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ESTADIO OLIMPICO
UNIVERSITARIO
El Estadio Olímpico Universitario está localizado en la sección
de Ciudad Universitaria situada al poniente de la Avenida
Insurgentes, enfrente de la Torre de Rectoría. Fue inaugurado
oficialmente el 20 de noviembre de 1952. Nueve días más tarde,
se realizó en dicho escenario el primer clásico de futbol
americano entre la UNAM y el IPN. Ha sido seleccionado como sede
de eventos internacionales de gran magnitud, como los Juegos Olímpicos
de 1968, el Campeonato Mundial de Futbol de 1986, los Juegos
Panamericanos de 1955 y 1975, los Juegos Centroamericanos y
del Caribe de 1954 y 1991 así como la Universiada de 1979.

El estadio se encuentra protegido
por una reja que lo rodea, que permite acceder a su interior por
veinte puertas distribuidas en su perímetro. El acceso es a través
de rampas ubicadas en los límites de la "pista roja"
que, al ir ascendiendo, permiten entrar a la mitad de la gradería,
de tal manera que para ocupar las localidades se sube o se baja la
mitad de la altura. El ingreso a cualquiera de sus dos plantas se
hace por 42 túneles que desembocan de su entrada a la tribuna
correspondiente, de acuerdo con el número que se tenga asignado.
En la parte más elevada de la tribuna de local (en costado
poniente), se encuentra el palomar, que alberga a las casetas de
información, palcos especiales y oficinas diversas. En la planta
baja, en el área de preferente, se ubica el Palco de Honor.
En el costado oriental del Estadio Olímpico Universitario, se
encuentra un mural de Diego Rivera, denominado "La
universidad, la familia y el deporte en México". En la
construcción de este relieve en piedras de colores naturales se
muestra el escudo universitario, con el cóndor y el águila sobre
un nopal. Bajo sus alas extendidas, Rivera colocó tres figuras
que representan a la familia: el padre y la madre entregando la
paloma de la paz a su hijo. En los extremos se encuentran dos
figuras gigantescas que corresponden a unos atletas, hombre y
mujer, que encienden la antorcha del fuego olímpico. Una enorme
serpiente emplumada, la imagen simbólica del dios prehispánico
Quetzalcóatl, complementa la composición en la parte inferior.
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