Chocó 7 días

Secciones

 

 

 

El borojó a los paladares europeos y el sudor para los chocoanos

Pedro Ariel Mosquera H.

Los antiguos conocieron el borojó como árbol de cabezas colgantes. Nuestras abuelas solían servirlo como jugo amasado cuando en el Chocó se conocían pocos frutos del interior, pues no habían licuadoras ni carreteras. Hasta hace 25 años era un fruto consumido exclusivamente en nuestra tierra. Solo desde 1979 irrumpe con furor en Cali  y poco más tarde se propagó como pólvora por todos los contornos colombianos, acompañado de su fama de despertar el apetito en quienes padecían el mal de la pereza sexual, aunque esa virtud le fue controvertida por aquellos que piensan que el único afrodisíaco eficaz son las caricias bien aplicadas.

Pero, real o incierto que tenga los dones afroditas, tal punto no demerita su sin igual importancia frente a todas las frutas del mundo, por sus destacados poderes nutricionales, medicinales e industriales, al punto que se ha llamado por algunos la “fruta milagrosa”.  Prueba de lo anterior es que cuando en años pasados fue enviado a los mejores laboratorios alemanes de examen de alimentos los expertos no podían creer que una fruta pudiera tener tantos dones y cavilaron sobre la posibilidad de que quienes habían ordenado la experticia le hubiesen añadido sus ingredientes a propósito.

De todos es sabido que las tierras nuestras no son tan fértiles para producir frutales como las andinas, pero la sabia naturaleza hizo que brotara en el Chocó un fruto que igualara a todos o los superara.

Por todo lo anterior no constituye sorpresa alguna que en las ruedas de negocios realizadas en los últimos meses entre europeos y colombianos los primeros mostraron especial interés en importar dos productos exóticos: el borojó y las hormigas culonas santandereanas.

Todo esto constituye una estupenda noticia para el Chocó, porque su precio estaría por encima de los diez dólares el kilo ($27.000). Pero lo aberrante e injusto –y no hay cosa que indigne más que la injusticia– es que a nuestros agricultores se le pague a 500 pesos en Istmina y Lloró, cuando es él chocoano quien cultiva, cuida, corre con el riesgo de la producción y transporte la fruta permitiendo que los europeos disfruten este maravilloso portento, los intermediarios se alcen con las ganancias y los chocoanos solo queden con los sudores a sus espaldas. 

Para torcer este inicuo negociado es preciso que los alcaldes donde la fruta se produce promuevan la creación de cooperativas, permitiendo de esta manera defender y levantar el nivel de vida de sus conciudadanos, para que organicen este mercado y así las ganancias sean para quien los produce y necesitan y mejore el nivel de vida de nuestros campesinos.

© 2004 Chocó 7 días
http://www.choco7dias.vze.com