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- Disclaimers: Xena: Princesa Guerrera, Gabrielle: Reina Amazona, son absoluta propiedad de copyright de MCA/Universal y Renaissance Pictures. Esta historia no puede ser vendida o usada en beneficio de ningún tipo, pues hay derechos de autor propios.

- Advertencia: En esta historia no aparece casi contenido sexual explícito, pero aún así, para mi el sexo no es algo obseno, es algo maravilloso, y en todas estas historias se demuestra que el amor es el que lo guía, aún así que si no te interesan este tipo de relatos, ya sabes...

- Dedicatorias: Esta historia quiero dedicársela a las pocas personas que realmente me quieren y me lo demuestran cada día. También se la dedico a las grandes personas y actrices Lucy Lawless y Reneé O'Connor. Pero sobre todo, quiero que esta historia que tanto me gusta, esté en honor y en memoria del maravilloso Kevin Smith.

- Mi correo: Esta historia me gusta mucho, así que si os apetece escribirme y decirme qué os ha parecido, hacedlo a lucy_xen@hotmail.com


TU AMOR ME MANTIENE VIVA

( continuación de "Juicios de amor")

By: Shyara

Ares, desde el Monte Olimpo, estaba asombrado ante la reacción de las chicas. No pensaba que después de todo lo que había pasado entre ellas quedara algo de amor. Estaba lleno de ira, su plan había sido un fracaso y no había servido de nada.

- Ares creía que podía separarnos – reía Gabrielle.

- Siempre has dicho que el amor puede con todo, y nunca lo comprendí. Ahora lo entiendo. El amor triunfará por siempre - dijo Xena muy feliz.

- ¿Estáis seguras?- sonó la voz de Ares.

Xena se puso instintivamente delante Gabrielle, defendiéndola. De repente, Ares apareció con un arco armado, apuntando directamente al corazón de Xena.

- A ver si el amor puede con esto…- Antes de que Ares lanzara la flecha, Gabrielle se puso delante de ella.

- ¡¡¡ Nooo Ares !!!! ¿Recuerdas tu juramento? Me juraste que jamás harías daño a Xena- gritó muy alterada.

- Tienes razón, pero eso se puede arreglar...- Antes de desaparecer, una flecha a toda velocidad atravesó el corazón de Gabrielle, y el alma de Xena. Gabrielle cayó al suelo apoyándose en el pecho de Xena, la cual, la agarró con fuerza.

- ¡¡¡ Noooo!!!! ¡¡¡ Gabrielle !!! – gritó llorando.

- Xena, si estos son mis últimos momentos, quiero vivirlos así, junto a ti- susurró casi sin fuerza.

- No Gabrielle, estos no son tus últimos momentos. Vamos…se fuerte, lucha -.

- Debes ser fuerte tú. Prométeme que jamás te rendirás, pase lo que pase, ni que vuelvas a ser la despiadada Xena que transformé. Lucha por mi. Nunca olvides que te amo con toda mi alma -.

Esas fueron sus últimas palabras. Xena notó como la vida de Gabrielle abandonaba su cuerpo, y como el dolor y la desesperación visitaba su alma.

- ¡¡¡ Gabrielle !!! ¡¡¡ Noooo por favor !!!! No puedes dejarme, no me abandones !!! Se fuerte, Gabrielle, por mi, ¡¡¡ lucha !!! se fuerte. No me abandones!!!- repetía una y otra vez.

No podía hacerse a la idea, no podía creer que Gabrielle había muerto. No, no podía consentirlo, siempre habían dicho que aún en la muerte jamás se abandonarían, así que lucharía por volver a tenerla en sus brazos.
Después de que su alma se desgarrara de dolor ante los amargos llantos de Xena, ésta se acercó a Gabrielle.

- Te amo Gabrielle, y juro por todos los dioses que volveré a verte. Nunca me rendiré - y depositó un suave beso en sus labios.

Xena la levantó y la montó en Argo, detrás suya, para llevarla a una cueva. Cuando llegó a la más cercana, ya era de día. Había estado toda la noche cargando con Gabrielle, pero no se cansaba. Tumbó el cuerpo de Gabrielle sobre el suelo, y se aseguró de que nadie pudiera encontrarla.

- Aquí estas a salvo mi amor, voy a buscar una solución, ya vuelvo -.

Mientras tanto, el alma de Gabrielle se dirigía a los Campos Elíseos. Andaba lentamente, y cuando estaba casi en ellos, chocó con un cristal de repente. No podía pasar a los campos, pero tampoco al Tártaro. Estaba perdida en la nada, lo que significaba que no había muerto del todo y podía volver a la Tierra, siendo sólo un espectro.

Xena cabalgó sobre Argo toda la mañana, sin saber si quiera a dónde iba, tan sólo quería encontrar un milagro que trajese de vuelta a su adorada bardo. De pronto se topó con Ares. Xena tan sólo bajó del caballo, desenvainó su espada y se la clavó en el pecho.

- No puedes matarme, pero si te desahoga clavarme tu espada...-.

- Serás hijo de...- gritó Xena antes de que Ares la interrumpiera.

- Tranquila Xena. Te he hecho un favor, tan sólo te he librado de esa irritante rubita -.

- Estas loco Ares, ya no sabes qué hacer para arruinarme la vida. Si fueras mortal...-.

- Pero no lo soy, soy un dios con un gran poder. El suficiente para hacer lo que me apetezca con vuestras vidas- alzó la voz.

-¿Porqué me haces esto Ares? ¿Cómo has sido capaz? - gritaba histérica mientras le golpeaba sin fuerzas en el pecho - ¡¡¡Te odio!!! -.

- Mira Xena, hay algo que sí puedes hacer para salvar a Gabrielle-.

- Dime qué es. Haré todo lo que sea -.

- Unirte a mi. Como siempre te he pedido. Quiero que luchemos codo a codo como en los viejos tiempo. Haciendo el mal allá donde estemos, ¡gobernando el mundo! Es la única forma de que te olvides de Gabrielle -.

- ¡Eso jamás! He hecho una promesa y no voy a romperla -.

- Muy bien Xena, como quieras- luego desapareció.

Xena, desesperada, rompió a llorar de nuevo.
Pasadas las horas, siendo ya por la tarde y aún sin haber terminado de llorar, montó en Argo y se dirigió a un templo dedicado a Eli que se encontraba detrás de la colina. Una vez que llegó, entró secándose las lágrimas y se acercó al altar. El interior estaba vacío así que se arrodilló y comenzó a “rezar”.

- Eli, ya sé que me ayudaste una vez, pero estoy desesperada. Ya sabes cuanto amo a Gabrielle y cuánto la necesito. Ahora que me la han arrebatado, el anhelo por volver a tenerla cerca corrompe mi alma. Si es verdad que el amor es el camino, déjame demostrárselo cada día -.

Al ver que sus palabras no causaban ningún efecto, se levantó, salió al patio del templo y comenzó a gritar mirando al cielo.

- ¡¡¡Por favor Eli ayúdame!!!! ¡¡¡¡ Gabrielle no merecía morir y tú lo sabes!!!!-.

Xena cayó al suelo y comenzó a llorar de nuevo, no podía parar de hacerlo, le dolía el alma, toda su vida se había acabado. No encontraba razones por las que vivir, pues su vida era Gabrielle. De pronto, la sensación de una mano acariciando su mejilla la sorprendió. Xena se levantó del frío suelo y pudo contemplar la imagen de Gabrielle y de Eli rodeadas de una luminosa aura. Xena corrió hacia Gabrielle para abrazarla, pero en su lugar, simplemente la atravesó.

- No puedes tocarnos, y en realidad tampoco deberías verla, pero puedo ver el sufrimiento de tu corazón y os he concebido otra oportunidad para que os veáis- dijo Eli.

Xena no le echó mucho caso a las palabras de Eli, tan sólo quería admirar la belleza de Gabrielle.

- Xena, si estoy aquí es por que no estoy muerta...al menos no del todo, pues el amor que siento por ti mantiene viva mi alma -.

- ¿Como que no estas muerta del todo? ¿Hay algo que se pueda hacer para que estés físicamente viva? Gabrielle, no sabes cuanto te hecho de menos -.

- Verás Xena - volvió a intervenir Eli - Ella está aquí porque sois el ejemplo más puro de amor que ha existido en el mundo, y eso os mantiene unidas. Sólo hay una forma de que Gabrielle vuelva a su estado normal -.

- ¿Y como sabemos que ahora los dioses no nos vigilan? - susurró.

- Este templo es sagrado, y los dioses no pueden ni vernos ni oírnos, así que escucha: debes hacer un conjuro que yo te facilitaré. Para ello, debes conseguir la sangre de Gabrielle y la del ser que la mató, pero recuerda, sin matarle. Luego debes llamarme y te diré el resto del plan -.

- ¿Pero cómo voy a obtener la sangre de Ares si es un dios? Los dioses no sangran -.

- En el Tártaro hay escondida, en la barca de Taronte, una daga, la daga de la deidad. Después de destruir la daga de Elios, sólo queda esa forma de matar a un dios. Es lo único que lo hará sangrar...y lo único que hará que Gabrielle vuelva -.

- Xena, no hay ninguna opción. Déjalo, asume que el momento de mi fin ha llegado. Debes olvidarme- dijo muy entristecida.

- No encuentro forma alguna de olvidarte porque seguir amándote es inevitable. Además, sí que hay una opción -.

- No, Xena, escúchame, no puedes ir al Tártaro, eso es rendirse, y me prometiste que no lo harías. Además ¿te has fijado en tu aspecto? Te ves sucia y casi sin vida. Debes comer algo -.

- Tranquila Gabrielle. Yo tengo mis métodos, confía en mi, por favor. Te quiero - intentó acariciar el rostro de Gabrielle y dirigiéndose a Eli dijo- Pronto volveré a este lugar con la sangre -.

Xena se alejó. Una pequeña esperanza se había alojado en su alma y le daba fuerzas para seguir. Decidió volver a la cueva. Cuando llegó, ya estaba oscureciendo, y lo primero que hizo fue comprobar si aún estaba el cuerpo de Gabrielle ahí. Luego, prendió fuego para calentar el lugar. Acercó el cuerpo a ella, para que el fuego la iluminase y pudiera sacarle la flecha de su pecho. Cuando lo hizo, tomó la prueba de sangre de la flecha y la metió en un pequeño frasco. Ya sólo quedaba Ares. Más tarde, después de pensar mucho en el plan que tenía en mente, decidió hacerle caso a Gabrielle y salir a cazar para alimentarse un poco. Cuando ya comió, volvió a esconder el cuerpo de Gabrielle y se tumbó un rato a dormir.

Xena se acerca a Gabrielle y la besa. " Te quiero Xena", " Yo también a ti Gabrielle, eres toda mi vida". Ares aparece. Una flecha atraviesa el pecho de Gabrielle.

- ¡¡¡¡Nooooo!!!! - se despertó Xena gritando.

Estaba soñando, eran imágenes rápidas y abstractas. Su cuerpo sudaba, y sus ojos desprendían lágrimas sin cesar. No podía olvidar esas imágenes, aún era todo muy reciente, y sus ojos no daban para más lágrimas. Eran altas horas de la noche, y no podía dormir, así que se levantó y se dirigió a las alforjas de Argo. De allí cogió todas las cosas pertenecientes a Gabrielle. Xena sabía que a su bardo no le importaba que ella leyera o viera sus cosas, pues compartían todo, así que decidió recordarla. Entonces, contempló su pluma, sus pergaminos y aquellas cosas inservibles que a Gabrielle le gustaba comprar en los mercados, sólo por el mero afán de comprar algo. De repente se le vinieron muchos recuerdos de su Gabrielle a la mente. Aún se podía percibir la esencia de su cuerpo plasmadas en sus cosas. Cuando decidió no pensar en ella y comenzar el plan, un pergamino se cayó abierto al suelo. Xena, recordando lo cuidadosa que Gabrielle era con sus pertenencias, inmediatamente lo recogió. Una inmensa curiosidad de saber lo que a Gabrielle la inspiraba a escribir la invadió, pues siempre decía que ya leería sus historias, pero nunca lo hacía. Este era el momento, entonces comenzó a leer:

" Tu mirada es azul, y cuando ríes
su claridad suave me recuerda
a la hermosa luz de la mañana
que en el mar se refleja.

Tu mirada es tan clara y suave
que cuando lloras, las transparentes
lágrimas en ella me parecen pequeñas
gotas de rocío deslizándose sobre
un pétalo de la más hermosa flor.

Tu mirada es tan expresiva
que si en su fondo parece haber escrito
un sentimiento, su profundidad
me permite leerlo.

Tu mirada es tan hermosa
que cuando me miras
siento como mi corazón cabalga
entre las nubes del cielo.

Tu mirada es azul, y ya que es
el espejo del alma, tu alma
debe ser preciosa, pues fueron
tus ojos azules los que se grabaron
en lo más profundo de mi ser y me
enamoraron".

Unas lágrimas se deslizaron inevitablemente sobre la mejilla de Xena, pero se contuvo y comprendió que había llegado la hora de comenzar el plan.

- ¡ Ares ! Lo he pensado mejor- gritó mirando hacia arriba.

- ¿El que has pensado mejor? - dijo apareciendo delante de ella.

- Me he decidido. He comprendido que el único modo de sentir algo y de que pueda seguir hacia adelante es volviendo a ser la misma que antes. Estoy enamorada de Gabrielle, pero no hay forma de que ella vuelva, por eso quiero que me ayudes...- entonces se acercó a él - haz olvidarme de Gabrielle....- susurró mientras acariciaba sus labios para luego besarlo intensamente.

Gabrielle, que la observaba desde lo alto, se quedó sorprendida por la acción de Xena. No sabía nada del plan, y su alma oscureció al ver a su amada rendirse.

- Desde ahora considérame tu reina guerrera -.

- No sabes cuánto tiempo he estado esperando esas palabras de tu boca. Xena, ¡¡¡ vas a gobernar el mundo a mi lado !!! Despídete de tu rubita, que ahora vas a saber lo que es sentir...-.

Ares cubrió los ojos de la guerrera con su mano derecha, y cuando la apartó, Xena pudo ver una hermosa habitación alejada de cualquier persona. La tenue luz de las velas le permitía ver una gran mesa colocada al fondo de la habitación, y una cama hermosamente decorada con pétalos de rosas rojas. Cuando aún estaba asombrada y sumidas en sus pensamientos, Ares la sacó de ellos.

- Mírate, eres hermosa- pronunció Ares mirándola de arriba a abajo.

Xena se acercó a un espejo que se encontraba cerca, y vio el reflejo de una alta guerrera, perfectamente maquillada, con la mitad de su negro cabello recogido, dejando a la vista todo su rostro, a excepción de algunos rebeldes mechones que caían por su frente, con bellas alajas doradas y vestida con un ajustado vestido rojo. Éste tenía las mangas muy acampanadas y una raja en la zona lateral del provocativo vestido, que le llegaba casi hasta la cadera, enseñando así parte de su pierna.

- ¿Y esto?- dijo con una sonrisa forzada, fingiendo alegría.

- Quiero hacerte ver que has tomado la decisión correcta-

Ares inclinó su cabeza hacia el cuello de Xena para besarlo. Ésta, que aún se encontraba ante el espejo, se limitó a apretar la mandíbula y cerrar los ojos para no ver aquella desagradable imagen. No podía negar que alguna vez sintió atracción sexual por el dios de la guerra, pero ahora era distinto, le repugnaba el estar con el dios de la guerra, pero no había otra alternativa.

- Supongo que esa decorada mesa está para algo, ¿no? -.

- ¿Tienes hambre? Yo también la tengo, pero supongo que de otra forma... Bien, saciemos tu hambre para luego saciar la mía...- sonrió.

Los dos se acercaron a una mesa larga, llena de velas y de todo tipo de comida. Ares, caballerosamente accedió paso para que la "señorita" se sentara primero a un extremo de la mesa, y luego el se sentó al otro. Los dos se sirvieron vino en unas copas doradas, y brindaron.

- Por mi reina guerrera - dijo Ares.

- Y por que juntos logremos que el mundo se rija a nuestra manera y se rinda ante nosotros - Xena se sentía muy mal al decir estas cosas, pero tenía que reconocer que eso era parte de ella y le excitaba mucho hablar así.

De ese modo, los dos comieron hablando de sus planes sobre su futuro de gobernadores del mundo. Xena bebía mucho vino para no ser consciente de lo que pudiera pasar esa noche, pero Ares la frenó un poco y se levantó acercándose a ella. Le bajó un poco la parte de arriba del vestido para masajear sus hombros.

- Nunca nos ha gustado las formalidades, así que vayamos de una vez al grano...-.

Ares la hizo levarse del sillón y le dio la vuelta para que quedaran cara a cara.

- ¿Quieres olvidarte de Gabrielle? Muy bien...- se disponía a besarla cuando ésta lo frenó.

- Antes de nada hay cosas que me gustaría que quedaran claras ¿Puedo confiar en que estamos juntos y si me pasara algo tu me salvarías?-.

- Por supuesto, ¿acaso lo dudabas? No es la primera vez que estamos unidos, así que no temas a nada de lo que pueda hacerte...-.

Entonces la besó y la empujó a la cama. Xena, que por fuera parecía un auténtica lujuriosa mujer, por dentro sentía verdadero temor por lo que tendría que hacer, pero todo era por Gabrielle, y merecía la pena.
Ya conocían sus manos, sus caricias, sus besos, pues ya habían estado juntos, sin embargo, esta vez Xena no quería tener sexo con él, porque si algo tenía claro era que ella nunca había hecho el amor con Ares, tan sólo habían practicado sexo para pasar el rato y saciar algunos deseos humanos.
Ares desenvainó su espada y apuntó justo al cuello de Xena, quien por un momento dudó si Ares la mataría o no. Sin embargo, éste tan sólo corto el vestido en pedazos, dejando al descubierto la desnudez de Xena.

- Así estás mucho más hermosa -.

Entonces, Ares se tumbó encima de ella y se desnudó. A Xena siempre le había gustado tener los ojos abiertos cuando hacía el amor para poder perderse en el verde de los ojos de Gabrielle, y así poder verla disfrutando, pero esta vez, optó por cerrar los ojos y trasladar su mente a otro sitio. Y así, poco a poco, Ares fue satisfaciendo sus más preciados y anhelados deseos.
Gabrielle, por su parte, "moría" de dolor al ver a Xena acostándose con nada menos que Ares, su peor pesadilla.

Pasaron los días, preparando todo para el primer ataque: planeando los ataques, trayendo las catapultas, reclutando hombres y guardando las mejores armas, fabricadas por el metal de Efesto, el herrero y dios del fuego. Cuando llegó el día fechado para ganar territorio atacando la aldea Dactus, Ares despertó a Xena, que yacía echada entre las sábanas, desnuda.

- Llegó el día del fin del libre albedrío. El día en que todo nuestro destino comienza. El día en el que te demuestras a ti misma cual es tu naturaleza y qué es lo que quieres. Esta noche todo empezará…-.

Xena, que tenía todo preparado para su propio plan, sonrió y se levantó andando hacia el baño para vestirse con una atuendo especial de guerrera y señora de la guerra. Cuando ya estaba preparada, se dirigió al establo para afilar su espada, cosa que normalmente hacía. Cuando se sentó en un montón de paja, una flecha que se encontraba escondida en la pared alcanzó su corazón. Xena podía haber hecho algo como por ejemplo intentar sacarla o emplear los métodos de medicina que conocía. Sin embargo, se limitó a tirarse al suelo, pues fue ella la que puso esa trampa allí. Xena necesitaba morir de una manera no muy sospechosa ¿y qué mejor que poner una trampa para que Ares pensase que provenía de los aldeanos de Dactus?.
Fue entonces cuando comprendió la expresión de dolor en el rostro de Gabrielle días antes, pues realmente dolía mucho. Tan sólo se limitó a presionar la herida. Al poco tiempo, sintió como la vida abandonaba su cuerpo.

Su alma se elevó levemente, y en un abrir y cerrar de ojos, ya se encontraba en la entrada del Tártaro. Ya conocía el camino, pues había estado allí cuando fue en busca de Marcus, así que se dirigió rápido a la barca de Taronte, el cual la llevaría hacía el interior del Inframundo.

Ares, al ver que Xena tardaba mucho en regresar del establo, fue en su busca.

- Cariño, hoy es el gran día, no querrás perderte el panorama de tantos guerreros esperando tu señal esta noch...- decía antes de tragarse sus palabras al ver el cuerpo sin vida de Xena sobre el suelo.

Corrió hacia ella deprisa para ver si podía hacer algo o ya estaba todo perdido. Por desgracia la última opción era la correcta, Xena estaba muerta. Ares se percató de la trampa que había en la pared, así que se dirigió hacia la puerta para comenzar el ataque y matar por venganza a los aldeanos que osaban a acabar con la vida de su guerrera. Pero luego pensó que, con el consentimiento de Atenea, podría traerla de nuevo a la vida, así que desapareció hacia el Monte Olimpo.

Xena, fue corriendo hacia la barca, pues tenía que aprovechar su tiempo.

- ¡Vaya! otra vez tú por aquí. ¿Esta vez estás muerta o no?- dijo con sarcasmo.

- Pues sí, una flecha me alcanzó -.

- ¿Porqué tanta prisa por montarte? Parece que te alegra haber muerto -.

Xena no se molestó en contestar. Una vez montada, buscó desesperada a espalda de Taronte la daga, apurando el tiempo que tardaría Ares en salvarla, si la salvaba... pero no la encontraba.

- ¿Se puede saber qué estas haciendo?- gritó el viejo barquero.

Xena percibió cómo su alma iba desapareciendo.

- Estoy buscando…….....- Xena vio que era él quien poseía la daga de la deidad- ¡¡¡esto!!!!- gritó desenvainando la daga de la funda que se encontraba en el cinturón de Taronte.

Xena desapareció por completo justo a tiempo, librándose de un buen golpe por parte de un remo.
Abrió lentamente los ojos para encontrarse con la sonrisa de Ares. Su mano recorrió lentamente el suelo en busca de un lugar donde esconder la daga, hasta dejarla bajo las pajas.

- Ya estás aquí de nuevo, Xena. Esos malditos aldeanos...¡debes ejecutar tu venganza! saciar tu sed de odio...y harás que todo el mundo vuelva a temer a la gran princesa guerrera...- dijo orgulloso.

Xena se levantó del suelo mientras Ares aún hablaba y selló sus labios besándolo apasionadamente interrumpiéndolo. El largo beso terminó en una sonrisa por parte de Xena.

- Esa es mi forma de agradecer cuando me salvan...- dijo de manera seductora.

- Voy a tener que hacerte más favores... En fin, salgamos ya fuera- pronunció antes de darse la vuelta y dirigirse a la puerta.

- Un momento...-.

Ares se volvió a Xena de nuevo, y pudo ver por un instante un puño dirigido a su cara, dejándolo inconsciente. Xena con cautela sacó de las pajas la daga de la deidad, y se acercó a Ares. Se vio tentada a acabar con la vida del ser que había matado a Gabrielle, sin embargo recordó el consejo de Eli, y tan sólo le hizo una pequeña raja en el brazo para meter en otro frasco su sangre.

- Y esta es la forma de agradecer cuando hacen daño a mi bardo -.

CONTINUARÁ.....


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