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- Disclaimers: Xena: Princesa Guerrera, Gabrielle: Reina Amazona, son absoluta propiedad de copyright de MCA/Universal y Renaissance Pictures. Esta historia no puede ser vendida o usada en beneficio de ningún tipo, pues hay derechos de autor propios.

- Advertencia: En esta historia no aparece contenido sexual explícito, pero aún así, para mi el sexo no es algo obsceno, es algo maravilloso, y en todas estas historias se demuestra que el amor es el que lo guía, aún así que si no te interesan este tipo de relatos donde aparecen dos mujeres amándose, ya sabes...

- Dedicatorias: Esta historia quiero dedicársela a las pocas personas que realmente me quieren y me lo demuestran cada día. También se la dedico a las grandes personas y actrices Lucy Lawless y Reneé O'Connor. Pero sobre todo, quiero que esta historia que tanto me gusta, esté en honor y en memoria del maravilloso Kevin Smith.

- Mi correo: Esta historia me gusta mucho, así que si os apetece escribirme y decirme qué os ha parecido, hacedlo a lucy_xen@hotmail.com


Y ASÍ...EL VERDADERO AMOR TRIUNFÓ...

( continuación de "Tu amor me mantiene viva")

Por: Shyara

Xena abrió lentamente los ojos para encontrarse con la sonrisa del dios de la guerra. Su mano recorrió lentamente el suelo en busca de un lugar donde esconder la daga de la deidad, hasta dejarla bajo las pajas.

- Ya estás aquí de nuevo, mi reina guerrera. Esos malditos aldeanos…¡debes ejecutar tu venganza! saciar tu sed de odio...y harás que todo el mundo vuelva a temer a la gran princesa guerrera...- alzó el tono de voz, orgulloso de tener lo que siempre había querido.

Xena se levantó del suelo mientras Ares aún hablaba y selló sus labios besándolo apasionadamente e interrumpiéndolo. El largo beso terminó con una sonrisa en los labios de Xena.

- Esa es mi forma de agradecer cuando me salvan...- dijo de manera seductora.

- Voy a tener que hacerte más favores... En fin, salgamos ya fuera y acabemos lo que hemos empezado- pronunció antes de darse la vuelta y dirigirse a la puerta.

- Un momento...-.

Ares se giró hacia Xena de nuevo, y pudo ver por un instante el puño de la guerrera dirigiéndose hacia su cara, dejándolo inconsciente. Xena con cautela y sigilo sacó de las pajas la daga de la deidad, y se acercó a Ares. En ese momento se vio tentada a acabar con la vida del ser que osaba a hacer daño a su rubia, sin embargo recordó el consejo de Eli, y tan sólo le hizo un pequeño tajo en el brazo para introducir en otro frasco su sangre inmortal.

- Y esta es mi forma de agradecer cuando hacen daño a mi bardo – dijo con cierto sarcasmo.

Xena corrió hacia el exterior deprisa para que cuando el muy enojado dios despertara no pudiera disfrutar de su presencia. Una vez fuera, sustituyó la prisa por el gesto de poder absoluto. Al verla, los soldados creyeron que iba a ordenar el ataque, sin embargo, alzó el brazo para obtener toda la atención por su parte.

- El ataque se aplazará para otro momento, hasta entonces, descansad e iros- gritó con total autoridad la guerrera –.

Todos obedecieron y se marcharon, al igual que ella, que montó en Argo guardando el pequeño frasco y la daga en las alforjas de Argo. Salió hacia el templo de Eli a todo galope, adentrándose en el denso bosque. Fue entonces cuando Gabrielle, que la había estado observando todos estos días comprendió parte del plan de Xena.
Su negra melena danzaba al compás del viento, y sus gritos desesperados para indicarle a la yegua que tenía prisa se adueñaban del silencio del bosque. Ya sólo quedaba la mitad del plan que aún no conocía, sin embargo sonría, pues una pequeña esperanza se cobijaba en su interior.
Ya era de noche, así que decidió parar para descansar un poco en un claro del bosque. Entonces, preparó una fogata y salió a cazar. Cuando volvió, llevaba en su mano un desafortunado conejo, y se puso a cocinarlo. "Como te echo de menos amor mío, ojalá que estuvieses junto a mi..." pensaba en voz alta.

- Siempre estoy junto a ti...- pronunció una voz flotante en el aire .

Xena alzó la vista para ver de donde provenía ese sonido, pero tan sólo se encontró el oscuro cielo de la noche. Gabrielle, por su parte, la observaba desde lo alto. " Yo también te echo de menos Xena, si pudiera volver a hablarte como acabo de hacerlo...te diría cuanto te amo...pero no sé cómo lo he hecho...Ahora te veo más hermosa que nunca...esa sumisión en tus pensamientos ahora frente al fuego me vuelve loca...Anhelo ese reflejo azul en tu mirada en el que tantas veces me he perdido...esa melena negra azabache que tanto me gustaba acariciar...esos labios que saciaban mi sed de ti...esa manía de guiñarme el ojo cuando quiero más de ti...esa ironía que sólo tú sabes usar...esa pura sonrisa que hace tiempo que no enseñas...No sabes lo grande que es mi anhelo por tu amor..." pensaba Gabrielle intentando acariciar el rostro de Xena, aunque sin éxito.
Xena, después de intentar saciar su sueño, se levantó, recogió todas las cosas y partió de nuevo hacia su objetivo. Una vez que llegó al templo de Eli, se sentó en el patio a meditar, llamando así a su amigo. De repente, éste apareció frente a ella, sin Gabrielle.

- ¿Y Gabrielle?- preguntó angustiada creyendo que ya era demasiado tarde.

- Tranquila, ella también está aquí, lo que ocurre es que no la puedes ver porque sus fuerzas se van perdiendo y cada vez el tiempo es más escaso. Dentro de dos días...estará todo perdido...- dijo muy apenado.

- Dentro de dos días estaré junto a Gabrielle...de un modo u otro...Aún así, ya nos salvaste una vez ¿recuerdas? ¿Es que no puedes volver a hacerlo?-.

- Ya lo he intentado, pero no puedo, antes Gabrielle estaba rendida a mi y al camino del amor, pero ahora ella está rendida a ti, y tú eres la única que puedes salvarla... la única manera ya sabes cual es...-.

- No, no lo sé...Ya tengo la sangre de los dos, así que dime el resto del plan y empezaré hoy mismo.

- No estés tan segura...siento decirte que es bastante difícil y que...- paró de hablar.

- ¡¡¡ Dilo ya !!! - rompió el silencio, perdiendo la poca paciencia que poseía - por favor- dijo entre dientes suavizando un poco el tono de voz.

- Verás...ahora lo que tienes que hacer es entrar en la cueva de la diosa Proserpina, hija de Ceres. ¿Sabes cual es?-.

- ¿ Proserpina? ¿La diosa de la resurrección? Claro que lo sé...cuenta la leyenda que allí se encontraba el conjuro para resucitar a un muerto...y que sólo se llega a ella con un mapa que nadie sabe donde se encuentra...pero nunca pensé que esa historia fuera verdad -.

- Pues lo es, y yo te daré el mapa. Tienes que ir, conseguir el papel del conjuro y, mezclando la sangre de Gabrielle y de Ares en el cuenco sagrado que se encuentra allí también, recitar lo que está escrito -.

- ¿Y cual es la dificultad?- dijo con una ceja levantada y tono de autosuficiencia.

- Pues mira...tres básicamente: la cueva está llena de puertas cerradas hasta llegar a el altar donde se encuentra lo que necesitamos...también está llena de bestias y seres despiadados e inhumanos...y lo peor de todo: el conjuro debe ser leído en luna llena, y la próxima luna llena es dentro de cinco días...-.

Xena bajo su rostro preocupado, por un momento perdió toda su esperanza, pero luego pensó que Gabrielle jamás se rendiría, ni mucho menos por ella, así que alzó su mirada y, armada de coraje, dijo:

- No sé cómo pero lo conseguiré...- y salió corriendo para no perder más tiempo.

Las dos primeras dificultades las tenía solucionadas así que decidió dejar la tercera para más tarde y ponerse en marcha. Se dirigía hacia el palacio de Taskashi, una joven y bella princesa japonesa que habitaba en Grecia, con el fin de poder encontrar al maestro de los disfraces y más conocido como el rey de los ladrones, Autólicus. La última vez que lo vio le dijo que tenía planeado robar la joya que le había regalado el rey a su hija y princesa Taskashi. Allí lo encontraría y lo convencería para que le ayudase y, junto a ella, pudieran ser capaces de pasar por todas las puertas cerradas que guardaban el conjuro.
Cuando los primeros hilos de luz de la aurora se asomaban por horizonte, las puertas de la aldea se abrieron para recibir a una hermosa guerrera de cabello negro montada en una yegua. Ésta, caminó hacia lo alto de la colina, pasando por todas las casas y puestos de la aldea. Cuando llegó al palacio, el cual lucía muy lujoso, desmotó de Argo. Se dispuso a esconderlo detrás de algunos arbustos cuando fue sorprendida al ver al rey de los ladrones discutir con un aldeano y un pobre frente a unos guardias.

- No se preocupen guardias, el príncipe Agor solucionará este mal entendido. Tan sólo robó una barra de pan...- dijo el rey de los ladrones.

- ¿Tan sólo?- dijo enojado un el panadero.

- Bueno...no pasa nada...yo se lo pagaré...Tome- dijo apurado dándole unas monedas al aldeano - Ya podéis marcharos de aquí -.

El guardia volvió a la puerta del palacio, el pobre se marchó, y el panadero se fue a su tienda, quedando Autólicus solo. La princesa guerrera, que observaba desde lo lejos, se acercó hacia él.

- Conque el príncipe Agor...- sorprendió a Autólicus con su típica ceja elevada.

- ¡Xena! - exclamó con asombro - ¿Qué haces aquí?-.

- Necesito tu ayuda, así que deberás dejar lo que estés tramando para otro momento...vamos -.

- No Xena, llevo mucho tiempo detrás de la joya de la princesa y ahora que tengo su confianza...-.

- ¿Su confianza? - interrumpió Xena.

- El rey quiere casar a su hija, y para ello ha llamado a algunos príncipes para que ella pueda elegir entre los pretendientes y celebrar la boda. Yo me he hecho pasar por el príncipe Agor, y así puedo pasearme libremente por el palacio para poder entrar en la cámara que guarda la joya... robarla... e irme…-.

- Me parece excelente...pero necesito tu ayuda ¡¡¡ YA !!! - gritó Xena.

- Hagamos un trato...tú me ayudas a robar la joya y yo haré todo lo que tú me pidas...-.

- Gabrielle ha muerto...- dijo con rostro serio y sin expresión alguna, tan sólo mirando fijamente a su amigo.

- ¿Qué?...¿Cómo?...¿Gabrielle?...Es una broma ¿no?...No puedo creerlo...- dijo exaltado.

- Pues créelo porque es verdad...pero aún le queda una oportunidad...una oportunidad que no puedo dejar pasar....y una oportunidad que me vas a facilitar...-.

- Por supuesto...permíteme unos minutos que solucione una cosa y en dos marcas de vela partiremos ¿sí?- dijo muy preocupado.

- No tardes mucho más...me encontraré a las afueras de la aldea. Te espero- y se marchó.

Autólicus, haciendo de el príncipe Agor, comunicó al rey que su reino le necesitaba y que se retiraría del palacio por unos días hasta aclarar todo. Recogió sus cosas y se marchó hacia las puertas de la aldea, donde Xena se encontraba.

- ¿Me cuentas que es lo que ha pasado y cual es tu plan?-.

Autólicus se sentó en una roca, al lado de Xena, la cual, se abrazó a él llorando. Autólicus se quedó sorprendido al ver a la guerrera hacer eso, pues nunca la había visto así, y le correspondió al abrazo compartiendo su dolor. Tras un buen rato, Xena le contó todo lo ocurrido y todo lo que había que hacer, incluyendo que sólo tenían dos días como mucho. Los dos se secaron las lágrimas y partieron para llegar lo antes posible. Xena montaba en Argo y Autólicus en una caballo que le había sido facilitado por el rey local de la aldea. Ambos seguían el mapa para llegar a la cueva de la resurrección.
Llegó la hora en que el sol se iba escondiendo llevándose su luz y calor, justo cuando los dos amigos al fin llegaron a la entrada de la cueva.

- Wow...nunca pensé que esto existiría...- suspiró Autólicus observando cada detalle de la entrada.

- Ya sabes qué hacer. Yo me encargo de patearles el culo a esas criaturas y tu abres las puertas. Eli me dijo que habría más o menos tres puertas ¿Estás preparado? - dijo apoyando su mano en el hombro del apuesto hombre.

- Claro que sí...Vamos- dijo exteriormente decidido.

Ambos se adentraron sigilosamente en la cueva, intentando no despertar a nadie ni a nada... Todo estaba muy oscuro y casi no se podía ver nada cuando Autólicus tropezó con una roca del suelo, cayendo de boca. De repente, una antorcha se encendió sola, siguiéndole otra y otra...hasta quedar todas encendidas y la cueva iluminada. Al no pasar nada más, Autólicus miró a Xena con cara de inocente y se levantó.

- ¿Qué es lo que pasa Xena?- dijo acercándose a la primera puerta que se encontraba frente a ellos y sacando sus artilugios para poder abrirla.

- No lo sé...pero estáte atento porque de momento todo es demasiado fácil...seguro que pasa algo...-.

Acto seguido, un mechón del cabello de Xena se movió hacia adelante, la cual se dio la vuelta casi instintivamente. No había nada, y lo peor de todo, no había ninguna brisa por la cual el pelo se pudiera mover.

- Autólicus...rápido...ve abriendo la puerta- susurró desenvainando su espada.

Al decir eso, otra vez el mechón volvió a moverse, con la salvedad de que esta vez el aliento que lo movía fue acompañado por un pequeño gruñido. Xena se volvió y se encontró con la cara al revés de una desagradable criatura que se encontraba colgada del techo. Xena hizo amago de atacarle pero este se movió rápido y se puso de pie frente a ella. Xena vaciló por un momento...en toda su vida había visto de todo: bestias, fantasmas, muertos, demonios, etcétera...pero esta vez era distinto...por un momento la guerrera sintió miedo. La demacrada criatura tenía pelos por su cuerpo, a excepción de su rostro. El cual, de color colorado, tenía puntiagudos colmillos que sobresalían de su boca, un hocico grande, ojos negros y orejas terminadas en pico. El animal era muy grande y alto, y sus manos eran del tamaño de una cabeza humana...esas manos desgastadas de dedos gordos y largos acabados en grandes garras...

- ¡¡¡ Autólicus ábrela ya !!! - gritó Xena esquivando los golpes de aquella bestia.

- ¡¡¡ Xena, yo hago lo que puedo. No trabajo bien con tanta presión !!!-.

- ¡¡¡ RÁPIDOOOO !!!- gritó desesperada.

Xena recibió un buen golpe en la cabeza, haciéndola retroceder algunos pasos. Cada vez la guerrera se enfurecía más...y, aprovechando un despiste del monstruo, le clavó su espada en el corazón pero...éste ni se inmutó y se quitó la espada del pecho, tirándola atrás. Xena estaba tan sorprendida que se quedó paralizada. El monstruo se acercó a ella para matarla cuando Autólicus gritó.

- ¡¡¡ Ya está !!! Vamos Xena - dijo sacando a la guerrera de su estado de "shock" y jalándola hacia la otra habitación.

Xena reaccionó y cerró la puerta tras sí para que la criatura no pudiera entrar.

- ¿ Has visto que le he clavado mi espada y no le ha afectado? Tengo que practicar más...- Su sorpresa fue grande cuando vio a dos monstruos idénticos al anterior.

- Pues aquí tienes dos para hacerlo...- dijo con humor corriendo hacia la puerta para abrirla.

La mano de Xena buscó su espada en la funda cuando se dio cuenta que se encontraba en la otra habitación, así que cogió su chackram. Se movía con mucha rapidez y agilidad...propia de la princesa guerrera. Sus gritos de batalla resonaban en toda la cueva, y sus saltos mareaban a aquellos monstruos. Esquivaba la mayor parte de los golpes que iban dirigidos tanto a Autólicus como a ella, a excepción de varios rasguños en brazos y piernas provocado por las garras de los animales. Una de las criaturas la empujó con fuerza, haciendo que ésta cayera al suelo. La otra criatura se acercó despacio a ella con la mano alzada para arañarla cuando ella, justo a tiempo, le cortó la mano. A él pareció no dolerle, pero Xena ya se dio cuenta de la forma de vencerlos. Entonces fue cuando se dirigió hacia uno de ellos y, tras recibir algunas heridas, consiguió cortarle la cabeza.

- Ya os cojo el tranquillo amigos...no podréis morir…pero a ver cómo me vencéis sin vuestras cabezas...-.

Autólicus terminó de abrir el segundo cerrojo de la puerta. Los dos entraron rápido a la siguiente y última habitación, que se encontraba oscura, como al principio.

- Xena, ¿porqué está todo apagado?- susurró el rey de los ladrones.

- No lo sé, pero prepárate....porque ahora habrá tres bestias...y no tengo armas...-.

Xena se agachó buscando algunas piedras en el suelo y cuando las encontró, se levantó. Palpó la rocosa pared en busca de alguna antorcha para poder encenderla por métodos de fricción. Cuando iluminó un poco el lugar, se encontró con una habitación vacía. Miró al techo para asegurarse de que no se encontraba ningún ser y no encontró a nadie.

- No hay nadie...- dijo algo sorprendido.

- Probablemente no pensarían que alguien pudiera llegar hasta aquí, y no pusieron guardias. Aunque aún así, ten cuidado – dijo preocupándose por la vida de aquel joven que la arriesgaba desinteresadamente.

- Nadie contaba con la astucia del rey de los ladrones...- dijo con su tono orgulloso acercándose a la puerta - Xena, esta puerta no tiene cerrojo…ni tampoco tiene ningún picaporte…ni nada para abrirla...está estancada...-.

- Muy bien, deja tus acciones de rey de los ladrones y déjame con mi acción de guerrera...- dijo corriendo con carrerilla hacia la puerta, derribándola.

- Eres asombrosa...- dijo embobado.

- Lo sé...- dijo guiñándole un ojo de broma y dirigiéndose a el altar.

Cuando el polvo de la puerta derribada que no les permitía ver más allá de la entrada al altar cesó, los dos entraron para encontrarse con una sala oscura. De repente un foco de luz iluminó un pequeño altar donde se encontraba el pergamino y el cuenco sagrado. Xena, cegada por las ganas de salvar a su gran amor, salió corriendo a cogerlo.

- ¡¡¡ Xena no !!!-

Dijo abalanzándose sobre Xena, cayendo los dos al suelo. Unas flechas volaron a través de la habitación, en todas direcciones. Por suerte, al estar en el suelo, ninguna los alcanzó.

- Autólicus...gracias...¿cómo sabias...?- dijo levantándose del frío suelo.

- Me subestimas morena...soy el rey de los ladrones -.

- Ya...ya sé- dijo mostrando indiferencia.

Xena hizo amago de coger el pergamino con todos sus sentidos alerta y al ver que no pasaba nada, relajó los músculos....cuando....de repente todo comenzó a temblar.

- ¡¡¡¿Qué está pasando Xena?!!! - gritó Autólicus tratando de mantener el equilibrio.

- ¡¡¡¡¡ La cueva se está derrumbando !!!!! ¡¡¡¡ Corre hacia la salida!!!! -.

Xena cogió el pergamino y el cuenco, y salió corriendo detrás de Autólicus. Al ir pasando por las habitaciones de nuevo, Xena fue recogiendo sus armas y huyendo de las bestias que aún quedaban vivas, las cuales ya no tenían tanta fuerza debido a que el pergamino no estaba en el altar. Al llegar a la salida, la cueva explotó, haciendo volar por los aires a los dos guerreros. Éstos se levantaron y vieron que eran altas horas de la noche.

- ¡¡¡ Bien !!! Ya todo ha acabado y Gabrielle volverá - dijo Autólicus muy contento abrazando a Xena.

- Te equivocas...- dijo con una triste expresión en su rostro - En realidad aún queda un problema... el conjuro debe ser leído una noche de luna llena y la próxima luna llena es dentro de cuatro días...-.

- ¿ Y cuando pensabas contar con ello?-.

- Autólicus si mi muerte trajera a Gabrielle de vuelta lo aceptaría sin dudar…-.

- ¿Entonces? ¿Todo para nada?

- Tenía que intentarlo, ¿no? No podía quedarme cruzada de brazos mientras el amor de mi vida se pierde...-.

- ¿El amor de tu vida?- preguntó sorprendido.

- Sí Autólicus, yo amo a Gabrielle y ella me ama a mi, por eso aún no ha muerto del todo, porque nuestro amor le mantiene viva -.

Autólicus no dijo nada, tan sólo se limitó a abrazar a la guerrera que volvía a llorar desconsoladamente. Ahora comprendía más que nunca su dolor. Xena se secó las lágrimas y se levantó andando hacia Argo.

- ¿A donde vas?-.

- No lo sé, pero no puedo quedarme quieta, tengo que hacer algo. Si quieres me acompañas, si no pues nada- dijo seriamente.

- No te voy a dejar sola, así que voy contigo - dijo poniéndose de pie.

- Bien, se me ha ocurrido una idea... ¡¡¡ Afrodita !!! - gritó dirigiendo su mirada hacia el cielo.

Una bella diosa rubia y alta apareció frente a ellos. Su mirada y la del rey de los ladrones se cruzó y se quedaron así un buen momento. Xena, incómoda por la indiferencia que mostraba la diosa hacia ella, interrumpió.

- Afrodita, necesito tu ayuda...Afrodita...¡ Afrodita puedes mirarme! - gritó la guerrera.

- ¿Qué es lo que ocurre?- pronunció con todo fastidioso.

- Necesito tu ayuda -.

- Yo también, dime quién es este atractivo mortal- lanzó una seductora mirada a Autólicus.

- Me llamo Autólicus, y soy el rey de los ladrones- dijo besando la mano derecha de la diosa.

- ¿El rey de los ladrones? Así que eres tu el que se dedica a robar en mis templo- dijo furiosa, retirando su mano de los labios del joven.

- Ejem...yo....- balbuceó.

- ¡¡¡¡ Bueno ya está bien !!!! Afrodita no tengo ni tiempo ni ganas de discutir, así que presta atención. Gabrielle ha muerto, y puede volver a la vida si tu me hacer un pequeño favor- resumió Xena.

- ¿Qué? Pero...- al ver la cara de Xena, dejó las explicaciones para más tarde- ¿ Qué tengo que hacer?-.

- Tienes que decirle a tu hermano Apolo, el encargado de traer el sol todos los días y la luna todas las noches, que traiga la luna llena en la próxima noche, no hay tiempo para nada, debe ser mañana, por un momento y luego que todo vuelva a la normalidad -.

- Sabes que me encantaría pero no sé si lo podré convencer - al ver la cara descompuesta de la morena continuó - No te preocupes que seguro que lo consigo, si hace falta hablaré con mi padre...pero cómo...-.

- Cuando todo termine te lo explicaré ¿vale?- evitó la pregunta.

La diosa del amor desapareció y Xena se abrazó a Autólicus en señal de alegría. Eran demasiadas emociones y Xena no daba crédito a todo lo que ocurría.

- Autólicus, ha llegado el momento de despedirnos, esto lo tengo que hacer sola. Muchas gracias por todo, te debo la vida. A ver si todo va bien...- dijo aún abrazada.

- No hay de qué. Sois mis amigas, ¿no? No me debes nada, ha sido un placer ayudarte. Mucha suerte Xena, ojalá todo salga bien y podáis estar juntas de nuevo -.

Autólicus besó la mejilla de Xena y ambos se sonrieron. El hombre montó en su caballo y se marchó, sin más. Xena guardó todo en las alforjas de Argo, averiguando que la daga de la deidad continuaba allí. Luego hizo una fogata y se sentó en el suelo, mirando el fuego y enfrentando sus dudas. Sincerándose con su alma, estaba muerta de miedo, mas intentó evitarlo, pues el miedo la descentraba y tenía que estar bien concentrada en todo lo que estaba haciendo...no podía dejar que su miedo la dominara...no ahora. Tras varias horas, el alba la sacó de sus pensamientos y decidió darse un baño, no sin antes viajar al templo de Eli donde pensaba hacer el conjuro, pues los demás dioses no podían pisar la tierra sagrada del difusor del camino del amor..
El sol se encontraba cerca del horizonte, apunto de esconderse. El delicado cuerpo de la guerrera ya estaba limpio y relajado, preparado para lo que pudiera venir.
La morena de ojos azules se asomó de nuevo a las alforjas de Gabrielle para coger su pluma y un pergamino. Se acomodó en una roca y comenzó a escribir.

" Mi amor...mi querida bardo...mi pequeña rubia...mi luz...Como sabes lo de escribir nunca ha sido mi punto fuerte, pero trataré de desahogarme de la misma forma que has estado haciendo tú tantos años...No sé si todo lo que he hecho ha sido en vano, pero no puedo quedarme quieta. Tal vez no sirva de nada, pero quiero que sepas que, aunque te prometí que no me rendiría...no sé si podré vivir sin ti. Eres la luz que ilumina mi corazón y sin ti mi alma no aguanta. Tú eras la bondad en persona y la encargada de traerme alegría y la felicidad cada mañana. Te hecho tanto de menos...Deseo tanto volver a abrazarte...sentir tu cuerpo contra el mío...sentir tu aliento en mi cuello...Gabrielle...ese nombre que tanto he nombrado...que tantas veces he suspirado...gemido...ese precioso nombre que suena en mi corazón a una dulce melodía...No puedo olvidar tu mirada verde, color esmeralda...tus besos sublimes...la calidez de tu sonrisa...la suavidad de tu cuerpo...la claridad de tu alma...Te amo como jamás amé a nadie y nunca me cansaré de decírtelo. Me gustas tal y como eres, desde el primer momento…me gusta cuando ríes…cuando lloras…me gusta cada gesto que haces…Siempre me has dado las gracias por salvarte la vida, pero realmente tú eres la heroína…me has salvado de la oscuridad tantas veces que no sé si ahora podré yo sola...Tú crees que me enseñaste a andar tras la caída...pero creo que no...creo que me levantaste del suelo y me agarraste tan fuerte que no pude soltarme de ti...y ahora...vuelvo a estar sola...A veces te oigo y no sé si es que tu recuerdo me está martirizando el alma y me está volviendo loca...
Nuestra primera noche...recuerdo que nuestro amor se convirtió en deseo...mil veces practiqué el sexo pero jamás hice el amor hasta esa noche...Cada vez que hacíamos el amor era como la primera vez...tú...tan pura y sincera...tan delicada...Me acuerdo de nuestro primer beso...fue tan dulce que cada vez que besaba tus labios volvía a sentir esa magia que elevaba mi alma hacia el cielo...
Debo decirte gracias mi bardo…gracias por ser como eres y por devolverme la vida y la ilusión cada día...gracias por permitirme compartir mi vida junto a la tuya…gracias por escucharme y apoyarme en todo momento…y sobre todo gracias por darme la oportunidad de amarte… Todo mi alma...mi corazón...mi ser...te pertenece Gabrielle. Nunca olvides que te amé desde que nuestras miradas se cruzaron por primera vez...que te amo...y que te amaré durante toda mi vida y todas las vidas que nos toquen vivir..."

Xena evitó derramar las amargas lágrimas que corrompían su alma, pero no lo consiguió. Gabrielle, que se encontraba a su lado, leyó el pergamino y trató de abrazar a Xena pero la atravesó. Ésta se secó las lágrimas y guardó el pergamino. Dirigió su mirada hacia el estrellado cielo y vio una hermosa luna llena. Su corazón le dio un vuelco y comenzó a latir con fuerza. Rápidamente sacó el conjuro, los frascos, y el cuenco. Se arrodilló y mezcló la sangre en el cuenco. Luego abrió el pergamino y comenzó a recitar el conjuro con voz serena:


"Llamo a todos los espíritus...
que en el cielo e infierno aguardan...
Llamo a todos los dioses...
que a los mortales calman...
Devolvedle la vida a quien se le arrebató...
Haced que esta sangre por sus venas fluya...
Que todo el mal que se provocó...
a partir de ahora no influya...
Que todo lo que se hizo se deshaga...
Que el tiempo que vuela se detenga
Que el mundo se unan en una sola energía...
Para que el cielo y la tierra...el presente y el futuro…
hagan justicia a quien morir no se merecía...
Aquí y ahora...
donde la luna llena a la noche ilumina...
con la sangre de quien dio y quien recibió...
hago que venga a mi la magia de la diosa Proserpina..."

Una intensa luz iluminó todo el lugar, haciendo que la noche se convirtiera aún más luminosa que la luz del día. Xena se tapó los ojos, pues le cegaba aquella luz. Tras unos instantes la luz cesó y Xena, lentamente, fue bajando sus manos del rostro para encontrarse con la monotonía del lugar. Todo estaba como antes...la guerrera desesperada, inspeccionó el lugar para ver qué había pasado pero, aparentemente, nada había cambiado. La desesperación se apoderó de Xena, que se tiró al suelo y comenzó a llorar amargamente...como la primera vez. De repente, una cálida mano se posó en el hombro de la guerrera. Ésta alzó la vista hacia atrás y se encontró con aquella profunda mirada que tanto anhelaba.

- No llores mi amor – dijo acariciando la mejilla de Xena para secarle las lágrimas- Xena se levantó y se abrazó a la bardo, que comenzó a llorar.
La guerrera, nerviosa, atrapó con sus dos manos su cabeza.

- ¡¡¡ Mi Gabrielle !!! - la besó y, entre sollozos, continuó - No sabes cómo te he echado de menos...- la volvió a abrazar.

- Xena, me has salvado la vida - ahora fue ella la que, levemente, rozó sus labios- Te amo tanto...-.

- Yo también te amo mi vida...Estos días la desesperación y el dolor han visitado mi alma...Pero ahora estamos juntas de nuevo y no importa nada más...-.

- Xena...- lloraba la bardo - Anhelaba tanto perderme otra vez en tus ojos azules...- dijo con su mirada fija en la de su amada.

- Aún no creo que estés aquí, abrazada a mi...Creí que no volvería verte nunca más...-.

- Yo nunca perdí la fe en ti...-.

- Deseaba tanto volver a probar tus labios...- dijo mostrando una sonrisa que desde que la bardo la abandonó no mostraba a nadie. La felicidad volvió a su rostro, y la luz a su alma.

- Son tuyos mi dulce guerrera...-.

Las chicas se besaron intensamente, como si fuera el último beso...demostrando cuánto amor se inspiraban la una a la otra. Después de unos segundos, sus labios abandonaron el contacto y tras sonreírse, se volvieron a abrazar con fuerza. De repente, Eli apareció ante ellas.

- Enhorabuena, lo habéis logrado. Realmente me alegro mucho de que un amor tan puro como el vuestro pueda demostrase cada día -.

- Eli debo darte las gracias pues sino Gabrielle no estaría aquí. Te debo la vida- dijo Xena.

- Soy el mensajero de la paz y el difusor del amor...no podía veros separadas. Además, todo el mérito es tuyo Xena. No sabéis lo afortunadas que sois de teneros la una a la otra- se dirigió a Gabrielle - ¿has visto todo lo que ha hecho la guerrera por ti? Nunca la pierdas. Ni tú tampoco a ella, Xena -.

- Tranquilo Eli, ya le devolveré el favor a mi guerrera...- dijo regalándole a Xena una pícara mirada.

- Bueno, mi presencia es requerida en otro lugar. Nunca olvidéis amigas mías que el amor es el camino...- dijo antes de desaparecer.

- Xena, quiero que sepas que en ningún momento me separé de ti...te sentía tan cerca de mi y a la vez tan lejos…- apoyó su cabeza en el hombro de su guerrera...- Xena...-.

- ¿mmm?-.

- Te quiero -.

- Yo también te quiero, Gabrielle- Te escribí un pergamino, ¿sabes?- las dos jóvenes amantes se encaminaron hacia el bosque agarradas de la mano, con la misma ilusión del primer día.

Su amor venció al odio del dios de la guerra, que, furioso observaba desde el Monte Olimpo.

Y así...el verdadero amor triunfó...y ,triunfará por toda la eternidad…

Fin de ESTA historia...


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