Chocó 7 días
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Ramón Lozano Garcés
Reinaldo Castillo Borja Hay
seres que se proyectan a los demás con sus gestos, sus palabras y sus
obras. Son seres que abren camino, que otean el futuro y ven luz donde los
demás sólo ven oscuridad. Valen por lo que son y lo que hacen y siempre
dejan una huella profunda y amable, de esas que nadie se atreve a borrar. De
esos seres fue el destacado jefe político, prestigioso jurisconsulto,
elocuente orador y atildado escritor Ramón Lozano Garcés, quien vio la luz
primera en el barrio más antiguo de Quibdó –La Yescagrande–, el 24 de
septiembre de 1912, y murió el 22 del mismo mes en 1983, en una clínica en
Bogotá, dos días antes de cumplir sus 71 años de vida. Todos
los años un grupo de amigos le celebramos su onomástico con una cena, y
como él no tomaba licor, nos divertía contándonos anécdotas de su vida. De
los del grupo recuerdo a
Adelfa Arias, Nelson Cuesta Becerra, Flor Cossio, Ramona Saavedra,
Blanca Martínez, Isabel Camacho, Justiniano Lagarejo, Rafael Sánchez,
Graciela de Mosquera, Edgardo Lloreda, Inés Reyes, Aulia Maturana, Belitza
Ayala, Mélida Mena, Tulia Moya, Gumersindo Córdoba, Emilio García,
Roquelina Guerrero, Gladis Romaña, Patricio Mena, Rosa Murillo, Benjamín Díaz,
Maximino Hinestroza, Digna Pérez, Rafael Zúñiga, Matilde Mosquera, Nicolás
Rentería, Gregorio Arango, Francisco Caicedo. De
sus anécdotas recuerdo: Terminado su bachillerato se matriculó en la
facultad de medicina, recibió las primeras clases teóricas en el arte de
Esculapio, el profesor llevó a sus discípulos a la sala de operación y le
ordenó al alumno Ramón que tomara el bisturí y en lugar de hacer su
primera incisión sobre el cadáver de prueba, se la hizo en un dedo.
Al día siguiente se matriculó en la facultad de Derecho, en donde
se hizo un brillante abogado. Siendo
Presidente de Colombia Alfonso López Pumarejo, el rector de la Universidad
de Antioquia recibió este telegrama: “Favor seleccionar mejor alumno
Derecho enviarlo Ibagué fin solucionar problemas laboral esa.” El rector
no lo pensó dos veces y envió a Ramón Lozano. Apaciguadas las masas,
sublevó el corazón de la ibaguereña Regina Osorio y la hizo su esposa. Después
fue enviado a solucionar serios problemas de orden público y laboral en
Cundinamarca, Barrancabermeja, y los gravísimos de las bananeras del Atlántico. El
sindicato de los trabajadores de la empresa United Fruit Companic-UFC, lanzó
una huelga para presionar un pliego petitorio que la empresa consideró
imposible de conceder, el clima laboral se deterioró.
El gobierno central declaró la huelga ilegal, y para conservar el
orden público designó al general Carlos Cortés Vargas, jefe civil y
militar. Este
expidió un decreto ordenando disolver toda reunión mayor de tres personas. La
represión militar produjo una masacre. Jorge Eliécer Gaitán de nunció en
el parlamento que hubo trenes cargados de muertos arrojados al mar. Para el
gobierno la huelga era un acto subversivo propiciado por agitadores
comunistas, el general veía comunistas por todas partes y terminó
apresando al inspector del trabajo –Ramón Lozano– y al alcalde de Ciénaga
por convivencia con los huelguistas. Los contradictores políticos de Ramón le atribuían la masacre bananera porque, según, él había decretado la ilegalidad de la huelga. El anecdotario continúa. |
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