Alberto Ruy-Sánchez

LA

SECRETA

SEDUCCIÓN

DEL CANGREJO

 

Preámbulo

Estamos frente a un ser excepcional, el Limulus. Mientras casi todos los animales a lo largo de los siglos han sobrevivido cambiando, adaptándose. Este lo ha hecho siguiendo una estrategia opuesta: no ha cambiado durante millones de años. Su evolución sigue otra lógica. Y aunque parece un monstruo a ojos de los desprevenidos y llenos de prejuicios, es uno de los animales más dóciles y benéficos para el humano. Tiene algo mitológico y simbólico de la Bella y la Bestia en un solo cuerpo: es superficialmente repulsivo pero más que todo es fascinante. Que haya sido encontrado por un escultor también excepcional por su capacidad de percibir lo único en las formas del mundo, y que haya sido convertido por ese artista, Brian Nissen, en un conjunto de nuevas formas fascinantes, es algo afortunado para quienes gozamos del arte pero también para quienes sentimos ese latido extra del corazón por las cosas extrañas y profundamente bellas, por los fenómenos excepcionales de la vida. Y no pueden faltar aquellos para quienes ese encuentro pareciera no sólo producto del azar sino del destino. Entre todas las interpretaciones posibles presentamos aquí una, marcada profundamente por la literatura, que se inclina por entender ese fenómeno de la naturaleza y de la creatividad como una seducción transhistórica entre dos especies, seducción obediente a una lógica extraña que rebasa el tiempo de los humanos.

I

Una noche de luna

Entre las cosas más extrañas que he podido ver en este mundo se encuentra la que quiero contar ahora. Es una historia verdadera aunque no lo parezca. Y como es también una historia de amor, hay una fuerte dosis de belleza en ella. Pero de belleza y de horror. Es decir, de intensa fascinación convulsiva: ¿Quien podría haber pensado que un hombre se iba a enamorar de un cangrejo?

Ni los escritores más osados hubieran imaginado esta aventura erótica y espiritual tan llena de contratiempos naturales. Más difícil de haber imaginado además ya que ni siquiera se trata de un verdadero cangrejo sino de una forma animal de difícil clasificación, muy cercana a las arañas, pero más cercana a los mitos y a las quimeras de la literatura antigua.

Aunque este animal es la demostración viva de que la naturaleza supera ampliamente a la invención de los hombres. A tal grado que ninguno de los seres imaginarios que Jorge Luis Borges recopiló en su asombrosa Zoología fantástica (desde el Ave Fénix hasta el Unicornio, pasando por la Salamandra) se acerca siquiera al insospechado animal fascinante del que se ocupa este libro. El controvertido Limulus Poliphemus, llamado también Cangrejo herradura. Un ser aparentemente detenido en el tiempo desde hace doscientos millones años (lo llaman fósil viviente) pero en realidad activo hacia el futuro, dando pasos lentos, muy lentos, que atraviesan los siglos y que tal vez nos dejarán atrás. Su vida podría extenderse desde antes hasta después de nosotros. Tal vez nos incluyan en sus planes asimilándonos en su evolución transhistórica de una manera que ni siquiera llegamos a imaginar.

¿Estamos preparados para aceptarlo, para dejar de mirar con tanta condescendencia a este animal básico y antiguo que tal vez siga viviendo en la tierra cuando la humanidad haya desaparecido? ¿Tenemos la capacidad de comprender que en un futuro más o menos lejano tal vez sólo quede de nosotros la huella que podamos dejar en la evolución de este animal? Nadie en su sano juicio puede aceptar que la humanidad entera, con tantos dioses y tantas guerras, tantas invenciones tecnológicas y artísticas, tienda simplemente a convertirse en un ligero accidente genético en la vida más que milenaria de un pseudo cangrejo.

Algunos pensarán que no se trata de un destino digno. Se han hecho tantas ilusiones. Han competido tanto. Han acumulado tanto dinero y tantos objetos brillosos. Se han preparado para la guerra con el fin de defenderlos o para destruir los objetos brillosos de los demás.

Y sin embargo, para muchos de nosotros será un alivio pensarlo. Qué fresca tranquilidad. Podemos de pronto gozar plenamente el instante. Y así, de golpe, este animal sencillo se nos llena de simpatía. Es nuestro posible salvador. Y ni siquiera lo sabíamos. ¿Lo sabrá él? Tal vez eso que lo empuja a incluirnos en sus planes amorosos sea tan sólo un instinto, una pulsión, un mensaje callado viajando en su sangre?

Porque si ya es difícil pensar en este amor apasionado hacia un cangrejo, lo poco que sobresale de las capacidades limitadas de nuestro cerebro se niega con mayor razón a aceptar fácilmente el enamoramiento del cangrejo hacia el hombre. Siendo el hombre tan desproporcionado en todas sus cosas, tan dado a pensar que él es el centro del universo.

Nos duele comprender la posibilidad de que exista un ambicioso plan amoroso en el que este tipo de seres incluya a los humanos. Un plan a muy largo plazo, un método creativo dirían otros, para asimilar en su vida milenaria a ciertos amantes de especies diversas, casi todas más inestables y efímeras. Como nosotros.

Siempre es cruel y hasta triste aceptar que la sobrevivencia del hombre es frágil. Y que tal vez tan sólo gracias a estos cangrejos que no lo son y a su biología empecinada en durar será posible que algo de nosotros continúe en este mundo dentro de miles de años. Pero no nos pongamos melancólicos que según parece eso hace daño, mata silenciosamente a las células y acrecienta el deterioro invisible de la vida. Vayamos mejor al paisaje conmovedor donde esta extraña historia de amor y de perpetuación de una especie, o de dos, comienza. Una playa de Nueva Inglaterra en la plenitud del verano.

La orilla del mar, aquella tarde prolongada de junio, está llena de viento y luz. Un hombre solo camina sobre la arena. Pero su soledad está poblada por todo lo que hierve en su cabeza. La soledad de un artista está siempre habitada por el mundo. Y por las obsesiones creativas que siempre lo empujan a relacionarse con la materia de manera peculiar: piensa en ella como eso que pronto él convertirá en obra. Un artista solo, caminando en la playa, va acompañado siempre por mil y un sueños a punto de tomar una forma.

Y dicen que algunas personas extremadamente sensibles son capaces de oler ese estado de fermentación en una persona, de la misma manera que ciertos animales huelen cuando una hembra de su especie está embarazada o está en celo. Imaginemos entonces que este artista solitario en la playa camina con esa multitud de su cabeza al aire, y que desde lejos se puede oler o ver incluso su condición de alta creatividad desbordada. Esto merece ser anotado porque podríamos suponer que las huellas de aquel artista en la playa eran seguidas desde el agua por una multitud de miradas escondidas. Aunque no sean en realidad miradas. Son sensores extraños para nosotros. El artista entonces no estaba solo por dentro y no estaba solo por fuera, aunque lo hubiera parecido si en ese momento se tomara una fotografía. Por eso se dice que la fotografía en muchas ocasiones miente porque se detiene en lo más evidente. Qué sólo otras artes son capaces de mostrar verdades más profundas de la existencia. Qué por eso existen y persisten modos artísticos como la poesía y la escultura no realista, por ejemplo.

Las miradas, o sensores, que escondidos perciben al artista desde la orilla turbia del agua pertenecen a este extraño animal que tiene cinco pares de algo parecido a ojos en cada uno de sus cuerpos, con funciones distintas. Y son cientos o miles de cangrejos los que parecen esperar una señal para salir del agua. Algunos de sus ojos están capacitados para ver a través de la penumbra submarina, densa de arena flotando. Tal vez algunos otros son capaces de ver o sentir cualidades o cosas, o fenómenos, que ni siquiera imaginamos. Hay quien sostiene que la misma forma de caminar del artista en la playa, los gestos de sus manos tocándose la cara o la cintura, pudieran ser para los cangrejos herradura códigos secretos del amor, un lenguaje imperceptible para los ojos humanos.

Es muy lógico pensar que estos hipersensibles cangrejos sean capaces de reconocer la disponibilidad biológica de otras especies para reproducirse, incluyendo tal vez a los humanos. O tal vez son más bien son capaces de reconocer nuestra disponibilidad, que nosotros mismos desconocemos, para entrar en sus planes genéticos. ¿Cómo lo hacen? No lo sabemos todavía.

Desconocemos hasta lo más elemental. Es un hecho que no acabamos de estudiar y comprender cómo se comunican estos animales sus propios deseos. Se ha querido aplicar a ellos la teoría de los feromonas: de las esencias glandulares que generamos y lanzamos al aire, o al agua, cuando la pasión llena nuestros cuerpos y se sale de ellos.

Imaginemos entonces a este artista en la playa desbordando por todos sus poros un tipo especial de feromonas creativos que, por alguna razón más o menos desconocida, enloquece de inmediato a todos los miles de Limulus bajo el agua y los obliga a salir para llamar su atención y seducirlo. Y lo logran. Los Cangrejos herradura producen un espectáculo que es como un canto de sirenas al que no podrá ya nunca escapar este artista.

Ellos tal vez nunca lo sabrán o insisten en mostrar que no les interesa pero este artista se llama Brian Nissen. Ya él había encontrado en la misma playa, en otra época del año, los caparazones que estos cangrejos abandonan cuando tienen sus mutaciones. Una evidente forma de sartén honda que, hace varios cientos de años, extrañamente despertó en la imaginación de un isleño nostálgico de los animales de su lejana tierra británica la imagen de una herradura de caballo. Sir Walter Raleigh, mientras cazaba orquídeas en América para venderlas por montañas de oro a excéntricos coleccionistas de flores, lo llamó Cangrejo Herradura. El único indicio que nos queda es la apariencia de la orilla del caparazón del Limulus que parece una gran herradura. Pero nunca sabremos con absoluta certeza cómo cruzaron en aquellos momentos por su cabeza nostálgica unos caballos corriendo y dejando sus huellas sobre la playa.

En cambio, Brian Nissen nos ha dejado ver en su obra todo lo que pensó en aquel momento que descubrió a los Limulus. Sus esculturas, collages y dibujos son testimonio fértil de aquel encuentro. Y su interés por el caparazón se multiplicó aquel día cuando llegó la noche y la luna llena puso un velo resplandeciente sobre los ojos de aquellos Limulus sonámbulos. Entonces miles de ellos salieron del agua ofreciéndose en espectáculo al artista feromónico, al que seducían de una manera absolutamente exhibicionista: haciendo el amor ante sus ojos humanos, demasiado humanos.

 

II

La escena obscena

Mirar es parte del acto amoroso. Admirar y ser admirado es esencial entre los amantes. Especialmente para estos arácnidos marinos acangrejados cuyos machos no tienen órganos sexuales que puedan visitar por dentro los cuerpos de sus hembras. Se dice de su sexualidad que es externa. Lo que comunmente sucede muy adentro, en su caso se lleva a cabo fuera de su teatro natural: la entraña femenina. Su práctica sexual pone en un escenario lo que por principio debería hacerse off scene: por eso es obscena. A la vista de cualquiera.

Este Cangrejo herradura, que escondido siente desde el mar al artista caminando tiene muchos ojos o pseudo ojos especiales para percibir cosas increíbles, francamente inverosímiles. Un primer par de ellos al frente para captar rayos ultravioleta como los de la luna llena a través del agua. Son ojos que marcan como reloj biológico su tiempo de salir del mar a aparearse.

Tienen un segundo par de ojos a los lados, compartimentados como los de las moscas. También tiene otros fotorreceptores en la cola, aparentemente muy rudimentarios y de utilidad algo desconocida. Tal vez sean ojos sexuales, órganos para percibir amorosamente los huevos que la hembra deposita. Ojos que miran deseosos los huevos que el macho fertilizará poniendo encima su semen ligeramente azulado, como lo describen algunos recordando que la sangre de estos Limulus tiene componentes químicos que la vuelven diferente a la de muchos animales: azul y no roja.

La luna llena parece ser señal de emergencia amorosa para algunas especies. La luna y por lo tanto la marea. Los Limulus son especialmente sensibles a la luna llena de primavera que llega una sola vez en el año. La más alta marea la acompaña: con ella pueden depositar sus huevos en un lugar alto de la playa. Y el mismo magnetismo que reina entre los planetas y mueve el agua del mar, ejerce sobre las partes líquidas del cuerpo humano un despertar callado, un ascenso del nivel de flotación de sus deseos. La luna llama a la sangre animal que nos habita. La levanta hacia el cielo y la hace casi aullar acelerando sus latidos.

Así que nuestro artista caminando en la playa lanza varios mensajes con su cuerpo distraído: una alta marea de la sangre, una intensa secreción de feromonas, una preñez de creatividad en su cerebro y sus manos, y quién sabe qué tanto más que no sabemos.

Esta misteriosa convergencia de eventos hace que el ritual comience. La misma luna y, queremos creer, la presencia del artista, levantan la sangre observadora de los Cangrejos Herradura y salen del mar para reproducirse en la playa de manera espectacular. Nadie puede ser indiferente a lo que ahí es posible observar con o sin detenimiento. Nadie puede escapar a esta escena off sea: ob scena.

Miles y miles, tal vez millones de caparazones fuertemente enlazados se mueven lentamente en la playa, se alejan un poco del mar. No se sabe adónde van, dónde se detendrán y de dónde vienen.

El ruido del mar cambia al estrellarse una y otra vez con estos caparazones semihuecos en vez de la playa lisa: miles de pequeños tambores en las manos del mar repetido. Aquí y allá casi se escuchan también, infinitamente leves entre los tambores, los golpeteos de unos caparazones contra otros. Y las patas y tenazas moviéndose en su amontonamiento de muchedumbre.

La música de estas imágenes es leve pero intensa y cubre el horizonte, parece venir desde todos los rincones que nos rodean. Cuentan que con creativa fidelidad un compositor contemporáneo, canadiense de Halifax, Nova Scotia, pero habitante de Delaware Bay, Lemuel Gardner, reprodujo esta peculiar escena sonora. Compuso una obra llena de drama y misterio, Limulus, Eros Agonicus o Los sufrimientos amorosos del Limulus, para veintisiete cellos y veintisiete tamborines.

Quienes han tenido el privilegio de oírla, si es que existe, la describen como una experiencia más allá de lo erótico: los instrumentos de cuerda acelerando sus desgarraduras breves y creando una respiración detenida, una nota continua y creciente formada de imperceptibles intermitencias. La fuerza de esa ola sube como las mareas. Los tambores sordos la acompañan, apenas conmovidos por las puntas de los dedos caminando tumultuosos sobre su piel tensa. Las cuerdas se vuelven como voces y su lirismo se acentúa haciendo de todo un canto adolorido. Un lieder animal. Una canción de amor natural, apasionado y sufriente.

Imaginemos al artista caminando embebido en esta música natural, embriagado por ella y también por el despliegue de formas misteriosas que se mueven en la playa ante sus ojos. Miles de bóvedas hundiéndose y saliendo de la arena. Miles de ampollas anhelantes. La escena misma seduce por su estética más que por su contenido funcional. En las formas está evidentemente la fuerza que atrae al artista. Los peculiares feromonas de los cangrejos hacia los humanos son estéticos, son visibles, operan por los ojos considerándolos por lo tanto órganos sexuales. Haciendo de ellos perceptores de formas magnéticas, seductoras, envolventes.

Tratemos de imaginar lo que ve Brian Nissen: Cada hembra Limulus es cortejada por decenas de pretendientes masculinos. Normalmente más pequeños. Estos desarrollan en su adolescencia, a los tres años de vida, un par de pinzas especiales para atrapar el caparazón de la hembra y atarse a ella mientras sale del agua. Las hembras avanzan acarreando a sus suspirantes. Uno detrás de otro, hasta nueve en una línea. Parecen collares que se arrastran sobre un ancho cuello de arena. Las hembras llegan hasta las huellas húmedas de la marea más alta. Ahí se hunden en la arena. Sus pinzas poderosas las ayudan a cavar hondo. Desaparecen a medias y se convulsionan discretamente. Están expulsando de sus cuerpos miles de pequeños huevos verdes. Cada uno pequeño como grano de arena. Hacen un nicho o nido, lo llenan de huevos y hacen otro al lado inmediatamente.

Sobre ellos se avalanchan los machos, que ya habían sido llevados por las hembras para cubrir todos los huevos con su semen. Van de hueco en hueco dejando lo suyo. Ahí, en la arena, ellos se extasían distribuyendo sus líquidos fértiles. Lo que no cubrió el primero es humedecido por el segundo o por el tercero o por el cuarto o por el quinto. Las hileras de machos se precipitan sobre los huevos como si tuvieran una prisa infinita. El rasgo masculino distintivo de todas las especies animales parece ser esa prisa, esa impaciencia por desparramarse. Los nidos son cubiertos de arena y sobre ella una nueva capa de huevos es depositada. Un señuelo, tal vez, que desvíe a los depredadores.

Por algunos instantes, una ola de semen de cangrejo herradura cubre las playas del Atlántico americano esa noche y huele de manera peculiar desde Nova Scotia hasta Yucatán: es la noche de los cangrejos. Se extiende en el horizonte hasta que se mete la luna llena al mar para pasar el día. Cuando sale el sol ese olor no cesa. Se reseca un poco y huele más. El sol es peligroso para estos animales. Si se descuidan los reseca. Algo que le pasa a algunos cangrejos pero no a los arácnidos comunes, cubiertos de una membrana aislante que no tiene su pariente el Limulus.

Por eso antes de que salga el sol los cangrejos machos se sueltan y van regresando uno por uno al fondo obscuro de donde salieron. >El collar inmenso sobre la playa se desgrana y vuelve a esconderse atrás y abajo de las olas. Como piedras que cayeran de nuevo al fondo del agua después de haber flotado misteriosamente en ella.

En otros catorce días, durante la luna nueva, cuando la marea suba de nuevo hasta los huevos fertilizados, estos habrán crecido muchas veces y se habrán convertido en miles de pequeños cangrejos que correrán torpes por la playa con deseo instintivo de conocer el fondo del agua.

Lo que hemos visto a través del artista en la playa de Nueva Inglaterra fue muchos siglos antes descrito en las leyendas de los primeros habitantes de las costas americanas. Lo han incluido en sus mitos los antepasados de las tribus Algonquian de Nova Scotia, pero también los Winnebago. Dicen que esto que ya reconocemos como una asamblea de animales parecía a sus ojos uno solo y lo llamaban Dixanagat, la bestia del arco iris de la noche, habitante de los inframundos submarinos, que una vez al año sale a pronunciar su nombre de mil sílabas para que no se le olvide al mundo.

"Un sólo animal extendido a lo largo de la arena hasta donde la vista alcanza, cubierto de escamas como una serpiente, plano como una lengua pero con jorobas leves. Lengua que deja luego en la playa una saliva verde de la que saldrán miles de pequeñas almas con patas, que regresarán al mar."

Mirando y siendo mirado, el Cangrejo Herradura hace el amor con los de su especie. Pero al mismo tiempo hace una amplia danza del amor con las otras especies que podamos verlo. Recordemos que su sexualidad es externa. En aquella noche esa era su manera de incluir al artista en sus radicales planes amorosos. Al mirar y ser mirado con intensidad, y luego al realizar una obra que transforma la anatomía del animal, ya estaba el artista, sin saberlo, acoplado simbólicamente como cangrejo milenario.

III

Virtudes de la rareza

Todo lo que no sabemos del Limulus nos permite elucubrar ampliamente sobre lo que aquí sostenemos: que este escultor está siendo utilizado sexualmente por el animal y no lo contrario. Pero lo que sabemos es también fundamento de nuestra hipótesis. Hemos hablado de su sexualidad. Todo sucede fuera de su cuerpo y eso hace posible que suceda también en la mente y las manos de Brian Nissen. ¿Podríamos llamar también bigamia el hecho de copular simultáneamente con dos especies distintas? El Limulus sería entonces bígamo con el hombre, practicante discreto de una acentuada bestialidad a la inversa

La química de las sustancias amorosas del Limulus no ha sido la más estudiada de las partes de su cuerpo. Sí lo ha sido su sangre, que es azul. Porque su componente principal es el cobre y no el hierro, que la haría roja, como la nuestra.

Su sangre ha sido estudiada porque ha resultado ampliamente útil a los humanos. Y lo ha sido en delicados asuntos de supervivencia. Pensemos solamente que si ha sobrevivido tantos años es por algo que funciona extremadamente bien en su organismo.

Aunque acabo de leer lo contrario: que es un animal tan frágil que resulta un milagro que siga vivo. Quien escribió eso era un científico que trató de experimentar con ellos. Los atrapó en cantidades sustanciales y los mantuvo encerrados en un tanque, todos juntos. Uno de los Limulus murió y rápidamente fallecieron todos. La muerte los alcanzó antes de que les llegara el rumor del primer deceso.

El científico tenía razón al afirmar que mueren fácilmente. ¿En qué se equivocaba? En pensar que su acto de tenerlos prisioneros no era un factor determinante en la plaga que los exterminó. Tal vez la mirada misma de ese científico fue la plaga. Recordemos que los Limulus ven de maneras que no acabamos de entender y que ven cosas que no sospechamos. Tal vez por los ojos, como tienen tantos, les entra lo malo y los Limulus hacen honor, mejor que nada ni nadie, a la expresión: tener mal de ojo. Y fue precisamente estudiando durante años los impulsos eléctricos que surgen de los ojos del Limulus y que corren a través del nervio óptico, dos científicos, avanzaron tanto en sus investigaciones que obtuvieron el Premio Nobel de Medicina en 1967. El doctor sueco Ragnar Granit y el norteamericano Keffer Hartline desentrañaron en lo extremadamente primitivo de nuestro cangrejo una parte de lo terriblemente complejo de nuestra existencia humana. Y no cabe duda de que por los ojos estos cangrejos tienen todavía mucho que decirnos.

Pero regresemos a su sangre azul, que se coagula a la menor amenaza. La sangre cangrejera de este animal reacciona violentamente a tantas de sus amenazas externas que los científicos decidieron usarla para detectar agresores sanguíneos. Y así con el líquido azul de este ser se detectan enfermedades más rápidamente que con cualquier sustancia humana o de otro animal supuestamente más evolucionado. Su reacción tan gprimitivah con frecuencia nos salva. ¿No será una necedad seguir pensando que es más primitiva que nosotros? ¿No es posible que el Limulus nos esté observando y estudiando con más certeza que nosotros a él? Que su coagulación tan útil sea un gesto que nos regala: un acto de generosa nobleza. En todo caso, este animal que reacciona defendiéndose rápidamente de las bacterias que podrían aniquilarlo y de otras infecciones nos permite detectarlas y por lo tanto evitar que nos ataquen fatalmente. La industria farmacéutica lo utiliza para probar todas las sustancias inyectables y no han encontrado más confiable animal para depositar su confianza. Durante algún tiempo se usó conejos en estas pruebas. Los cangrejos herradura, con su sangre lenta hasta la segura coagulación, han ganado, como en la fábula de la liebre y la tortuga, esta carrera de heroísmo. Los científicos dicen que nuestros animales no sufren en sus laboratorios y que son puestos en libertad después de haber tomado un poco de su sangre. Y parece que eso está bastante controlado. Son donadores de sangre involuntarios. La sustancia hipersensible que les arrebatamos de su cuerpo, para sorpresa de muchos, es responsable de que se puedan usar en nosotros todo tipo de antibióticos inyectables. Pero también se usa para asegurarse de que las jeringas mismas son seguras. Hasta los corazones artificiales y las válvulas de transplantes pasan por esta prueba del cangrejo que en realidad se llama LAL: Limulus Amibocyte Lysate. Palabras que a los ciudadanos comunes nos parecen de una fórmula mágica. Cuentan el caso de una vasectomía que fue hecha con prueba de cangrejo, pero sólo en la mitad del cuerpo. Uno de los testículos operados evolucionó normalmente y el otro se convirtió en una especie de Limulus de dos caparazones, pero lleno de agua. Lo llaman hidrocele. Y dicen que duele muchísimo. Un testigo dijo que es como cuando una docena de maleantes atacan en la calle a una persona y le dan patadas en los testículos. Los médicos y sus asistentes y los asistentes de los asistentes, quienes de verdad llevaron a cabo la operación mientras los otros descansaban, han olvidado completamente o no quieren decir, en cuál de los dos aplicaron la famosa prueba del cangrejo. Si lo hicieron en el testículo enfermo es una novedad que debe ser estudiada. Pero también una responsabilidad de la que se les pueden pedir cuentas claras. Si aplicaron los humores del cangrejo en la mitad sana, tal vez en la reproducción misma de ese hombre veamos más tarde huellas cangrejeras que podrían dirigir nuestra propia evolución hacia un destino incierto. Hablan del surgimiento, en hospitales de Nueva Inglaterra, de niños con hipersensibles ojos extraños, muy laterales y muy pequeños. Y otros con ojos en el cuerpo que al principio parecían berrugas, acné, o piquetes de mosco. Una leyenda afirma que ha surgido cerca de Delaware Bay una generación de niñas con cola rígida, como la del Limulus. Nada ha sido comprobado y es muy difícil que lo sea. Es recomendable atenerse en todo esto a lo que vemos más que a los sueños vertiginosos de varios médicos extremadamente precavidos. Todo tipo de vacunas que hemos administrado a nuestros hijos (contra la hepatitis, la meningitis, la viruela, la rubiola, la difteria, el tétano, etc.) pasó por el control del Limulus. Lo mismo que todos los adminículos de la ortodoncia, el agua de las diálisis, las inyecciones en la columna para bloquear el dolor de las parturientas, la insulina de los diabéticos, las prótesis ortopédicas y los clavos de titanio que se introducen en los huesos. La prueba del Limulus se usa también para detectar sustancias contaminantes y peligrosas en carnes y mariscos, en lácteos y en todos los productos congelados. Pronto servirá para detectar sistemas de infecciones por hongos, las fungemias tan frecuentes después de las intervenciones quirúrgicas. Recientemente se ha descubierto que nuestro cangrejo es útil para diagnosticar la leucemia. Y lo que es más prometedor de sus virtudes es que gracias a este cangrejo que no lo es, se experimenta en novedosas terapias a base de endotoxinas que inhiben el crecimiento del cáncer. También ha resultado muy útil para detectar enfermedades gástricas, anemias y hasta desordenes mentales relacionados con la vitamina B12. La que es localizada con velocidad por la misteriosa sangre del Limulus. Otra sustancia de su cuerpo, la quitina (chitin), ayuda a cicatrizar las quemaduras graves y las cicatrizaciones difíciles. Ha reducido el tiempo de curación en un treinta y cinco o cincuenta por ciento. Desde la piel hasta la sangre tenemos intensa ayuda de nuestro atípico cangrejo para conservar nuestro cuerpo. Lo llevamos dentro mucho más de lo que pensamos. Es tan raro y tan lleno de virtudes el inquietante Limulus, que se ha metido plenamente en nuestras vidas. Casi no sabríamos qué hacer sin él. Un científico de Warwick, de nombre John y apellido King, homónimo de ciertos grandes cangrejos de mares fríos, publicó hace poco un artículo polémico donde sostiene que ya dependemos en exceso de este arácnido del que sabemos menos de lo que creemos. Otro científico, de apellido Smith y de nombre Stephen, pero de sobrenombre Spider (araña), conocido como el doctor araña escribió que los Limulus tienen un plan callado para infiltrarse en todos los rincones vitales de nuestra especie y poco a poco destruirla. La guerra de los Cangrejos Herradura, según él, ya ha sido declarada y estamos a punto de perderla sin siquiera haberla peleado. Según los médicos que lo atienden, el hecho de que el doctor Spider haya sido recluido en una institución mental con diagnosis de aguda paranoia no evita que tenga algo de razón al decir que deberíamos examinar más de cerca esta dependencia. Algo interesante en lo que aquí nos ocupa es que el doctor Spider tuvo su última crisis justo después de haber visto algunas de las esculturas de Brian Nissen dedicadas a estos cangrejos. ¿Qué vio en ellas que nosotros no somos aún capaces de descifrar? Un mensaje secreto, tal vez una emoción tan intensa que rebasa a la razón.

IV

 ¿Qué es esto?

Sigamos tejiendo nuestra tela, nuestro texto (recordemos que textil y texto tienen el mismo origen), saltando (como arañas de la razón) de lo que sabemos a lo que no podemos aún desentrañar. Son tantos los misterios que estos seres nos sugieren que la imagen misma de su forma se nos atora en la garganta. Tiene razón Brian Nissen cuando dice que cualquiera que vea de golpe un Limulus se puede preguntar con fascinada sorpresa y una pequeña dosis de horror: ¿qué es esto? Para los científicos es evidente, por la forma de su cuerpo, que el Limulus es más araña que cangrejo. Es un artrópodo con cinco pares de patas articuladas y un esqueleto externo. Uno de los seres más antiguos sobre la tierra. Pariente y tal vez ancestro de las pocas arañas acuáticas que quedan. Y se piensa que las arañas fueron los primeros seres que pasaron del agua a la tierra. Uno de esos parientes del Limulus, la araña de río, vive en una especie de campana de aire que teje bajo el agua, sin salir jamás. La hembra le acarrea todos los días burbujas que le permiten respirar. En agua salada hay todavía un tipo de araña marina que tiene muchas más patas que cuerpo. Sus ocho extremidades miden casi un metro y su delgadísimo torax menos de dos centímetros de ancho. Tanto así que algunos de sus órganos vitales tienen que estar en las patas. ¿Te imaginas traer el corazón en las patas? Por eso mismo no es ilógico, aunque sea extraño, que en sus patas tengan estas arañas todo lo relativo a su vida sexual. Las hembras arrojan sus huevos por las piernas y el macho los recoge en las suyas, donde los fertiliza y los guarda hasta que maduran, ligados estrechamente a él con un pegamento que él mismo secreta. El Limulus también tiene rarezas interesantes en las piernas: por ejemplo, sólo puede comer mientras camina ya que en las patas están los órganos que le permiten masticar. Tiene cinco pares de piernas. Las primeras ocho le sirven claramente para caminar mientras que las últimas dos tienen otra forma que le ayuda a empujarse. El macho tiene el primer par de piernas más grande que la hembra. Pero ella es más grande en general y mucho mejor proporcionada. Los cuatro pares de piernas delanteras son también sus quijadas. Tiene que correr prácticamente mientras come. Las otras piernas atrapan la comida con sus pinzas, más hábiles, y se la pasan a las quijadas caminadoras. La boca está en medio de las patas. El Limulus es tan fuerte que es capaz de abrir ostras para devorar su interior. Pero le encantan los gusanos. Su caparazón es su panacea: lo ha protegido durante todos estos años tanto del sol y del frío como de otros animales. Le da equilibrio en las mareas y con su forma de pala le ayuda a excavar su refugio subterráneo y submarino. Le ha permitido tal vez hivernar entre la arena por largo tiempo. Y esa es una de las posibles explicaciones de su desaparición en invierno. Son tan fugaces que ni siquiera sabemos exactamente a dónde van una buena parte del año. Se hunden en precipicios submarinos ahondando su misterio. Hay un cálculo de cuánto viven estos seres: quince años. Otros hablan de veinte. Sabemos que maduran mudando su cuerpo y que, para poder crecer, se desprenden varias veces de los caparazones que le quedan chicos. Las serpientes cambian de piel, los Limulus cambian de coraza. Pero no cada año. Lo hacen con mayor frecuencia al ser jóvenes y más espaciadamente en los últimos años de su vida. Se fugan de sí mismos. Su madurez sexual llega entre los nueve y los doce años de edad. Su caparazón tiene dos partes. La trasera es más pequeña, es móvil y culmina con una larga cola (telson) dura y amenazante que en realidad es inofensiva y que le sirve para recuperar su posición después de haber perdido el equilibrio y así darse la vuelta cuando queda boca arriba en la playa. Una de sus principales causas de muerte es la desecación por haberse quedado en la playa volteado con las patas al sol, quien ya se sabe que no tiene piedad de estos animales humedecidos. El sol es su enemigo. No la luna. Su caparazón es también una sombrilla. Y si la playa no tiene la pendiente adecuada, su cola no puede ayudarle a voltearse y salvar su vida. Se sabe que la cola contiene fotorreceptores: una especie de proto ojos que completan una decena de órganos visuales en su cuerpo. Es curioso que con tantos ojos en el cuerpo, quienes le dieron nombre a este Limulus hayan elegido el de Polifemo, un cíclope rabioso (con un solo ojo como todos los cíclopes), hijo del dios del mar, Neptuno. Limulus Polyphemus es su nombre completo. Y hay quienes dicen que se llama Limulus porque vive hundido en el limo del mar, en la arena cercana a la playa. Otros dicen que se llama así porque Limulus puede también significar estrabismo. Y estrábico es, sin duda. Arrastrado en el lodo, vizco y monstruoso, son las únicas cualidades que quienes lo nombraron quisieron destacar. ¿Sería ilógico que quisiera vengarse de los hombres que tanto odio y desprecio le han mostrado? afirma el doctor Spider en su polémico texto, La hora y el juicio del Cangrejo Herradura. Fósiles encontrados recientemente, que se consideran originarios de hace cientos de miles de años (algunos dicen doscientos millones y otros cuatrocientos millones), nos muestran que básicamente el cuerpo del Limulus con su cola, su caparazón, sus extremidades, no ha evolucionado. Por eso algunos lo llaman El fósil viviente. Una y otra vez nos sorprende su tenaz supervivencia. Es cierto que no tiene enemigos naturales. Ni siquiera el hombre ha logrado hacerle daño capital, a pesar de que en ocasiones ha estado a punto de lograrlo al usarlo como carnada y como fertilizante. Hay quienes dicen haberlo comido y que su carne, de verdad muy escasa, es más sabrosa que la carne de langosta e incluso que la prodigiosa carne de la Centolla de los mares helados del norte y del sur del mundo. Pero no es fácil encontrar a muchas personas que lo hayan hecho. En cambio sí ha habido en Nueva Inglaterra quienes usan sus huevos, una vez depositados en la playa fertilizados y llenos de proteínas, como abono de sus sembradíos o alimento de sus animales. Gallinas y puercos se han regalado el placer de estos poderosos huevos azulados. Y dicen que mejoraron notablemente su apariencia: subieron de peso y de color. Y que además les encantaba: era Caviar de Polifemo, alimento mítico de origen divino. Y tal parece que los dioses se vengaron haciendo que esas gallinas y esos puercos olieran muy mal: olían a muerto podrido de varias semanas desde que estaban vivos. Y adquirían un sabor que recordaba, según cuentan, algo indescriptible. Dicen que los dueños de esas granjas todavía huelen mal, y que por eso las niñas de esos lugares nunca encuentran marido, a pesar de que sus padres interrumpieron el banquete divino de sus animales hace muchos años. Hay sin embargo un animal que utiliza los huevos del Limulus sin que intervenga el instinto destructivo del hombre: las aves migratorias que vuelan desde Chile, desde Centroamérica y desde México hacia Canadá para pasar allá el verano. Siempre hacen una escala en las costas de Nueva Inglaterra, a donde llegan justo cuando los Limulus han desovado. El mismo día. Es sorprendente la perfecta sincronía de estos dos actos de animales que viven muy alejados en el espacio uno del otro y que coinciden casi mágicamente en un ciclo regular y fundamental en sus vidas. Es una simbiosis natural asombrosa. Una confluencia perfecta. Las aves se llenan de este alimento hasta cargar con un peso del doble o triple de su cuerpo y continúan el viaje. Entre un millón y millón y medio de pájaros emigrantes y costeros visitan cada año las playas de Delaware Bay justo después de los Limulus. Lo han hecho durante siglos y continúan existiendo. Entre los Limulus y ciertos pájaros parece existir una complicidad que no ha sido aún completamente descifrada. Hay quien ha sugerido, sin ninguna pueba todavía, que ambas especies se comunican de alguna manera básica que nos resulta desconocida. Porque su encuentro es asombroso. Pajaros y cangrejos llegan a su cita como si se hubieran puesto de acuerdo. La precisa emigración de las aves tiene un reloj que no ha podido justificarse completamente con la idea de que la naturaleza le da las señales adecuadas. La luna no es precisa aunque ayuda. Debe haber otro factor que explique esta asombrosa coincidencia. Algunas hipótesis de científicos osados parecen claramente obras de ciencia ficción. ¿Es la cola de los Limulus un potente transmisor enigmático, como la ha sugerido un despreciado científico japonés, el doctor Ito, en varios de sus estudios sobre los rayos Gamma, los rayos Zeta y los potentísimos rayos Mogadorianos: determinantes del deseo irrenunciable que surge entre todos los animales? Aunque claro que a la mentalidad humana le resulte escalofriante que una especie animal entregue a otra los bebés de su vientre. Claro que estos son huevos: más probabilidades que seres. Y que las aves comen tan sólo de la segunda capa sobre la arena. La que sirve de distracción o señuelo para que las aves no coman la primera capa fertilizada y escondida bajo la arena. Y no sabemos tampoco qué le dan o qué le han dado las aves migratorias a los Limulus. ¿Existe alguna reciprocidad? ¿Se trata de algún pacto muy antiguo que los Cangrejos herradura todavía respetan? No hemos encontrado siquiera un mito antiguo que nos hable de esta complicidad maravillosa y para algunos aberrante. Seguimos buscándolo. Tarde o temprano lo encontraremos. Conocer a los Limulus es adentrarse en un fértil misterio, como bien lo muestran las formas de la creatividad del artista Nissen desde que se topó con ellos.

V

La extraña anatomía del artista

Quienes conocen la prolífica y asombrosamente articulada obra de Brian Nissen siempre han pensado que es un artista bestialmente creativo. Nunca ha dejado de ocuparse de animales. Muchos de ellos prehispánicos y algunos hasta sinceramente míticos. Por ejemplo, una de sus más notables exposiciones estuvo dedicada a la Mariposas de Obsidiana, inspirado en el poema clasico de Octavio Paz. La mítica Mariposa prehispánicas tenían garras de Jaguar. Y en esa doble anatomía poseedora de lo bello y de lo terrible se emparenta simbólicamente con los Limulus. Cuando se dice exposición de su obra, al hablar de Brian Nissen, se está haciendo referencia a un periodo de su vida en el sentido de mutación de su cuerpo o del cuerpo de su obra. Cada exposición en este artista es como una mutación, una parte de su anatomía que crece hacia un lado o hacia el otro, una parte de su cuerpo y de su cerebro que toma formas nuevas. La formas brillantes, pero no brillosas, que cada vez expone públicamente a nuestros sentidos. En toda una parte de su vida que se ocupó de jardines, y especialmente de esos jardines flotantes que son las chinampas de México, se estaba ocupando de un tipo de seres vivientes que algo tienen de la extrañeza animal que anima a los Limulus. Los jardines son para algunos de sus adeptos como animales peculiares. Y hay quien sostiene que todos fuimos alguna vez planta. Venimos de las plantas. Se supone. Nuestros Limulus ¿no son como plantas extrañas que caminan? Pasan una buena parte del año enterrados, como las plantas, y de pronto se ponen en movimiento para reproducirse. ¿No han sido algunas flores al viento confundidas en diversas culturas con pájaros en celo, aves del paraíso? ¿Y no cuenta el mismo Nissen la historia de un insecto que conoció en el Amazonas, que al morir hace simbiosis con un árbol. Al morir se fija al tronco y sus patas traseras crecen como raíces aéreas hasta clavarse en la tierra: se vuelve planta. ¿No estamos confundiendo a estos Limulus con animales cuando en realidad tal vez sean plantas únicas, inclasificables? Ni cangrejo ni araña: jardín hambriento con patas y techo y diez casi ojos. Y en la palabra misma Limulus está ya mencionada la tierra fértil de las plantas, el limo que lo sostiene aunque no lo arraiga, como a los rizomas. ¿No es un rizoma lo que hacen los Limulus enganchados unos con otros al reproducirse? ¿No es un rizoma la conección creativa (reproductiva) que los Limulus y Brian Nissen han hecho ante nuestros ojos? Examinemos lentamente con la capacidad limitada de nuestro par de ojos humanos esta especie de playa que es una sala de exposiciones donde se muestran los Limulus de bronce de Brian Nissen. Por extensión pensemos también en el libro que los alberga como una playa más, o la misma. Y una parte de la anatomía de lo Limulus tiene nombre relacionado con los libros: sus agallas parecen páginas de un libro: book-gills las han llamado sus anatomistas.

Vemos caparazones que se transforman de uno a otro. Vemos muchos de ellos reunidos, todos diferentes pero iguales en su esencia. Asombrosa variedad de lo mismo. Vemos que en su interior hierve el movimiento. Dentro se agitan y se complican las formas que por fuera se cobijan con simpleza. Lo de adentro y lo de afuera se comunican por oposición inquieta. Son piernas entreabiertas.

El crítico de arte Damían Bayón decía que todas las formas escultóricas contemporáneas se dividen entre aquellas que son como una mano cerrada y aquellas que son como una mano abierta:
"Las dos estructuras fundamentales bajo las que se presenta la escultura de todos los tiempos pueden asimilarse a lo que voy a llamar la forma en puño cerrado y la forma en mano abierta. Llamo puño cerrado a aquella presentación de la masa escultórica como plegada sobre sí misma. Es fácil comprender los alcances plásticos de esta forma: el volumen en este caso se define como una convexidad, la luz resbala sobre él y acusa su presencia de núcleo, de nudo central. La forma en mano abierta representa la otra posibilidad de la escultura desde el punto de vista de la masa total. En este caso, más que la afirmación de un volumen se trata preferentemente de la captación del espacio. Así, por medio de los tentáculos de la materia esculpida se trata de abrazar una parcela de espacio que resulta expresiva. En general la escultura antigua nos tuvo acostumbrados a la escultura como una masa. Era la expresión fundamental de la escultura. Con los barrocos y Rodin ciertos elmentos empezaron a volar hasta el punto de apresar al aire como en una jaula. La escultura abstracta no ha hecho sino confirmar esta expresión aérea."

Muchas de las esculturas anteriores de Brian Nissen pertenecen a la morfología del puño cerrado: heliotropos al cielo levantados precisamente como un puño afirmando su masa, manantiales verticales, chinampas extendidas y variadas, superficies atlántidas fértiles y vitalmente enmohecidas, mariposas de alas anchas, columnas antiguas, misteriosas, nuevas. Otro tipo de esculturas que él ha hecho son de mano abierta, modelan el aire. Extienden alas y filamentos. Pero otras de una tercera clase están en el límite de la mano semi cerrada y semi abierta: por ejemplo, sus volcanes piramidales con dedos de fuego. Del vientre de la masa afirmada ante la luz surge misteriosamente una fuerza interna. Ese principio de doble expresividad llega a una forma de mayor fuerza con los Cangrejos herradura.

Estos Limulus son formas de ambas especies bayonianas: manos cerradas por un lado y manos abierta por el otro. Manos cerradas por su exterior misterioso y manos abiertas desde su interior. Hay algo de volcán dentro de ellas. Volcanes con caparazón en vez de boca. Los Límulus Nisseneanos son como manos semicerradas que se están abriendo poco a poco y de cuyas palmas brotan hormigas: líneas de vida inquietas, incontrolables.

Tal vez los Limulus de Nissen llevan genéticamente, en su mítica memoria animal, el recuerdo del aullido de un no menos mítico Perro Andaluz y el eco de una muy antigua Edad de Oro de las especies y de las formas, en la cual se agita algo misteriosamente emparentado con las hormigas que brotaban de una mano en una clásica película muda de Buñuel. Es interesante notar que la vida desbocada de su interior no necesariamente crece hacia afuera sino hacia su mismo vientre. Lo alimenta y ante nuestros ojos multiplica su efecto. Porque las esculturas de Nissen en esta ocasión son síntesis de expresividad. No sólo de los recursos y los lenguajes escultóricos que ha ido mostrando el artista a lo largo de su carrera. Son síntesis además de los dos principios expresivos de las esculturas de todos los tiempos: son una nueva especie ante nuestros ojos. ..

    


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