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Disclaimer: Los personajes de Xena y Gabrielle pertenecen a Películas renacimiento. No es mi intención violar sus derechos de autor, pero no pude pedir permiso para usar sus personajes que me gustan tanto espero disculpen la osadía.

Esta historia esta dedicada al amor de mi vida: MJPA, ¡gracias por existir mi amor!

AVISO: Esta historia esa de acuerdo con el subtexto y contiene mucho de este si no estas de acuerdo o no te gustan este tipo de relaciones o tienes menos de 18 años, no sigas, porque no seré responsable

Cualquier comentario es bienvenido bettyromero@yahoo.com ¡escríbeme!


TU DIOS SERÁ MI DIOS Y TU PUEBLO SERÁ MI PUEBLO

Autora: Beatriz (Haruka) Romero

¡Noooooooo!, ¡nooo! ¡Nooooooo!!, Xena por favor, por favor , abre los ojos, Xena…

Gabrielle… te amo. Dice mientras lleva su mano al rostro de Gabrielle y con una sonrisa en el rostro, deja la vida.

Esas fueron sus últimas palabras, lo último que pudo decir la guerrera frente a ella… la confesión final que tanto tiempo soñó y ahora… ahora ella esta muerta.

Hubiera sido mejor no saberlo. ¿qué hará ahora con esa verdad? ¿qué hará ahora que sabe era correspondida al infinito amor que sentía por ella.? ¿qué hará ahora, sola?

La pira ceremonial arde uniformemente. El crepitar de las ramas secas inunda el ambiente. La voz de la dolorosa Ephiny entona el canto fúnebre. La reina amazona derrama negras lágrimas silenciosas. La vista fija en el ataúd. La vestimenta que porta acentúa el dolor en su rostro. Sus manos casi sin fuerza sostienen el chakram de la guerrera y en su espalda lleva la espada que fuera de ella.

El humo se eleva al cielo negro, no hay estrellas esta noche. Y Gabrielle siente su propio espíritu disiparse con ese humo. No quiere más la vida. Ni importa ahora vivir o morir. La luz y la oscuridad han dejado de existir. No hay diferencia entre día y noche. Da igual. Puede dejar de salir el sol, porque ella era su sol, su luna y sus estrellas… y se ha ido para siempre. Ya no importa la noche y no importa el día, porque ella no esta más a su lado y cada mañana es todas las mañanas del mundo.

¡Que callen los tambores! Que no cante más la alondra anunciando el alba, que paren los ríos su camino y que los Dioses dispongan en ansiado final.

Morir es todo lo que desea el antaño parlanchín bardo, su llanto azul es todo lo que le queda.

Xena llega al Tártaro, con el Dios del inframundo.

¡Xena! Que sorpresa. Pensé que tardarías un poco mas en llegar. De hecho todos apostábamos contra tu acompañante. ¡Que bueno que no aposté por ella!

¡Hola Hades!, aquí me tienes.

Lo siento Xena pero yo no soy quien juzga, y aunque fuiste buena en los últimos años, no fue suficiente. Lo siento.

Olvídalo Hades, y dime a dónde tengo que llegar.

Sigue por la izquierda y encontrarás tu destino final.

Bien, hasta luego Hades

Adiós Xena.

Xena avanzó y se encontró con Cerbero. No llevaba su espada ni su chackram. El can dormía, pero apenas olió a la recién llegada se puso en alerta y atacó con sus tres cabezas y sus afilados colmillos a la guerrera. Tenía que pasar por ahí hasta el trono de Plutón.

El cerbero dio una dentellada certera a la guerrera que sintió como si fuera aun de carne, ardiente y dolorosa herida. Se defendió un poco. Sin motivo aparente el cerbero volvió a dormir.

Estaba herida, lastimada en cuerpo y alma. Pero su dolor era soportable. Lo difícil era estar sin ella, sin su pequeño bardo; sin esa sonrisa como de cristales, sin esos ojos de un verde profundo. Sin Gabrielle.

Con sus últimas fuerzas le confesó lo que siempre sintió, el inmenso amor que le inspiraba y ahora, ahora debía llagar al trono de Plutón, para cumplir su sentencia en la tierra de los muertos.

Han pasado tres días desde entonces y Gabrielle sigue aun en tierra amazona. Ha tomado el ritual de purificación durante dos días, después del funeral de su guerrera.

Duerme, no quiere despertar, pues sabe que Xena no aparecerá nunca más por su camino.

Ares aparece en esos sueños.

Xena avanza hacia el trono de plutón. El regidor del inframundo ha fallado en su contra y la sentencio a ser el verdugo de todas las almas que llegan a Tártaro. Su castigo sería torturar y flagelar sin descanso a los condenados al inframundo.

Xena apenas puede creerlo. ¡no puede ser! Ella no quiere hacer eso, ¡ya no!

Desde que conoció a Gabrielle supo que no lo haría más, ella le dio sentido a su vida, lleno su alma de luz, le ofreció la tan ansiada paz sin pedirle nada a cambio. Y ella se puso a sus pies, besaría la tierra que ella pisa, le debía tanto a la frágil Gabrielle. Y ahora esto. No podía levantar su mano contra nadie.

Pero eso no era todo. Cada golpe de látigo lo recibía ella también, sus oídos estarían día y noche llenos de lamentos y palabras de piedad. Si intentaba detenerse en la tierra, alguna alma noble recibiría un castigo. Un destino difícil para la guerrera que además de eso estaría por la eternidad sin su amada Gabrielle, lo que constituía el verdadero castigo.

Gabrielle esta en un sueño

¡Ares! Que haces aquí

Lo mismo que tu Gabrielle, lamentando la pérdida de mi mejor carta, de mi creación perfecta.

Ares la mira con un brillo especial en sus ojos, como si pudiera llorar y sus ojos se arrasan de lágrimas, pero no, no es eso.

¡Fue tu culpa! Si no hubieras estado ahí, si ella no hubiera intentado salvarte ¡estaría viva! Pero no, la pequeña rubia tenía que impedir su destino ¡tu eres la culpable de su muerte Gabrielle!

¡nooooooo! No, por favor, no.

Sí pequeña y ¿sabes algo mas? ¿sabes en dónde esta ahora la guerrera?, vamos, ven conmigo te haré un regalo, la verás otra vez.

Ares le lleva la visión de Xena en el inframundo. Gabrielle siente morirse ella misma cuando ve el sufrimiento de Xena.

Al menos cumplirás su última voluntad Gabrielle? La llevarás a su casa, con su hermano?

Gabrielle despierta llorando una vez más. Llora mucho tiempo y decide llevar a Xena a donde debe estar.

Se levanta y ordena que preparen a Argos, se ira, llevará a su guerrera de vuelta a casa.

Gabrielle todo esta listo, Chilapa te acompañará hasta Amphipolis.

No, no Ephiny, este viaje quiero hacerlo sola.

Xena en el inframundo sigue las ordenes de Plutón, pero Prospernia, más justa, insistía en que ella debería ir a los Campos Elíseos, que su camino de redención había sido suficiente para perdonar su pasado. Exigía que fuera Temis quien juzgara a Xena.

Xena, acércate, parece que aun aquí provocas problemas. Xena obedece mansamente y empieza el interrogatorio de Minos, Radamanto y Eaco para que Temis pudiera dar su fallo.

Gabrielle avanza lentamente, lleva la rienda de Argos en su mano no se atreve a montar esa yegua que fuera el animal preferido de Xena. La espada y el chackram descansan en las alforjas al fin libres de más batallas.

Xena, mi amiga, mi hermana, mi familia, mi casa y mi hogar, mi camino, mi fe y mi religión. Ojalá pudieras escucharme, ojalá pudiera verte venir otra vez. Quisiera poder estar contigo en donde estas, ayudarte a llevar esa condena. Xena… Xena. ¿no fue suficiente todo lo que hiciste? ¿No fue suficiente todo el bien que broto de tu espada? ¿No fue, para los Dioses, suficiente la sangre que derramaste en su nombre? Mi Xena, mi luz, mi guía. Espérame, que yo estaré contigo, no importa dónde, yo te alcanzaré.

La pequeña bardo siempre soñando ¿no es así?

¡Ares!

Bravo, bravo, lindos pensamientos, pero te haré una revelación Gabrielle tu nunca podrás estar con ella y ¿sabes pro qué? Porque ella jamás llegará a los Campos Elíseos, el lugar que se ha destinado para ti. Deja de soñar y despídete de una buena vez de ella.

¡Cállate Ares!

Que harás Gabrielle, es tanto lo que te une a ella que arriesgarás tu propia salvación para estar a su lado. ¡por favor! ¡no tienes el coraje, la decisión! Aún por ella que te dio la vida que solo te atreviste a soñar, que dio su vida por ti, aun así Gabrielle te falta valor.

Gabrielle toma la espada de la alforja y se enfrenta al Dios, da estocadas sin hacerle el menor daño, grita con furia mientras esas palabras rondan en su mente, un baile lento, de muerte.

¡Lárgate! Vete de aquí Cae de rodillas, anegada en llanto.

Esta cayendo la tarde y un viajero solitario camina por el bosque. Avanza confiado, es un chico de apenas veinte años. No lleva armas y su silbido melódico se acompasa con el ritmo del bosque.

No sabe como, solo siente el calor de su sangre recorriendo su abdomen. Abre sus ojos tanto como puede, cae lentamente.

Mientras una figura aparece delante de él. Lo último que puede ver antes de morir es un par de ojos verdes, profundos como el mar.

Bien Xena, dinos a cuantos hombres, mujeres y niños mataste en tu corta vida mortal- pregunta Minos.

Xena levanta su cabeza para responder.

Nunca maté mujeres ni niños. Hombres… fueron muchos, cientos tal vez, mi espada era afilada y estaba hambrienta de poder.

-Dices la espada, ¿que hay de la mano que la empuñaba? Ataca Radamanto

La mano y el brazo todo, estaba llena de ansias de poder, de odio, pero…

No, guerrera, tú eres responsable de muchos huérfanos, tu eres culpable de villas enteras acabadas, tú eres culpable de matar por placer, no intentes justificarte escudándote en el odio ciego, eras bien consciente de tus actos y no te importo, no te importo arrastrar tras de ti a otros más a esta tierra negra. Nunca te importo.

Xena guarda silencio ante las palabras de Radamanto y recuerda todas las veces que mato para conseguir sus fines, todas las veces que levantó su espada o dio la orden de muerte.

¿Quién te creías que eras Xena? La diosa de la justicia.

¡no, no! Yo…

Un mensajero se acerca a Plutón y le susurra palabras en su oreja.

El Dios sonríe y se levantó del trono.

Creo que dejaremos esto para después. Xena, acompáñame quiero que veas esto.

Los dioses se apartan y Xena sigue a Plutón a un espejo negro. Y la visión la deja congelada en su lugar.

Ve a Gabrielle empuñando su espada, los ojos vidriosos y el ataque a traición al joven viajero.

Parece que dejaste una buena sucesora allá, dice Plutón con una sonrisa irónica.

No, Gabrielle…

Bien, parece que se suma otro cargo mas contra ti. Esa alma noble tiene un destino, o al menos lo tenía hasta hace poco. La recompensa más ansiada: los campos elíseos. Pero, no lo sé al parecer mató en tu nombre guerrera. ¿Qué puedes decir a esto?

Xena no habla

¡Que se reanude el juicio!

Eaco empieza su discurso.

Alguna vez un rey estuvo en peligro, salvarlo no hubiera sido nada, sin fuera porque ese rey era un bebé y no sabía que era heredero de un trono. Xena lo salvo exponiendo su vida y sin pedir nada a cambio. ¿No es cierto Xena?

El caso de la joven es bastante especial. Recuerdan cuando derrotó a un ejercito ella sola, exponiendo no solo su vida, sino la de quien más ama para defender el bien común, para proteger vidas que jamás conocería. Atenas se salvo de ser saqueada.

-Parece Eaco que olvidas como casi destruye la amistad de Hércules con su mejor amigo; por esa insaciable sed de poder, ¿olvidas también Cirra y cientos de aldeas en llamas?

No, Minos, no lo olvido, como tampoco olvido cuando liberó a prometeo o cuando regresó a la muerte a sus funciones o todas las veces que antepuso la vida de otros a la suya propia.

-Suficiente- ordenó Temis, he oído bastante.

Guerrera, has cometido crímenes inimaginables, la muerte de muchos pesa sobre tus hombros. Sin embargo quisiste redimirte y abriste tu corazón a una persona por la que diste la vida. El morir en un acto de amor pesa mucho, pero no lo suficiente.

El rostro de Xena se torna una máscara al oír la sentencia de Minos.

Tu castigo será permanecer aquí por cien años y después de eso, podrás irte.

- ¿Irme? ¿a donde?

Tu lo sabes, del otro lado. Aunque estarás como ahora, sola.

¿Y Gabrielle?

Ella aun esta escribiendo su destino.

Tengo que verla, quiero verla, necesito hablar con ella.

No Xena eso no es posible. A menos que…

Que qué

Que renuncies a esos cien años y sea por la eternidad.

Esta bien, lo tomo.

Tienes un día y ni un minuto más. Pero sabes las limitaciones.

Gabrielle solo mira al chico muerto y la espada ensangrentada. Al fin se mueve, baja la espada y camina lentamente hacia Argos.

Xena, se donde estas. Y allá voy a ir. Solo espero vivir lo suficiente para darte alcance. Lo haré, no importa donde estés, me reuniré contigo.

Camina sin rumbo hasta encontrar una villa cualquiera. Entra en la taberna del pueblo y ordena una bebida. Pregunta al tabernero en donde puede encontrar mercenarios.

¿Para que necesitas asesinos jovencita?

-Estoy formando un ejercito.

¿Y para qué querría una niña como tu un ejercito? ¿Vas a jugar a la guerra?

Gabrielle lo toma por el cuello con fuerza y aprieta lo más que puede.

Mide tus palabras tabernero, o no volverás a pronunciar una sola.

Al ver esta situación varios parroquianos intentan meterse. Gabrielle ataca con el bastón derribándolos con facilidad, y cambia rápidamente el bastón por la espada, - ¿Alguien más quiere intervenir?- todos vuelven a su lugar.

Un hombre se acerca y cuestiona: -¿cuánto pagas por cabeza?

Gabrielle lo ve y sonríe.

Al final ha contratado a solo ese hombre. Sube a la habitación que alquilo llevando consigo la espada al hombro, el chakram y su bastón en las manos.

Deja sus cosas en la silla. Es tan extraño estar sin ella. La habitación se siente tan grande y vacía. No ha escrito nada desde su partida y no quiere hacerlo. Nada hay que escribir ahora. El héroe ha muerto.

Toma la espada, la limpia cuidadosamente mientras empieza a afilarla como lo hiciera ella.

De pronto, la espada cae al suelo, como si la hubieran arrancado de sus manos. Gabrielle retrocede. Esta asustada, espera. Y no pasa nada. Solo el silencio.

Se acerca para tomarla y el chakram también cae al suelo estrepitosamente.

¿Ares?

No hay respuesta

Se acerca y trata de levantar la espada, no puede. Parece que estuviera pegada al suelo.

Deja de intentarlo, sus pergaminos caen al suelo y se esparcen por la habitación.

Gabrielle sostiene la respiración.

Xena... ¿Xena?

Un pergamino se eleva y queda sobre la cama. Se acerca y lo abre.

Es la historia del principio, cuando conoció a Xena. En el narra como la guerrera la defendió y decidió cambiar su camino.

"Y la fuerte guerrera quiso darse otra oportunidad, el asesino murió y dejo paso a un nuevo ser, uno que sabe ahora, lo que debe hacer."

Terminó de leer con trabajo, las lágrimas otra vez brotaban de sus verde ojos.

¿Xena, Xena, dónde estás?

Y otra vez el silencio. Al final la venció el sueño y el alba la encontró abrazando el pergamino contra su pecho.

Salió muy temprano. Su hombre resulto ser un borracho que desapareció con la noche. Tomo rumbo a Amphipolis. El bosque le hacía compañía. El rumor del arrollo la detuvo y decidió dar un rodeo para recordar las muchas veces que la guerrera pescara para ella. Recordó al rudo guerrero que siempre la complacía con esas desviaciones, que la dejaba dormir hasta que saliera el sol, sus bromas en la pesca, sus juegos. Su sonrisa inagotable, azul, infinita.

Xena la sigue, ha estado con ella desde la noche anterior. El tiempo corre. El bardo parece no haber cambiado de planes aún. Pero ella confía en su corazón y sabe que nada podría cambiar en él. Ella es buena y no puede ser de otro modo, aunque así lo quiera.

Gabrielle no puede evitar llorar otra vez.

Xena... ¿sabes que te amo? Que te he amado siempre, desde el primer día. Que soñé acabar mi vida junto a ti, que te quiero como nunca he querido a nadie. Que me haces falta.

Desde ese día ansío que llegue la noche y duermo y en mis sueños vives, estas ahí, tus brazos fuertes, tu mirar profundo. Y quiero pensar que todo lo que paso fue un sueño y al despertar verte junto a mí. Que me digas lo parlanchina que soy, que me obligues a montar e Argo. Que me pidas que te espere en el campamento mientras practicas, que juegues conmigo tu juego "veamos que tan cerca de Gabrielle queda el chakram"

Xena... no puedo creer que no estés más conmigo, no quiero dejarte ir, no, todavía no. Espérame amor mío, que yo te alcanzaré.

Las palabras de Gabrielle hacen que Xena se estremezca. Nunca se imagino. Nunca supo que ella... y ahora, ante la confesión del bardo se siente más culpable. No quiere que la siga, no esta vez. Ella no merece un lugar así para la eternidad.


Gabrielle se acerca al arrollo, se detiene en la orilla. Observa el horizonte. Esta tan tranquilo, tan en calma. El arrollo termina en un pequeño y hermoso lago. Camina hacia el. Al llegar se detiene unos momentos. Todo le recuerda a ella. A sus ideas que a veces no entendía, a las salidas siempre atinadas, su aplastante lógica para todo. Siente su corazón romperse en pedazos ante su irremediable perdida.

Se decide a regresar. Baja la vista y da la vuelta casi al mismo tiempo. Se detiene de espaldas al lago.

El corazón se acelera dentro de su pecho ¿será cierto? ¿será cierto? No quiere voltear otra vez. Siente miedo de que no sea verdad. De haberlo imaginado.

Lentamente se vuelve, conteniendo la respiración. Al fin vuelve a ver su reflejo en el lago. No es Gabrielle lo que puede ver ¡es ella! ¡por los dioses, es Xena!

Gabrielle...

¡y puede oírla!

¡Xena ¡ se deja caer a la orilla de ese bendito lago, tratando de no mover el agua.

-¡hola! ¿cómo?

Gabrielle escúchame ¿sabes dónde estoy?

Sí, los sé, Ares me llevo y...

¿Ares? Debí haberlo imaginado. Escúchame bien Gabrielle, se lo que hiciste y eso no me enorgullece, no quiero que

No, no sigas Xena, se lo que tengo que hacer para seguirte y nada de lo que digas o hagas me hará cambiar de opinión.

Gabrielle, por favor, escucha. Tu no puedes venir aquí, no es un lugar agradable, este no es tu lugar.

Sí lo es. Donde estés tu, estaré yo. Tú eres mi hogar, Xena no puedo estar en otro lado, mi lugar es junto a ti.

Gabrielle, Gabrielle no lo hagas, por favor. Eso me haría sentir mal y nunca podría perdonarme.

No Xena, tu siempre hiciste todo por mi y yo quiero estar contigo. Sin importar dónde sea. Te conozco bien guerrera, en poco tiempo tú tomarás el control de allá y yo quiero estar ahí. Dice Gabrielle en tono de broma.

¡No Gabrielle! Promete que no intentarás nada otra vez.

Gabrielle queda en silencio.

Promételo Gabrielle.

Xena te amo. Dónde tú estés estaré yo, mi lugar es contigo te voy a seguir y si tengo que pasar mi vida matando lo haré, te seguiré, tu hogar será mi hogar, tu pueblo será mi pueblo y tu dios será m dios.

No Gabrielle, te amo demasiado para arriesgarte.

Xena... te amo. Quiero estar contigo.

Si es verdad que me amas Gabrielle, promete que seguirás por tu camino como siempre, no harás nada que intente cambiar tu destino.

Xena...

Promételo Gabrielle.

Pero Xena

¡Promételo!

Lo prometo.

Bien, ahora me tengo que ir Gabrielle

No Xena, no te vayas.

Te amo Gabrielle

Xena...

Gabrielle intenta tocar a la guerrera y al contacto de su mano con el agua, desaparece quedando su propio reflejo deformado por las ondas del agua.

Te amo...

Xena regresa al inframundo. Donde aun esta el consejo de juicio.

Temis la ve regresar.

Sabía que lo harías guerrera. Arriesgaste tu salvación por la de ella. Vete, espérala del otro lado.

Xena no puede creerlo, ¿era una prueba? Estos dioses. Pero se alegra, se alegra porque sabe que estará con ella, cuando llegue el momento.

Epílogo.

Hace ya doce años que la tumba de Xena esta en Amphipolis. En una villa desconocida se erigió un hospital y un orfanato.

La directora Gabrielle de Poteidia era conocida como una mujer justa y honorable, risueña y de amable carácter.

Una guerrera amazona llega a reclamar su cuerpo para darle un funeral digno. Los aldeanos se oponen pero la madre de la rubia mujer asiente y se llevan a la pequeña a la villa amazona.

El humo se disuelve en el cielo negro. Los cantos fúnebres se escuchan en toda la villa y los tambores cantan su lúgubre melodía.

Gabrielle busca una puerta. La que Hades le indico. La derecha.

Abre la puerta y lo primero que ve es una guerrera alta, de cabello negro y ojos azules, recargada en un árbol.

¡Xena!

Tardaste en llegar. Dice la guerrera. Le tiende los brazos y la pequeña rubia corre a refugiarse en ellos.

Mi bardo, mi pequeño bardo, te extrañe tanto.

Y yo a ti mi princesa guerrera.

Después de un rato, Gabrielle reacciona.

Pero, como, Ares me dijo...

¡Ah! Es que tengo a alguien que siempre cuida de mi, y gracias a ella estoy aquí.

Gabrielle siente el pinchazo de los celos.

¿y quien es ella?

Mm... bueno, es la única con quien quiero pasar la eternidad, la más bella de las inmortales, la que más amé en la vid y la que más amo ahora, que ya no soy mortal.

Tendrás que presentármela Xena, dice Gabrielle con tristeza, dejando el abrazo de la guerrera.

¡Oh! Creo que ya la conoces

¿y quien puede ser?

Una rubia, con hermosos ojos verdes, que trata de salir de mi abrazo ahora mismo.

¡Xena!

Te amo Gabrielle, es por ti que estoy aquí, Gracias Gabrielle

Xena, te amo tanto.

Fin.


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