien con la cuestión de cómo o en qué sentido Cristo
era tanto humano como divino.
¿Qué sabemos
de Clemente de Alejandría?
Clemente era natural de Atenas, ciudad famosa por
sus escuelas filosóficas. Sus padres
eran paganos, pero el joven Clemente se convirtió de algún modo que hoy
desconocemos, y se lanzó a la búsqueda de algún maestro cristiano que le instruyese. Tras viajar por buena parte del
Mediterráneo, halló en Alejandría un maestro que le satisfizo: Panteno, de quien poco sabemos. Clemente lo sucedió al frente de la escuela
de catequistas de Alejandría, y en el 202, a causa de la persecución de
Septimio Severo, marchó de Alejandría y anduvo por varias regiones del
Mediterráneo oriental, particularmente Siria y Asia Menor, hasta su muerte
alrededor del año 215. En el año 216,
Alejandro, el nuevo obispo de Capadocia se refiere a “san Clemente”, su
muy venerado “señor y hermano”, señalándolo con Panteno entre “los
Padres que nos han precedido”.
Alejandría era una rica ciudad, clave por la
desembocadura del Nilo, donde convergían naves y mercancías de todos los
rincones del Mediterráneo. Al igual que
todos estos productos, en Alejandría, ciudad de gran actividad comercial e
intelectual, se confundían también toda suerte de doctrinas procedentes de los
más diversos y remotos lugares. Además
de su faro, una de las siete maravillas del mundo antiguo, contaba Alejandría
con su famosa biblioteca y su museo o templo de las musas, es decir, algo así
como una universidad. Allí se daban
cita los más distinguidos pensadores del momento. No hay, pues, que extrañarse de que Clemente muestre notables
afinidades hacia el pensamiento filosófico de su época. Clemente quería ayudar a quienes buscan el
Evangelio en profundidad para vivirlo en su época. Por eso, cuando habla a los paganos apela a Platón y a otros
filósofos: “Busco conocer a Dios, y
no sólo las obras de Dios. ¿Quién me
ayudará en mi búsqueda? ¿Cómo,
entonces, oh Platón, ha de buscarse a Dios?”.
El propósito de Clemente en este pasaje es mostrar a sus lectores
paganos que buena parte de las doctrinas cristianas encuentran apoyo en las
enseñanzas de Platón. Así los paganos
cultos podrían simpatizar con el cristianismo sin pensar que se trataba de una
religión de gentes ignorantes y supersticiosas. Pero la verdad es que Clemente no sólo apela a Platón por la
conveniencia del argumento, sino que él está convencido de que la verdad es una
sola, y, por tanto, cualquier verdad que Platón haya conocido no puede ser
distinta de la verdad que Dios ha revelado en Cristo. Así pues, Clemente afirma que la filosofía le fue dada a los
griegos como la ley mosaica (la Torah) le fue dada a los judíos.
¿Cómo se puede coordinar lo que dicen los filósofos
con lo que dice la Biblia? A simple
vista parece haber una enorme distancia, pero, según el estudioso Clemente, las
Escrituras están escritas en alegorías.
El texto sagrado tiene siempre más de un sentido. Por supuesto que el sentido literal no debe
despreciarse, pero quien permanece en él es como el niño que se contenta con la
leche y nunca llega a ser adulto. Por
eso, más allá del sentido literal hay otros significados que el verdadero
maestro cristiano debe descubrir. Ese
sabio cristiano sería, según Clemente, el “verdadero gnóstico”. Naturalmente esto tiende a producir una
teología de tipo elitista, y Clemente ha sido criticado frecuentemente por
ello. De hecho, ningún Padre de la
Iglesia ha suscitado juicios tan dispares como Clemente. La amabilidad y suavidad de su carácter no
representan sino un aspecto de una personalidad en el fondo muy compleja,
asombrosamente dotada y brillante, pues él evita los caminos trillados, las
fórmulas prefabricadas y las ideas triviales.
Casi da la impresión de un hombre de letras incorregible y de un bohemio
de academia. Pero es cristiano. Cristo se impone a todas sus curiosidades y
preocupaciones intelectuales de modo irreversible. También Clemente se ha comprometido a ser útil: guiar a los demás a Cristo, y lo hace
flexiblemente, sin dogmatismos, de forma original y personal. A pesar de su vasta formación y
conocimientos, no fue jamás un erudito en el sentido estricto del término. Era más bien el hombre del diálogo, de la
experiencia espiritual, de la frontera y de la dirección de almas en
búsqueda. Intuitivo, curioso, cálido,
calibraba problemas que él era el único en entrever. Por eso más tarde le leyeron y apreciaron algunos monjes de
cultura excepcional, porque, si bien es cierto que combatió las falsas
doctrinas de la gnosis y otras herejías, también supo tomarlas en serio y
procuró sacar de ellas algún fruto. De
este modo, Clemente convivió con los filósofos paganos de Alejandría en un
común universo cultural, manteniéndose distanciado, no obstante, de los
epicúreos y de los que negaban la providencia divina.
De entre toda la obra literaria de Clemente destaca
el “Protréptico”, redactada para ayudar a propagar la fe, y que sigue el
estilo de las diversas apologías cristianas del siglo II, aunque las supera
ampliamente por su prosa, sus frases cortadas, sus figuras retóricas y el más
refinado arte de la expresión. Con
estilo elocuente Clemente invita a sus lectores a dejar el mito de los antiguos
dioses paganos y prestar oído al nuevo Orfeo de Sión. Eso sí, Clemente reconoce la parte de verdad relativa que
encierra el mensaje filosófico heleno.
Pero el conocimiento pleno y lúcido sólo se puede adquirir bebiendo de
las Escrituras que presentan al Logos encarnado.
La continuación de estas exhortaciones se desarrolla
en el voluminoso “Pedagogo”, donde se propone, de forma coloquial y sin
pedantería, resolver problemas morales y sociales que se presentan a los recién
bautizados. De ahí que la obra verse
sobre cuestiones prácticas de la vida diaria:
las buenas formas en el comer y el beber, la casa y su mobiliario, las
fiestas y los placeres, el descanso y el recreo, el aseo y el arreglo personal,
las relaciones sociales y la vida conyugal.
En ese sentido Clemente, siguiendo al apóstol Pablo, se muestra del todo
moderado, pues el Reino de Dios no consiste en comida ni bebida (Romanos 14,17)
y se pueden poseer bienes mundanos sacando buen partido de ellos (1 Corintios
7,31). Su ética es muy parecida a la
que propone el estoicismo, lejos de lo arbitrario y lo licencioso, y cercano a
la mesura, el dominio de sí, la modestia y lo útil. No obstante, la fuerza última que mueve, ordena y guía la
conducta cristiana es el amor en su doble vertiente: a Dios y al prójimo, que nos hace compartir de buen grado con los
demás lo que ellos necesitan.
Así se comprende que Clemente haya sido en todo
tiempo el preferido de los humanistas, pues fiel al ideal clásico heleno de
justicia y sentido común, no sólo basaba sus afirmaciones en la Biblia, sino
que también las justificaba mediante una filosofía racional. Así, Clemente parece un teólogo modernista,
pero, en realidad, no era más liberal que pietista. Conscientemente quería rebasar estos dos extremos (expuestos en
el liberalismo pagano y el rigorismo judío), pues el cristianismo era una nueva
vida en Cristo por el Espíritu, un nuevo ser que se desarrolla por encima de
los anteriores modos de existencia. El
cristianismo sería la perfección de todo humanismo y religión.
Esto se percibe claramente en su gran obra “Stromata”
(Tapices): extensa, difusa, prolija y,
a primera vista, bastante extraña, pues no hay un plan concreto de
composición. Ya el título indica un
género literario cultivado por escritores de la Antigüedad bajo el nombre de “Bordados”. Son miscelánea, esbozos o anécdotas. Hay quien piensa que esta obra muestra los
resúmenes que Clemente redactaba para sus lecciones a los catequistas.
Sin embargo, para él ningún libro puede transmitir completamente el conocimiento último: querer encerrarlo en un texto sería tan imprudente como dejar un cuchillo en manos de un niño. Esto resalta la importancia que él atribuye a la figura del maestro, sin el cual no se puede vivir el Evangelio plenamente. Clemente exhorta a cada cual a buscar un padre espiritual, amigo y director para el alma, quien sabrá decir francamente la verdad y no temerá, si es preciso, mostrarse enérgico para reconfortar y curar. Este maestro introduce al discípulo paso a paso en el mundo de la oración, de la contemplación y del amor cristiano, comunicándole el conocimiento ardiente del Señor, pues un libro, aunque sea la Biblia, no puede sustituir al maestro.
Pero llegado al más alto grado de conocimiento, el
gnóstico realizado ya no necesita más maestros, pues ni las preocupaciones ni
los males de este mundo hacen presa en él por estar unido íntimamente al
Señor. Las cosas visibles ya no le
asustan ni le seducen: simplemente han
dejado de afectarle. Ya esté en sus
negocios o con su familia, su vida se vuelve adoración, un “comercio con
Dios” de dicha sin fin. Pues Dios
responde siempre a la aspiración íntima que tiende hacia él, incluso cuando no
es expresada con palabras claras. Sin
embargo, esta vivencia no puede ser transmitida por vía jerárquica. De hecho, él fue el que más indiferencia
mostró hacia la organización eclesiástica.
Para Clemente Dios es el Uno inefable, acerca del
cual es imposible decir algo en sentido estricto. Todo lo que podemos decir consiste en negarle límite. Lo demás sería metáfora, útil, pero
inexacta. Este Uno se nos da a conocer
por el Verbo, eterno y preexistente, que manifestó a filósofos y profetas toda
la verdad que supieron, y que, finalmente, se encarnó en Cristo. Aquí Clemente sigue a Justino y su“Logos
spermatikos”, y en cierta medida al filósofo judío alejandrino Filón. Pero su énfasis en la encarnación del Verbo
hace que su teología sea cristocéntrica.
Clemente explicó el “admirable comercio” (intercambio) con estas
palabras: “El Verbo se hizo hombre a
fin de que tú entiendas cómo un hombre puede devenir Dios” (Protreptico I,
8,4).
¿Qué sabemos de Orígenes?
Comparada con la de Orígenes, nacido en 185, la literatura de los primeros Padres de la Iglesia da la impresión de un simple preludio.
Gracias
al interés particular que le dedicó el historiador Eusebio, poseemos más datos
biográficos de él que de ningún otro teólogo anterior. Eusebio consagra a Orígenes una gran parte
del libro sexto de su Historia eclesiástica. De no haberse perdido, las cartas de Orígenes, que pasaban del
centenar, habrían sido la mejor fuente de información para conocerle. Afortunadamente, Eusebio, que las recogió,
las utiliza ampliamente en su bosquejo biográfico.
Atrajo
a un gran número de discípulos por la calidad de su enseñanza, pero también,
como lo hace notar Eusebio, por su ejemplo de vida: "Tal como hablaba, vivía; y tal como vivía, hablaba. A esto se debió principalmente el que, con
la ayuda del poder divino, moviera a innumerables discípulos a emularlo"
(Hist. eccl. 6, 3,7).
Si comparamos sus ideas con las de Clemente de
Alejandría, parece a primera vista que no comparte la alta estima que éste
sentía por la filosofía griega. Jamás
se encuentra en sus escritos la frase que era familiar a Clemente: “la filosofía griega condujo hacia
Cristo”. En carta dirigida a
su discípulo Gregorio, Orígenes le exhorta a continuar en el estudio de las
Escrituras y a considerar la filosofía solamente como una asignatura
preparatoria: "Te ruego que
tomes de la filosofía aquellas cosas que puedan ser conocimientos comunes o
educación preparatoria para el cristianismo, y de la geometría y astronomía lo
que pueda ser útil para la exposición de las Escrituras, a fin de que lo que
los discípulos de los filósofos dicen de la geometría, música, gramática,
retórica, y astronomía, a saber, que son siervas de la filosofía, podamos
decirlo nosotros de la filosofía misma en relación con el cristianismo"
(13,1).
Pero con el tiempo, Orígenes ha sido el más
asombroso signo de contradicción teológico.
Nadie puede negar su genio e influencia: el apodo de Adamantios, el hombre de acero o diamante, etimológicamente
el Indomable, dado poco después de su muerte, aunque Eusebio afirma que lo
llevaba ya en vida, le hace el mayor de los teólogos que haya producido la
Iglesia. Pero su historia póstuma es
muy agitada. A pesar de ser el maestro
incontestado de los grandes teólogos del siglo IV, edad de oro de la Patrística
(Gregorio Nacianceno afirma: “Él es
la piedra que nos afila a todos”, y según Dídimo el Ciego es “el maestro
de las iglesias después del apóstol Pablo”), la sistematización de ciertos
aspectos de su pensamiento y la supresión de todo lo que los contrabalanceaba,
realizada por monjes egipcios en el siglo V, da lugar a toda una guerra
panfletaria por parte de san Jerónimo, Epifanio de Salamina y Teófilo de
Alejandría. Esto dará lugar en el siglo
VI a ciertas doctrinas más evagrianas que origenistas, sostenidas por monjes
palestinenses, que desembocará en 543 a una condena por parte del emperador
Justiniano, y en 553 otra atribuida al V Concilio Ecuménico de
Constantinopla. El valor histórico de
esta última es nulo, porque en realidad va dirigida a los“Isocristos”,
pues los anatemas no figuran en las actas originales.
A diferencia de su maestro Clemente, Orígenes era
hijo de padres cristianos (era el mayor de siete hermanos) y ya fue bautizado
de niño. Durante la misma persecución
que obligó a Clemente a abandonar Alejandría, su padre, Leonidas (+202),
profesor del ciclo clásico (matemáticas, gramática y retórica), fue arrestado,
ejecutado y sus bienes confiscados.
Orígenes había recibido de él una doble educación, a la vez helénica y
bíblica. Con él estudiaba la Biblia,
controlándole lo que leía y haciéndosela recitar, aun a riesgo de verse a veces
en apuros para responder a las preguntas que el muchacho hace. El chaval Orígenes quiso unirse a su padre
en la cárcel para sufrir el martirio, pero su madre le esconde la ropa y
Orígenes se ve obligado a quedarse en casa, donde dedicó a su padre un escrito
en el que le exhorta a ser fiel hasta la muerte y a no dejarse doblegar. Puede que este entusiasmo juvenil rozara el
fanatismo. Tomando al pie de la letra
una frase de Jesús sobre cortar un miembro para entrar en el Reino (Mt 19,12),
Orígenes se emascula (lo que él mismo desaprobó más tarde) secretamente por un
médico (ya entonces una operación sin importancia). Posteriormente se utilizará este hecho para atacarle, incluso
cuando él ya se había distanciado de aquella interpretación.
Como la familia de Orígenes lo perdió todo en la
persecución, una cristiana rica le acoge en su casa y él puede proseguir sus
estudios. Para subsistir vende la
biblioteca de su padre, que contenía una colección de autores paganos; esto le
proporcionó una renta módica, aunque suficiente para permitir vivir a un
asceta. Esta vida ascética, llamada “vida
filosófica”, será bastante común en el monacato primitivo. Acabada su formación y teniendo que dar de
comer a su madre y a sus hermanos, abre una escuela privada de gramática y
sigue formándose (ahora bajo Amonio Sacas, maestro de Plotino) en
filosofía. En los años 206-210 hay una
nueva persecución, durante la cual el obispo Demetrio desaparece discretamente
junto a su presbiterio.
El joven Orígenes se comporta de modo diferente y
permanece dando sus clases. Sus
discípulos (catecúmenos) se animan con su ejemplo y forman un equipo que visita
la cárcel y consuela a los condenados.
De hecho, Orígenes también es amenazado cuando auxilia a Plutarco en su
suplicio, pero como no era ciudadano romano las autoridades no lo consideran
una amenaza. Experiencias así son las
que forman a una persona para toda su vida; ahora destaca no sólo como maestro,
sino también como líder espiritual.
Poco después el obispo Demetrio aprueba su actividad
y lo nombra (tenía apenas dieciocho años) sucesor de Clemente. Tras años de enseñanza, Orígenes se vio en
la necesidad de dedicarse a discípulos más adelantados, pues mucha gente culta
acudía a pedir su instrucción. Dejó a
su alumno Heraclas (más tarde obispo de Alejandría) a cargo de los catecúmenos
y él se dedicó por entero a la tarea docente en una escuela cristiana al estilo
de las que habían tenido anteriormente los grandes filósofos paganos. A dicha aula acudían no sólo cristianos de
diversas partes del imperio (toda una colección de futuros obispos se formó
allí), sino también paganos como la madre del emperador y el gobernador de
Arabia.
Orígenes trató de unir la fe cristiana con
el helenismo, de manera que el cristianismo apareciera como la más consumada de
las religiones. A partir de ahí elabora
una gran síntesis que concuerda con el carácter filosófico del pensamiento
griego en cuanto que todo aparece expuesto según el esquema platónico-gnóstico
de la separación y vuelta de la materia temporal a la idea eterna o Uno. En la línea de su predecesor Clemente de
Alejandría, expone la historia humana como un proceso educativo que conduce
constantemente hacia arriba: como
pedagogía (paideía) de Dios con el ser humano.
Esto significa que la imagen de Dios enterrada en la persona por el
pecado es restablecida en Cristo por la providencia y pedagogía de Dios
mismo. El ser humano tiende a la
consumación de una economía, un eterno plan de salvación que tiene su culmen en
Cristo: unión de lo humano y lo
divino. Así pues, siguiendo la línea de
su maestro Clemente, trata de relacionar la fe cristiana con la filosofía que
está en boga en Alejandría: el neoplatonismo. Pero Orígenes quiere asegurarse de que ese
impulso no le lleve a negar las doctrinas fundamentales del cristianismo. Según él, “nada que difiera de la
tradición de los apóstoles y de la Iglesia ha de aceptarse como verdadero”. Esta tradición incluye la doctrina de que
hay un solo Dios, Creador y ordenador del universo, y por tanto las
especulaciones gnósticas de que otro demiurgo haya hecho este mundo material
han de ser rechazadas. En segundo
lugar, la doctrina apostólica nos enseña que Jesús es el Mesías, el único y
amado Hijo de Dios, nacido antes que todas las criaturas, y que se ha encarnado
de tal modo que, al mismo tiempo que se hizo verdadero hombre, siguió siendo
también verdadero Dios. Sobre el Espíritu
Santo, según Orígenes, la tradición apostólica no está del todo clara, excepto
en el sentido de que su gloria es la misma que la del Padre y del Hijo. Por último, esa tradición afirma que el alma
ha de recibir recompensa o castigo según su vida en este mundo, y que al final
habrá una resurrección del cuerpo glorioso e incorruptible. Hasta aquí lo que él llamaba “dogmata”. Pero a partir de aquí estaban multitud de
cuestiones discutibles y no resueltas todavía por el dogma, denominadas “problemata”,
y Orígenes se siente libre para especular.
Por ejemplo, como la tradición no aportaba detalles sobre el modo en que
el mundo fue creado, Orígenes dice que hay dos creaciones (como hay dos relatos
en el Génesis). La primera historia
cuenta que el ser humano fue creado a “imagen y semejanza” de Dios, y
que “varón y hembra lo creó”.
Sin embargo, la segunda afirma que Dios hizo primero a Adán y después a
Eva. En la primera historia el original
dice el verbo “crear”. En la
segunda el verbo “plasmar”.
¿Cómo explicar la diversidad? La
primera creación habría sido puramente espiritual. Eran espíritus, al mismo tiempo “varón y hembra”, sin
distinciones sexuales. Dios quería que
esos espíritus se dedicaran exclusivamente a su contemplación, pero algunos de
ellos se apartaron de la vista del Creador, y cayeron. Fue entonces que Dios produjo la segunda
creación, material y hogar provisional de los espíritus caídos. Aquellos espíritus que cayeron más bajo se
volvieron demonios, y los demás personas con cuerpo, los cuales fueron “plasmados”
del polvo terreno.
Naturalmente esto
significaría que todas las personas ya existíamos aún antes de nacer en este
mundo, y que la razón por la cual estamos aquí es que pecamos en esa existencia
anterior. Esto explicaría las profundas
desigualdades entre los seres humanos.
Es interesante que aunque Orígenes cree derivar su enseñanza de la
Biblia, en realidad se deriva de Platón, quien había enseñado que las almas se
hallan en este mundo porque han caído del mundo superior de las puras
ideas. Pero Orígenes propone todo esto,
no como la verdad que hay que aceptar, sino como especulación propia de la
época que no puede tener la misma autoridad que la tradición apostólica. Pero cuando concluye que la existencia del
mundo material es resultado del pecado, y que los propósitos iniciales de Dios
no incluían la existencia de este mundo ni de la historia, ahí se aparta de
dicha tradición, como exponía san Ireneo, para quien la historia era parte
fundamental del plan de Dios.
Al comienzo de su escrito “De
principiis” Orígenes trata de Dios, sustancia espiritual absoluta e
inmutable, el Uno primitivo y fuente de vida, y, por tanto, el principio que no
ha sido nunca creado ni procreado. De
él brota, eternamente, como imagen suya, el Logos. La peculiaridad de Orígenes en la doctrina de la Trinidad es que
es el primero en hablar de la “generación eterna” del Hijo, significando
con ello un origen intemporal, pues el Hijo es “eternamente engendrado por
el Padre”. Por el Espíritu, el ser
divino se hace trinitario, y por el Logos, Dios crea el mundo de los espíritus,
que, amados y amantes, lo rodean. En
tanto que seres personales, éstos son libres, y pueden abusar de su libertad
para cometer faltas y alejarse de Dios.
De sus pecados procede el mundo, que, describiendo círculos cada vez más
amplios de “frialdad”, cada vez más olvidadizos de Dios, se oscurece
hasta caer en la materia, en la cual son encerradas las almas, según la
magnitud de su caída, para sufrir un castigo y una cautividad
purificadores. No obstante, incluso en
su decadencia, la creación sigue siendo sostenida y guiada por la providencia
divina, que espera incansable su conversión.
El envío al mundo del Logos (verdadero Dios y verdadero hombre) es el
momento determinante del proceso para recuperarlo. El Hijo transforma el mal en bien e implanta su Reino de
amor. Como el mal carece de poder
positivo no puede conservar, por consiguiente, su realidad duradera, y las
personas se volverán finalmente a Dios, quien sabrá dar el más feliz desenlace
a todo. Aun sobrepasando los límites de
la revelación cristiana, Orígenes sabe que en toda especulación hay sin duda
algo de irreal, de imaginario y de poético.
Pero él confía en su visión, y espera que ella lo llevará a una mejor
comprensión de la verdad bíblica, sin los antropomorfismos del texto
literal. A pesar de todo, Orígenes
permanece cristiano, gracias a que atribuye a Cristo todo conocimiento y
santificación, y reconoce al Evangelio como el documento absoluto y refugio para
la fe.
Así como sus doctrinas de la creación
eterna, la preexistencia de las almas, la restitución final, etc., nunca
tuvieron reconocimiento eclesiástico, su doctrina de la generación eterna del
Hijo y el proceso del Espíritu obtuvieron, por su propio peso, la posición de
piedra del ángulo de la doctrina trinitaria.
El teólogo Orígenes adquirió fama
mundial. Gobernadores y emperatrices
requieren su presencia, especialmente suplicada cuando había que refutar a un
hereje o bien arrojar luz sobre problemas teológicos. Por su erudición, Orígenes no sólo inspiraba respeto a sus
adversarios, sino que además logra su adhesión y los ganaba para la
Iglesia.
Resulta extraño ver cómo
este hombre ilustre fue encontrando oposición y dificultades frente a la
jerarquía eclesiástica de Alejandría, llegando finalmente a una guerra
abierta. Acerca de la crisis que
malquistó a Orígenes con Demetrio tenemos los testimonios de Eusebio, Focio,
Jerónimo y Rufino. El obispo Demetrio
era un jerarca resuelto, decidido a hacer reconocer su autoridad en todo Egipto,
cosa que lograba poco a poco. Deseaba
también someter a su directa vigilancia la escuela catequística, pero
encontraba en el independiente Orígenes una viva resistencia. Su antecesor, Clemente, no había necesitado
ni solicitado el arbitraje clerical.
Orígenes, que era mucho más clerical que Clemente, quería servir a la
Iglesia y formar verdaderos cristianos en un mundo helénico, y aunque estaba
dispuesto a aceptar críticas y objeciones, nadie iba a dictarle sus clases,
pues era Dios mismo quien le había concedido el don de la sabiduría y la
ciencia de la Sagrada Escritura, como a los antiguos profetas
carismáticos. Demetrio, jurista y
organizador, exige sumisión absoluta a sus puntos de vista. Según él, el obispo es el garante de la
verdad ortodoxa, y el único y claro representante de la unidad de la
Iglesia.
En 231 o 233, “Orígenes, para
satisfacer exigencias eclesiásticas, va a Grecia pasando por Palestina”,
cuenta Eusebio. Focio precisa que “partió
para Atenas sin el acuerdo del obispo”.
¿Cuáles eran los motivos del viaje?
En la “Carta a los amigos de Alejandría”, escrita probablemente
desde Atenas, se refiere Orígenes a discusiones que en esa ciudad mantuvo con
un hereje que afirmaba que el diablo estaba hecho de una naturaleza no enmendable. Pero no nos adelantemos, porque Orígenes
para ir a Atenas toma el camino más largo:
de Alejandría a Atenas pasando por Cesárea. ¿Por qué ese rodeo? Para
visitar a sus amigos de Palestina, Teoctisto, obispo de Cesárea, y Alejandro,
obispo de Jerusalén. Entonces
Teoctisto, de acuerdo con Alejandro, ordena a Orígenes al sacerdocio. Nos podemos interrogar acerca de las razones
de un obispo del cual Orígenes no era súbdito.
Cerca de un siglo más tarde, el canon 16 del Concilio de Nicea declarará
la nulidad de dichas ordenaciones, pero en aquel momento esta legislación aún
no existía. Eusebio cuenta que ambos
obispos “habían estimado que Orígenes era digno de la recompensa y del honor
más alto”. Al parecer estaban
indignados porque Demetrio no confería a Orígenes “el honor del sacerdocio”. Pero tal vez tenga relación también con la
protesta de Demetrio varios años atrás cuando ellos cedieron la predicación en
la iglesia a Orígenes, todavía laico.
Entonces, para resolver este conflicto, él hubiera querido ser ordenado,
y reunir en su persona, en cierta manera, los dos poderes: el ministerial y el moral. Pero sus gestiones resultaron vanas. Demetrio sabía que el poder de los
sacerdotes alejandrinos igualaba al del obispo, y así Orígenes se habría garantizado
la independencia como director de la escuela.
Mientras Orígenes, ya presbítero,
navega hacia Atenas, la noticia de su ordenación llega a Alejandría, creando
cierta agitación en el obispo
Demetrio. Las noticias que van llegando
sobre sus discusiones en Atenas con un hereje no hacen sino echar leña al
fuego. Sobre esto nos informa una carta
del propio Orígenes, escrita probablemente desde Atenas. El fragmento, conservado por Jerónimo,
contiene expresiones en las que Orígenes, según consta en el texto traducido
por Rufino, protesta contra los que le atribuyen algo que él jamás ha dicho,
que el diablo, “padre de la maldad y de la perdición y de aquellos que son
excluidos del Reino de Dios”, será salvado. Ni un loco podría hablar así.
Orígenes se queja, como hace Pablo en 2 Tesalonicenses 2,1ss, de que su
doctrina sea desnaturalizada por sus enemigos y se falseen las actas.
Jerónimo afirmaba haber leído un diálogo
entre Orígenes y el gnóstico Cándido, quien sostenía la perspectiva predestinatoria
de que uno se salva o condena a consecuencia de la diversa naturaleza con que
ha sido creado. Un punto de la
discusión era, precisamente, la salvación del diablo, creado según Cándido de
una naturaleza destinada a la condenación.
Orígenes le respondió que no es la naturaleza la que determina la
condenación, sino el libre albedrío.
Jerónimo lo resume así: “Cándido
dice que el diablo es de naturaleza tan mala que jamás se puede salvar. A esto responde Orígenes, que no es por
causa de la sustancia que el diablo está destinado a perecer, sino a causa de
su propia voluntad y que podía ser salvo.
Por esto, Cándido le calumnia haciéndole decir que el diablo es de una
naturaleza que debe ser salvada, mientras que, en realidad, Orígenes refuta la
falsa objeción de Cándido”.
Orígenes
afirmaba que el diablo podría ser salvado si no se obstinara en su rebeldía
ante Dios. Pero Cándido concluye que,
para Orígenes, el diablo es salvo por naturaleza y que Dios tendrá que
salvarlo. Para comprender bien este debate
hay que mencionar el término “apocatástasis”, que significa “restauración”,
y que designa la doctrina de la restauración de todas las cosas al fin de los
tiempos, atribuida a Orígenes y a Gregorio de Nisa según 1 Corintios
15,23-28. Acerca del uso que hace
Orígenes de este pasaje surgen diversas cuestiones que hay que responder, no
partiendo de textos aislados, sino del conjunto de su obra: ¿Profesó Orígenes la apocatástasis,
incluyendo el retorno a la gracia de los condenados? Si se toman en consideración todos sus textos, resulta una gran
confusión. En ellos hay muchas
vacilaciones, y sus tomas de posición en pro y en contra en lo referente a la
eternidad del infierno son ambiguas.
Orígenes vacila, pues no ve cómo conciliar todas las enseñanzas bíblicas: a veces no se pronuncia, otras veces
arriesga una opinión ya en una, ya en otra dirección. Pero si sus afirmaciones sobre la universalidad de la
apocatástasis hubieran de ser entendidas como “dogmáticas”, estarían en
contradicción con un punto capital de su pensamiento: el libre albedrío. Lo que
Orígenes espera es que, al final, el ser humano, conmovido finalmente y sin ser
manipulado, se someta a Dios en la apocatástasis. Se trata de una gran esperanza, pero no de una afirmación
dogmática. En la base de esta esperanza
subyace la fe imperturbable de Orígenes en la bondad de Dios.
Sin embargo, el infierno parece tener para
los demonios un carácter definitivo que no es imputable a Dios, sino al
endurecimiento de la criatura que no quiere, y, finalmente, no puede, dejarse
conmover por el amor de Dios. Para
Orígenes la maldad puede devenir naturaleza a causa del hábito. No obstante el énfasis de Orígenes está en
su esperanza final de que la Palabra de Dios llegará a tener tal fuerza de
persuasión que, sin violar la libertad, llegue a vencer toda resistencia. Vemos, pues, qué matizada respuesta habría
que dar a la apocatástasis de Orígenes.
No se puede decir que la haya profesado firmemente, porque si hay textos
que van en ese sentido, muchos se le oponen manifestando otros aspectos que
deben intervenir en la respuesta. Se
puede decir que la esperó, en una época en que la regla de fe no estaba aun
fijada.
Cuando Orígenes vuelve, Demetrio reúne un sínodo que
lo destierra de Alejandría, pero no lo despoja del “honor” del
presbiterado. Esta primera sentencia es
bastante benigna, equivalía a decir: “Ha
sido ordenado por el obispo de Cesárea y no por el de Alejandría”. Pero esto no satisfizo a Demetrio, quien
convoca un segundo sínodo (231) que declara a Orígenes despojado del sacerdocio
por obtenerlo sin la aprobación de su obispo, y porque, de todos modos, tal
dignidad no podía ser otorgada a un eunuco.
El conflicto es el indicio de una profunda oposición entre los
planteamientos de Demetrio y Orígenes, quien, a pesar de su carácter pacífico,
no podía reconocer la autoridad que el episcopado reivindicaba para sí. Y es que, según Orígenes, el conocimiento
vivo y eficaz, la iluminación por la verdad, no puede ser transmitido ni
administrado burocráticamente. Todos
los derechos que recibe y posee el obispo, los sacramentos que administra, la
facultad de excomulgar y absolver que le dan las llaves del Reino no pasan de
ser simples gestos “exteriores” si no son ejercidos ni fecundados por un
auténtico poder interior. A pesar de
esto, Orígenes no es ningún revolucionario.
Insiste en que la Iglesia ha de tener sus responsables para que reinen
el derecho y el orden, y, por eso, los dirigentes deben ser respetados y
obedecidos. Él quisiera verlos a todos
adornados con los dones espirituales, capaces y dignos de conducir sus rebaños;
pero sabe y comprueba que no realizan siempre este ideal.
Orígenes tiene 48 años, ahora vive
protegido por los obispos de Jerusalén, Fenicia, Grecia y Cesárea, y Demetrio,
desatado de furor (Eusebio lo acusa de tener celos de su catequista: “experimentó sentimientos humanos”)
nada puede contra él. Poco después de
condenarlo (escribió hasta al Papa Fabián) Demetrio murió tras cuarenta y tres
años de episcopado. Su sucesor fue
Heraclas, quien había sido convertido, instruido y tomado por colaborador de la
escuela catequística por Orígenes, quien podía haber esperado de él un trato
más indulgente. Nada de eso. Cuando Orígenes iba rumbo a Palestina se
detuvo en una ciudad del Delta llamada Thmuis, donde fue recibido por el obispo
Amonio, que lo hizo predicar en la asamblea eclesiástica. Cuando se enteró Heraclas fue a Thmuis y, si
no depuso completamente a Amonio, le dio un colaborador, Felipe, para que con
él ejerciera las funciones episcopales.
Orígenes se instala en Cesárea, fundando una nueva
escuela provista de una magnífica biblioteca.
El obispo Teocteno le da entera libertad para enseñar. Allí vuelve a desarrollar una actividad
altamente productiva a lo largo de casi dos decenios. Un trabajo inmenso:
amplia correspondencia, diversos viajes y numerosas conferencias y
disputas ante obispos y sínodos; al mismo tiempo, instrucción y formación de
destacados discípulos, para hacer de ellos teólogos, orantes, santos,
mártires. Orígenes explica
incansablemente, una y otra vez, libro a libro, toda la Biblia, que para él
constituye el nervio de la teología y la espiritualidad. Pero, ¿cómo un griego culto podía comprender
la Escritura, siendo ésta en muchas partes primitiva y afilosófica? Empleando la interpretación que, antes que
él, aplicaran los filósofos griegos a los mitos de Homero, y más tarde el judío
Filón de Alejandría a los libros hebreos.
Para ello Orígenes interpretaba alegóricamente la Escritura, lo mismo que el judío alejandrino Filón interpretaba la Torah hebrea. Hacía esto no porque la Escritura al pie de la letra contiene a veces cosas indignas y contradictorias sobre de Dios (lo que ya Marción había criticado), sino porque él piensa que sólo así puede desentrañar la Biblia en profundidad como mensaje de Dios. Afirma que como el cosmos y el ser humano se componen de cuerpo, alma y espíritu, así también la Escritura tiene un triple sentido:
a)
El somático-literal-histórico, capaz de ver en Cristo sólo un
hombre.
b)
El psíquico-moral, capaz de ver en Cristo sólo al redentor histórico de
su era.
c)
El pneumático-alegórico-teológico, que percibe en Cristo al Logos
eterno que está en Dios desde el principio.
“¿Qué persona razonable puede creer que los tres
primeros días, las mañanas lo mismo que las noches, han sido sin sol, luna y
estrellas, y el primer día hasta sin cielo?”.
O
bien: “¿Quién puede evitar pensar
que la fornicación no tiene importancia, cuando se lee que Judá se entregó
a una prostituta, o que los Patriarcas convivían con varias mujeres?”. He aquí por qué esos textos permiten una
interpretación figurada que muestre su auténtico sentido espiritual. Si no, un cristiano debería “ruborizarse”
al comparar la ley del Antiguo Testamento con “las leyes humanas de los
romanos o atenienses, que parecen mucho más elevadas y razonables”. Este recurso hermenéutico era su mejor modo
de defender el Antiguo Testamento contra los paganos, y, especialmente, contra
la crítica de los herejes, gnósticos y marcionitas.
Ya entonces se tachó a Orígenes de alegórico y fantasioso, debido al sentido pneumático que explicaba algunos textos demasiado groseros como para aplicarlos directamente a Dios. Pero no olvidemos que Orígenes es también el mayor filólogo de la Antigüedad cristiana. Aprendió hebreo con un rabino, y su exégesis contiene innumerables aclaraciones del sentido literal, referencias gramaticales e incipientes concordancias. Y como quería disponer del texto griego auténtico, escribe en más de veinte años de abnegado trabajo, los monumentales “Hexapla” en cincuenta volúmenes: la Biblia séxtuple (a seis columnas). ¡Una obra sin precedentes! En ella Orígenes investiga incluso las etimologías hebreas, y hasta trata de hallar las localizaciones geográficas, llegando a hacer excavaciones en las grutas fluviales del Jordán.
Este planteamiento superaba la apocalíptica judeocristiana de los principios de la Iglesia, donde el acento recaía en el inminente retorno de Cristo en gloria. Para Orígenes (siguiendo al evangelio joanico) hay una novedad en las convicciones y valores para comunicar el Evangelio al helenismo. Es decir, Orígenes pretendía un acceso fácil y general a la cultura a la que él pertenecía. Así pues, en vez de la pronta espera apocalíptica hay una nueva concepción histórico-salvífica (preparada ya en la doble obra lucana y el evangelio joanico) de Cristo como el centro del tiempo consumado. ¿Era esto un “despliegue” o un “alejamiento” del Evangelio? Orígenes estaba convencido de que él, con toda su teología, no había hecho otra cosa que descifrar y desentrañar su amada Biblia. Pero no fue consciente de hasta qué punto quedó él mismo prisionero de una muy determinada cosmovisión filosófica.
No nos puede extrañar que, pocos años antes de su muerte, Orígenes escribiese la obra apologética más erudita de la antigüedad cristiana: “Contra Celso”. Orígenes cita al filósofo Celso (que había escrito un libro contra los cristianos) frase por frase, para irle refutando después, en un despliegue impresionante de saber bíblico y humano.
En el año 249 el emperador Felipe el Árabe,
favorable a los cristianos, es asesinado.
Entonces, con la subida al trono del nuevo emperador, Decio, se produjo
un giro político, desencadenándose la primera persecución anticristiana
preparada según un plan preciso y aplicable a todo el imperio. En todas las provincias ordena por decreto
ley que todos los cristianos, incluidos mujeres y niños, se presenten ante las
autoridades para llevar a cabo el sacrificio oficial y recibir el certificado
correspondiente. Con esto se pretendía,
no el ejecutar al mayor número de cristianos, sino inducirlos a la
apostasía. Decio sabía que ya no era
posible aplastar a la Iglesia por medio de la eliminación física. Importaba más forzar a los cristianos a
apostatar de su fe, aplicando el terror y medidas coercitivas sabiamente
elaboradas. La primera condición para
el éxito era llevar a sus dirigentes a renegar de su fe bajo amenazas de
muerte. Orígenes, por entonces,
septuagenario, fue detenido (con una argolla al cuello), encarcelado y
torturado cruelmente. Pero no pareció
conveniente ejecutar a este hombre ilustre, aunque se le laceró por el hierro;
se le sometió durante días al suplicio del potro, introduciéndole los pies “hasta
el cuarto agujero”; se le amenazó con el tormento del fuego. Pero todas estas violencias no dieron
resultado, y Orígenes fue puesto en libertad.
Inquebrantable confesor, pero otra vez mártir frustrado. Físicamente estaba destrozado para siempre;
sin embargo, todavía salieron de su pluma breves escritos “que llevaban gran
consuelo a quienes lo necesitaban”.
Murió, lo más tarde, en el año 254.
Orígenes Adamantios, el Indomable, teólogo serio y
amable a la vez, de una lealtad a toda prueba, consagrado únicamente al trabajo
intelectual y a la devoción ascética; erudito y pensador sistemático, podía
medirse con cualquier filósofo. Creó un
sistema teológico cuya estructura lógica e impecable nunca se ha dejado de admirar.
¿Qué pensaba el teólogo Harnack sobre la explicación de Dios en términos griegos?
El teólogo protestante del siglo XIX Adolf von Harnack quiere ver una transformación de la sencilla fe cristiana en una alambicada filosofía. El centro ya no estaría en la crucifixión y resurrección de Jesús, sino en cuestiones especulativas tales como la unión de las tres hipóstasis en la divinidad o la encarnación del Logos y sus naturalezas humana y divina. Se desplaza el interés teológico del sencillo anuncio del Reino por parte de Jesús hasta un gran sistema teológico que acaba proclamando el misterio de la Trinidad. Harnack criticó severamente el “cristianismo helenizado” de los Padres Griegos, pero esa crítica tiene hoy pocos seguidores. La ineludible necesidad de pensar sobre nuevas bases y reformular la fe cristiana a la luz de modelos culturales cambiantes es un hecho ampliamente reconocido, de modo que el esfuerzo de los Padres Griegos por formular el cristianismo en categorías helénicas se puede considerar como algo legítimo. De hecho, la teología ortodoxa no fue otra cosa que una continua lucha por expresar la tradición de la Iglesia en categorías del pensamiento griego, de modo que el helenismo se pudiera convertir a Cristo. Tal intento estaba justificado.
X LAS HEREJÍAS CRISTOLÓGICAS Y LOS CONCILIOS
¿Cómo
continuaron evolucionando las herejías cristológicas?
El siglo III fue un
período preeminente de herejías monarquianas, de donde emergió una comprensión
más firme de la idea cristiana de Dios.
De hecho, tan pronto como empezó a ser formulada la doctrina de la
Trinidad, era inevitable que surgiera oposición a la misma, pues: ¿En qué forma puede reconciliarse la
doctrina de una Trinidad con el artículo de la unidad de Dios?
¿Cómo eran las
herejías monarquianas?
La fuerte subordinación
de ciertos Padres (como los apologistas y Orígenes), para asegurar la
hipóstasis distinta del Hijo, evocaron el sentimiento de que no era solo la
unidad de Dios, sino la verdadera divinidad de Cristo la que quedaba
comprometida. Fueron estos dos intereses
en combinación (el teológico y el cristológico, el interés en la unidad divina
y el interés en la divinidad del Hijo), los que dieron lugar al tipo de herejía
llamada “monarquiana”. A veces estos errores surgían del deseo de
hacerlo todo más claro y simple, y por la falta de aprecio hacia los elementos
más profundos de la fe cristiana. Por
eso, muchas de estas herejías no hay que achacarlas al amor al error, sino que
son claramente explicables por la naturaleza del caso y las circunstancias de
los tiempos. Aquel tercer siglo era un
hervidero de teorías muy semejantes a las de nuestros días; en realidad,
muchas teorías modernas no son más que
reproducciones de ellas; por eso, al estudiarlas, obtendremos mucha ayuda para
resolver nuestros propios problemas.
¿Cuáles eran
los dos clásicos errores monarquianos?
El primero en definir el
monarquianismo (tendencia al énfasis en la unidad de Dios y rechazo de la
Trinidad personal) fue Tertuliano (Contra Praxeas, 36). Este rechazo tiene lugar de dos formas: Allí donde el interés teológico es fuerte y
el cristológico débil, tenemos una exaltación de la unidad divina a expensas de
la divinidad de Cristo (monarquianismo ebionítico o unitario); allí donde el
interés cristológico es predominante (el motivo es salvaguardar la divinidad de
Cristo) hay una identificación de Cristo con la única persona de la divinidad
(modalismo, patripasianismo, sabelianismo).
Hay, pues, dos clases de errores monarquianos: dinámicos (también llamados adopcionistas) y modalistas (en sus
dos divisiones: patripasianos y
sabelianos).
¿Quiénes eran
los ebionitas?
Fueron los primeros
impugnadores de la divinidad de Cristo.
Eran judíos que aceptaban a Jesús como Mesías, pero no como “Señor”, es decir, como Dios; así pues, no representaban
el elemento vivo y progresivo del cristianismo primitivo, sino que se hallaban
desde el principio en un nivel inferior, y debido a su fracaso en captar la
verdad del Evangelio, se volvieron más y más reaccionarios y sus ideas fueron
empobreciéndose con el paso del tiempo.
Para ellos Jesús era simplemente un hombre sobre quien había descendido
el Espíritu de Dios por su piedad en el bautismo, calificándole para su tarea
mesiánica. Un grupo de estos seguidores
(los nazarenos) se desgajó del gran cuerpo del cristianismo pagano en
desarrollo y, encogidos por su ambiente, tendieron a hacerse más y más una mera
secta y un anacronismo histórico. Los
ebionitas desaparecieron hacia el siglo V.
¿Cómo eran las
dos formas de herejía modalista?
El monarquianismo
modalista, en su forma patripasiana inicial, tuvo una historia breve pero
curiosa. La esencia de esta modalidad
era que el mismo Padre se había encarnado en Cristo, y sufrido en él. En resumen, Padre e Hijo eran el mismo. El primer representante de esta herejía fue
Praxeas, contrincante de los montanistas de Asia Menor, que llegó a Roma
probablemente durante el episcopado de Eleuterio (170-190). Después fue a Cartago, donde se le enfrentó
Tertuliano, quien critica su idea de que el Padre se hubiera encarnado en
Cristo: “Crucificó al
Padre” (Contra Praxeas).
Presionado Praxeas por la dificultad de cómo el Padre podía ser al mismo
tiempo el Hijo, se refugió en la distinción de que el Espíritu, o elemento
divino en Jesús, era el Padre, y la carne que había asumido le hacía el
Hijo. Tertuliano no tuvo dificultad en
mostrar que, bajo pretexto de monarquianismo, Praxeas realmente introducía una
nueva dualidad: la carne es la
humanidad, y el Padre no es sino la presencia revestidora. El Hijo y el Padre son de nuevo separados y
la teoría deriva hacia una forma dinámica.
¿Cómo era la
herejía patripasiana de Noeto de Esmirna?
Noeto de Esmirna afirmaba
que el Padre, mediante un cambio en su modo de ser, literalmente pasó a ser su
propio Hijo: “Cuando el Padre no había nacido se llamaba simplemente Padre; y cuando
le plugo sufrir generación, pasó a ser su propio Hijo, no de otro... A causa del nacimiento que había tenido
lugar, se confesó a sí mismo ante los que le contemplaban como Hijo, sin duda;
con todo, no tuvo inconveniente en dar a conocer a aquellos que podían
comprenderle, que era un Padre” (Hipólito ix 5). Esta idea la fundaba Noeto en la doctrina
especulativa de que está en la naturaleza de Dios el combinarse a sí mismo en
modos contrarios de ser. Cuando fue
llamado a dar cuentas de sus ideas por la Iglesia de Roma, se defendió
diciendo: “¿Qué mal hago
al glorificar a un solo Dios?”. No obstante, fue excomulgado y formó una
escuela separada frente a la del Papa Víctor (190-200).
¿Cómo era la
herejía modalista de Sabelio?
El sabelianismo aventaja
a las herejías previas en que procura hacer justicia a la distinción
trinitaria, pero, en vez de hablar de una Trinidad inmanente, la sustituye por
una Trinidad de revelación; la sustitución de una Trinidad de modos o aspectos,
de un solo ser divino, en lugar de una Trinidad de personas. Sabelio, autor de la herejía, empezó su
carrera en Roma, donde fue excomulgado por el Papa Calixto. Más tarde, su eco tuvo un poderoso
avivamiento en el norte de África, hacia el año 260, y aún otro en el siglo IV,
cuando Atanasio y Basilio fueron arrastrados a la controversia. Por lo que se refiere a su principio
general, el sabelianismo ha tenido muchos defensores y representantes modernos
(por ejemplo Schleiermacher y hasta el propio Barth), y reaparece en varias
formas populares, aunque no siempre es reconocido por lo que es. Sabelio empezaba con Dios en su unidad
absoluta, idéntica a sí mismo (en su vida silenciosa e introspectiva), antes de
todo movimiento y revelación, y esto él lo llama “Monas”. Pero el Monas no permanece en esta
condición, sino que se despliega; el Dios silencioso pasa a ser Dios
parlante. En esta transición el Monas
es llamado Logos, que no es todavía el Hijo, sino el principio de toda
revelación. Sabelio explica la creación
por medio de varias metáforas estoicas de “expansión”
y “contracción” (el brazo extendido y
contraído de nuevo) como movimiento alternante del Monas, que se revelaría en
la historia de tres formas: Padre, Hijo
y Espíritu Santo. Dios como Padre se da
a conocer en el Antiguo Testamento.
Dios como Hijo en la encarnación de Cristo. Dios como Espíritu en el principio interior e inspirador de los
fieles cristianos. Pero esta idea de
Dios es la de una Trinidad de revelación, el Monas original, de quien Atanasio
dijo que “ya no se podía hablar del Padre como
expansionándose, sino del Monas como productivo de los tres, de modo que hay un
Monas, luego Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Así pues, habría una Trinidad sucesiva, no
simultánea: extensivas sucesiones del
brazo divino, y cada una ha de ser retraída para que tenga lugar la otra.
¿Por qué era
una herejía el modalismo?
El modalismo dio al
monarquianismo un carácter desarrollado y obligó a la Iglesia a hacer frente a
la hipótesis de una Trinidad modal como una alternativa a su propia
doctrina. Pero su afirmación no era
realmente cristiana, sino estoico-panteísta, como vieron los Padres. Además, Padre e Hijo no tienen relación el
uno con el otro. El Padre no es el
Padre del Hijo; el Hijo no es el Hijo del Padre. Es una contradicción bíblica hablar del Padre como no existente a
partir de la aparición del Hijo; y además, representa la encarnación sólo como
una aparición temporal.
¿Cómo era el
modalismo final de Pablo de Samosata?
El movimiento monarquiano
culmina en Pablo de Samosata, obispo de Antioquia (260-270), el cual representa
la fase dinámica del monarquianismo.
Hasta ahora la reflexión sugiere lo cerca que está la idea sabeliana de
la persona de Cristo de la ebionítica, y lo fácilmente que se pasa de la una a
la otra. Una importante dificultad
sabeliana se hallaba en saber qué pasaba con la humanidad de Cristo después de
la ascensión. La suposición de su
absorción cuando la del Hijo llega a su fin es demasiado violenta; la tendencia
sería representar a la divinidad y la humanidad como separables, y conectar las
dos sólo dinámicamente; lo cual nos vuelve al ebionitismo. En este sentido, el obispo Pablo de Samosata
es su representante clásico. Nuestras
fuentes de información respecto a él están en una circular enviada por los
obispos que le condenaban. Pablo de
Samosata vivía con gran esplendor y ostentación, combinando con su episcopado
una magistratura civil que le proporcionaba cuantiosos beneficios. Con esto, y mediante una mala administración
eclesiástica llena de desparpajo, alcanzó una posición sumamente holgada. Su orgullo, lujo y opresión le hicieron
aborrecible a sus hermanos. Era vano no
menos que rico; se hizo erigir un elevado tribunal y un trono para su uso;
aparecía en público con una multitud de sirvientes que le abrían paso; se
pavoneaba en el Foro leyendo sus cartas y dictando las respuestas. Pero su comportamiento en la Iglesia era de
lo más ofensivo, pues prohibió los himnos cantados a Cristo e hizo componer
otros en su propio honor. Su
predicación era teatral, acompañada de gestos y movimientos estrafalarios, y
animaba al pueblo a aplaudir agitando pañuelos. Su conducta privada era igualmente escandalosa. Con todo, su riqueza y poder eran tales,
debido al favor de la reina Zenobia, que pocos se atrevían a tocarle. Pablo de Samosata sostenía que Cristo,
comenzando como hombre, fue elevado por su desarrollo progresivo a la dignidad
de Hijo de Dios, obteniendo rango divino por su excelencia. El Logos en Dios, se decía, era lo que es la
razón en el hombre. El Logos divino
penetró la humanidad de Cristo como no lo hizo en ningún otro, y Jesús avanzó
progresivamente hasta que llegó a ser Dios en una apoteosis. Pero Cristo fue una divinidad de rango, no
de esencia: no era Dios por
naturaleza. Por eso la Iglesia rechazó
esta herejía enfáticamente.
¿Por qué es
tan importante hoy la herejía de Pablo de Samosata?
Porque no es diferente de
muchas teorías actuales; en realidad es el tipo de las teorías dinámicas de
todos los tiempos, pues Cristo es una divinidad honoraria; se trata de la
clásica herejía unitaria.
¿Cuál fue la
gran herejía cristológica del siglo IV?
Las controversias
cristológicas del tercer siglo no fueron sino preludios de la inmensa batalla
arriana del siglo IV. Por encima de
todo estaba la forma de concebir la relación de Cristo con el Padre, de modo
que, por un lado, no quedara comprometida su divinidad, y, por otro, no pusiera
en peligro la monarquía divina. Esta
cuestión sólo podía ser contestada (y fue contestada) mediante la presentación
de todas las alternativas posibles, poniendo a prueba una por una y rechazando
las que se vieran inadecuadas.
¿Qué cambio
radical y decisivo tuvo lugar en la Iglesia en esa época?
El imperio romano había
combatido a muerte a la Iglesia durante tres siglos. Pero en el año 313, después de la última y terrible persecución
de Diocleciano, vino el tolerante edicto de Milán, y en el año 323, Constantino,
simpatizante cristiano, habiendo derrocado a su último rival Licinio, pasó a
ser el soberano del imperio. A pesar de
esto, Constantino acuñó moneda con los símbolos y nombres de los viejos dioses,
y continuó comportándose hasta el fin de sus días como sumo sacerdote del
paganismo. Que hiciera de Cristo su
protector no excluía que también lo fuera el sol y otros dioses del panteón
romano, a los que siguió sirviendo durante todo su reinado. A su muerte, los tres hijos que le
sucedieron no se opusieron al deseo del senado de divinizarlo.
¿Cuál fue el
impacto de Constantino?
La consecuencia más
notable fue el cese de las persecuciones contra los cristianos. Además surgió la “teología
oficial” dirigida por el ideólogo Eusebio de Cesárea. Deslumbrados por el favor que Constantino
derramaba sobre los obispos, no faltaron muchos que se atrevieron a afirmar que
él había sido elegido por Dios para culminar la historia de la Iglesia en el
Reino de Dios. Aunque también otros
cristianos siguieron una senda radicalmente opuesta (los monjes no aceptaban
que ser cristiano fuese ahora tan fácil y veían en ello no una bendición, sino
una apostasía). Otra consecuencia fue
el influjo del protocolo imperial en el culto cristiano. Así, los ministros que oficiaban comenzaron
a llevar ricas vestimentas en señal de respeto y a convertirse en una
aristocracia clerical. Por la misma
razón, varios gestos que normalmente se hacían ante el emperador comenzaron a
hacerse también en la liturgia. El
resultado fue que la asamblea participó cada vez menos en el culto. Las basílicas construidas entonces y el
fasto de su liturgia contrastan con la sencillez de las capillas y casas
aderezadas para tal fin (como Dura-Europo).
¿Qué decía la
“teología oficial” de Eusebio?
Para Eusebio, y muchos de
sus compañeros obispos, lo que estaba teniendo lugar con Constantino era obra
de Dios, semejante a los milagros del libro del Éxodo. Lo que él pretendía mostrar es que la fe
cristiana era la consumación de toda la historia humana, de modo que tanto la
filosofía griega como las Escrituras hebreas fueron provistas por Dios como
preparación para el Evangelio. Además,
el propio imperio romano, con la paz que había traído a toda la cuenca del
Mediterráneo, también había sido ordenado por la providencia divina para
facilitar la extensión de la nueva fe.
Ireneo, en el siglo II, había sostenido que la historia de la humanidad
era un vasto proceso mediante el cual Dios educaba al mundo para que pudiese
tener comunión con él. Lo que Eusebio
hace ahora es darle cuerpo a este conjunto de ideas, tratando de fundamentarlo
sobre el culmen de Constantino. La fe y
el imperio, como la fe y la filosofía, no eran incompatibles. Al contrario, la fe era la corona tanto de
la filosofía como del imperio, y la nueva situación era la prueba fehaciente de
la verdad del Evangelio, punto culminante de la historia humana. Naturalmente, esta perspectiva teológica le
privaba de toda actitud medianamente crítica hacia lo que estaba sucediendo. Si el emperador era el “vicario de Dios”, ¿quién se atrevía a amonestarle? Esto hizo que se pasaran por alto ciertos “defectos”, como la ira incontenible y el espíritu
sanguinario, de Constantino, pues para Eusebio, Constantino es el “obispo de los de fuera”. Este nuevo concepto hizo que el Evangelio,
originalmente para los pobres y la gente sencilla, se adornara con la riqueza y
el boato, siendo estos tomados incluso como señal del favor divino. Por último, el esquema ideológico de Eusebio
le obligó a abandonar la predicación primitiva de la Segunda y gloriosa Venida
de Cristo, pues con Constantino y sus sucesores se habría realizado ya el plan
de Dios. Aparte de esto, lo único que
nos quedaría sería esperar el momento en que seamos transferidos en espíritu al
reino celestial.
¿Cómo surgió al
principio la disputa arriana?
La controversia arriana
tuvo su origen hacia el año 318 en Alejandría, donde Arrio, un presbítero
destacado, tuvo un conflicto con su obispo Alejandro sobre el tema de la
Trinidad, concretamente sobre la “divinidad”
del Logos o Hijo de Dios, que Arrio negaba.
Arrio era un hombre alto, enjuto, ascético en hábito y vestido, de pelo
largo, enmarañado, y una curiosa práctica de contorcerse, pero en conjunto de
porte y costumbres atractivos, y con una considerable mezcla de astucia y
vanidad. No obstante su aparente
suavidad, era un hombre de pasiones fuertes y vehementes. Pronto se rodeó de una multitud de
partidarios y fue incansable en la extensión de sus ideas. El obispo Alejandro lo llamó a su presencia
invitándole a retractarse de sus tesis, a lo que se negó. Por el contrario, contraviniendo los usos
disciplinares, Arrio desafió a Alejandro y buscó el apoyo de Eusebio de Cesárea
y Eusebio de Beirut, que para entonces ya estaba al frente de la poderosa sede
de Nicomedia. Alejandro respondió con
la convocatoria de un Sínodo en Alejandría de cien obispos egipcios y libios en
320, que exigieron a Arrio la conformidad con una confesión de fe. Ante su negativa, la asamblea excomulgó a
Arrio y sus seguidores, entre ellos los obispos Teonas de Marmática y Segundo
de Ptolemais. Esta condena sólo aventó
la llama de la controversia. Los
sentimientos se hicieron muy vivos en ambos lados, y cada bando procuraba
fortalecerse pidiendo el apoyo de otros obispos; en resumen: la Iglesia pronto estuvo toda trastornada;
en los mismos teatros resonaban, con ridículo, las disputas de los
cristianos. Por otra parte, el
emperador Constantino, cuyo máximo interés era la paz del imperio, estaba
profundamente preocupado por este inesperado acontecimiento, ya que él
consideraba que sus causas eran cosa de poca monta, y escribió con urgencia
tanto al obispo Alejandro de Alejandría como a su presbítero Arrio, rogándoles
que se comportaran mutuamente con tolerancia y comprensión. Cuando esto falló y Constantino comprendió
la gravedad de la cuestión, tuvo la idea de convocar un Concilio para decidir
la cuestión.
¿Cómo
surgieron las bases del arrianismo?
Al entrar con Constantino
las masas paganas del imperio en la Iglesia sin apenas catequesis, se fue
considerando a Dios de una forma platónica, es decir, como causado en sí mismo,
tan inefablemente exaltado que fue puesto a una distancia infinita de su
creación. Por eso era necesario
interponer algún ser intermedio para efectuar la comunicación con su
mundo. Ese ser era el Hijo, que fue
creado como un Dios de segundo rango para este propósito. Pero como el Hijo es él mismo una criatura,
queda claro que existe la misma dificultad con respecto a él mismo. La diferencia entre Dios y la criatura ha de
ser siempre infinita. Si, pues, Dios es
demasiado exaltado para crear al Hijo, se necesita un nuevo ser para llenar el
abismo entre Padre e Hijo; otro para llenar el abismo entre Dios y el nuevo
ser, y así ad infinitum. Las tendencias subordinacionistas ya estaban
presentes en la iglesia a través de muchos pensadores antes, pero fue Arrio
quien les dio expresión concreta, sacando sus consecuencias lógicas. Por ejemplo, Orígenes había hablado del Hijo
en el sentido de que ocupaba una relación secundaria con el Padre, en tanto que
al mismo tiempo defendía su generación eterna y su identidad de esencia con
Dios. Así pues, era inevitable que
estas dos tendencias acabaran entrando en conflicto. Si la identidad de naturaleza con el Padre se mantenía, había que
conceder divinidad plena y verdadera al Hijo, y los elementos subordinantes, en
lo que afectaban al conflicto con esta concepción, tenían que ser
eliminados. Si, por el contrario, se
seguía absolutamente la postura subordinacionista, el resultado lógico era la
doctrina de Arrio.
¿Qué tres
partidos había al comienzo del Concilio de Nicea?
Al tiempo de la apertura
del Concilio se habían formado tres bandos con cierta delimitación. 1)
Primero estaba el bando de Atanasio, que era el único partido que no
tenía ambigüedad alguna. El Hijo, a su
modo de ver, era de la misma esencia que el Padre (Dios verdadero). Atanasio enfatizaba que ninguna criatura,
sino sólo Dios, podía unirnos con Dios, por lo tanto era necesaria una
verdadera encarnación para conseguir la redención. Anticipándose a san Anselmo de Cantorbery decía: “Sólo el Hijo divino podía
expiar los pecados del mundo”. Además, Atanasio al enseñar la divinidad de
Cristo dice apelar al testimonio colectivo de la Iglesia, la fe universal (católica,
o correcta); la doctrina de Arrio era una novedad. 2) En el polo opuesto de
Atanasio estaba el puro partido arriano, donde la distinción del Hijo del Padre
era llevada a su lógico extremo. Su
punto de partida era el término “Hijo”,
que implicaba la prioridad del Padre.
El Hijo, por tanto, era un ser creado “de la nada”. Era la primera y la más grande de las
criaturas, y fue traído a la existencia para que por su medio el mundo fuera
creado. No era eterno; no era de la
sustancia divina; era mudable, esto es, podía pecar, etc. 3)
Intermedio entre los dos bandos descritos estaba el partido semiarriano
o subordinacionista, que se distinguía de Atanasio por su rechazo del término “de la misma sustancia”. Había entre ellos una sección imbuida de doblez
y mala fe, los eusebianos (porque su líder era el obispo Eusebio de Nicomedia),
cuyas ideas reales eran fuertemente arrianas, pero hacían uso de toda clase de
subterfugios para disimular sus opiniones y empleaban los métodos más mezquinos
de intrigas y violencia contra sus contrincantes. Decían ser bíblicos, e insistían en que sólo debían usarse
términos escriturales. Pero también
había otro sector, más numeroso, subordinacionistas en tendencia, cuya objeción
principal era que la expresión “de la misma sustancia
(naturaleza)” tenía asociaciones valentinianas y sabelianas
indeseables. En los últimos estadios de
la controversia, este partido, repelido por el arrianismo evidente de algunos
de sus aliados, se acercó a los ortodoxos y finalmente aceptó su fórmula,
aunque todavía sin una unidad de miras total.
¿Quién convocó
y presidió el primer Concilio Ecuménico de Nicea?
Fue convocado por
Constantino para reunirse en Nicea, Bitinia, cerca de Constantinopla, en mayo o
junio del año 325. De hecho, el emperador
convocó el Concilio, decidió su fecha y lugar de celebración, designó a los
clérigos participantes, asumió los gastos de desplazamiento y manutención y dio
rango de ley a sus acuerdos. En Nicea
fue formalmente inaugurado con gran esplendor por el mismo emperador y
presidido por su asesor teológico, el obispo Osio de Córdoba. Participaron unos 300 obispos, pero también
una multitud de presbíteros y diáconos, que engrosaron la asistencia hasta los
dos mil participantes. Occidente estuvo
representado por Osio, dos legados del obispo de Roma, Silvestre, que alegó su
avanzada edad para justificar la ausencia, un obispo de Calabria, otro de Die y
Ceciliano de Cartago.
¿Cómo fue el
primer Concilio Ecuménico de Nicea?
Bastará dar una breve
relación de lo ocurrido. El líder del
bando ortodoxo fue el diácono Atanasio de Alejandría, que era el asesor de su
obispo. El predominio geográfico impuso
el griego como lengua de los debates.
Los arrianos decididos eran pocos.
Incluso los eusebianos eran apenas una veintena. Para comprender la importancia de lo que
estaba sucediendo, recordemos que varios de los presentes habían sufrido
cárcel, tortura o exilio poco antes, y que algunos llevaban en sus cuerpos las
marcas físicas de su confesión. Y pocos
años después de aquellos tiempos de persecución, todos estos obispos eran
invitados a reunirse en Nicea, y el Estado pagaba los gastos. Muchos de los presentes se conocían sólo de
oídas o por correspondencia, pero ahora, por primera vez, podían tener una
visión física de la universalidad de su fe.
Así pues, Constantino fue aclamado como el autor de aquel milagro, el
príncipe que había presentado al Salvador aquella guirnalda como ofrenda de
gratitud. A la entrada del emperador en
la sala de reuniones, escoltado y vestido de gala, caminando majestuoso entre
los padres conciliares puestos en pie, tomó asiento en un trono de oro macizo
no sin antes indicar a los obispos que también se sentaran. Eusebio de Cesárea, que describe la escena
con minuciosidad, reproduce el discurso que Constantino pronunció (en latín y
en griego) en el que conminaba a los presentes a no poner en peligro la paz y
los bienes de los que ahora disfrutaban, haciéndoles saber que, para él, era
más “la perturbación interna de la Iglesia que cualquier
guerra”. En este
ambiente de euforia, los obispos empezaron a discutir las muchas cuestiones que
había que resolver. La asamblea aprobó
una serie de reglas para la readmisión de los caídos, acerca del modo en que
los presbíteros y los obispos debían ser elegidos y ordenados, y sobre el orden
de precedencia de las diversas sedes (Roma, Alejandría y Antioquia). Pero la cuestión más escabrosa del Concilio
era discutir la controversia arriana.
Un credo propuesto por el obispo Eusebio de Nicomedia, portavoz de los
arrianos, fue rechazado con horror: el
credo fue literalmente hecho pedazos cuando la asamblea oyó que el Hijo era una
criatura. “¡Blasfemia,
mentira, herejía...!”
entonces la actitud de la asamblea cambió; mientras muchos obispos
querían tratar el caso con la mayor suavidad posible, ahora la mayoría estaba
convencida de que era necesario condenar las doctrinas expuestas por Eusebio de
Nicomedia. La dirección del partido
medio fue asumida por Eusebio de Cesárea, el cual presentó un credo que él dijo
haber aprendido cuando era catecúmeno; pero éste, también, a pesar de la gran
influencia de quien lo proponía y del apoyo del emperador, fue rechazado a
causa de la ambigüedad de sus expresiones.
El punto y palabra clave la expuso Eusebio de Nicomedia con el término “homoousion”. En
ese momento la mayoría del Concilio se dio cuenta que la fórmula de que el Hijo
era “de la misma sustancia”
que el Padre (era consustancial) expresaba exactamente aquello que creían, y
excluía ambigüedades por medio de las cuales el partido eusebiano procuraba
evadir la fuerza de los otros términos.
Constantino, que no apoyaba la fórmula y que estaba asesorado por su
consejero Eusebio de Cesárea, al ver que se conseguía unanimidad, echó su
influencia en la balanza y se redactó un nuevo credo a base del de Eusebio,
siendo su aceptación obligatoria por decreto imperial. Hubo dos obispos arrianos que se negaron a
firmar, junto con Arrio, y fueron depuestos.
Eusebio de Nicomedia y otros firmaron el Credo, pero no los anatemas, y
fueron expulsados más tarde.
Constantino hizo coincidir la clausura del Concilio y la firma de sus
acuerdos con el vigésimo aniversario de su acceso al trono, de manera que la
celebración solemne de ambos acontecimientos culminó en un opíparo banquete del
emperador con los clérigos.
¿Qué otros
decretos dispuso el Concilio de Nicea?
Los padres nicenos
elaboraron un código de conducta (sintetizado en veinte cánones) para una
Iglesia salida de las persecuciones y en trance de organización y adaptación a
la nueva situación imperial. Se decidió
excluir del clero a los “lapsi”
ordenados ilegalmente, y de la comunión, durante diez años, a los fieles que
hubiese apostatado (sólo se les podía dar la eucaristía en su lecho de
muerte). Se acordó, con condiciones,
reconciliar a los “puros”,
seguidores de Novaciano, a los partidarios de Pablo de Samosata y a los
melicianos, si bien Melicio fue privado del sacerdocio. El Concilio procuró remediar las
deficiencias de organización interna de la Iglesia reforzando la figura del
obispo, del sínodo y del principio de jerarquía. También se aceptó el modelo civil de las ciudades y sedes,
reforzándose las tres grandes ciudades del imperio: Roma, Alejandría y Antioquia.
Se declaró imprescindible la aprobación del arzobispo metropolitano para
la validez de la ordenación episcopal.
Asimismo, se prescribía que habían de ser dos o tres, como mínimo, los
obispos de la provincia que interviniesen en la consagración de un colega,
mientras el resto era obligado a comunicar su consentimiento por escrito. Como instancia de apelación frente a la
sentencia injusta del obispo y garantía de funcionamiento ordenado, se
instituía el sínodo semestral. Los
padres conciliares endurecieron los requisitos para la entrada en el clero. Lo hicieron incompatible con la usura y el
oficio militar. Por último, se abandonó
el cómputo judío para la fijación de la Pascua y se acordó que su celebración
tuviera lugar en la misma fecha en todas las iglesias, utilizando como
referencia a Roma para Occidente y Alejandría para Oriente.
¿Se acabó con
el Concilio de Nicea la controversia arriana?
La decisión del Concilio,
lejos de poner punto y final a la controversia, fue sólo el comienzo de la
misma. La batalla fue transferida ahora
a la Iglesia en su conjunto, y siguió fortunas cambiantes durante medio siglo
más, hasta el Concilio de Constantinopla en el año 381. Hasta entonces el único modo de ganar un
debate era la fuerza del argumento de la fe, pero como Constantino pensaba que
la Iglesia debía ser el “cemento del imperio”,
el Estado comenzó a utilizar su poder para aplastar las diferencias de opinión
que surgían en la comunidad cristiana.
La Iglesia cosechó el fruto de una imprudente concesión a los
emperadores, al darles el poder de intervenir en los asuntos
eclesiásticos. El resultado fue que
muchos contendientes, en lugar de tratar de convencer a sus opositores,
trataron de convencer al emperador.
Pronto el debate teológico descendió al nivel de la intriga
política. De hecho, no tardó mucho en
cambiar la política nicena de Constantino, quien volvió a traer a Arrio y
procuró imponerlo.
¿Cómo fue la
evolución teológica de Constantino hacia el arrianismo?
Esta evolución se
caracterizó por su progresivo alejamiento de los acuerdos de Nicea y, al mismo
tiempo, por su vinculación a la teología arriana que representaban, entre
otros, sus consejeros Eusebio de Nicomedia y Eusebio de Cesárea. Su evolución espiritual no fue producto de
una reflexión personal, sino, sobre todo, del fiasco que le supuso Nicea, donde
sólo apoyó a la mayoría porque entre ellos estaban las sedes episcopales de
mayor prestigio, y de la consiguiente necesidad de repararlo mediante el perdón
de los clérigos excomulgados y exiliados.
Para tal fin se deshizo del ahora obispo Atanasio de Alejandría, campeón
de la fe ortodoxa y nicena, y que había sucedido a Alejandro en 328. Celebró un Sínodo en Tiro (335), que
excomulgó a Atanasio y rehabilitó a Arrio.
Eusebio de Cesárea, que se esmera con parangonarlo con el de Nicea,
reproduce la carta del emperador a los padres sinodales instándoles a superar
sus desavenencias y a cumplir escrupulosamente sus edictos. Constantino les pidió también que se
sirvieran del transporte oficial y se trasladasen a Jerusalén, donde fueron
agasajados con “suntuosos banquetes y
convivales festines”, y, tras la clausura del Sínodo (“el más grande que sepamos”, afirma Eusebio), el
emperador y los obispos celebraron la consagración del templo del Santo
Sepulcro.
¿Cómo fue la
muerte de Constantino?
Constantino murió el 22
de mayo de 337, domingo de Pentecostés, tras ser bautizado a la fe arriana por
Eusebio de Nicomedia. Si en el pasado
hubo reyes que soñaron igualarse a los doce dioses del Olimpo, él fue enterrado
en la iglesia constantinopolitana de los Doce Apóstoles como si fuera el
apóstol decimotercero.
¿Qué supuso
para el impero y para la Iglesia la figura de Constantino?
Constantino representa el
modelo eclesiológico de “cristiandad”
en el que todavía vivimos. Esta
exaltación hizo que muchos de sus detractores, que percibieron en su obra una
quiebra irreparable de la espiritualidad evangélica de los primeros tiempos,
criticaran a toda una caterva de ambiciosos y vividores que acudía a la Iglesia
en busca de promoción social o de las prebendas clericales. Sin embargo, hay que subrayar que nada de
esto supuso la cristianización plena del imperio ni de las creencias populares,
que simplemente fueron barnizadas por el mensaje evangélico. De hecho, el propio Constantino hizo bien poco
para evitar la ejecución de sus enemigos y parientes más cercanos: Licinio (su cuñado), Crispo (su hijo) y
Fausta (su esposa). La muerte de los
dos últimos el año 326, acusados según unos de adulterio y según otros de
confabulación política, fue decisión personal suya.
¿Quiénes
fueron los sucesores de Constantino?
En septiembre de 337 los
tres hijos de Constantino se repartieron el imperio tras masacrar en
Constantinopla a los familiares que consideraban potenciales competidores. Pero fue bajo su sucesor, Constancio (hombre
de espíritu estrecho y despótico, débil e irresoluto, herramienta en manos de
intrigantes) que la crisis arriana se hizo realmente aguda y se impuso fórmula
arriana de la corte, descrita en frase memorable de Jerónimo: “El mundo entero gimió y se
despertó arriano”.
Constancio incluso superó a su padre en la obsesión por lograr la paz
eclesiástica, y si aquél se proclamó “obispo de los de fuera”,
él se hizo llamar “obispo de los obispos”,
responsable supremo de la Iglesia como ya lo era del imperio. Convencido de que su voluntad era canon
indiscutible de verdad, Constancio se hizo rodear de obispos con los que a
menudo debatía temas teológicos (más como entretenimiento áulico que como reflexión
espiritual) y que constituyeron una especie de sínodo palaciego (el llamado “synodos endèmoussa”) que durante diez años,
hasta su muerte en 361, elaboraría diversos credos que serían ratificados, sin
apenas oposición, en una serie de sínodos.
Fue éste, sin lugar a dudas, uno de los decenios más negros de la
historia eclesiástica. Los pocos
espíritus íntegros que osaron plantar cara al despotismo teológico del
emperador, como Atanasio de Alejandría, Hilario de Poitiers y Osio de Córdoba,
no dudaron en identificarlo con el anticristo.
Hilario escribía apenado: “El
emperador no nos azota, sino que nos acaricia el vientre... no nos decapita, sino que nos mata el alma
con su oro”. Se hizo famosa la frase de
los monjes del desierto ante la ambición y venalidad del degradante
episcopado: “Huye del
obispo como del diablo”.
Pero la muerte inesperada del emperador, en noviembre de 361, frustró
las perspectivas de un triunfo arrollador del arrianismo y puso súbitamente de
relieve el gran desprestigio de sus partidarios como enemigos redomados de la
libertad eclesiástica y sumisos servidores del cesaropapismo imperial.
¿Por qué dice
el Credo que el Hijo de Dios es nacido (engendrado) del Padre?
Porque por esta propiedad se diferencia el Hijo del
Padre (Cabeza y fuente de la Trinidad) y del Espíritu (que procede del
Padre). Según Orígenes el Hijo es
engendrado por el Padre como el reflejo a partir de la luz, como la voluntad
que sale de la inteligencia o la palabra emitida por la inteligencia. Orígenes escribe: “La Sabiduría es un hálito del poder de Dios, una emanación
muy pura de la gloria del Omnipotente, un reflejo de la Luz eterna, el espejo
sin mancha de la actividad de Dios y la imagen de su bondad”, según Col
1,15 y Heb 1,3. Es inconcebible que el
Padre haya existido jamás sin su Sabiduría, su Razón (Logos) y su Palabra;
expresiones todas que designan al Hijo.
Escribe Orígenes: “No existe
momento en que el Hijo no fuese... El
Padre engendra a su Verbo a cada instante, al modo que la luz emite siempre sus
rayos”. Así pues, la eternidad
sería concebida como un único instante, del cual no tenemos una noción clara,
ya que somos criaturas limitadas. Al
principio el Credo había dicho que el Padre era “Creador de todas las cosas,
visibles e invisibles”; por tanto, al decir que el Hijo es no es “hecho”,
se le excluye de esas cosas visibles e invisibles. En ese sentido el Taumaturgo escribe: “El Padre ha hecho al Hijo uno consigo, y, por decirlo así, se
envuelve en él por la fuerza de su Hijo enteramente igual a la suya
propia”.
¿Qué significa
que ha nacido del Padre antes de todos los tiempos?
Que no hubo ningún tiempo donde el Hijo no existiera
junto al Padre.
¿Qué significa
la expresión “Luz de Luz”?
Que lo mismo que el sol llega a nosotros por sus
rayos, y esos rayos no pueden separarse del sol, el Hijo es luz que sale de la
luz del Padre.
¿Qué significa
la expresión “Dios verdadero de Dios verdadero”?
Que el Hijo es llamado Dios en el mismo sentido que
el Padre (Jn 1,1ss; 1 Jn 5,20).
¿Por qué dice
el Credo que el Hijo es engendrado y no creado?
Porque Arrio afirmaba que el Hijo era una gran
criatura celestial, creada antes de la creación del mundo.
¿Qué
significan las palabras “de la misma naturaleza (sustancia) que el Padre”?
Que el Hijo es de una misma y divina sustancia que
el Padre (Jn 10,30). De hecho, esta
expresión fue la que más resistencia provocó, pues parecía dar a entender que
Padre e Hijo son lo mismo, aunque su sentido aquí no es este, sino sólo
asegurar que el Hijo no es hecho de la nada, como las criaturas.
¿Qué significa
la expresión “por quien todo fue hecho”?
Que Dios lo creó todo por medio del Hijo, su eterna
Sabiduría y Palabra (Jn 1,3; Col 1,16s; Heb 1,2s).
¿Cuál es la
naturaleza de Dios revelada por Jesús?
Que es Abbá, Padre amoroso, o sea, que es Amor leal
y universal (Jn 1,14.17; 1 Jn 4,8).
IX EL TERCER ARTÍCULO DEL CREDO:
LA ENCARNACION
¿Por qué se
encarnó el Hijo de Dios?
Para que en él todas las personas tengan la
filiación divina y alcancen su semejanza o divinización (Juan 1,14;
10,10).
¿Por qué dice
el Símbolo de la Fe que el Hijo bajó del cielo “por nosotros y por nuestra
salvación”?
“Por nosotros” significa que bajó para
nuestra divinización, que era originalmente el plan divino de darnos su
semejanza. “Para nuestra salvación”
quiere decir para nuestra redención y expiación de los pecados de todos.
¿Por qué fue
crucificado y ejecutado Jesús?
Por su obediencia al plan de Dios de revelar
completamente el amor divino y ofrecer así el sacrificio de la expiación, que
nos era imposible ofrecer para ser liberados del dominio del mal y
reconciliarnos con Dios (Juan 10,11.17s; 1 Corintios 15,3; Isaías 53,1-8;
Romanos 3,25s; Colosenses 1,19s; 1 Pedro 1,18ss; 2 Corintios 5,17-21).
¿Qué podemos
creer de su muerte expiatoria?
Que Dios ha perdonado en Cristo todos los pecados,
de manera que su gracia elige a las personas solamente en Cristo, único
Mediador y Redentor; pero quien desoye esta invitación es responsable de sus
propios pecados (Juan 3,16-20).
¿Qué es el
pecado?
La transgresión de la voluntad divina (1 Juan 3,4) y
su sustitución por la propia.
¿De dónde le
viene al ser humano el pecado?
Del diablo, que peca desde el principio (1 Juan 3,8)
y sedujo a la humanidad para transgredir el plan de Dios.
¿Qué es la gracia
de Dios?
Es su puro favor por el que no desea la muerte del
pecador, sino que se enmiende y convierta, sin que exista medio alguno en el
ser humano para influir sobre ella (Efesios 2,8s).
¿Cuál es el
significado de la resurrección de Jesús?
Es su victoria, por la que venció a la muerte y
abrió el camino de la vida eterna (Hechos 2,32-36;10,40-43; 1 Corintios 15,3-7;
Filipenses 2,9ss).
¿Por qué el
Hijo unigénito se convirtió en su resurrección en el Hijo primogénito?
Porque es la Cabeza de la nueva creación junto a sus
muchos discípulos y seguidores (Colosenses 1,15.17; Romanos 8,29; Hebreos
2,11-14). Así es la porción dada por
Dios a los cristianos (Colosenses 1,12s; 3,4; 2 Pedro 1,1), nuestro todo y la
realidad de todas las cosas positivas (1 Corintios 1,30; Colosenses 2,16s),
siendo sus riquezas inescrutables (Efesios 3,8.14-21) y su gracia suficiente
para nosotros (2 Corintios 12,9).
¿Qué es la
Nueva Alianza o Pacto?
Es la nueva relación con Dios dada por Jesús, por la
que somos hijos y no esclavos que viven en la ley (Hebreos 10,15ss; Romanos
8,1s; 2 Corintios 3,6.17s; 1 Corintios 11,25).
¿Qué prometió
el Mesías en la Nueva Alianza?
Darnos la vida eterna, que empieza aquí, y el
Reino. De la Nueva Alianza se desprende
el perdón de pecados, el conocimiento de Dios y la ley del Espíritu
vivificante.
¿Qué respuesta
exigió Cristo?
La fe o adhesión, y cumplir su mandato de amarnos
mutuamente como él nos ama, para que el mundo crea (Juan 12,44-50;
13,34s).
¿Dónde está
registrado lo que Cristo hizo y dijo?
En el Evangelio, que significa Buena Noticia (Juan
20,30-31; 21,25; Lucas 1,1-4).
¿Quién era
Jesús?
Dios y hombre verdadero, una persona con dos
naturalezas que no se mezclaron: humana
y divina. En su persona Dios se ha
revelado, de forma completa y definitiva, a la humanidad de una vez para
siempre (Juan 1,18; 14,9).
¿Qué y a quién
reveló Cristo?
Reveló a un Dios que es Padre de amor universal,
creador y gobernador del universo, una realidad enteramente positiva (1 Juan 1,5;
4,8; Santiago 1,16ss; Mateo 5,44-48) que quiere inhabitar a los suyos.
¿Permaneció
María siempre Virgen?
Permaneció y
permanece siempre Virgen, antes del parto, durante el parto y después del
parto; y por ello es llamada la siempre Virgen.
¿Con qué
otro gran título honra la Iglesia a la Santa Virgen María?
Con el de Madre de
Dios, Zeotokos.
¿Puede
demostrarse el origen de este título por las Sagradas Escrituras?
Está tomado de las
siguientes palabras del Isaías: "Una doncella concebirá y dará a luz un
hijo, y llamará su nombre Emmanuel, esto es Dios con nosotros" (Isaías
7,14; Mateo 1,23). Así también Isabel
la llama “Madre del Señor”, es decir, Madre de Dios: "¿De dónde es que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lucas
1,43).
¿En qué
sentido es llamada la Virgen Madre de Dios?
Porque Jesús nació
de ella no en su divinidad, que es eterna, sino en su humanidad, que le fue
dada por la Madre de Dios. Al nacer de
ella era ambas cosas en la concepción misma (Dios y Hombre), y en su nacimiento
carnal de ella, era también verdadero Dios.
¿Qué debemos
pensar sobre la dignidad de la Virgen María?
Como Madre del
Señor, ella excede a toda criatura en gracia y cercanía a Dios, y no sólo en
dignidad. Por ello, la Iglesia la honra
mucho más que a los querubines y los serafines.
¿Qué otro
argumento existe para remarcar el nacimiento de Cristo de María?
Que ese nacimiento
fue perfectamente santo y exento de pecado, y sin dolor (Juan Damasceno. Teología libro 4, cap. 14, 6).
¿Qué
providencia preparó Dios para que la humanidad conociese el nacimiento de
Cristo?
Hubo muchas
predicciones exactas sobre las circunstancias de su nacimiento y vida sobre la
tierra. Por ejemplo, el profeta Isaías
predijo que el Salvador nacería de una virgen (Isaías 7,14). El profeta Miqueas predijo que el Salvador
nacería en Belén. Y esto lo
comprendieron bien los judíos (Miqueas 5,1-4 y Mateo 2,4ss). El profeta Malaquías, después de la
construcción del segundo templo de Jerusalén, profetizó que la venida del
Salvador estaba cerca, y que él vendría a este templo, y que antes sería
enviado un Precursor semejante al profeta Elías, entendiéndose éste como
claramente referido a Juan Bautista (Malaquías 3,1; 4,5). El profeta Zacarías predijo la entrada
triunfal del Salvador en Jerusalén (Zacarías 9,9). El profeta Isaías, con maravillosa claridad, predijo los
sufrimientos del Salvador (Isaías 53,3-12).
David, en el Salmo 22, describe los sufrimientos del Salvador en la cruz
con tanta exactitud como si lo hubiera escrito al pie de la cruz misma. Y
Daniel, 490 años antes de Cristo, predijo la aparición del Salvador, su muerte
en la cruz y la subsiguiente destrucción del templo y de Jerusalén, y la
abolición de los sacrificios del Antiguo Testamento (Daniel 9).
¿Reconoció
la gente de su tiempo a Jesús como el Mesías y Salvador?
Muchos lo
reconocieron, y de varias maneras. Los
sabios de Oriente lo reconocieron por la estrella que apareció en Oriente antes
de su nacimiento. Los pastores de Belén
lo supieron por los ángeles, que dijeron que el Salvador había nacido en la
ciudad de David. Simeón y Ana, por
revelación especial del Espíritu Santo, lo conocieron cuando él fue llevado al
templo, cuarenta días después de su nacimiento. Juan Bautista, al bautizarlo en el río Jordán, lo reconoció por
revelación, por el descenso del Espíritu Santo sobre el Salvador, en forma de
paloma, y por la voz de Dios Padre que provino del cielo: "Este es mi Hijo amado, en quien me
complazco" (Mateo 3,17). Una
voz semejante fue oída por los apóstoles Pedro, Juan y Santiago durante la
transfiguración: "Este es mi
Hijo amado, en quien me complazco; a El oíd" (Marcos 9,7). Además, muchos lo reconocieron por la
excelencia de su enseñanza y especialmente por los milagros que obró (Juan
1,11ss).
X CUARTO ARTÍCULO: LA MUERTE
EXPIATORIA
¿Por qué murió
Jesús en la cruz?
El Señor Jesús se ofreció en sacrificio por nuestra
salvación (Romanos 5,8) muriendo cosido a una cruz para reconciliar a la
humanidad con Dios y darle una nueva relación con él, cosa que nos era
imposible realizar por nosotros mismos.
Es decir, se puso en lugar del ser humano, llevando su culpa, y
expiándola en sacrificio perfecto en la cruz (Filipenses 2,6ss; Gálatas 1,4;
Marcos 10,45; 2 Corintios 5,17ss; Juan 1,29; Romanos 8,21; 1 Juan 2,1).
XI QUINTO ARTÍCULO: LA
RESURRECCIÓN
¿Qué significa
que Jesús ha resucitado de los muertos?
Que Jesús venció a la muerte y nos abrió un camino
para la vida eterna. Este es el núcleo
principal del mensaje de la Buena Noticia:
Cristo vive (Hechos 2,27; 1 Corintios 15,3-7.20).
¿Qué sucede
por la resurrección de Cristo?
·
Que
Cristo se hace un ser espiritual (espíritu) y así puede impartirse en el
interior de los suyos (1 Corintios 15,45; 6,17; Romanos 1,3s; 8,11; Hechos
3,33; 2 Corintios 3,17).
·
Que
puede regenerar a los suyos al inhabitarlos (1 Pedro 1,3), pues la regeneración
es una resurrección espiritual (Efesios 2,1-6.10; 2 Corintios 5,17; 1 Corintios
2,14).
·
Se
vuelve digno de abrir los siete sellos de la administración de la economía
divina (Apocalipsis 5).
·
Es
la cabeza del cuerpo que es la Iglesia (1 Corintios 12,12; Colosenses 1,18;
Efesios 1,22s; 4,15; Romanos 12,5).
·
Es
nuestro suministro o alimento que sacia toda aspiración humana y la gloria del
futuro (Colosenses 3,4; 1,27; Filipenses 3,7s; 1 Corintios 10,3s; 12,13; Juan
6,48-51; 4,13s; 7,37ss).
·
Cristo
es la piedra angular del edificio de Dios (1 Corintios 3,9ss; 1 Pedro 2,4-7;
Efesios 2,20).
·
Es
el grano de trigo que al morir produce el fruto de muchos granos que forman su
pueblo (Juan 12,23-26; Hebreos 2,10-18).
XII SEXTO ARTÍCULO: LA ASCENSIÓN
¿Qué Quiere decir que Cristo
subió al cielo y está sentado a la diestra del Padre?
Quiere
decir que Jesús llevó nuestra naturaleza humana hasta el cielo, donde reina
ahora con el Padre e intercede por nosotros (Hechos 2,32-36; 2,22ss; 10,40-43;
Filipenses 2,9-11; Colosenses 3,1; Juan 17,4; Hebreos 1,3; 7,25; Romanos 8,34;
Efesios 1,19-21; 2,6; Lucas 22,31s).
¿Cómo podemos participar de
su triunfo sobre el pecado, el mal y la muerte?
Siendo
injertados por fe en Cristo en el bautismo y participando de su vida, que es el
Espíritu, para ser sus miembros (Romanos 6,3-14; 8,1-17; 1 Corintios 6,17;
Gálatas 5,22-25; Hebreos 8,10ss).
XIII SÉPTIMO ARTÍCULO: SU SEGUNDA Y GLORIOSA VENIDA
¿Qué es la Segunda Venida de
Cristo en gloria para juzgar a vivos y muertos?
Que
Jesús volverá físicamente, no en debilidad (como su primera venida) sino en
poder, que tomará a los suyos, juzgará a la humanidad, establecerá el Reino y
renovará todas las cosas (Juan 14,3; Mateo 16,27; 26,63s; Hechos 1,11; 17,31; 1
Corintios 15,20-28; 2 Corintios 5,1-10; 2 Tesalonicenses 1,7-10; 2 Pedro
3,10-13; 1 Juan 3,2s; Apocalipsis 22,20).
¿Cuándo sucederá la Segunda
Venida?
Nadie
lo sabe (Mateo 24,36.42ss; Hechos 1,6s; 2 Pedro 3,3-10), pero está profetizada
una apostasía general.
XIV TERCERA PARTE DEL CREDO: EL ESPÍRITU SANTO
¿Qué
confesamos en la tercera parte del Credo?
Que Dios nos envía su Espíritu para vivir y
dispensarse en nosotros, darnos fe, consolarnos en nuestras aflicciones y
ayudarnos en las tentaciones.
¿Quién es el
Espíritu Santo?
Es la tercera persona de la Trinidad consustancial e
indivisa, que procede del Padre, o sea, el Espíritu es Dios actuando
continuamente en el mundo y en la Iglesia.
Sólo por su medio y virtud puede el ser humano conocer a Dios,
comprender su Palabra y apropiarse de la obra salvadora de Cristo.
¿Cómo se
reveló el Espíritu en el Antiguo Pacto?
Como el dador de la vida y quien habló por los
Profetas.
¿Cómo se
revela el Espíritu en la Nueva Alianza?
Como Señor vivificante que nos guía en toda verdad,
Paracleto Consolador que da libertad, el regenerador y consagrador que nos hace
semejantes al Hijo, y permanece con nosotros eternamente como prenda de la
comunión con Dios (2 Corintios 13,14; Juan 14,16-26; 1 Corintios 6,17; Romanos
8,9-16; 2 Timoteo 1,14).
¿Cómo
reconocemos la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas?
Cuando confesamos a Jesús como Mesías y Señor, y
somos traídos al amor y armonía de Dios, con nosotros mismos, con nuestros
prójimos y con toda la creación.
¿Qué es el
bautismo del Espíritu Santo?
Es la inmersión en el amor de Dios, de tal modo que
todo nuestro ser se llena de su energía y poder.
¿Cuál es la
gran obra del Espíritu Santo en el cristiano?
Es la consagración o santificación, que es un
proceso de la regeneración y una consecuencia de la rehabilitación; o sea, es
el progreso de la vida divina en nosotros.
Ser santo significa ser diferente al mundo y sus valores (1 Pedro
1,14ss; Levítico 21,6; 20,26; 1 Juan 3,24; 4,13; Romanos 8,9ss; 1 Corintios
3,16; 2 Corintios 3,18).
¿Qué es la
santidad?
Es la voluntad de Dios para su pueblo, es decir,
forjar la imagen de su Hijo en los suyos (1 Tesalonicenses 4,3; 5,23; Hebreos
12,12; Juan 17,17; Romanos 6,22; 8,28s; 1 Pedro 1,2; 1 Corintios 1,1s; Efesios
4,24-32; 5,1-5).
¿Hay más
medios de santificación?
Sí: las
Escrituras iluminadas por el Espíritu Santo y la providencia comprendida como
poda o juicio de Dios (2 Timoteo 3,16s; Salmo 119,105; 1 Pedro 2,2; 3,17;
4,12-19; Hebreos 12,4-11; Romanos 8,28; Filipenses 1,6; Juan 15,1-3; 1
Corintios 11,32; 1 Tesalonicenses 5,16ss; Salmo 22,3; 37,4).
¿Se puede
contristar y apagar al Espíritu Santo?
Es posible que los cristianos, debido a la
corrupción que aún queda en ellos, caigan en pecados graves; e incluso que por
algún tiempo permanezcan en ellos, desagradando a Dios y contristando al
Espíritu Santo; siendo excluidos en alguna medida de sus gracias y consuelo,
con sus corazones encallecidos y sus conciencias heridas, lastimando y
escandalizando a otros fieles, y atrayendo sobre sí juicios temporales. Sin embargo, mediante la operación del
Espíritu Santo los auténticos creyentes son finalmente sostenidos y guardados
(Mateo 26,70.72.74; Salmo 51,14; 89,32-35; Isaías 64,5.7; 63,17; 2 Samuel
11,27; 12,14; Efesios 4,30; 1 Corintios 11,32; Salmo 51,12ss; 77,8-13; 31,22s;
88; 1 Juan 3,9; Job 13,15; Miqueas 7,8s; Isaías 54,7-10; 2 Timoteo 1,12).
¿Qué es el
arrepentimiento o enmienda?
Es el cambio de mentalidad que se realiza al sentir
pesar por nuestras malas acciones contra los demás.
¿Qué es la
conversión?
Es el cambio de mentalidad por el que dejamos los
falsos valores (ídolos) para volvernos al Dios vivo.
¿Qué es la
regeneración?
Es el nacimiento a la nueva vida espiritual por obra
del Espíritu Santo que nos capacita para vivir según Dios.
¿Qué es la
rehabilitación o justificación?
Es el acto por el que Dios, en virtud de la justicia
de Cristo, aplica e indulta por fe a la persona que cree en Jesús como el Señor
de su vida.
¿Qué son las
buenas obras?
No son los méritos propios que una persona hace para
inclinar a Dios a misericordia, sino la señal patente de una verdadera fe y
frutos de la misma. La fe sin obras
está muerta, y la fe auténtica las engendra, pues Dios ha prometido recompensar
la solidaria y buena conducta.
XV NOVENO ARTÍCULO: LA
IGLESIA
¿Qué más dice
la tercera parte del Credo?
Que hay una sola Iglesia: santa, católica y apostólica; Cristo es su Cabeza y los creyentes
miembros.
¿Qué es la
Iglesia?
La Iglesia es la Convocatoria de Dios a toda la
humanidad, de la que surge una comunidad de llamados. Iglesia es la Comunión de todo el pueblo de Dios que, elegido por
su gracia, es congregado por el Espíritu Santo para formar el Cuerpo de Cristo
y participar de sus riquezas. Esto se
resume diciendo que la Iglesia es la Comunidad de la Nueva Alianza.
¿Qué significa
que la Iglesia es Una?
Que a pesar de aparecer esta Comunidad en diferentes
tiempos y lugares, y bajo diferentes nombres, en realidad, no hay más que un
pueblo de Dios, formado por todos los verdaderos fieles.
¿Qué significa
que la Iglesia es Santa?
Que el Espíritu Santo mora en ella consagrando a sus
miembros para separarlos de los falsos valores del mundo y hacerlos
diferentes.
¿Qué significa
que la Iglesia es católica?
Que proclama la ortodoxa fe de siempre en todas
partes.
¿Qué significa
que la Iglesia es apostólica?
Que continua la enseñanza y comunión de los
apóstoles, y lleva la Buena Noticia a todos los pueblos.
¿Cuál es la
misión de la Iglesia?
Anunciar la buena noticia del Reino predicado por
Cristo; rendir culto y promover su justicia, paz y amor.
¿Quién es
Iglesia?
Iglesia somos todos los cristianos que llevamos su
misión en el mundo. Debido al
sacerdocio universal que recibimos en el bautismo, cada creyente tienen algún
don del Espíritu para edificación general de la comunidad.
¿Cómo se
preserva la verdadera Iglesia?
Por medio de las Sagradas Escrituras como norma
normante y la sagrada tradición como norma normada.
¿Qué es la
Sagrada Tradición?
La enseñanza de la fe y los ritos que nos fueron
transmitidos por los Padres Eclesiásticos (descendientes de los apóstoles) de
generación en generación, y que fueron sancionados en los Concilios
Ecuménicos.
¿Debemos
seguir la Sagrada Tradición incluso si poseemos las Escrituras?
Así es, debemos seguir toda tradición que esté de
acuerdo con la divina revelación de la Biblia (2 Tesalonisenses 2,15).
¿Por qué la
tradición es necesaria en la actualidad?
Como guía para la correcta comprensión de la Biblia,
la correcta administración de los sacramentos y mejor preservación de los ritos
en la pureza de su institución original.
Por ejemplo, ¿quién enseñó por escrito la señal de la cruz? ¿Dónde estaba escrito que los cristianos se
dirigían a Oriente para rezar? ¿Dónde
están las fórmulas para bendecir el agua del bautismo, el aceite de la
crismación, la renuncia a Satanás o la inmersión bautismal?
¿Quiénes son
los ministros ordenados en la Iglesia?
Obispos, presbíteros y diáconos.
¿Cuál es la
tarea del obispo?
Representar a Cristo y su Iglesia, especialmente
como apóstol, principal sacerdote y pastor de una diócesis, velando por la fe,
unidad y disciplina de su congregación y proclamando el mensaje para edificar
su comunidad. También ordena a otros
ministros (servidores).
¿Cuál es la
tarea del presbítero o sacerdote?
Representar a Cristo ante su congregación local,
especialmente como pastor y guía, predicador, maestro y sacerdote que preside
la celebración y los sacramentos, bajo la autoridad del obispo.
¿Cuál es la
tarea del diácono?
Representar a Cristo especialmente como servidor de
los necesitados, ayudar a los obispos y presbíteros en el mensaje evangélico y
administración de los sacramentos.
¿Cuál es el
culto o liturgia de la Iglesia?
Es deber de todo cristiano reunirse cada domingo
para el culto comunitario, orar, escuchar la Palabra de Dios, participar de la
eucaristía y ofrendar en solidaridad con la extensión del Evangelio. Este culto de adoración se tributa solo a
Dios (al Padre por el Hijo en el Espíritu).
Así pues, el culto es la adoración que la asamblea rinde a Dios. Por otra parte, el culto en espíritu y
verdad es también la vida misma vivida según los principios del Evangelio.
¿Qué significa
la palabra “liturgia”?
En griego significa “la tarea del pueblo”.
¿Qué es la
oración?
Ponernos en presencia de Dios para adorarle, dar
gracias, confesar los pecados y pedir las cosas necesarias.
¿Qué es la
adoración?
Elevar todo el ser hacia Dios para gozar de él.
¿Qué es la
alabanza?
Es la acción de gracias a Dios por ser él quien es y
por todas las bendiciones que nos da.
¿Qué es la
penitencia?
Es la oración de confesión de nuestros pecados y la
intención de enmendar y restituir el mal cometido.
¿Qué es la
oblación?
Es la ofrenda de nosotros mismos, vidas y trabajos,
en unión con Cristo, para los propósitos de Dios.
¿Qué son la
intercesión y la petición?
Interceder es presentar a Dios las necesidades
ajenas. La petición es presentar a Dios
las nuestras.
¿Cuál es la
oración que Cristo nos enseñó?
El Padrenuestro.
¿Qué dice el
Padrenuestro?
Dice que Dios es el Padre celestial, es decir, que
es un padre maravilloso.
Dice que por todas partes se proclame la santidad de
su Nombre, es decir, que todos sepan que su Nombre de Padre es Santo, o sea,
sublime y fantástico.
Pide que venga su Reino y se realice en la tierra su
proyecto celestial, su mundo de amor solidario y universal para todos.
Pide el pan cotidiano y futuro para comerlo ya
hoy.
Pide el perdón de nuestras ofensas, como nosotros
perdonamos de corazón a los que nos ofenden; no sea, que nos cerremos al amor
de Dios y no lo experimentemos.
Pide no caer en tentación y seamos librados del Mal,
o sea, que sólo con la ayuda de Dios podemos evitarlo.
Dice que del Señor es el Reino, el poder y la gloria
por siempre jamás.
Dice amén, que significa “así sea”, y que
expone nuestra aspiración de que la oración halle gracia ante Dios.
XVI DÉCIMO ARTÍCULO: BAUTISMO Y SACRAMENTOS
¿Qué son los
sacramentos?
Son poderosos símbolos, externos y visibles, que
Cristo instituyó y dejó a la Iglesia, y de los cuales Dios se vale como medios
eficaces para darnos su gracia.
¿Cuántos
sacramentos hay?
El gran sacramento de Dios es Cristo, y de Cristo su
Iglesia. Al ser sede de la plenitud de
la gracia, y el número siete ser símbolo de lo pleno, hay siete
sacramentos.
¿Cuáles son
los dos sacramentos mayores?
El bautismo y la eucaristía.
¿Qué es el
bautismo?
Es el sacramento por el que Dios nos adopta como
hijos, nos da el Espíritu de filiación, nos hace miembros del Cuerpo de Cristo,
perdona los pecados e introduce en la Nueva Alianza o nueva relación con Dios
como Padre.
¿Cómo se
administra el bautismo?
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, por inmersión; aunque en casos de necesidad puede ser por
aspersión.
¿Cuál es la
gracia interna y espiritual del bautismo?
La unión orgánica con Cristo en su muerte y
resurrección, el nacimiento en la familia de Dios, perdón de pecados y nueva
vida en Cristo en el poder del Espíritu.
¿Qué se nos
pide en el bautismo?
La renuncia al mal, la enmienda y conversión y la fe
en el Señor Jesús.
¿Por qué son
bautizados los niños?
Porque la gracia precede a toda respuesta humana y
Dios quiere que comparta la ciudadanía del Pacto, como en la circuncisión del
Antiguo Testamento.
¿Cómo se
realizan las promesas hechas en nombre de los infantes?
Por los padres y padrinos que prometen que crecerán
en la Iglesia y recibirán el ejemplo y catequesis cristiana.
¿Cuántas veces
debe administrarse el bautismo?
El bautismo correctamente administrado es indeleble,
lo que significa que no puede perder su significado y eficacia, y por tanto no
se puede repetir.
¿Qué es la
Comunión, Eucaristía o Mesa del Señor?
Es el sacramento ordenado por Cristo como memorial
perpetuo de su sacrificio por todos y por el que, bajo las especies de pan y
vino, se hace presente por la epíclesis (invocación al Espíritu) para su
pueblo.
¿Qué
beneficios recibimos en la eucaristía?
El perdón de los pecados, el fortalecimiento de
nuestra unión con Cristo y entre unos y otros, y las primicias del banquete del
Reino en la vida eterna.
¿Qué se
requiere de nosotros al tomar la eucaristía?
Que examinemos nuestras vidas, nos arrepintamos de
los pecados y estemos en amor y paz con todos.
¿Deben
participar de la comunión los que se encuentran enemistados o no reconocen sus
faltas?
En tal caso deben abstenerse hasta que se hayan
reconciliado o arrepentido, no sea que el sacramento que toman se vuelva en
ellos para su propio juicio.
¿Cuáles son
los cinco sacramentos que evolucionaron en la Iglesia bajo el Espíritu
Santo?
Crismación, ordenación, matrimonio, reconciliación y
unción de enfermos.
¿Qué es la
crismación?
Es la unción con aceite e imposición de manos que
expresa nuestra entrega y compromiso, así como la recepción de la fortaleza del
Espíritu Santo.
¿Qué es la
ordenación?
Es el rito por el cual Dios confiere el servicio y
autoridad por la gracia del Espíritu Santo, en sucesión apostólica, a los que
son hechos obispos, presbíteros y diáconos, mediante la oración y la imposición
de manos de los obispos. Como es
indeleble no se puede repetir.
¿Qué es el
matrimonio?
Es la unión de por vida entre un hombre y una mujer
ante Dios y su comunidad, para recibir la gracia y bendición a fin de cumplir
sus votos de fidelidad, reproducción y educación de los hijos. Sólo se rompe por infidelidad de un
cónyuge.
¿Qué es la
reconciliación de un penitente?
Es el rito por el cual los que se arrepienten de sus
pecados pueden confesarlos a Dios en presencia de un sacerdote, y recibir la
seguridad del perdón, la cura de almas y la gracia de la absolución.
¿Qué es la
unción de un enfermo?
Es el rito de ungir a los enfermos con aceite e
imponerles las manos para que la sanidad se haga realidad en su cuerpo, mente y
espíritu.
¿Se limita la
actividad de Dios a estos sacramentos?
No, pues son incontables y misteriosas las maneras
que Dios que emplea para llegar hasta nosotros.
XVII DEL PODER CIVIL
¿Debemos
respetar las autoridades y leyes civiles?
Toda autoridad es instituida por Dios para provecho
y paz de todos, castigar la maldad y proteger la vida humana. Por eso el cristiano, como todo ciudadano,
debe prestar el respeto y apoyo correspondientes, aunque negará obediencia
cuando las leyes vayan en contra de la Palabra de Dios y de su conciencia,
aceptando el castigo oportuno. Es
obligación de la Iglesia orar por las autoridades, sea cual fuere su actitud
frente a ella.
¿Puede un cristiano desempeñar un cargo
público político?
Es lícito para todo cristiano laico aceptar y
desempeñar el cargo de gobernante cuando sea votado y llamado para ello,
debiendo desempeñar en ese cargo especialmente la piedad, la justicia y la paz,
según las sanas leyes de su Estado. Sin
embargo, un ministro ordenado de la Iglesia no debería desempeñar un cargo
público ni presentarse a unas elecciones políticas.
¿Deben los gobernantes públicos tomar la
administración de la Iglesia?
Los gobernantes civiles no deben tomar la
administración de la Palabra y de los sacramentos, o el poder de las llaves del
Reino de Dios. Sin embargo, sería bueno
que bajo su autoridad la verdad de Dios resplandeciera, todas las herejías y
blasfemias fueran suprimidas, todas las corrupciones y abusos en el culto sean
reformados, y el completo proyecto de Dios sea debidamente establecido y administrado.
¿Deben favorecer los gobernantes públicos a
alguna denominación cristiana?
Los gobernantes no deben dar preferencia a ninguna
denominación cristiana, de tal modo que todos los creyentes, cualesquiera que
sean, gocen de completa, gratuita e incuestionable libertad para desempeñar
cada aspecto de sus funciones sagradas, sin violencias ni peligros. Tampoco ninguna ley del Estado debe
interferir, estorbar o limitar el ejercicio de las comunidades eclesiásticas.
¿Tiene alguna jerarquía eclesiástica
autoridad sobre el poder civil?
Es deber de todo cristiano fiel orar por los
magistrados (1 Timoteo 2,1s), honrar sus personas (1 Pedro 2,17), pagarles
tributos y otros derechos (Romanos 13,6s), obedecer sus mandamientos legales y
estar sujetos a su autoridad por causa de la conciencia (Romanos 13,5; Tito
3,1). Pero no hay ningún Papa o
Patriarca que tenga jurisdicción sobre los magistrados, y menos aún con el
poder para quitar sus vidas o propiedades al pueblo, aunque sus miembros fueren
juzgados eclesiásticamente como herejes o por cualquier otro pretexto.
XVIII UNDECIMO ARTÍCULO: LA RESURRECCIÓN
¿Cuál es la
esperanza cristiana?
Es vivir confiados en la promesa de Dios de
guardarnos irreprochables hasta la Segunda Venida, lo cual será el cumplimiento
completo de la salvación, pues estaremos totalmente libres del pecado y
disfrutando de la dulce comunión con el Salvador en gloria. Es una esperanza de victoria definitiva, de
gozo abundante y de una paz sin sombras (Romanos 8,24; 1 Pedro 1,4s; 2 Timoteo
4,6ss; Apocalipsis 21,4).
¿Hay vida después de la muerte?
La Biblia, revelación de Dios, afirma que sí. De hecho, sabemos esto por intuición y
también por revelación; es decir, en nuestro ser interior, intuimos que la
muerte no es el final completo de todo, y Cristo declaró enfáticamente que hay
vida consciente después de la muerte física (Job 14,14; Eclesiastés 12,7; Lucas
23,46; 16,19-31; Filipenses 1,21).
¿Adónde va el cristiano cuando muere?
Todos los que dieron su adhesión a Cristo y aceptaron
su proyecto y fueron rehabilitados e inhabitados por el Espíritu, hallarán
confirmada su confianza gozando eternamente de la presencia divina. Pero los que se negaron a aceptar su
proyecto serán excluidos de la participación definitiva de estos bienes (Mateo
25,31-46; Romanos 2,5s; 9,22s; Hechos 3,19; 2 Tesalonicenses 1,7-10). Cuando el espíritu de un cristiano abandona
su cuerpo, éste último vuelve a la tierra al ser sepultado. Pero el espíritu vuelve a Dios que lo
dio. El apóstol Pablo afirmó que “estar
ausentes del cuerpo” es estar “presentes para el Señor” (2 Corintios
5,8). Por eso, el cristiano al morir,
va a reunirse con el Señor. De ahí que
el protomártir Esteban, al morir, dijera:
“Señor Jesús, recibe mi espíritu” (Hechos 7,59).
¿Qué pasa con los que mueren sin Cristo?
Los que mueren sin Cristo se pierden, pues no van al
paraíso. Todas las expresiones bíblicas
que expresan el estado de los difuntos que mueren sin Cristo, son expresiones
acerca de sufrimiento, tormento y juicio (Salmo 1,6; Daniel 12,2; Lucas 16,23;
Mateo 16,26; 2 Pedro 2,9).
¿Qué es la
Segunda Venida o Parusía de Cristo?
Es su regreso, no en debilidad humana, sino en poder
y gloria, por el que renovará todas las cosas e instaurará el Reino en
plenitud.
¿Qué sucederá con los cristianos ese
día?
Los cristianos que estén vivos el último día no
morirán, sino que serán transformados (1 Tesalonicenses 4,17; 1 Corintios
15,51s), y junto con todos los fieles difuntos resucitados serán transformados
para ser semejantes al cuerpo glorioso de Cristo (Hechos 24,15; Juan 5,28s;
Filipenses 3,21; 1 Corintios 15,43).
¿Cuál es el
orden de los acontecimientos gloriosos?
El retorno personal de Cristo en gloria, la
resurrección de los muertos, el Juicio Final y la creación de los nuevos cielos
y la nueva tierra.
¿Qué es el
cielo?
El cielo es la vida definitiva y celestial en la
eterna presencia de Dios cara a cara.
Es un lugar maravilloso y un completo estado de felicidad y paz. El cielo es estar para siempre con el Señor
y disfrutar de la compañía de todo su pueblo (Juan 5,24; 14,2s; Filipenses
3,20s; 1 Tesalonicenses 4,17; 2 Timoteo 4,6ss; Apocalipsis 22,14-17).
¿Qué es el
infierno?
Es la exclusión del cielo y la muerte eterna debido
al rechazo de Dios (Salmo 1,5s; Mateo 5,29s; 18,9; 23,33; 25,41-46; Juan 3,36;
Apocalipsis 20,10; 21,8).
¿Existen el purgatorio o el limbo?
Las Sagradas Escrituras no nos autorizan a afirmar
la existencia de lugar alguno de purificación de las almas de los fieles. Los cuerpos van al polvo tras morir y se
corrompen (Génesis 3,19; Hechos 13,36), pero sus almas siguen vivas y vuelven a
Dios que las dio (Lucas 22,43; Eclesiastés 12,7). Las de los justos van con Dios esperando la redención de sus cuerpos
(2 Corintios 5,1; 6,8; Filipenses 1,23; Hechos 3,21; Efesios 4,10), y las de
los malvados están privadas de Dios en espera del juicio final (Lucas 16,23s;
Judas 6 y 7; Hechos 1,25; 1 Pedro 3,19).
Fuera de estas dos realidades no hay más estados.
¿Por qué
oramos por los difuntos?
Porque les seguimos amando y confiamos que, en la
presencia de Dios, aquellos que han querido servirle, crecerán en su amor hasta
contemplarle totalmente.
¿Qué es el
juicio final?
El juicio que hará Dios en su trono cuando Cristo
vuelva, y por el que pagará a cada uno según sus obras (Hechos 17,31; 1
Corintios 6,3; Judas 6; 2 Pedro 2,4; Romanos 2,16; Mateo 12,36s).
¿Qué es la
resurrección del cuerpo?
Es la victoria personal y definitiva sobre la muerte
en la plenitud del ser (Daniel 12,2s; 1 Corintios 15,12-56; Filipenses 3,20s; 1
Tesalonicenses 4,13-18).
¿Cuándo
sucederán estas cosas?
De estos hechos nadie sabe el día ni la hora, sino
solamente el Padre celestial; pero sabemos que el Señor vendrá sin advertencia
y como ladrón en la noche (Hechos 1,7; Mateo 24,36.42-44; 2 Pedro
3,11-14).
¿Qué es la
comunión de los santos?
Es la solidaridad de todo el pueblo de Dios, vivos y
muertos, por la que toda la “nube de testigos” vive en
intercomunión.
XIX DUODECIMO ARTÍCULO: LA VIDA ETERNA
¿Qué es la vida
eterna?
Es la nueva existencia en el Espíritu que Dios nos
da; o sea, es Dios como vida plena en nosotros.
¿Cuál es
nuestra seguridad como cristianos?
Es que nada, ni aun la muerte, podrá separarnos del
amor de Dios que es en Cristo Jesús, y así gozaremos para siempre de su
gloriosa presencia.
¿Qué gran promesa hizo Jesús a sus
discípulos?
Jesús les prometió que él iría al cielo a preparar
morada para ellos, y que también volvería a la tierra por ellos para que
estuvieran siempre junto a él (Juan 14,1ss; Mateo 24,27-42; Hechos 1,10s; Tito
2,13; Hebreos 9,28; 1 Tesalonicenses 1,10; Apocalipsis 1,7; 22,20).
¿Qué sucederá en la eternidad?
En la eternidad Dios tendrá un organismo que será su
aumento, contenido y expresión (Apocalipsis 21 y 22).
XX LA VIDA CRISTIANA
¿Qué es la vida cristiana?
La vida cristiana es la nueva vida en Cristo. El cristiano sabe que ahora debe vivir para
su Señor y agradarlo en todo. Cristo
vive ahora en el cristiano por virtud de su Espíritu y ocupa el lugar central
en su vida (Filipenses 1,21; Gálatas 2,20; 1 Corintios 6,17).
¿Cuál es el ideal supremo de la vida
cristiana?
El ideal supremo de la vida cristiana es llegar a
ser cada vez más semejante al Señor. Él
es nuestro ejemplo supremo, y todo cristiano procura imitarlo en todo (1 Juan
3,2; Filipenses 2,5; 3,12).
¿Cuáles son los dos deberes principales de la
vida cristiana?
La vigilancia y la perseverancia. Vigilar es no dormirse espiritualmente, sino
estar a los peligros y las tentaciones que rodean al cristiano. “El que piense estar firme, mire que no
caiga” (1 Corintios 10,12). El
cristiano también debe perseverar en el bien y en su lealtad al Señor. Esto requiere de un esfuerzo
inteligente. Hay algunos que empiezan
en la camino de la fe, pero luego se apartan.
Algunos son buenos cristianos por muchos años, pero luego, poco a poco,
desisten y se vuelven negativos. Lo
importante es que, día a día, no importe lo que pase, el cristiano siga igual
de unido al Señor, y aún mejor, creciendo en él. Que cuando la muerte le sorprenda, él sea hallado fiel (Mateo
26,41; 24,13; Lucas 9,62; Gálatas 6,9; 1 Pedro 5,8s).
¿Cómo debe el cristiano considerar su propio
cuerpo?
Antes de que una persona se haga cristiana, su
cuerpo es, por lo general, instrumento de pecado; pero ahora, en su nueva vida,
el cuerpo debe ser instrumento de honradez, justicia y santidad. El cristiano debe glorificar a Dios en su
cuerpo, pues éste es templo del Espíritu Santo y debe presentarlo como “sacrificio
vivo” (Romanos 12,1s; 6,19.22; 1 Corintios 6,12.18-20).
¿Qué es un cristiano “carnal”?
Es el cristiano que no crece ni avanza, que se queda
en la tibieza espiritual y vive según sus instintos, y no según el impulso del
Espíritu. Así pues, por pereza
espiritual, desarrolla una general indiferencia hacia las cosas del Señor
(Romanos 12,11; 1 Corintios 2,14s; 3,1ss).
¿Cuáles son las ayudas del cristiano para
vivir una vida espiritual y floreciente?
Leer, estudiar la Biblia y meditar sobre ella
continuamente. Vivir una vida de
oración y asistir a los Oficios y Liturgias.
La vida cristiana es una relación y permanente diálogo entre el
cristiano y Dios, pues la oración es la respiración del alma. La Biblia es la despensa que alimenta. Es una buena costumbre rezar a Dios al
levantarse por la mañana, a mediodía, tarde y noche.
¿Cuál es el libro principal de inspiración
para la oración?
La Filocalia (en griego “amor a la belleza”),
compuesta por el monje Nicomedes del monte Athos y el obispo Macario de
Corinto, que recoge un florilegio de textos patrísticos y espirituales
(Evagrio, Antonio, Ignacio, Nicéforo, Diadoco, Juan Clímaco, Simeón el Nuevo
Teólogo, Gregorio Pálamas, Nicolás Cabásilas, etc.) sobre la oración hesicasta
(griego “paz y silencio”). Este
libro inspiró el resurgir ruso del siglo XIX en la obra anónima: “Los relatos de un peregrino ruso”.
¿De dónde viene este modo de orar?
De la tradición del monacato primitivo (Monte Sinaí
y luego al Monte Athos) del uso de jaculatorias, oraciones de compunción (Kyrie
eleison) y del deseo de una oración continua para mantener vigilante la
atención. Se trata de una vieja técnica
que une la invocación del nombre de Jesús a la respiración.
¿Cuál es el texto más importante?
Nicéforo, Simeón el Nuevo Teólogo y otros escriben: “Ante todo, procura que tu vida sea
apacible y limpia de toda preocupación y en paz con todos. Entonces entra en tu cuarto, enciérrate y,
sentado en un rincón cierra los ojos, inclina el mentón y respira tranquilamente... recoge tu espíritu (aliento), introdúcelo en
la nariz... empújalo, fuérzalo a bajar
a tu corazón al mismo tiempo que el aire inspirado... y di: Señor Jesús. Retenlo y espácialo.
Luego espira fijando la atención y unificando las facultades,
diciendo: Ten piedad de mí. Esfuérzate por alejar todos los
pensamientos, ten paciencia y repite con frecuencia este ejercicio”.
¿Cómo es la oración que los antiguos
cristianos enseñaron en la Filocalia?
Se llama la “oración del Señor” o “cuentario”,
(komboskini) y dice al inspirar: “Señor
Jesucristo”; y al espirar: “Ten
piedad de mí”. Tal y como la
practicó el staretz Serafín de Sarov con su mística de la luz tabórica.
XXI LA EVANGELIZACIÓN PERSONAL
¿Qué es la evangelización personal?
Es extender el Evangelio o Buena Nueva a las demás
personas a través del ejemplo y del anuncio del mensaje, comunicando la verdad
eterna del plan de Dios (Juan 4,28s; Hechos 16,32). Esta es su responsabilidad y también su privilegio (Lucas 8,39;
Marcos 1,17; Hechos 1,8; 4,20; 1 Corintios 9,16; 1 Tesalonicenses 1,8; 2
Timoteo 4,2; 1 Pedro 3,15s).
¿Cómo debemos evangelizar?
Hay que procurar que la persona con quien hablamos
no se sienta ofendida. Conviene ganar
su amistad, su interés y su atención.
Nunca es bueno mostrar aires de superioridad, sino que hay que hablar
con sencillez, convicción y seriedad.
No es bueno lanzarse de buenas a primeras al tema de la religión, sino
que se debe esperar el momento oportuno para que la conversación se deslice de
forma natural hacia los asuntos espirituales.
Siempre hay que actuar con mucho amor, comprensión paciencia y sabiduría
(Mateo 10,16; 1 Corintios 9,22).
XXII LA MAYORDOMÍA DEL CRISTIANO
¿Qué es la mayordomía?
Mayordomía significa administrar los bienes de
otro. En su aspecto bíblico es reconocer
que Dios es dueño de todo, Creador y Sustentador de todas las cosas; y también
porque él nuestro Redentor, y nosotros, por tanto, en gratitud y adoración,
debemos corresponderle entregándole todo cuanto somos y tenemos (Salmo 24,1;
Deuteronomio 10,14; Ageo 2,8; Lucas 16,2; 1 Crónicas 29,14; Romanos 14,7s; 1
Corintios 6,19; 10,31).
¿Qué cosas incluye la mayordomía?
Lo incluye todo; específicamente, nuestro tiempo,
talentos, oportunidades, bienes, dinero...
Realmente, nuestra vida toda. No
hay un solo momento en que dejemos de ser mayordomos del Señor (Colosenses
3,23; Mateo 6,19ss).
¿Qué significa traer nuestras ofrendas al
Señor y dar la gloria debida a su Nombre?
Uno de nuestros deberes como cristianos es presentar
nuestras ofrendas como parte del culto espiritual que Dios pide en el día del
Señor. Por supuesto que al Señor no le
podemos dar dinero como se lo damos a las personas, porque él directamente no
está necesitado del mismo (Ageo 2,8).
Pero, por medio de la comunidad cristiana a la que pertenecemos
ofrendamos al Señor. Y al compartir
nuestros bienes estamos dando de nuestra propia vida, siendo que el dinero
representa tiempo, esfuerzos, talentos y trabajos (Mateo 22,21; 1 Corintios
16,2; Deuteronomio 16,16; 2 Samuel 24,24).
¿Se justifica que un cristiano contribuya al
sostén de su congregación?
Sí, y las razones son muchas. Siempre hay hermanos necesitados con los que
es imprescindible la solidaridad. Por
otra parte, toda comunidad cristiana para funcionar como tal incurre necesariamente
en gastos que hay que asumir: hay que
pagar el recibo de la luz, teléfono, aseo, agua, la literatura que se usa, por
no decir de la construcción y el mobiliario.
La Iglesia nos presta muy valiosos servicios; es justo, entonces, que
nosotros mismos la sostengamos con nuestras ofrendas voluntarias. No debemos esperar ni permitir que el
gobierno subvencione a la Iglesia.
¿Con qué actitud debe ofrendar el
cristiano?
Debemos dar con liberalidad, alegría, buena voluntad
e inteligencia, de las primicias y no de lo que nos sobra, pues Dios es digno
de lo mejor. No debemos dar
egoístamente ni por jactancia ni para ejercer influencia sobre los demás. También debemos dar con regularidad y no
motivados sólo por las ocasiones especiales (2 Corintios 9,6s; 8,1-5; Hechos
4,36s).
¿Qué cantidad debe ofrendar el
cristiano?
Esto lo debe decidir cada uno en conciencia. Un principio que nos debe guiar es que si
ganamos más, debemos dar más. En el
Antiguo Testamento los hebreos daban sus primicias, diezmos y ofrendas, pero en
el Nuevo Testamento ya no existe el diezmo (Levítico 27,30; Malaquías 3,8ss;
Mateo 23,23; 2 Corintios 9,6s; 1 Corintios 16,2; Lucas 12,48).
¿Cómo debe una comunidad cristiana local usar
el dinero ofrendado?
La congregación debe usarlo con sabiduría, buscando
la dirección del Señor. Es conveniente
que la comunidad nombre un tesorero y una comisión de finanzas que elabore un
presupuesto para todo el año, el cual debe ser aprobado por los miembros. Las finanzas deben atenderse con
transparencia y honestidad, informando del movimiento de las mismas a todo el
que lo pida (Romanos 12,13; Efesios 4,28; 1 Timoteo 5,17; 2 Corintios
8,19ss).
¿Qué resultados hay en la vida del
solidario?
El fiel experimenta la alegría de su compromiso,
pues realiza el designio de Dios de contribuir al adelanto de la Buena
Nueva. Crece en su vida espiritual y es
ejemplo de bendición para muchos.
Además, él mismo recibe muchas bendiciones (Malaquías 3,10; Hechos
20,35; 2 Corintios 9,8-11).
¿Cuál debe ser la actitud del cristiano hacia
el dinero y los bienes materiales?
El dinero nunca debe ser un fin en sí mismo, pues la
avaricia es pecado. No hay que poner la
confianza en las riquezas materiales, sino siempre usarlas como medio de
bienestar legítimo, de progreso sano y de mayordomía cristiana. El cristiano debe poseer el dinero, y no el
dinero al cristiano. Todo cristiano se
debe ganar la vida honrada y dignamente; debe ser económico sin ser avaro, y
generoso sin ser despilfarrador. La
Biblia está llena de historias que ilustran cómo muchas personas se malograron
porque no supieron hacer buen uso del dinero, pues “raíz de todos los males
es el amor al dinero” (1 Timoteo 6,10; Mateo 6,19ss; Salmo 41,1; Efesios
4,28; Lucas 12,13-21; 16,19ss).
XXIII EL CRISTIANO Y LOS OTROS GRUPOS RELIGIOSOS
¿Hay otros grupos religiosos?
Sí, hay muchos.
Pero esto no debe perturbarnos, pues hemos de convivir en paz con
ellos.
¿Cómo se los puede clasificar?
Hubo religiones paganas, como el politeísmo, animismo,
etc. Hay religiones orientales como el
hinduismo, budismo, sintoísmo, taoísmo y confucianismo. Hay religiones monoteístas como el judaísmo
y el Islam.
¿Hay grupos más afines a nosotros?
Sí, toda la variedad de ramas surgidas a lo largo de
la historia de la Iglesia. Entre ellas
destacan la Iglesia Romana, la Ortodoxa y la Evangélica. También dentro de las Iglesias Protestantes
hay multitud de denominaciones, que son nombres que dichas comunidades se
dan.
¿Existen las sectas?
Sí, y las principales sectas modernas son los
Adventistas del Séptimo Día, Testigos de Jehová, Mormones, fe Bahai, la Ciencia
Cristiana, Unitarios, la Nueva Era y muchas más. Algunas de la denominaciones evangélicas se han subdividido tanto
que muchas sostienes doctrinas del todo heréticas.
¿Cómo debemos relacionarnos con todos los
grupos?
Con sumo respeto y prudencia, sin mostrar nunca una
actitud de superioridad vanidosa.
Sabiendo que muchas personas de buena voluntad están en esos grupos de
forma sincera y bienintencionada, incluso a veces engañados por sus propios
dirigentes. Además, hay que tener una
jerarquía de verdades, sabiendo que no es lo mismo relacionarnos con un
musulmán, un taoísta o un protestante.
Siempre debemos aprovechar la oportunidad que se nos presente para
explicar nuestros puntos de vista con tacto, inteligencia y consideración.
¿Es posible aprender algo de los otros grupos
religiosos?
Por supuesto.
Por ejemplo, la creencia en Dios, aunque de maneras diferentes. También a veces esos grupos nos enseñan
virtudes de dedicación, compañerismo y lealtad apegada a sus principios (Lucas
16,8).
¿Qué es el ecumenismo?
Es un principio de encuentro o actitud hacia las
demás tradiciones eclesiásticas a las que hay que respetar y escuchar, pues en
su seno conservan lo elemental de la enseñanza cristiana y viven el Evangelio,
a veces de un modo diferente al nuestro, pero no de manera totalmente
diferente.
P. Manuel +Lasanta