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Discaimer: Los nombres relacionados a la serie Xena: Warrior Princess no son mios, esta historia es solo para entretener.

Para cualquier consulta o unos aplausos a esta direccion: Gabrielle_love_xena@lycos.es



CALLISTO, MI AMOR

Escrito por: Gabrielle

1ª parte


Por primera vez desde que decidiese compartir las aventuras de Xena, Gabrielle fue consciente del enorme daño que la granguerrera había causado durante su oscuro pasado.
La bardo conocía perfectamente ese lado tenebroso quedurante tantos años había dominado el alma de Xena. Sinembargo, el hecho de haber conocido personalmente a una delas víctimas de ese pasado la dejó tremendamente sorprendida y afectada.La fogata comenzaba a extinguirse y era una noche fría, Gabrielle se acurrucó inconscientemente bajo su manta.

Pronto amanecería y aún no había conseguido conciliar el sueño.

-¿Qué te pasa?, preguntó Xena.
-¿A qué te refieres?
-No has dejado de moverte durante toda la noche.
Los primeros rayos del sol atravesaban las copas de los árboles. Xena se puso en pie.
-Hoy desayunaremos pescado, dijo, y se alejó en dirección al río.
-Espera, dijo Gabrielle. Esa chica que conocimos hoy.......no he dejado de pensar en ella durante toda la noche. Siento lástima por ella.
-¿Lástima?, exclamó Xena volviendo sobre sus pasos. Callisto es una asesina Gabrielle. No lo olvides.
-Lamento tener que recordártelo Xena, pero esa chica es fruto de tu pasado.
-Escucha Gabrielle. Si pudiese hacer algo, lo que fuese, para cambiar mi pasado, lo haría, pero no puedo devolver a Callisto lo que le arrebaté. Ya viste que intenté disculparme ayer y queme ofrecí para ayudarla y pudiste comprobar su reacción.
Lamento tener que recordártelo (utilizando la misma expresión que la bardo hacía unos instantes, a Xena le dolió el comentario de su amiga), pero de no ser por mi habilidad en el combate a estas horas las dos estaríamos muertas.
-Ya lo sé, sólo digo que ella no es culpable de ser como es.
Se ha visto forzada a ello.
-Eso no es cierto Gabrielle. Del mismo modo, es como si yo tampoco aceptase que soy culpable de mi pasado. Como admitir que únicamente Cesar , Alti y Ares son los responsables de mis crímenes y eso no es cierto. Yo soy la mayor responsable de todo lo que ocurrió. Yo elegí el camino Gabrielle, no lo olvides, y Callisto ha elegido el suyo. La única diferencia es que yo tuve suerte y te encontré a ti y me ayudaste a abandonar mi lado oscuro.
-A eso me refiero Xena, quiero ayudarla a ella ahora.
-¡Acaso te has vuelto loca! Mira, creo que no razonas bien con el estómago vacío. Voy a pescar algo y continuaremos con esta conversación tras el desayuno, y diciendo esto se alejó en dirección al río sin permitir que Gabrielle pudiese mediar palabra.

Aunque las noches eran frías en aquella región, el sol calentaba terriblemente durante el día, por lo que, a pesar de ser tan temprano, ya comenzaba a hacer calor y Gabrielle se deshizo de la manta que aún cubría sus hombros. Decidió recoger la ropa y añadir algo de leña a la moribunda hoguera para poder preparar el pescado tan pronto llegase Xena.
Aquella maldita hoguera parecía haberse empeñado en no querer reavivar su llama. Parecía una tarea sencilla cuando lo hacía la guerrera, pero no lo era en absoluto. Tras varios intentos consiguió una aceptable hoguera y una preciosa sonrisa iluminó su angelical rostro. De repente sintió las manos en los hombros.

-Por los dioses, Xena. Nunca me acostumbraré a tu sigilo. Por favor, haz algo de ruido cuando te acerques a mí o conseguirás que algún día se me pare el corazón.
-Eso sería una verdadera lástima.

Una expresión de terror asomó al rostro de Gabrielle. Se giróy quedó paralizada al encontrarse cara a cara con Callisto, que sin mediar palabra golpeó en el rostro a Gabrielle que cayó inconsciente.

-Espero que tengas apetito porque he pescado dos buenas piezas, dijo Xena.
-Vaya, veo que por fin has aprendido a reavivar una hoguera.

El sexto sentido de Xena saltó como una alarma, algo no iba bien. La guerrera dejó caer los peces y desenvainó su espada . Uno de los pergaminos nuevos de Gabrielle estaba insertado en una rama y esta a su vez clavada en el suelo. Xena envainó su acero y leyó atemorizada.

“Veamos como reaccionas tu ante la pérdida de un ser querido, firmado: Callisto”.

Los celestes ojos de Xena se tornaron negros como el azabache. La sombra del odio que durante tanto tiempo dominó su alma hacía de nuevo acto de presencia. La expresión de horror y miedo en el rostro de Xena ante la idea de perder a su amiga, se tornó ahora en una expresión de odio y sed de sangre. Sangre de Callisto.

2ª parte


Callisto se había asegurado de dejar un rastro lo suficientemente claro como para que Xena las encontrase, pues deseaba que estuviese presente en el momento en que quitase la vida a Gabrielle, pero también se aseguró de que tardase en descubrir esas pistas, porque no quería que las encontrase demasiado pronto, quería que sufriese con la incertidumbre de si su amiga seguiría con vida.

En alguna cueva lo suficientemente alejada de Xena, estaba Gabrielle, atada de pies y manos. Callisto siempre la inmovilizaba de aquel modo cuando salía por alimento. La despiadada asesina regresó con un venado pequeño, pero suficiente para alimentar a las dos mujeres durante algunos días.
Hacía varias jornadas que viajaban juntas y aún no se habían dicho ni una sola palabra. Gabrielle no se atrevía a hablar por temor a la reacción de Callisto y ésta no sentía el menor interés por conversar con la Bardo.
Gabrielle sacó valor de donde pudo y preguntó:

-¿Por qué haces esto?
Callisto no contestó. Se limitó a desatarla y a encender un fuego para asar la carne de venado.
-¿Por qué?, insistió Gabrielle.

La asesina se giró bruscamente y atravesó a la Bardo con la mirada.

-Quiero que Xena sufra tanto como he sufrido yo y para ello es necesario que mueras. Ah, si, ya sé...... ya sé, tu eres inocente, pero mis padres también lo eran. No tengo nada contra ti, pero tengo que matarte. Así es la vida.

Callisto comenzó a preparar la carne para la comida. Durante unos instantes, ambas permanecieron en silencio.

-Xena tenía razón, susurró para sí Gabrielle.
-¿A qué te refieres?, interrogó Callisto amenazante.
-Esta mañana tuve una conversación con Xena sobre ti. Intenté convencerla de que tu sólo eres producto de su pasado, que no eres consciente de tu modo de actuar, el odio nubla tu mente y tu corazón, pero no eres mala y símplemente necesitas alguien que te saque de la oscuridad y te muestre el camino correcto. No eres malvada, sólo te han obligado a serlo, pero con ayuda....
-Jamás nadie me ha ayudado, interrumpió Callisto.
-Yo quiero hacerlo.
-¡Cierra la boca!, amenazó la guerrera.
-¿Es que no te das cuenta de que te han manipulado?. Te han robado la libertad de obra y pensamiento. ¿No ves que el pasado de Xena te ha obligado a ser como eres sin tu quererlo? ¿Tampoco ves que Ares te está manipulando?
Quiere que seas la nueva Xena, que sigas fabricando miles de Callistos con sed de sangre, sólo eres una víctima que.....

Gabrielle calló de repente. Callisto desenvainó su espada con tal velocidad que sólo un dios la habría visto venir. La asesina detuvo la afilada hoja a escasos milímetros de la garganta de la bardo.

-Di una sola palabra más y no esperaré a que llegue Xena para matarte.

3ª parte


No volvió a haber más conversación entre las dos. Transcurrieron varias jornadas y Callisto decidió abandonar aquella cueva.

-Es hora de moverse. Xena llegará aquí pronto y no quiero que nos encuentre....aún. El traslado fue como siempre. La asesina montaba su corcel negro, mientras que Gabrielle iba caminando unos metros detrás con las muñecas atadas por una cuerda cuyo otro extremo había anudado Callisto previamente a su montura.
El clima había cambiado en los últimos días y un cielo negro y amenazador se rasgaba una y otra vez iluminado por los relámpagos y estremecía la tierra con el rugido de sus truenos.
El único modo posible de abandonar aquella región era atravesando el río que contemplaban a lo lejos, a una jornada de camino. Callisto había acelerado la marcha, porque si las tormentas comenzaban, la crecida de las aguas sería enorme y el río sería imposible de vadear.

Callisto sabía que Xena no estaba lejos y que si no conseguían cruzar el río antes de las lluvias, la princesa guerrera le daría caza, por el contrario, si conseguían cruzarlo estaba segura de que para cuando Xena llegase al río, este ya sería imposible de cruzar y le sacarían varias jornadas de ventaja. El ritmo que imprimía Callisto era casi imposible de seguir por Gabrielle, que en tres ocasiones casi consecutivas acabó por los suelos. Con mucha dificultad consiguió ponerse en pie.

-¡Maldita estúpida!. Conseguirás que tardemos el doble de lo que deberíamos, exclamó Callisto y dio un tirón a la cuerda que ataba a Gabrielle haciéndola caer de nuevo.

La guerrera detuvo su caballo y continuó tirando de la cuerda hasta que el cuerpo de la bardo estuvo a su altura, luego con una sola mano izó a Gabrielle y la colocó sobre su silla de montar, delante de ella. A pesar de no ser una mujer corpulenta, la fuerza de Callisto era impresionante. Hacía tiempo que había comenzado a llover con fuerza y cuando llegaron al río, sus aguas habían crecido de manera considerable y el cauce se mostraba amenazador ante ellas.
Callisto no lo pensó dos veces y espoleó con fuerza a su caballo que saltó al agua. Gabrielle comenzó a temer por su vida. La guerrera la sujetaba por la cintura mientras ella se aferraba con todas sus energías al cuello del animal, pero la fuerza del agua era insoportable.

A pesar de la enorme dificultad que entrañaba, la pericia de Callisto era tal que ya habían recorrido la mitad del camino y la orilla se encontraba próxima. Fue una travesía larga y dura, pero finalmente consiguieron su objetivo, no fue fácil pero la asesina logró que el caballo alcanzase le orilla. Justo en el momento en que el corcel tuvo sus cuatro patas sobre tierra firme, Callisto tiró a Gabrielle de la silla de un empujón. La joven bardo cayó al suelo. La guerrera miraba a su alrededor tratando de orientarse en medio de la tormenta, cuando de repente un rayo alcanzó de lleno el árbol que tenían delante de ellas. El tronco cedió ante la violencia del relámpago y golpeó a Callisto que fue a parar al agua con la mala fortuna de que el tronco cayó sobre ella aprisionando su cuerpo. El impacto del tronco fue brutal y una segunda rama golpeó con fuerza sobre su cabeza dejando a la asesina semiinconsciente .

Gabrielle no lo pensó dos veces. Sabía que esa era su oportunidad. Subió con dificultad sobre el negro corcel y se alejó lo más deprisa que pudo. No había recorrido mucha distancia cuando se detuvo.

-No puedo dejarla allí, se dijo.

Obligó al caballo a girar sobre sí mismo y galopó de vuelta al río. Callisto intentaba liberarse, pero el peso del árbol era enorme, además la fuerza del río era tal que apenas podía moverse. El nivel de las aguas subía por momentos y Callisto ya sólo podía mantener la cara en la superficie, pero con mucha dificultad. Si Gabrielle no se daba prisa, en unos minutos todo habría terminado. La bardo tomó la cuerda que había servido para inmovilizarla a ella misma durante aquellos días y ató un extremo a la silla de montar, luego, sin pensarlo dos veces se introdujo en el río hasta la cintura y ató la soga al tronco lo mejor que pudo.

-¡Tira fuerte!, gritó al poderoso animal mientras golpeaba con su mano el lomo del caballo . El tronco empezó a moverse y el cuerpo de Callisto comenzó a liberarse. Gabrielle extendió su mano y tomó con fuerza la de Callisto. Mientras el tronco era arrastrado por la corriente río abajo las dos mujeres salían del agua. Ya había anochecido.


4ª parte


Los primeros rayos del sol asomaban en el horizonte y ambas dormían. El esfuerzo realizado la noche anterior las había dejado exhaustas. La primera en despertar fue Callisto, sentía grandes molestias en el pecho y en la cabeza, pero su resistencia al dolor era casi sobrehumana. Para cuando Gabrielle despertó, la guerrera llevaba un buen rato sentada, pensando. Se incorporó, saltó sobre su caballo y tendió una mano a Gabrielle.

-Sube, se limitó a decir.
La bella bardo hizo lo que se le pedía. La asesina espoleó con fuerza al caballo y se alejaron de allí. Tras media jornada cabalgando sin descanso, llegaron a una región montañosa que Callisto conocía a la perfección. Aquella zona estaba repleta de cuevas, una de las cuales era utilizada por la guerrera y sus hombres como campamento en muchas ocasiones. Nada más entrar en la cueva las dos mujeres saltaron del caballo. Callisto se sentó en el suelo y Gabrielle la imitó. La bardo no se atrevió a romper el silencio por miedo a enfurecer a la guerrera.

-¿Por qué? Se limitó a preguntar Callisto.
-Tu no lo sabes, pero eres buena y estoy empeñada en demostrarlo, a ti y al mundo entero.

La asesina no pudo aguantar más y se derrumbó. Dejó salir toda la tensión acumulada durante esos años, se abrazó a Gabrielle y rompió a llorar. Ese fue el momento más extraño que había vivido Gabrielle hasta entonces y también en los años venideros, a pesar de las muchas e impresionantes aventuras que aún le quedaban por vivir, jamás volvería a vivir algo igual. La mujer que tenía entre sus brazos, era junto con Xena el guerrero más poderoso sobre la faz de la tierra. Esa niña asustada que lloraba desconsolada sobre su pecho, podía acabar fácilmente con todo ejército sin ayuda de nadie. Esa mezcla de poder y debilidad que mostraba ahora Callisto despertaba en Gabrielle una sensación imposible de describir. Callisto se recuperó y se separó de Gabrielle.

-Fíjate, estamos hechas un asco. Urge un baño.

La bardo ni siquiera se había percatado, pero era cierto, Estaban cubiertas de barro seco de pies a cabeza. La cueva era relativamente acogedora. Había sillas, mesas, una cama y unos cuantos barreños útiles para bañarse. Callisto trajo agua y encendió un fuego para calentarla. Gabrielle no salía de su asombro...¡Callisto le estaba preparando el baño!

-Avísame cuando termines, dijo la guerrera.

Al cabo de un buen rato, la bardo apareció con un vestido de seda blanco, seguramente fruto del botín de un saqueo llevado a cabo por su ejército.

-Es mi turno, exclamó Callisto y sin ningún pudor se desprendió de toda su ropa mostrándose completamente desnuda ante Gabrielle. Era la segunda vez en su vida que la joven de Potedaia se sentía lasciva ante una mujer. Aquella ocasión fue Xena la causante de ese sentimiento, pero la bardo ignoró ese calor y pensó que no podía ser, que ella no podía sentirse atraída por otra mujer. No había vuelto a pensar en ello hasta ahora. Sin embargo esta vez se dio cuenta de que no era algo accidental, se sentía atraída de verdad. Cerró los ojos y volvió a luchar contra ese sentimiento sin conseguirlo. Callisto se retiró para tomar su baño.

Gabrielle decidió recostarse sobre la única cama existente en la gruta. Se encontraba tan cansada que se quedó dormida sin apenas darse cuenta. Fue extraño, pero notó una sensación indescriptible y se despertó. Abrió los ojos y allí estaba la rubia guerrera cubriendo su húmedo cuerpo con una bata de lino, observando a la bardo.

-¿Qué miras?
-A ti Gabrielle. Te miro del mismo modo en el que miraste tu antes, cuando me desnudé ante ti.

La joven no supo que contestar. Callisto no dijo nada más, se limitó a desprenderse de la bata que cayó hasta sus pies.
Gabrielle quedó prendada. Nunca había visto un cuerpo semejante. Pensó que Afrodita no podía comparar su belleza con la de aquella mujer que se mostraba desnuda ante ella por segunda vez en el mismo día. El cuerpo de la guerrera era espectacular. La piel clara y brillante por las gotas de agua que aún resbalaban por ella era una tentación.
Los músculos con la textura del marmol pedían a gritos un par de manos expertas que los acariciasen. Aquel cuerpo no tenía ni un solo defecto. El vientre plano, con unos magníficamente bien definidos músculos abdominales, los muslos tan perfectosque parecían haber sido esculpidos en alabastro y la ausencia de vello en toda su anatomía era una visión que habría enloquecido a cualquier mortal y a la mayoría de dioses y diosas del Olimpo.

Callisto comenzó a avanzar en dirección a la cama mientras la joven de Potedaia estaba paralizada, pero no de miedo sino de excitación. La guerrera alcanzó el lecho y subió a él. Lentamente se tumbó de costado al lado de Gabrielle y sutilmente abrió el vestido de la bardo que se dejó hacer. Callisto comenzó a acariciar el rostro de Gabrielle, muy despacio, colocó la palma de la mano sobre su frente y comenzó a bajar lentamente rozando sus párpados semicerrados, introduciendo levemente los dedos entre los labios entreabiertos de Gabrielle, descendiendo por la barbilla y apenas rozando el cuello que días atrás estuvo a punto de seccionar con su mortal espada. Luego, en un movimiento apenas perceptible giró la mano y con el dorso comenzó a rozar los senos de la bardo, cuyos pezones se erigían ahora firmes y brillantes como un iceberg. Pasaron los minutos y ambos cuerpos estaban unidos en una fusión perfecta. Caricia por caricia, beso por beso. Ambas reinventaron el término amor, porque aquella noche, el cariño, la pasión, el deseo, durante horas interminables de cansancio, sudor y olvido, los sentidos se multiplicaron por mil y en el Olimpo hasta el mismísimo Eros lloró al contemplar el amor en su estado más sublime, puro y absoluto.


5ª parte


Pasaron los días y las dos rubias mujeres compartían una existencia en común perfecta. Gabrielle incluso había olvidado como había comenzado todo y los motivos que la habían llevado hasta aquella gruta.
Con el paso del tiempo, Gabrielle sin apenas proponérselo, fue cambiando el alma de la asesina que había comenzado a olvidar y a arrancar de su corazón el eterno odio y sed de venganza que lo habían habitado hasta entonces y una noche ocurrió... Gabrielle acariciaba el vientre desnudo de Callisto. La guerrera comenzó a hablar.

-Mi amor, quiero que nos vayamos lejos de aquí. Quiero enterrar de una vez por todas tanto dolor, tanto odio.
Huyamos. Dejemos Grecia atrás.
-Callisto........yo........no...
-¿Qué ocurre?
-No es tan sencillo. Me atan demasiadas cosas a Grecia.
-¿Tan importante es para ti esta tierra?
-No es eso....verás......es..
-Dilo de una vez, comenzó a impacientarse la guerrera.
-Por un lado está Xena. Callisto se incorporó de la cama.
-¿Qué ocurre con ella?
-No puedo irme de aquí sin decirle a ella que estoy bien. No puedo desaparecer de ese modo y dejarla vivir con la incertidumbre de mi posible muerte a tus manos.
-Escucha, yo he dejado pistas y aunque no lo hubiese hecho, Xena es la mejor rastreadora del mundo, puedes estar segura de que encontrará este lugar. Podemos dejarle un pergamino contándole lo ocurrido y.....
-De todos modos no creo que lo entendiese. No quiero causarle dolor.....y por otro lado.......
-¿Qué?
-Verás......estoy...........prometida en matrimonio. Mi familia hace tiempo que pactó mis nupcias con un joven de Potedaia. A mí no me gustó que me impusiesen eso y a él tampoco pero sé que con el tiempo él aprendió a amarme y ahora me adora.
-¿Y tu a él?
-La verdad es que no es amor lo que siento por él, pero he aprendido a quererle como a un hermano y .....verás el es soldado y pronto regresará a Potedaia, sé que si rechazo casarme con él volverá a la guerra y no puedo permitir que le hagan daño. Aprecio demasiado a Pérdicas
-¿Y eso en qué lugar me coloca a mí?. Me rechazas para unirte a él
-Yo....
-Sólo quiero un sí o un no. ¿Vendrás conmigo?
-No puedo.

Callisto se incorporó de un salto y comenzó a vestirse. Hacía varios días que no se colocaba sus ropas de cuero. Luego, se calzó las botas y ciñó su espada, como sólo ella sabía hacerlo.

-¿Dónde vas?, preguntó Gabrielle.
-Te lo he dicho. Es tu última oportunidad ¿Me acompañas?
-No puedo.
-Lo sabía. De nuevo la vida se vuelve en mi contra. El amor es una sucia patraña, sólo la guerra me da satisfacciones. Todo lo que me contaste sobre renunciar a mi lado oscuro, sobre recuperar mi vida y lo que me fue arrebatado. Todo un sarta de mentiras. Me has dado amor, para arrebatármelo de nuevo como Xena hizo con mis padres. Tu eres aún peor que ella.

-Callisto, yo....
-Calla. No tientes tu suerte.
-Me voy, pero puedes estar segura de que la Callisto que creó Xena no es nada comparada con la que has creado tú con tus embustes.

Callisto montó sobre su negro corcel, giró un instante la cabeza y dijo:
-Te juro que no permitiré que nadie más te posea a partir de ahora. Nadie te amará y tu no alcanzarás jamás la felicidad al lado de otra persona. Lo juro, sentenció, y se alejó.
Gabrielle se quedó sola, sollozando. Se tumbó en el suelo y permaneció sin moverse con su llanto durante horas.
Una luz iluminó la entrada de la gruta y llegó a los párpados de la llorosa joven que abrío los ojos, enrojecidos y doloridos por horas de desconsolado llanto. La amenazante sombra bailaba y se tornaba demoníaca con el movimiento del fuego de la antorcha que portaba su dueña.

-Dioses. ¿Estás bien?

Gabrielle se sintió reconfortada por la voz que tantas veces había escuchado. Se incorporó y al ver el rostro de Xena sintió alivió.

-¿Qué ha ocurrido?

La bella bardo estuvo por un instante tentada a contarle todo lo sucedido, pero se limitó a abrazar con fuerza a su amiga, que hizo lo mismo. Nunca nadie sabría lo que había sucedido allí durante aquellos días.


6ª parte

Los meses posteriores al secuestro transcurrieron de un modo extraño, fundamentalmente para Xena que no conseguía que su compañera recuperase su alegría, su vitalidad y su frescura. La guerrera pensaba que la tristeza que sumía a su joven amiga era fruto de aquella experiencia traumática y que tardaría tiempo en recuperarse de aquellos “horribles” días que vivió durante su cautiverio. Luego aconteció la batalla entre Xena y Callisto que terminó con la derrota y posterior encarcelamiento de la rubia asesina.

Xena creyó que sería beneficioso para Gabrielle pasar unos días al lado de su familia, por lo que le propuso ir a Potedaia. A la bardo le pareció una buena idea, añoraba a sus seres queridos. Lo que Gabrielle no imaginó es que su estancia en Potedaia, coincidiría en el tiempo con el inesperado regreso de Pérdicas de la guerra. Los acontecimientos se sucedieron de un modo vertiginoso. La petición de mano por parte del muchacho, el sí de Gabrielle, la tristeza de Xena por la próxima separación de su “amiga” y la preparación de la ceremonia. Xena quería alejarse de allí unas horas, pues ese ambiente de “festividad” la agobiaba. Una tarde mintió a Gabrielle:

-Debo salir durante esta noche. Tengo algo que hacer, Regresaré mañana.

Lo único que quería era alejarse de allí. Cabalgó durante horas hasta que llegó a un pueblo que no conocía y del que ni siquiera preguntó su nombre. Se acercó hasta la cantina y entró. Lo que ocurrió entonces era algo a lo que la guerrera ya estaba acostumbrada. Los cuchicheos, los movimientos esquivos de los presentes, las miradas de miedo. Todo el mundo sabía quién era ella y eso provocaba reacciones por de todo tipo. A pesar de estar habituada a estas situaciones, esta vez era distinto. Xena sabía que algo ocurría.

Se acercó a la barra y preguntó al hombre fornido que se encontraba más próxima a ella:
-¿Sobre qué estáis murmurando?
-No se a que te refieres, contestó visiblemente nervioso.
Xena sacó la daga que escondía entre los pechos y la colocó sobre la garganta del asustado individuo.
-Es.......Callisto

Una mueca de sorpresa asomó al rostro de la mujer
-¿Qué ocurre con ella?
-¿Nnnno....lo....ssssabes?
-¿Qué?
-Ha huido de la prisión
Xena le soltó, salió fuera, montó sobre Argo y se alejó de allí.


7ª parte (Y desenlace)

A la mañana siguiente Gabrielle estaba en su cuarto. Sus amigas la ayudaban a vestirse. Cuando terminaron, la novia
estaba radiante. Una sombra de melancolía cubría parte del rostro (y del corazón) de la bardo, pero en el fondo estaba feliz. En ese mismo momento, Xena se devanaba los sesos intentando deducir cuál sería el próximo paso de Callisto y cuando volvería a atacar. De repente apareció Gabrielle, con su sencillo vestido y esa corona de flores que adornaba su frente. Qué afortunado es Pérdicas, pensó. Gabrielle nunca supondría que cuando ella se sintió atraída por Xena, a la guerrera le sucedió lo mismo. Xena amaba a la bardo, pero ese era su secreto y moriría con él.
La ceremonia se inició y Xena no había llegado. Gabrielle estaba extrañada. No pensó que su amiga llegaría tarde en un momento como ese. Todo sucedió como estaba previsto. La ceremonia concluyó y entonces sucedió lo inesperado. Los cascos del caballo retumbaban sobre aquél duro terreno.

-Llegas demasiado tarde Xena. No te lo perdonaré, pensó Gabrielle. La bardo se volvió y la vio allí, hermosa y salvaje.
Callisto saltó de su corcel y desenvainó la espada. Xena pudo contemplar la escena a lo lejos. Espoleó con fuerza a Argo, pero sólo pudo llegar a tiempo de ver como la asesina hundía sin compasión su acero en el cuerpo de Pérdicas que caía al suelo sin vida. Gabrielle se arrodilló sobre el cuerpo inerte de su marido.
Callisto se agachó y le susurró al oído:

-He venido a cumplir mi juramento, mi amor. No dejaré que nadie más te posea. Si no eres mía, no serás de nadie.
Diciendo esto, montó sobre su caballo y se alejó.

Xena salto de Argo y se acercó a su amiga. Comprobó el pulso de Pérdicas y no supo qué más hacer.
Pasó un largo y tenso instante y Xena dijo:

-Maldita perra. La muerte de Pérdicas, tu dolor de viuda, y todo lo ha hecho para vengarse de mí.
-Por supuesto Xena. ¿Qué otro motivo podría tener?

FIN


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