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Disclaimer: Esta historia está basada en los personajes de Xena: Warrior Princess, propiedad de Universal Studios y de Renaissance pictures. El contexto es mío. Cualquier opinión o comentario envíalos a luxqfi@yahoo.com

Advertencia: Esta historia habla del amor entre dos mujeres y describe escenas de sexo lésbico, si por cualquier razón esto no va contigo o eres menor de edad busca algo más en que entretenerte


ESPEJISMO.

Por Lux.

Xena estaba agotada, todo el cuerpo le dolía tremendamente, la batalla había sido dura y sangrienta, pero ahora ya todo había terminado, Elena estaba viva y Troya era libre, cualquiera lo consideraría un día grandioso, cualquiera menos ella que viendo a Gabrielle pasar tanto tiempo en compañía de Perdicas se dejaba arrastrar por una mezcla de celos y tristeza, sentimientos que hacían que perdiera el interés por todo, había decidido que lo mejor sería marcharse de inmediato, ya fuera que Gab decidiera seguir con ella o no; en eso estaba cuando sintió la presencia de alguien detrás de ella:

Y sin darle tiempo a contestar, salió de la habitación dejando a la guerrera con una sensación de vacío dentro de ella "¿Darle una oportunidad a Gabrielle?, si creo que sería justo, aunque en ello se me vaya el alma", pensó para sí la guerrera, que aún no se atrevía a aceptar lo que realmente sentía por la bardo. Y tras desensillar a Argo de nuevo salió del establo para comunicarle su decisión a la rubia, que como en los últimos días, estaba con Perdicas, Xena no pudo evitar sentir una punzada de celos crecer en su interior:

Se dio la media vuelta y se alejó dejando a la bardo un poco desconcertada ante tal acto, Xena no deseaba que la rubia viera su frustración y su enojo ante la alegría que ésta había manifestado al enterarse de que se quedarían, de pronto fue plenamente conciente del dolor que le inducían los celos ante la perspectiva de ver a Gabrielle en brazos de alguien que no fuera ella, trató de tranquilizarse a sí misma diciéndose que si no se atrevía a declarar lo que sentía por ella, tampoco debería ser egoísta al impedir que Gabrielle fuera feliz, por el contrarío debía estar agradecida de que Perdicas la amara realmente – aunque no tanto como ella misma la amaba – y por ello decidió dejar todo ese asunto en manos del destino, éste se encargaría de ponerlo todo en su lugar. Se dirigió a buscar a Elena para comunicarle que había aceptado ayudarla.

Acercándose a la ventana pudo ver a su rubia acompañante hablando con el soldado:

Y sin previo aviso levantó a la bardo en un caluroso abrazo, Xena al ver tal demostración de afecto sólo pudo dudar de haber tomado la decisión correcta.

Aquella primera noche en Troya fue un verdadero martirio para la morena guerrera, no podía conciliar el sueño, dando vueltas en la cama como desesperada se cuestionaba una y otra vez lo acertado de la decisión de quedarse, se tranquilizó un poco al enfocar la vista en Gabrielle y verla dormir apaciblemente con una sonrisa dibujada en el rostro, quizá por la mañana pudiera ver las cosas desde un mejor ángulo.

Xena despertó al sentir movimiento en la cama contigua a la suya, lentamente abrió los ojos para ver a la bardo aún acostada pero despierta, podía ver la felicidad reflejada en su rostro y no pudo evitar que su mirada se ensombreciera por brevisimos instantes, recuperando el control cuando la rubia se volteo para verla de frente

La tristeza y el dolor se reflejaban en la mirada de la morena, aquello significaba que probablemente perdería al amor de su vida, pero no deseaba arrebatarle la felicidad, tan concentrada estaba en esto que no fue capaz de ver la incertidumbre y el dolor en los ojos de la bardo, quien pensaba que aceptar lo que Perdicas le ofrecía era mejor que exponer sus sentimientos y arriesgarse a perder para siempre a Xena. Se separaron y se dirigieron a lo que sería el comienzo de una nueva etapa en sus vidas, o tal vez el comienzo de una nueva vida, la cual sería muy poco probable que compartieran como hasta ahora.

Después del desayuno Xena se presentó ante Elena para comenzar con su labor, le planteó lo que pensaba hacer y con su aprobación y apoyo comenzó la ardua tarea de reconstruir Troya a la cabeza de su ejercito y de su gente.

Como era su costumbre Gabrielle se mostró entusiasta para ayudar, sólo que ahora existía la pequeña variante de que no lo hacía al lado de Xena, sino de Perdicas, parecía querer demostrarse a sí misma que podía permanecer lejos de la guerrera, que era capaz de sacarla de sus pensamientos para no torturarse con la idea de amarla sin ser correspondida, sabía que por más doloroso que fuese tenía que aceptar que quizá la guerrera no la amara nunca como ella esperaba, por ello había tomado la decisión de apartarse poco a poco de ella, de abandonarse a la idea de una vida compartida con Perdicas, pero aún así la morena siempre estaba en sus pensamientos, compartiendo con ella cada momento del día; lo que la rubia ignoraba es que Xena tenía los mismos sentimientos encontrados, por un lado deseaba ver a la bardo completamente feliz, pero por el otro sólo deseaba que alcanzara dicha felicidad a su lado, cosa casi imposible ante la negativa de la morena de abrir su corazón y permitir que la bardo supiera cuanto la amaba, el miedo a perderla por completo era más grande que el poco valor que reunía para sincerarse con la rubia, lo había intentado en varias ocasiones y el resultado siempre era el mismo, no podía ni siquiera abrir la boca.

El tiempo comenzó a correr rápidamente y como era de suponerse Gabrielle cada día pasaba más y más tiempo con Perdicas, situación que empujo a Xena a meterse de lleno en su trabajo y por otro lado a pasar más tiempo en compañía de Elena, la cual veía con agrado – quizá demasiado – el acercamiento de la guerrera, disfrutaba de su compañía y se interesaba por su bienestar, cosa que tomaba desprevenida a Xena, ella sólo estaba acostumbrada a recibir ese trato por parte de la bardo, sin embargo ahora que ya casi no se veían comenzaba a relajarse y a disfrutar de la compañía y atenciones de la soberana, permitiéndole que poco a poco se adentrara y formara parte de su vida cotidiana.

Xena resentía el alejamiento de Gabrielle, pero se decía a sí misma que era mejor así, que probablemente ella estaría mejor al lado de Perdicas que al suyo, sabía perfectamente que mantenerse cerca de ella era como un imán para el peligro y la muerte y ella simplemente no estaba dispuesta a arriesgar la preciosa vida del ser que más amaba sobre la faz de la tierra, prefería alejarse de ella antes que lastimarla de cualquier forma, con esto en mente y ante el hecho de que Gabrielle parecía arreglárselas bastante bien sin su compañía, optó por dejar que la vida siguiera su curso natural, por primera vez en su vida evitaría ir al encuentro de su destino, en esta ocasión dejaría que este le alcanzara por sí solo.

Bajo su firme dirección Troya pronto comenzó a ser de nuevo la que era antes, el pueblo estaba sumamente agradecido para con la guerrera, ella les había dado una nueva vida libre y satisfactoria, les había enseñado a ver las cosas desde un mejor punto de vista, más positivo; al ver tal progreso Elena se sentía cada vez más orgullosa de la guerrera, le fascinaba saberla a su lado, tenerla cerca, sí, había llegado el momento de reconocerlo, se había enamorado de Xena, pero aún no era tiempo de decírselo, esperaría a que llegara el momento oportuno, sabía que si era paciente, lograría un mejor resultado.

Ajena a todo lo que ocurría con Xena y con Elena, Gabrielle sólo podía pensar en su relación con Perdicas, la cual se fortalecía a cada instante, sabía que había hecho mal al darle esperanzas, en no atreverse a reconocer públicamente su amor por Xena, pero ahora ya no podía dar marcha atrás, creía que de esa forma todo sería mejor para todos, nadie saldría herido – a excepción de ella misma claro – y de una u otra forma encontrarían la forma de ser felices; tan ensimismada estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta de la presencia de Perdicas hasta que este se colocó detrás de ella y la abrazó por la cintura, ella no pudo evitar tensarse ante la íntima caricia

Perdicas no cabía en si de la alegría y el orgullo, esa flor maravillosa llamada Gabrielle pronto se convertiría en su esposa y el dedicaría cada segundo de su vida a hacerla feliz, sin poder contenerse la tomó entre sus brazos y la besó apasionadamente, a lo cual hubo poca respuesta de la bardo, sin embargo él no dejo que esto le preocupara, se convenció a sí mismo de que tal falta de entusiasmo por parte de ella se debía a la sorpresa.

En contra de su reciente costumbre, Gabrielle se encontraba despierta aguardando a que Xena llegara a la habitación que compartían, los nervios se habían apoderado de ella y sentía que el dolor y la desesperanza la invadían ante lo que tenía que decirle a la morena, sabía que el haber aceptado a Perdicas le causaría dolor a su compañera y mejor amiga, pero no sería nada ante el suyo propio, maldecía su eterna cobardía y debilidad de carácter que le habían impedido sincerarse con la guerrera, ahora estaba segura de que la perdería para siempre, y lo que más la atormentaba era que todo absolutamente todo era culpa suya; aún no había reunido el valor suficiente cuando Xena entró en la habitación, la miró a los ojos y enseguida supo que algo andaba mal, Gabrielle supo que tenía que decírselo de inmediato, no tenía escapatoria:

Dicho esto se acercó para abrazar al amor de su vida, Gabrielle busco sus ojos para perderse en su azul intensidad y de pronto pudo ver que una sombra de infinita tristeza los cubría, para enseguida ser sustituida por una fingida alegría que la guerrera estaba muy lejos de experimentar

Esa noche ninguna de las dos pudo dormir, ambas sentían el mismo vacío por dentro pero no se atrevían a decir nada, estaban dolorosamente concientes de que todo había cambiado y nunca volvería a ser como antes. El dolor podía sentirse inundando la habitación.

El día transcurrió lento y pesado para ambas, por fin llegó el atardecer, momento que había sido elegido por Perdicas para anunciar su compromiso con Gabrielle, la encargada de hacerlo oficial sería Elena, todo en la plaza principal frente el castillo era fiesta y bullicio, sólo se obtuvo silencio cuando Elena salió al balcón que daba a la plaza acompañada por Perdicas y Gabrielle uno a cada lado suyo, al ver a su soberana salir a hablarles toda la gente prestó atención, y Elena comenzó su discurso:

" Hoy, como legítima monarca de Troya, se me ha encomendado una misión especial, la cual me llena de orgullo y de alegría, este día ha sido escogido para anunciar el compromiso entre Perdicas general del ejercito troyano y Gabrielle de Poteida, ellos han aceptado unir sus vidas con base en el amor que se profesan, la boda se realizará en dos semanas"

Al escuchar aquello toda la gente reunida en la plaza estalló en vítores hacia la pareja, ambos eran muy apreciados en la ciudad y la noticia de su boda era bien recibida, pero no todos podían sentirse felices, entre la multitud había alguien que había sufrido con la noticia, Xena no podía compartir la alegría de los demás cuando su alma se desgarraba por dentro, tratando de ocultar su malestar entró al castillo y se dirigió hacia el balcón donde estaban reunidos, una vez allí hizo lo que se esperaba de ella; delante de Elena y de la gente reunida en la plaza dio sus felicitaciones a la pareja, acto seguido dio la media vuelta y se fue dejando a Gabrielle con la certeza de que en ese preciso instante su vida había terminado, de que al tomar la decisión de casarse había perdido para siempre lo que más amaba, unos instantes después se oían los cascos de un caballo y todos pudieron ver como la guerrera se alejaba cabalgando en su imponente yegua.

Al caer la noche se había organizado una pequeña fiesta para celebrar el compromiso de Perdicas y Gabrielle, todos comían y bebían sin medida y se mostraban sumamente alegres, todos menos la novia, quien mostraba cierta tristeza en el rostro, pero aún así trataba de sonreír y verse animada.

Dentro del castillo Elena meditaba sobre lo ocurrido esa tarde, sabía el daño que aquellos acontecimientos habían causado en Xena, pero también sabía que aquella era la oportunidad que había estado esperando para acercarse más a ella, la guerrera ahora estaba vulnerable y dolida, así que no le sería difícil a ella acercársele aún más, estrechando su relación hasta que llegara el momento de confesarle sus sentimientos por ella, sin poder evitarlo agradeció a los dioses el que hubieran orillado a Gabrielle a tomar la decisión de unirse a Perdicas.

Xena regresó de su cabalgata ya muy entrada la noche, al entrar en la habitación vio que Gabrielle dormía profundamente aunque por la expresión de su rostro sabía que algo estaba perturbando su sueño, durante un segundo sintió el irrefrenable impulso de abrazarla como otras tantas veces anteriores para tranquilizarla, sin embargo se contuvo ante la justificación de que ya no sería necesario hacerlo, ahora había alguien más que lo haría por ella, con la desazón anidada en la boca del estómago se recostó en su cama dispuesta a pasar otra noche en vela sufriendo por la pérdida de Gabrielle, para atenuar su sufrimiento pensó que sería mejor pedir a Elena que le diera otra habitación con el pretexto de dejarle el espacio libre a la bardo, sin duda lo necesitaría con los preparativos de la boda.

Las dos semanas siguientes transcurrieron en un agitado torbellino de actividades y preparativos para Gabrielle, había tenido que repartir todo su tiempo entre organizar la boda y continuar con su labor en la ciudad, eso le había permitido agotarse al máximo y caer rendida por las noches, evitando así pensar en Xena y en lo que sentía por ella, ahora en la noche antes del día de la boda se encontraba sola en la gran habitación que había compartido con la guerrera meditando acerca del día de mañana y de cómo transformaría su vida por completo, se encontraba asustada ante la idea de que una vez que diera el si definitivo, estaría cortando de una buena vez y de un solo tajo todo lo que la mantenía unida a Xena, sería el momento que tanto había temido que llegase.

Mientras tanto en esas dos semanas Xena había trabajado de sol a sol, durmiendo apenas unas cuantas horas, permitiendo que el cansancio se apoderara de ella para evitar que el dolor la inundara por completo y le hiciera cometer alguna locura de la que luego se arrepentiría, Elena había accedido a darle una habitación para ella sola y solía visitarla con frecuencia, a menudo la esperaba despierta a que regresara y solían conversar un rato, aunque claro, nunca sería lo mismo que con Gabrielle, ahora a tan solo unas horas de que su desgracia se consumase, sólo podía pensar en la bardo y evocar todos los recuerdos de los momentos que habían vivido juntas, pensó que quizá lo mejor sería no asistir a la boda pero sin duda todos y en especial Gabrielle contaban con su presencia, sería el más grande sacrificio de amor que haría por ella.

Finalmente amaneció y el nuevo día trajo consigo una nueva ola de expectación y nerviosismo, ya todo estaba preparado para la boda y la gran fiesta que se celebraría, sólo faltaba afinar detalles. A medio día y sin saber por qué Xena fue en busca de Gabrielle, la encontró en su habitación preparando su vestido de novia, entró en la habitación y comenzó a decir:

Se abrazaron y ambas se despidieron llorando, era quizá el momento más amargo en la vida de ambas, pero aún así preferían sufrir en silencio que atreverse a hablar y arriesgarse a perderse una a la otra para siempre.

Ya todo estaba listo para la ceremonia solo faltaba que la novia llegase, la familia de Gab había venido desde Poteida, y el salón donde se celebraría la boda estaba lleno de amigos que participarían en el festejo, Perdicas lucía radiante, dichoso, por contraparte Xena lucía cansada y distraída; cuando finalmente Gabrielle hizo su aparición todos contuvieron el aliento, se veía realmente hermosa con ese vestido, y la guerrera no pudo evitar pensar que debería ser ella quien se uniera a la bardo.

Cuando la ceremonia terminó, los ahora esposos recibieron felicitaciones por parte de todos, Xena fue la última en acercarse y después de felicitar a Gab le tocó su turno a Perdicas, al abrazarlo Xena le dijo al oído – "hazla feliz, tal como ella se merece, por que si yo llego a enterarme de que la lastimas de algún modo, yo misma te mataré, y puedes estar absolutamente seguro de ello"- Perdicas no pudo menos que asentir, ya que la amenaza velada en las palabras de la guerrera hicieron que un escalofrío recorriera su espalda.

La fiesta se desarrollo sin contratiempos, todo era alegría y risas, había mucha comida y mucho vino, sin embargo Xena decidió retirarse temprano, al ver que se retiraba, Gabrielle la alcanzó y con suavidad la abrazó para despedirse, Xena sólo necesitaba alejarse de aquellas extrañas escenas que tanto torturaban su alma, se despidió de su amiga y se alejó sin volver la vista atrás.

Hacía un mes que Gabrielle se había casado y Xena aún no se decidía a dejar Troya, sabía que permanecer allí era la única forma de permanecer cerca de la rubia, aunado a esto se encontraba su amistad con Elena, la cual poco a poco se hacía más íntima y profunda; se hallaba meditando sobre esto cuando alguien llamó a la puerta, al abrir descubrió a Elena ante ella

Cuando hubo terminado salió de la habitación dejando muda a la guerrera por la impresión de lo que acababa de escuchar, a demás sabía que debía darle tiempo para meditar y tomar una decisión.

Ya la noche estaba bastante avanzada y Elena se encontraba en su habitación acostada pero despierta, mirando fijamente al techo y esperando con ansia la respuesta de Xena, en ese instante la puerta se abrió para dar paso a la guerrera, al verla Elena se sentó en la cama, el corazón a punto de salírsele del pecho, lentamente la guerrera se situó delante de ella y con lágrimas en los ojos aceptó su oferta, la soberana ante la sorpresa lo único que atinó a hacer fue echarle los brazos alrededor del cuello y besarla, Xena al principio no respondió, pero ante la insistencia de esa boca sobre la suya, poco a poco se dejo llevar y terminó respondiendo apasionadamente; se separaron y sin decir más Xena abandonó la habitación, dejando a Elena con el sabor del triunfo en sus labios, sin embargo no lo disfrutaba plenamente, porque muy en su interior sabía que Xena nunca le pertenecería por completo y por más que llegase a amarla siempre estaría Gabrielle por en medio de ellas, decidió aceptar las cosa como eran y conformarse con tenerla sólo parcialmente para ella, eso era mejor a nada.

Al día siguiente Xena fue a buscar a Elena para empezar el día juntas, sabía que al aceptar unirse a ella había aceptado tratar de comenzar de nuevo y parte de ello era cumplir con lo que se esperaba de ella, estaba decidida a aceptar lo que el destino le diese, a tratar de disfrutar la vida, tal y como Gab le había enseñado, y estaba conciente de que por doloroso que resultara tenía que buscar la felicidad lejos de la bardo, así pues se dispuso a cumplir con sus obligaciones como futura consorte de la soberana de Troya, y también a gozar de las ventajas que esto le proporcionase.

Por su parte Elena se sentía feliz, y ante la nueva actitud de la guerrera no pudo menos que sorprenderse ante el hecho de que Xena se mostrara tan dispuesta a aceptarla, eso era más de lo que podía pedir, al verla llegar la recibió con un beso que a diferencia de la noche anterior esta vez fue plenamente correspondido de inmediato, haciéndola vislumbrar una esperanza para el futuro de su relación.

Tomaron un breve desayuno juntas, a solas en la habitación de Elena, la mañana transcurrió en silencio, ninguna se atrevía a hablar por temor a echar a perder el momento, finalmente fue Xena la primera en hablar

Se miraron a los ojos, ambas aceptando su destino, y sellaron su pacto de sinceridad con un beso.

Decidieron hacer el anuncio de su compromiso al día siguiente, ya con todas las dudas despejadas y los sentimientos aclarados, ambas estaban sumamente nerviosas pero ante la reacción de la gente pronto se tranquilizaron, al terminar de hacer el anuncio la gente reunida en la plaza las había felicitado muy sinceramente, se sentían felices de contar con una buena gobernante que ahora les permitiría contar con la presencia y protección de la mejor guerrera jamás conocida, esto significaba paz y prosperidad para Troya, así que nada ni nadie iba a impedir ese compromiso.

El plazo fijado para la boda fue de una semana, algo corto pero necesario, y sin más se iniciaron los preparativos, la fiesta tendría que ser digna de la reina y su consorte; habría muchos invitados, comida y por supuesto vino, la reina y su futura consorte vivieron la semana más ajetreada de su vida, decidiendo que tipo de ceremonia se realizaría, a quien invitarían, como vestirían, etc, y si bien Elena estaba radiante Xena sólo podía mostrarse hasta cierto punto contenta y satisfecha, hecho que hacía surgir dudas en el corazón de la soberana, esperaba que llegado el momento Xena no se arrepintiera.

Por fin llegó el día tan esperado por Elena y tan temido por Xena, ambas se encontraban ante el juez haciendo sus votos, en el momento decisivo Elena contuvo el aliento ante el pequeñísimo asomo de duda por parte de Xena, finalmente esta la aceptó como su consorte y ante la venia del juez y de los presentes sellaron su unión con un suave beso.

En el salón donde se celebraba el banquete todo era felicidad, todos y cada uno de los presentes querían felicitar a la feliz pareja, Xena se sentía hastiada de tanta gente y tanto abrazo, ella odiaba las multitudes, sin embargo no pudo menos que fingir una sonrisa y aceptar todos loa abrazos y regalos que le ofrecían, finalmente creyó que la ola de gente se había terminado cuando por detrás de ella alguien tocó su hombro, al darse vuelta quedo petrificada ante la imagen de Gabrielle delante de ella, iba acompañada de Perdicas, como era de esperarse, pero no lucía feliz, Xena la miró a los ojos y durante un breve instante pudo ver la sombra del dolor cubrirlos, inmediatamente su mirada se torno risueña y esbozando una sonrisa se acercó a la guerrera para felicitarla, hizo lo mismo con Elena y poco después se perdía junto con Perdicas entre el gentío, ante esta visión casi espectral Xena no sabía como reaccionar, se sentía perdida ante el dolor de haberla vuelto haber y se maldijo así misma por que en ese momento fue consiente de que de haberla visto antes de la ceremonia jamás habría aceptado unirse a Elena, quien sabedora de lo que su ahora consorte sentía sólo fue capaz de tranquilizarla con un breve abrazo.

Había sido un gran banquete y ahora que ambas estaban en la habitación nupcial Xena se sentía sumamente nerviosa, sabía que Elena esperaba que asumiera sus deberes como consorte, y ella estaba dispuesta a hacerlo, así que comenzó a besarla lentamente, primero los labios y después su rostro, concentrándose no en la imagen que tenía ante ella, sino en la que acudía a su mente, la de Gabrielle,

dulcemente comenzó a bajar por el cuello de su consorte, la oía decir su nombre entre susurros, comprendiendo que por más que lo deseara la que estaba entre sus brazos era Elena, no Gabrielle, ante la pasmosa realidad de lo que estaba viviendo, cerro los ojos y se juró a si misma tratar de corresponder al amor de su consorte como esta se merecía, continuo bajando por su cuello hasta toparse con los turgentes senos, lo pezones erectos ante su contacto, con suavidad tomó uno entre sus labios y lo besó y lamió hasta que sintió que Elena se arqueaba debajo de ella, con parsimonia retorno sus labios a los de Elena y con sus manos comenzó a explorar su cuerpo, su espalda y sus brazos para bajar por su torso y acariciar los bien torneados muslos, lentamente introdujo una mano entre estos, buscando el calor de su compañera, finalmente encontró aquel refugio húmedo y tibio que se abría expectante ante ella, con suavidad comenzó a describir círculos a su alrededor que se iban cerrando cada vez más, al sentir la tensión de su amante bajo ella comenzó a atacar con suaves y rítmicos movimientos, aumentando la presión y velocidad de estos conforme sentía a Elena desfallecer bajo su propio cuerpo, finalmente, con un empuje un poco más fuerte que los otros logró que la soberana alcanzara la plenitud del orgasmo.

 

Elena estaba impactada ante tal intensidad y variedad de sensaciones que la guerrera, "su" guerrera despertaba en ella, lentamente se colocó sobre ella, deseaba hacerla experimentar el mismo placer que ella le había dado, cuidadosamente acarició su espalda, mirándola a los ojos depositó un suave beso en sus labios, mientras la besaba continuo acariciando su hermoso cuerpo, conociéndolo y amándolo, deslizó su boca hasta el lóbulo de la oreja y comenzó a succionar y lamer suavemente, aumentado su fuerza cuando escuchó a Xena gemir de placer, las palmas de sus manos acariciaban suavemente los pezones henchidos de pasión, con presteza comenzó a bajar por la curva de su cuello hasta posarse sobre uno de los senos de la guerrera, con gentileza mordió suavemente el erecto pezón arrancando un gritillo de placer de la garganta de su amada, jugueteó con el pequeño botón entre su boca hasta que su propio deseo por complacerla se hizo más grande y comenzó a pasear su lengua por el firme abdomen de Xena, describiendo ardientes círculos sobre él, lentamente fue dirigiendo su boca hacía el paraíso hasta ahora desconocido por ella, lo encontró y probó la miel que se le ofrecía, ante esta inesperada invasión la guerrera arqueó las caderas, indicándole que continuara, y así lo hizo lamiendo lentamente todos los rincones del centro de su amada, Xena ya estaba al borde del éxtasis así que Elena comenzó a succionar lentamente aumentando la intensidad de la caricia y haciendo que las caderas de Xena se arquearan violentamente al mismo ritmo que su lengua imponía, finalmente la guerrera se vio presa de un salvaje orgasmo.

Después de un rato y tras haberse tranquilizado y recuperado el ritmo normal de su respiración, Xena yacía acostada en la cama con el cuerpo de Elena pegado al suyo, la cabeza de esta reposaba sobre su hombro, dormía placenteramente, la satisfacción dibujada por completo en su rostro, en ese momento Xena se sentía la más sola en el mundo, tenía ante sí una mujer que la amaba por completo, y ella simplemente no correspondía, no podía hacerlo, solo esperaba que con el tiempo supiera hacerla feliz y darle aunque fuera darle tan solo un poco del amor que ella recibía.

Así transcurrió un año completo desde que Xena y Elena se unieran, durante todo este tiempo Troya se vio asentada en una época de paz y crecimiento sostenido, las cosas marchaban a buen paso y la relación entre las consortes se fortalecía cada vez un poco más, casi no veían a Gabrielle, salvo en ocasiones especiales, lo que les permitía a ambas respirar con tranquilidad, sin embargo el destino estaba a punto de entrelazar sus vidas una vez más.

El día era caluroso y soleado, todo se encontraba en aparente calma, de pronto la paz se vio interrumpida por un jinete que llegó al palacio llevando una misiva para la reina y su consorte, era un ultimátum puesto por el ejercito romano antes de atacar Troya, la ciudad debería ser entregada o sería atacada; ante tal problema Elena no tubo más opción que enviar a su ejercito a defender la ciudad, siempre bajo el mando de Xena, pero esta vez el miedo se apoderó de la soberana, no sabía por que, pero estaba segura de que tras aquella batalla perdería a su consorte, antes de que el ejercito partiera Elena quiso despedirse de su amada

Y con un apasionado beso las amantes se despidieron.

Xena encabezaba la lucha al mando de su ejercito, luchaba con la fuerza que siempre la había caracterizado, ganando terreno poco a poco hasta que logró hacer que el ejercito romano se retirara, había perdido mucha gente en la batalla y con sorpresa vio que uno de los que habían caído era el buen Perdicas, maldijo a Roma y a la guerra, no sabía como iba a decírselo a Gabrielle, no quería verla sufrir.

Durante el trayecto de regreso a casa, la propia Xena llevaba las riendas del caballo de Perdicas, con el cuerpo de este sobre su lomo, buscaba sin cesar la forma de darle la mala noticia a Gab; finalmente entro en la ciudad, que la recibió con la tranquilidad de saberse libre y con la pena de haber perdido a sus soldados, se dirigió hacia el palacio y al ver a Elena y a Gabrielle esperando su llegada, desmontó de Argo y lentamente se dirigió a decirle a Gabrielle lo ocurrido con Perdicas, esta al enterarse rompió en llanto y se abrazó fuertemente a ella, quien trató de tranquilizarla diciéndole que todo estaría bien que ella estaba a su lado para ayudarla.

El funeral se llevó a cabo esa misma noche, Gabrielle fue la encargada de prender la pira funeraria, cuando todo hubo acabado Xena, Elena y Gabrielle se dirigieron al palacio, Elena había accedido a permitir que Gabrielle se quedara con ellas el tiempo que necesitase, Xena la acompañó hasta su habitación y accedió, ante la petición de esta de velar su sueño, sentada en una silla veía al amor de su vida luchar con sus demonios internos y no resistió la tentación de acariciar su cabeza y susurrarle palabras tranquilizantes, justo como antaño, aquello le hizo recordar cuanto la amaba y enfrentarse a la realidad de que por más dichosa que se sintiera con Elena, su verdadero lugar estaba junto a la bardo, sintiéndose traidora ante estos pensamientos se apartó de la bardo, conformándose con tan solo mirarla en su agitado sueño.

Una semana después de la muerte de Perdicas, Gabrielle había decidido regresar a Poteida, antes de marcharse agradeció a Elena la ayuda brindada y se despidió de Xena

Antes de irse le entregó un pergamino a la guerrera y le arrancó la promesa de no leerlo a menos que algo malo le ocurriera a la bardo, Gabrielle se marchó dejando atrás toda una vida compartida con Xena, más que con nadie más.

Eesa noche Xena tenía entre sus manos el pergamino que la bardo le entregara esa mañana, claro que recordaba la promesa hecha, pero ante las palabras dichas por la rubia esa mañana su curiosidad era insoportable, y la colocaba ante la tentativa de romper su promesa y leer el pergamino; decidió que no importaba si lo leía ahora, Gab nunca se enteraría y así no le haría daño, lentamente lo desenvolvió y comenzó a leer:

Sé que si ahora te encuentras leyendo esto, es porque probablemente yo esté muerta o algo malo me ha pasado, esto es tan solo una confesión que en su momento no me atreví a hacer, el por que de ello no es más que por simple cobardía, si, cobardía ante la amenaza de que al enterarte de lo que estás a punto de leer me abandonases para siempre, yo simplemente no podría vivir sin ti, el por que de estas palabras es por que te amo, te amo más que a la vida misma, te amo desde el momento en que te conocí y miré por primera vez dentro de la intensidad de tus ojos azules, te amo por lo que eres y por quien eres, para mí siempre fuiste y serás lo más preciado que la vida me dio, sé que al saberlo te estas preguntando por que me case con Perdicas, la respuesta es simple, no sabía como reaccionarías al saber lo que siento por ti, quizá tu nunca me amases como yo te amo, y preferiría morir mil veces antes que saberte lejos de mi, opté por apartarme de tu camino para que pudieras ser feliz, para que buscaras lo que hacía falta en tu vida y creo que lo hallaste en Elena, el día que se unieron te veías tan radiante que supe que había hecho lo correcto al casarme con Perdicas, sólo espero que seas completamente feliz y que en tu memoria guardes un sitio para mi, ahora sé que todo fue tan solo un espejismo, por que jamás dejaré de amarte y que siempre añoraré lo que no pudo ser.

Siempre tuya: Gabrielle.

Xena terminó de leer esto con lágrimas en los ojos, Gabrielle la amaba, ahora lo tenía claro, en ese momento deseó no haber sido tan cobarde y haberle confesado a Gabrielle lo que sentía por ella, deseo haberles ahorrado a ambas tanto sufrimiento, con determinación se dirigió a ver a Elena.

Al entrar en la habitación que hasta ahora habían compartido ya había tomado una decisión, Elena lo supo de inmediato, Xena iba a dejarla, lo podía ver en sus ojos, la determinación dibujada en su rostro, no queriendo escuchar lo que ya sabía tan solo dijo:

"Ve tras ella Xena. Sé que es lo que deseas y lo que has decidido, no temas por mi, yo estaré bien al saber que eres feliz aunque no sea a mi lado, te agradezco el que lo hallas intentado siquiera, ten la seguridad de que me lastimarías más si intentaras disculparte, como te dije en un principio yo sé cuanto la amas, y también sé que nunca hubieses podido amarme de esa forma, pero agradezco la oportunidad que me diste de demostrarte cuanto te amo, se que en el corazón no se manda, así que ve por ella y por favor sé feliz"

Xena abandonó el palacio cabalgando sobre Argo, no le importó que fuera de noche necesitaba alcanzar a Gabrielle tan pronto como fuera posible, necesitaba decirle que ella la amaba también, que ahora podían ser felices; cabalgó toda la noche y ya estaba amaneciendo cuando vio el pequeño campamento de la bardo, esta se había dejado vencer por el sueño, Xena desmontó y se acercó a ella, con delicadeza tiró de su hombro para despertarla, la bardo abrió los ojos tomando su bastón y por poco golpea el rostro de la guerrera, que con reflejos felinos logró esquivar el golpe, la rubia al darse cuenta de lo que sucedía se asombró aún más

Lo único que obtuvo como respuesta fue un acercamiento de la guerrera que sin darle tiempo a reaccionar la envolvió en un abrazo y la besó fieramente, desconcertada ante tal contacto, Gabrielle abrió la boca para protestar pero en ese momento sintió su boca invadida por una impaciente lengua que exigía una respuesta, olvidando todo se dejo arrastrar por sus sentimientos y se sumergió en el calor y sabor de aquella boca que tanto había deseado probar, el beso se hizo más profundo y cuando terminó, ambas se miraban a los ojos buscando la respuesta que ya conocían.

Con dulzura Gabrielle pasó los brazos alrededor del cuello de la morena y la atrajo hacia si, lentamente volvió a besarla mientras ambas caían sobre la manta en el suelo, con desesperación trataba de quitarle la armadura y las ropas, Xena tuvo que ayudarla, al verla desnuda ante sí la bardo pudo contemplar la hermosura de la guerrera, ahora le pertenecía, como debió ser desde un principio, sin apartar la vista de ella, permitió que Xena la desnudara, podía ver la ansiedad y el deseo en sus ojos, con destreza Xena se colocó sobre la bardo besando su boca y acariciando casi con desesperación su cuerpo, ese cuerpo que tanto había añorado y que ahora se entregaba a ella sin reservas, despacio se separó de su boca buscando la intensidad del verde mar que eran sus ojos, pudo ver que la bardo no dudaba, colocó su boca en su cuello y subió por este para lamer su oreja, quemándole la piel donde su lengua se posaba, susurro un sentido "te amo" para después bajar por donde había subido, buscaba ansiosa un pezón, cuando lo encontró escucho a la bardo decir su nombre una y otra vez, succionó con presteza el rozado pezón de la bardo, haciéndola gemir entre sus brazos, podía permanecer así por siempre, hizo lo mismo con el otro pezón, deleitándose ante la respuesta de la rubia, sintiéndose desfallecer Gabrielle la tomo suave pero firmemente por la cabeza, y ante el asombro de la guerrera comenzó a dirigirla hacia abajo, donde más la necesitaba, Xena se apresuró a complacerla., besando y lamiendo suavemente la periferia del tesoro escondido entre sus muslos, sintió que Gab arqueaba las caderas y supo que no aguantaría mucho tiempo, suavemente introdujo su lengua en las profundidades de su amada, deleitándose con su sabor, primero lentamente y después a un ritmo más rápido que la misma bardo exigía, penetró profundamente con su lengua en una estocada final que sumergió a Gabrielle en un torbellino de placer.

Gabrielle permanecía con las piernas alrededor del cuerpo de Xena cuando por fin recuperó el control de si misma, la mirada que la guerrera le dirigió estaba cargada de amor y deseo, se movió debajo de ella hasta intercambiar posiciones, con su pierna obligó a la morena a separar sus fuertes piernas e introdujo su cadera entre ellas, sin dejar de mirarla a los ojos comenzó a acariciarle los hombros, sintiendo come se tensaban bajo sus manos, lentamente pasó sus manos por los fuertes brazos de la guerrera para continuar por su pecho hasta encontrar los dos senos con los pezones erectos por el deseo, los acaricio suavemente haciéndola gemir, se acercó a ella y la besó profundamente, mientras una mano descendía para encontrar el fruto prometido, el manjar de dioses, lo sintió suave y delicado, comenzó a acariciarlo dulcemente logrando que Xena incrementara su necesidad de ella, se separó de su boca y se dirigió a probar aquella ambrosía que tanto necesitaba, comenzó a succionar lentamente haciendo a la guerrera retorcerse de placer, pudo sentir el sabor de su amada, la saboreó con deleite, aumentando la presión que su boca ejercía hasta llevar a Xena al paroxismo del placer, y hacer que esta gritara su nombre como si fuera la única palabra que conociera.

La mañana las sorprendió abrazadas, satisfechas y completamente dichosas, era el momento de las explicaciones, Xena comenzó diciendo

No hubo necesidad de decir nada más, en ese instante solo existían ellas dos, el mundo podía acabarse de una buena vez y no importaría mientras estuvieran juntas como siempre lo habían deseado, concientes del profundo amor que se tenían.


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