Chocó 7 días
|
|
Dar de comer
Reinaldo Castillo Borja El servicio público, dentro de su concepto clásico, es la participación del ciudadano, con su inteligencia, sus ideas e iniciativas y con su buena voluntad y trabajo en la decisión de los destinos de la comunidad. Ser designado para el ejercicio de un cargo público requiere el cumplimiento de requisitos mínimos, que por lo mínimo no deja de ser difiícil, pues no son común a todas las gentes, donde virtudes como la capacidad, honestidad y responsabilidad son previos y primordiales. De esos parámetros morales la sociedad chocoana derivó grandes frutos y el progreso se vio acelerado e impulsado. Estos conceptos y sus reglas han perdido vigencia para reemplazarlos por otros cuya enunciación y finalidad resultan procaces y despreciables. Ya no se puede aspirar a un cargo público con el ideal de servir, de aportar y contribuir con su trabajo y servicio a la difícil empresa de hacer algo por una sociedad, más prospera, justa y equitativa. La aspiración no tiene delimitaciones humanas, para imponer la debida selección entre los más capaces e idóneos, mejores y útiles; que surjan como un estímulo moral a la personalidad. Ya no. En estos tiempos no la política, que es y ha sido siempre una actividad noble, sino la politiquería ha destronado de su pedestal ético los viejos conceptos, para dar paso en su reemplazo a conceptos vulgares que encuentran su imagen y su filosofía en el pasaje bíblico de las lentejas. Por la ambición a ese codiciado plato y por su conquista y usufructo el hombre de hoy compromete toda su dignidad, su tranquilidad de conciencia, sin importarle los medios lícitos e ilícitos de que tenga que hacer uso para alcanzar una posición, ya no en el servicio público sino en la administración pública. Por eso a los cargos públicos ya no se va a servir, sino a disfrutar de las gabelas que conlleva el poder y el usufructo del gobierno. Ya no se va a pensar en las dolencias y en su interés de solucionarlas, sino en el propio interés personal. Pero lo más grave y doloroso es que quienes por investidura y jerarquía tienen el poder de otorgar los beneficios del cargo, lo hacen sobre el concepto de que están dando; como si fuera de ellos y por esto ellos tampoco se sienten atados moralmente a ninguna clase de principios éticos. Así se han impuesto nuevas marcas casi de tipo esclavista en estos tiempos, pues como en la antigüedad, al decir de Lebranche, "el que tiene hierro tiene pan". Y por eso pueden dar de comer a unos con los dineros de la comunidad, y negarles a otros, lo que les corresponde por derecho propio. De esos nuevos conceptos surge el Estado y su administración pública, como un botín, en donde hay quienes tienen el privilegio de dar de comer y quitar la comida, en donde el hambre y sus esencias humanas se transforman en entes que se identifican con los animales por el imperativo de comer para poder subsistir, así no importe la dignidad ni el valor de los presupuestos morales, que antes fueron tan esenciales en el hombre chocoano. En la práctica los dadores de empleo son los dadores de comida con cargo al presupuesto público que ellos administran como suyos; de allí surge el deterioro actual de la administración en el Chocó, en todos sus niveles, pues de su acción corruptora nada escapa. |
© 2004 Chocó 7
días
http://www.choco7dias.vze.com