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"Debe ser poética...".

 

El escarabajo de fuego hacía notar su lejana presencia tiñendo de turquesa la línea más baja
del horizonte.

En la playa, danzaban las palmeras con un alegre son caribeño. Sobre la bronceada arena
adormecida, las cenizas humeantes de un fuego casi extinto. Huellas casi imperceptibles
trazaban una línea errónea que entre la virginidad del lugar descubría una pequeña y notable
cabaña roída por el tiempo y la sal.

Dos pasos más allá de la puerta yacía una botella en el suelo a medio vaciar y su líquido
embriagante se había esparcido por el suelo hasta conseguir mezclarse con el marrón que había
debajo de una silla sentada frente a la ventana. Dentro del contenedor cristalino un poco de
polvo blanquecino y olvidado se acumulaba en el fondo: Migajas de luna muerta.

El sol ya coloreaba la punta de las palmeras, la habitación empezaba a iluminarse.

Una silueta se dibujó sobre la silla. Horizonte celeste. Piernas extendidas y brazos caídos,
la cabeza de lado. Fuerte viento sobre la última brasa encendida. Cabello obscuro, piel clara,
camisa blanca; marrón en cada uno. Sol en toda la cabaña. Marrón de náusea cruenta. La brasa se
comprime hasta desaparecer. Un último suspiro y una muerte poética al amanecer.


Guillermo Rendón