SEGUNDA PARTE

Hacia la PRIMERA PARTE

 

 

Alberto Ruy Sánchez

ESCRIBIR

EN LAS FRONTERAS

DEL CUERPO

Por un orientalismo horizontal. Segunda parte.

 

(…)

La no menos mítica naturaleza laberíntica del mexicano merece también ser explorada de nuevo incluyendo el ingrediente árabe de nuestra cultura. Es evidente también, para el que lo pueda observar de primera mano, que el lenguaje gestual, la actitud y la mentalidad cultural del mexicano mestizo medio tiene tal vez más en común con un maghrebí que con un castellano o un indígena mexicano. Sobre el lenguaje escrito y hablado, el linguista Antonio Alatorre afirma en su libro Los mil y un años de la lengua española que aproximadamentecuatro mil palabras de la lengua que hablamos mayoritariamente en México es de origen árabe. ¿Qué elemento cultural más definitivo que la lengua? Resistente y maleable al mismo tiempo, la lengua, a lo largo de los siglos, absorbe y acarrea lo que somos. Es el termómetro de nuestras mezclas. Es siempre más viva que las políticas que la controlan o tratan de controlarla. En ella entran ampliamente, se haya querido o no, las palabras insustituibles del nahuatl y hasta los anglicismos de nuestro imperio más reciente, que tal vez no dure tanto. Habrá que examinar dentro de un siglo si serán más los anglicismos que hayan entrado al español que los mexicanismos e hispanismos presentes entonces en el inglés. Porque según los expertos en crecimiento de la población, es probable que entonces la de algún origen mexicano sea mayoritaria en el territorio que ahora conocemos como los Estados Unidos.

Si un alto porcentaje de nuestra lengua es de origen árabe, ¿no seremos árabes en una proporción similar, lejana y poco reconocida pero igualmente existente? Muchas generaciones hemos crecido dándole la espalda a ese componente cultural y genético nuestro. Estamos acostumbrados a ese desconocimiento. En parte por el mito de la hispanidad, que quiso pensarse a sí misma como una pureza después de la reconquista de España. Y la Nueva España heredó esa mitología, con su cruzada simbólica y real en contra de los infieles del mundo cristianizado. ¿Cómo reconocer entonces la sangre y la cultura infieles en las propias venas? Imposible. Al contrario, había que asimilar a los indígenas convertidos levantándolos imaginariamente en contra de los infieles. El mestizaje terminó por fortuna imponiéndose más allá de todas las guerras reales y simbólicas. Como está sucediendo y sucederá en el mundo anglosajón, a pesar de su cultura protestante fundadora, enemiga de la idea de mestizaje. Lo árabe fluye en nuestras venas y aflora donde menos lo pensemos.

En las artesanías de México las huellas árabes son muy profundas. Evidentes en materias como las cerámicas vidriadas, que llamamos Talavera de Puebla, una técnica originaria del poblado de Talavera de la Reina, cerca de Toledo, que fuera territorio arábigo en España. Esa cerámica que se piensa en México como netamente mexicana es de claro origen español y antes de eso andaluz, como lo fue también, más lejos, de origen persa y chino. Pero hasta en algunas artesanías que la mitología actual mexicana quiere pensar que son cien por ciento mexicanas, como los textiles de los indígenas Chiapas, hay huellas de la cultura maghrebí. En los primeros siglos de la evangelización los tejedores mayas asimilaron técnicas y motivos de los misioneros españoles, muchos de los cuales eran del sur de España y de Extremadura. Donde las técnicas y los motivos árabes en las artesanías eran y son muy presentes. El uso mismo de la lana, en el continente americano donde originariamemente no había borregos, es una huella del mestizaje cultural en esos textiles indígenas donde incluso hay motivos bereberes mezclados con los clásicos motivos mayas. Los parecidos entre los textiles actuales de Marruecos, Argelia y Tunez y los del sureste de México y Guatemala son asombrosos.

A través de todas las diferencias culturales entre nosotros y el Oriente árabe, una trama común surge para el que tenga la oportunidad de presenciarla o la tenacidad de buscarla, sin excluir la sensibilidad para encontrarla. Pero es importante que la visión o construcción de esa trama común no se convierta en un acto de nostalgia por un pasado; es más bien un futuro en elaboración.

Este nuevo Orientalismo horizontal, del que llevo varios años trazando el mapa imaginario en mis novelas, tiene ya en México varios escritores, entre los cuales Myriam Moscona, Marianne Toussaint, Alfonso Alfaro, Eugenio Aguirre, Jorge Ruiz Dueñas, León Rodríguez Zahar. En la poesía, la narrativa y el ensayo han hecho un puente auténtico de Sur a Sur, de Oriente a Oriente o de extremo Occidente a extremo Occidente, como quiera llamársele. Tuvo en otra generación un gran arquitecto visionario, Luis Barragán, pero no ha tenido hasta ahora pintores contemporáneos que exploren esta veta de descubrimientos.

Para mí, como escritor, el reto artístico no está en mostrar mi fascinación por la riqueza sensual de las diferencias culturales y de las similitudes que nos las acercan. El reto creativo consiste parcialmente en reconocer lo propio en lo ajeno. Pero más bien está en encontrar una voz narrativa nueva que hable de la vida diciendo cosas que sólo pueden ser dichas con los elementos del lenguaje artístico que nos brinda esta trama cultural común, esta frontera convertida en puente por la literatura.

Así, la geometría de las fuentes de Marruecos, que es una dramaturgia de la mirada y que no existe en nuestros azulejos (más sencillos en su geometría), me sirve para construir una estructura narrativa afín a la travesía del deseo de mi personaje principal en la novela En los labios del agua. Una estructura dramática hecha a la medida del deseo y sus movimientos de creación de la certeza y rompimiento de ella. Una estructura también de heterogeneidad donde la poesía y la prosa narrativa en sus múltiples transformaciones pueden convivir armónicamente en la misma obra. Por otra parte, los baños públicos árabes, el Hammam, con su maravillosa arquitectura de iniciación al deseo, se vuelven imagen de la iniciación de Fatma en Los nombres del aire. Los jardines árabes, y todos los jardines posibles a partir de ellos, se vuelven imagen del cuerpo femenino convertido en paraíso en La piel de la tierra o los jardines secretos de Mogador. Pero ya la ciudad misma de Essaouira, en la costa atlántica de Marruecos, con sus murallas al mar vuelve a ser en estas novelas la Mogador imaginaria donde la dimensión del deseo es más visible y uno puede observar cómo cada quien entra en los sueños amorosos de los demás.

Escribir la vida de ese "poema admirable que es el cuerpo humano", como decía Delacroix, con sus magnéticas atracciones hacia otros cuerpos y los sueños generados en esa atracción, es para mí el reto del nuevo orientalismo horizontal. Un orientalismo extendido que se atreva a explorar un cuerpo que pueda ser de ambos orientes y que se parezca más a la visión que pintó Courbet del cuerpo femenino en El origen del mundo. Un cuadro no orientalista en su origen pero que por eso mismo podemos adoptar en la nueva sensibilidad y donde los labios de un pubis sonríen al que los mira con la placidez de quien mientras sueña es visitado por sus más vitales fantasmas.

El poema admirable que es el cuerpo humano implica mostrar además el poema interno de sus sueños: los cuerpos eróticos no vistos desde afuera (como en cualquier película erótica) sino desde adentro de cada uno de los amantes. No la mirada externa del deseo vertical, posesivo, sino la interna y externa de la geometría deseante más bien horizontal, fronteriza. Tal vez la literatura sirve para mostrar y mostrarnos que cada uno es diferente; que cada frontera compartida lo es de muy diferente manera; que la identidad y por lo tanto su sistema de fronteras es algo que se construye y las fronteras algo que los humanos desplazamos siempre, tanto en nuestras historias colectivas.•

El origen del mundo, de Courbet.


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