Víctor Cetre Mosquera
Contra toda lógica, el proyecto reformatorio de la Carta política, en lo referente a la reelección presidencial desde el poder, fue aprobado en el penúltimo debate el viernes 22 del pasado mes de octubre. Desafiando los más elementales principios de la razón y de la ética, los impulsadores de la iniciativa no se han detenido ante nada y, utilizando todo tipo de artimañas, prosiguen el trabajo de imponer en el país el mayor disparate, porque se trata nada menos y nada más que institucionalizar que los presidentes puedan quedarse en el cargo hasta cuando lo deseen.
Se ha dicho y repetido hasta el cansancio que en las naciones de esta parte del planeta, caracterizadas por el elevado índice de analfabetismo y pobreza extrema, entre las cuales se encuentra Colombia, por cuyos motivos la población mayoritaria entrega el voto por cualquier cosa, la fórmula de la reelección encaramado desde el poder, es un contrasentido, es decir, va contra el sentido común, porque no es desconocido todo cuanto puede mover en beneficio de su propia causa el jefe del ejecutivo, mucho más grave en una Nación donde las condiciones sociales descritas conducen a que las mayorías pobres marchen como corderos detrás del que tiene mando y dinero para repartir favores.
Se trata de una verdad que no se puede esconder, pues brilla por sí sola, y en todo momento se patentiza la mano de quienes están en la cima de la administración pública, y precisamente, haciendo uso de las prerrogativas de actuar detrás del trono. Se ha doblegado a mucha gente que en conciencia rechaza la propuesta por inconveniente, luego más desastroso será el accionar cuando se esté en plena campaña, con miras a torcer la voluntad de los electores. Por todo lo dicho, y a pesar de que el proyecto es prácticamente un hecho, por encontrarse a un paso de su aprobación definitiva, no sobra advertir al pueblo colombiano acerca del daño que se le va a causar a la maltrecha democracia de este país el posibilitar que el mandatario de turno disfrute de todo privilegio, frente a una posible competencia por la jefatura del Estado, en la cual todo será ancho para quien obra desde el gobierno, y estrecho para los que actuarán desde la calle. Más claro no canta un gallo: se está instituyendo el EMBUDO como instrumento para eternizarse en el poder.