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Disclaimers: Lo mismo de siempre, Xena, Gabrielle, Argo, Ares, Artemisa, Afrodita, etc, pertenecen a la Serie "XENA: Warrior Princess", propiedad de MCA/UNIVERSAL y RENAISSENCE PICTURES.
Subtexto: Mucho, de verdad mucho. Relación más allá de la amistad entre dos mujeres adultas.
Sexo: Sí, aquí sí ocurre, sin embargo no es digno de recordar (ya verán el porque) y por lo tanto no hay descripción solo alusión a lo que ya aconteció ente nuestras heroínas
Violencia: Nuestra sacerdotisa sigue encontrando muy divertido el lastimar a nuestro queridísimo dios de la guerra, Ares.
Lenguaje soez: Una que otra palabrilla callejera por ahí
Comentarios: a tatumaniatica_codependiente@hotmail.com.


HE APRENDIDO

Escrito por Prue Halliwell

Capítulo V

-¡Pues bien! -sonrió Xena acercándose a la bardo en señal de disculpa-.

-¿Pues bien qué? -interrogó la joven sin siquiera voltear a verle-.

-¡No me vas a decir que estás molesta Gabrielle, después de todo yo llevé la peor parte! -sonríe tiernamente la guerrera mientras se soba el amoratado rostro-.

-¡Me golpeaste Xena, y casi me mancillas! -expresó molesta la bardo con una mano sobre la mejilla donde Xena le había golpeado-.

-Perdona que te lo eche en cara pero tú comenzaste todo y... si mal no recuerdo la que no quería separarse de mi eras tú -se burló la guerrera-.

-¡Eres una tonta Xena! -gritó la bardo mientras se dirigía al camarote soportando las nauseas-.

-Sí, soy una tonta pero aún así soy tu mejor amiga y no voy a dejar que sufras -sentenció mientras iba tras ella hacia el camarote-.

-Déjame tranquila, ¿no me has humillado lo suficiente por un día? -musitó dolida la bardo-.

-¿Yo te humillé a ti?, ¿y qué hay de "mejor que la mejor prostituta imperial"? -inquirió enarcando una ceja-.

-¡Era ramera! -sonrió la bardo recordando como comenzó todo-.

-¿Es una sonrisa eso que veo en tu rostro? -inquirió la pelinegra avanzando hacia su amiga-.

-¡Puede ser! -respondió sonriendo-.

-¿Ves, acaso no es mejor cuando reímos en vez de pelear? -cuestionó la guerrera abrazando a su amiga-.

-La verdad es que sí -sonrió la bardo sobandose el adolorido abdomen- tienes un muy buen golpe.

-¡Tú no te quedas atrás! -indicó sobandose el rostro-.

-¿Te duele mucho? -preguntó la bardo posando una manos sobre la mejilla izquierda de la guerrera, la cual estaba tanto o más molida que el resto de su rostro, los colores azulados, morados y verdosos hacían acto de presencia, además de una abertura en el pómulo que mostraba un color rojizo-.

-No mucho, he estado en peores -sonrió la guerrera, con el ojo derecho hinchado de tal modo que le era imposible abrirlo, aunado a esto, la nariz que parecía tener desviado el tabique y que lucía un horrible color violáceo y malva-.

-¡Lo lamento mucho! -sonrió la bardo arrepentida-.

-No te arrepientas, debí cubrirme mejor -señaló la guerrera-.

-¿Pero cómo ibas a luchar contra tu amiga?, yo me aproveché del cariño que tienes por mi y lo lamento tanto.

-No te preocupes, esto sanará rápidamente -sonrió tocándose la nariz mientras una mueca de dolor apareció en su rostro- unos simples golpecillos de una bardo no acabarán conmigo, todavía hay Xena para rato.

-¡Eso espero! -susurró la bardo recargando su cabeza en el hombro de su amiga- ¿Xena?.

-¿Mmm?

-¿Tú me quieres? -preguntó sin levantar el rostro-.

-¡Mucho Gabrielle! -sonrió la guerrera besando el dorado cabello de su compañera-.

-¿Te parezco atractiva? -indagó la bardo depositando un beso en la clavícula expuesta de la guerrera-.

-Por los dioses Gabrielle, claro que eres atractiva. ¿No te lo dijo Perdicas? -consultó enternecida y sorprendida por el beso en su piel expuesta-.

-S-sí, pero, yo quiero decir, te, te... ¿tú crees que soy deseable? -inquirió alzando la vista a los azules ojos de su amiga-.

-Por supuesto Gabrielle, muchas personas te desean, la nación amazona entera te desea, ¿has visto cómo te mira Eponin? Por otro lado está Iolaus, Joxer no puede vivir sin tu presencia, incluso Ares se siente algo atraído por ti -sonrió la guerrera-.

-¿Te, te parezco deseable? -cuestionó la bardo mirando fijamente a le guerrera. Al ver la duda en el rostro de su compañera prosiguió- es decir, ¿a ti, Xena, te parezco deseable?

-Sí, eres deseable -sonrió un tanto avergonzada-.

-¿Me deseas? -preguntó la bardo con voz ronca y sensual-.

-¿D-de des, desear "desear"?

-Sí, desear "desear" ¿me deseas como mujer? -preguntó la bardo con la pupila obscurecida-.

-B-bu, bue, bueno yo... yo... tú... la verdad.

Vamos Xena, dime que me deseas, no te estoy demandando que me declares que me amas, di que sí, muéstrame que provoco algo en ti, en tu interior, ¡por favor, dilo!

-¡Eres muy hermosa Gabrielle y cualquiera con dos dedos de frente podría darse cuenta -al ver la cara de decepción y desconsuelo de su bardo, la cual la ocultó como muestra de que las lagrimas comenzarían a brotar, prosiguió- y yo te deseo desde hace mucho tiempo, pero...

¡Aquí viene el pero!, siempre hay un pero.

-Pero somos amigas -profirió Xena apartando la mirada pues sabía que había decepcionado a la bardo-.

-¡Está bien! -indicó resignada la bardo escondiendo su rostro en el hombro de la guerrera- pero ¿si no fuéramos amigas yo tendría alguna oportunidad? -preguntó con una tierna sonrisa mientras se enjugaba las lágrimas-.

-¿Por qué preguntas eso? -inquirió la guerrera esperanzada en que toda esa conversación no fuese producto del desequilibrio emocional que estaba sufriendo la humanidad-.

-¡Por qué, porque me gustas mucho Xena, te deseo tanto que me duele! -indicó la bardo llorando de nueva cuenta-.

Xena ocultó su rostro avergonzada por lastimar tanto a la mujer que amaba. A la vez que reflexionaba en aquellas palabras, que no eran de amor, sino de mero deseo físico, un acto carnal sin más.

-¡Yo no entiendo que ves en mi Gabrielle! -indicó la guerrera enternecida-.

-¡Eres hermosa Xena, tan segura, tan fuerte, tan tú! -indicó sorbiendo sus lagrimas- te deseo con todo mi empeño, deseo tus manos sobre mi cuerpo, tus labios sobre los míos...

-Shhh, no sigas Gab -suplicó la guerrera mientras apartaba a su joven amiga-.

¡Por favor Xena, por favor no me rechaces!

¿Cómo podría hacerlo?
, pensó la guerrera al oír los de su adolorida y sollozante compañera.

-¡Ven, vamos a dormir! -indicó abrazando a su compañera mientras limpiaba sus lagrimas y besaba su frente- demasiadas emociones por el día de hoy.

La bardo se dejó conducir, estaba cansada, mareada y con el corazón destrozado porque la mujer a la que amaba no era capaz siquiera de regalarle una noche a su lado. No le pedía mucho, sólo una noche y con todo y que los mortales estaban con las hormonas por el cielo; la fría y estoica guerrera no le obsequiaba ese tan anhelado regalo.

Al entrar al camarote Xena ayudó a Gabrielle a quitarse las botas y ella misma se quitó la armadura.

-Voy a tomar un baño, ¿no vienes? -preguntó la bardo colocando sus cosas en el suelo-.

-No, yo tengo mucho sueño, prefiero dormir -respondió la guerrera desnudándose y acostándose en la cama-.

Finalmente la bardo se introdujo en la pequeña tina en su camarote y se relajó al sentir el líquido en su adolorida anatomía. En el abdomen, como lo supuso, había un gigantesco moretón que contrastaba terriblemente con el color de su piel. Tomó el jabón y comenzó a tallar, el dolor en su pantorrilla izquierda le hizo descubrir un nuevo y resplandeciente moretón en esta. No prestó mucha atención y siguió enjabonando su cuerpo, el dolor en el costado izquierdo era horrible, las costillas estaban aún resentidas por el tremendo golpe que se dio al caer por el golpe que le propinara Xena en el abdomen. Posteriormente se enjabonó el pelo y se talló la cara, la cual le dolía por el golpe que le dio Xena para quitársela de enzima. No obstante, cuando se enjabonó la entrepierna los recuerdos de la guerrera besándola salvajemente y acariciando esta zona llegaron a su mente. Rápidamente se enjuagó y salió de la tina con dirección a la cama donde una alta guerrera dormía placidamente.

Lentamente, para no despertarle se acercó a la cama, retiró lo más suave que pudo la manta que cubría aquel cuerpo desnudo, tragó saliva ante el espectáculo que vio frente a ella y rogándole a todos los dioses del Olimpo que no se arrepintiera de lo que iba a hacer, se metió a la cama colocándose sobre la guerrera. Comenzó a besar el cuello de la alta guerrera y finalmente se sentó a horcajadas sobre el abdomen de ésta esperando su reacción.

La guerrera inmediatamente despertó sobresaltada al sentir un cuerpo húmedo sobre ella y vio a su compañera con los ojos obscurecidos por el deseo.

-¿Gab, Gabrielle qué haces?...

-¡No me rechaces por favor Xena! -sollozó la bardo con ojos cristalinos- ¡sólo esta noche, no pido más!

-¡Pero Gab! -exclamó Xena incorporándose con la bardo sobre su abdomen-.

-¡Por favor Xena! -exclamó tenuemente mientras las lágrimas comenzaban a correr por su angelical rostro-.

-¡No Gab, no llores! -profirió la guerrera abrazando el cuerpo de su desnuda amiga con cuidadosa y tierna atención-.

-Lo siento, soy una tonta -exclamó la bardo escondiendo su rostro en el cuello de su amiga-.

-No digas eso Gabby, no eres tú, es toda esta cosa del desequilibrio emocional en el mundo, tenemos que hacer algo pronto -expuso la guerrera besando la frente de su amiga-.

-¿Y si esto que siento por ti es real Xena, si no se debe a Ares? -cuestionó la bardo apartando su rostro de los ojos de su amiga-.

-¿Pero qué podrías ver tú en mi? -cuestionó la guerrera enternecida-.

-Por dios Xena, eres hermosa, eres todo lo que he deseado...

De repente unos golpes en la puerta del camarote interrumpieron la conversación de ambas chicas.

-Yo voy -exclamó Gabrielle levantándose de enzima de su amiga, acto seguido se colocó una bata y abrió la puerta-.

-¿Sí? -cuestionó a quien parecía ser un mozo del barco-.

-Quería saber si no se les ofrecía algo más ya que me voy a dormir -exclamó sonrojado el joven suponiendo haber interrumpido algo pues delante de el se encontraba una rubia que cubría su desnudez con una diminuta bata y en la cama una guerrera apenas cubierta por una sábana bostezaba.

-No, estamos bien -sonrió la bardo despidiendo al chico para finalmente cerrar la puerta-.

-¡Así que tres días en esta tortuosa, tambaleante y rechinante maquina! -expuso en tono casual la bardo mientras se dirigía a su cama y se quitaba la bata-.

-Sí Gab, tres días -sonrió Xena- sabes que podría aplicarte los puntos de presión en cuanto lo solicitases.

-No gracias Xena, prefiero soportar las náuseas al dolor estomacal que me producirá comer cosas absolutamente desagradables -exclamó cubriéndose con las sábanas- hasta mañana.

-Hasta mañana -respondió en medio de un bostezo la guerrera-.

*****

-¡Pero mira quien ha despertado! -exclamó la sacerdotisa viendo al Dios de la Guerra volver en si-.

-Eres una perra -exclamó molesto el dios sobándose las sienes- ¿para qué haces esto, cuál es tu objetivo, qué pretendes lograr?

-Mi objetivo es obvio, deseo que mueras...

-¿Qué no te das cuenta que sin mi no hay equilibrio?, ¿eres demasiado imbécil como para creer que el amor puede existir sin el odio?, ¿la paz sin la guerra?

-Vaya, es bueno que el saber que tu final está cerca te convierta en poeta, ¡un pésimo poeta!, pero ya es un avance -exclamó con sorna la sacerdotisa-.

-Déjame libre y te prometo que no te mataré, olvidaré todo esto...

-¿Suplicas? -cuestionó la mujer con tono divertido-.

-¡Negocio! -exclamó Ares-.

-Tu le llamas vaso medio vacío, yo prefiero verlo medio lleno -sentenció la mujer mientras tomaba una copa de vino- ¿recuerdas el fresco sabor del vino?, apuesto que tienes sed...

-Un dios no tiene sed -exclamó el dios dándole la espalda-.

-Pero tú has de tenerla, has ido perdiendo tu poder, te estás convirtiendo en un remedo del dios que fuiste, ahora entiendes y experimentas los sentimientos mortales. Apuesto a que tienes miedo, estás desesperado, harías cualquier cosa por vivir...

-Déjame en paz -vociferó el dios- ¿qué demonios te he hecho?

-¿Qué me has hecho?, ¿qué nos has hecho?, sería una mejor pregunta. Destrucción, genocidio, lucha entre hermanos.

-Yo no los obligué, ellos lo hicieron, el hombre tiene maldad innata en el corazón, no son blancas palomas.

-Pero tú te has aprovechado de esas debilidades y con tu muerte un nuevo ciclo comenzará. Una etapa de paz, amor, tranquilidad, donde todos los hombres sean hermanos...

-¿Quién es la pésima poeta ahora? -cuestionó el dios con sorna-.

-Piensa lo que quieras, estás perdiendo tu divinidad y en cuanto lo hagas dejarás de existir y yo me regocijaré en ello. ¡Morirás cual mortal, morirás de la misma forma en que mataste a mi familia!

-Así que es por eso, por sentimentalismo, sensiblería... ¿sabes?, comenzaba a respetarte, cruel, insensible, y ahora esto, ¡eres patética! -rió el dios-.

-¡Calla! -gritó mientras las lagrimas comenzaban a brotar de sus ojos- tú y tu ejército mataron a mi familia, no les importó nada, sólo la gloria y por eso morirás -exclamó mientras provocaba una fuerte descarga que dejó inconsciente al dios de la guerra-.

*****

-Hermanito, hermanito -exclamó Afrodita alejando la vista de aquella imagen- tarde o temprano te llegaría tu merecido, desafortunadamente para esta chica no se puede llevar a cabo su venganza porque el mundo mortal te necesita, porque yo te necesito.

-¿Qué haces? -cuestionó Artemisa acercándose a su hermana-.

-Nada -exclamó nerviosa la diosa-.

-¿Por qué no confías en mi? -cuestionó la diosa-.

-No, no es eso, es sólo que... -musitó con su típica sonrisa de culpabilidad-.

-Por Zeus Dita, yo podría ayudarte, ten fe en mi, sé que no he sido la mejor hermana, no he ayudado en mucho y que tal vez no sea la mejor diosa, ni confidente, pero te quiero.

-En momentos como este desearía que Atenea tomase más enserio su papel como Diosa de la Guerra que como Diosa de la Sabiduría, todo sería más fácil de ese modo.

-Sí, pero sabes que ella se inclina más por las polis griegas, la industria, las artes y la sabiduría.

-¡Pero es que su deber es ser el lado bueno de la guerra, el lado estratégico, y ella está más interesada en cortejar a Polimnia(1) que en ayudarme a controlar el mundo mortal!.

-Yo puedo ayudar -exclamó la diosa de la caza tomando entre sus manos las de su hermana-

-No es que me moleste, ¿pero por qué ese repentino interés en ayudarme? -cuestionó la diosa-.

-Porque te quiero ayudar simple y llanamente -exclamó la diosa- ¿debe haber alguna razón para ayudar a mi hermana, más que por ser mi hermana?

-Pues en realidad considerando que siempre me has dicho que no soy tu hermana porque yo soy hija de Urano y tú de Zeus y Leto...

-Está bien, no eres mi hermana, nunca lo has sido pero aún así te quiero, te quiero incluso más que al cabroncete de Ares.

-¿Cómo me puedes decir que me quieres más que a Ares si ustedes dos me llamaban "la espumosa"(2) y siempre se burlaban de mi?

-Las personas, incluso los dioses cambian -exclamó apenada la Diosa de la Caza-.

-De acuerdo, fingiré que te creo y que en verdad deseas ayudarme -sonrió la Diosa del Amor-.
-¿Cuál es el plan?

-Poseidón aún está molesto con Xena por aquel "incidente" de hace algunos años así que debemos convencerlo de que no desate su furia y cree una tormenta, no podemos decirle que es para ayudar a los mortales porque a el no le interesan y les tiene un poco de rencor desde que el rey Minos se negó a sacrificarle un toro.

-Ni me lo recuerdes, ese maldito Minotauro causó muchísimos problemas.

-... Y dado que tú y él se entienden mejor que él y yo, creo que dejaré en ti esa responsabilidad.

-De acuerdo, hablaré con el en este preciso instante -exclamó la diosa desapareciendo-.

*****

-¡Buenos días dormilona! -exclamé sentándome a un lado de Gabrielle-.

-¿Qué tienen de buenos? -preguntó molesta- me siento terrible, como si mi estómago estuviese invadido de sanguijuelas.

-¿Por qué no dejas que te aplique los puntos de presión? -cuestioné divertida- prometo que vigilaré que no comas nada extraño.

-Está bien, anda -indicó extendiéndome el brazo-.

Localicé los nervios y con una rápida y certera presión le liberé de las nauseas.

-¿Cómo te encuentras ahora?

-Mucho mejor -sonrió incorporándose en la cama- ¿tú cómo estás? -preguntó examinando mi rostro-.

-Siento como si una bardo furiosa y enloquecida me hubiese propinado una paliza -sonreí-.

-Espera aquí, iré a traer un poco de agua caliente para limpiarte las heridas -indicó incorporándose-.

-De acuerdo, esperaré, pero durante tu visita a la cocina no comas calamar crudo ni alguna otra cosa extraña.

-Intentaré contenerme -sonrió mientras salía del cuarto cerrando la puerta tras de si-.

-Dos días a su lado -reflexioné al quedarme a solas- los dioses deben estar muy molestos conmigo como para someterme a esta cruel tortura, la deseo tanto que duele y sin embargo la amo tanto que no soy capaz de aprovecharme de la situación en la que estamos. Cuanto quisiera acallar esa molesta voz que me dice que no es lo correcto y simplemente hacer lo que me dicta el corazón. Sé que la amo, de eso no hay duda, pero no sé si ella sienta lo mismo que yo. Sus pensamientos si bien demuestran un interés más allá de la simple amistad, no son muy claros. Deseo decirle lo mucho que la amo, pero jamás he pronunciado esas palabras y me da miedo quedar expuesta, frágil, temo que después de liberar a Ares me diga que todo fue un error y que jamás debió suceder, no soportaría eso.

Es hermosa, tirada sobre la cama cuan larga es, esas piernas fuertes, esos músculos, esa piel suave, la expresión de serenidad y despreocupación en su rostro, el olor de su cabello, el sabor de sus labios...

-Hola Gabrielle -sonreí aún sin abrir los ojos-.

-¿Cómo supiste que estaba aquí si no he hecho ruido?, Oh, ya sé, el latido de mi corazón -sonrió acercándose mientras depositaba el recipiente con agua en una mesita al lado de la cama- veamos como va esto... dios, es terrible -exclamó examinando mi nariz- tienes desviado el tabique...

-Pues acomódalo en su lugar -sonreí ante su cara de dolor- confío en ti -indiqué tomando sus manos-.

Enseguida cerré los ojos y me recosté sobre la cama esperando lo que vendría. Segundos después sentí la suave manos de Gabrielle sobre mi nariz y finalmente un tirón que me cimbró de pies a cabeza.

-¡Santa madre Hera! -grité mientras apretaba fuertemente las manos-.

-Listo -sonrió Gabrielle-

Abrí mi único ojo bueno y pude ver como sumergía un paño en el recipiente con agua caliente.

-Esto va a doler -indicó-.

Yo simplemente asentí con la cabeza y dejé que continuara su trabajo.

-¿Por qué no me cuentas una historia? -propuse-.

-¿Una historia?, ¿qué quieres que te cuente? -cuestionó retirando el paño de mi rostro para sumergirlo de nueva cuenta en el recipiente-.

-No lo sé, cualquier cosa -sonreí-.

-Esta era una joven bardo de "Botedia" -sonrió- que un día discutió con su mejor amiga "Ximena" ante una multitud de personas desconocidas y le propinó tal paliza que la mandó al hospital...

-¡Yo no estoy en el hospital! -sonreí-.

-Esta historia no es sobre ti -indicó con una enorme sonrisa sobre su rostro-.

-Yo tengo una mejor historia -sonreí-.

-¿Crees que puedes hacerlo mejor? -cuestionó divertida- pues adelante guerrera -indicó mientras limpiaba la herida de mi pómulo izquierdo-.

-Esta era una alta, hermosa, inteligente, perspicaz, sagaz, tenaz, apasionada, experimentada y valiente guerrera.

-¡Y modesta! -sonrió pasando el paño por una abertura en mi labio inferior-.

-Como decía, esta guerrera era la perfección hecha mujer, todos estaban celosos de ella, inclusive su mejor amiga, a tal grado que un día su mejor amiga celosa de tanta belleza estalló en la locura y comenzó a propinar una golpiza salvaje en el bellísimo rostro de la guerrera. Ocasionando horrendos moretones que aunque mermaron su belleza, aún era más hermosa que la celosa de su amiga -indiqué con una sonrisa-.

-¡Buena esa, sólo por eso acabaré contigo guerrera! -sonrió Gabrielle sentándose a horcajadas sobre mi, mientras me hacía cosquillas- pide clemencia -sentenció-.

-Jamás -exclamé divertida-.

-¡Suplica por tu vida! -indicó sin parar de hacerme cosquillas-.

En un rápido movimiento cambié nuestras posiciones y terminé sobre ella.

-¿Quién es la que suplica ahora?- cuestioné divertida a escasos centímetros de sus labios.

-¡Dioses eres hermosa! -sonrió Gabrielle colocando una mano sobre mi rostro-.

-¿Lo ves?, te dije que aún con el rostro como lo tengo sigo siendo la más bella de todas -indiqué mientras sonreía nerviosamente-.

Gabrielle continuaba viéndome fijamente y sentí como las piernas me temblaban y bajé la mirada... repentinamente sentí un beso sobre mi pómulo herido, otro más sobre mi nariz y otro sobre mi ojo hinchado.

-Lamento haberte lastimado -indicó Gabrielle con preocupación en los ojos-.

-No te preocupes Gab, mejoraré...

Un beso sobre mis labios interrumpió mis palabras.

-¡Esto se está volviendo muy frecuente! -sonreí nerviosamente apartándome de ella-.

Enseguida tiró de mi cuello y de nueva cuenta me besó. Fue suave, tierno, tímido y me arrebató el alma.


Capítulo VI

-¡Te amo! -indiqué cuando nuestros labios se separaron-.

Finalmente lo había dicho, fue sencillo, fue más sencillo de lo que jamás había creído que sería; simplemente pronuncié las palabras más fuertes del idioma en un abrir y cerrar de ojos. Todo el miedo era infundado, no se abrió la tierra bajo mis pies ni comenzó a caer fuego del cielo, Zeus no me fulminó con un rayo y lo mejor de todo esto es que había sido real. No era una más de mis utópicas fantasías, era auténtico, tangible, verdadero. Ahora sólo restaba ver si ella me había escuchado y que respondería ante mi declaración.

-¡Hola chicas! -se oyó la voz de Afrodita justo encima de nuestras cabezas-.

¡Hola! -saludé incorporándome de inmediato de encima de Gabrielle-.

-Por dios chicas, esto si es amor apache -indicó Afrodita viéndome el rostro-.

-Fue una pequeña pelea -sonreí-.

-Lo sé -respondió abochornada la diosa encontrando de repente muy atractiva una pequeña mancha en el suelo-.

-¿Oye Dita, no podrías sanar el rostro de Xena? -preguntó Gabrielle limpiándose los labios mientras se incorporaba de la cama-.

-Por supuesto -sonrió mientras pasaba su mano sobre mi rostro y al instante todos los moretones, golpes y heridas desaparecieron- pero nadie debe enterarse de esto -sentenció-.

-No lo diré -sonreí alegre al poder abrir por fin los dos ojos-.

-Yo sólo venía a decirles que Poseidón no se meterá con ustedes, ya todo está arreglado, no se preocupen por tormentas, será un viaje tranquilo -sonrió la diosa-.

-Muchas Gracias Afrodita -sonrió Gabrielle- hubiese sido horrible otra aventura en el mar, en tierra al menos es más llevadero.

-Pues chicas, yo me despido, traten de disfrutar el viaje -sonrió para finalmente desaparecer en una nube de polvo rosado como era su estilo-.

-¿Recuerdas la última vez que tuvimos problemas en alta mar? -pregunté con una sonrisa en los labios-.

-¿Cuál de todas, cuando te enfrentaste a Poseidón y casi nos mata con el remolino que creó, o cuando casi mueres por culpa de aquel bastardo egoísta que te robó la bolsa con oxígeno cuando nos atrapó el tsunami y volteó el barco?... o ya sé, tal vez te refieras a...

-Ya entendí el punto, pareciera que el mar se molesta con nuestra presencia -sonreí abiertamente-.

-Yo diría que es con tu presencia Princesa Guerrera -indicó Gabrielle con tono de burla-.

-¡Como si tú fueses perfecta y no tuvieses enemigos! -indiqué mientras mostraba mi habitual sonrisa de medio lado-.

-Hasta donde yo sé no; digo, puedo caminar veinte pasos sin que una docena de hombres molestos salgan a mi paso a vengarse de lo que les he hecho -sonrió abiertamente-.

-¡La vida sería aburrida sin esas pequeñas diversiones! -exclamé con una sonrisa-.

-¿Y qué haremos para matar el tiempo?.

-No lo sé, supongo que relajarnos y disfrutar el viaje.

-Estoy cansada de descansar -expresó exasperada- ¿no podríamos prepararnos para luchar contra los que aprisionaron a Ares?

-¿Estás sugiriendo un nuevo enfrentamiento entre nosotras? -pregunté fingiendo miedo-.

-No será uno real, sólo practicaremos un poco -sonrió mientras tomaba su cayado-.

-Que bien porque no creo poder resistir otro ataque tuyo -indiqué mientras salíamos del camarote-.

-¡Llorona! -exclamó divertida-.

¡Salvaje! -repliqué mostrando de nuevo en mi rostro una sonrisa-.

*****

-¿Eso es todo? -cuestioné divertida apuntando con mi espada a una derrotaba bardo que yacía a mis pies-.

-¡Eso no es justo, el cayado se me escapó de las manos por el sudor!

-¿Habla de justicia la bardo que golpea a los contrincantes cuando estos han caído?

-¡Eres odiosa! -gritó molesta-.

-Tranquila, es sólo un entrenamiento -exclamé mientras retiraba el pie de encima de ella y le extendía la mano para ayudarle a incorporarse-.

-¡Déjame en paz! -gritó furiosa mientras alejaba mi mano- ¿siempre tienes que ser tan engreída?

-Yo no dije nada -señalé caminando tras ella- no tengo la culpa de que te distraigas con tanta facilidad.

-Tengo que descansar -espetó cerrando la puerta frente a mi nariz-.

¡Genial, simplemente genial! -exclamé molesta alejándome para dirigirme al casco de la embarcación-.

*****

No sé que me pasa, necesito ayuda y la única persona que puede ayudarme es quien causa mi desconcierto. ¿Cómo puedo decirle a mi mejor amiga que necesito consejo con el amor, con el amor que siento por ella? -reflexioné mientras me tiraba en la cama- esto no puede estar bien, no puedo verla sin imaginar su cuerpo desnudo, cada roce suyo envía una oleada de energía a todo mi cuerpo, en especial a la parte más vulnerable de mi anatomía y ella se niega a regalarme siquiera una noche de sexo.

-Gabrielle, abre por favor, tenemos que hablar -oigo su voz tras la puerta-.

-Ahora no Xena, necesito descansar -exclamó mientras cierro los ojos y de nuevo me veo transportada al mundo de fantasía en el cual Xena derrumba la puerta, entra a la habitación y me levanta para besarme salvajemente. Sin embargo al abrir los ojos noto que sigo en una habitación vacía y ella sigue golpeando la puerta.

-Por favor Gab, pasaremos dos días en este navío, no podemos seguir peleando continuamente, es mejor que hablemos de todo lo que sentimos.

-No quiero hablar Xena -indiqué sobándome las sienes-.

-Por favor Gab, no me trates así, necesito hablar contigo.

-¿Quieres hablar? -pregunté abriendo la puerta-.

Ella sonrió tiernamente y depositó su mano derecha en mi mejilla.

-Te quiero Gabrielle, quiero ayudarte, permíteme ayudarte.

-¿Hablaré sólo yo o tú también? -pregunté retirando su mano de mi mejilla mientras le permitía entrar al camarote-.

-Claro que hablaré, te diré todo lo que quieras saber -indicó caminado tras de mi-.

-¿Todo? -pregunté girándome para verle fijamente a los ojos-.

-Sí, cualquier cosa -respondió sin el más mínimo ápice de duda o falsedad en su rostro-.

-Hoy, en la mañana, cuando te besé, ¿eso te gustó, te excitó? -pregunté sentándome en la cama-.

-¿Qué pregunta es esa? -cuestionó nerviosa -.

-¡Responde! -exigí-.

-Sí, me gustó -indicó nerviosa-.

-Buena respuesta -sonreí acercándome a ella-.

-¿Gab, antes de que llegara Afrodita, tú, tú escuchaste lo que dije? -preguntó viéndome fijamente a los ojos y pude percibir su miedo-.

-No, lo siento, no escuché nada -expuse sinceramente y pude ver la decepción en sus ojos- ¿Era algo importante? -pregunté tomando su barbilla entre mis dedos índice y pulgar?

-No, no tiene importancia -exclamó alejando su rostro y pude percibir una lágrima brotando de sus ojos-.

-Te propongo algo -exclamé besando su clavícula-.

-¿Cuál es la propuesta? -preguntó inhalando profundamente-.

-Un juego para deshacernos del estrés, para relajarnos -susurré a su oído-.

-¿Un juego? -preguntó enarcando la ceja-.

-No me veas de ese modo, no estoy loca, es sólo una sugerencia, claro que si no quieres...

-No, está bien, escucho -exclamó nerviosa-.

-¿Te interesa entonces? -cuestioné con una sonrisa-.

-Sí.

-Bien, se llama "verdad o reto" -sonreí mientras me imaginaba lo que vendría-.

-¿Verdad o reto? -cuestionó con su hermosa sonrisa de medio lado-.

-Si no quieres no -cinco, cuatro, tres, inicié una cuenta mental mientras avanzaba hacia la puerta-.

-De acuerdo, quiero jugar -exclamó sujetando leve pero firmemente mi mano-.

-Bien, bien, la primera pregunta es -hice una pausa dramática mientras en mi rostro se formaba una sonrisa de satisfacción- la pregunta es ¿entre Lao Ma y Cleopatra quien era mejor amante?

-Vamos Gabrielle, no esperarás que responda eso ¿verdad? -sonrió nerviosamente-.

-Tu aceptaste el juego ahora responde -indiqué mientras me sentaba en la cama y cruzaba las piernas, enseguida coloqué mis codos sobre ambas piernas y mi cabeza entre las manos-.

-¿No creerás que contestaré eso sin al menos tomar un poco de oporto verdad? -indicó nerviosa-.

-¿Necesitas estar alcoholizada para confesar la verdad? -cuestioné divertida mientras enarcaba una ceja-.

-Bueno, si lo pones de ese modo...

-¡Xena, Xena, tan grandota y tan cobarde! -sonreí con tono de burla para picarle el orgullo-.

-Lao Ma -respondió enseguida en un susurro casi inaudible-.

-¿Perdón? -pregunté enarcando una ceja-.

-Supongo que Lao Ma era la mejor de las dos -expuso Xena con la cabeza gacha y apenas elevando un poco más que la vez anterior la voz-.

-¿Lao Ma?... hubiese creído que responderías Cleopatra -sonreí ante el descubrimiento- ¿y por qué ella?...

-No, yo ya respondí, tu pregunta puede esperar para el siguiente turno -exclamó entre molesta y reída- ahora me toca a mi -ahora sí que sonreía-.

-Adelante -sonreí-.

-¿Qué tan bien lo hacía Perdicas? -preguntó sentándose en su cama enfrente mío mientras arqueaba una ceja en clara señal de lo que suponía un triunfo-.

-¡Era todo un maestro en la cama! -exclamé cerrando los ojos y dejando escapar un falso y enorme suspiro que fingía una satisfacción inmensa- tan tierno, tan fuerte, besaba tan bien cada parte de mi cuerpo, mis labios, mis pechos, cuando finalmente entró en mi fue asombroso, fue...

-¡Ya basta! -demandó furiosa mientras salía del camarote azotando la puerta tras de si-.

*****

-¿Cómo demonios me dejé convencer? -me recriminé furiosa mientras deambulaba de un lado a otro- debí suponer lo que vendría después de esa pregunta... no preguntes lo que no quieras saber Xena ¿cuándo aprenderás?

-¿Se le ofrece algo? -preguntó un mozo acercándoseme-.

Un gruñido amenazador fue lo único que brotó de mi garganta como respuesta para el pobre chico.

-S-si se le ofrece algo estaré cerca -exclamó el chico atemorizando alejándose tan rápido como se lo permitían las piernas-.

¡Al carajo con todo esto, estoy harta de tener que ser la racional, la que sede, la que se preocupa por ella, la tonta, la idiota, la imbecil! -pensé furiosa mientras golpeaba la madera de un camarote que cedió fácilmente bajo mi envestida.

-¡Carajo! -grité tirando de mi mano que se encontraba atascada entre las astillas de aquella tabla-.

-¿Sucede algo? -preguntó un marino acercándose a mi-.

-¿Puede simplemente dejarme tranquila? -grité furiosa tirando de mi mano y logrando retirarla de aquel hueco astilloso- ¿ve esto? -pregunté mostrándole mi mano ensangrentada y llena de partículas de madera apolillada- esto será nada en comparación con lo que te haré si vuelves a acercarte siquiera a seis pasos de distancia.

El chico tragó ruidosamente y se alejó de mi presencia.

-¡Chica tranquilízate! -oí una voz a mis espaldas-.

-Aléjate de mi -grité volteando hacia el lugar de donde provenía dicha voz-.

-No me voy Xena -exclamó Afrodita molesta- ustedes dos ya me están hartando, ¿para qué carajos me pediste el don de oír sus pensamientos si aún oyéndolos te rehúsas a creer que ella te ama? -preguntó molesta mientras me señalaba con el dedo-.

-Estoy harta de ella, de sus tonterías, de su volubilidad, ya no la soporto. ¡Me está volviendo loca! -grité molesta-.

-¡Óyeme, a mi no vas a venir a gritarme princesita! -gritó molesta arrinconándome contra la pared-.

-Yo le grito a quien se me pega la maldita gana -sentencié mientras le lanzaba una de mis más gélidas miradas-.

-Te voy a...

-¿A maldecir con un conjuro de amor? -cuestioné con sorna-.

-¡Te odio Xena! -gritó molesta la diosa mientras se lanzaba sobre mi-.

Enseguida nos encontrábamos rodando en medio del barco mientras nos proferíamos golpes e insultos.

-¡Afrodita, Xena sepárense ahora mismo! -sentenció Artemisa apareciendo frente a nosotras-.

-¡Ella empezó! -sentenció la Diosa del Amor mientras con un destello de luz rosa reajustó su desaliñado ser-.

-No me interesa saber quien comenzó. Por Zeus Afrodita, se supone que venías a tranquilizar a Xena no a agarrarte a golpes con ella -indicó molesta la Diosa de la Caza-.

-¿Y a todo esto qué carajos hacen ustedes apareciendo continuamente en nuestras vidas, es que acaso no tienen mejores cosas que hacer en el Olimpo que entrometerse en la vida de los mortales y en especial en mi vida? -pregunté furiosa parándome del piso-.

-¡A mí no me grites Xena! -exigió molesta Artemisa-.

-¡Se lo dije a ella y te lo digo a ti, yo le grito a quien se me pegue la gana! -elevé la voz mientras avanzaba retadora hacia ella-.

-¿Ahora ves por qué terminé a golpes con ella? -exclamó Afrodita mostrando un carácter extrañamente irritado-.

-Eso no justifica nada Dita, ella está mal, en cambio tú no tienes excusa -indicó la diosa sobandose las sienes- ¡Nos vamos! -indicó sujetando del brazo a la Diosa del Amor-.

-Pero, pero ellas...

-¡Nos vamos he dicho, que se las arreglen por si solas! -indicó mientras tiraba del brazo de la diosa rubia y desaparecían ante mis ojos-.

Enseguida apareció frente a mi Gabrielle y su rostro denotó preocupación al ver mi rostro nuevamente herido.

-¿Qué has hecho Xena? -cuestionó acercándose a mi, pero rehuí el contacto-.

-¡No quiero hablar, no ahora, no contigo! -sentencié mientras me incorporaba y caminaba lejos de ella-.

-¿Por qué no admites que te lastimé, por qué no admites que te laceró mi respuesta, por qué tienes que solucionar todo a golpes? -cuestionó alcanzándome y parándose frente a mi-.

-¡Hazte a un lado Gabrielle! -sentencié mientras la miraba gélidamente-.

-No me voy a hacer a un maldito lado Xena, ¿quieres pelear, es la forma en que quieres hacerlo? -indagó colocando los puños delante de ella a manera defensiva-.

-No te voy a golpear Gabrielle -respondí y dándome la vuelta comencé a caminar para alejarme de ella-.

-¿Conmigo no, y por qué con un camarote si, tienes miedo? -cuestionó a manera de reto-.

-No pienso hacerte daño -señalé viéndola fijamente a los ojos-.

-¿Por qué no?, yo te lastimé Xena, es justicia, te doy la oportunidad de vengarte.

-No me quiero vengar -indiqué mientras retornaba mi caminata-.

-¿Por qué no simplemente nos damos unos cuantos golpes, vemos quien ganas y asunto arreglado? -indicó siguiéndome-.

-Esa no es la forma de solucionar las cosas -sentencié parándome en seco francamente exasperada-.

-¿Pero dejarnos de hablar es la forma?

-Déjame tranquila, tengo que pensar.

-¿O esta es la forma? -indicó mientras se desataba el top dejando al descubierto sus senos-.

-¿Qué carajos estás haciendo? -cuestioné con los ojos desorbitados al ver lo que ocurría-.

-¿Qué parece que estoy haciendo? -preguntó mientras se desabrochaba la falda dejándola caer por su bellísimas y bien torneadas piernas-.

-Parece que te estás desnudando -respondí con voz trémula-.

-¡Sabía que lo deducirías por ti misma! -sonrió irónica, colocando sus manos sobre la única prenda interior que para ese momento cubría su morfología-.

-¡No! -grité-

-¿No? -cuestionó enarcando una ceja- ¿no qué Xena?

-Sólo no, no lo hagas -indiqué avanzando hacia ella-.

-¿Qué no haga? -preguntó mientras comenzaba a bajar lentamente aquella prenda-.

-Basta Gabrielle, ¿pretendes volverme loca? -pregunté sumamente nerviosa y excitada a tal grado que pequeñas gotas de sudor comenzaban a acumularse en mi frente-.

-La pregunta es... ¿lo estoy logrando? -inquirió mordiéndose el labio inferior de una manera absoluta y brutalmente sexy mientras bajaba por completo aquella prenda que ahora yacía sobre el piso-.

Caminé directamente hacia ella, rodeé su cintura con mi brazo derecho. La miré a los ojos con intensidad, clamando piedad, y luego se me escapó la mirada a sus labios, ensanchados en una sonrisa y más deseables e invitadores que nunca. Y la besé salvajemente, atrayéndola más a mi cuerpo sensibilizado y excitado. Capturé su superior mientras ella jugueteaba con mi inferior con su cálida lengua. Lo succioné en varias ocasiones, pero al final me descubrí devorándolo prácticamente.

-¡Me vas a volver loca! -exclamé sobre sus labios cuando nuestro beso terminó por falta de aire en nuestros pulmones-.

-¡No más de lo que tú me vuelves a mi! -exclamó abriendo los ojos, de un intenso color verde en sus pupilas oscurecidas por el deseo-.

-¿Te das cuenta de que estás completamente desnuda entre mis brazos y de que nos encontramos en mitad de la cubierta del barco? -pregunté divertida mientras enarcaba una ceja-.

-¿Y eso es malo por qué? -inquirió con una enorme sonrisa-.

-Porque no queremos brindar un espectáculo a esos marineros ansiosos por tener una mujer bajos sus sábanas -exclamé sonriendo de la misma forma-.

-No, no lo queremos -sonrió- en especial cuando las únicas sábanas que quiero sentir son las tuyas -exclamó para posteriormente aprisionar mi labio inferior entre los suyos en una agradable succión-.

-¡Gab!...

-No Xena, no me vas a decir que hoy no... ¡siente! -exclamó mientras tomaba mi mano y la dirigía a la humedad de su entrepierna- esto, es todo el deseo que siento por ti -señaló viéndome fijamente a los ojos- no me importa si es por Ares, si es una entelequia; lo único que sé es que hoy no aceptaré un no como respuesta. -indicó para volver a besarme-.

-¡Gab, Gabrielle... Gabrielle espera! -indiqué separándome de sus labios-.

-¡Sólo por hoy Xena! -indicó colocando sus brazos alrededor de mi cuello-.

-Espera -sonreí nerviosa- antes tenemos que llegar a nuestro camarote -indiqué robándole una hermosísima sonrisa de asentimiento-.

-¡No sabes cuanto me alegra oír eso! -exclamó mientras volvía a besar efusivamente mis labios-.

-Supongo que tanto como a mi tu reacción -sonreí tontamente mientras la ayudaba a recoger su ropa del piso tras terminar nuestro beso-.

-¡Cielos Xena, hoy es la noche! -sonrió entusiasmada-.

-Pareciera que has esperado esto durante mucho tiempo -sonreí-.

-¡Demasiado, no tienes ni idea, tú, tonta princesa guerrera me has hecho esperar lo que parecen siglos!

-Gab, antes que nada, yo quiero...

-Sí, yo sé, las cartas sobre la mesa, "sólo sucederá una vez, sólo será esta noche, y lo que pase en este barco se queda en este barco". ¿Es eso lo que me querías decir? -preguntó mientras giraba la manija de la puerta para posteriormente introducirse en el camarote-.

No era precisamente eso lo que quería decirle, yo quería decirle que la amaba con todas las fuerzas de mi corazón, que le debía todo lo que era y todo lo que podía llegar a ser. Sin embargo unos cálidos y agradables labios posados sobre los míos me impidieron hablar. Caímos sobre la cama y una ansiosa Gabrielle tiró de mí aproximándome más a su cuerpo. Pude sentir sus manos sobre mi cabeza impidiendo que me alejase de ella.

El calor comenzó a incrementarse en el pequeño aposento. Acaricio su espalda y luego capturo su rostro entre mis manos y la beso de nueva cuenta. Mete su lengua en mi boca y enreda las piernas con las mías, adhiriendo más mi cuerpo al suyo. En un momento dado me aprieta los hombros por detrás y luego sus caderas se pegan a las mías. Repentinamente me aparta de ella pero descubro con sorpresa que lo hace para deshacerse de mi armadura. Un gesto de frustración cruza por su rostro y se muerde el labio inferior ante la dificultad de su tarea, por lo que decido ayudarle. Se oye un ruido metálico cuando tras desabrochar la armadura la arrojo contra el suelo. La siguiente prenda en caer es mi vestido de cuero café y así una tras otra hasta que termino igual de desnuda que mi rubia amiga que yace bajo mi cuerpo. Finalmente me inclino para pegar mis labios a sus pechos, metiéndome ligeramente su piel en la boca, mis labios emiten un sinfín de extraños gemidos y murmullos de satisfacción casi sin darme cuenta. Mis manos pasan de sus senos a su cabello. Es tan suave. Me agrada la sensación que tengo en las manos al tirarle la cabeza hacia atrás y ella jadea de placer cuando mis labios distribuyen un cúmulo de tibios y afectuosos ósculos sobre su clavícula. Comienzo a deslizarme por su cuerpo besando cada porción de su lúcida y hermosísima morfología. Me acerco a sus piernas, las cuales son tan blancas como el resto de su anatomía, mis manos se mueven con ansia encima de sus turgentes piernas y ella gime mi nombre, el deseo en mi es poderoso, incontenible. Nuestros pechos se rozan y nuestras pieles dispersan una corriente eléctrica muy placentera al estar tan acopladas. Su piel expuesta, cálida y húmeda contra la mía, me hace suspirar y continuamos besándonos, abrazándonos estrechamente.


Capítulo VII

-¿Por qué sigues entrometiéndote en mis asuntos y arruinando mi vida? -gritó molesta Afrodita a la Diosa de la Caza inmediatamente después de que llegaron al Olimpo-.

-No sé por qué dices que dices eso, si lo único que hice fue impedir que te continuara lastimando Xena.

-Ellas nos necesitan Artemisa. Sí, tuve problemas con Xena, pero ese no era motivo suficiente como para abandonarlas a su suerte, la estabilidad del mundo mortal depende de ellas y... ¿Pero qué hago tratando de explicarte si eres una insensible?, No sé como creí que podrías ayudarme en esta misión, en especial cuando se trata de amor y tú no sabes nada al respecto.

-¡Claro que sé! -gritó molesta-.

-No, tú no sabes nada de amor, ni dolor, ni cuanto duele cuando el ser al que amas es muerto de manera tan brutal como humillante -comenzó a sollozar la Diosa del Amor-.

-¿Por Zeus Afrodita, esto es por Adonis? -cuestionó la Diosa de la Caza exasperada-.

-¿Por quién más podría ser si lo mataste? -gritó molesta mientras le veía fijamente a los ojos-.

-¡Yo no lo maté, te he dicho mil veces que ese jabalí no lo envié yo. Yo lo estaba cazando y huyó, no es mi culpa que haya lastimado y matado a tu hermosísimo Adonis!

-¡Cállate, no te atrevas siquiera a nombrarlo, el era el único y verdadero amor de mi vida y tú lo mataste! -gritó mientras se lanzaba a golpear el pecho de Artemisa-.

-No digas tonterías Afrodita, el no era el amor de tu vida, eso es una necedad. Tú te lastimaste el pecho con una flecha de Cupido y lo primero que viste fue a Adonis; pudo haber sido cualquier otro -indicó viéndola a los ojos mientras le sostenía las manos para impedir que siguiese golpeándola-.

-No, mentira, lo que sentía por el era real -prorrumpió negando fervientemente con la cabeza aquellas palabras proferidas por la Diosa de la Caza, mientras las lágrimas brotaban de sus ojos-.

-Entiéndelo, todo fue producto de la flecha de Cupido, sin esa jamás te habrías "enamorado" de Adonis -explicó la diosa compadecida y tratando de hacerla entrar en razón -.

-¿Tú que sabes del amor? -preguntó molesta la diosa-.

-Sé que el verdadero amor no lo produce Cupido, nace del corazón, no es egoísta, ni se basa únicamente en la pasión. Amar es querer lo mejor para el ser al que se ama, aunque sepas que lo mejor no eres tú -indicó tiernamente mientras veía fijamente a los ojos de la Diosa del Amor, en tanto que entre sus manos aún sostenía las de la diosa rubia-.

-¿Y te haces llamar -Diosa de la Caza? Después de toda esta cursilería comenzaría a preocuparme de que me quitases el puesto -indicó la diosa rubia con mofa apartándose bruscamente-.

-¡Pues sería muchísimo mejor Diosa del Amor que tú! -gritó molesta Artemisa-.

-¿Qué va a saber del amor una diosa que jamás ha estado con otra persona, que se la vive con animales y convirtiendo en árboles o matando a todo aquel que le dice que es bella? -cuestionó molesta Afrodita-.

-Pues cuando menos no ando por ahí acostándome con cualquiera ni desatando enredos amorosos en el mundo mortal para entretenerme. Mucho menos soy capaz de prometer como premio una mujer casada, sólo para que un juez me declare más hermosa que Atenea y Hera.

-¡Helena amaba a Paris, no es mi culpa que haya sido esposa de Menelao, solo serví de catalizador en algo que tarde o temprano pasaría!

-¿A quién crees que engañas?, tú hechizaste a Helena, ella amaba a su esposo Menelao, tú fuiste la causante de la guerra de Troya. Todo por ser la ganadora de un certamen de belleza, arruinaste muchísimas vidas sólo por hacerte llamar la diosa más bella del Olimpo. Cosa de la que no estoy muy segura -indicó molesta-.

-¿Tú qué sabes de la belleza?...

-Sé que para ser bella no se necesita una confirmación de un juez comprado. La belleza se denota en las acciones, en la pureza de los sentimientos nobles, no en el físico.

-¡Por eso sigues siendo virgen Artemisa! -exclamó con burla, seguida de una sonora carcajada-.

-¡Yo soy virgen por elección, no pretendo someterme a la férrea y cruel posesión de un hombre que me lastime sin tener en mente otra cosa que su satisfacción... un hombre que no tome en cuenta lo que yo pueda sentir o desear!

-Te compadezco Artemisa, jamás sabrás lo que es el amor...

-¡Yo sé lo que es el amor, tal vez lo sé mejor que tú Afrodita! -indicó viéndola fijamente a los ojos, denotando su aflicción y desazón-.

-¿Sí, a cuántos has amado? -inquirió en tono de menosprecio la diosa rubia-.

-Sólo a una, sólo a ti -indicó la diosa mientras desaparecía-.

-¡Por las pelotas de Zeus Artemisa, regresa aquí, no me vas a dejar con las palabras en la boca, regresa! -vociferó haciendo reverberar el monte sagrado-.

*****

Mientras tanto muy lejos de ahí, en el interior de un camarote impregnado de olor almizclado y una temperatura más elevada que la del resto de la embarcación se encontraban nuestras heroínas. En una embarcación con destino a Galia.

-Gab, yo... lo lamento -musitó Xena sentada en la cama a espaldas de su desnuda compañera mientras con el dorso de la mano se limpiaba el sudor de la frente. Trató de tocar su espalda, pero un sollozo proveniente de la garganta de su amiga, seguido del temblor que denotaba su llanto; la hizo sentir tan culpable que desistió en su intento y mejor optó por tomar su ropa y salir del camarote-.

*****

No entiendo como pudo suceder esto. Todo marchaba tan acertadamente, tan convenientemente y repentinamente me transformé en una bestia y la lastimé. ¡Yo no pretendí hacerlo, era como si mi cuerpo operase por apetencia natural. No pude pensar y me descubrí acometiéndola insensiblemente! No la culpo si después de esto no vuelve a dirigirme la palabra -reflexioné angustiosamente al mismo tiempo que contemplaba la inmensidad cerúlea alrededor del barco-. Era nuestra primera vez; ¡Por Zeus, era su primera vez y yo transformé lo que debía ser el suceso más placentero y tierno de toda su existencia en, en el acto más vil, brutal y despreciable! Me siento terrible, tengo tanto miedo, tanto desasosiego, tanta ansiedad. Me da un estremecimiento titánico el pensar en el simple hecho de que ella pueda repudiarme, tengo pavor del instinto primitivo que despierta en mi...

Se oye un ruido de chapoteo cerca del barco, ruido que me distrae de mis catastróficos pensamientos. Bajo la vista hacia el lugar de donde proviene aquel sonido y advierto que se trata de unos cuantos delfines que nadan cerca de la embarcación. Mis ojos se alegran al percibir aquel agradable espectáculo en medio del de por si ya hermoso panorama y por al menos unos minutos olvido la trágica situación en la que me encuentro.

El ocaso se vislumbra a lo lejos, pareciera como si el fuego del carro de Apolo incendiase el firmamento mezclándose con el mar, dando la sensación de un mar de fuego, cálido y hermoso. ¿Cómo puede ser que un espectáculo tan bello sea creado por los mismos dioses que se empeñan en hacerme infeliz? -reflexioné mientras seguía sin apartar la vista de aquel espléndido panorama-.

Es cerca de la medianoche cuando parada frente a la puerta del camarote me debato entre entrar y afrontar lo que seguramente acontecerá, lo cual sería una larga, larguísima disculpa seguida de una aún más prolongada platica en la que se trazaría la ruta que cada una seguiría, y fuese cual fuese la decisión que ella tomara yo la respetaría.

No obstante la otra opción era no entrar, vagar por la cubierta del barco durante toda la noche y sencillamente alejarme hasta que todo aquel asunto se apaciguara, aguardar a que no hubiera la mínima posibilidad de perdón y dialogo. Por los dioses que no estaba dispuesta a perder a Gabrielle tan fácilmente, al menos le permitiría insultarme y proferir unos cuantos golpes contra mi persona para que pudiese decirme lo imbécil y bestia que soy, para poder resarcir al menos en una parte el daño que le había hecho.

Inhalé profundamente preparándome para lo peor, mientras giré la manija de la puerta y me dispuse a entrar. De todas las posibles imágenes que pudiesen haber en mi mente de lo que encontraría en el interior del camarote, la que encontré me sobrecogió tremendamente y me hizo sentir aún peor. Ahí, sobre la cama, echa un ovillo en posición fetal se encontraba mi mejor amiga apenas cubierta por una endeble sábana.

-¿Gab? -pregunté quedamente mientras me aproximaba a la cama-.

No hubo respuesta, sólo un largo suspiro, seguido por repentinos espasmos provenientes de su cuerpo lo cual denotaba que el sinsabor aún no abandonaba del todo su morfología.

-¡Lo lamento! -sollocé mientras la voz me temblaba y las lagrimas comenzaban a correr por mi rostro- ¡soy una estúpida Gabrielle, lo lamento! -lloré abiertamente mientras me dejaba caer de rodillas frente a ella-.

No hubo respuesta, simplemente se volteó y me dio las espalda. Sentía miedo; sabía que no era más que lo que merecía y que quien realmente importaba en aquellos momentos era ella. Pero aún así me sentí estúpida, expuesta. No obstante haciendo acopio de fuerzas en mi flaqueza proseguí.

-Yo -hice una pausa para graduar el volumen de mi voz que para ese entonces era extrañamente aguda y temblorosa- lamento haber hecho lo que hice, no, no pude controlarme, es que entiéndeme Gab, no era yo, no era yo en lo más mínimo. Yo en ningún tiempo y de ningún modo habría deseado hacerte daño porque -es ahora o nunca, estoy a un paso de perderla, lo menos que puedo hacer es confesarle lo que verdaderamente siento; para que con pleno conocimiento de las circunstancias ella tome su decisión- yo jamás querría hacerte daño porque eres lo que más venero, lo que más quiero en este y en cualquier otro mundo... ¡Porque yo te amo!

Siguiendo a mi confidencia no hubo más que mutismo, afonía, el más perfecto, abrumador, lapidario, penetrante e hiriente silencio.

-¡Por Zeus Gabby, dime algo! -exclamé mientras continuaba llorando y extendía la mano para tratar de rozar su espalda, ante lo cual obtuve como consecuencia el que ella se desplazara para impedirme mantener el contacto de mis dedos con su piel desnuda-.

-¡Entiendo! -exclamé mientras me incorporaba- yo te entiendo Gabby, sé que te lastimé y no me refiero sólo a corporalmente, sé que las lesiones que te causé han lastimado tu esencia, tu pura y resplandeciente alma. Que he desmoralizado la imagen que tenías de mi persona en tu mente. Sí, soy una salvaje, un ser corrupto; es bueno que te hayas dado cuenta de ello, aunque hubiese preferido que no de este modo. Nos habríamos evitado mucho sufrimiento, te habrías ahorrado mucho sinsabor si yo hubiese sido más contundente, más inflexible en mi negativa a que me acompañaras. Pero te necesitaba, ¡por los dioses, no sabes cuanto necesitaba de esa inocente niña que me veía con idolatría, con devoción!, quería creer que yo era esa noble guerrera, ese ser humano digno de perdón y redención, por eso te dejé seguirme; porque jamás había necesitado de nadie como te necesitaba a ti... y como aún te necesito -pronuncié con lágrimas en los ojos al mismo tiempo que daba un postrero vistazo a la cama en la que permanecía mi compañera sin moverse en lo más mínimo. Apenas y se notaba la rítmica fluctuación de su pecho al inhalar y exhalar- mañana llegamos a Galia a primera hora, después de liberar a Ares cada quien puede tomar su camino, no pretendo seguirte lastimando, es lo que menos deseo Gabrielle, ahora sé que en realidad yo no soy tu camino, por mucho que tú si seas el mío.

Acto seguido salí del camarote y me senté en una silla justo en la proa del barco, di rienda suelta a mis amargas lágrimas, ahora ya no me importaba retenerlas, después de todo había perdido al ser más importante en mi vida, mi razón de ser, mi única amiga, mi alma gemela. Sostuve mi cabeza entre mis manos mientras sentía como las lágrimas corrían por mi rostro, una tras una corrían por mis mejillas, y continuaban su camino hasta estallar en el suelo en diminutas partículas. Un lamento que reverberó en todo el barco se escapó de mi garganta, tenía tanto desconsuelo, tanto temor como nunca en la vida había tenido. Me doblé por el inmenso dolor que se albergaba en mi ser. Con ambas palmas comencé a golpear mi frente y proferirme cuanto insulto conocía, mientras seguía llorando.

Fuertes gotas de lluvia comenzaron a azotar contra mi ya deplorable ser y sentí que sin duda los dioses encontraban muy divertida mi situación. No presté mucha atención y opté por comenzar a beber el oporto que transportaba en mi odre.

Una marca de vela después, me encontraba con el ánimo empobrecido y un enloquecedor sufrimiento que oprimía mi pecho. Me sentía zambullida en la peor de las zozobras, mi dolor era tal, que con gusto habría dado mi alma por ser yo quien ejecutara el castigo de Atlas a cambio de olvidar todo este temor y pesadumbre que emanaban de mi pecho. Continué bebiendo para calmar con alcohol las deflagraciones de angustia y desazón acumuladas en mi cuerpo; para encontrar en el fondo de mis odres la respuesta que remediara la difícil situación en la que me encontraba.

Posteriormente y cerca de tres odres de vino después, me vi impulsada por un repentino valor proveniente de la intoxicación que producía el alcohol en mi sangre.

-¿Es esto lo que querías Zeus?, ¿Soy lo suficientemente desdichada ahora?, ¿Puedo ser más patética?, ¿Soy un condenado juguete en su manos?... ja, ja, ja, la estúpida guerrera que creyó que podía cambiar su destino es muy graciosa ¿verdad, verdad? -grité furiosa mientras me sujetaba de la baranda del barco para posteriormente subir en ella- ¡Aquí estoy Poseidón, la guerrera que te ha retado, la mujerzuela que te ha desafiado está sobre tus aguas, si de verdad fueses un dios justiciero acabarías con mi vida ahora! -supliqué más que grité mientras cerraba los ojos aún trepada sobre el borde del navío. Las fuertes gotas continuaba cayendo, empapando mi cuerpo y fusionándose con mis lágrimas que no dejaban de presentarse-.

El mar embraveció sus aguas y el movimiento del barco se volvió enérgico. Sentí que me resbalaba y me preparé para la caída, sin embargo un fuerte brazo me sujetó e impidió que fuese a dar en las profundidades del que no hacía mucho había sido un tranquilo y sosegado mar azul.

-¡Suélteme! -exigí furiosa-.

-Tranquilícese, está usted muy alterada -indicó preocupado el joven marino que me sostenía por la cintura-.

-Sé perfectamente lo que hago, así que le exijo que retire su brazo de mi cuerpo en este preciso instante -exclamé molesta mientras golpeaba el brazo que me sostenía-.

-No, lo siento, pero no lo voy a hacer -indicó mientras tiraba de mi para subirme al barco- mi deber es ayudarla, aún contra su voluntad.

-Me importa un carajo su maldito deber, yo no tengo motivo para seguir viviendo -exclamé con la voz entrecortada pero aún así con un alto tono imperativo-.

-Por Zeus, es usted muy hermosa y aún es joven, tiene toda una vida por delante ¿cómo puede decir que no hay razón para que usted viva? -preguntó mientras me colocaba sobre el piso del barco-.

-¡Porque mi única razón para abrir los ojos día tras día me ha abandonado! -sollocé-.

-Tranquilícese, lo que necesita ahora es una manta, una taza caliente de infusión de Chin y un largo sueño -indicó sonriendo compasivo-.

Desdibuje esa maldita sonrisa de compasión de su rostro.

-Yo soy Xena, ¿Me oye?, Xena, la Destructora de Naciones... he acabado con aldeas enteras, ¿sabe lo que haría con un estúpido marino que intente vanagloriarse de que me salvó la vida?

-Seguramente moriría antes de ver mis ojos reflejados en su espada, lo sé, pero no en el estado en el que está ahora -exclamó divertido-.

-Aún en este estado puedo ser más peligrosa que tú y toda tu tripulación junta... ten eso en mente -sentencié furiosa mientras le aplicaba los puntos de presión en su cuello-.

El joven marinero cayó violentamente de rodillas mientras sus ojos delatan lo que era la señal inequívoca e inconfundible del pánico; al mismo tiempo que luchaba por introducir oxígeno en sus pulmones.

-¡He cortado el flujo de oxígeno a tu cerebro! -indiqué con una sonrisa triunfal e irónica mientras me inclinaba a su altura- comprenderás cuan peligrosa puede ser esta irrisoria beoda... ¿verdad muchachito? -cuestioné con mofa mientras me ponía en cuclillas frente a el y golpeaba con el dedo índice su nariz-.

-¡E-entiendo! -exclamó atemorizado mientras pronunciaba queda pero apresuradamente estas palabras-.

-¡Bien! -sonreí justo antes de volver a aplicar los puntos de presión sobre su cuello. Inmediatamente después el chico se llevó ambas manos hasta la garganta para sobarse- eso es sólo una muestra de que tan peligrosa puedo ser -indiqué alejándome de él-.

*****

¿Qué más podría pasarme?, no era posible creer que apenas hacía unas cuantas horas había tenido todo y de la misma forma lo había perdido todo en tan solo cuestión de minutos. Ella, la razón de mi cambio tan radical, mis ganas de luchar para ser una mejor persona; me había dado el mejor regalo que nadie jamás me dio. Más que su cuerpo me regalaba su amor y yo no supe controlarme, no supe darle todo el amor y toda la ternura que ella necesitaba y merecía -me sanciono mentalmente mientras deambulo de un lado a otro de la embarcación-.

Los primeros rayos de luz comienzan a aparecer por el horizonte, dando paso a un nuevo día, la presencia de gaviotas cerca de la embarcación me indican que la tierra firme está cerca, y de la misma forma nuestra separación inminente.

Mis ojos se encuentran enrojecidos e hinchados, me duelen las piernas y mis pies piden tregua, sin embargo no tengo ganas de detenerme, pareciera que el mantenerme en movimiento me salvara de pensar en cuan desafortunado me pintaba el futuro.

-Buenos días -sonríe tímidamente un marinero que se acerca a mi-.

Volteo a verlo fijamente y momentos después, sin responder continúo mi incesante caminata de un lado a otro.

-Quería informarle que llegaremos a tierra firme dentro de dos marcas de vela -señala apocadamente antes de alejarse-.

¡Dos marcas, dos marcas es todo el tiempo que me queda junto a ella antes de enfrentar mi destino y afrontar las consecuencias tan brutales de mi terrible equivocación!

*****

Ha amanecido, los rayos de luz se filtran por la pequeña oquedad que hace de ventanilla en mi camarote, estiro los pies y una punzada de dolor recorre todo mi cuerpo, volteo por instinto a la cama del otro lado de la habitación y noto que está vacía y aún tendida. No puedo evitar el preguntarme si ella no ha dormido. Me preocupa mucho lo que pueda... ¿pero qué es lo que sucede conmigo?, ella fue la que me lastimó, ¿y yo me preocupo por ella, por cómo pueda estar sintiéndose? Al demonio todo, es obvio que para ella no fui mas que otra más de sus conquistas, una noche de satisfacción a sus instintos, no fui más que sexo... sin embargo me preocupa mucho... sus palabras, ¿será cierto que me ama?, tal vez debí permitirle explicarse, pero es que estaba tan lastimada, tan herida, simplemente no la quería cerca de mi. Pero no puedo evitar pensar en lo que me dijo, parecía muy apesadumbrada, tan afligida, todo lo que expresó me hace pensar que podría llevar a cabo un acto muy drástico y desesperado... ¿Y si?... no, no sería capaz... ¿Oh sí?

Rápidamente tomo mi ropa del suelo y me visto tan apresuradamente como me es posible, finalmente salgo corriendo del camarote...

Ahí está ella, recargada en la barandilla del barco mientras sus ojos miran fijamente hacia el mar. Su cabello está desordenado al igual que su ropa y su postura es pesada, tensa, quisiera...

-Disculpe -señala un joven a mi espalda-.

-¿Sí? -pregunto desviando mi mirada de ella para dirigirla al joven-.

-El desayuno está siendo servido en este instante, me preguntaba si ustedes van a desayunar -señala amablemente-.

-Muchas gracias, enseguida vamos -sonreí al chico, quien se alejó y dirigí de nueva cuenta mi mirada hacia la barandilla... pero ella ya no estaba ahí-.

Quiero hablar con ella, en verdad necesito escuchar su explicación porque de ello depende mi futuro, necesito entender por que sucedió todo, tal vez... tal vez pueda aclarar todo... francamente no deseo dejarla, yo sabía como era ella, yo sabía de su lado oscuro y eso no me importó, siempre supe que no me lastimaría, no de manera intencional; incluso cuando al tergiversarse los universos existentes resultó ser la cruel conquistadora de todo el mundo conocido y destrozó mis piernas, aún así la amaba con toda el alma y la perdoné porque supe que no era ella del todo y que siempre saldría a relucir su ser bueno, la Xena noble, la brava e indulgente guerrera de la que me enamoré desde el primer instante en que le vi.

Oigo un ruido a lo lejos y la veo sujetando firmemente del cuello de un marino mientras lo levanta del suelo.

Esa es la Xena somnolienta y cansada que conozco -reflexiono mientras camino hasta ellos-.

-¡La próxima vez que desees agarrarle el trasero a alguien lo pensarás dos veces! -exclama azotándolo contra una pared de la embarcación mientras lo observa fijamente a los ojos con su gélida mirada-.

-¡Xena, bájalo! -exclamo divertida mientras coloco una mano sobre su hombro izquierdo-.

Inmediatamente lo suelta, haciendo que el chico caiga súbitamente de bruces contra el suelo, entonces voltea a verme consternada.

-¡Gab, yo!... -solloza cuando las lágrimas comienzan a brotar de la inmensidad azul de sus ojos y roza su rostro contra mi mano-.

-Shhh, hablaremos de ello -sonrío enternecida ante su desesperación, me recuerda una niña perdida y necesitada-.

*****

-Primero que nada Xena -exclamo sentada a la mesa, mientras me es servido el desayuno que parece ser pescado hervido acompañado de salsa de oporto con algunas bayas- quiero que sepas que...

-Lo sé Gab -exclamó agachando la mirada-.

-¿Me quieres dejar hablar antes de decirme que lo sabes? -cuestioné tomando un poco de vino con especias y miel-.

Ella simplemente asintió sin levantar la mirada.

-¡Xena, Xena mírame! -indiqué sujetando su mentón para elevar su rostro- ayer, ayer me lastimaste mucho Xena, no me refiero a, ¡a ya sabes qué! -sonreí y ella expresó una afligida y avergonzada sonrisa- yo confié en ti Xena, no sé por que pensé que serías, ¿cómo decirlo?, tierna, delicada... ¡Mi error! -exclamo sonriendo- debí suponer que una apasionada guerrera sería apasionada en todo...

-Yo...

-Espera, aún no termino -indiqué apresurando otro bocado de pescado- honestamente voy a decirte esto, jamás había estado con nadie, supongo que te diste cuenta anoche... en fin, supuse que esto iba a ser doloroso...

-¡Pero es que no debía ser así! -exclamó dejando caer de nueva cuenta su mirada-.

-¿Es cierto todo lo que me dijiste anoche? -cuestioné tomando su mano entre las mías-.

Asintió aún sin levantar la vista.

-¡Xena, mírame por favor! -supliqué quedamente-.

Elevó su hermosa mirada empañada por las lágrimas contenidas.

-Sí Gab, yo te amo, te amo como no he amado a nadie en este ni en ningún otro universo, todos los caminos de esta y cualquier otra vida me llevan a ti... Y yo, yo debí ser más delicada, más tierna contigo, pero es que, ¡despiertas tantos sentimientos en mi, tanta pasión como jamás antes había sentido por más nadie!...

-¿Más pasión que Cleopatra o Lao Ma? -cuestioné con una sonrisa tonta en el rostro mientras acariciaba el suyo-.

-¡Más que las dos juntas! -exclamó con una sonrisa típica en ella besando la mano con que le acariciaba- y, y simplemente no pude contener todos esos sentimientos, créeme que quería ser diferente, quería que tu primera vez fuera especial y lo arruiné todo...

-¡Bueno, siempre queda la segunda y tercera vez! -exclamé mientras tomaba su mano y la dirigía a mis labios para depositar sobre esta un beso- te amo Xena -sonreí ante su cara de incredulidad-.

-¿Cómo?...

-¿Cómo puedo amarte después de lo de anoche? -completé su pregunta-.

Simplemente movió la cabeza en señal de asentimiento.

-Xena, ¿no has aprendido nada?... no vas a deshacerte tan fácilmente de mi, ni siquiera cuando ordenaste que me rompieran las piernas dejé de amarte, inclusive cuando dispusiste que me clavaran en la cruz te seguía amando ¿por qué dejaría amarte por lo de anoche?

-Pues porque eso es diferente... el dolor...

-¡Créeme que duele muchísimo más tener las piernas rotas y estar clavada en una cruz con esos horribles pedazos de hierro perforando tus pies y manos, mientras sientes como se desgarran por el peso de tu cuerpo, a lo de anoche! -sonreí haciéndola sonreír a ella-.

-¡Lo lamento tanto Gab! -señala besando mi mano-.

-Todos cometemos errores y todos tenemos derecho a una segunda oportunidad.

Justo cuando Xena iba a contestarme algo se oyó un grito a lo lejos.

-¡Tierra, tierra! -se oyó el grito ahora más claro del marino-.

Ambas nos levantamos para dirigirnos a donde provenían los gritos.

-¡Esto no ha terminado!, -exclamé tirando de su mano para que me viera- en cuanto rescatemos al patán ese, volveremos a nuestra conversación y tendrás que resarcir el daño, esforzándote más esta vez... y por favor, se más delicada -exclamé justo antes de devorar sus labios con los míos-.

*****

-¿Te sientes bien? -preguntó con ironía la sacerdotisa arrodillada junto al Dios de la Guerra-.

-E-eres una zorra -exclamó débilmente el dios justo antes de escupir su rostro con las pocas fuerzas que le quedaban-.

-¡Eres una basura, eres patético, una porquería! -gritó molesta la sacerdotisa mientras se limpiaba asqueada la saliva del dios-.

-H-hoy, hoy vas a morir maldita y yo, estaré regocijándome de ello en el Olimpo -exclamó el dios luciendo una sonrisa en su adolorido rostro-.

-¿Sí?, pues francamente quien está muriendo en estos instantes es otro, no creo que la situación cambie tan radicalmente... en cuestión de dos marcas de vela estarás muerto -indicó la sacerdotisa con una sonrisa triunfal mientras restaba importancia a las palabras del dios-.

-¡E-ella, ella está aquí, yo lo sé, puedo sentir su presencia -indicó pausadamente entre gemidos de dolor, pero su sonrisa parecía renuente a desaparecer-.

-¿Quién está aquí? -gritó la sacerdotisa luciendo repentinamente preocupada tomando del cuello al dios-.

-X-Xena, te dije, te dije -un repentino ataque de tos se apoderó de el-.

-¡Habla basura! -gritó la sacerdotisa dejándolo caer, para después patear su abdomen-.

-T-t... te dije que e, ella y su bardo vendrían a rescatarme -indicó sonriendo mientras se limpiaba sangre de la boca- ¿sangre?, ¿sangre? -rió casi histérico antes de perderse en la inconciencia-.

Continuará...

*************************
Notas:
(1) Musa de la Poesía Sagrada, nacida de la unión de Zeus con la titánide Mnemosin.
(2) Hace referencia a la leyenda que dice que Afrodita nació de los órganos de Urano y la espuma del mar.


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