No se que somos ahora. Se que no he manchado su espíritu más de lo que se esperaba
cuando iniciamos nuestro viaje juntas. Pero la he cambiado. Prefiero no pensar que en
algún momento algo se me ha escapado de las manos y la he transformado a mi imagen y
semejanza.
No, eso no puede ser así. La quiero, y eramos amigas, almas gemelas. Y aun seguimos
siéndolo, aun tenemos esa unión, o al menos en lo que a mi respecta. Pero ahora hemos
dado un paso hacia atrás, un paso negativo y superficial. Dejé que mis sentimientos me
influyeran diariamente y despues que la influenciaran a ella.
Y es que solo soy una necia guerrera, que se cree muy inteligente. Sepa lo que sepa,
haya vivido lo que haya vivido, no pude defender a Gabrielle de mi ser mas oscuro. Y por
mi culpa nos encontramos con ese paso que tira de mi hacia atrás.
Todo empezó cuando nos encontrabamos en el desierto. Unas tribus nómadas pretendían
someter a Gabrielle a la pena de muerte. No diré si fue justo o no, simplemente confesaré
que mi acto de salvarla me delató. Fuí en contra de todos los principios que he intentado
inculcar en Gabrielle desde que de alguna forma se esta convirtiendo en un proyecto de
guerrera.
Pero por si eso no hubiera sido suficiente, he de añadir, que esa misma noche, en nuestro
campamento y junto a una cálida hoguera, le hice una confesión: "Gabrielle, en la
vida de todos hay algo que va mas alla del bien comun. Lo que tu significas en mi vida."
Tenía la intención de que pareciese una explicación a mi comportamiento de aquel día,
pero se que no sonó así.
Soy consciente del control que tengo sobre mi cuerpo y mis sentimientos y lo que puedo
transmitir, y provocar. Y estoy casi segura de que lo utilicé en contra de Gabrielle. De
alguna forma sentí que mi corazón se desbocaba por amor, y quizás en contra de lo que
hasta entonces Gabrielle pudiese sentir, la seducí, haciéndola sentir lo mismo.
Tras aquel horrible día y junto a la hoguera, me limité a animarla tan solo con una
mirada, seguida de una sonrisa de total tristeza por todo lo ocurrido y un abrazo, en un
intento de consolarla. Rodeé sus hombros con mi brazo y dejé que su cabeza descansase en
mi hombro. Pero entonces de sus turbadores labios, se escapó un gimoteo, un lánguido
suspiro mas bien. No pude evitar compartir su pena y antes de darme cuenta, la abrazaba
fuertemente contra mì, mientra ella respiraba hondo en mi hombro, dejando escapar húmedas
lágrimas. Acaricié su cabello, con una mano, mientras la otra la tenía protectoramente
sobre su espalda, acercándola más, para que supiese que me tenía a su lado.
Seguí acariciando su pelo, entrelazando mis dedos con sus cabellos, y siseando en su
oido palabras de tranquilidad, a fin de que se sintiese mejor.
Al poco rato, ella salió de mi abrazo, argumentando, con una sonrisa fingida, pero
sentida, que se encontraba mejor. La miré a los ojos y no quise llevarla la contraria.
Tan solo sujeté su rostro con mi mano y besé su frente. No es una actitud extraña entre
nosotras, al menos no asi explicado. Pero se que ese gesto, normalmente simple y amistoso,
pretendió ser cálido, más bien abrasador, dejando una peligrosa marca de fuego en la
piel de mi amiga. En ese instante noté mi brazo aun sobre la espalda de Gabrielle y lo
dejé caer muerto, para evitar que el contacto de mi piel sobre la suya, volviera a crear
el mismo efecto que mis labios. Pero ella tenía otra idea en mente. Alcanzó mi mano y
volvió a depositarla en la espalda, donde se encontraba. Agarró mi rostro, como hiciera
yo y besó mi frente. A continuación, y como si nada de lo que había ocurrido, hubiera
sido real, me miró a los ojos. Esperaba mi reacción, y esperaba que mi reacción fuese la
que fué. Utilicé mi mano y su situación para atraerla hacia mí, y cuando no había más
separación que la indispensable, rocé sus labios con los míos. Fue un levísimo toque,
como apertura a lo que vendría a continuación: volví a buscar sus ojos, pero en ese
instante se encontraban cerrados. Volví a acercarme a ella y mantuve nuestros labios más
tiempo unidos, iniciando un beso que se volvió atropellado y furioso. Tras eso, no hubo
mas opción que una desenfrenada noche de pasión. ... rudas caricias, prendas rasgadas y
oscuros y torturantes besos...
Tan solo el recuerdo de aquello me hace llorar, y al contrario de lo que siempre había
pensado, no es de felicidad.
Había sido una noche tan vacía de sentimientos, tan superficial... tan parecida a todo
mi pasado. Un escalofrío de terror recorre mi espalda. Gabrielle siempre ha sido quien
me ayudaba en la balanza que es ahora mi vida. Y en el intento de estabilizarme a pesar
del pasado, ella era todo lo positivo que tenía. Pero mi motivación para conseguir todo
cambio positivo, está siendo, paulatinamente, cambiada. O al menos nuestra relacción.
¡Y no quiero eso!
Pero por si no hubiera sido suficiente aquella noche juntas, que apenas debió de ser una
noche de descarga de pesares descartada de cualquier acto de amor, a la mañana siguiente,
yo, junto con mi desconsuelo, me desperté entre mis mantas, alejada de los brazos de
Gabrielle, alejada de mi despertar perfecto.
Llevaba tantísimo tiempo deseándolo, y como si los dioses me odiaran, ocurre tan solo
con el fin de machacarme en lo mas profundo de mi corazón: nada de dulces besos con el
amanecer, ni maravillosas palabras que conllevan confesiones de sentimientos escondidos.
Nada de un amoroso despertar con su sonrisa y entre sus brazos.
Esa misma mañana, cuando Gabrielle se despertó, se sentó frente a mi, con las cenizas de
la hoguera testigo de todo, entre nosotras. Me miró a los ojos, y como si no hubiera
pasado nada, cogió una porción de su desayuno y comenzamos a hablar.
Algo tan simple como una noche con alguien, no hubiera significado nada en mi pasado.
Pero con Gabrielle, el hecho de que no significara nada, me mata por dentro.
De todas formas si en su día conseguí quedarme en el plano de amiga, conseguiré ahora
amoldarme a la nueva situación, a la amante esporádica, la ayuda para descargarse y
consolarse. Visto con algo de positividad incluso puede ser una nueva forma de acercarnos
más...
Y aquí me encuentro, llorando en silencio en mitad de la noche como una tonta enamorada,
por mis fantasías e imposibles, mientras cerca de mí, a la distancia de un brazo, se
encuentra lo único que quiero para vivir. Entonces, mirándola y recordando lo que tengo,
y en parte no tengo, observo que algo perturba su sueño. Esta completamente dormida y
apenas sacude el cuerpo, pero un gesto de incomodidad aborda su rostro y frunce el
entrecejo, con gesto torcido. Tiene una pesadilla y no es para menos, pues en los últimos
días hemos superado su incidente en el desierto con aquel muchacho, a unos caníbales que
intentaron devorarla, un enfrentamiento con una parte sangrienta y nórdica de mi pasado
y algunas aventuras más, como tener que ayudar al prepotente de Ares a huir de sus
propios Señores de la Guerra. En resumen, no son hechos que puedan dejar facilmente en
paz a una mente.
Dejo de pensar en mis cosas, y la muevo agarrándola por los hombros, para evitar que se
altere al despertarse y que se levante agitadamente. La muevo con suavidad y ella abre
los ojos al momento. Su respiración es agitada y veo que mira en todas direcciones, para
ubicarse...
"Solo ha sido una pesadilla, solo eso" sonrió cuando parece que Gabrielle va a hablar.
"¿Qué soñaste?"
"Nada... una mezcla entre Brunilda, y yo matando como ella y... nada, lo de siempre."
"No es lo de siempre, es lo que no debería ser nunca. Tu no podrás jamás parecerte a
Brunilda, y menos matar a destajo y por diversión. Tus pesadillas son una dolorosa
repetición de recuerdos" susurro preocupada, pero se que no es momento de charlas. "Pero
hasta que no dejes de machacarte con esas repeticiones absurdas, estaré aquí para
despertarte."
"Gracias" sisea con una gran sonrisa. Lo que le he dicho es una verdad que ella ya sabía,
pero compruebo que aun asi me lo agradece. Me abraza dulcemente, y teniendo su rostro
junto al mio, noto su aroma, su suavidad.
Ambas nos separamos y nos retiramos a nuestras sábanas dispuestas a tumbarnos y seguir
durmiendo. Desde luego, nos tumbamos y lo hacemos en nuestras mantas, pero no alcanzamos
los brazos de morfeo. Las dos estamos tendidas en dirección a la otra, y en ambos rostros,
sobre la improvisada almohada que es un doblete en la sábana, tenemos la mirada fija en
los ojos de la otra.
Ella da el primer paso. Estira su mano y la recojo con la mía. Deja que la deslice hasta
estar junto a mi, distancia suficiente para que ella se haga con mis labios.
A la mañana siguiente, no hablaremos de esto, los fogosos y enfadados besos, pasarán al
monton de lo callado; el roce de nuestras pieles, nuestras caricias, todo se acumulará
con mi dolor.
Pero no me quejo, pues yo me lo busco. Me dejo llevar y ruedo para ponerme sobre ella
cubriéndola de besos y descubriendo su cuerpo de ropa.
*****
Atravesamos la entrada de los límites de Atenas, pero aun tardamos un reloj de arena en
llegar al núcleo de la ciudad, por lo que cayó la tarde cuando encontramos una posada
con habitaciones libres. El alojamiento sale demasiado caro para mi gusto, y es por
culpa de las fiestas celebradas en honor a Apolo y la llegada del verano. Va a ser una
semana... entretenida.
No he terminado de de pagar un establo y subir todas las alforjas de Argo a la habitación,
cuando Gabrielle ya se ha hecho con un horario de todos los acontecimienntos. La dejaré
que haga lo que quiera, porque pienso echarme y descansar de estos últimos días. Si me
deja...
"¡Xena! ¡No te tumbes! Hay mucho que ver."
"Déjalo, que te espero aquí, tumbadita" siseo contra las sábanas, con los ojos cerrados
y respirando levemente. Oigo que me lanza una bolsa y la agarro en el aire, a centímetros
de mi cara, aunque desde luego, sin abrir los ojos.
"Si no te levantas ya, vamos a comprobar cuantas bolsas puedes llegar a parar."
"Gab" gimoteo. Pero no sirve de nada. Oigo como se prepara y coge impulso para otro
proyectil. "Esta bien" gruño con tono cascarrabias, abriendo los ojos. Me levanto con
una voltereta y caigo frente a Gabrielle, que me mira sonriendo triunfante. "¿Qué?"
"Ves, si que tienes energías para ir."
"¿Quién dijo nada de energía? ¡Me faltan ganas!" gruño.
*****
A pesar de que todos saben que su Olimpo esta muerto, los muy teatreros engalan cada
rincon de la ciudad en estas fechas, creando una preciosa vision de la misma. Los
preparativos ya han acabado y todos se preocupan tan solo de divertirse. Mientras
caminamos veo, al final de la calle, la fachada del teatro y en los ojos de Gabrielle,
unos nervios que la debaten entre salir corriendo o guardar la compostura. Asi que no la
hago esperar. Entre la multitud abro camino para que nadie en medio ande estorbando y
asi a los pocos minutos nos encontramos frente a nosotras el edificio. Es fantástico,
tiene una entrada decorada con columnas cuyos capiteles han debido de requerir horas de
laborioso trabajo y los materiales con los que se decora cada piedra son tan caros como
preciosos. Junto a la puerta se encuentra un hombre, sentado en un improvisado tenderete,
recogiendo los nombres de los participantes. Gabrielle no tarda en verlo, y menos en
correr hasta el. La observo desde lejos, porque no me doy demasiada prisa para alcanzarla.
El muchacho es Virgil y se que le hace ilusión verle, quizás más de la que me gusta
imaginar.
Oigo unos pasos detrás mio.
Alguien me tapa los ojos.
Continuará...