Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

ADVERTENCIA: Esta historia fue escrita para uso y disfrute de quien la quiera leer. Es una historia sacada de mi mente, por esto mismo la historia es mía y queda prohibida su reproducción parcial o total sin mi permiso.

Para críticas instructivas o intercambio de opiniones, escribidme a:
lady_bardo@hotmail.com


EL RELOJ

Lady_Bardo

Séptima parte

Gabrielle se dedicaba a escribir frenéticamente trozos de pergamino. Se había sentado tras la prisión y acomodada en una dura piedra se dedicaba a recortar uno de sus pergaminos en blanco y escribir en ellos notas de aviso. Tenía poco tiempo para distraer a los guardias y necesitaba tener avisados a los presos para que reaccionaran rápidamente. Así que redactaba pequeñas frases para cada una de las celdas, explicando rápidamente lo que pretendía que hicieran.

Cuando terminó, recogió cada cacho y los dobló lo suficiente como para esconderlos hasta entregárselos a los presos y lo suficiente grandes para que estos los vieran. Había terminado de escondérselos cuando llegaba a las puertas de la prisión. Anduvo hasta la puerta, fijándose en los guardias y calculando cuantos habría.

"Buenos días" musitó Gabrielle con tono sumiso.

"¿Qué quieres?" preguntó uno de ellos tapándole la entrada del edificio.

"Espera, es la esclava personal de la noble romana" recordó uno de ellos. "¿Quién te manda? ¿Qué quieres?"

"Es mi señora. Perdió un colgante muy querido durante la visita por vuestra ciudad. Ella supone que estará en la prisión y que alguno de los presos pudo verlo y apropiarse de él."

"Es muy probable. Tenemos las celdas llenas de alimañas. Acompáñanos" le ordenó a la bardo mientras él y dos guardias más entraban dejando a un cuatro solo en la puerta.

*****

Mientras tanto, Xena procuraba seguir el plan al tiempo que evitaba lo mas posible a su pegajoso pretendiente. Se encontraban recostados sobre dos cómodas butacas, hablando de cosas triviales, pero sin rastro del reloj.

"¿A qué estamos esperando?" siseó Xena con tono meloso. Le crispaba aquel hombre y esa situación, quería patear su culo, pero por el contrario tenia que besárselo. Definitivamente deseaba acabar con aquella situación.

"¿Qué quieres decir?" disimuló Kambara.

"Qué que ocurre con el reloj."

"¿Realmente te preocupa eso ahora?"

"¿El que sino me iba a preocupar?"

"No se, tu, yo, a solas... ¿para que pensar ahora en el reloj?"

"No me gusta mezclar negocios con placer" musitó Xena, observando la cara de terror de su anfitrión. "Así que habrá que zanjar todos tus asuntos con Cesar, antes de que pase lo que tanto deseamos ambos" concluyó viendo como el dictador recuperaba la sonrisa libidinosa.

"Entonces ordenaré que lo traigan ya" respondió sumiso, mientras corría a hablar con los soldados que se encontraban fuera, junto a la puerta del dormitorio de Xena. "Tardaran al menos media hora" anunció mientras volvía a la butaca.

"¿Por qué tanto?" preguntó Xena mientras calculaba si eso complicaría el plan.

"Porque mantengo el reloj escondido bajo severas medidas de seguridad y protegido por veinte hombres que no se despegan de él. Así que mientras lo sacan y llegan hasta aquí, tardaran."

"Oh, que tedioso" exclamó Xena fingiendo aburrida superioridad.

"Bueno, ¿por donde íbamos?" preguntó de nuevo reclinado en su asiento y mirando a Xena con deseo.

"Hablábamos de ti, de mi... y de Roma" respondió Xena con cortés desinterés.

*****

Gabrielle recorría la prisión tras los guardias a paso lento. Cualquiera podía pensar que se trataba de una modosita criada que andaba tímidamente, pero las apariencias engañaban. La bardo lanzaba sus cachos de pergamino con un sutil movimiento de muñeca, dentro de cada celda. Mientras pasaba delante de cada grupo de presos los miraba de reojo. Observó la sorpresa de ellos cuando tiró el primero de los papeles, pero tras el tercero, parecía que empezaban a entender que algo ocurría y todos esperaban ansiosos el trozo de pergamino. Antes de alcanzar el final del pasillo y por lo tanto la puerta que escondía a los secuestrados, quedaban dos celdas. Gabrielle repartió con cuidado los últimos cachos y se colocó junto a los guardias, antes de que uno de ellos se dirigiese a los presos:

"¡Basura! Escuchadme atentamente porque no pienso volver a repetirlo. Quiero el colgante de la noble romana. Como no aparezca ¡YA!, registraremos celda por celda. La afortunada que tenga la joya estará una semana sin comida. ¡¡¡Sin contar con lo que le ocurrirá al ladrón!!!" terminó de gritar, cuando toda la muchedumbre comenzó a abuchearles, gruñirles e insultarles. Mientras todos los guardias acallaban a los presos golpeando con fuerza las rejas, Gabrielle aprovechó la confusión para buscar las llaves de las celdas. Estaban colgadas despreocupadamente en la pared, al fondo del pasillo. Mientras se hacia con ellas y pensaba que aquello había sido demasiado fácil, algo se trastocó:

"¡Eh, guardias!!" gritó uno de los presos. Intentaba acercarse a las rejas de su celda, pero parecía que sus compañeros intentaban retenerle.

"¡Dejarle!" ordenó el líder de los guardias. "¿Lo tienes tú?"

"No, y no creo que nadie se dejara aquí ningún colgante. Ni creo que esa mujer sea una criada. Esta tramando algo."

Todos los guardias se giraron hacia Gabrielle, pero la bardo además de haber escondido las llaves, agachaba la cabeza y miraba al suelo tímidamente, antes de decir:

"Él tiene el colgante. Intenta inventarse una excusa para evitar el castigo."

Los guardias se miraban entre si, como debatiendo en silencio a quien creer. Pareció que finalmente el testimonio de una bella criada, ganó al de un simple preso y se lanzaron al unísono contra su celda, pero antes de poder abrir, el delator gritó.

"¡¡¡Esperar!!!" temeroso les tendió el trozo de pergamino.

Todos los demás presos le miraban con odio y ganas de quitarle el papel, pero ninguno se movió. Uno de los guardias se hizo con el cacho de pergamino y lo abrió para leerlo en voz alta:

"Abriré la celda en cuanto tenga las llaves. Esperad mi señal y salir. Eso es lo que pone"

"¡¿Qué tienes que decir?!" preguntó el jefe mientras todos se giraban a mirar a la bardo.

En ese momento Gabrielle abría silenciosa pero apresuradamente una de las puertas. Al comprobar que acababan de descubrirla se encogió de hombros y sonrió inocentemente.

"<<Hmmm....>> ¿sorpresa?" musitó mientras seguía intentando abrir la primera cerradura. Todos los guardias se lanzaron contra ella.

Continuará...


Indice Fan Fiction

Página Principal