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Disclaimer: Esta historia es de mi imaginación, por tanto me pertenece a mi ¿o no?. De todas formas los personajes de Xena, Gabrielle, Iolus, Hércules, Eve, Ares y toda la pandilla pertenece a la MCA Universal Studios USA y Renaissance Pictures. Los he cogido prestados un ratito para hacer virguerías. Los demás personajes, como Chanti y Zafira son míos, pero se los presto a quien quiera usarlos. No gano un duro con esto, solo me divierto y espero que vosotros también. Su reproducción se permite con previo aviso.

Avisos de la autora: En esta historia tiene lugar sentimientos de amor entre dos mujeres, quien no esté de acuerdo con ello que no siga leyendo. Quien no haya visto Xena y sobre todo la quinta temporada que se abstenga de leer, porque no entenderá ni papa. La historia transcurre después de que Xena y Gabrielle regresen de sus tumbas de hielo y salven a Eve, aunque no tiene nada que ver con Eve.

Spoilers: Atención, atención, en esta historia encontrareis ciertas escenas que os recordaran a películas y series tan dispares como Superman, Terminator, Los caballeros del Zodiaco e incluso a Goku, jejeje. Tened paciencia conmigoooooo.

Acepto cualquier crítica, buenas y malas, pero que sean constructivas, los insultos dejadlos a un lado, escribidme a gioconda91@wanadoo.es Contestaré a todos los mensajes, palabra de chica amazona.



EL CIRCULO DE LA VERDAD (I PARTE)


Autora: Elora Dana Xenagab.


No sé qué había cambiado entre nosotras, todo era tan diferente, mis ojos ya no la miraban con admiración, ya no era aquella alta guerrera, llena de secretos y de penas, con un mundo interior por descubrir, y no podía ayudarla porque ya había conseguido superar su lado oscuro. Ya no viajaba con ella con el simple objetivo de recorrer mundo y de escribir lo que veía, ya no era la niña rubia e inocente que no veía maldad en ninguna parte, ahora era diferente, mi causa había madurado, y aunque sigo creyendo que el amor es importante y es vital, yo no soy como Eli, o como Eve y me consta que nunca lo seré. Yo no estaba destinada a seguir el camino del amor, sino el de la lucha y la justicia. Pero ahora me encontraba confundida, pese a sentirme en la lucha mano a mano junto con Xena, seguía siendo muy inferior en habilidades a ella, y mientras ella parecía encontrar nuevos conocimientos en la lucha yo me quedaba estancada, sin poder adelantar, siempre poniendo en peligro nuestros planes o cometiendo algún error. Sé que hace tiempo dije que de los errores se aprenden, pero por cada error que cometía me sentía más enterrada en las espaldas de Xena y por mucho que me costara reconocerlo siempre necesitaba su protección y eso era lo que yo quería cambiar. Me pregunté por donde debía empezar, y llegué a la conclusión de que no encontraría mi verdadero yo, mi verdadero camino a no ser que permaneciera sola algún tiempo lejos del amparo de Xena, no pretendía separarme de ella para siempre, pensaba volver a verla. Reuní todo el valor que pude para decirle que me marchaba, que necesitaba estar alejada de ella durante algún tiempo, pero en la noche, a la luz de aquella agradable hoguera, sus ojos parecían traspasarme y todo el valor se me resbaló sin darme tiempo a abrir los labios para reclamar. Pensé que sería mejor marcharme sin despedirme, le dejaría un pergamino, sé que fue un acto de cobardía, pero aquellos tristes ojos siempre rompían mis esquemas y temía que Xena me hiciera desistir de lo que tenía en mente. El pergamino que le dejé decía lo siguiente:
"Xena, no he tenido el valor suficiente para mirarte a los ojos y decirte que necesito estar sola durante un tiempo y que por ello me marcho, aun no sé a donde, lo único que sé es que necesito saber que es lo que se siente sin estar a tus espaldas, no quiero que me sigas o que me busques, pero quiero que pienses que te digo hasta pronto y no adiós. Gabrielle".

Dejé el pergamino cerca de la improvisada cama de Xena, esperando que pudiese verlo. Aun no sé si lo hizo, hace tanto que no la veo, también hace mucho que no escribía sobre Xena. No sé cuanto tiempo ha pasado desde que me marché, creo que han pasado tres estaciones, quizás cuatro. He aprendido cosas que nunca creía que podría haber aprendido, con todo lo que ahora sé, Ares y el resto de dioses, todos los problemas que me atormentaban, todos aquellos sinsabores y mis enemigos se han quedado atrás y carecen de importancia.
Después de dejar a Xena me marché a lejanas tierras, no sé por qué elegí como mi primer destino la India, quizás por el recuerdo de Eli, pensé que allí podría encontrar lo que buscaba. Conocí a un viejo curandero llamado Rajim, cada vez que pronuncio su nombre una sonrisa viene a mis labios, él me enseñó tanto y sin pedir nada a cambio, en cierto modo me recordaba a Eli, con tanta sabiduría, tantas palabras de consuelo. Me habló de las altas montañas, que separaban China de la India, me dijo que allí quizás podría encontrar lo que andaba buscando, así que no dudé en poner rumbo hacía allí. Marché junto con un grupo de creyentes en un dios llamado Buda. Jik me contó acerca de su historia, me dijo que Buda había abandonado todo lo material, todas las riquezas que poseía por la libertad del alma y por ello se convirtió en un dios. Yo le creí, creí en el poder de la meditación y aprendí junto con ellos nuevas técnicas, aprendí a borrar todo pensamiento de mi mente y dejarla en blanco, a estar en total compenetración con la sangre que corría por mis venas, a ver más allá de espacio que me rodeaba y sin quererlo tuve visiones de Eli, y de Xena, sonriendo. Sin embargo en aquel monasterio, en aquella alta montaña no todo era meditación, la acción también estaba presente, una parte de los alumnos de Buda se dedicaban a la lucha para defender a todos los demás, eso me hizo pensar que siempre era necesaria la lucha de unos para defender a los buenos del mal. Me uní a ellos, con el pensamiento de completar mis habilidades como guerrera, pero nunca llegué a pensar que mi poder se fuera a hacer tan grande, era un poder parecido al que Xena aprendió de Lao Ma, era capaz de hacer fuego con un solo pensamiento, de mover las aguas a mi antojo, incluso de cambiar el recorrido de las aguas de un río, era capaz de convertir en polvo una espada con una sola mirada. El fuego no me quemaba, el frió no me entumecía, era como si todo lo que me rodeaba se hubiera amoldado a mí o yo me hubiera amoldado a la naturaleza y a sus componentes, allí aprendí a manejar a la tierra, al fuego, al aire y al agua, y ninguno de estos elementos tenía secretos para mí, pero aun no había encontrado mi camino, aun dudaba de mi existencia, de la verdadera razón por la que yo estaba allí. Una vez le dije a Xena que me sentía inútil y que no sabía cual era mi propósito, ella me contestó que quizás yo estaba allí para salvarla, pero ¿quien iba a salvarme a mi?.

Pasado algún tiempo, hasta que conseguí convertirme en maestra de aquellas artes, me marché y me despedí de todos, Jik me confesó que me amaba y que estaba dispuesto a abandonar el monasterio para viajar conmigo, pero yo me negué le dije que mi corazón pertenecía a otra persona, él me preguntó el nombre de esa persona, le dije que no lo sabía, que no lo había conocido, le dije que la persona que amaría sería aquella que me hiciera ver la verdad sobre mi. El me sonrió y se marchó despidiéndose con un gesto de espaldas a mi. Después de viajar durante algún tiempo por la meseta del Tibet, marché hacía China, únicamente por el hecho de que estaba cerca, pues yo ya había estado allí en numerosas ocasiones. En China pude observar las reglas sociales y las costumbres que antes habían pasado desapercibidas para mi. Por entonces, reinaba una dinastía, los Shang. A diferencia de la India, la civilización china estaba muy aislada con respecto a otras culturas, por lo que en un principio no me acogieron con mucha amabilidad. Incluso la guardia del emperador, que hacía control en las ciudades más habitadas me arrestaron, aun no sé cual fue la razón, el hecho es que me llevaron ante un hombre joven, supuestamente el emperador y observé que tenía mucho parecido con mi amigo Lin Qui. Me asombré de que el joven hablara perfectamente mi idioma, después de discutir con los guardias mando que me quitasen las esposas y me hizo una seña para que me sentara junto a él. Me sonrió, su sonrisa era dulce, me miró a los ojos y me dijo que me conocía, que me había visto en algunos grabados de su padre, Lin Qui. De este modo después de hablar largo y tendido con Shang Qui sobre todo lo que aconteció en China antes de que él naciera, y después de explicarle porqué razón yo era tan joven, me hizo su comensal con mucha gratitud. Pasé unos días allí, pero el aburrimiento era soporífero y le comuniqué a Shang que quería marcharme a otras tierras, me dijo que uno de sus barcos zarparía pronto hacia Filipinas y luego hacia las islas Molucas. Le dije que nunca había estado en aquellos lugares y no dude en embarcarme con la tripulación, pero Shan, para que yo no estuviera sola me mandó una jovencita llamada Chanti, con la que aun viajo por estos mundo. Ella me recuerda muchísimo a mi, su larga cabellera negra, sin embargo no deja de recordarme a Xena, pero sus ojos negros y su mirada llena de vida son totalmente diferentes a los de Xena, su sabiduría es tanta que algunas vez llegué a tener envidia sana de ella y a diferencia de mí sabe perfectamente cual es su camino, me dijo que no era ni el del amor ni el de la lucha, sino el de la justicia. Yo le dije que no existía la justicia, ella me dijo que ella era la justicia. Ella me habló de las enseñanzas de Kung-futse que se basaban en el amor, el respeto mutuo y la obediencia, también me habló de otra doctrina, el Taoísmo, basada en la existencia del Tao y del Te.

El Tao es el principio que rige el Universo, mientras que el Te es el libre desenvolverse de la naturaleza. El Tao crea, conserva y ordena todo lo que existe, es el principio y el fin de todas las cosas, y su conocimiento se alcanza a través de la intuición mística, acercarse al Tao supone una suprema virtud. Yo conseguí acercarme al Tao, pero para hacerlo tuve que suprimir la voluntad de obrar suscitada por las pasiones.
Llegados a este momento, había pasado quizás dos estaciones desde la última vez que vi a Xena. En la misma embarcación viajé por muchísimos lugares, pues esta embarcación tenía el objetivo de explorar las tierras, de modo que nuestros destinos fueron tantos como tan diferentes, desde Cipango, al norte de China, hasta Ceilán al sur de la India. Luego pusimos rumbo a Alejandría, donde anteriormente estuve con Xena, allí indagué más en la cultura egipcia, aprendí la trigonometría y la geometría, el conocimiento de los astros y de las influencias en el ser humano. Recuerdo que Chanti me dijo entonces que yo tenía más sabiduría que ella, y que si seguía así pronto encontraría mi camino, sus palabras me animaron a seguir viajando y a conocer y aprender más. En Egipto perfeccioné mi arte de manejar los sais y también aprendí a controlar mejor los elementos. De Egipto marchamos hacia Hispania, territorio romano. Allí me enteré de la situación de Roma, Augusto seguía siendo emperador. Conocimos la historia de Viriato y Numancia, una comarca que se había resistido al asedio romano hasta que vencidos, decidieron darse muerte antes que vivir sin libertad, aquello hizo huella en mi, la gente daba su vida por sus creencias. No dejé que naciera odio o rencor en mi hacia los romanos, sino que en cambio me apiadé de ellos. De allí marchábamos hacia unas frías tierras, al norte de Hispania, hicimos parada en Carnac, y luego seguimos hasta Rillaton, en Bretaña, de allí y tras pasar un estrecho canal llegamos hasta Tollund, allí hacia mucho frío, la gente era muy blanca de piel, pensé que su piel se había amoldado de tal forma al frío que así lo resistían mejor. Allí me hablaron de una isla, Mohusa, donde vivían los druidas, hombres muy sabios, le pregunté al capitán Shen si podíamos acercarnos hasta allí, él con mucho gusto accedió. Aquella pequeña isla era mística, me recordaba a las tierras de las Valquirias, sin embargo allí se respiraba paz, no angustia, el cielo era despejado, los prados más verdes que de costumbre, todo era muy bello. Un joven vestido con una túnica blanca se apareció ante nosotros como si del mismísimo Ares se tratara. Me miró frunciendo el entrecejo y me dijo que sabía por qué estaba allí.
- Hola, somos exploradores, venimos en son de paz.- Se adelantó a dejar claro el capitán Shen.

- Lo sé.- Dijo el joven sin dejar de mirarme. Era un chico bastante joven, yo diría que tenía la misma edad que yo cuando me marche de casa para seguir los pasos de Xena.
- Hola, yo soy Gabrielle y ella es Chanti.- Dije yo mientras señalaba a Chanti, que había agachado la cabeza en forma de saludo.
- Tu no eres Gabrielle.- Dijo el joven sonriente, en ese momento todas las miradas se clavaron sobre mí.
- Claro que lo soy, soy Gabrielle de Potedai.- Dije un poco malhumorada.
- Si quieres saber quien eres sígueme, sé que estás aquí por ello.
- Ve con él Gabrielle, quizás te muestre lo que buscas.- Me dijo Chanti
- Pero... y vosotros, yo...
- No te preocupes, volveremos a buscarte cuando estés preparada, sólo tienes que pensar en nosotros.- Me dijo Chanti, mientras pude observar que Shen asentía, lo cual quería decir que él estaba de acuerdo.
- Está bien.- Dije convencida. Entonces aquel joven, cuyo nombre era Raz me tendió la mano para que le siguiese.

A partir de entonces comenzó una nueva vida para mi, Raz me ayudo a comprender mi interior, a manejar mis pensamientos, a ordenarlos y llegué a un mundo superior, un mundo que yo podía manejar sin problemas a mi antojo, un mundo en el que yo podía volar, correr más rápido que la luz, arder como si un llama fuera o convertirme en el ser que quisiera, podía parar el tiempo como un vez vi hacer a Ares, entonces me pregunté si me habría convertido en un dios, pero Raz me dijo que no me subestimara que yo era muy superior a los dioses, me dijo que el poder de los dioses residía en nosotros mismos, en el deseo nuestro de creer en alguien que nos protegiera, en nuestros temores, y que llegaría el día en el que la humanidad viviría ausente de todo temor, y llegaría a olvidar a los dioses, y entonces ellos desaparecerían como el polvo. Yo era superior porque había aprendido a ser yo mismo y a modelar el mundo a mi antojo, pero pese a todo seguía sin encontrar mi camino, no sabía porqué estaba allí. Raz me sonrió, me dijo que yo era más importante de lo que pensaba, que yo era una luz. En aquel momento no comprendí el sentido de sus palabras.

- Luxis (es así como me llamaba) debes saber que hay gente que vive la vida con el único objetivo de cambiar una mera cosa, una cosa que para nosotros carece en principio de importancia, pero que sin embargo a la larga es algo trascendental, comprendes.
- Creo que sí.

Recuerdo que un día me puse a meditar, y entonces tuve visiones, pero eran unas visiones desconocidas, vi a una mujer dar a luz, vi un bebé nacer y llorar, luego una luz, una fuerte luz, luego unas palabras vinieron a mi, "es la elegida". Desperté de mi visión y por alguna extraña razón sentí que había llegado la hora de marcharme, de este modo Chanti y Shen volvieron a buscarme, pero les dije que volvía a casa, que todo este tiempo había ido había buscado en los lugares equivocados, cuando la verdad estaba frente a mí. Pese a todo Chanti se ofreció a seguirme, no quería abandonarme puesto que Qui le mando que me protegiera con su vida, respeté su decisión.
Shen nos acercó hasta el continente, desembarcamos en Anlo, cerca del río Rin, paramos en varios pueblos, desde Essen, pasando por Bad Nauheim, por Aderbeg, hasta Plocni. Desde allí tomamos rumbo directo a Potedai.
Cuando llegamos todo estaba muy cambiado, aun más desde la última vez que la vi, pero seguía siendo tan hermosa como siempre. Esperaba encontrarme con Lila, era mi propósito, pero cuando llegué allí una mujer vieja me confesó tras muchos esfuerzos que Lila había muerto, enferma y sola. La mujer me dijo que había dejado algunas cosas y que no sabía que hacer con ella, porque Sara, la hija de Lila no estaba allí. Entonces le dije que me las diera a mí que yo sabría que hacer con ellas. En la posada en la que dormíamos me sentí hundida, sentí que había fallado que después de todo aquel tiempo volvería con Xena con las manos vacías y más confusa. Pero Chanti como siempre supo encontrar las palabras para reconfortarme, me dijo que me dejara llevar, que todo vendría a su tiempo. Entonces me puse a revisar todas las cosas que la vieja me había dado, algunas de las cosas eran de Lila, pero había cosas de mis padres. Nada me llamó la atención, excepto un cuadro, siempre me había gustado ese cuadro, era extraño, se trataba de una luz, una simple luz que parecía surgir de ninguna parte. Por instinto le di la vuelta y pude observar un trozo de pergamino arrugado en el pie del cuadro. Un poco intrigada lo cogí, había algo escrito, decía lo siguiente:

"Hija mía, si algún día lees esto será porque nosotros habremos muerto ya. Siempre tuve la esperanza de que no encontrases este pergamino, pero tu padre me ordenó que debía escribirlo. Sé que te encuentras perdida y buscas tu verdadero yo. Escúchame, tu nombre no es Gabrielle, sino Luxis. Tu verdadero padre te entregó a nosotros para que recibieras una educación honesta. Se que te dolerá saber que no eres nuestra hija, pero no sufras, tu eres un ser superior, eres una luz, en ti fue depositada la esperanza de todos los seres humanos y tu corazón es el más puro y bondadoso que existe en este mundo, pero debes saber que no perteneces a este tiempo, vienes de un futuro, eres una enviada de las estrellas. Tu padre te trajo aquí para protegerte del mal, él estaba muriendo, su mundo había sido destruido, pero logró salvarte y por eso ahora estás aquí. Tu padre nos reveló una profecía sobre ti, nos dijo que estaba escrito que estabas aquí para cambiar la historia, que solo tu conseguirías alcanzar ese poder. Quiero que vayas a casa, junto al gran roble está enterrado tu verdadero yo. Pese a todo no olvides que te quisimos como a nuestra propia hija, mas que a nuestras vidas."

Todo aquello me sorprendió tanto como supongo que os sorprenderá a los que leáis esto. Ahora estaba aun más confusa, todo aquello no tenía sentido. Supuse que sería mejor ir al roble y desenterrar mi verdadero yo, puesto que mi búsqueda estaba siendo ya demasiado larga y desesperante.
Mi casa estaba tan triste y solitaria como nunca lo había estado, todo era oscuridad y tenebrismo, inconscientemente unas lágrimas corrieron por mis mejillas. Me acerqué a aquel gran roble, donde Lila y yo solíamos escondernos cuando padre o madre nos buscaba para regañarnos. Era tan lindo, siempre había sentido una extraña atracción por él. No sabía por donde empezar, donde excavar, hasta que meditando durante algún tiempo junto al roble logré tener una visión de mis padres enterrando algo, justo a dos pasos de donde yo meditaba. Pensé en excavar, pero mi desesperación era tan grande, que con mi poder ordené a la tierra que se abriera justamente allí. Cuando abrí los ojos, allí estaba, una gran espada junto a un extraño traje de guerrero, ¿qué se supone que significaba eso, que yo era una guerrera?, ¿eso era todo?, me pregunté. Pero de pronto, algo más me llamó la atención, era un collar, de él pendía un diamante de cristal azul, un azul muy peculiar, similar al azul de los ojos de Xena. Al tocarlo una luz intensa salió de él, empezó a brillar con tanta fuerza que lo solté, me cegaba pero no tenía miedo. Un hombre salió de aquel rayo, era alto, de ojos verdes mar, como los mios y el cabello canoso. Él me habló.

- Hija mía, soy tu padre, tu verdadero padre. Seguramente tu no me reconozcas, pero ha llegado la hora de que sepas la verdad de todo. Dentro de cuatro mil años nacerá una niña, Luxis será su nombre. Ella será la elegida, y por ello siempre estará en peligro.
- Esa niña...
- Sí, eres tu.
- Pero ¿cómo es posible?, aún no he nacido.
- Si has nacido, pero para protegerte te mandamos al pasado y no sólo por ello, debes saber que sólo tu puedes acabar con Zafira, la mujer de la cual descenderán nuestros enemigos, los que acabarán con la justicia y nos someterán a una esclavitud eterna. Tú eres la elegida para acabar con ella.
- Pero yo, ¿dónde se supone que debo encontrarla?.
- La encontrarás, no te preocupes, todo a su tiempo. Pero debes tener cuidado, pues habrá personas que intentarán impedírtelo.
- ¿Cómo es posible que tú estés aquí, padre y madre dijeron que habías muerto?
- Sí, solo soy un espíritu que ha esperado todo este tiempo a que llegases, y debes saber que a partir de ahora nunca te abandonaré.
- ¿Y si mato a esa mujer, qué ocurrirá?.
- Cambiarás la historia, y podrás crecer como una joven normal.
- ¿Pero, y mis amigos, seguirán estando conmigo, y Xena?
- ¿Xena?, no sé quien es ella, pero no debes fiarte de nadie hija mía. Ahora debo irme.
- Pero, padre, necesito saber más, yo...

Antes de que pudiese saber más, la luz se disipó y el colgante dejó de brillar como por arte de magia. Me lo colgué al cuello y luego si cabe más confusa de lo que podía haber estado nunca fui vistiéndome con aquellas extrañas ropas. El traje consistía en una túnica blanca hasta las rodillas, luego una gran coraza plateada sobre los hombros que me tapaba el pecho y la espalda. También rodilleras y codilleras plateadas de una material muy extraño, un cinturón negro alrededor de la cintura, con un hermoso diamante en el centro, de color azabache. Las botas también eran extrañas como de hierro, plateadas como el resto del traje, me llegaban hasta un poco por debajo de las rodillas. Pese a todo lo que más me sorprendió era el casco, consistía en una corona, con dos alas a los lados y un pico cubriéndome la frente. Luego llevaba una espada especial, muy ligera, con una empuñadura labrada en plata, realmente preciosa. Al cogerla miles de visiones me asaltaron, hombre y mujeres ardiendo, fuego por todos lados, los lamentos de los niños, fuego surcando el cielo, un cielo negro, es como si de pronto me hubiera transportado al centro de una batalla, la arena era ceniza, todo era oscuridad, ni el canto de un pájaro o un rayo de sol podía vislumbrarse en aquel fatídico lugar. Entonces le vi, al hombre que decía ser mi padre, vi como depositaba un bebé en una especie de cuna, mientras se marchaba a luchar, luchaba junto a una mujer, singularmente parecida a mi, supuse que sería mi madre, por como él la protegía. De pronto el bebe llora y mi madre se voltea hacia él, mi padre le hace un gesto para que me proteja, sé que ese bebé soy yo, ella se agacha y me sonríe. Miró aquella escena y me parece que voy a llorar, pero de pronto la cara de la niña se mancha de sangre, miro horrorizada y el cuerpo de mi madre cae a un lado, decapitada, lloró desconsolada. El hombre que la ha matado se acerca a mi, quiere matarme, lo veo en sus ojos, pero padre corre hacia mi y le mata antes de que pueda rozarme. Luego él se agacha, mira a madre, llora, me coge en brazos y sale corriendo, intento seguirle, pero no puedo moverme del lugar. Miro a mis manos y veo la espada brillando, la suelto y vuelvo a estar junto a aquel roble.

Después de aquella clara visión sobre mi nacimiento, comencé a vestirme, pues por alguna extraña razón sabía que aquel traje de guerrero era mío. Cuando terminé de colocarme cada una de las partes que conformaban aquel hermoso traje, me dirigí hacia la posada donde dormíamos, supuse que Chanti me estaría esperando preocupada y no me equivocaba. Entré por la puerta como lo hubiera hecho cualquiera, pero todo el mundo me miraba sorprendido, mientras antes había pasado totalmente desapercibida. Miré a algunos aldeanas y aldeanos y pude observar que me miraban con cierta admiración, como si yo fuera una diosa o algo parecido. Chanti se acercó tímidamente a mi, como temiendo que no fuera yo y me miraba detalladamente de arriba abajo.
Realmente debía estar imponente con aquel traje, por lo que no pude aguantar y tuve que mirarme en el espejo de la habitación, y entonces me di cuenta de que imponente era poco, aquel traje era tan original y tan extraño, además relucía como si fuera cristal, era realmente mágico, mi rostro, mis manos, mis piernas, se veían brillantes como la de los dioses, fue increíble verme de aquel modo vestida, sentí que tenía un poder inmenso en mis manos, miré la espada de nuevo, pero el temor a tener una nueva visión me hizo desistir de volver a cogerla. Sin embargo, no sólo tenía una espada, también llevaba mis sais, que cabían perfectamente en una ranuras de las botas que parecían estar justamente ahí para aquel fin. Con aquel traje me sentía protegida. Luego miré al colgante que brillaba también en mi pecho, lo atrapé entre mis manos y lo observé. Entonces volvió a aparecer aquel rayo de luz, y mi verdadero padre hizo acto de presencia.

- ¿Me llamaste, hija?.
- Padre, sólo toqué esto no...
- Cada vez que toques eso es como si me llamaras, pero no podré hablar contigo mucho, pues mi espíritu se hace débil y necesita descansar.
- Comprendo, ¿puedo hacerte una pregunta, padre?.
- Para eso estoy aquí, para contestar a tus preguntas.
- ¿De quien era este traje?.
- Fue hecho especialmente para ti, está hecho de un metal que nada puede traspasar. Es mágico, a medida que pase el tiempo descubrirás que esconde más sorpresas que las que deja ver. Ahora, si no tienes más preguntas debo marcharme, llámame cuando lo desees.
- Bien, gracias.
Y desapareció en un cerrar y abrir de ojos, luego de tener aquella conversación, llamé a Chanti, pues debía empezar a buscar a Xena, pues ya más o menos tenía claro mi origen y la razón por la que yo estaba en el mundo. A Chanti le agradó mucho la idea de que por fin iba a conocer a Xena. Supuse que debía empezar por ir al condado amazona, donde estaba Eve y seguramente ella sabría algo de su madre. Cuando llegamos allí, unas amazonas nos salieron al paso, instigándonos sobre quienes éramos y que hacíamos rondando por allí. En cuanto dije mi nombre se arrodillaron ante mi, ellas me dijeron que yo y Xena éramos todo una leyenda, unas increíbles mujeres que cambiaron las reglas del mundo, me enorgullecí por ello. Una de ellas me dijo que Eve estaría contenta de ver a su segunda madre, yo le sonreí.
- ¿Gabrielle?.
- Sí, soy yo, es que no me reconoces.
- Es que estás distinta, ¿y ese traje?. Hace tiempo que no te veía.
- He estado viajando, recorriendo mundo, pero supongo que tu madre te habrá hablado de ello.
- No, la verdad es que la ultima vez que estuvo aquí me dijo que estabas en Potedai, visitando a tu sobrina Sara.
- ¿Te dijo eso?
- Sí, aunque no lo dijo muy convencida.
- La verdad es que vengo de Potedai, pero hace a penas unos días que llegué allí. Busco a Xena, supuse que la encontraría aquí o que tu podrías decirme donde se encuentra.
- Como ya he dicho, estuvo aquí la ultima luna llena, de eso hace unos 15 días.
- ¿Te dijo a donde iba?
- Sí, se marcho hacia Frisias, dijo que allí la necesitaban en una escolta.
- ¿Una escolta?.
- Sí, parece ser que un oráculo le dijo a la reina que su vida corría peligro, por eso ha buscado una escolta con los mejores guerreros, y mi madre está entre ellos. ¿Por qué no vas tu también?, pagan bien.
- Lo pensaré, en todo caso será mejor que me marche ya, estoy deseando ver a Xena.
Después de tener aquella conversación con Eve y tras pasar la noche en territorio amazona, Chanti y yo pusimos rumbo hacia Frisias, en busca de Xena. Después de andar durante dos lunas llegamos a la famosa ciudad, donde el recibimiento fue algo brusco, pues nos interrogaron y nos cachearon en busca de armas, por supuesto nos quitaron nuestras armas, a Chanti la despojaron de su puñal y a mi de mis sais y mi espada. De todas formas, no me importó, pues podría defenderme tranquilamente sin armas, por lo que me sonreí, además pensé que era algo estúpido despojar a la gente de sus armas por temor a que asesinaran a su reina, pues con arma blanca no era la única forma de acabar muerto. Una vez dentro de la ciudad, buscamos posada, Chanti estaba cansada, y yo necesitaba un baño. Una vez que acabé mi relajante baño dejé a Chanti durmiendo mientras me dirigí al castillo para ofrecerme a defender a aquella reina. Cuando llegué a las puertas me sorprendí de ver a Hércules y a Iolus guardando las puertas, me pregunté si era tan importante aquella reina como para que dos héroes tan trascendentes estuvieran allí, o es que acaso pagaba mucho dinero a su escolta, de todas formas ni a Hércules ni a Iolus le importaban el dinero.

Antes de que me decidiera a saludar a los dos héroes algo me detuvo como un resorte, vi a Xena en una de las torres, como dando ordenes. Sonreí para adentro, como alegrándome de que Xena siguiera en el buen camino. Iba a llamarla, pero pensé que podía causar un mal entendido vociferando, así que me acerqué a la puerta de entrada. Antes de llegar vi a una mujer arrodillada ante un pequeño templo que se alzaba junto a la fortaleza, sentí curiosidad y miré distraídamente a la mujer. Respeté sus rezos y esperé a que acabase. La mujer hizo una última reverencia y se levantó, me miró con cara de extrañeza y me habló.
- ¿Hija, también vienes a rezar por nuestra reina?.
- No, vengo a defenderla señora, con mi espada.
- La reina Zafira te lo agradecerá.
Eso me bastó para saber que el destino siempre te juega malas pasadas, y sé que siempre he dicho que el destino lo labramos nosotros, pero cada vez creo más que el destino es tan arbitrario y tan malvado como cualquier Dios del Olimpo. Esto lo explicaba todo, aquí estaba yo, Gabrielle de Potedai, la que iba a enfrentarse a todos sus amigos para acabar con una mujer de la que supuestamente descendería una malvada estirpe. De todas formas, no lo hacía por venganza, ni por egoísmo, sino porque sabía que miles de personas habían puesto su esperanza en mi y ahora yo no podía defraudarles, era un mundo futuro el que dependía de un solo y simple acto que yo debía llevar acabo y no estaba dispuesta a fallar como había hecho otras veces. Estaba dispuesta a seguir con mi plan, entraría allí como la Gabrielle que todos conocen pero que no soy y que esconde otras intenciones.
- Eh, ¿así que vosotros sois los guardianes?, ¿Quién haya puesto su vida en vuestras manos debe de estar loco?.
- ¿Qué quieres?. ¿Nos conocemos?.- Me dijo Hércules mientras me inspeccionaba de arriba abajo.
- Así que ya no reconoces a una antigua amiga.
- ¿Gabrielle?, es Gabrielle. - Decía Iolus mientras se acercaba a mí para abrazarme.- No puedo creerlo, Xena nos dijo que estabas en Potedai, con tu sobrina Sara.
- Pues sí, pero he vuelto, me enteré de que estos dos viejos carcamales necesitaban ayuda.
- Eh, ¿a quién llamas viejo carcamal?. - Me dijo Hércules abrazándome también. La verdad es que los años no había hecho mellas en él, quizás porque era un semidiós se conservaba mejor, no podía decir lo mismo de Iolus, aunque a pesar de todo parecían tener la misma energía que hacía 28 años.
- Vamos, Xena debe tener unas ganas enormes de verte, además tú si que has cambiado, ¿de dónde has sacado ese traje y ese aspecto tan saludable?.
- ¿Debo tomarlo como un cumplido, Iolus?.
- Iolus deja de seducir a las jovencitas, ya no estás para esos trotes. Acompaña a Gaby, yo me quedaré aquí.
- Está bien, está bien.
La escena era algo cómica, aquellos dos hombres seguían llevándose muy bien, aunque Iolus se estaba convirtiendo en un regañón, no paró de sermonearme hasta que llegamos dentro de la estancia. Él me señaló a un lugar, y allí estaba Xena, seguía mandando a los guardias y seguía moviéndose de una lado a otro, estaba tan bella como siempre, incluso yo diría que aún más hermosa. Iolus la llamó, ella saludó con una mano, pero no pareció reconocerme, fue bajando las escaleras mientras ordenaba a quien se encontraba a su paso. Cuando llegó ante nosotros se me quedó mirando estupefacta, como si hubiera visto una fantasma, Iolus rompió aquella tensión, se disculpó diciendo que debía volver a su puesto.

- ¿Qué haces aquí?.- Me dijo con voz áspera.
- He venido a buscarte, te dije que volvería, recuerdas.
- No me haces falta, sabes de más que puedo arreglármelas sola.
- Creí que lo habías entendido, necesitaba tiem...
- Por Dios, Gabrielle, sabes la desesperación que sentí, no confiaste en mí, no me contaste lo que te pasaba, me prometiste que siempre estaríamos juntas y tu...
- Y estoy aquí, no pensaba marcharme para siempre, te lo dije, solo necesitaba estar sola un tiempo.- No pude reprimir unas lágrimas, pude sentir el dolor y el temor que Xena había sentido durante todo aquel tiempo, de pronto Xena se abalanzó y me abrazó tan fuerte, como si creyera que así podría retenerme para siempre.
- Te he echado tanto de menos, tanto, maldita seas, no vuelvas a hacerme esto nunca.- Mientras me decía esto había cogido mi rostro entre sus manos y me miraba con dulzura, como intentado con una mirada decirme todo lo que no podía decirme con la mirada. Me abrazó de nuevo y agarrandome del hombro tiró de mí para adentro de los aposentos.
- Supongo que tendrás hambre y sueño. Estarás cansada.
- No, la verdad es que hemos alquilado una habitación en una posada.
- ¿Hemos?.- Xena se paró y se me quedó mirando con un interrogante en su cara.
- Sí, me acompaña una chica, Chanti, es china.
- ¿Una chica china?, ¿Has estado en China?.
- Sí, ¿y sabes quien es el emperador ahora?.
- No.- Xena volvió a usar ese tono áspero, como si lo de que hubiera estado en China no le hubiese hecho gracia.
- El hijo de Li Qui, Shang.
- ¿Y esa chica...?
- Chanti, sí, ¿qué pasa con ella?.
- ¿Cómo la conociste?
- Oh, bueno Shang me la mandó para que me hiciera compañía en un viaje de exploración, para que no estuviera sola con tantos hombres, ya sabes.
- No, no sé.
- Quiero decir que no es lo mismo hablar con una mujer que con una hombre.
- Bueno, luego me hablarás más de tus viajes y de toda la gente que supongo que habrás conocido. Ahora, será mejor que conozcas a la reina, le diré que nos ayudarás a protegerla. Por cierto, tu nuevo atuendo es fantástico.- Me sonrió, era una sonrisa sincera, de las que había echado tanto de menos.
- Gracias.- Le dije devolviéndole la sonrisa.
Me encontraba frente a ella, la miré a los ojos, ella me sonrió dulcemente, era una mujer de unos 30 años, más o menos como Xena, rubia y de ojos celestes, no cabía duda de que era hermosa. Mi instinto nunca fallaba y esta vez me decía que la reina no era una mala persona, ¿por qué entonces tenía ella que pagar por el mal cometido por sus descendientes?, no era justo y yo no toleraba las injusticias, debía hablar cuanto antes con mi padre.
Después de conocer a la reina, y de hablar largo y tendido con ella, supe el por qué Xena, Hércules e Iolus se habían prestado a formar parte de su escolta, era una mujer bondadosa, buena, llena de encanto y ternura.
Cuando salí de la habitación, después de estar un buen rato hablando con ella, Xena me esperaba.

- Eh, ¿qué tal ha ido?.
- Bien, es una mujer increíble.
- Sí, verdad. Bueno, ¿tienes hambre?.
- No, la verdad es que la reina me invitó a comer con ella.
- Valla, eso quiere decir que le has caído muy bien. Pero supongo que tendrás tiempo para hablar con una vieja amiga.
- Bueno, estoy un poco cansada, pero haré una excepción.- Me reí, ella sonrió y me arrastró por los hombros a un patio que había tras el castillo, yo vigilaba todo, me fijaba en cada detalle, en cada guardia, en cada arma, absolutamente en todo lo que me daba tiempo.
- Bueno..., por donde piensas empezar.
- Dímelo tu. - Le respondí, mientras me hacía un gesto para que me sentara en el borde de una fuente.
- Pues empieza por contarme por qué te fuiste sin despedirte.- Me miró seriamente.
- Lo siento, es lo único que puedo decir, cometí un error, pero no me gustan las despedidas.
- A nadie le gustan, pero yo hubiera dado mi vida por verte por última vez.
- Yo también Xena, pero no he desaparecido, estoy aquí, ¿no? Y estamos juntas de nuevo.
- Sí. Dime ¿donde has andado todo este tiempo?.
- He viajado por muchos lugares, desde la India, hasta Mohusa, y he aprendido muchas cosas... sobre mí misma.
- ¿Mohusa?, ¿dónde está eso?
- Cerca de Britania, al norte, es una pequeña isla.
- Bueno, supongo que ahora no te volverás a ir así como así, ¿no?.
- Ni lo pienses, no te desharás tan rápidamente de mí. - De pronto noté la cercanía de una presencia, una presencia que acechaba tras unos arbustos.- Shhhhhhh.
- Ya lo he notado.- Me dijo Xena en voz baja, pero impresionada de que yo lo hubiese notado también, cuando antes no era capaz de distinguir una pisada ni a dos metros.- Has mejorado.

Lo que no esperaba Xena es que yo me levantara sin mediar palabra ni esperar sus ordenes. Me acerqué al arbusto tranquilamente y noté que había más de una persona, eran al menos tres o cuatro individuos. Me volví a mirar a Xena que me seguí lentamente de cerca. Entonces uno de los hombres, quizás por impaciencia, intentó traspasarme con su espada, que con un simple toque de mi mano se convirtió en polvo. Luego le toqué la frente con un dedo y se callo al suelo mientras su cuerpo comenzaba a arder, otro de los hombres fue a atacar a Xena que había desenvainado la espada y me miraba con total de extrañeza. Antes de que el hombre pudiera acercarse a ella, utilicé mi velocidad mental y me le arrebaté la espada sin que Xena ni el malhechor les diese tiempo a parpadear, luego le presione con el dedo índice en la espada y el malhechor quedo totalmente inmovilizado, Xena no dejaba de sorprenderse con todas mis nuevas cualidades. Para el último dejé lo mejor, quería que Xena viese todo lo que había aprendido, así que como por arte de magia me convertí en un tigre y corrí tras del hombre que me miraba con ojos de pánico, me eché encima de él y volví a adquirir mi estado normal.
- ¿Para quién trabajas?.- Le pregunté usando una técnica de presión mental provocada por una cadencia en la voz que hacía que el individuo se viera obligado a responder a mis preguntas con mansedumbre y que yo había aprendido de Rik.

- Soy como tu, un enviado de las estrellas, traidora.- Me extrañé de sus palabras, como sabía que yo...
- ¿Qué quieres decir con eso?.- le preguntó Xena.
- Suéltame, suéltame...
- Vete de aquí, este trabajo es mío y yo sabré llevarlo a cabo, no necesito ayuda y menos a pardillos como tu y esos, y no soy una traidora, solo soy una estratega.- Le dije mentalmente para que Xena no pudiese escuchar nada.
- Gabrielle, ten cuidado, se te va a escapar.
- Déjalo, es solo un pordiosero.
- Te has vuelto loca, no podemos dejar que se escape.- Xena intentó correr tras de él, pero yo la detuve.
- Xena, le seguiremos, siempre dos hay, el maestro y el aprendiz, y estoy segura de que este era el aprendiz.
- Quieres decir que nos llevará hasta el maestro.
- Exacto.
- No dejas de sorprenderme, ¿dónde demonios has aprendido a hacer todo eso?. Eso solo pueden hacerlo... ¡¡los dioses!!.- Xena me miró desconfiadamente.- Muéstrate, ¿quién eres?.
- No hay nada que mostrar, Xena, soy yo, pero he cambiado, en ningún momento llegué a ser un tigre, solo fue un engaño mental que yo misma provoqué.
- Y ¿por qué me afectaba también a mí?.
- Bueno, nadie es perfecto. ¿No confías en mí?. Ponme a prueba.
- ¿Por qué le puse Eve a mi hija?.
- Solan te lo propuso cuando bajamos al Tártaro.
- Está bien, te creo.
- Xena, ya te dije que aprendí mucho estando fuera, sólo quería que tu vieses mis nuevas cualidades, ahora estoy a tu altura, ¿sabes lo bien que se siente?.
- ¿Era eso?, ¿es por eso por lo que te marchaste?.
- No exactamente, esa fue una de las causas.
- ¿Cuál es la verdadera?.
- Quería saber quien era realmente.
- Creí que ya lo sabías, eres Gabrielle, la bardo de Potedai, la mujer que me hizo cambiar a lo que soy.
- No solo soy eso, Xena, ¿cuando dejarás de pensar solo en ti?.- Le pregunté irritada.
- Pero..., claro que no solo eres eso, eres mi amiga, eres...
- Déjalo Xena, tu no lo comprendes, no soy nada de eso, no soy ni una bardo, ni una guerrera, ni tu amiga.. yo soy...- Antes de que le pudiese rebelar a Xena mi verdadera identidad se oyó el grito de una mujer, era Zafira.
Xena me miró, luego corrió rápidamente hacia donde procedía el grito, yo utilice mi fuerza mental para transportarme hasta allí, así iría más rápido. Cuando llegué, dos segundos después, dos hombres armados la amenazaba, estaba apoyada en la pared, atrapada, entonces me acerqué a los hombres, ellos notaron mi presencia y se volvieron hacia mi.
- ¿Es ella?.
- Dark dijo que era ella.
- ¿De que habláis?.- les pregunté.
- Tu eres la elegida, Luxis.
- Así es, ¿qué pretendéis?.
- Lo mismo que tu, acabar con Zafira.- Entonces uno de ellos se acercó hasta la reina. Rápidamente le detuve.
- Escúchame, ella no es Zafira, ella no es...
- No te dejes engañar por las apariencias, es ella...
- ¿Por qué estáis tan seguros?, mi instinto me dice que nos equivocamos, estoy segura de que ella no es Zafira, al menos, no la que debemos matar.
- ¿Y tu, como lo sabes?
- Soy la elegida, ¿recuerdas?.
- ¿Qué está ocurriendo aquí?- Xena entró en escena, seguramente había odio parte de conversación por la cara de sospecha que traía.
- No te preocupes Xena, estos caballeros ya se marchan, ¿verdad?.- Les dije mirándolos fijamente.
- Estás segura de ello, debes comprobarlo, ella debe tener una señal, no íbamos a matarla sin estar seguros, ¿acaso no lo sabías?.
- No he sido bien informada.
- ¿De qué están hablando, Gabrielle?!!!.
- ¿Qué clase de señal es esa?.
- Un tatuaje en la piel, en el antebrazo.- El hombre me señaló el lugar adecuado.
Entonces me acerqué a la mujer para comprobarlo, ella parecía asustada. Xena corrió para detenerme pero los dos guerreros intentaron detenerla, aunque no lo consiguieron y antes de que pudiese acercarme más a la reina, Xena me detuvo con su mano.
- ¿Qué está ocurriendo aquí?
- Debemos comprobarlo.
- No me toques.
- No dejaré que la toques, detente Gabrielle, ella no tiene por qué pasar por esto.
- Es necesario, apártate Xena.
- No. Si quieres llegar a ella antes tendrás que pasar por encima mío.
- Bien, si eso es lo que quieres.- Comenzamos a luchar, pero ella no quería hacerme daño, ni yo a ella, se sorprendió de la fuerza que tenía y de la rapidez de mis movimientos. Para terminar con aquella ridícula pelea di una voltereta en el aire, me situé tras ella y le golpee con el dedo índice en la columna, dejándola inmóvil por unos segundos.

- ¿Por qué lo haces?, tu no eres Gabrielle.
- Comienzas a comprenderlo Xena.- Entonces desvié mi atención por un momento de Xena y me acerqué a la reina, intenté no asustarla, pero ella se revolvía y no dejaba que me acercara, así que la golpee y la deje inconsciente. Entonces le desnudé el antebrazo, pero allí no había nada, luego desnudé el antebrazo izquierdo y tampoco.
- ¿Estáis seguros de que dijo en el antebrazo?.- Le pregunté a los dos hombres.
- Sí.- Pudo contestar uno de ellos.
- En ese caso, os habéis equivocado, no hay señal alguna, esta no es la Zafira que buscamos.
- Pero... ¿entonces quien es...?
- Yo os lo diré, ella tiene una hija y también se llama Zafira. La reina la mantiene escondida para que no le hagan daño, ella sabe que la que está en peligro es su hija, eso fue lo que realmente le dijo el oráculo.
- No sé quien eres, ni que es lo que pretendes, pero si le tocas un pelo de la cabeza a esa niña te juro que acabaré contigo.- Me dijo Xena.
- Soy tu Gabrielle, pero también soy Luxis, no lo olvides. Vámonos.- Grité a los dos hombres que se levantaban doloridos, y me seguían.
Estaba muy confusa, Xena se movía de una lado para otro, intentando dar sentido a las palabras de Gabrielle ¿o debería decir de Luxis?, ¿Quién era aquella extraña y enigmática mujer, que aunque no podía negar que se parecía a Gabrielle y en cierto modo tenía su esencia, se hacía llamar Luxis y luchaba como un dios?. Y además trabajaba para el enemigo y sin ninguna referencia, si al menos le hubiera dado una explicación. Ahora solo tenía una cosa en mente, debía proteger a la niña de la reina.

Continuará....


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