Chocó 7 días
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Anecdotario de Ramón Lozano Garcés
Reinaldo Castillo Borja Solucionados los problemas de la bananera del Atlántico, Ramón tornó a la Universidad de Antioquia; terminó sus estudios pero no se graduó. Urgido de unos pesos decidió volver a Quibdó a litigar. Y si unas palabras asaz mordaces y urticantes no lo hubieran herido en lo más hondo de su amor propio, litigando se hubiera pasado varios lustros. En cierta ocasión un funcionario de un tribunal le soltó este latigazo en la cara. –¿Y que se está creyendo este tinterillo? –¿Tinterillo yo? Y al día siguiente salió para Medellín, presentó los exámenes preparatorios y se graduó con la tesis "De la posesión de minas", que fue laureada. Ramón fue un habilísimo como recursivo abogado. En las audiencias cerraba los ojos y bajaba la cabeza mientras el adversario hacía su perorata. No dormía, y cuando tomaba la palabra se lanzaba como un tigre a defender su cliente. Mucho se oía hablar del gigante de la política chocoana, nada menos que Diego Luis Córdoba, figura de dimensión nacional y continental, máxima autoridad jurídica y dueño del noventa por ciento de la votación en el Chocó. Era indispensable que surgiera un hombre de igual capacidad intelectual, parecida reicedumbre de carácter, de tan regia garra política, de igual altura oratoria e idéntica afilada pluma, para que osara contradecirlo. Ese hombre fue Ramón Lozano, quien no cejó un instante en la lucha. Fundó y acaudillo un movimiento político con ideología liberal de izquierda, forjó y formó un electorado que entonó victoria, con la mística, lealtad y disciplina que le impuso. La lucha política que Ramón hubo de emprender fue pigmea si se compara con la lucha ciclópea que hubo de arremeter contra el monstruo colosal, terrorífico, la compañía minera Chocó-Pacífico: hidra, dragón, leviatán que devoraba las riquezas del Chocó, y que, como la estatua de Nabucodonosor, rodó por tierra porque tenía los pies de barro. Ramón, como un león herido, pidió la palabra en la Cámara y estuvo hablando durante quince días seguidos, del 4 al 20 de agosto de 1958, citó a cinco ministros, pero esto casi le cuesta la vida. Estaba al rojo vivo el fuego cruzado entre él y la Chocó-Pacífico, la guerra era a muerte. La compañía decidió dragar a Nóvita, el pueblo se opuso y buscó su defensor, Ramón se constituyó en parte civil de los noviteños. El pliego presentado por el abogado fue ventilado en el juzgado promiscuo civil de Istmina, el cual falló a favor de Nóvita. La compañía apeló y el Tribunal Superior confirmó la sentencia del Juzgado de Istmina. La compañía montó en cólera y se propuso buscarle la caída al atrevido abogadillo. Valiéndose de tretas y artimañas logró que el gobernador del Chocó, coronel Carlos Ortiz Torres, representante del dictador Rojas Pinilla, lo hiciera guardar en la cárcel el 2 de septiembre de 1956. El 1 de octubre el pueblo se enteró de que lo iban a llevar a Medellín, para matarlo en la mitad del camino, y el pueblo, liderado por Aureliano Perea Aluma, se sublevó, y armado con palos y machetes impidió que le dieran 'el paseo'. El 4 de octubre, en el momento en que pasaba la manifestación al frente de la cárcel, se recibió el telegrama del general Gustavo Rojas Pinilla, autorizando la excarcelación. Para calmar la furia del pueblo por la muerte de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, en muchas ciudades nombraron de alcalde a los más caracterizados liberales. Ramón fue designado alcalde de Quibdó en aquellos momentos difíciles. |
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