SÉPTIMA PARTE
Xena abrió los ojos algo más tarde, sorprendida de encontrarse contemplando el techo de
la cabaña de Elkton. Por lo visto no había muerto después de todo. La habitación estaba
más oscura de lo que había estado anteriormente. Un agonizante fuego daba una pequeña
luz, pero sobre la mesa ardían alegremente una lámpara de aceite y varias velas. Había
un tenue olor acre en el aire que Xena no podía identificar. Sus oídos captaron el suave
crepitar del fuego y el mugido de una vaca en el jardín. Pero, salvo por esos sonidos,
todo estaba en silencio.
Volviendo su cabeza a un lado, vio a Gabrielle, sentada en el suelo cerca de ella, con
las rodillas en el pecho y la cabeza descansando sobre ellas. El pelo dorado esparcido
ocultando su rostro. Xena sacó su mano de la piel de carnero que aún la cubría y tocó el
brazo de su amante.
-Gabrielle -dijo suavemente.
La bardo levantó la cabeza y sonrió. No dijo nada, pero la alegría en sus ojos lo dijo
todo.
-Lo lograste -devolviéndole Xena la sonrisa a su amante-. Me salvaste.
-Sí, supongo que lo hice -y Gabrielle tomó la mano de Xena entre las suyas-. ¿Cómo te
sientes?
-Un poco bastante mejor. Es sorprendente lo que se diferencia el ser capaz de respirar.
Gabrielle sonrió ampliamente y apretó la mano de Xena.
-¿Cómo está tu brazo? -preguntó.
-¿Mi brazo? -Xena lo consideró un instante-. Bueno, ahora que lo dices, duele.
-¡Eso es bueno, Xena! ¡El dolor es bueno! Significa que la sensibilidad ha vuelto
-Gabrielle alargó la mano y destapó el brazo derecho de la guerrera-. ¿Puedes moverlo?
-preguntó.
Xena alzó su brazo lentamente, flexionando los dedos con cautela.
-Está un poco entumecido, pero no debería llevar mucho para ponerlo en forma -con una
sonrisa. Luego, alzando el brazo un poco más arriba, estudió la venda justo encima del
codo-. ¿Qué me has hecho? -preguntó.
-Oh. Eso es donde corté tu brazo para sacar el veneno. Aún no lo he cosido, así que ten
cuidado. Primero quería asegurarme de que saliera cada gota de veneno.
-Buena idea -mientras Xena depositaba su brazo de nuevo sobre el colchón de paja-.
¿Dónde está Elkton?
-Ha ido a ordeñar la vaca y ocuparse de los demás animales.
-¿Cuánto hace que se fue?
-Creo que no mucho. Salió poco antes de que te despertaras.
-Bien -moviéndose Xena a una posición sentada-. Ayúdame a vestirme antes de que vuelva.
Gabrielle puso las manos sobre los hombros de la guerrera.
-Xena, ¿estás segura de que te sientes como para incorporarte? -preguntó-. Ya sabes que
no hace mucho yacías ahí casi muerta.
-Lo sé, pero realmente me siento mucho más fuerte ahora -dijo Xena-. Estaré bien. No es
como si fuera a dar volteretas o algo así, y prometo tumbarme de nuevo si me canso
-sonrió y acercó a Gabrielle para un rápido beso.
-De acuerdo -dijo la bardo con una sonrisa de rendición-, pero no te excedas -alcanzó
los cueros de Xena y ayudó a la guerrera a ponérselos. Luego, arrodillándose detrás de
ella, comenzó a anudarle la prenda.
Esto pareció tomar más tiempo del habitual, y cuando los cordones estuvieron atados,
Xena pudo notar que las manos de su amante estaban temblando.
-Gabrielle, ¿qué sucede? -preguntó, volviendo la cabeza para mirar atrás.
Gabrielle no respondió, pero en lugar de eso pasó estrechamente los brazos alrededor de
Xena y enterró la cara en el oscuro pelo de la guerrera. Xena sintió más que escuchó los
sollozos que sacudían el cuerpo de la bardo.
-Eh -dijo suavemente, y apartó las manos de Gabrielle. Volviéndose, puso una mano bajo
la barbilla de la joven mujer y alzó su rostro hacia la luz-. ¿Qué está pasando?
-preguntó-. ¿Por qué estás llorando?
-Estaba tan asustada -contestó Gabrielle en voz baja-. Creí que te perdería.
Xena rodeó a su amante con los brazos y la acercó.
-Lo sé, cariño, pero ahora todo eso ha terminado -acariciando suavemente el pelo dorado
rojizo-. De algún modo nos hemos librado por los pelos otra vez, y aún estamos vivitas y
coleando, así que sólo disfrutémoslo, ¿vale?
Gabrielle estrechó su agarre sobre Xena y apretó la cara contra el cuello de la guerrera.
-Realmente pensé que podía dejarte ir -dijo-. Acepté que estabas muriendo, pero sólo
quería tocarte. Y cuando respondiste a mi toque, comencé a tener esperanzas de nuevo.
Entonces tuviste ese orgasmo y creí de verdad que te pondrías bien -paró de hablar y se
apartó para mirar a Xena-. Pero después de eso, simplemente dejaste de respirar y no
podía encontrarte el pulso-. Creí... -tragó fuerte-. Creí que estabas muerta -terminó en
un suspiro.
-Creo que lo estaba -dijo Xena en voz baja, mientras tomaba a Gabrielle de nuevo entre
sus brazos-. O por lo menos casi lo estuve. Llegué hasta las orillas del Estigia, pero
no crucé.
-¿Por qué no?
-Bueno, un par de cosas evitaron que lo hiciera. En primer lugar, apareció Ares.
-¿Ares? -preguntó Gabrielle, alzando la vista-. Supongo que se ofreció a salvarte sólo
si volvías a él.
-Acertaste -contestó Xena con una sonrisa-. Me dijo que iba a ir al Tártaro y que nunca
te vería de nuevo. Dijo que más me valía volver a conquistar el mundo con él, ya que de
todos modos iba a ir al Tártaro.
-¿Cómo sabía a dónde ibas a ir? Creía que eso era tarea de Hades.
-Lo es. Creo que sólo estaba intentando asustarme. De todos modos, le dije que preferiría
morir que volver con él -hizo una pausa lo bastante larga para besar la parte superior
de la cabeza de Gabrielle-. Y además le dije que incluso si estuviera separada de ti
para siempre, todavía llevaría tu amor en mi corazón.
-¡Sí, Xena! -afirmó Gabrielle, incorporándose de nuevo-. Eso es exactamente lo que
estaba intentando decirte. Seguí diciéndolo una y otra vez, pero no sabía si podías oírme.
-Lo hice, te escuché. Supongo que simplemente no me di cuenta hasta ese momento de lo
cierto que era. En todo caso, tan pronto como se lo dije a Ares, comencé a oír de nuevo
tu voz, y fue como si estuviera siendo atraída hacia ti -sonrió y alzó la mano para
secar las lágrimas restantes de los ojos de su amante.
-Xena, después de que regresaras -Gabrielle dudando un poco-, tuviste otro orgasmo. ¿Lo
sabías?
-Sí, fue agradable -contestó con media sonrisa-. Pero eso es lo último que recuerdo.
-Bueno, después de eso sabía que ibas a ponerte bien porque el veneno estaba fluyendo
fuera de ti, y de nuevo estabas respirando normalmente. Justo al final, llamé a Elkton
para que me ayudara. Ese pobre hombre. Estaba tan preocupado por ti, Xena. Estaba
sentado fuera en el umbral, viéndose tan triste y rezando. Deberías haber visto iluminarse
su rostro cuando le dije que vivirías. Pasó dentro y sostuvo tu brazo mientras lo cortaba
para verter el veneno. Entonces lo quemamos todo. Todavía puedes olerlo un poco.
-Sí, noté el olor cuando me desperté.
Gabrielle alzó la mano para rozar la mejilla de Xena.
-Estoy tan contenta de que estés viva -susurró.
-Yo también -inclinándose Xena hacia delante para besar a su amante. Y mientras sus
labios se hallaban juntos, pensó que era uno de los besos más dulces de los que nunca
había conocido. No estaban seguras de cuánto tiempo duro éste, pero las dos mujeres se
separaron cuando escucharon un ruido fuera. Miraron expectantes a la puerta, pero ésta
no se abrió, por lo que tras un momento Xena volvió a pasar ambos brazos alrededor de
Gabrielle. Sostuvo apretadamente a la joven mujer contra ella, respirando la cálida
esencia del pelo dorado-. Es agradable ser capaz de abrazar con ambos brazos -murmuró.
-Mmm-hmmm -correspondió Gabrielle-. Y además es agradable ser capaz de besarte sin
preocuparme de si te estoy ahogando.
Xena sonrió en el pelo de Gabrielle y la sostuvo durante varios momentos más, luego
dijo:
-Odio romper esta pequeña fiesta de amor, pero acabo de darme cuenta de que estoy
realmente sedienta. ¿Crees que hay algo de agua en la casa?
-Oh, sí, la hay. Elkton trajo un par de cubos de agua del pozo mientras estábamos
limpiando el veneno. Estoy segura de que queda algo. Te la traeré -se puso en pie y fue
hacia el cubo puesto en el suelo cerca de las estanterías que sostenían el material de
cocina de Elkton.
Tan pronto como se fue, Xena se puso lentamente en pie, moviéndose algo rígidamente, y
agarrándose al respaldo de una de las sillas para apoyarse.
-Xena -dijo Gabrielle, mientras le traía el cazo goteante a la guerrera-, no creo...
-Gabrielle, déjame ser el juez -aceptando Xena el agua-. No voy a estar en pie por mucho
tiempo porque todavía me siento un poco tambaleante, pero ya no estoy mareada. Y no voy
a desmayarme. Te lo prometo -le guiñó un ojo y luego alzó el cazo hasta su boca y lo
vertió rápidamente.
-De acuerdo -dijo la bardo con una suave sonrisa-. Supongo que estoy siendo un poco
sobreprotectora- alzó la mano para secar el agua que goteaba por la barbilla de Xena-.
¿Quieres más?
-Sí, si no te importa.
-Cualquier cosa por la Princesa Guerrera -dijo Gabrielle con una sonrisa. Pero mientras
comenzaba a regresar hacia el cubo, la puerta de la cabaña se abrió.
Las mujeres se volvieron para ver a Elkton allí de pie, con una cesta de huevos en una
mano y un cubo de leche en la otra.
-¡Qué visión tan hermosa es esta! -en voz baja, sonriendo y sacudiendo la cabeza. Cerró
la puerta y cruzó la habitación. Luego, poniendo los huevos y la leche sobre la mesa,
tomó la mano de la guerrera entre las suyas-. ¡Xena! -exclamó-. ¡Te ves mucho mejor!
-También me siento mucho mejor, puedo asegurártelo.
-Es como un milagro -sacudiendo de nuevo la cabeza-. Realmente creía que estaríamos
junto a tu pira funeraria esta noche.
-Sí, bueno, en cierto modo yo pensé lo mismo -dijo Xena, sonriendo-, pero algunas veces
las cosas salen mejor de lo que creías que lo harían. Una vez más te debo la vida, Elkton.
La mía y la de Gabrielle. Ésa es una deuda que tardaré en olvidar.
-No, no, no -protestó-. No me debes nada. Ahí está la única a quien deberías darle las
gracias -señalando hacia Gabrielle-. Ella te salvó, no yo. Y tú la salvaste a ella en la
montaña. Raras veces he visto semejante y maravillosa devoción entre dos personas.
Xena miró a Gabrielle y sonrió.
La joven mujer se acercó y puso una mano sobre el hombro de Elkton.
-Aunque fue tu sabiduría y conocimiento lo que hizo todo posible -dijo-. Creo que es
sobre lo que Xena está hablando.
-Bueno, me alegra que pudiera ayudar -alzando la mano para sujetar la mano de Gabrielle
mientras aún sostenía la de Xena. Sonrió anchamente, primero a una de ellas y luego a la
otra. Tras un momento, liberó sus manos y rápidamente pasó su manga por sus ojos-.
¿Queréis algo de leche? -preguntó-. Es rica y fresca. ¿Qué hay de ti, Xena?
-¡Sí, me encantaría un poco!
-Sólo déjame coger una taza -tomó una taza de arcilla de la estantería, la metió en el
cubo de leche y se la tendió a la guerrera.
-Mmm, es tan cálida y dulce -dijo Xena, relamiendo la leche de su labio superior-. No
conseguimos leche fresca cada día. Es un verdadero regalo.
-Gabrielle, ¿tú también quieres un poco? -preguntó Elkton, alcanzando ya otra taza.
-¡Sí, por favor! -luego deslizó un brazo alrededor de la cintura de Xena y le dijo-.
¿Por qué no te sientas, cariño? Me pareces un poco tambaleante.
Xena sonrió y se dejó caer sobre la silla que Gabrielle había sacado.
-Mi curandera ha hablado -dijo-. Debo obedecer.
Elkton rió mientras le tendía la taza de leche a Gabrielle, luego se agachó para
enrollar el colchón de paja y dejarlo a un lado.
-¿Qué tal si os preparo algo de cenar? -dijo-. ¿Alguien tiene hambre?
-Estoy muerta de hambre -afirmó Xena en seguida.
-Tienes que estarlo. No has comido nada en todo el día -dijo Gabrielle-. Y creo que yo
misma podría ser capaz de comer un poco -añadió con una sonrisa.
-Bien -buscando Elkton en la cesta de huevos-. Podría batir estos huevos con cebollas y
quizás algo de queso. ¿Suena como algo que podríais comer?
-Suena estupendo -dijo Gabrielle-. Te ayudaré.
-No, sólo siéntate -alejándola con la mano-. No necesito ayuda, y las dos debéis
descansar después de todo por lo que habéis pasado hoy. Mirad -añadió, tomando una barra
de pan oscuro de la estantería y desenvolviéndola-. Esto debería calmaros el hambre
hasta que los huevos estén listos -dejó el pan sobre la mesa, junto con una vasija de
mantequilla y una pequeña tabla de madera.
-¡Gracias, Elkton! -exclamó Xena, agarrando el pan y arrancando un considerable pedazo.
Luego le tendió la barra a Gabrielle-. Siéntate -le dijo-. Relájate. Come algo de pan.
La bardo tomó el pan y por un momento lo sostuvo pensativamente.
-Estaba pensando -dijo-, que si Elkton no necesita mi ayuda, quizás podría adelantarme y
coserte el brazo ahora. ¿O preferirías esperar hasta después de que comamos?
Xena se encogió de hombros.
-Ahora está bien -con la boca ya llena de abundante pan untado con mantequilla-. O más
tarde. No me importa.
-Entonces creo que lo haremos ahora -dejando Gabrielle, el pan sobre la mesa-. Elkton,
¿dónde pusiste nuestras alforjas cuando las metiste?
-Sólo las dejé en el suelo junto a la cama -dijo, luego se volvió hacia las cebollas
enlazadas que colgaban de la viga y cortó dos.
Gabrielle miró a su alrededor, aparentemente confundida.
-¿Dónde está la cama? -le susurró a Xena.
-Está en la pequeña habitación de allí -dijo la guerrera señalando-. Simplemente
atraviesa la entrada con la cortina.
La bardo se apresuró, y Xena alcanzó otra pieza de pan, entonces notó la mirada perpleja
de Elkton.
-Gabrielle no recuerda nada de lo que pasó mientras estaba bajo el hechizo de Ares -le
contó-. Es por eso que no sabe dónde estaba la habitación.
El Místico puso las cebollas y una tabla de cortar sobre la mesa, luego retiró una silla
y se sentó.
-¿Así que no recuerda estar aquí antes? ¿O conocerme?
-No.
-¿Y no recuerda tu lucha con la serpiente?
-No, nada antes de comer las hojas de kaya -Xena alzó la vista y sonrió mientras
Gabrielle volvía con el equipo de costura y un cepillo de pelo-. Le estaba contando a
Elkton que no recuerdas mucho de lo que pasó después de que fueras drogada.
-Sí, es cierto -le dijo Gabrielle a Elkton con una sonrisa avergonzada-. De hecho, eso
me hace sentir algo tonta -dejó la bolsa con la aguja y el hilo sobre la mesa, luego se
puso detrás de Xena y comenzó a cepillar el oscuro pelo con largas y suaves caricias,
deteniéndose de vez en cuando para deshacer las enredinas.
-Bueno, Gabrielle -mientras Elkton pelaba hábilmente una de las cebollas-. Sé cómo se
siente cuando tu memoria no va bien. Pero por lo menos tú tienes una buena excusa. En mi
caso, simplemente me hago viejo -entonces, antes de que ninguna de las dos mujeres
pudiera responder, continuó-. Ahora, no sé a ti -alzando la vista hacia Gabrielle-, pero
me gustaría mucho escuchar la historia de cómo Xena mató a la serpiente. Eso si tiene
ganas de contarla.
Miró a la guerrera esperanzadoramente y ella se rió.
-Bueno, Gabrielle es la verdadera contadora de historias aquí, y ya ha oído la historia,
así que quizás lo contará ella.
-Sólo lo escuché una vez y era una versión bastante poco precisa -respondió la bardo-.
Así que me gustaría escucharla de nuevo. ¿Por favor, Xena?
-De acuerdo -coincidió Xena de mala gana-. Ahora que Gabrielle me ha puesto presentable,
supongo que le debo una historia -agradeció a la bardo con una sonrisa, luego se puso
rápidamente en la boca un último bocado de pan, lo masticó y lo tragó. Un largo trago de
leche sirvió para hacerlo bajar.
Mientras tanto, Gabrielle terminó de cepillar el pelo de la guerrera y se sentó a su
lado.
-Pon el brazo sobre la mesa -dijo. Luego desenrolló cuidadosamente el vendaje.
-Buena incisión -observando Xena la herida de su brazo-. Muy limpia y sencilla.
-Hizo un buen trabajo, ¿verdad? -preguntó Elkton-. Y tampoco tuvo que cortar muy hondo.
El veneno estaba justo ahí, bajo la piel.
-Te dije que tenía muchas habilidades -Gabrielle con una sonrisa mientras sacaba un
trozo de hilo de la bobina.
-Sí, pero en ese momento creí que estabas hablando de otra cosa -arqueando Xena una ceja.
-Sólo cuenta la historia -dijo Gabrielle.
*****
Xena rió y tomó otro sorbo de leche, luego respiró tomó aire profundamente y lo soltó,
cambiando su cara en una expresión más apropiada para la narración de historias.
-Iniciamos nuestro viaje al alba -dijo-. Gabrielle y yo guiamos a Argo por el
accidentado sendero de la montaña. Al principio estaba tan oscuro que apenas podíamos
ver hacia dónde íbamos -luego habló sobre el ataque de los guerreros de Hera y de cómo
mató a uno de ellos, pero evitó que Gabrielle matara a algún otro. Hizo todo lo posible
por mantener la mente centrada en la historia para no notar la afilada punta de la aguja
agujereándole el brazo. Y para cuando comenzó a narrar cómo había convencido a Gabrielle
para recorrer con ella el resto del camino montaña arriba, las puntadas de la herida
estaban hechas. La bardo se reclinó en la silla y dedicó toda su atención a escuchar.
Elkton también escuchaba atentamente, cortando mientras las cebollas y el queso, y luego
cascando los huevos en un cuenco grande.
Xena prosiguió a describir la batalla contra la serpiente, agregando esta vez unos
cuantos detalles más, pero terminando como había hecho antes, diciendo que había
resbalado y así fue como la serpiente había escapado para morderla.
-La estrangulé con la mano izquierda -dijo-, y deberías haber visto cómo se sacudía y
colgaba. Pero la agarré con rigidez hasta que ahogué toda respiración -sonrió
lúgubremente-. Después de eso, mi brazo derecho se insensibilizó totalmente y no pude
moverlo más.
Haciendo de nuevo una pausa para tomar otro trago, vio a Elkton poner una sartén-araña
de hierro sobre las brasas y echarle una gran cucharada de grasa.
-Xena -dijo Gabrielle-, hay algo en esta historia que no entiendo.
-¿Qué es?
-Bueno, dijiste que tenías a la serpiente atrapada con el bastón bifurcado y casi ibas a
hacerte con ella, y entonces resbalaste.
-Correcto.
-Pero, ¿por qué? ¿Por qué resbalaste? No es propio de ti el ser descuidad en un momento
como ese. No puedo creer que simplemente "resbalaras". ¿Hay más en esta historia de lo
que nos estás contando?
Xena guardó silencio, considerando el efecto que podría tener sobre Gabrielle si se
enteraba del papel que había tenido.
Pero antes de que pudiera decidirse, la bardo, como si le leyera la mente, dijo:
-Y no has dicho mucho de lo que estaba haciendo todo ese tiempo. Me dijiste que podrías
necesitar mi ayuda para luchar contra la serpiente, ¿pero realmente me dejaste ayudar en
algún momento?
-Por supuesto que lo hice. Fuiste una gran ayuda. Me sostuviste cosas, como mi látigo, y
me diste todo lo que necesitaba.
-¿Eso es todo lo que hice? -preguntó Gabrielle incrédulamente.
-Bueno, sí, yo... no podía dejar que te acercaras demasiado. No podía arriesgarme
haciendo que la serpiente te mordiera.
-¿Así que estaba absolutamente contenta sólo dándote cosas?
-No, no exactamente. Te aburriste al cabo de un rato y comenzaste a hablar acerca de
regresar al campamento. Pero justo después de eso, finalmente me las arreglé para
atrapar a la serpiente... y estrangularla.
Hubo un sonido fuerte y chisporroteante cuando Elkton vertió los huevos en la sartén y
comenzó a batirlos.
-Mmm, eso huele maravilloso -dijo Xena-. ¡Estoy tan hambriento que creo que me podría
comer un caballo! Pero no a Argo -añadió rápidamente.
-Xena, no cambies de tema -dijo Gabrielle-. Todavía no nos has contado como resbalaste
después de haber atrapado a la serpiente.
La guerrea miró a su amiga por un momento, luego notó que Elkton la estaba mirando, con
una mirada expectante en su cara.
Suspiró.
-Resbalé -dijo-, porque en ese momento en que casi tenía mis manos sobre la serpiente,
cogiste mi espada y dijiste que ibas a ayudarme a haciendo trizas a la criatura -se
detuvo y respiró hondo-. Te dije que no lo hicieras, pero aún así comenzaste a blandir
la espada y tuve que usar la mano izquierda para detenerte. Ahí es cuando la serpiente
se liberó y me mordió.
Gabrielle miró a Xena fijamente, con una expresión de horror en su rostro. Por unos
instantes no habló, pero finalmente dijo:
-¿No sabía que tenías que matar a la serpiente sin derramar su sangre?
-Sí, te lo dije, pero no estoy segura de si te dije el porqué.
-Pero, ¿sabía que no podías usar la espada para matarla?
-Sí, estoy segura de que eso te lo dije.
-Entonces soy responsable de que fueras mordida -dijo Gabrielle en voz baja-. Fue todo
culpa mía. Casi te maté.
-No, Gabrielle, no fue culpa tuya -poniendo Xena una mano sobre el brazo de su amante-.
No eras tú la que estabas arriba de la montaña. Era otra... una persona de la creación
de Ares. De hecho, hubo momentos cuando te miraba a los ojos en los que podría haber
jurado que veía al mismo Ares devolviéndome la mirada. Quería que fallara en mi búsqueda
para salvarte, y trató de detenerme usándote contra mí. ¿No lo ves?
-Creo... creo que sí, pero... no lo sé. Aún siento que, de algún modo, es culpa mía.
-No es culpa tuya -dijo Xena de nuevo-. No pienses eso ni por un instante.
-Tiene razón, ¿sabes? -dijo Elkton-. No eres responsable, Gabrielle -sacó la sartén de
las brasas y de la solera del hogar. Luego miró a la bardo-. La joven mujer que Xena
trajo aquí hace dos días era una persona muy diferente de la que hoy se sienta a mi mesa
-dijo-. Esa Gabrielle era egoísta y grosera y no parecía preocuparse por nadie ni por
nada. Encontré difícil de creer que esa fuera la amiga por la que Xena había arriesgado
su vida en el pasadizo del sueño -le sonrió y se volvió para bajar tres platos del
estante-. Pero la Gabrielle que descendió de la montaña... Esa Gabrielle es una persona
maravillosa y cariñosa, llena de dedicación y preocupación hacia los demás -llenó un
plato de huevos y lo puso delante de ella-. Esa Gabrielle jamás podría haber sido
responsable de que Xena fuera mordida.
Xena apretó la mano de su amante.
-Espero que estés escuchándolo -dijo-, porque ni yo misma podría haberlo dicho mejor.
-Sí, estoy escuchando -dijo Gabrielle. Sonrió y a cambio apretó la mano de Xena-. Ahora
me siento mejor.
Elkton dejó un plato humeante delante de Xena.
-Gracias -dijo con una sonrisa-, y no me refiero sólo a los huevos.
-Ha sido un placer -respondió-. Ahora comed, antes de que se os enfríe la comida.
Llenó su propio plato y sirvió una copa de vino para cada uno. Entonces tres personas
hambrientas comenzaron a comer y no hubo más conversación durante varios minutos.
-Esto está tan bueno -dijo finalmente Gabrielle.
-Oh, no es nada en realidad -dijo Elkton-. Cualquiera puede batir huevos.
-Cualquiera salvo Xena, quizás -dijo Gabrielle con una sonrisa taimada.
La guerrera la miró ferozmente.
Elkton miró de una a la otra y luego se rió.
-Bueno, en cualquier caso -continuó-, espero que os quedéis por unos días para que pueda
hacer algo de auténtica cocina. No hemos tenido mucha ocasión para una visita, y siempre
me alegra tener compañía.
Gabrielle miró a Xena.
-Oh, ¿podemos quedarnos? -preguntó ansiosamente-. Te daría ocasión de descansar y me
gustaría escuchar algo sobre el trabajo de Elkton como Místico.
Xena sonrió y miró a Elkton.
-Bueno, no hay un sitio en particular al que tengamos que ir por un tiempo, por lo que
nos encantaría quedarnos -dijo-. Tú y Gabrielle podéis intercambiar secretos de cocina,
y quizás yo pueda practicar un poco de pesca o caza para traerte algo de carne extra que
secar para este invierno.
-Oh, no tienes que hacerlo -dijo-. Me alegro simplemente con tener compañía.
-Harías mejor en dejarla que lo hiciera -Gabrielle inclinándose cerca de Elkton y
hablando en un tono de voz confidencial-. Se aburrirá rápidamente si tiene que sentarse
y escucharnos hablar sobre cocina.
-De acuerdo, Xena -con una sonrisa-. Acepto tu oferta.
-Bien -dijo la guerrera-. ¿Hay más vino?
-Sí, por supuesto -alcanzando la jarra-. También hay uvas e higos, y estaré encantado de
freír más huevos si queréis.
-No para mí -dijo Xena-. Tomaré sólo algo de fruta y luego creo que estaré satisfecha.
-Yo también -afirmó Gabrielle-. Pero, Elkton, quería preguntarte, ¿dónde aprendiste a
cocinar? Xena me contó que serviste una comida deliciosa cuando estuvimos aquí antes.
¡Desearía poder recordar haberla comido!
-Bueno, se me ocurre una idea -dijo Elkton, riendo-. Si Xena puede cazar algunas perdices
más, probablemente pueda recrear esa comida para ti. Y de cómo aprendí a cocinar, bueno,
solía gustarme mirar a mi esposa preparar la comida, y después de que murió, tuve que
hacerla yo mismo, por lo que comencé experimentando e intentando comprender cómo se
había hecho.
-¿Cuándo murió tu esposa? -preguntó Gabrielle.
-Oh, fue hace mucho tiempo. Creo que ahora hace unos treinta años. Murió durante el
parto.
-¿También murió el bebé? -preguntó Xena en voz baja.
-Sí, desgraciadamente, así fue -dijo Elkton-. Y habíamos perdido a nuestro primer hijo
cerca de un año antes por unas fiebres, por lo que fue una época difícil para mí.
Gabrielle alzó la mano y la puso sobre la suya por un momento.
-Lo siento mucho -dijo-. Es una historia tan triste.
Él le sonrió.
-Bueno, la mayoría de nosotros conoce la pena si vivimos lo suficiente -dijo-. E incluso
aunque en ese momento es doloroso, creo que al final es una forma de hacernos más humanos
de algún modo... más capaces de ayudar a los demás -empujó un cuenco grande por la mesa
en dirección a ellas-. Ahora, aquí tenéis algo de fruta -añadió.
-Gracias -y Xena agarró un racimo de uvas.
-¿Así que nunca volviste a casarte? -preguntó Gabrielle, alcanzando un higo.
-No. Supongo que podría haberlo hecho, bastante fácilmente, pero no estaba seguro de que
nunca pudiera volver a amar del mismo modo. Y en cualquier caso, en esa época comencé a
involucrarme con Los Místicos. Me convertí en un sacerdote y ese trabajo se convirtió en
el centro de mi vida, más que la familia.
-Debes haber amado mucho a tu esposa -le dijo Gabrielle-. ¿Cómo la conociste?
-Simplemente crecimos juntos, justo aquí en la misma pequeña aldea. Nunca salimos a ver
el mundo, como vosotras hacéis -sonrió, luego preguntó-: ¿Qué hay de ti y Xena? ¿Cómo os
conocisteis?
-¡Oh, esa es una historia maravillosa! -exclamó Gabrielle-. ¿Te gustaría oírla?
-¡Me encantaría! -dijo.
Gabrielle miró a Xena.
-¿Te importa si la cuento ahora? -preguntó-. ¿O quieres que me espere hasta que te hayas
ido a cazar o algo?
Xena escupió algunos granos de uva y sonrió extensamente.
-No, sigue adelante -dijo-. De hecho me gustaría oírla porque, da la casualidad de que
tuve que contarte la misma historia hace unos días cuando no tenías recuerdos, y quiero
averiguar si lo hice bien.
Gabrielle se rió.
-Normalmente a Xena no le gusta andar cerca cuando cuento historias sobre ella -le dijo
a Elkton-. Dice que exagero demasiado.
-Oh, ya veo -sonriendo El Místico mientras rellenaba las copas de vino.
Xena se reclinó en la silla y sorbió el líquido rojo oscuro. Se sentía gratamente
cansada y maravillosamente contenta, mirando el modo en que la luz de la vela jugueteaba
sobre la cara y pelo de su amante, y escuchando el tono emotivo de la voz de Gabrielle.
Raras veces la vida parecía tan dulce y completa como en ese mismo momento. Pero si
nunca hubiera conocido a esa joven chica de Potedaia, ¿entonces qué? ¿Cómo habría sido
de diferente su vida? ¿Seguiría siquiera viva todavía? Hoy Gabrielle le había salvado la
vida, pero no era la primera vez que lo hacía. Al final, ¿quién podía realmente
comprender como trabajaban las Parcas para tejer el tapiz de la existencia?
Perdida en sus pensamientos, Xena no se dio cuenta de que Gabrielle había terminado de
hablar hasta que oyó decir a Elkton:
-Tenías razón. Ha sido una historia maravillosa.
-Bueno, hay muchas más de donde ha salido esa -dijo Xena, sonriendo-. Y estoy segura de
que saldrán con un poco de estímulo -le guiñó un ojo a Gabrielle, luego levantó su copa
y la apuró-. Ahora, si me disculpáis, creo que me acostaré.
Gabrielle alcanzó y estrechó su mano.
-Adelántate, cariño -dijo-. Iré tan pronto como haya ayudado a limpiar a Elkton.
-Vete a la cama, Gabrielle -dijo rápidamente-. Puedo ocuparme de limpiar. Si hubiera
pasado por todo lo que habéis pasado vosotras hoy, estaría en la cama desde hace rato.
-No, insisto en ayudar -dijo Gabrielle-. Era conocida como una de las mejores
friegaplatos de Potedaia, y tengo una reputación que mantener.
-Bueno -dijo Xena, riendo mientras se ponía en pie-. ¡Esa es una historia que nunca
antes había oído!
-Oh, ¿olvidé contártela?
-Sí, lo hiciste. ¡Especialmente todas esas noches en que me hiciste lavar los platos!
-se inclinó y besó a Gabrielle en la parte superior de la cabeza-. Pero me aseguraré de
recordarlo en el futuro -añadió-. Buenas noches, Elkton.
-Buenas noches, Xena. Y que tengas dulces sueños.
-Gracias -persistiendo su mano por un momento sobre el hombro de Gabrielle. Entonces
cruzó la habitación y se sumergió en la alcoba tapada por la cortina. Desatando sus
cueros, se los sacó y se subió a la cama. Las mantas se sentían frías contra su piel
desnuda, y mientras yacía esperando a que el calor de su cuerpo las calentara, oyó los
murmullos de voces y los suaves sonidos de la otra habitación. Tras un rato, cerró los
ojos y vagó en el tranquilo reino en algún lugar entre el sueño y la vigilia. Pero tan
pronto como oyó los pasos de Gabrielle en la habitación, Xena abrió de nuevo los ojos-.
Estoy despierta-dijo en voz baja.
-Creía que ya estarías dormida.
-No, te esperaba -miró la silueta de su amante contra la cortina mientras desataba su
corpiño y se lo sacaba con un movimiento de hombros, luego se desató la falda y salió de
ella. Xena retiró las mantas mientras Gabrielle se dirigía a la cama.
-Es algo estrecha, ¿no? -susurró la bardo.
-Sí, pero de ese modo tenemos una buena excusa para dormir bien arrimadas.
-Como si necesitásemos una -rió Gabrielle mientras se deslizaba bajo las mantas.
Xena se arrimó a su amante, rodeándola con el brazo derecho.
-Sólo ten cuidado con mi brazo -dijo.
-Oh. Cierto. ¿Te duele, Xena? ¿Quieres que te traiga un poco de corteza de sauce?
-No. Estoy bien. Duele un poco, pero sin duda no lo suficiente como para mantenerme
despierta.
-De acuerdo. ¿Tienes los pies calientes?
-Sí, están bien -dijo Xena con una sonrisa, mientras hacía cosquillas con los dedos de
los pies en la parte inferior de los pies de Gabrielle.
-¡Eh! ¡Para! -exclamó Gabrielle en voz baja.
Xena obedeció, riendo mientras enterraba la cara en el cuello de su compañera y aspiraba
su suave fragancia. Durante unos momentos, ninguna de las dos habló, luego Xena dijo:
-Fue toda una proeza de hacer el amor lo que hiciste hoy.
-Mmm, estuve bien, ¿verdad? -dijo Gabrielle, pasando ligeramente los dedos por el pecho
de Xena.
Xena se alzó sobre un codo y luego se inclinó de modo que sus labios estuviesen casi
tocando los de Gabrielle.
-Estuviste excelente -susurró, bajando su boca para cubrir la de la bardo. El beso fue
dulce y profundo, pero tras un corto rato, Xena se separó suavemente-. Estoy demasiado
cansada por esta noche -dijo, depositando un ligero beso sobre la mejilla de Gabrielle-,
pero quiero que sepas que tan pronto como haya descansado, intentaré devolver por
completo lo que has hecho hoy.
-Lo esperaré ansiosa -murmuró la bardo-. Pero te debía una, ¿sabes?
-¿A qué te refieres?
-¿Lo has olvidado? ¿Cuando estábamos haciendo el amor en la posada y fuimos interrumpidas
y dijiste "Sólo recuerda quién estaba haciendo qué a quien"?
Xena rió.
-Sí, había olvidado todo eso. Bueno, aún te devolveré el favor muy pronto -dijo. Luego
depositó la cabeza sobre el pecho de Gabrielle.
En la otra habitación, oyó a Elkton desenrollar de nuevo el colchón de paja delante del
fuego. Luego apagó las luces, una por una, y la casa se sumió en una silenciosa
oscuridad.
-¿Xena? -susurró Gabrielle.
-¿Hmm?
-¿Recuerdas cuando llegué a ti en ese sueño?
-Sí, ¿cómo lo hiciste, por cierto?
-No lo sé exactamente. Simplemente me di cuenta de algún modo de que podía, así que lo
hice. En cualquier caso, me estaba preguntando... ¿si todo esto no hubiera salido del
modo en que lo hizo, me habrías matado, como te pedí?
-Quizás -dijo Xena en voz baja-. Pero creo que habría sido lo más difícil que habría
hecho nunca.
-¿Qué quieres decir con "quizás"? Xena, me lo prometiste.
Xena se alzó de nuevo, pero no podía ver la cara de su amante en la oscuridad.
-Prometí que lo haría si no había otra manera -dijo-, pero yo también tenia otro plan.
-¿Cuál era?
-No va a gustarte.
-Dímelo, Xena. ¿Cuál era?
-Era regresar con Ares...
Gabrielle respiró bruscamente.
-Espera. Déjame acabar -poniendo Xena los dedos sobre los labios de la bardo-. Regresaría
con Ares, justo hasta estar segura de que estabas a salvo, luego me haría matar en
combate.
-Eso es un suicidio -dijo Gabrielle en voz baja.
-Oh, ¿y pedirle a otro que te mate no lo es?
Gabrielle se estremeció y atrajo a Xena contra ella, manteniéndola cerca por unos
momentos sin hablar. Finalmente, susurró:
-Todavía no puedo creerlo.
-¿El qué?
-Que estés acostada aquí, viva y caliente en mis brazos esta noche, en lugar de...
Xena se apoyó sobre un codo y rozó la mejilla de Gabrielle con suaves dedos.
-No hablemos de eso -dijo-. Si comenzamos a pensar en cómo podrían haber resultado las
cosas, nos volveremos locas. Tan solo aceptemos el regalo y disfrutémoslo.
-Lo estoy intentando.
-Bien. Pero quiero que me prometas algo.
-Lo que sea.
-La próxima vez que nos topemos con un bardo en una taberna, prométeme que no hablarás
con él, ¿de acuerdo?
Hubo silencio y Xena sabía que Gabrielle no podía verla sonreír.
-Xena, no puedo prometer eso.
-Dijiste que prometerías lo que fuera.
-Lo sé, pero no eso. Siempre voy a querer hablar con otros bardos, y la mayoría de ellos
no van a drogarme.
-Hmm. Bueno, está bien. Promete entonces que no hablarás con bardos que en realidad sean
Ares disfrazado.
Gabrielle se rió.
-De acuerdo -dijo-. Si veo un bardo que es en realidad Ares, prometo que no hablaré con
él en absoluto. ¡De hecho, prometo que comenzaré a correr en la otra dirección tan
rápido como pueda!
-Gracias -riendo Xena entre dientes y recostando de nuevo la cabeza-. Me siento mejor
ahora que tengo tu palabra.
Gabrielle acarició el cabello de la guerrera por unos momentos, luego dijo:
-También quiero que me prometas algo, Xena.
-¿El qué, amor?
-Promete que si alguna vez decides ser de nuevo mordida por una serpiente, escogerás una
con un veneno de distinto color. Esa cosa verde amarillenta era realmente asquerosa.
-Oh. Bueno, ¿qué color preferirías?
-No lo sé. Sólo algo más agradable, como tal vez lavanda.
-¿Lavanda?
-Sí. El lavanda es un color bonito.
-De acuerdo, lo tendré en mente -dijo Xena, sonriendo.
Gabrielle bostezó.
-Me está entrando sueño -murmuró.
-Entonces vamos a dormir, cariño.
-De acuerdo. Te amo, Xena.
-Yo también te amo. Buenas noches.
Tras unos momentos, la respiración de Gabrielle se profundizó y Xena se apretujó contra
el cálido cuerpo de su amante, escuchando el latido regular del corazón. Sabía que
también ella muy pronto dejaría que Morfeo se la llevara lejos suavemente, pero por
ahora se contentaba con saborear ese hermoso momento... ese momento en que se sentía tan
segura y cálida, sabía que el amor estaba con ellas y que la vida era muy, muy buena.
FIN