El mito griego
Las versiones
griegas cuentan que Hades, dios que rige en el Tártaro o Mundo de
los Muertos secuestra a Core-Perséfone, la hija primaveral de Démeter
cuando ella recogía flores en los campos acompañada de un
cortejo de ninfas para hacerla su esposa a la fuerza.
En los relatos
se destaca el dolor de Démeter, la diosa de la fértil Tierra
ante la desesperación de su hija y su búsqueda desesperada.
Ella abandona el Olimpo, la sede de los dioses y comienza a buscar a Core
durante nueve días y noches, sin beber ni comer. En su peregrinaje
la acompaña Hécate, la diosa de las Encrucijadas (o Anciana
Sabia que con la Doncella y la Madre forma la Triple Diosa pre-patriarcal).
Démeter se viste de negro en señal de duelo, transformando
su belleza y esplendor divino en la imagen de una madre humana angustiada.
En su peregrinaje
llega a la casa de la reina Metanira en Eleusis y es tomada como nodriza
Demofonte, hijo menor de la reina. En agradecimiento por la hospitalidad
Démeter decide convertir al niño en inmortal colocándolo
en el fuego sagrado. Pero la reina asustada interrumpe el proceso y la
Diosa revela su verdadera identidad dando indicaciones para que se construya
su templo en Eleusis donde se llevarán a cabo sus misterios sagrados.
Además, entrega a Triptólemo, otro hijo de la reina, un carro
tirado por serpientes y las semillas para que difunda uno de sus mayores
dones: la agricultura. El joven príncipe había informado
a Démeter sobre el rapto de Core presenciado por sus hermanos que
vieron cómo se abría la tierra para que entrara un carro
tirado por corceles negros. El rostro del conductor era invisible y con
el brazo derecho sujetaba fuertemente a una muchacha que gritaba.
Con esa información,
Démeter y Hécate van ante Helios, el dios sol “que todo lo
ve” para que admita ante ellas quién es el raptor. Helios confirma
la sospecha de Démeter: Hades, el hermano de Zeus es el secuestrador
de Core.
Démeter
está tan indignada que deja de sustentar la vida, impidiendo que
florezca sobre la tierra.
Zeus envía
regalos y mensajes a Démeter para que deponga su actitud y acepte
los hechos, es decir su voluntad y la de su hermano. Pero ella responde
que la tierra seguirá estéril hasta que Core sea devuelta.
Entonces Zeus ordena a su hermano que devuelva a Core, diciéndole
que si no lo hacía “todos estaremos acabados”. También le
respondió a Démeter que su hija sería restituida siempre
y cuando no haya probado la comida de los muertos.
Mientras
tanto, en el Tártaro, Core llora continuamente, negándose
a comer o beber los manjares que Hades le ofrece. Ocultando su bronca por
la noticia recibida de su hermano, Hades se acerca a Core y le comunica
que él la dejará en libertad porque ve que es desdichada
y su madre llora por ella. Entonces Core deja de llorar y acepta las semillas
de una granada que Hades le ofrece. Finalmente, en Eleusis, Démeter
se reencuentra con su hija abrazándola llena de alegría.
Pero un testigo informa sobre la granada y Démeter se sintió
muy desalentada al saber que Core había comido en el mundo de los
muertos quedando así vinculada a Hades. Entonces dijo: “No volveré
al Olimpo ni anularé mi maldición sobre la tierra”.
Desesperado
Zeus instó a Rea, madre de Hades, Démeter, Zeus y demás
dioses olímpicos, para que suplique a Démeter no cumplir
su amenaza. Al final se llega a un acuerdo: Core-Perséfone pasará
tres meses con Hades en el Tártaro y el resto del año con
Démeter sobre la faz de la tierra. Hécate se encargará
personalmente de la protección de Core ofreciéndose como
garante para hacer que el pacto se cumpla.
Alteraciones
al mito original
Mucho antes
que Hades, Core con el nombre de Perséfone era la Reina de los Muertos
cuyo fruto sagrado de vida era la granada. Junto a Hera, la Reina del Cielo
y Démeter, la Madre Tierra, Perséfone formaba parte de una
tríada divina femenina muy antigua conocida con distintos nombres
y atributos en la Europa Antigua y Medio Oriente. El rapto de Core al igual
que el matrimonio forzado de Hera con Zeus y la violación de Poseidón
a Démeter son evidencias de los acontecimientos históricos
antes mencionados documentado por la arqueología moderna.
En los tiempos
helenos cuando el mito es redactado, las diosas de la tierra y de
la sabiduría femenina habían perdido su estatus anterior
subordinadas a los héroes y dioses, “esos bárbaros marimachos”,
según el historiador Arnold Toynbee, que tanto desagradaban a los
filósofos griegos de la época clásica. Si bien los
filósofos comenzaron a tratar la cuestión sagrada en términos
abstractos sin prefigurar diosas y dioses, conservaron algunos prejuicios
de los nómades indoeuropeos sobre la mujer y lo femenino.
En la cultura
helena los Misterios de Eleusis eran practicados por ambos sexos y por
todas las clases sociales a excepción de los homicidas. Las mujeres
conservaron algunos ritos femeninos pre-patriarcales como la Tesmoforia
en un marco de creciente subordinación de la mujer al varón.
Por ejemplo, en las ciudades-estados la mujer no podía votar ni
poseer bienes y sus matrimonios eran concertados entre el padre y el novio.
Por su parte, las hetairas y cortesanas -antiguas sacerdotisas orgiásticas
de la Diosa- conservaron cierta libertad y autonomía interviniendo
en la vida intelectual y política de los varones con sus habilidades
eróticas-poéticas. Aspasia, una cortesana fue la amante y
compañera intelectual de Pericles, y Diótima fue para Sócrates
la sacerdotisa que le enseñó la filosofía del amor
en “El Banquete” de Platón. Sin embargo, tanto Pericles, Platón
y otros pensadores consideraron a la mujer como inferior al varón
cuya única función era engendrar hijos en el cerrado ámbito
del gineceo.
La amenaza
de Démeter de dejar la tierra yerta e infertil hasta que su hija
le fuera devuelta del Tártaro donde Hades la tiene secuestrada,
revela el antiguo poder de la Gran Diosa como gobernante y legisladora
de las leyes ecológicas y éticas. Pero la treta de la granada
y los tres meses que Core-Perséfone debe permanecer en el Mundo
de los Muertos como esposa de Hades es una metáfora patriarcal para
que sea aceptada la supremacía de los dioses masculinos.
Los dioses
y héroes invasores, además de someter a Démeter y
Perséfone, persiguen, violan o matan a otras manifestaciones de
lo divino femenino encarnado en ninfas, serpientes sagradas y sacerdotisas.
En este sentido, los mitos griegos sirvieron para crear en la conciencia
femenina la dependencia al varón y atemorizar a las mujeres con
la violencia o la violación para que dejaran de actuar libremente
como sucedía en época de la Diosa pre-patriarcal y así
afirmar el dominio masculino en lo sagrado como en lo cotidiano. Por eso,
para comprender la importancia de este mito de transformación cíclica
necesitamos recuperar su visión original para percibir los valores
que el mito puede aportar.
La Gran Diosa
Para la arqueóloga
Marija Gimbutas -que excavó poblados agrícolas en Europa
del Este con una antigüedad de 7000 y 8000 años- las diosas
del tipo de Démeter representan a la Dadora de Vida y Dispensadora
de la Muerte cíclica. Ella es útero y tumba similar a la
Pachamama de los indígenas latinoamericanos. Y su hija Perséfone
es la Doncella del Renacimiento y la Regeneración identificada con
la luna, la primavera, las serpientes y el Mundo Subterráneo.
Esta Gran
Diosa, desdoblada en dos o tres aspectos, representa el poder sustentador
de la vida presente en las fuerzas y energías de la tierra, con
sus florecimientos y repliegues estacionales que influían
en la vida de las personas y en sus formas culturales. Los pueblos agrícolas
veneraban estos arquetipos sagrados femeninos para obtener alimento, salud
y bienestar sabiendo que Démeter-Perséfone era su fuente
de origen, la Diosa de los comienzos o Diosa de la Creación que
periódicamente volvía a recrear el mundo manifestando la
abundancia de los comienzos en cada primavera y en cada cosecha.
A pesar de
las distorsiones helenas, en la mitología griega hay una línea
continua que va desde Eurínome -la creadora pelasga- a través
de Gea y Rea, abuela y madre de Démeter, que persiste en Perséfone
como diosa de la Vida y de la Muerte cíclica. En Perséfone
tenemos a la ancestral diosa que desciende al Mundo Subterráneo
actuando como redentora o resurrectora; un rol mítico también
característico en Inanna, Ishtar e Isis. La Gran Diosa engendra
no solo hijas divinas sino también hijos y amantes - consortes identificados
con el potencial de la vegetación, el cereal y el renacimiento cíclico.
Dentro de los Misterios de Eleusis está el culto de Dioniso, dios
de los nuevos brotes y arquetipo masculino, y el de Adonis como amante
de Perséfone - Afrodita para celebrar el “hierosgamos” la unión
sexual sagrada de la pareja divina.
Rastros del
mito original
Como Diosa
Madre, Démeter engendra a su Hija junto con la creación simbolizada
en la primavera y la agricultura. Ambas viven juntas poniendo en marcha
los ciclos de vida cósmica, vegetal, animal, humana. La Hija recibe
las iniciaciones de la Madre para que colme de poder y sabiduría
esos ciclos, ejerciendo como protectora de las leyes de la Diosa Madre.
A medida que crece y madura, la Hija comienza a alejarse de la Madre. Recorre
distintos lugares animando la creación y por donde ella camina todo
crece y florece.
Un día
escucha unos lamentos que provienen del fondo de una cueva. Entonces la
Hija enciende una antorcha y desciende al Mundo Subterráneo de los
Muertos. Cuando éstos ven la luz dejan de gemir y se alegran
con la presencia de la joven diosa. Como Perséfone es la Diosa de
la Vida y la Regeneración, los muertos encuentran en ella una esperanza
de renacimiento. Ella se queda a vivir con los muertos siendo su Reina-sacerdotisa
ofreciéndoles el fruto del Árbol de la Vida: la granada.
Su estancia en este ámbito trae el otoño y comienzan
los repliegues cíclicos permitiendo a la naturaleza y a los seres
vivientes despojarse de lo viejo en espera de lo nuevo. Un proceso también
vivido por las almas de los muertos a las cuales Perséfone está
iniciando para su ingreso en otra forma de vida.
Después
de educar, iniciar e impulsar a la Hija, Démeter se repliega ante
su ausencia asumiendo su faz de Hécate, diosa otoñal
e invernal de la tierra y de las encrucijadas. En este sentido, ella no
es una madre desesperada ni una mujer atormentada por la pérdida
sino una Anciana Sabia oculta en las raíces y las hierbas curativas,
debajo de la tierra y dentro de las cuevas donde la vida se refugia hasta
que el ciclo de vida se complete.
Este retraimiento
de la Madre, más el descenso de la Hija al Mundo de los Muertos,
manifiestan a la “Tomadora de Todo”, la dispensadora de una “muerte temporal”,
resguardando en lo profundo de su ser divino y de cada ser vivo
la llama de la vida en estado de latencia y espectación. El grano
de cereal aventado y almacenado en las vasijas del templo de la Diosa
agrícola también era un “muerto durmiente” en espera de su
futura resurrección en la nueva planta.
Cuando los
habitantes de la cultura agrícola de la Diosa sembraban enterrando
esas diminutas semillas secas e inertes, éstas seguían la
simbólica del invierno y de la muerte cíclica. Las semillas
debían ser sepultadas en el útero-tumba a la espera del milagro
que las convertía en una potente fuente de alimento y prosperidad.
La siembra y el invierno a su vez recordaban la gestación uterina
cuando la sangre menstrual de la mujer fluía hacia adentro para
alimentar el feto que crecía en las penumbras de su cuerpo.
Con el retorno
de la primavera cuando la Hija emerge del Mundo Subterráneo, la
Madre vuelve a poblar el mundo y la vida durmiente nace sobre la tierra:
las hembras paren, las plantas florecen y los árboles dan sus frutos.
Los humanos participan de este retorno primaveral expresando sentimientos
de amor amistad y solidaridad. Realizan alegres danzas; celebran ritos
de iniciación de las nuevas generaciones de jóvenes y la
vida de la comunidad como la de la naturaleza, se renueva. Hay festejos
y esperanzas compartidas.
No es difícil
imaginar a las jóvenes de las comunidades agrícolas celebrar
la primavera adornadas con coronas de flores participando de iniciaciones
femeninas identificándose con la joven Core y la amante Perséfone.
Y a los jóvenes celebrando sus iniciaciones del Dios Verde de la
vegetación: el joven Adonis y el excitante Dionisio. En este
contexto las jóvenes no corrían riesgo de ser raptadas, violadas,
ni degradadas. Al encarnar el aspecto de Core eran altamente respetadas
y disponían de su sexualidad celebrando uniones libres con sus compañeros
en los campos y los bosques.
El mito ancestral
de transformación cíclica de Inanna y Dumuzi, Ishtar y Tamuz,
Isis y Osiris como así también los cultos del folklore pagano
europeo estudiado por Sir James Frazer en “La Rama Dorada” siguen el mismo
patrón arquetípico de Démeter y Perséfone.
Por su parte, los evangelistas rodearon la figura de Jesús con las
metáforas sagradas del mito matrístico para predicar la muerte
y resurrección de hijo divino identificado con el grano de trigo
y así difundir una nueva religión sin la Diosa Madre.
El mito en
nuestros días
Uno podría
preguntarse por qué los occidentales hemos sido tan sensibles al
mito de la madre doliente que llora a su hija, hijo o consorte que desaparece
o muere violentamente. Por qué el símbolo tardío de
la Virgen María frente a su hijo crucificado sigue resonando en
la conciencia de las personas. Posiblemente porque el mito griego y el
cristiano exaltan la muerte injusta y el dolor materno como arquetipo de
amor sublime y abnegado.
La muerte
injusta y el dolor materno implícitamente nos hablan sobre la vigencia
de sistemas de dominación que victimizan a madres, hijas e hijos
en la historia de Occidente. Las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo reclamando
por sus familiares desaparecidos y las Marchas de Silencio en Catamarca
encabezada por la madre de María Soledad y la hermana Pelloni (todas
encarnando el arquetipo Démeter y Hécate) por ejemplo, reactualizaron
el mito griego de Démeter y Perséfone, como así también
lo siguen haciendo las periódicas violaciones, acosos sexuales y
asesinatos “pasionales” que sufren las mujeres en nuestra sociedad.
Pero el significado
ancestral del mito de Démeter-Perséfone no está en
el dolor y el desgarro. Tampoco en la muerte injusta y el rapto violento
como símbolo para expresar los repliegues en la naturaleza o la
muerte del humano. El significado ancestral más bien se refiere
a una concepción sagrada donde vida-muerte conforman parte de un
mismo proceso. Ambos no están dualizados y no funcionan como opuestos
irreconciliables. La muerte natural como la vida es una experiencia de
transformación, iluminación y maduración que abarca
dimensiones espirituales, psicológicas y culturales de las personas.
En este sentido, la interrelación e interconexión de las
diferentes formas de vida es un tema central en este mito matrístico
agrícola. Así, la Diosa Madre agrícola no sólo
debe apreciarse como una productora de alimentos. El arquetipo expresa
los métodos de subsistencia más inteligentes y benéficos
para las especies y para la comunidad humana.
En esta concepción
ancestral también se tenía en cuenta la existencia de situaciones
injustas que podían surgir en el seno de la comunidad. En su cualidad
de Madre, la Diosa ejercía como legisladora y patrona de la justicia,
indicándonos que las mujeres y varones agrícolas poseían
normas y procedimientos para juzgar a los transgresores de la ley. Temis
y Atenea, por ejemplo, tenían a su cargo administrar justicia ya
sea desde el templo o el tribunal.
Es posible
que el mito pre-patriarcal de Démeter-Perséfone aún
sea una cuenta pendiente, una experiencia existencial poco transitada en
toda su dimensión. Algunas personas presienten la necesidad de este
mito ante la acelerada destrucción ecológica y en el dominio
de los recursos naturales por unos pocos “Hades” de la economía
mundial. No pocas personas sienten que la vida en las grandes ciudades
las ha desconectado de la naturaleza y de los ciclos que la mente, el cuerpo
y el espíritu necesitan para vivir en armonía y plenitud.
La pobreza
que afecta a millones de personas sucede como un largo e interminable invierno
decretado no por Madre Tierra a la cual no se tiene acceso sino por los
“Zeus” que detentan poder sobre otros.
Con todo,
mujeres y varones en distintos ámbitos están recuperando
algo de la cualidad de las diosas gemelas y de sus hijos-consortes
cuando buscan soluciones y alternativas al repetido rapto de la vida y
la esterilidad provocada por la mentalidad patriarcal. Las mujeres, particularmente,
con el desarrollo de la Conciencia Femenina sagrada están devolviéndonos
los rostros originales de la Diosa ancestral influyendo en las formas culturales
de vinculación con la naturaleza y entre los humanos.
Los mitos
son muy persistentes, decía Mircea Eliade, porque contienen modos
de ser y actuar que son relevantes para las personas. Al estar encarnados
en diosas y dioses, animales o plantas sagrados, los mitos pre-patriarcales
y sus símbolos arquetípicos comunican una historia de los
tiempos primordiales que pueden iluminar las búsquedas del presente.
Muchos mitos y arquetipos como el de Démeter-Perséfone siguen
latentes en el inconsciente colectivo y a veces saltan a la conciencia
de las personas en momentos de crisis y de cambio.
Analía Bernardo *
* Investiga
mitos y tradiciones ancestrales. Es autora de “Eurínome, la Diosa
Creadora” y realiza cursos sobre Arquetipos Femeninos y cultura de la Diosa.