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Disclaimer: Los personajes de Xena y Gabrielle, así como los que hayan aparecido en la serie de televisión XENA: LA PRINCESA GUERRERA, son propiedad exclusiva de MCA/UNIVERSAL y Renaissance Pictures. El resto de personajes son de la ingeniosa invención del autor. El uso de personajes de Universal en esta historia no constituye un intento del autor de beneficiarse o infringir en modo alguno el copyright existente. La interpretación de los personajes en esta historia es obra del autor. El copyright de este fanfic pertenece a Eva Allen, septiembre de 1997.
Las críticas constructivas y/o las puras alabanzas son siempre bienvenidas. Escribidme a emallen@earthlink.net.
ESTÁIS AVISADOS: Esta historia incluye la representación de sexo entre dos mujeres adultas y con consentimiento mutuo. Si esto te ofende, por favor encuentra otra cosa para leer.
ADVERTENCIA DE VIOLENCIA SEXUAL: Tiene lugar una violación fuera de escena en el transcurso de esta historia. Ésta no se describe en detalle, pero sí sus efectos tanto físicos como emocionales. Si este tema puede molestarte, por favor abstente de leer esta historia.
ADVERTENCIA DE VIOLENCIA MEDIA: Una gran escena de lucha hacia el final.


Nota de la traductora: Podéis dejarme vuestras opiniones y críticas sobre la traducción en kayra_de_arcadia@latinmail.com

Titulo Original: The Cottage


LA CABAÑA

Por Eva Allen
Traducción Kayra

Primera parte

-Xena, ¿Por qué no me cuentas adónde vamos?

-Porque es una sorpresa.

-Oh -dijo Gabrielle y frunció el ceño.

Xena echó un breve vistazo a su compañera y sonrió antes de devolver su atención hacia los árboles que las rodeaban. Habían estado andando a lo largo del estrecho sendero del bosque desde el mediodía, y ahora el sol estaba a medio camino hacia el oeste. Había pasado más de una hora desde que se encontraran con otro viajero. Los cascos de Argo resonaban suavemente sobre la tierra compacta, y los pájaros trinaban aquí y allí entre los árboles. Los agudos oídos de Xena asimilaban esos sonidos y después los descartaban, permaneciendo alerta para captar cualquier cosa que pareciera fuera de lugar.

-¿Es bonito? -preguntó Gabrielle.

-¿El qué?

-El lugar al que vamos.

-Oh -dijo Xena, devolviendo sus pensamientos a la conversación-. Bueno, sí, supongo que sí.

-¿Hemos estado alguna vez?

-No.

-¿Crees que me gustará?

-Eso espero.

Gabrielle guardó silencio por unos instantes, y Xena casí podía escuchar el correr de los pensamientos dentro de la rubia cabeza.

-¿Seremos las únicas allí?

-Hasta donde yo sé.

Siguieron caminando unos cuantos pasos más, entonces Gabrielle dijo:

-¿Será... romántico?

Xena se detuvo y se volvió para mirar a Gabrielle.

-¿Qué clase de pregunta tonta es esa? -preguntó con disimulada severidad.

-¡No es una pregunta tonta! ¡Es una pregunta bien buena!

-Oh, ya veo -Xena tuvo que hacer un gran esfuerzo para evitar sonreír. De nuevo caminó hacia delante y Gabrielle corrió para alcanzarla.

-Bueno, ¿lo será?

-¿Será qué?

-¡Romántico! -Gabrielle brincó delante de Xena y comenzó a caminar hacia atrás mirándole la cara. Xena dejó de intentar no sonreír. Se detuvo de nuevo y puso una mano sobre el hombro de Gabrielle.

-Supongo que podríamos arreglarlo para que fuera así -dijo, alzando una ceja provocativamente. La alegría que iluminó la cara de Gabrielle envió una inesperada emoción a través del cuerpo de Xena, y rápidamente se inclinó y besó a la bardo en los labios.

-Mmm, esto será divertido -murmuró Gabrielle, mientras comenzaban a caminar de nuevo. Entonces tras unos momentos, dijo-. Sólo tengo una pregunta más.

-¿Cuál es?

-¿Ya casi estamos allí?

Xena rió.

-Sí, ya casi estamos allí. Podríamos haber llegado antes, pero quería atenerme al camino secundario -una vez más inspeccionó los alrededores.

-Aún estás preocupada por Garron, ¿no? -dijo Gabrielle.

-Un poco, pero probablemente no nos seguirá. Sólo quiero tener cuidado, eso es todo.

-Hizo algunas amenazas bastante desagradables.

-Sí, y si tuviera la oportunidad, las cumpliría -dijo Xena-. Sólo que no vamos a darle la oportunidad. Algunas personas hacen amenazas y son sólo palabras, pero Garron no... él quiere decir lo que dice. Puede ser realmente despiadado, sobretodo cuando está enfadado. Y es astuto, lo que lo hace incluso más peligroso.

-Bueno, ciertamente lo hicimos enfadar bastante, rescatando a todas esas chicas a las que había secuestrado para poder venderlas en el mercado de esclavos.

-Sí, lo hicimos enfadar, pero he ahí la cuestión sobre Garron. Tiende a tener una idea en la cabeza y eso es todo en lo que piensa... por lo menos hasta que surge la siguiente idea. Por ahora está pensando en vengarse, pero la semana que viene tendrá alguna obsesión totalmente nueva. Me imagino que si podemos permanecer fuera de su camino por unos días, habrá olvidado todo sobre nosotras y ya no tendremos que preocuparnos más de él.

-Espero que estés en lo cierto -dijo Gabrielle. Entonces, con una certera patada, mandó una piedra rebotando camino abajo.

Xena miró a su amiga y vio la preocupación en su cara.

-Mira -dijo-, no quería asustarte. Sinceramente creo que hay una posibilidad muy pequeña de que Garron nos siga. Ayer salimos de allí bastante rápidamente y cubrimos mucho terreno montando ambas en Argo. Ese punto en el que acampamos anoche estaba bien oculto y no encendimos ningún fuego. No hay modo de que Garron pueda conocer el lugar al que vamos. Y hemos ido en todo momento por caminos secundarios.

-¿Y qué hay de esa aldea donde estuvimos esta mañana? -dijo Gabrielle-. Estaba en un camino bastante concurrido.

-Sí, pero teníamos que conseguir provisiones en alguna parte, por lo que decidí que podíamos correr el riesgo. Todo irá bien, Gabrielle. No te preocupes por ello. Quiero que sea divertido.

Rodeó los hombros de Gabrielle con su brazo, le dio un abrazo y fue recompensada con una sonrisa.

-De acuerdo, intentaré no preocuparme -prometió Gabrielle-. ¡Adelante con la parte divertida!

Ahora Xena comenzó a mirar hacia la izquierda del camino con más detenimiento, buscando cierto sendero que recordaba.

-Espero que pueda volver a encontrar ese lugar -murmuró-. Han pasado varios años desde que estuve ahí. Tal vez ni siquiera exista ya.

-¿Quieres decir que me has traído durante todo el camino a un lugar que puede que ya no exista?

-Podría pasar. ¡Cuando estás conmigo, tienes que arriesgarte! -Xena sonrió a su compañera y luego observó de nuevo los árboles-. ¡Ajá! -dijo de pronto-. ¡Eso podría ser lo que estaba buscando! -apartando una rama, reveló la entrada a un estrecho sendero. Aunque antes de entrar, se tomó un momento para escuchar atentamente y observar de nuevo los alrededores. Convencida de que no había nadie a la vista, dirigió a Argo entre los árboles.

-Toma -dijo Xena, tendiendo las riendas a Gabrielle-. Voy a adelantarme un poco. Lleva a Argo -el polvo del sendero estaba seco y compacto. Eso estaba bien, pensó Xena, no dejarían huellas. Se deslizó fácilmente a través de los árboles, permaneciendo unos pasos delante de Gabrielle y Argo.

Les tomó sólo unos minutos alcanzar el claro. En el límite de éste, Xena se detuvo e indicó a Gabrielle que se quedara atrás. Inspeccionó la zona con ojos de lince, pero no vio nada anormal. Los pájaros revoloteaban de árbol en árbol, gorjeando de manera indiferente. Y sólo a escasa distancia de donde estaba, una ardilla hurgaba laboriosamente entre las hojas. Todo se parecía bastante a como ella lo recordaba. Al otro lado de la pequeña área cubierta de hierba, había una pequeña cabaña de madera. Su techo de paja parecía un poco peor por el desgaste, pero con algo de suerte, aún resistiría la lluvia. Detrás de la cabaña había una estrecha línea de arbustos y árboles. Más allá de eso, recordó, había un prado ancho donde la hierba y las flores silvestres crecían casi hasta la altura de la cintura hacia el final del verano. Desde la derecha, Xena podía oír el suave murmullo del límpido arroyo que rodeaba el claro.

Sonriendo, se dio la vuelta y llamó por señas a su compañera. Cuando Gabrielle la alcanzó, tomó las riendas de Argo y dijo:

-Cierra los ojos.

Gabrielle sonrió y cerró con fuerza los ojos. Xena la guió hasta el límite del claro y se quedó detrás de ella con sus manos sobre los hombros de Gabrielle.

-Mira ahora -le dijo.

Hubo una profunda inspiración.

-¡Oh, Xena! ¡Es maravilloso!

-Esperaba que te gustara.

-¡Me gusta! Es tan encantador y bonito y... -volvió la cara sonriente hacia Xena-. ¡Es simplemente perfecto para nosotras! ¿Cuánto tiempo podremos quedarnos?

-No lo sé... unos días, quizás una semana. Tendremos que ver lo que tardamos en cansarnos la una de la otra.

Gabrielle le dio un golpecito en el hombro.

-¡Tonta! ¡No vamos a cansarnos! -se volvió hacia la cabaña-. ¿Puedo ir a verla?

-Déjame ir primero, sólo para inspeccionarla. Solamente me llevará un segundo -Xena le devolvió las riendas a Gabrielle. Unas cuantas zancadas de sus largas piernas la llevaron ante la puerta de la cabaña, que estaba ligeramente entreabierta. Se detuvo, desenvainando su espada y escuchando cuidadosamente, entonces abrió bruscamente la puerta de una patada. Se detuvo de nuevo en el umbral, esperando a que sus ojos se adaptaran a la tenue luz antes de pasar.

La cabaña era diminuta... sólo una habitación con el suelo de tierra. En un extremo había una chimenea de piedra cuyo tiro hecho de ramas y barro sobresalía a través del punto más alto del techo. En la pared enfrente de la puerta, una pila de paja servía como cama. El único mobiliario lo constituían una ruda mesa de madera y dos bancos en el centro de la habitación. Una ventana en la pared de enfrente dejaba entrar un poco de luz y aire fresco.

Xena salió de la cabaña y entonces se paseó por detrás para inspeccionar los arbustos. La brisa soplaba desde el prado plagada del aroma de la cálida hierba y las flores. Definitivamente había sido una buena idea llevar a Gabrielle allí, decidió Xena, sonriendo.

De nuevo delante de la cabaña, envainó su espada y llamó a Gabrielle.

-¡Vamos! ¡Todo está tranquilo!

Mientras Gabrielle inspeccionaba el interior de la cabaña, Xena quitó las alforjas, las mantas y los utensilios de cocina de la espalda de Argo y las puso en el suelo. Luego comenzó a soltar la silla y el arnés.

-¡Xena, adoro este sitio por completo! -dijo Gabrielle, mientras volvía fuera.

-¡Bien! -respondió Xena-. ¿Por qué no llevas todo esto dentro? Y toma también el odre.

Gabrielle tomó los bártulos y los llevó dentro. Xena la siguió con la silla y la dejó en el suelo. Enderezándose, se encontró de repente con los brazos de Gabrielle alrededor del cuello.

-Gracias por traerme aquí -dijo la bardo. Acercó la cara de Xena a la suya y se besaron, luego se besaron de nuevo.

-Ya sabes -murmuró Gabrielle mientras acurrucaba su cara contra el cuello de Xena-, que no eres muy mimosa mientras llevas la armadura. ¿Por qué no te la quitas?

-Lo haré, cariño -dijo Xena, besando la rubia cabeza-, pero todavía no. Hay algunas cosas que necesito hacer primero.

Deshizo el abrazo y salió por la puerta. Argo se había alejado para tomar un trago del arroyo. Xena fue hasta la yegua y la acarició.

-Déjame quitarte la brida -dijo-, y podrás comer hasta hartarte de la fresca hierba del prado -el caballo alzó la cabeza y frotó su hocico húmedo contra la mejilla de la guerrera. Xena rió y comenzó a desabrochar las hebillas.

-¡Eh, Xena! ¡Tengo una idea! -Gabrielle llegó trotando a través del claro.

-A menudo las tienes -comentó Xena con sequedad.

-¿Sabes esa pila de paja de la cabaña? Bueno, está bastante vieja y mohosa... ¿lo has notado? Así que ¿qué tal si cortamos un buen montón de hierba fresca para ponerla encima? Podríamos hacerla bastante gruesa, y sería como nuestro propio pequeño nidito de amor, tan suave y con tan buen aroma... ¡como un prado! ¿Qué te parece?

Xena sacó la brida por encima de las orejas de Argo y se volvió para mirar a Gabrielle, con una sonrisa dibujándosele en las esquinas de la boca.

-¿Y cómo vamos a cortar toda esa hierba? -preguntó.

-Podríamos usar tu espada.

-¡Mi espada! -exclamó-. ¿Quieres usar mi espada para cortar hierba? ¿Mi espada, que mantengo pulida, afilada y lista para partir a un enemigo en dos en un instante? ¿Esa espada?

Gabrielle sonrió.

-Sip, ¡Ésa es en la que estaba pensando!

-¡Hum! -Xena se puso en marcha hacia la cabaña, llevando la brida.

Gabrielle la acompañó, continuando con el torrente de sugerencias.

-Podríamos cortar la hierba del claro. Casi nos llega a las rodillas y de todos modos es difícil andar por aquí. Probablemente tendríamos suficiente para hacer una buena cama.

En la puerta de la cabaña, Xena lanzó la brida dentro y luego tomó la mano de Gabrielle.

-Ven conmigo -dijo y la llevó detrás de la cabaña-. ¿Quieres hierba? ¡Te enseñaré hierba!

Al otro lado de los árboles, se detuvieron en el límite del prado. La hierba de ahí les llegaba a los muslos y se entremezclaba con todo tipo de flores silvestres. Gabrielle deslizó su brazo alrededor de la cintura de Xena y se quedaron ahí unos momentos, mirando las abejas vagando de flor en flor. El sol era cálido, la brisa suave. Finalmente, Gabrielle miró a Xena y dijo:

-¿Sabes lo mucho que te quiero?

Xena sonrió mirando a los ojos verdes.

-Creo que tengo una idea bastante buena.

*****

Llevaron una de las mantas hasta el prado y comenzaron a apilar en ella un montón de hierba. Trabajaron juntas, usando Xena la espada y Gabrielle una daga. La labor avanzaba rápidamente, y casi habían llenado la manta cuando Xena se enderezó de repente, con los ojos fijos en un movimiento en la hierba varios pasos a lo lejos. Pasándose la espada a la mano izquierda, alzó la derecha hacia Gabrielle.

-Pásame la daga -dijo en voz baja, con la mirada enfocada aún en el punto en la hierba.

Gabrielle se congeló de golpe a medio corte, luego le entregó la daga.

-¿Qué es? -susurró.

Xena cogió el filo con los dedos, lo sopesó y luego lo arrojó rápidamente. Hubo un súbito movimiento, un chillido y después silencio.

-Espero que nuestra cena -dijo Xena. Le tendió la espada a Gabrielle y atravesó la hierba hasta el punto donde había desaparecido la daga. Tras un momento, estaba de vuelta, presa en mano.

-¡Mmm, estofado de conejo! -dijo Gabrielle-. Ya se me está haciendo la boca agua.

Llevaron a la cabaña tres mantas cargadas de hierba. Mientras Gabrielle convertía su cosecha en un cómodo colchón y extendía las sábanas sobre éste, Xena recogía leña y luego se sentaba en el umbral de la cabaña a despellejar el conejo.

-Encenderé el fuego -se ofreció Gabrielle-. Espero que esta chimenea respire bien. ¿Qué alforja es la que tiene el pedernal y la yesca?

-No lo sé... tendrás que mirar -Xena cogió los trozos de carne y los dejó sobre la mesa. Fue cuando vio la taza de arcilla llena de flores silvestres-. Bueno, ¿no es extravagante? -dijo-, ¡flores sobre la mesa! -cogió la taza y aspiró el dulce aroma-. ¡Aunque qué lástima que no vayas a tomar vino, ya que usaste tu taza como florero.

Gabrielle alzó la vista de la alforja en la que estaba hurgando y sonrió.

-De hecho, es tu taza, ¡pero estaré encantada de dejarte compartirla conmigo!

-Hmm -dijo Xena-. ¿Encontraste el pedernal?

-No. ¡Oh, espera, aquí está!

-Bien. Ve a encender el fuego y a preparar la cena. Quiero mirar los alrededores antes de que oscurezca.

El sol se había sumergido detrás de las copas de los árboles, enviando largas sombras a través del claro. Xena exploró desde el sendero hasta el camino, luego hizo un completo recorrido a través de los árboles y alrededor de la cabaña y el prado. Se desplazó lentamente, con mirada vigilante entre los árboles, haciendo tan poco ruido como le era posible. Examinó el cielo buscando señales de humo procedentes de algun campamento, pero sólo vio las espirales procedentes de la chimenea de la cabaña. Argo, pastando en el prado, alzó la cabeza y resopló suavemente ante el acercamiento de Xena. La Princesa Guerrera acarició a la yegua y puso su cara contra el cálido cuello.

-A ti también te gusta este sitio, ¿verdad? -dijo-. Todo sería perfecto si tan solo pudiera apartar esta constante preocupación por Garron -Argo sacudió la cabeza y resopló. Xena se acercó a la cabeza de Argo y le acarició la nariz aterciopelada-. El caso es que -continuó-, no puedo ver ninguna señal de que nos siguiera, así que ¿por qué sigo preocupándome de lo que haga? -la yegua le hociqueó el cuello y Xena se rió y la besó en la nariz-. Bueno, tengo que regresar con Gabrielle. Buenas noches, Argo.

Al comenzar el regreso a lo largo del extremo alejado del prado, Xena captó el olor de algo jugoso.

-¡Zarzamoras! -exclamó. Las zarzas estaban cerca y cargadas de fruta. Arrancó una mora y se la puso en la boca, saboreando el dulce sabor. Aunque no había venido preparada para recoger moras. ¿Cómo podría llevarse las suficientes para cenar? Después de pensarlo un momento, soltó los lazos del brazal de su antebrazo izquierdo y se lo puso sobre la mano. Sosteniéndolo derecho, con el extremo pequeño descansando sobre su palma, lo llenó rápidamente con moras-. Con esto basta -dijo, y se dirigió de regreso a la cabaña.

*****

-Se huele bien aquí -dijo Xena mientras abría la puerta.

Gabrielle la miró desde su asiento junto a la mesa, donde estaba cortando las verduras a la luz de una vela, y sonrió.

-La carne de conejo ya está en la olla. Sólo tengo que añadir esto y dejarlo hervir durante un rato.

El resplandor de la vela sobre el pelo dorado y la sonriente cara hicieron a Xena contener la respiración. Se acercó a la mesa y se sentó en el otro banco, sin apartar los ojos en ningún momento de Gabrielle, que de nuevo estaba inclinada en su trabajo. Xena sacó una mora del brazalete y se la ofreció.

-¡Mira lo qué encontré para el postre! -dijo.

Gabrielle observó la mora y luego a Xena.

-Pensé que tendríamos otra cosa de postre -dijo con coquetería.

-Mmm, bueno, también podemos tener eso -sonrió Xena-. Abre la boca -le metió la mora en la boca a Gabrielle, luego se inclinó sobre ella y la besó suavemente en los labios.

-Muy dulce -dijo Gabrielle, masticando pensativamente.

Xena se levantó y buscó algo donde poner las moras, decidiéndose finalmente por la sartén. Dejó el brazalete en el suelo cerca de la silla de montar. Colocó su espada y chakram cerca de la cama, para que pudieran ser útiles si los necesitaban durante la noche. Luego, sentándose de nuevo, se quitó las espinilleras y comenzó a desatarse las botas.

Gabrielle llevó las verduras hasta la chimenea, donde las echó en la olla y removió la mezcla. Un momento después, estaba arrodillada ante Xena, ayudándola a desatarse las botas.

-Estuviste fuera mucho tiempo -dijo en voz baja-. Estaba empezando a preocuparme. ¿Va todo bien?

-Todo está bien. Sólo quería hacer una inspección minuciosa.

Gabrielle tiró de una de las botas de Xena y se deslizó fuera lentamente. Luego sacó la otra. Xena movió los dedos de los pies y flexionó los tobillos.

-Ah -murmuró-, siempre es una alivio quitárselas.

-Sí, por eso me quité las mías antes de ponerme a cocinar -dijo Gabrielle-. ¿Lista para quitarte la armadura?

Sin una palabra, Xena alzó los brazos y Gabrielle soltó las hebillas. Luego, levantándose, la sacó por encima de la cabeza de Xena.

-Ya hiciste parte del trabajo por mí -dijo la bardo, señalado el brazo donde había estado el brazal.

-Siempre me gusta ser útil -dijo Xena, tendiendo el otro brazo. Gabrielle deshizo los lazos del otro brazal y se lo sacó, seguido de los más pequeños, que estaban a la altura de los biceps.

Cuando estuvo fuera toda la armadura, Xena, aún sentada en el banco, cogió las manos de Gabrielle y la acercó más.

-Siéntate -dijo, señalando su regazo. Gabrielle se rió y se montó a horcajadas en las piernas de Xena. Xena acarició el cabello de Gabrielle con suaves dedos y de nuevo admiró el efecto de la luz de la vela en su rostro-. Eres tan hermosa, Gabrielle -dijo en voz baja-. Soy una mujer afortunada -luego, acercando a la bardo, comenzó a besarla... suavemente al principio, pero luego con creciente pasión.

Gabrielle pasó sus manos sobre la espalda y los hombros de Xena, acelerándosele la respiración.

-Quizás deberíamos pasar directamente a la parte romántica de la noche -susurró en la oreja de Xena-, y cenar más tarde.

-Mmm, buena idea -Xena besó a Gabrielle en la base de la garganta y siguió hasta el cuello.

-¿Tienes hambre? -preguntó Gabrielle.

-Ajá. ¡En más de un sentido! -dijo Xena, mordisqueando el lóbulo de su amante.

Gabrielle rió tontamente y se estremeció de placer.

-¿Y qué quieres hacer? -preguntó.

-No lo sé. Es una decisión difícil.

Durante un rato, ninguna de las dos habló, pero las caricicias continuaron. Entonces Gabrielle se enderezó y miró a Xena.

-Bueno, ya sabes -dijo, trazando con el dedo una línea desde la nariz hasta los labios de Xena-, la última vez que tu estómago rugió mientras hacíamos el amor te sentiste muy avergonzada.

Xena atrapó suavemente el dedo de Gabrielle con sus labios y dientes.

-Mmm, lo recuerdo -musitó-. Tal vez eso quiere decir que deberíamos cenar primero.

-Cenar la cena, querrás decir.

-¡Gabrielle! -dijo Xena, fingiéndose escandalizada-. ¡No puedo creer que hayas dicho eso! ¡Solías ser tan inocente!

-Supongo que he estado demasiado tiempo contigo -dijo Gabrielle, riendo. Con un beso rápido, se quitó de las rodillas de Xena y fue hasta la chimenea a remover el estofado.

-¿Debería abrir el vino? -preguntó Xena.

-Buena idea. Todavía no puedo creer que compráramos y nos trajéramos todo un odre de vino... nunca antes habíamos hecho eso.

-Bueno, tal vez deberíamos hacerlo más a menudo -Xena hurgó en el montón de sus pertenencias hasta que encontró el vino y la segunda taza. Llevándolos a la mesa, llenó la taza casi hasta el borde.

-De hecho -Gabrielle prosiguió a atizar el fuego y añadir unas cuantas ramas más-, no podía creer todas las cosas que compramos esta mañana en la aldea... verduras frescas, pan, queso, vino, ¡incluso sal! ¿De dónde sacaste el dinero para eso?

-Los habitantes de la última ciudad hicieron una pequeña colecta. Se alegraron de tener a sus hijas de vuelta, sanas y salvas -Xena se arrodilló en la chimenea al lado de Gabrielle y le tendió la taza con ambas manos-. Tú primera -dijo.

Gabrielle puso sus manos sobre las de Xena y atrajo la taza hacia ella.

-Aquí hay para las dos -dijo y bebió, luego le acercó la taza a Xena.

-Para las dos -repitió la guerrera, sonriendo sobre el borde de la taza.

Después de eso, se sentaron a la mesa, con la taza entre ambas.

-¿Cuánto dinero te dieron? -preguntó Gabrielle.

Xena rió.

-Oh, ¿todavía estamos con eso? Doce dinares.

-Creía que no te gustaba aceptar dinero de la gente.

-No suelo hacerlo. O, si lo acepto, me gusta dárselo a alguien que realmente lo necesite.

-Entonces, ¿por qué lo cogiste esta vez... y luego gastaste tanto en nosotras?

Xena cambió de posición en el duro banco de madera, se puso de lado para poder estirar las piernas hacia el fuego. Por un momento se encontró con la mirada de Gabrielle y luego apartó la mirada.

-Supongo que lo quería para hacer algo especial... para ti... para nosotras. Realmente nunca hemos estado mucho tiempo juntas las dos solas, y han pasado como un par de meses desde que nos convertimos en amantes...

-Han pasado dos meses y... -Gabrielle se detuvo para calcular-, dieciséis días.

Xena rió.

-Sí, bueno, debería haber sabido que habías estado llevando la cuenta. De todos modos, sabía que era egoísta por mi parte, pero pensé que tal vez esta bien darnos un capricho por una vez. Y aún me quedan cinco dinares... Estoy segura de que encontraremos algo útil que hacer con ellos.

Gabrielle le dio un rápido apretón a la mano de Xena.

-Eh -dijo-, incluso una Princesa Guerrera se merece a veces tener algo de diversión... ¡y acompañada de su compinche!

-¿Lo crees?

-¡Lo sé! -Gabrielle alzó la taza y tomó un largo trago-. En todo caso, ¿cómo conocías este lugar? -preguntó, dejando la taza y limpiándose la boca con el dorso de la mano.

-Oh, tengo mis métodos -dijo Xena, guiñándole un ojo y tomó un buen trago de vino.

Gabrielle guardó silencio por un momento, observándola, entonces preguntó:

-¿Estuviste alguna vez aquí con un... amante?

Xena espiró suavemente y sonrió.

-No, Gabrielle, no fue así. Vine aquí dos o tres veces con mi ejército; uno de mis exploradores descubrió este lugar. La primera vez teníamos varios heridos. Cuidamos de ellos en la cabaña y el resto de nosotros dormimos fuera, en el claro. Las otras veces vinimos sólo para ocultarnos y descansar unos cuantos días entre batallas... o supongo que debería decir "saqueos". Esas veces dormí en la cabaña, sola, y los hombres durmieron fuera. No sé porqué está aquí... quién la construyó, vivió aquí ni nada de eso. Ni siquiera había pensado en ello durante años.

-Me alegro de que pensaras en ello -dijo Gabrielle. Levantándose, fue hasta la chimenea y comenzó a remover de nuevo el estofado. Entonces, sin alzar la vista, dijo-. Xena, ¿puedo preguntarte algo? No tienes que responder, si no quieres.

-De acuerdo -Xena se preguntó qué tipo de pregunta sería. Alzando la taza, tomó un sorbo.

-Bueno, sólo me estaba preguntando, eh... ¿con cuántas personas has dormido?

Xena se sobresaltó y se atragantó con la boca llena de vino.

-¡Para, Gabrielle! -dijo, tosiendo-. ¡Estás llegando a una zona donde no te gustaría estar!

-De acuerdo, lo siento. ¡Nunca debería haberlo preguntado! -Gabrielle atizó enérgicamente el fuego y añadió más ramas.

Xena tosió de nuevo, y luego se quedó estudiando a su amante unos momentos.

-Ven aquí y siéntate -dijo en voz baja.

Gabrielle se sentó y Xena le tendió la taza de vino.

-Déjame intentar de explicar algo -dijo. Esperó hasta que Gabrielle encontró su mirada y entonces prosiguió-. Ya sabes quién era yo y lo que era... antes. Dormí con mucha gente... muchos hombres... antaño, pero eso no quiere decir necesariamente que los amara. El sexo sólo era una herramienta que me iba bien para mi trabajo. Lo usaba para recompensar a los hombres, para controlarlos, para hacer alianzas. Tenía más que ver con el poder y la política que con el amor.

Se detuvo un instante, cogió la taza que Gabrielle acababa de dejar y tomó un sorbo. Luego prosiguió:

-Sé que probablemente nunca habrás pensado en el sexo de esta manera, pero ¿puedes intentar de entenderlo?

-Sí, creo que puedo -dijo Gabrielle-, pero tú no ves el sexo de ese modo ahora, ¿verdad?

-No, por supuesto que no. Ésa es una de las cosas que han cambiado para mí... una de las cosas que Hércules me ayudó a ver. Desde entonces, sólo he dormido con gente que realmente me importa... gente como Herc, Marcus... y tú -alcanzó la mano de Gabrielle-. Eres la única mujer a la que le he hecho el amor, y juro por Afrodita que te amo más de lo que jamás he amado a nadie -se llevó la mano de Gabrielle a los labios y la besó-. ¿Era esto lo que querías saber de verdad cuando me has preguntado eso?

-Sí -susurró Gabrielle-. Gracias, Xena.

Hubo unos momentos de silencio y entonces Xena dijo:

-Ya que estamos haciendo preguntas personales, ¿puedo preguntarte algo?

Gabrielle pareció un poco sorprendida, pero asintió.

Xena inspiró profundamente, luego lo dejó ir:

-Cuando hacemos el amor, ¿alguna vez te has sentido... -se detuvo, buscando la palabra correcta-. ¿Alguna vez te has sentido desleal hacia Pérdicas?

-Mmm, bueno, sí, al principio lo hice... un poco. Pero luego pensé en cómo querría Pérdicas que fuera feliz, y soy feliz... estando contigo. Además, de algún modo, no es lo mismo.

-¿Qué quieres decir?

-Quiero decir que Pérdicas y yo crecimos juntos, era como un hermano para mí. Lo quise mucho, pero es un amor distinto del que siento por ti -hubo una intensidad en los ojos verdes sacudió profundamente el corazón de Xena-. Contigo -continuó Gabrielle-, siento algo más profundo, como... es difícil de explicar... pero como si fuéramos dos partes de un mismo todo. Siento como si de algún modo estuviésemos destinadas a estar juntas... eso es lo que siempre hemos sido y siempre seremos, hasta el fin de los tiempos. Supongo que nos veo como almas gemelas, Xena. Esa es la mejor palabra que se me ocurre para describirlo -se levantó de pronto y se apartó-. Probablemente creas que estoy loca, diciendo todo eso, pero es lo que siento -luego se volvió para mirar a Xena-. ¿Crees que estoy loca? ¿Alguna vez has sentido alguna de las cosas sobre las que hablo?

-Sí, lo he sentido -dijo Xena, con una voz que le temblaba ligeramente-, pero nunca tuve tales palabras tan hermosas para describirlas- se levantó y estrechó a Gabrielle entre sus brazos, enterrando el rostro en el pelo dorado, respirando su esencia. Cuánto tiempo estuvieron así, no lo sabía, pero finalmente se apartó-. Eh -dijo con una sonrisa-. ¿Estará alguna vez listo ese estofado?

*****

No hablaron mucho mientras comían, contentándose simplemente con disfrutar de la proximidad de la otra.

-Creo que este puede ser el mejor estofado que hayas hecho nunca -dijo por fin Xena, mientras rebañaba el fondo del bol de madera.

-Está bueno, ¿verdad? ¿Quieres un poco más?

-¡Claro!

Rápidamente Gabrielle rellenó ambos boles mientras Xena usaba una daga para cortar un par más de rebanadas de pan de la barra que habían comprado esa mañana.

-El pan también está bueno -dijo Xena, dando un buen bocado.

-Es divertido, ¿verdad?... como niños jugando a las casitas -dijo Gabrielle, con una sonrisa-. Tal vez deberías retirarte del negocio de guerrera y podríamos asentarnos en algún lugar en una pequeña y agradable cabaña como ésta. Podría escribir pergaminos y cocer el pan, y tú podrías ocuparte del jardín... tal vez cultivar verduras o algo. ¿Qué te parece?

Xena la miró con una ceja alzada burlonamente.

-Lo siento, Gabrielle -dijo-, pero por alguna razón no comparto tu opinión.

Gabrielle se rió.

-No creía que lo hicieras. Realmente no puedo imaginarte como nada excepto una guerrera... y una amante -añadió en voz baja.

Xena sonrió con una sonrisa torcida y alcanzó la sartén llena de moras.

-Toma, ten algo de postre -guiñándole un ojo.

Se dieron moras la una a la otra, riendo tontamente, hasta que la fruta se terminó y sus labios y lenguas se tiñeron de morado.

-¿Todavía tienes hambre? -preguntó Gabrielle.

-Ahora sólo en un sentido -dijo Xena. Alcanzándola, tiró de la bardo hacia ella y cubrió su suave boca con la suya. Cuando los labios de Gabrielle se separaron, Xena deslizó su lengua en la boca de su amante y comenzó a explorar los dientes y la lengua aterciopelada. Su respiración se aceleró, mientras oía a la de Gabrielle hacer lo mismo. Levantándose, alzó a la bardo con ella y sintió los brazos de Gabrielle envolviéndola en un fuerte abrazo. Entonces se inclinó y dejó un rastro de besos a través del cálido cuello, donde podía sentir latir el pulso más rápidamente.

Gabrielle suspiró suavemente y dejó caer hacia atrás su cabeza.

-Oh, Xena -susurró-, ¡eres tan buena!

Xena sonrió mientras besaba suavemente la clavícula y la blanca piel del pecho de su amante. Tomó un seno en su mano, sintiendo el pezón empezar ya a endurecerse bajo la tela. Arrodillándose, deshizo los cordones y deslizó el top sobre los brazos de Gabrielle. Luego enterró la cara en los maravillosos y suaves senos, su boca buscando y luego encontrando un pezón, besándolo primero, luego chupándolo suavemente, suavemente, entonces más fuerte. Gabrielle gimió con placer, entrelazando sus dedos en el oscuro pelo de Xena. Xena sintió su propio estremecimiento de placer, fuerte y profundo; su corazón latía más deprisa ahora, su respiración se volvía desigual. Se cambió al otro seno, chupando de nuevo, saboreando el pezón, usando al mismo tiempo una mano para masajear el primer pezón.

Al cabo de un rato, desplazándose hacia abajo, desabrochó la falda de Gabrielle y la bajó con cuidado sobre sus caderas y muslos. Con suaves dedos, tocó el triángulo de vello castaño dorado y sintió a la bardo estremecerse con deleite. Sus dedos se deslizaron fácilmente en la cálida humedad, sobre los sensibles pliegues de piel, y luego dentro de ella.

-¡Oh! -jadeó Gabrielle, mientras casi caía hacia delante. Sus dedos apretando su agarre sobre el pelo de Xena.

Suavemente Xena deslizó su mano fuera del punto de placer y alzó la vista.

-Eh -dijo-, intenta dejarme algo de pelo, ¿vale?

Gabrielle abrió los ojos de golpe y rápidamente aflojó su agarre.

-¡Oh, lo siento! ¿Te he hecho daño? Yo sólo... Me estabas haciendo sentir tan floja que difícilmente podía permanecer de pie, ¡así que tuve que agarrarme a algo!

Xena se rió.

-Quizás ya es hora de que probemos el nidito de amor -dijo.

-¡Buena idea!

Sostuvo la falda mientras Gabrielle salía de ella, luego se levantó.

-Ahora tú -dijo Gabrielle. Volteó a la Princesa Guerrera, soltando el vestido de cuero, y ayudándola a sacárselo. Rápidamente Xena se quitó la ropa interior y la tiró sobre la pila de ropa descartada. Apagó la vela y ambas mujeres se abrazaron, deleitándose en la sensación de la piel contra la piel. Entonces, de repente, Xena se inclinó cogió a Gabrielle en brazos-. ¿Qué estás haciendo? -preguntó Gabrielle sorprendida.

-Sólo quería comprobar si podía hacerlo.

-Bien, por supuesto que puedes. Ya me has cogido en el aire antes... ¡sin duda puedes levantarme!

-Supongo que tienes razón -dijo Xena, cruzando la habitación en dos pasos y dejando a Gabrielle sobre la cama. Cuando se echó a su lado, la bardo la hizo recostarse sobre su espalda y puso su cuerpo sobre el de la guerrera. Apoyándose sobre los codos, Gabrielle recorrió en la oscuridad el pómulo de Xena con un suave dedo.

-Te amo tanto -susurró. Luego sus bocas se encontraron en un beso que envió escalofríos por el cuerpo de la guerrera. Con sus manos recorrió los hombros, la espalda y las nalgas de Gabrielle, disfrutando la sensación de la suave piel. Gimió suavemente cuando la bardo deslizó su pierna entre sus muslos y la presionó contra ella. Entonces Gabrielle estaba besando sus senos, provocando los pezones con su lengua, chupando de una forma que sólo podía hacerla gemir de nuevo.

-Te gusta, ¿eh? -preguntó Gabrielle.

-¿Necesitas preguntarlo?

Luego Xena sintió el muslo de su amante de nuevo, rozándose tan deliciosamente contra ella. Cogió la cara de Gabrielle con ambas manos, atrayéndola para otro profundo beso, saboreando la sensación de esa lengua en su boca. Bajó entonces su mano, deslizándola entre sus cuerpos hasta que encontró el montículo de suave vello y los dulces pliegues de piel. Suavemente, comenzó a masajearlos.

-¡Oh, Xena! -susurró Gabrielle, derrumbándose sobre ella y enterrando su rostro contra su cuello.

-Date la vuelta -se giraron juntas, Xena se situó parcialmente sobre Gabrielle, con sus dedos aún en el lugar, encontrando ahora los puntos que sabía que le darían el mayor placer. Las paredes se apretaron bajo sus dedos y Gabrielle comenzó a respirar con cortos y rápidos jadeos-. ¿Es un buen sitio? -murmuró Xena.

-Es perfecto... ¡no pares!

Apoyándose sobre un codo, Xena tomó de nuevo uno de los pezones de Gabrielle en su boca. El cuerpo de la bardo comenzó a moverse rítmicamente contra ella. Gimió y volvió a gemir.

-Eso es, cariño, ya casi estás -dijo Xena en voz baja-. ¡Te amo, Gabrielle!

Gabrielle gritó entonces, con su cuerpo arqueándose y estremeciéndose de placer. Xena la sostuvo, maravillándose, como siempre, del regalo de la dicha que era capaz de darle a esa encantadora mujer.

Tras unos momentos, Gabrielle yacía tumbada todavía y suspiró.

-Mmm, ése fue uno bueno -dijo.

-Lo he notado. ¿Quieres más?

Gabrielle sonrió tímidamente.

-Sí, si te ofreces.

Xena sonrió y descendió por el cuerpo de la bardo dejando un camino de besos. Entonces, separando los muslos, se situó entre ellos, inhalando el almizclado aroma del sexo de Gabrielle. Con su lengua, buscó de nuevo el punto de placer, acariciándolo suavemente, probando su dulzura.

-¡Se siente tan bien, Xena! ¡Oh! ¡Este no tardará mucho!

Y no lo hizo. Xena sostuvo los muslos de Gabrielle, sintiendo una vez más la maravilla del éxtasis fluyendo por el cuerpo de su amante.

-¿Otra vez? -preguntó, cuando terminó.

-No, eso es suficiente por ahora. Sólo sube aquí conmigo.

Durante un rato yacieron la una en los brazos de la otra, y Xena con su dedo trazaba dibujos vagos sobre el pecho de Gabrielle.

-¿Cómo sabías qué hacer? -preguntó Gabrielle-. Quiero decir, la primera vez. Si nunca le habías hecho el amor a una mujer antes de mí, ¿cómo sabías qué hacer?

-Supongo que lo descubrí sobre la marcha -dijo Xena.

Gabrielle rió.

-Estás loca... ¿lo sabías? -con un movimiento rápido, se giró quedando sobre Xena y la besó-. De acuerdo, ahora es mi turno.

-Ya ha sido tu turno.

-Quiero decir que es mi turno para hacerte retorcer y gemir.

Xena se rió.

-¡Soy tu dispuesta víctima!

Empezó de modo bastante simple. Unos pequeños mordisquitos en los lóbulos de la guerrera y suaves soplidos en sus sensibles orejas le enviaron escalofríos hasta los dedos de los pies. Luego fueron los senos, sus pezones se endurecieron con la ansiosa boca de Gabrielle. Xena podía sentir su corazón empezar a palpitar de nuevo, y cuando la bardo tocó el vello oscuro entre sus piernas y luego su clítoris, jadeó.

-¡Estás realmente húmeda! -se maravilló Gabrielle.

-Me pregunto cómo habrá pasado -dijo Xena con media sonrisa.

Pensó que nunca había sentido nada tan maravilloso como la lengua de Gabrielle acariciándola. De hecho, pensó que podría explotar con ese placer.

-Oh, Gabrielle -dijo, jadeando-, es tan...

La ola de sensación estalló sobre ella antes de que pudiera finalizar el pensamiento. Retorciéndose y gimiendo, se agarró al pelo de Gabrielle. El éxtasis fluyó por todo su cuerpo desde la cabeza hasta los pies, dejándole el cuerpo hormigueante y débil cuando éste pasó. Para entonces, Gabrielle estaba de nuevo a su lado, besándola y apartándole el pelo de la cara.

-¿Quieres más? -preguntó la bardo, con una ceja alzada.

-No, eso fue suficiente por ahora -dijo Xena-. Éste puede haber sido el mejor que haya tenido nunca. Sólo túmbate encima de mí... Quiero sostenerte.

Permanecieron en silencio por unos momentos, mientras sus respiraciones y sus latidos se normalizaban poco a poco.

-Xena -dijo Gabrielle con la boca pegada a la oreja de Xena.

-¿Hmm?

-¿Crees que es malo ser tan feliz? Quiero decir, ¿cuando hay tanta gente en el mundo que son pobres, infelices o están enfermos?

-¿Malo? No, no lo creo así. Quizás si nunca hubiésemos intentado ayudar a otras personas estaría mal, pero no podemos salvar al mundo entero, sólo a nosotras dos.

Gabrielle se apoyó sobre sus brazos y miró fijamente a Xena.

-Es gracioso oírte decir eso, porque a veces juraría que realmente crees que podemos salvar al mundo entero... o al menos que deberíamos intentarlo.

Xena lo consideró durante un minuto.

-Supongo que simplemente es porque tengo demasiada maldad en mi pasado... Y no sé cómo podré alguna vez compensarlo -alzó la mano y tocó el rostro de Gabrielle-. Lo cierto es que nunca pensé que me mereciera ese tipo de felicidad que encontré contigo. A veces me asusta, porque me da miedo que desaparezca.

-No digas eso, Xena. Te mereces ser feliz, y yo quiero hacerte feliz.

-Bueno -dijo Xena con una sonrisa-, puedes empezar por bajarte de mí y acercar una manta. Esta noche estoy demasiado cansada para discutir sobre cuestiones filosóficas.

-Buenas noches, amor -susurró Gabrielle mientras echaba la manta sobre ambas. Se acurrucaron la una junto a la otra y pronto se durmieron.

Cuando Xena abrió los ojos con la suave luz de la mañana, lo primero que vio fue a Gabrielle, mirándola apoyada en un codo.

Cerró de nuevo los ojos, ya que no parecía que se hubieran abierto realmente.

-¿Qué estás haciendo? -murmuró.

-Te estoy viendo dormir.

Esta vez Xena abrió sólo un ojo.

-¿Por qué? -dijo y lo cerró de nuevo.

-Porque no puedo hacerlo muy a menudo -dijo Gabrielle-. Sueles levantarte antes que yo, y si me despierto durante la noche, está demasiado oscuro para verte -tocó suavemente la mejilla de Xena y ésta abrió los ojos de nuevo-. Es sólo que pareces tan relajada y en paz... tan hermosa. Y no tienes pesadillas.

-No. No creo que nunca tenga una por la noche cuando hayamos hecho el amor.

-Bueno, entonces conocemos el remedio -dijo Gabrielle guiñándole un ojo.

-Sí, supongo que sí -Xena sonrió y acercó a Gabrielle hacia ella. Se besaron con un beso suave y prolongado, y luego hicieron de nuevo el amor... tiernamente, lentamente... del modo en que hacen dos personas quienes tienen todo el tiempo del mundo para pasarlo juntas.

Continuará...


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