Para comenzar, un buen Encuadre

Ante todo gracias por acceder al espacio virtual de Encuadre. La psicología, en el proceso de su construcción como saber sobre lo humano, ha ido adquiriendo una relevancia que le dignifica menos en el campo del poder teórico y más en el de la acción social. Esta última función es sin embargo el más vago de sus ideales, el más confuso e ininteligible valor entre sus muchas cualidades y muchos podemos pensar que ha llegado la hora en que nuestro saber mire hacia adentro, o al menos, para mayor eficacia del esfuerzo y para establecer los límites de la pertinencia y la rigurosidad, que trate de hacerlo en el contexto de este país para descubrir sus flaquezas y revelarse la ganancia de la reflexión sobre las modalidades de ejercicio, investigación, enseñanza y participación social que ha venido implementando hasta ahora. Esta ciencia, vista en los noventas como el recurso que aminora los efectos dramáticos del individualismo de fin de siglo, como el vademécum de la palabra y aún para algunos como el recurso para la "normalización" anhelada, se ha ido desmembrando y se ha convertido en un conjunto de saberes comodines aptos para la más frívola o la más importante consultoría a veces desprovistos de toda referencia al ideal epistemológico que promete la conceptualización del sujeto, el rescate pesado y arduo de la subjetividad y el redescubrimiento de las ilusiones humanas por simples y perversas que puedan llegar a ser.
El psicólogo que no ha prestado atención a la reflexión ética previa y acompañante de su ejercicio, vale decir, que se ha preocupado más por el aparente beneficio de una técnica agonizante o un discurso vacío, empañados por la saliva que se esparce en medio del delirio de la objetividad, es un psicólogo que se aleja por definición de su propio saber al destinarlo cómo herramienta para el tratamiento de máquinas triviales y vehículo para la demagogia teórica. La reflexión ética no encarna la pregunta por el procedimiento ni por la eficacia, mucho menos por cosas tales como la confidencialidad, los procesos de remisión o cualquier otra posición técnica en el ejercicio de las psicologías. Estos son los productos aceptables de una ética procedimental, operativa, pero no el fundamento ni el origen de las preguntas que debe hacerse un profesional. El posicionamiento ético desligado de su concepción rudimentaria y de sus ataduras a la obligación se transforma en una pregunta por la responsabilidad, por el deber de pensar en la función personal y social de las labores que se emprenden y en una indagación que se encamina menos a las respuestas y más a la construcción de sentidos complejos, significantes por lo tanto incompletos en un punto muerto del tiempo y más bien hechos de la necesidad de seguir pensando.
Notarán ustedes que me descubro pesimista frente a la actual situación de la psicología y como tal me confieso. No es el avance en los procedimientos, ni la predecible infinita bifurcación de las teorías, su modificación o su caída lo que engendra en mí tal incertidumbre. Mi pregunta se encamina tal vez hacia dos lugares próximos entre sí pero claramente discernibles. La epistemología y la ética. Como habrán podido leerlo entre líneas, son estas, dos ideas a las que recurro para inaugurar este espacio de reflexión que pretende articular y anudar tres preocupaciones básicas surgidas en mi propio devenir pero aparentemente inferibles como presentes en el repertorio de preguntas básicas de otros psicólogos y, porque yo lo soy también, de otros estudiantes de psicología. La tercera noción, hasta ahora hecha aparte, tiene que ver con una idea de estética y digo una idea, porque al igual que en las preguntas por el conocimiento y la ética, el concepto mismo se aleja de la normalización a la que ha sido sometido por el consenso del sentido común y se constituye en un principio explicativo que hay que entrar a definir. La pertinencia de la pregunta por lo estético se descubre al comprender que la labor del psicólogo contribuye a una resignificación estética más que funcional o adaptativa en los campos clínico y social y a la producción de mejores sentidos de humanidad en la comparecencia de su saber, fuera cualquiera su campo de arbitramento, enseñanza, aplicación o conversación. La pregunta que se esboza está orientada a construir una noción crítica del conocimiento en la psicología, crítica en cuanto se vincula a la pregunta por la ética y se posiciona sobre un contexto bien definido. Siendo estas unas palabras introductorias no me alargaré más en mi disertación. Ya habrá tiempo para que ustedes y yo construyamos algo más concreto. Mi interés consiste por el momento en enunciar tales ejes de reflexión y prestarme a la conversación de tales temas. Este lugar es pues un campo que inauguro para el debate de los ideales en la psicología, en la Colombia de hoy y en el territorio de los mundos interiores que se manifiestan en la producción artística y en la producción de su propia existencia estética, estética por el sentido que adquiere al hacerse de peregrinaciones terrenales dignas de ser vividadas aún con el dolor apéndice de la vida. Es este por ende, un espacio abierto en principio a los estudiantes de esta profesión en crisis pero aceptaré también y con agrado los aportes de otros profesionales más afirmados y expertos aún si cultivan otros campos del conocimiento humano.
Por el momento está página acoge tres secciones. Una destinada a la reflexión acerca de la psicología en todos sus campos y perspectivas conceptuales y de intervención, fortificada con sus aportes, artículos y comentarios. Otra destinada a albergar la opinión que los psicólogos y otros estudiantes de disciplinas afines puedan elaborar en torno a la situación del país y una tercera que recogerá artículos que incluyan algún tipo de discusión concerniente al arte o a la articulación entre arte y psicología. Espero que con la ayuda de todos aquellos que comparten inquietudes similares podamos hacer de este lugar un espació apto para el intercambio de ideas, propuestas e ilusiones, nuevamente, por elementales o neuróticas que puedan llegar a ser.