Con toda justicia se les considera entre los fundadores de la Iglesia Mexicana, por el hecho de haber desarrollado su actividad apostólica en tierras vírgenes en donde destacaron, inmediatamente, por su arte de fundar pueblos, civilizarlos y administrarlos. A la orden se le asignaron territorios especìficos para su trabajo evangelizador: al sur, los hoy estados de: Morelos, Guerrero y Puebla; al norte, entre los indios Otomis de Hidalgo; al oeste, la regiòn de Michoacán entre los Tarascos. De manera protagónica, a ellos tocaría participar en la ruta comercial mas importante con el extremo Oriente (Nao China), en la época de la Colonia. El deseo de llegar a los indígenas en su propia lengua, exigió a los Agustinos asimilar suficientemente sus dialectos. Necesidad que les llevó a confeccionar, muy pronto, un plan catequístico bien definido y apropiado, según las regiones de su actividad apostólica, fundamentando y centralizando toda esta labor misionera, en la dimensión Cristológica del Evangelio.
Esta interiorización espiritual se sigue manifestando de muchas maneras, de modo particular, en las peregrinaciones piadosas y constantes al Santuario de Chalma. Abiertamente defendieron a los Naturales en cuanto a pagos de diezmos y, a diferencia de otras Ordenes Religiosas, serían los Agustinos quienes no tuvieron reticencias en acercarles al sacramento de la Penitencia. Siendo igualmente los Agustinos los primeros en impartirles la recepción de la Eucaristía. Como religiosos de vida observante, al mismo tiempo que edificaban al pueblo con sus grandes penitencias; no menor fue la creatividad que tuvieron para la construcción de sus conventos, prototipos todos ellos de los diversos estilos arquitectónicos empleados en estas Nuevas Tierras. Sobresaliente fue su actuación de estos hijos de San Agustín en el panorama intelectual de la naciente sociedad Novohispana, tanto en los estudios Mayores para sus formandos y aún para sus feligreses, como en la decisiva actuación que tuvieron en la fundación de la Universidad Pontificia de México.
El progreso y la expansión que desde sus mismos orígenes tuvo esta grandiosa Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de México (1568 año de su fundación), nos lo confirman las Venerables Provincias Agustinianas de Filipinas y Michoacán, salidas, ambas, de su maternal seno. Estas y muchas otras singulares y destacadas actuaciones, hicieron de los Agustinos punteros ilustres de la Nueva España, desde el siglo XVI al XIX