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Desgracia o bendición


En un pequeño pueblo vivía un anciano con su hijo de 17 años. Un día, el único caballo blanco con que trabajaba saltó la reja y se fue con varios caballos salvajes. La gente del pueblo murmuraba: "¡Qué desgracia la suya, Don Cipriano!", y él, tranquilo, contestaba: "Quizás una desgracia o quizás una bendición".

Días después, el caballo blanco volvió junto a un hermoso caballo salvaje y la gente saludaba al anciano diciéndole: "¡Qué bendición!", a lo que Don Cipriano replicaba: "Quizás una desgracia o quizás una bendición".

A los pocos días, el hijo adolescente, mientras montaba el caballo salvaje para domarlo, fue derribado y se fracturó una pierna, a raíz de lo cual empezó a cojear, y la gente le decía al anciano; "¡Qué desgracia la suya, buen hombre", a lo que él replicaba: "Quizás una desgracia o quizás una bendición".

Días después inició la guerra y todos los jóvenes del pueblo fueron llevados al frente de batalla, pero a su hijo no lo llevaron por su cojera, y toda la gente del pueblo saludaba al anciano y le comentaba: "¡Qué bendición la suya, Don Cipriano!". Y él, con su fe inquebrantable, contestó una vez más diciendo: "Sólo Dios lo sabe, quizás sea una bendición o quizás una desgracia".

Efectivamente, sólo Dios sabe, y Él nunca se equivoca.


- Autor Desconocido -




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Ultima actualización: 13 October, 2001