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Los personajes de Xena y Gabrielle son propiedad de Renaissance Pictures y Estudios Universal. Esta historia es proipedad mía. Cualquier cosa que tengas para decirme puedes hacerlo en: souldreams_@hotmail.com   


TU VOZ
Segunda Parte

Autora: Lane


- No sé, tacharme de anticuada y vieja recatada, pero a mi me sigue pareciendo que esa falda es exageradamente corta, Gabrielle. Y no hablemos ya de ese top!! ¿¡¡Dónde se ha visto que una chiquita de tu tierna edad vaya por esos mundos de Dios con el ombligo a los cuatro vientos!!?

-Jajaja!! Madre, por favor, no sigas que me parto en dos...!! -Xena disfrutaba de lo lindo con los principios cavernícolas de su madre.

Hacía ya una semana que Gabrielle y Xena permanecían en casa de Cirane, y no había pasado un solo día en que ésta no le sentenciara su desagrado a la pobre bardo por su "despampanante" manera de vestir. Al principio, Gabrielle, se preocupaba. Se había incluso sometido a una sesión de "cambio de look" en manos de Cirane, para calmar las preocupaciones de ésta. Pero había resultado peor el remedio que la enfermedad: la madre de Xena la enfundó en un vestido negro escarabajo que solo dejaba ver la luz del sol a su rostro y sus manos. Aun le venían sofocaciones a Gabrielle cuando pensaba en el calor que había pasado ese día. "Si me llego a descuidar, ese vestido me asa viva!"

- Y tu porque no te dejas y porque tienes una fuerza de mil Hades, que si no ya verías como te vestía yo!- le dijo a Xena, que seguía retorciéndose de la risa- ¿Tu sabes la de chismorreos que levantáis las dos cuando venís a éste humilde e inocente pueblecito? Hasta se han creado indecentes historias de vosotras dos, de las cuales no me quiero ni acordar porqué se me suben los colores hasta el moño!!

-Jaaaaaaaaaaajajajaja!!!!! Piedad, madre, compasiooooooon!!! -Xena sentía que su estómago iba a desfallecer de un momento a otro, las carcajadas le removían sin miramentos las entrañas. Literalmente, cayó doblada de la risa en el suelo de la pequeña casita de madera.

- Xena, que estoy hablando en serio!! - dijo la mujer aun sofocada.

A todo esto, Gabrielle lavaba los platos que instantes antes habían usado para cenar. "Una semana... Ya llevamos una semana aquí, y a mi más bien me ha parecido un suspiro. Xena está pletórica, no cabe duda que se ha recuperado del todo de la paliza que le propinó el imbécil de Ares. Ares... como te he odiado! Si alguien se atreve a tocarla otra vez, juro que lo mato, LO MATO! (...) Xena, Xena... de nuevo te has puesto la venda ante esos fascinantes ojos azules tuyos. Cuando despertaste creí que al fin te habías dado cuenta. Tu mirada, tus palabras, ese beso en la mejilla... Todo parecía tan real, tan cierto. Pero que va... Una semana, ha pasado una semana y no has reaccionado en ningún momento de igual manera. Gabrielle, chata... tienes que controlar esa imaginación, te hace ver cosas que ni por asomo son. Xena nunca se dará cuenta de... de cuanto.... estooo... En fin, que más da! Deja ya de comerte el tarro, al final te va a salir humo de las orejas... y eso no me hace ni pizca de gracia que me quemas neuronas!"

En esos pensamientos cavilaba Gabrielle cuando, de pronto, se vio sorprendida por unas delicadas manos que se deslizaban suavemente por su cintura, sintió como se encontraban la una con la otra en el centro de su vientre para entrelazarse después, como sus piernas recibían paralizadas el súbito contacto de otras, como su espalda se erizaba al sentir unos firmes senos apoyándose morosamente en ella... Se sintió débil, tremendamente vulnerable y desfalleciente. Su interior pareció volverse de nata, toda ella se volvió como líquida, resvaleciente... Un pastel de nata fundiéndose ante una infernal calor.

- Pues a mi me encanta esa falda rojiza y ese verde top... - oyó, medio aturdida, como una sensual y penetrante voz le susurraba en su oído derecho, justo antes de sentir el leve peso de una cabeza reposando en su hombro.

No pudo evitar que se le resbalara el plato que en esos momentos enjabonaba, produciendo así un estrepidante ruido el cual la hizo estremecerse. Los brazos que la rodeaban la estrecharon con más fuerza contra ese cuerpo que se pegaba al suyo. Gabrielle se le escapó un intenso suspiro, aquello la superaba... Sencillamente era demasiado para ella!

-Xena... - consiguió decir al fin, aunque sin fuerzas casi, más que nada a modo de súplica.

- Ya te deeejo, ya te deeeejo, jeje! No quiero ser la causante de que mi madre se quede sin bajilla... - besó ligeramente el cuello de Gabrielle y deshizo el abrazo con soberana lentitud.

"Gabrielle, cariño... Que mona estás cuando los nervios te traicionan. Te comería entera!!" pensó Xena, con una sonrisa de lado a lado, mientras se dirigía hacia la puerta de la cocina. En ese preciso instante decidió que, sin lugar a dudas, ya era hora de marcharse de ahí... Necesitaba horrores estar a solas con Gabrielle!

...

- No, rotundamente no... Le doy uno, que me parece una barbaridad aun!

- Tres, si no lo sube a tres me basta con gritar ahora mismo y despertar a esta ricura...

- Vaaale, vaaaale... Usted gana! - interrumpió rápidamente el vendedor ante esa incansable negociante rubia, cansado de media hora ya que llevaba regateando con ella.

- Gracias - dijo satisfecha la joven, mientras le sonreía inocentemente al hombre y cogía la bolsa que éste le entregaba con ni más ni menos que tres quilos de comida de la más variada. "Xena alucinará... No hay para menos, jeje!! Tres quilos de manjares por tan solo cantar un par de nanas para que la preciosidad de bebé del cansado vendedor se dejara caer en brazos de Morfeo. No está nada mal, sí señor!"

- Gabrieeeeeeeeeeeelle!!!!!! Mírame, Gabrieeeeeeeelle!!!!!! - oyó que le gritaban desde... los cielos??

- Por dios, Xenaaaaaa!! Que haces ahí arriba!!?!?!? - aquello era imposible, Xena montada en una especie de vela enorme, surcando los cielos!!!

- Jajaja!! Volaaaaaaaaar, liiibre como un pájaro, Gaby, libreeeeeeeeeeee!!!

A la bardo se le cayó la bolsa de tres kilos al suelo. En la vida había visto cosa igual, ni lo había imaginado siquiera!! "Pero como...!". Minutos más tarde Xena descendía de las altitudes triunfante y casi como una exultante y radiante diosa para aterrizar justo ante una más que sorprendida Gabrielle. Se formó un corro de curiosos cuando la morena ya pisaba tierra, todos tan pasmados como lo estaba su bardo. No pudo evitar reírse de la situación.

- Pero, Xena como...

-Shht! No comiences con tu bombardeamiento de preguntas. Ven... - la interrumpió Xena, tomándola de la mano mientras sujetaba con la otra el extraño artilugio que la había hecho volar por los aires como si fuera pluma de ave.

La llevó a una pequeña montaña, a las afueras de la villa en la que se habían instalado el día anterior. Colocó las dos manos en una especie de barra que parecía ser el punto de apoyo de la enorme tela blanca que constituía aquella.... "cosa". Con una sonriente mirada instó a Gabrielle para que se situara delante de ella.

- Eso es, coge como yo el palo. Sobretodo no te sueltes, eh...

- No - dijo Gabrielle, obediente y concentrada, aunque no podía evitar sentir como los nervios se le agolpaban en las entrañas.

- No te pongas nerviosa, estaré detrás tuya, de acuerdo? - Xena la intentó tranquilizar- Ya verás que sensación, Gabrielle! No la podrás ni describir en tus pergaminos, jeje! - dijo mientras ataba con una cuerda la cintura de la rubia con la suya, para finalmente enganchar dicha cuerda en uno de los extremos de la barra.

- Xena, no me sueltes, eh...! - Gabrielle no las tenía todas con ella.

- Jajaja!! Eso ya lo veremos. Venga, corre!

Empezaron a correr a lo largo de la montaña. La enorme tela blanca empezó a ejercer de para-vientos alzando así, con impulso creciente, los dos cuerpos que se sujetaban a ella.

- Oh, por todos los Dioses, XENAAAAAAA!!!!!!!!! - Gabrielle no se lo podía creer, estaban volando!!!!

Xena la sostenía con un brazo por la cintura, mientras guiaba el milagroso instrumento para aprovechar todas las ráfagas de viento y hacerlas alzar con mayor fuerza hacia ese hermoso cielo azul. Su cara reflejaba satisfacción, radiante de felicidad ante la propia felicidad de su pequeña bardo...

...

- No te muevas, así no hay quien te cure!

- Picaaaa!! - se quejaba Xena.

-Jajaja!! Resistes estocadas, profundos cortes, duros golpes... y no soportas un poco de agua con hiervas en un rasguño facial - se mofó divertida Gabrielle mientras pasaba con delicadeza un trapo empapado por el corte sangrante del pómulo de Xena.

- Muy graciosa, como la niña no se ha hecho ni pizca de daño se las da de dura...

- Mmmmm, di lo que quieras, pero la quejica aquí eres tu, jajaja!! Y no te muevas tanto!

- Julin... - Gabrielle sonrió enternecida ante lo criatura que parecía Xena a veces. Sonrisa que no pasó desapercibida para la guerrera.

- Por cierto... gracias por lo de antes - empezó a decir la rubia mientras volvía a empapar el trapo en el cuenco de madera y se le aproximaba aun más a Xena. Ésta sonrió mientras permanecía sentada en un tronco con la cabeza hacia arriba y los ojos cerrados, sumida en la delicadeza de las curas de su bardo. - La verdad es que tenías razón, no tengo palabras para describir toda la amalgama de sensaciones que sentí ahí arriba, jeje!

Gabrielle no dejaba de admirar ese fascinante rostro. La verdad es que hacía ya bastante rato que la herida había dejado de sangrar. Pero le parecía imposible dejar de disfrutar de la suavidad de la piel del rostro de Xena, y un pecado romper el encanto de la situación.

- Mmmm... - murmuró sonriente Xena, sin abrir los ojos, gozando de las caricias de Gabrielle. Instintivamente, la atrajo hacia ella abrazándose a su cintura. La quería más cerca, más, más, más... Con toda la naturalidad del mundo, apoyó su rostro en la desnudez del vientre de Gabrielle. No quería razonar, no quería acordarse de todo lo que las rodeaba, tan solo quería sentirla a ella, notar su cercanía, abrazarse como una niña chica a su cuerpo... Por su parte Gabrielle rodeó con sus brazos la cabeza de Xena mientras acariciaba su lacio y sedoso pelo. Cerró los ojos y se dejó llevar... Por primera vez se dejaría llevar.

- Siento tu corazón... - dijo con la voz perdida, Xena, al cabo de largo rato, mientras sus pensamientos se le escapaban en alto.

- Y qué dice...? -"Venga Xena, dilo... dime que sientes lo que siento. Dímelo, cariño, dímelo..."

Xena levantó el rostro, su mirada era seria, casi dura. Miró intensamente esos verdes ojos, buceó como lo había hecho tantas otras veces, pero esta vez no se ahogó en ellos... Esta vez no iba a ahogar lo que durante tanto tiempo le gritaba su alma. Estaba decidida, ese era el momento... "Ahora o nunca". Gabrielle no apartaba su mirada interrogante y a la vez algo preocupada por como de intensa sentía la mirada de Xena. Hasta que vio con angustia como se le humedecía. "Venga, cielo... no te me derrumbes ahora. Xena dilo, dímelo...!"

...

- En serio!?!? Te gustan!?!? - Gabrielle lo miraba con alegría y nerviosismo.

- Pues sí, ya te lo he dicho, me parecen fascinantes. Tendrías que dejarme un par de ellos aquí para copiarlos y distribuirlos por todo los pueblos para que todo el mundo pueda gozar de tan bellas y excitantes historias. - dijo el hombre, enternecido por el creciente interés que la bella rubia mostraba por él. Bueno, por lo que él le proponía, de acuerdo... Pero le gustaba creer que era por él.

-OH!! Vaya!! Lo haría, de verdad!?!? No sabe como me hace de feliz!! -Gabrielle se abalanzó hacia él, dándole un fuerte y emocionado abrazo. - Gracias, gracias, gracias...!!

- Jajaja!! Que rica eres! - se le escapó en medio de tanta felicidad, al hombre.

Xena observó la escena sin perder ni un solo detalle, así como tampoco se le escapó el más que inapropiado comentario de ese fanfarrón hacia su Gabrielle. Los celos la picaban... "Si no hubiera sido por él, Gabrielle ya sabría cuanto la... la... Gggrrrr!!! Por qué teníais que ponérmelo tan difícil!!?? Estaba a punto, a puntooooo!!! No sé porqué no ha caído muerto con la fulminante mirada que le he lanzado cuando ha aparecido de entre los arbustos, de repente!! Soy gafe, asquerosamente gafe!". Xena no había abierto la boca en lo que quedaba de tarde, se había limitado a cazar un par de liebres. Para entretenerse más que nada ya que disponían de mucha comida desde que Gabrielle había conseguido tres kilos de varios alimentos. La noche había caído sobre ellos ya y Gabrielle no paraba de hablar con ese estúpido trotamundos, como Xena lo había bautizado. La verdad es que tenían muchas cosas en común. "Demasiadas...", pensó irritada la guerrera. No soportaba a ese hombre, definitivamente lo odiaba!! Y más cuando se hacía más evidente el interés que la inquieta bardo mostraba por saber cuantas aventuras había vivido. "Y encima es el típico guaperas de turno!!" masculló con rabia la morena.

-¿Qué dices, Xena? - le preguntó distraídamente Gabrielle, sin dejar de reír por lo que hacía un instante le había contado ese interesante desconocido.

Xena no respondió, y no porqué no tuviera un par de cosas que decir, no... Simplemente se hizo la esquiva y se tumbó en su manta, dándoles la espalda, dispuesta a que Morfeo la enviara lejos, bien lejos de ese tormento de situación.

- No es de muchas palabras tu amiga, verdad... - dijo, burlón, el rubio de ojos café a la bardo.

- No, jeje!

-Parecéis blanco y negro, Norte y Sur...

- Sí, eso parece... - no quería seguir con esa conversación, no quería hablar de Xena con ese... ese... ese q? - Por cierto, que haces por aquí? Aún no me has dicho ni tu nombre.

- Estaba buscando refugio, oí voces y me acerqué. En cuanto a mi nombre: Dadius.

- Ahmm... Bueno, será mejor que también nosotros vayamos a dormir, ya es tarde y...

- Sí, ya es tarde. - la interrumpió Dadius, no quería forzar las cosas, se había dado cuenta de lo reacia que de pronto se había vuelto aquella hermosa criatura a seguir conversando.

Esa noche fue muy larga para Gabrielle...

...

- ¿¡¿¡Qué nos ha QUÉ!?!? - Xena no cabía en su enojo.

- Que... que nos ha... nos ha robado - Gabrielle tragaba saliva, rezando para que Xena se calmara y no la tomara con ella.

- Maldito hijo de....!!! Se va a enterar!!!

- Xena no!! Espera, qué vas a hacer!? -la tomó del brazo antes de que llegara a Argos.

- Déjame, Gabrielle, a mi no me la hacen dos veces! - sentenció la guerrera antes de montar a Argo e irse cortando el aire a su veloz paso.

- Dos...? -dijo pensativa Gabrielle, extrañamente emocionada por lo que aquello significaba.

Pasadas un par de horas Xena alcanzó a Dadius, el cual viajaba tranquilamente en un carro llevado por un viejo caballo. Al oír ruido volteó para ver que ocurría pero tan solo sintió como una oscuridad se apoderaba de su visión y un acongojante aturdimiento se apoderaba de su cuerpo. Xena miró con desprecio el cuerpo inconsciente de Dadius. Luego revisó las "pertenencias" de éste que había en el carro. Vio con creciente rabia como el muy ladino se había apoderado hasta de su preciado chakram. Reconoció también una pulsera que en su día ella misma había regalado a Gabrielle en su veintiseisavo aniversario. Indiferente, condujo el carro a la villa que más cerca estaba de allí, y después de volver a recuperar todas sus pertenencias dejó el carro a un mozalbete que encontró a las afueras de la villa.

- Cuando el hombre que hay bajo ésta tela se despierte, dile que rece para que no se vuelva a cruzar en el camino de Xena. La próxima vez no será tan compasiva con él. - le dijo en voz grave al chico, el cual se asustó, retrocediendo algunos pasos- Toma, esto es para ti, y gracias.

El chico aun tenía la boca abierta cuando la silueta de esa extraña mujer se desvaneció en el horizonte. Luego miró emocionado la bolsa llena de comida que sus débiles y flacas manos intentaban sujetar con fuerza. Una lágrima resbaló por el rostro del chico.

- Gracias a ti...

...

Xena se agarraba fuertemente a las riendas mientras Argo la llevaba trotando con una fuerza que no le conocía de nuevo a casa de Cirane. La guerrera se había refugiado en el silencio en cuanto encontró un comunicado urgente en lugar de Gabrielle. "Esto es insoportable. Xena, si no vienes pronto esto será el fin". Esas dos estremecedoras revelaciones eran las únicas que había impresas en el pergamino.

No tardó en llegar al mismo lugar que había abandonado hacía tan solo 4 días. Pero qué diferente se veía de como lo había dejado!! Todas las casas estaban teñidas de negro, y algunas aún conservaban destellos de fuego que no parecían querer apagarse. Se dirigió directamente a la de Cirane, la cual no distaba mucho del aspecto de las demás casas. Pegó un salto y se bajo rápida de Argo. Su rostro continuaba contraído, las facciones endurecidas, sus ojos felinos rebosantes de desconfianza y malos pensamientos.

-Mamaaaaaaaaaaá!! Dónde estaaaaaás!!?!? - voceaba la guerrera abriendo cada una de las habitaciones. Las mismas que la habían visto crecer en su día, pero ahora vacías y faltas de vida...

-Xena, aquí! - se oyó quedamente desde una especie de trampilla en el suelo, leves golpes procedentes de ella comenzaron a sonar. - Oh, Dios mío, Cirane!! -Xena se estremeció al levantar la puertecita de madera y ver a la mujer retorcida en ese pequeñísimo hueco del suelo en el que se refugiaba.

- Gracias a los Dioses, que has venido.... - dijo emocionada Cirane, con lágrimas de pura alegría y alivio. Xena, rápida, ayudó a su madre a levantarse.

-¿Qué ha pasado, madre? ¿Quien ha hecho esto? ¿Dónde está Gabrielle? - preguntó, seria, la guerrera mientras apoyaba la cabeza de su madre en su brazo derecho.

- Hija todo pasó tan precipitadamente, no tuvimos tiempo ni de reaccionar - comenzó a relatar la mujer a su hija, recobrando el aliento perdido por la angustia del horror vivido días atrás.- Después de vuestra partida empezó todo. Un caballero todo vestido de negro y montado en un caballo igualmente negro, entró en la villa como un tornado arrasando con la vida de todos nuestros hombres y ancianos. Luego aprisionó a todas las mujeres que encontró y mandó todos nuestros niños y niñas a su palacio, me pareció oír... - Cirane empezó a llorar, recordar el horror que vio le partía el alma- Fue terrible, hija... No sabes la de barbaridades que el ejercito de ese oscuro caballero hizo con las mujeres y jovencitas, antes de prender fuego a todas las casas. Yo pude esconderme a tiempo en esta trampilla. Pero lo vi todo.... TODO!!

Xena estaba más que enojada: estaba rabiosa! No podía creer que alguien pudiera llegar a hacer semejantes atrocidades! "Ni Hades, el Dios del lado oscuro (el diablo en persona) ha sido tan despiadado como ese.... ese.... AHGRF!!". Furia, rabia, enojada adrenalina le bullían en sus entrañas...

- Voy a vengaros, madre. Encontraré ese cabronazo vestido de funeral y le patearé el culo hasta que reviente por dentro - las palabras de Xena resonaron en toda la desierta villa- Y liberaré a los niños y mujeres, por supuesto. Esto no se va a quedar así, como yo me digo Xena!

- Hija, hija... No hagas ninguna imprudencia, ese hombre es algo sobrehumano, te lo digo yo. Es muy peligroso, es mas... Diría que es el mismísimo peligro con forma humana. No soportaría perderte a ti también. Me comprendes, verdad cielo? Perder a Gabrielle ya ha sido insoport...

-GABRIELLE!?!?!? -Xena sintió un fuerte golpe en su interior.

- Sí, cariño... Gabrielle era una de las presas. Recibió mi comunicado y decidió dejártelo en vuestro campamento para que tu vinieras en cuanto lo encontrases. No pudo esperar a que llegaras. Hizo todo lo que pudo, pobrecita mía... - Cirane lloraba, lloraba a lágrima viva, amargamente- pero... pero la capturaron. Se enfrentó incluso al caballero negro, pero la perdonó la vida y la puso entre las demás mujeres presas. Y luego.... - el llanto se redobló- Oh, Xena!! No sabes cuanto dolor me hizo ver todo lo que le hicieron, los soldados se cebaron con ella más que con las demás por atreverse a contradecirles. Xena, fue terrible, TERRIBLE!!

Xena se mareaba, no podía dar crédito a todo lo que estaba oyendo. Y fue entonces, en ese preciso momento, cuando algo en su interior dio un brusco y contundente vuelco.

- Bien, madre. Voy a ir a salvar a toda esa gente. No me pasará nada, voy a pensar muy bien un buen plan para que nada falle. Estudiaré a la perfección todas las posibilidades para liberar a todos sin que nadie salga tan siquiera mal herido. Confía en mi... Algo de experiencia en estas cosas me abala, créeme. - dijo la guerrera con indiferencia.

Cirane se sorprendió de la fuerza interior de su hija y de su auto control. Durante lo que quedaba de día la vio frívolamente y sin rastro de emoción en su rostro maquinando una estrategia que estaba segura sería perfecta. Entrada la noche, despidió con un fuerte abrazo a su hija y rezó para que la protegieran todos los dioses. Pensó, sin duda, que Xena se enfrontaba a lo peor que pudiera haber vivido antes...

- Tranquila, creo saber quien es ese caballero y su paradero. Se lo que me hago... - Cirane no dejó de pensar en las últimas palabras que su hija le dirigió.

Continuará....

Tu voz (III)

- Sí, mi señor, he hecho todo lo que me mandasteis - el pánico se reflejaba en su temblorosa voz -. No, señor, no cometí ningún error. A éstas horas Xena debe estar a punto de llegar. Todo salió a la perfección, señor. - rezaba, rezaba una y otra vez para que su amo no lo matara.

Sabía que había cumplido con su mandato, pero sentía como si hubiera cometido el peor de los errores, que seguro su señor le hacía pagar con la vida. En el poco tiempo que llevaba trabajando para él, nunca le había visto el rostro, ni siquiera un cachito de piel. Su nuevo amo parecía ser de sombra, su aura negra lo acompañaba noche y día. Recordó el día en que se tropezó con él: saliendo de una casa, en la cual acababa de robar, se estampó de morros contra un negro y de pelaje muy brillante caballo. Al levantar la vista le pareció que los ojos de ese enorme animal eran rojos como la sangre aun caliente de los conejos que su madre degollaba cuando él aún rozaba la decena de años. Fue entonces como una inmensa mano lo alzó por los aires y una voz, que le sacudió hasta en la caja torácica, le reclamó quién era él para acercarse a su "bestia". En ese momento creyó que el mismísimo Hades se le había aparecido y se sintió débil ante la increíble congoja que lo albergó; poco a poco se iría acostumbrando a vivir con el temor inyectado en sangre. Entregó su alma al "hombre sombra" si a cambio éste le perdonaba la vida. Que ironía... Entregarle una vida que no iba a poder ni manejar él mismo para que luego su alma corriera el mismo destino. Pero ya se sabe, en los momentos de extrema tensión y del más sórdido de los pánicos uno no piensa muy racionalmente. El caso es que había caído en manos de su más despiadado amo, y ni la muerte lo iba a liberar de él.

- Sí, Dadius, como usted me dijo, señor. Les dije que mi nombre era Dadius y mi destino el de viajante. Me costó muchísimo en la noche robarles algunas de sus pertenencias, pues Xena tiene el sueño muy ligero y, como usted ya me había advertido, es una mujer con los sentidos más agudizados que haya existido, señor. (...) Su amiga? Sí, sí mi señor. También he procurado que ella siguiera el plan, señor. (...) Sí, como usted lo ordenó, está presa en la más asquerosa y apestosa de nuestras celdas. (...) Oh, sí... Créame que sí que han disfrutado de ella todos sus soldados. Ya llevan dos noches pasando por su celda, mi señor. (...) Yo? Yo no, mi señor. Los soldados no son muy amistosos en esos temas. Además son muy fieros con sus presas, cada uno tiene adjudicada un par de las aldeanas y no las comparten entre ellos, bueno... ni entre nadie, en realidad. (...) No, ni una migaja de pan les damos, mi señor. Todas están sin llevarse nada a la boca desde el día que poderosamente usted invadió su pequeña aldea. (...) Sí, mi señor, procuraré mantenerla viva al menos a ella. No se preocupe, hasta que Xena venga procuraré que la muchacha, aun siendo la más castigada, conserve un hilo de vida. (...)Sí, sí mi señor, ya me voy, ya no le molesto más. Mil disculpas, mi amo...

Y dejando a esa especie de sombra descansar en sus aposentos, Dadius se dirigió hacia la celda de la muchacha. Bajó a los sótanos del enorme castillo de su oscuro amo, aunque le costó su tiempo: era un auténtico laberinto cada planta, y más si se trataba de las golfas o los sótanos! Bajó unas escaleras larguísimas, que no parecían tener fin. Dadius siempre tenía la extraña sensación de ir camino al infierno cuando descendía por ellas. "Las escaleras de Hades no deben ser muy diferentes a éstas". Una puerta verde y pálida daba fin al millar de escalones para luego dar paso a inmensas salas. Dadius ya había aprendido que era mejor pasar desapercibido en cuanto se cruzaba esa puerta. Mirar hacia cualquier parte menos a los ojos de los centenares y centenares de soldados que se agolpaban en esas salas tirándose a mujeres de todas edades, o peleando entre ellos en luchas de vida o muerte, algunos parecían auténticos desquiciados psicópatas dándose golpes con la cabeza contra las paredes o el suelo, otros se "distraían" entre ellos mismos... ejem!

Las salas donde todas éstas espeluznantes escenas se sucedían, no eran más que cuartos con el techo casi a un kilometro de altitud. Abrías una puerta que te llevaba inmediatamente al interior de otra sala; la traspasabas de lado a lado para luego encontrarte con otra puerta que, de nuevo, te adentraba a otra sala idéntica a las dos anteriores. Y así hasta 50 salas, había creído contar Dadius. "Esto es el infierno de los vivos, seguro..."

...

“No, no lo sé... Y ya no recuerdo cuanto tiempo hace que he dejado de saberlo. La verdad es que tampoco me importa. Total, tener constancia de si se permanece en vida o en muerte no deja de ser un mero saber. Puah... el saber, valiente estupidez, capricho del ser humano. ¿Para qué tanto reparo en saber cómo, dónde, cuando o por qué sucede una cosa? No, sinceramente ya no le veo la gracia. Lo encuentro incluso patético. Y yo con ello: soy patética, condenadamente patética. ¿Qué más da ya si estoy viva o muerta? Ya no tiene sentido ni seguir adelante ni desistir de avanzar. Simplemente ya no tiene sentido nada. Nada en absoluto, nada! (...) Por suerte tampoco siento nada. No, ya no... Al principio sí, recuerdo cuan desgarradas se sintieron mis entrañas, el calvario en el que mi cuerpo se vio sometido, el tormento en el que mi mente se sumergió, todas esas horas pataleando, luchando, lanzando golpes a la nada, golpes tan furiosos como impotentes... Pero eso ya ha pasado, ahora es diferente. Me he inmunizado, ya nada me daña en ninguno de los sentidos porqué sencillamente me veo incapaz de dotar a nada de significado. Mi aliada: la indiferencia. Mi arma: la insensibilidad. Mi apoyo: el silencio. Mi fiel compañera: la nada...”

- Toma, cómete esto antes de que lo hagan las ratas. -le dije lanzándole a la chica un trozo de pan duro como el hierro.

No la veía con claridad, estaba arrinconada, abrazada a sus piernas, en una de las esquinas de la oscura y apestosa celda. La verdad es que no quería verla, demasiado daño le hizo traicionar a aquella hermosa bardo que en su día lo iluminó con su dulce inocencia y su halagador interés por conocer su vida. Vida que, evidentemente, él se inventó. Pero, ¿qué podía hacer sino? Estaba condenado a obedecer ordenes, y sabía que en el futuro habría muchas más como esa que le romperían el alma y que someterían sus principios o incluso sentimientos a una tajante anulación.

- Gabrielle, no me hagas entrar en esta pocilga, que comas te he dicho! - sabía que si no la trataba con dureza ella se negaría a comer nada como había hecho hasta entonces, acelerando la llegada de su muerte que, probablemente, estaría deseando. - Que comas o llamo a uno de esos cabrones para que te destroce el coño, JODER!

“Quizá te he imaginado, tal vez solo he soñado... Mi alma ansía por ti, mi piel se duele sin ti. El aire esquiva tu voz, y es tan cruel la ausencia.... De noche te adivino, se que eres mi destino. Sueño embriagada en tu olor. Se que es delirio este amor, locura de soledad, pozo del dolor, ausencia... Siento que rondas junto a mi, te apoderas de mi. Imaginar, tal vez soñar... Es la sola razón convertirme en canción, tocar tu corazón... Envuelve mi alma mía, oye la melodía. Esta sonando por ti, porqué vendrás... a mi. Será el cielo realidad, sentir tu calor, convertir este amor en eternidad...! Me mata la soledad, es mi cárcel esperar. Dame ya la libertad...! Ven hacia mi, quiero sentir que tu eres más... que ausencia...” - cantaba en su interior, desgarrada en llanto, una Gabrielle sin rastro de lágrimas en sus ojos.

...

Tardó unos cuantos segundos, pero logró al fin pasar por ese diminuto orificio que tanto le había costado abrir. La rudeza de las piedras que cimentaban esa primera muralla la había hecho perder unos segundos más de los que tenía calculados. El torniquete no resistió ni a diez martillazos, así que tuvo que ingeniárselas para buscar otra herramienta punzante para seguir con la operación. Por suerte no tuvo que buscar muy lejos: a sus pies, como venido de la nada, yacía un palo de hierro oxidado que hizo las mil delicias para el plan de Xena.

Sus movimientos rápidos y precisos la llevaron sin problemas a una de las salidas de desagüe de ese impresionante castillo. Tragó saliva, y se dispuso a levantar la tapa del putrefacto conducto, lleno de los apestosos excrementos humanos (y no tan humanos) de los habitantes de tan hospitalaria residencia. Ligó la bolsa llena con lo preciso para llevar a termino su plan en su cintura y ascendió por unas oportunas escaleras adheridas a la cilíndrica pared. No pudo evitar las arcadas que le vinieron al observar el macabro paisaje que se le hizo ante sus acongojados ojos, en cuanto sus pies tocaron tierra: cadáveres por todas partes flotando por las pastosas y verdes aguas de esa espantosa cloaca. El estado de putrefacción de la mayoría de ellos hizo que el aire se tornara irrespirable, Xena no contaba con eso. ¡¡Como iba a saber que se encontraría en medio de una reunión de fiambres en un sitio como ese!! “Probablemente serán aldeanos de mi misma villa” se dijo mientras luchaba para llenar sus pulmones de aire mínimamente respirable.

Le costó, sí, pero consiguió pasar por encima de todos esos cuerpos infestados de millones y millones de gusanos amarillentos o de enormes y peludas ratas hambrientas, hasta llegar al hoyo 43. Había calculado, sin lugar a error, que esa era la salida que la haría ir a parar a un corredor de unos 5 metros de largo y uno de ancho, el cual conducía al tercero de los sótanos (el menos transitado). Llevaba 5 minutos de retraso, se había dado 10 como margen de retraso, pero no se permitiría usar los 5 minutos que le quedaban a menos que no fuera de absoluta necesidad. Elevó con suma lentitud la tapa que la separaba del corredor y la encerraba en esa pudorosa cloaca. Nadie por la derecha, nadie por la izquierda. Ni rastro de ruido, ni indicio de movimiento... “Ahora”. Xena salió como si fuera una auténtica lagartija del agujero y, como tal, se deslizó arrastrando su cuerpo contra el suelo hasta llegar a una vieja y verde puerta que ponía fin al corredor.

...

- Te vas a enterar, zorra! Eh, tú! Sí tú! Ven, aquí hay algo con lo que te puedes divertir un rato. La niña se porta mal y alguien tiene que enseñarle como se cumplen los castigos aquí.

- Voy porque me sale de la polla... Apártate, gilipollas! - me tiró a un lado de la entrada de la celda mientras me quitaba las llaves de ésta y se encerraba dentro. Como odiaba a esos prepotentes y cabronazos soldados. “Fijo que no han visto en su puta vida la luz del sol. Estos aun son unos cromañones de mierda...”

Vio como cerraba con llave la celda. Estuvo varios minutos ahí, de pie, hasta que se fue Dadius y hubo comprobado que nadie rondaba la zona. Agarrada a sus piernas se disponía a vivir una vez más esa pesadilla que ya le sabía a amarga y barata rutina. Cerró, como de costumbre, los ojos. Ya había aprendido que el tiempo no parecía ser tan cruelmente lento en lo que durara esa tortura si los ojos permanecían en sus propias tinieblas. La verdad es que comenzaba a sentir que la oscuridad empezaba a formar parte de ella, en una asquerosa relación de parasitismo: una cobijaba a la otra, pasara lo que pasara.

Sintió, entonces, como el soldado encaminó sus pasos hacia ella. Oyó como su armadura le rechistaba al agacharse situándose justo al lado de ella. Hubo unos segundos de silencio, Gabrielle permanecía con el rostro escondido entre sus brazos, los cuales se apoyaban en sus ya casi huesudas piernas. Aquello no era muy normal, o al menos no hasta entonces. Aun no había escuchado ningún insulto por parte del soldado, tampoco la había agarrado y estampado contra la pared... a decir verdad, habían pasado ya 5 minutos y ni siquiera la había tocado.

En eso cavilaba la rubia rehén cuando de pronto sintió como unos brazos la rodearon delicadamente. Sintió un cálido suspiro en su cabello, justo antes de advertir como la cabeza del soldado se apoyaba en la suya propia. Y terminó de tomar consciencia de cuanto se alejaba aquello de lo “normal” cuando su brazo izquierdo, en el momento en que el cuerpo del soldado se aferró al suyo hecho una bola, fue rozado por... por... por un bulto!?

- Gabrielle... - le susurró el soldado con una voz que conocía a la perfección.

Abandonó su posición fetal para abrazarse a mi cuerpo cansina pero fuertemente. Olía fatal y estaba delgadíssima. Aún no la había visto por la oscuridad en la que se mantenía toda la celda, pero no me hizo falta para darme cuenta del estado en el que debía encontrarse.

- Dios mío, Gabrielle, ¿qué te han hecho, mi vida...? - dije sobrecogida al darme cuenta que el suelo estaba encharcado en sangre reseca. Aquello era demasiado, no quería ni imaginarme como debían estar las partes íntimas de Gabby. La besé, inundé su rostro de besos mientras por primera vez las lágrimas emergían de mis ojos, arrebatada por un tremendo sentimiento de protección.

- Mi niña... - la estreché más fuerte contra mi, intentando protegerla de alguna manera del infierno que debió vivir - Esto no tendría que haber pasado. Tu no tendrías que haber vivido esto, cielo... Dios santo, Gabrielle! - el llanto me pudo, la impotencia me sobre pasó - Te voy a sacar de aquí, cariño - la mecía, mecía su llanto y el mío, mecía su desdicha haciéndomela mía- Ya, ya mi vida... Ya pasó todo.

Al cabo de un rato, en cuanto conseguí reunir las fuerzas que se me fueron al ver la penosa situación en la que se encontraba mi Gabby, la recosté en una improvisada manta hecha con la capa de la vestimenta de soldado con la que me había disfrazado. Fue entonces, mientras curaba el millar de heridas que yacían por todo su cuerpo mal tratado, cuando pasé de la tristeza y compasión a una ardiente rabia y a una casi delirante furia. Mis venas se llenaron de rencor, mis capilares de deseos de dura y cruda venganza. Y mentiría si dijera que no me costó horrores controlar el huracán de cólera que me retorcía sin compasión las entrañas. Pero debía mantener la calma. “La venganza es un plato que se sirve frío.” Eso era, debía mantenerme fría, tenía que ser fuerte y seguir con mi plan...

La miraba, una y otra vez... quería impregnarme de su presencia para que me costara menos creérmela. Su negra y sedosa melena cayéndole en cascada, ese mechón rebelde que siempre le surcaba el rostro, sus ojos con ese azul que el mar tanto envidia y el cielo tanta rabia le provoca, su mirada... tan cálida y tranquilizadora, y su voz... oh, su serena y embelesadora voz que tanto había deseado escuchar durante ese tiempo. Me dolían los ojos y me costaba mantenerlos abiertos, pero no podía dejar de admirar a mi ángel de la guarda, a mi luz en esa fría y lúgubre oscuridad, a la razón de mi vida y a la eterna enemiga de mi muerte, a la esplendorosa mitad de mi mal herida alma...

- Xena... - se me escapó en forma de suspiro mientras mi temblorosa mano se alzaba para acariciarle el rostro.

- Shht! No hables, cariño... - me susurró mientras agarraba con la suya mi mano posada en la suavidad de su mejilla.

Cerró los ojos, no quiso que Gabrielle la viera llorar. Sabía cuanto odiaba Gabrielle sentirse compadecida por nadie, aunque ella hubiera sabido perfectamente que si se le escapaban las lágrimas no era precisamente por compasión...

...

- Eh? Sí, está viva, amo. Me las apaño ya bastante bien para que coma. (...) Sí, se negaba, mi señor. Pero, como bien le he dicho, he logrado convencerla para que lo haga, créame... (...) Señor? ... Amo?... Se... se encuentra bien?? Parece algo pálido!

AMOOOOOO!!!!!!!!!!

Lo descubrió en cuanto su madre pronunció el nombre de Gabrielle cuando le estaba relatando lo sucedido en la villa. Todo encajó de repente. Xena, aturdida, vio en mente el rostro del autor del siniestro más espeluznante y patético que sus experimentados ojos habían presenciado. ¿Quién sino hubiera querido hacerle tanto daño? ¿Quién le hubiera arrebatado todo cuanto tenía para lograr que se retorciera de dolor? ¿Qué demente hubiera podido hacer tal atrocidad por pura venganza? ¿O quizás debería decir placer? ... Xena sabía que la reencarnación existía. Si más no ella misma la había experimentando cuando, muerta, se refugió en un cuerpo mortal volviendo así a la vida, aunque solo fuera momentáneamente.

Caminaba pesadamente por entre arbustos y matorrales, con Gabrielle cargada en su espalda, cuando oyó el profundo grito de.... Dadius? Sonrió tristemente: alegre porqué su plan había funcionado a la perfección, pero triste por ser sabedora de la oscura e patética razón que la llevó a maquinarlo. Volvió el rostro hacia atrás para ver todo un poblado que luchaba por olvidar el terror que dejaban entre las paredes de ese castillo que ya se perdía en el horizonte.

“Esta gente no se merecía vivir esto. Familias rotas, niños con el peso de una temprana madurez reflejada en las ojeras de sus rostros, mujeres paralizadas de cintura para abajo y traumatizadas de cintura hacia arriba. No lloran, no hablan, no respiran... todos han quedado muertos en vida. No tenían porqué sufrir el calvario que una mente enferma había planeado solo para mi. Y tu lo sabes Zeus, lo sabes tan bien como yo... Míralos, mira sus rostros sin rastro de luz, siente la tristeza que sus almas acunan, escucha el acallado llanto que sus corazones lloran, siente el vacío que sus perdidas miradas reflejan... Nadie Zeus, nadie se merece haber pasado por ese infierno en vida. Ni tan solo tu hijo, ni tan solo tu demente y enfermo hijo, Zeus.... Por eso te pido, desde las más remotas profundidades de mi alma, que te apiades de las suyas. Que les devuelvas la vida que les arrebataron sin piedad en su día. Que vuelvan a las vidas que ese día, al alba, tu hijo vestido de negro jinete sacrificó para leccionarme.... o leccionarnos. Devuelve a mi poblado, a mi gente, la alegría de vivir, hazles sentir de nuevo el gozo en sus propias pieles al sentir que les ampara el bien, que reina la paz en sus tierras, que impera la felicidad otra vez en sus villas.”

Zeus, desde los cielos, cerró los ojos y formó puños con sus manos. Una lágrima osó deslizarse por su mejilla mientras él apretaba fuerte sus mandíbulas, en un intento por no soltar toda la furia e impotencia que se le habían agolpado en el alma. Lentamente abrió sus párpados y volvió la mirada hacia Ares, su hijo. Aun reposaba encima de la piedra de mármol blanco, sumido en el sueño vivir del cual estaba a punto de despertar para nunca más volver a soñar. “Ya me encargaré yo, personalmente, de que nunca más vuelvas a retener la vida entre tus manos.... tus manos manchadas de la sangre de inocentes como toda esa gente, Ares. Toda esa, hijo... toda esa gente.”

Alzó su mano derecha, apunto hacia el río de gente que precedía a Xena, cegándoles al mismo tiempo y borrando de sus mentes los últimos infernales 6 días de su existencia.

....

Parecía que sus caderas hubieran hecho un pacto con la lujuria y que cada uno de los movimientos de su cuerpo un trato con la seducción. Contorneaba su escultural figura al son de ese cálido ritmo que la música marcaba. Moldeaba como una diosa de las artes plásticas el aire que se atrevía a rozar su piel. Sus mejillas sonreían felices en su enrojecimiento y en su frente se vislumbraba un brillo nacido del calor que su cuerpo desprendía. Sus ojos risueños se daban baños de felicidad mientras la blancura de su sonrisa imnotizaba todo aquel que osara admirarla. Parecía una diosa que nos hubiera regalado, en un acto de generosidad, su imponente presencia y nos hubiera hechizado con su serena belleza, con sus bailes acompasando melodiosas cantinelas que parecían volver el aura que la rodeaba más embriagadora aun, si eso era posible. De pronto su mirada se tropezó con la mía y me premió con una de sus dulces sonrisas mientras cruzaba la distancia que nos separaba.

- Venga Xena, ven a bailar! Esto está muy bien! - me pareció oír que me decía. “Pero el alboroto de la gente y la música a toda castaña no son muy buenos aliados para una clara y nítida audición” me dije irónicamente.

- Gabrielle, ya sabes que estas cosas no me van mucho.

- Venga ya, Xena!! No me hagas eso. Solo uno, vengaaaaa!! - me puso cara de pena penita pena... “Que mala eres, sabes que con esa carita consigues que haga lo que quieras”.

La miré divertida pero profundamente a la vez. “Quieres guerra?... Pues guerra vas a tener!” pensé. Empezó a sonar una canción rápida, tremendamente sensual pero con toques latinos que la hacían más jovial i alegre que otra cosa. “Ésta es la mía”. Me levanté de un salto que coincidió con uno de los incesantes golpes de tambor que inundaban la canción. Me encaminé como si de una especie Moisés abriéndome paso ante un mar de gente. Una vez alcancé el centro de la taberna sometí a mi cuerpo a una delirante sucesión de movimientos sincronizados y perfectamente acompasados con la canción. No miré a nadie, cerré los ojos y dejé que la música invadiera mi cuerpo, permití que ese ritmo enfermizo se inyectara en mis venas y me inundara el alma de adrenalina y... porqué no decirlo? De radiante, pura y dura felicidad. Rápidamente me vi enfrascada en un frenético baile que parecía llevarme a cada paso a un paroxismo que nunca llegué a pensar que alcanzaría. En cuanto la canción llegó a su clímax y los tambores repicaron fieramente casi fundiéndose en un solo golpe empecé a girar sobre mi misma, me vi dando vueltas y vueltas, sentí mi negra melena volando radiante en el viento, las imágenes que se hacían ante mis ojos eran borrosas y pasaban veloces ante ellos. Y exactamente cuando el último y ensordecedor golpe de tambor inundó la taberna dando así fin a la canción me detuve, cabeza alta y cadera ladeada a un costado, mirando asfixiada a una muda muchedumbre.

“ Xena, felicidades: te has vuelto total y completamente loca! ¿¡A quién se le ocurre desmelenarse de semejante manera con toda esta gente de público pasivo!? Ahora entiendo eso de ¡Tierra, trágame! “. Tragué saliva y me encaminé hacia las escaleras para subir a la habitación que alquilamos esa mañana y refugiarme de tan embarazosa situación! Sin mirar a nadie, mis pasos parecían tener eco ante el silencio que de pronto se hizo en la que había sido la taberna más ruidosa hacía escasos segundos. No tardé ni medio segundo en subir las escaleras y encerrarme en la habitación. “Jajaja!! Hay que ver, Xena. Escondiéndote de la vergüenza después de haberte enfrentado a mil y un peligro. Estás hecha un caso...!” Me dije cariñosamente a modo de consuelo.

Pasadas unas horas, en las cuales procuré no pensar en nada y darme un relajante baño, sonaron en la puerta de la habitación unos suaves golpes:

- Xena, soy yo... - me dijo Gab.

Le abrí pero me giré rápidamente para encaminarme hacia la cama y así no encontrarme con su mirada. La verdad es que me estaba partiendo de risa por dentro pero muriéndome de vergüenza a la vez. Aquello era bastante difícil de llevar, lo reconozco, jeje! Me recosté hacia abajo en la mullida cama, cerré los ojos y crucé mis brazos a modo de almohada para mi cabeza. ¿Qué estaría haciendo Gabrielle? Hacia rato que no escuchaba nada, a parte de mi respiración... Justo estaba pensando en eso cuando noté como se sentaba a mi lado.

- Me han pedido que les consiguiera un autógrafo de la diosa del baile... -dijo burlona y dulcemente mientras se entretenía en enroscar varios mechones de mi pelo entre sus dedos. Una mueca seguida de una sonrisa fue mi única respuesta. ¿Qué podía hacer más? Demasiado había hecho ya... - ¿Por qué no me lo has dicho nunca?

-¿ El qué? - abrí los ojos y me di de porrazos contra una risueña mirada tremendamente verde.

- Que sabías bailar...

- Porqué no sé. - dije secamente volviendo a cerrar los ojos; se me había acelerado el corazón con esa mirada.

Ya no jugaba con mi pelo, ahora me lo apartaba de la cara acariciando mis sienes. Escuché una suave risa que me sonó a melodiosa sinfonía acariciando mis humildes tímpanos. Noté como se levantó y apagó la luz de la habitación tras encerrarse en el baño. “Después de una fiesta como esta lo único que te apetece es un buen baño para quitarte el cansancio y el apestoso olor a... todo.” - recapacité. No tengo ni idea del rato que pasó, caí en un extraño sueño que no terminaba de desconectarme del mundo real al onírico, más bien me había quedado en mitad de camino. El caso es que el chirriar de la puerta del baño abriéndose me hizo volver de dónde estuviera a la tierra, pero no abrí los ojos. Me hice, como tantas veces había hecho ya, la dormida. Gabrielle se metió sigilosamente en la cama, la cual tubo que ser de matrimonio. “Lo siento pero esto es un albergue muy prestigioso de recién casados, si quieren una habitación tendrán que pagar por una de matrimonio o no hay trato" - recordó que la borde de la recepcionista les había dicho al llegar esa mañana. Las mantas se revolvieron y la cama se movió ligeramente. Un olor a jabón de melocotón flotaba por el aire, el mismo que la había impregnado a ella al bañarse.

“Parece dormida, su respiración es lenta y pausada. En fin, será mejor que me duerma yo también que ha sido una noche demasiado movidita...”. Cambié de posición girando el cuerpo hacia mi borde de la cama. No pasaron ni diez segundos que noté como Gabrielle también se removía, probablemente buscando la postura ideal como yo. ¡¡Pero que poco me esperaba que esa postura fuera a mi lado!! Con toda la naturalidad del mundo me rodeó la cintura con su brazo derecho y se me quedó plácidamente dormida abrazada a mi espalda. “Recuerdo la primera vez que me abrazó de ésta manera. Fue justo antes de que toda la pesadilla que nos acechaba estallara y Ares me secuestrara para obligarme a darle un niño. Mi negación costó, más adelante, la muerte de muchos inocentes y la tortura de otros tantos, entre los cuales estaba Gabrielle. Por suerte Zeus procuró que las cosas volvieran a ser las que eran y borró de sus mentes todo ese tiempo de dolor de sus mentes. Aunque no lo logró con mi mente... Pero en fin, me da igual. Mientras Gab no recuerde la pesadilla que vivió me basta y sobra.”

Xena entrelazó los dedos de su mano con la que yo reposaba en su cintura. Lo extraño es que me parecía que esa situación, por imposible que pareciera, ya la había vivido. Pero deseché la idea, era imposible que hubiera estado alguna vez así de cerca de Xena y no lo recordara con total y completa perfección. “Una cosa así no se olvidaría ni en todas las vidas que pudiera vivir...” Incluso me parecía imposible en esa ocasión: tener entre mis brazos a esa criatura tan perfecta, que tanto deseo me había despertado esa noche. Me sentí débil ante el fascinante baile con el que Xena había deslumbrado a TODA la taberna. Si me quedaban dudas de que quizás Xena era un ser encantadoramente perfecto, se habían disipado con ese baile, sin duda! Me sacudió los sentidos, me aturdió la razón y me dejó literalmente pasmada. Y ahora la tenía aquí, a mi lado... durmiendo como un adorable bebé. Que paradoja, hacía escasas horas había sido la tentación y la seducción personificada y ahora era una angelical e inocente niñita, durmiendo plácidamente.

-Mmmm... - la escuché murmurar mientras se aferraba más a mí y depositaba un casto beso en mi nuca. ¿En qué estaría soñando? O mejor dicho, ¿¡en quién!? No pude evitar enfurruñarme al pensar que Gabirelle le dedicaba besos a alguien que no fuera yo. Ya sabía cuanto de cariñosa era la bardo, le faltaba tiempo de abrazar y besuquear a todo aquel que le despertara cariño en ella. Pero qué se le iba a hacer, nunca había sentido celos así que no me resultaba tan fácil torearlos en aquellos tiempos. Me revolví, incomoda, en el abrazo.

- ¿Estás despierta? - me sobresaltó su voz. Vaya, no había simulado tan bien como creía mi somnolencia.

- Sí - dije, dándome cuenta de repente de lo extraño de la situación. Dormida podía dejar que Gabrielle me abrazara, pero despierta resultaría sospechoso... o no? Me hice la recién levantada y fingí reparar por primera vez en la postura en la que hacía ya horas estabamos.

- Hey, ¿qué pasa? ¿Estás bien, Gab? - de Óscar, mi actuación estaba siendo crucial simulando preocupación. Mientras hacía gala de mis dotes teatrales me fui girando para quedar boca arriba y así poder mirarla.

- Perfectamente - me dijo con una sonrisa y sin dejar de abrazar mi cintura.

¿Y ahora qué? La respuesta había sido tan tajante que no admitía réplica alguna. Pero por más que me empeñé supongo que no logré disimular mi asombro ante la seguridad de su respuesta.

- Solo quería estar cerca... - me susurró antes de plantarme un beso en la mejilla. La respuesta de nuevo me sobresaltó, por la familiaridad, claro está. “¿No estará volviendo a ocurrir.... VERDAD ZEUS!?” Pero un rayo cayó de los cielos a modo de negativa por parte de éste. “Uff...”- me alivié.

- Gabby, ¿seguro que estás bien? Como mañana me entere que bebiste más de la cuenta te vas a ente... - sus... sus labios, me interrumpieron sus... sus labios!!!!! Estaba... estaba sintiendo el cálido contacto de los labios de Gabirelleeeee!!!! Dios mío, ¿¡qué estaba pasando!?

- Perdón! - Gabrielle se separó sonrojada de la cintura de la guerrera, llevándose las manos hacia sus labios - Yo... no sé que me ha... Lo siento, yo... yo no quería...

- Vaya! No querías...? - preguntó Xena, divertida por el tratamudeo de la bardo, viendo como se debatía en su interior sobre lo que acababa de suceder.

- Eh... Oh! Bueno no... o sea sí... Eeemm, bueno no sé! - temía que Xena escuchara los ensordecedores latires de su enloquecido corazón o que se diera cuenta de como una inmensa hoguera quemaba en infernales llamaradas de deseo y vergüenza en su entrañas. "Oh, Dios mío, qué he hecho!?" Se mareaba, era incapaz de razonar con un mínimo de claridad. Y lo peor: el cuerpo no seguía a sus banos intentos para quitarle hierro a la situación, sino que la volvía aun más ridícula con un sinfín de balbuceos para tratar de justificarse ante Xena.

- Ven aquí... - Xena la miró enternecida y luego se acercó hacia ella para volver a rozar sus labios con los temblorosos de la bardo, en una caricia tan rápida como electrizante - ... ya estamos en paces. Y ahora a dormir que mañana nos espera un largo día de viaje - añadió con una esplendida sonrisa la guerrera antes de girarse para volver a dormir.

- Sí... - consiguió articular Gabrielle, aun paralizada por la increíble suavidad de los labios de Xena y por su tremenda comprensión. Le agradeció un millar de veces en silencio a su guerrera que le quitara importancia a la situación, esa misma importancia que ella no pudo quitarle. Ardiendo aun por dentro, observó una vez más cómo reposaba morosamente esa sedosa y morena cabellera sobre la almohada y cómo las blancas sábanas yacían en esa sensual curba de la cintura de la guerrera, demasiado tímidas para abanzar y cubrir más de ese espectacular cuerpo. Y así logró caer al fin en los brazos de Morfeo... mientras, por su parte, Xena sonreía tremendamente feliz en su lado de la cama.

Continuará...

Tu voz (IV)

Había estado pescando durante toda la mañana. Siempre le había gustado pescar. No era una pasión, ni siquiera un hobby, pero era lo único que conseguía desconectar del mundo a Xena. La obligaba a tener todos sus sentidos en alerta para en cualquier momento sentir un decibelio mayor en el discurrir del agua, un rozar de volumen mayor de agua acariciándole la tersa piel de sus piernas, un resquicio de movimiento en el lecho del río y... ZAS! Cuantas veces se habría quedado mirándola: concentrada, inmóvil... en medio del río, en medio de todo el pasar del agua nata en las frías montañas y moribunda en las orillas playeras. Todo un torrente de vida corriendo rauda y jovial entre sus piernas mientras ella trataba de conseguir tan solo un cachito de su sabia (en forma de pez).

Gabrielle se distraía tallando un trozo de madera, tratando de darle alguna forma significativa. Se sentía tremendamente a gusto entre aquellos enormes árboles que parecían mirarla con curiosidad desde las alturas. Ese misterioso silencio del bosque trayendo paz y armonía en soplos de fresco aire lo rodeaba todo. Ese olor tan especial de la tierna hierva, de la humedad de la grata tierra... Suspiró todo ese torrente de sensaciones, como si tratara de aspirar toda la esencia que escondía el bosque, tímido, tras cada una de sus hojas y tuvo la fascinante sensación de estar respirando vida en estado puro. Sus ojos se habían ido cerrando poco a poco, la calma se había ido apoderando de sus sentidos mientras su cuerpo le agradecía esos minutos de descanso (en el más amplio sentido de la palabra). Pero ese momento no duró eternamente, como ella hubiera deseado. Más bien no duró ni lo que aspiraba a alargar: una gélida e ingrata gota de agua se depositó en su mejilla, para luego dar paso a un centenar más con el mismo destino.

-UUAAHHGG!!! - se sobresaltó disgustada.

-Jajaja!! - Xena había secado su cabellera justo en su cara.

- Xena ya te vale, me has dejado perdida!!

- Venga ya, no te quejes. Yo partiéndome los cuernos para que no te falte glucosa en sangre y tu aquí, a la pata ancha. Comprende que la tentación de una pequeña venganzica era demasiado pa mi body, jajaja!! Con esa carita de dormida que tenías...!

- JA! JA! De verdad que me parto, Xena. Vamos, es que... - la interrumpió con un beso en la mejilla a modo de disculpa y luego dio media vuelta para empezar a empalar los pescados y tostarlos en el fuego.

- Pu.... pues que... que sepas que así las cosas no se arreglan. Que siempre me haces lo mismo, jo! - “Venga, ven y dame otro...”

- Aaaaiii!! Que voy a hacer con esta Gabrielle con humor inglés, eehh!! Venga, que solo ha sido una bromiiita, no te me enfaaades - se había ido acercando a ella hasta abrazarla con ternura y hablarle maternalmente.

- Mmmm - murmuró Gabrielle de pura satisfacción en brazos de su Xena. - Que bien se está así...

- ¿Ein? - Xena la miró extrañada.

- Eeeemm... nada nada! Que eso: disculpas aceptadas. - se puso roja como un tomate, y se apartó rápidamente de Xena fingiendo que los pescados quizás se estarían quemando. “ Gabrielle, la que se está quemando eres tu, chata!” se dijo molesta la bardo.

...

En un par de horas llegaron a Temptus, una ciudad bastante grande y civilizada. Nunca habían estado allí pero habían oído hablar muy bien de ella. A Xena le interesaba comprobarlo personalmente y, a parte, se había enterado que uno de sus mejores amigos de su infancia vivía allí y le apetecía horrores reencontrarse con él y recordar viejos tiempos.

- Vaya, parece aun más grande y bonita de lo que se cuenta...! -exclamó Gabrielle embobada con la belleza aquitectónica que las rodeaba.

- Bueno, bueno... tampoco es nada del otro mundo. Mejor vamos directas a un hostal a ver si nos dicen donde vive Marcus y así...

- ¿¡Dónde vive QUIÉN!? -de pronto Gabrielle desvió toda su atención en las palabras de la guerrera olvidándose de la hermosura de paisaje que momentos antes la había cautivado.

- Marcus, un viejo amigo que quiero ver y que nos puede albergar unos cuantos días gratuítamente, porque no sé si te has dado cuenta pero no nos sobra el dinero que se diga... - dijo burlonamente Xena.

- Mmmm... ya. - el rostro de la bardo permaneció sin rastro de emoción y volvió a dirigir su mirada hacia los edificios y construcciones que las rodeaban.

"¿¡Y ahora qué he dicho!? Pero si es un buen plan para ahorrar un poco y... Aaaah! Calla, no será esta repentina indiferencia un asomo deeee...." - Xena rió al pensar en la posibilidad de que su bardo....

- ¿De qué te ries? - preguntó extrañada Gabrielle, bajando de Argo.

Por toda respuesta Xena la miró con ojos risueños y sacudió la cabeza alzando su mano derecha. Desmontó rápida a Argo y lo ató a un palo de madera sin borrar una divertida sonrisa de su rostro. "¿En qué carajos estará pensando!? No será en el beso de... Ai! No por Zeus, que no sea la causa de su risa eso!!" pensó Gabrielle mientras agachaba sonrojada la mirada y entraba tras Xena en aquel Hostal.

- MARCUS!!! - Xena la apartó de sus pensamientos.

- Oh, XENA!! - grotó igual de efusivamente un hombre que parecía haberse pasado su vida entera entre cochinos y barro abonado.

- Dios mío que pestazo, chico! Jajajaja!!! - exclamó Xena mientras abrazaba tiernamente al tal Marcus. Gabrielle volvió a sentir esa punzada en el estómago que sintió al oirle pronunciar a Xena el nombre de ese hombre.

- Jajaja!! Ya sabes que siempre me gustó ser algo pedante. - le respondió Marcus guiñándole un ojo mientras besaba sus mejillas. - ¿Qué hace mi guerrera preferida por estos mundos de Dios? Te creía atareadísima salvando aldeas, poblados, villas, naciones....

- Vaaale vaaale, no te pases tampoco. Se hace lo que se puede, jeje! No, en serio: pues nada, pasábamos por aquí y como sabía que tu trasero se había instalado también aquí, decidí darle una visita al petardillo de Marquitus - dijo Xena mientras Marcus le apretaba las manos y la miraba tiernamente. "Otra punzada..." pensó Gabrielle.

- Pues mi trasero me dice que te diga que encantadísimo de volverte a ver, preciosa, jajaja!!

- Jajaja!! Dile que idem!

- Ejem... - Gabrielle decidió intervenir, empezaba a sentirse marginada, a parte, de molesta con las efusiones de los dos "amigos".

- Ai, Gabrielle, cariño! Mira Marcus, te presento a Gabrielle: mi bardo, en teoría, pero mi fiel acompañante en la práctica, jeje! - "¿¡Cariño!? ¿¡He oído bien o estas punzadas me están trastocando más de lo que pensaba!?"

- Hola, encantada Marcus - dijo cortésmente pensando aun en las palabras de Xena.

- Hola, encantado igualmente. - le sonrió tímidamente Marcus.

- Jajaja! Marcus, ni lo sueñes... - Xena se dió cuenta del impacto que Gabrielle había causado en su amigo.

- Oyeee!! Soñar es gratis, no?? - "¿Eh? ¿De qué estan hablando, ahora? Ai, Dios, no entiendo nada! No se qué pinto yo aquí..." pensó Gabrielle mirando extrañada como se miraban cómplicemente los dos amigos.

- Bueno, Marquitos, ¿verdad que nos dejarás quedarnos en tu esplendoroso y lujoso hostal durante unos días a cambio deee... no sé, un par de manos para ayudar?

- Oh, por supuesto! Y no lo pienses que vais a tener que currar para quedaros el tiempo que querrais bajo mi techo. Esta es vuestra casa, y lo sabes!

- Gracias Marcus, sabía que no me fallarías, jeje! - "Otro beso... ¡Le está dando más besos en 5 minutos a él que a mí en los años que llevamos juntas! Que pare, que pare, que pareeee!! Porqué sino para creo que estas punzadas me van a matar al final!"

- Seguidme, os llevaré a la mejor de mis habit... ah, bueno! Que no os lo había preguntado: ¿una o dos habitaciones?

- Dos - dijo tajante Gabrielle antes que Xena reparara siquiera en la pregunta.

- Bien - le sonrió el tal Marcus, mientras notaba como Xena la miraba sorprendida. "Lo siento Xena, pero no me veo capaz de aguantar durante toda la noche como te deshaces en alagos para éste... éste.... dejémoslo en éste, sin más."

Durante toda la comida no se cruzaron ni una sola palabra. Xena procuró que la conversación con Marcus no perdiera el hilo y tuviera que dejar de mirarle, corriendo el riesgo de tropezarse con aquellos ojos verdes. Por su lado, Gabrielle mantenía una agradable charla con la hermanastra de Marcus, Mel. Habían coincidido en un encontronazo en la habitació que Marcus le ofreció a Gabrielle. Esa era la que Mel solía ocupar cuando visitaba a su hermano, le había contado la chica mientras se reponía del susto de haber encontrado a alguien en "su" habitación. Habían reido mucho en aquel primer encuentro, así que la complicidad y la conexión estaban garantizadas en futuros encuentros entre las dos chicas. Y efectivamente así fue: se pasaron horas y horas hablando durante ese primer día; cosa que, por otra parte, Gabrielle agradeció: así no se comería tanto el tarro por todo lo ocurrido con Xena últimamente, y evitaría más de esas incordiosas punzadas en la panza.

- Xena, no te ha sentado bien mi estofado?? Si lo he hecho como siempre te ha gustado: poco espeso pero con mucha carne y patatas. - le dijo Marcus, cuando se quedaron solos en la mesa al irse Gabrielle y Mel a dar un paseo para digerir mejor la comida, al cual Xena se había negado a hacer.

- Sí, sí... estaba riquísimo, Marquitus. Ya sabes que no me resisto a tus estofados, jeje! - dijo distraídamente la guerrera.

- Entonces...? - preguntó preocupado Marcus por la desencajada cara que Xena había tenido de repente.

- Entonces, qué?

- Xena, baja ya la armadura que soy Marcus, joder... ¿Qué te hace poner esa cara de perros si aun te relames los dedos de mi estofado? - dijo sin tapujos el hombre, acercando su silla a la de ella.

- Nada, no es nada... Paranoias mías, supongo. Nada importante que no se me pase con una buena siesta. -termino de excusarse Xena, levantándose para ir hacia su habitación y conseguir, así, que el interrogatorio de su amigo concluyera.

- Aaaishh, Xena... Tu y tu caparazón. Bueno, pues te advierto mi princesita guerrera, que no te me escaparás tan fácilmente en la próxima vez que te vea con tus paranoias, ein!

- Jajaja! Sí, buana... - sonrió con una mueca a Marcus, antes de cerrar la puerta de su habitación.

"Sí, una buena siesta me sentará bien..." se dijo Xena estirándose en la blanda cama, cansinamente. "Al menos a ver si así consigo desconectar un poco y no ver tantos fantasmas, dónde seguramente no los hay. Desconectar. desconectar, desconectar...." se repitió una y otra vez "... desconectar, desconectar... Ay, Zeus, qué complicado es esto... ¿Cómo lograr desconectar mi corazón? Dime, ¿cómo...?"

....

- Yaaa yaaaa, no me grites tanto Marcus que me desconcentras! - "¿Xena?"

- No te caigas, eh!! Cuidado con esa rama que la veo floja! - "¿Marcus?

- Jajaja! Ya deja de incordiar, ¿quieres dejarme hacer esto a mi o prefieres hacerlo tu? - "Sí, no hay duda, esa es la voz de Xena..."

- Vaaale, ya me caaallo. Pero ten cuidado, eh! - "Y esa la de Marcus, fijo..."

- Gabrielle? - preguntó Mel.

- Eh? ¿Qué? Ah, perdona Mel, es que.... No has oído a...

- Sí, te lo estaba diciendo, jaja!! Vamos, creo que las voces venían de ahí - dijo la chica señalando un lado del camino.

Atravesaron arbustos, matorrales, plantas endiabladamente espinosas... hasta llegar a un especie de prado enooorme y veeerde con una encina en el centro, por la cual... trepaba Xena??

- Ya lo tengo!! Toma, cógelo! - se oyó decir desde la espesa copa de la encina, aunque Gabrielle solo veía los pies de Xena, colgando de una rama.

- Marcus, ¿qué estais haciendo? - preguntó Mel cuando llegaron al lado de éste.

- Oh, Mel, es Daisy que nos ha cogido la sortija de mamá y la ha escondido en su nido.

- Qué va! - gritó Xena y un pedrusco esmeralda apareció volando de entre las verdes ramas hasta ir a parar justo en la mano de Marcus, sin que éste hiciera gesto alguno.

- Vaya! Qué puntería, chica! - exclamó Mel.

Xena se balanceó dejando caer su cuerpo hacia el bacio. Un respingo general sacudió a sus tres expectadores, pero en seguida un suspiro de alivio surgió de sus bocas al ver que Xena se aguantaba con sus piernas enroscadas a una rama. "Gracias" le dijo con una sonrisa tan amplia como hermosa a Mel, la cual no pudo evitar sonrojarse. El vientre ligeramente musculado y llano de la guerrera quedó al descubierto y su negra cabellera flotó imperiosa en el viento durante unos segundos que transcurrieron con deliverada lentitud, como si en cámara lenta se hubieran sucedido. Ese momento se grabó intensamente en las mentes de Marcus, Mel y Gabrielle. Con una ágil pirueta Xena volvió a plantar sus pies en el suelo.

- Bueno, ¿qué? Volvemos o no... - dijo al fin la guerrera al notar el mutismo al que se habían sometido de repente sus amigos.

- Eres impresionante. Sencillamente fabulosa - sentenció Marcus con sinceridad aun embobado en Xena.

- Jajaja!! Adulador... enga, vamos. - dijo halagada la morena, mientras encaminaba ya sus pasos hacia el hostal.

- Enséñame... - dijo seria Gabrielle, colgando de una rama. Xena se giró e incredula alzó una ceja. Miró hacia adelante, Marcus y Mel ya estaban bastante lejos comentando sus proezas. Sin dudarlo Xena se volteó y se situó justo delante del cuerpo tambaleante de Gabrielle, quedando su rostro justo a la altura del vientre de la bardo. Posó sus manos en él e impulsó hacia arriba el cuerpo de Gabrielle. Las dos sintieron la potente descarga eléctrica que ese contacto probocó.

- Bien, ahora enlaza fuerte las piernas la una con la otra y déjate caer lentamente.

- Y si... me caigo? - "Me cojerás, verdad.... dime que me vas a rodear con esos espléndidos brazos que tienes"

- Yo estaré aquí a bajo, no te preocupes. -"Ojalá te caigas para que te pueda abrazar, juju!"

Cerró los ojos, lleno sus pulmones de aire y alzó los brazos en cruz para dejarse caer finalmente... Al abrirlos se sorprendió al verse colgada boca abajo, pero sobretodo por el contacto de los pechos de Xena contra los suyos.

- Uy, por poco... - la animó Xena agarrándola por la cintura.

- Uahg!! Casi me abro la cabeza!! - rodeó la cintura de la guerrera presionando aun más los dos cuerpos.

- Jajaja!! Sí, pero nada que no se pueda arreglar con algo de práctica.

Xena fue volteando su cuerpo hasta enderezarlo de nuevo. Gabrielle quedó con las piernas rodeando la cintura de Xena y los brazos enlazados tras su cuello, mientras que a la guerrera no le quedaba más remedio que sostener su cuerpo enlazando sus manos bajo el pompis de la bardo. Se miraron intensamente, cada una jugó con las pupilas de la otra, fundiendo el verde esmeralda y el azul celeste de sus miradas en un sólo y radiante color. Xena le sonrió mientras la dejaba lentamente en el suelo. A Gabrielle se le había secado la boca, Xena era tan adorable... En ese mismo momento se dijo que sería un tormento olvidarse de lo que sentía por ella porqué sencillamente sentía que a cada día, a cada hora, a cada segundo se agrandaba.

- Será imposible...

- ¿El qué?- Xena la miraba interrogante unos pasos más adelante de ella.

- ¿Eh? ¿Qué?... - vaciló Gabrielle aun cabizbaja.

- Acabas de decir que será insoportable... ¿A qué te referías?

- AH! Eeemm... - "Si es que ya parece imposible disimulártelo... ¿¡Y ahora qué te digo!?"- Nada, estaba pensando en la posibiladad de visitar a Naira, una amiga muy especial que dejé en su día en la isla de Crain. Pero esa isla queda muy lejos de aquí, por eso pensaba que..

- Nunca me has hablado de ella - me interrumpiste, entonces, tu.

- ¿De Naira? - Y yo intentaba centrarme en la chorrada que me iba inventando...

- ¿Quién si no? - levantaste una cega, pero no dejaste de mirar la arena del camino.

- Bueno, no sé... Es probable que no te haya contado nada de ella porqué me dolió bastante alejarme de ella. Y ya sabes, cuanto menos se trata un tema, menos cuesta olvidar... O bueno, al menos eso dicen. - " Porqué ya tengo más que comprovadísimo que cuanto más intento el no tratarte más adentro me calas..."

- Sí, eso dicen... - me dijiste secamente, aun sin apartar un milímetro tu mirada de esa estúpida y sosa arena. - Bueno, no te preocupes, si tanto estás deseando verla podemos acercarnos. No veo ningún problema... Total, últimamente no está el patio muy alterado. Así que un viaje de placer nunca está de más - al fin me miraste sonriendo, cosa que me entristeció aun más... no había duda que no sentías lo mismo que yo: no ví un ápice de celos en tu dulce mirada.

- Gracias, Xena! - te besé en la mejilla, que más daba... al menos me quedaban esos momentos para besarte. - Aaai, que bien se porta conmigo mi guerrera del alma!! - y de adularte, por supuesto... aunque más que halagos eran pequeñas muestras del amor que profesaba intensamente por ti.

- Venga, vaale vaaale, que sí, que sí! Aparta ya lapa, jajaja!! - hasta aprendí a amar tu característico humor, fíjate tu... Hasta tus sarcásticos comentarios me sabían a miel.

- Deja ya de finjir, petarda! Si sé que te encanta que te mimen, juju!! - por supuesto también aprendí de tus sarcasmos, y no veas lo bien que me fueron para lanzarte indirectas mil, jeje! Ya sabía que nunca las captarías como otra cosa que mero cachondeo, pero me encantaba decírtelas... jeje!

- Uuuy! Síiii... vamos, si es que no puedo vivir sin tus besos! Qué tortura, por Zeus!! Calla, calla... toco madera para que tu capacidad de arremeter con tus achuchones a todo aquel que se te cruce no emigre de tus amorosas entrañas, PUAAAJAJAJA!!! - aunque a veces me resultaba algo difícil no tomarme alguna de tus graciosillas a pecho. " Ojalá eso fuera cierto, ojalá Xena...".

- Venga venga chicaaas! Que la cena ya está humeante en el plato - nos gritó Mel. Te miré una última vez antes de entrar, no sé muy bien porqué... pero me apetecía, ea! Antes de compartirte con los demás, antes de que entraras y tus palabras no se dirijeran solo a mi te quise clavar mis ojos en tus pupilas... "Ay, Dios, que posesiva me estás haciendo, Xena!".

- Mel, cariño, no chilles tanto que no vas a poder cantar mañana, jajaja! - le dije burlona.

- ¿¿¡Cantar!?? - pregunté, sentándome al lado de mi viejo amigo Marcus.

- Sí, Xena... Aquí las dos cantaoras se han apuntado a un concurso de canto, jajaja!! Mañana empiezan las fiestas de Temptus, ya te lo he dicho esta mañana. Pero hija tu como solo vives con tus paranoi...

- VAALE VALE! Ya he pillado la indirecta - miré fulminante a Marcus para que no siguiera.

- Sí, Xena. Me ha costado convencer aquí a doña tímida, pero no pienso dejar desperdiciar ese encanto de voz que tiene. Bueno, qué te voy a contar a ti, con la de años que llevais juntas ya habrás...

- No, nunca la he oido cantar, si es eso a lo que te refieres. Bueno, y cual es el premio - cambié de tema, tajante.

- Ser reconocido/a - me dijiste con una mirada tan intensa como la que me hiciste al entrar...

- O sea, amor al arte, Xenita, jeje! - creo que dijo Marcus, pero yo aun buceaba en tus ojos... Dios, como me gustaba tu mirada! Pero la apartaste para regalarsela al plato de sopa... "Otra vez me la apartas. Gabrielle, Gabrielle... ¿qué estara pensando esa cabecita tuya que te noto tan distinta? Cercana y distante, una de arena y otra de cal... ¿Qué te está pasando, mi niña...?"

- Pues me parece extrañísimo que no te haya cantado aun... O bueno, no. Si tenemos en cuenta lo que me ha costado a mi que me cantaras unas cuantas notas! Jajaja!! Aaaayy!! Que le encontramos el punto debilongo a Gabby! - "¿¡Gabby!? ¿Cómo que Gabby? ¿Qué son esas confianzas!? Gabby solo le digo yo, niña!! Vaya con la Mel... No solo me la aparta del lado durante interminables horas con esa labia de cotorra que parece que nunca se canse de darle al pico sino que ya ha conseguido hacerla cantar! Me estás empezando a harta ya, joder!"

- Ya vale, Mel... - no apartabas la mirada del plato, pero... sonreías? Era eso una sonrisa??

- Ay que se nos sonrojaaaa! Jajaja! Ya verás mañana, Xena, vas a flipar con está peazo cantante disfrazada de bardo, jeje!! - era verdad: estabas enrojeciendo por los comentarios de esa.... esa.... puahj!!

- Lo estoy deseando, la verdad... - lo dije con toda sinceridad, pero fulminando a esa Mel del carajo! Pero me dio tiempo de ver como me mirabas sorprendida, seguramente pensando qué porras me podría interesar a mi en verte cantar, verdad? " Pues todo, mi niña... me interesa todo lo que hagas"

No sé como siguió la charla que nos hizo estar entablados hasta altas horas de la noche. Tus manos me hechizaron hasta esa hora y unas cuantas más en sueños... Cogías delicadamente la cuchara con tu mano derecha, la hacías girar y girar en la redondez del plato intentando enfriar la caldeada sopa que yacía en su interior. Tus largos y delgados dedos jugaban a pasársela de uno a otro en graciosos movimientos, pero sutiles y calculados. Cuando decidiste que ese pastoso y amarillento líquido no dañaría tu delicada boquita te llevaste la primera cucharada hacia ella. Me embobé en la exquisita elegancia de tus gestos, como la concavidad de la cuchara se perdía en el seguro finísimo interior de tu boquita en un suave y lento deslizar, entrando llena y saliendo reluciente y vacía... Tu mano izquierda, mientras, seguía con su tanda de movimientos que siempre te han caracterizado, empeñados ellos en representar tus palabras en el aire. Ni el mejor de los mimos los hacía tan graciosos e imnotizantes a la vez. A veces la dejabas reposando sujetando el borde del plato. Me encanté admirando, entonces, tus grandes uñas que te habías obligado a dejar largas... oh, y que lindas te quedaban así de largas. Ese toque blanquecino en la punta de cada una de ellas hacían tus manos aun más femeninas, si eso era posible. Y siempre tan limpias, tan impolutas... Algunas veces me habías brindado la oportunidad de gozar de su textura y te juro que recuerdo cada una de ellas, aun. Pero todas se reducen a la misma sensación: un inmediato erizamiento de los pelos de mi nuca al sentir su extrema suavidad en cualquiera que fuera la parte de mi cuerpo que disfrutara de su roce (o caricias...). Como las amaba...

- Xenaaaa, hay alguien ahí...!?!? - te preguntó en exagerados gritos Marcus, pero tu aun permaneciste unos minutos más en el trance que te había alejado años luz de nosotros.

- Ay, no me grites en el oído, animal! - te enojaste... parecías molesta, de hecho lo estabas. ¿En qué estarías pensando que tanto te cabreó que te interrumpieran? O, más bien dicho... ¿en quién? "Ay, Gabrielle, no! No te comas el tarro...Ya deja de torturarte con esas cosas, coña!".

- ¿Dónde estás, cariño? Estás como ida... - la verdad es que Marcus me quitó las palabras de la boca... y también ese "cariño", ggrrr!!

- Dónde no me molestes, incordio, jajaja! - lo dijiste tiernamente revoloteándole los cabellos, pero estoy segura que había sinceridad en tus palabras... o al menos eso era lo que yo deseaba que hubiera - Bueno, yo creo que me voy a ir a dormir ya, ok? Tengo ganas de reencontrarme con la almohada que hace bastante que la tengo más abandoná..., jeje! - "Abandonada?? Y como no me he enterado yo que no podías dormir?? Ah, claro... dormimos en habitaciones diferentes. Ay, cuantas ganas tengo de dormir a tu lado, jolin!"

- Sí, anda vé... que te hace falta. A ver si esta vez nos despejamos, eh! - le dijo Marcus sonriendote pícaramente.

- Yo también me voy a ir a dormir - dije, y estaba a punto de preguntarte si podía hacerlo contigo pero...

- ¿Cómo que te vas a dormir? Tu te quedas aquí ensayando, mona! Que mañana no veas la que nos espera... - me interrumpió la inoportuna de Mel.

- Mel, por Dios, si los espectaculos no empiezan hasta mañana por la noche! - dije disgustada, mientras miraba como subías las escalera... "Xenaaaa! Espérame, aiish!!"

...

"Suerte". Recreaba tu "suerte" en mi cabeza una y otra vez. Me agarraba a tu tono, a la cadencia de tu voz... Una y otra vez, sin parar. Porque, sinceramente, si no pensaba en tu voz, al menos, no me aguantaba derecha! Me temblaban las piernas, me titiritaba todo el cuerpo y no hace falta decir que el estómago ni me lo sentía de removido que lo tenía. "Ay, creo que ya se qué es eso del miedo escénico !!!"

- Venga que lo vas a hacer muy bien, cielo... - me intentaba animar Mel mientras me pintaba con sus potingues, entre vestidores.

- Sí, claro... Como no vas a salir tu! - aun recordaba como me cayó el mundo encima cuando esa mañana Mel me dijo con una voz ronca que quizás la noche anterior había forzado más de la cuenta la voz, y que tendría que salir al escenario yo solita.

- Lo digo en serio, no sé porqué no confías un poco más en ti, joder! Tienes una voz de puta madre, que te enteres ya!

- Jajaja!! Haces miedo con ese vocabulario y esa voz.

- Pues me da igual, cágate en tus braguitas pero a ver si te lo metes ya en esa cabecita!

- Uf...- tragué saliba, estaba a punto de salir, el hombre que presentaba esl show estaba ya a milésimas de segundo de pronunciar su nombre. - Ay, madre, quién carajo me manda a mi a meterme en estos lioooooosss!!!

- Shhht!! No grites, venga tira palláaaa! Y suerte, cariño, que te los vas a comer a tos con papas, jaja!!

- GABRIELLE DE POTEIDAAAAAAA!!!! - dijo el micro andante ese...

Se oyó un gran estruendo, todos los espectadores se sobresaltaron pero luego un gran az de luces iluminó el escenario y allí estaba... Vestida con un sutil vestido blanco de finos tirantes hasta por encima de sus rodillas, sus curvas se veian más marcadas que de costumbre. Sin duda quitó el hipo a más de uno!!Y sus ojos.... Uaahhgg!! Nunca le había visto una mirada tan penetrante, tan pintada, tan... no sé, tan mujer. Oh, por Zeus, estaba preciosa!! La música fue sonando, era sosegada al principio, suave... Y con la gracia que los Dioses le brindaron empezó a alegrarnos los oídos con un exquisito y limpio chorro de voz. Y que voz!! Si hablada ya me había imnotizado millares de veces, cantada me hacía hasta levitar! Empezaron a desfilar de sus cuerdas bocales todo un ejercito de notas que parecían bailar felices y dicharacheras hasta llegar a nuestros humildes tímpanos. El ritmo fue acelerando y la canción fue tomando calor, Gabrielle aumentó el volumen de su tonalidad de voz: todos nos quedamos atónitos (aun más...) con la fuerza que desprendió y la vitalidad que rebosaban sus palabras. Entonces fue cuando tomé consciencia de lo que éstas decían y cuanto sentimiento parecían levantar en Gabrielle... "¿Son alucinaciones mías o me está... me... me está mirando a mí!?"

"---A fuego lento tu mirada... A fuego lento tu lunada... vamos fraguando esta locura con la fuerza de los vientos y el calor de la ternura. Sigue el camino del cortejo... a fuego lento a fuego viejo. Sigue avivando nuestra llama por lo todo lo que te quiero y lo mucho que me amas... ---"

Eso era, la canción ya había alcanzado el clímax y yo con ella. Empecé a bailar mientras sentía como nacían de mis entrañas cada una de aquellas palabras, como desgarraban en su paso mi garganta y como se me escapaban con fuerza de los labios... Te las cantaba a tí, las cantaba por tí... Te busqué, quería mirarte y cantártelas aunque fuera la única vez que pudiera cantarte lo que gritaba mi corazón desde hacía siglos ya. Te busqué, te busqué y seguí buscándote... hasta que te encontré. Te sonreí en una de las micro pausas de la canción, empecé a palmear las manos y al instante me siguieron todos... El ambiente no podía ser más intenso y la gente más entregada animandome. Sí, eso era, animándome a decírtelo, y por Zeus que no dejaría perder la oportunidad: tomé aire y elevé hasta los cielos el timbre de mi voz para que te llegara la canción tan sentida como la sentía yo.

"---..... A fuego lento me haces agua, contigo tengo el alma enamorada. Me llenas, me vacias, me desarmas... ay ay ay amor cuanto me amas! A fuego lento revoltosa, caricias que parecen mariposas... se cuelan por debajo de la ropa y van dejando el sentimiento, amor, forjado a fuego lento....----"

Todo parecía venirse a bajo, la gente estaba como desquiciada con tu brillante actuación. Desde luego lograste animar a toda la isla de Temptus! Hasta vi a ancianos besarse, como si la canción les hubiera levantado el livido..! "Qué locura!". Aquello daba miedo, casi. Y tu parecías engrandarte más con cada grito de la desbocada muchedumbre, tus gestos se enfortalecían, no parecías actuar... daba la completa y absoluta sensación que vivías la canción, que la... la... que la sentías? Todo el mundo bailaba, no había nadie que no te coreara... Yo me quedé completamente paralizada, embobada con aquella ferviente interpretación. Al final hasta dejé de oir los ensordecedores chillidos: tan solo oía tu voz, tu canto, tus vocablos formando palabras, tus palabras formando esas frases, esas frases que tan adentro me llegaban... Sudabas, tu rostro había tomado un leve color cereza. Ya no abrías los ojos, ya no me mirabas, solo cantabas, te convertiste en tu propio canto, te hiciste canción....


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