LA APARICIÓN DE LA VIRGEN DE LA CANDELARIA
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Mas porque dije de Canaria, quiero contar un cuento breve milagroso y, aunque con pobre estilo, me prefiero de no ser importuno ni enfadoso; y si saliere un poco del sendero por do me lleva el paso presuroso, maravillas diré de la Nivaria, en honra y gloria de la Candelaria. Cerca del monte Atlante, que en el cielo tocar se finge, tienen sus moradas las siete hermanas que con blanco velo están del mar en torno coronadas, que por su temperancia y fértil suelo el nombre se les dio de Fortunadas y hubo quien dijo, viendo ser tan bellas, que los Campos Elíseos eran ellas. Con tal favor el cielo aquí se mueve, que cuanto se produce es deleitoso; aquí el rigor no enfada de la nieve, ni el del ardiente sol es enfadoso; quien de sus aires gusta y aguas bebe jamás olvida el sitio ameno umbroso donde las Musas tienen su palacio, mas quédese esto para mas espacio. La principal se llama Gran Canaria, que da nombre a les otras, y es primera ; segunda, Tenerife o la Nivaria, tercia La Palma, cuarta Le Gomera, la quinta Lanzarote, la Capraria la sexta, y es El Hierro la postrera, donde destila hoy día el árbol santo (*) que los antiguos celebraron tanto. En medio está de todas asentada la que en sitio y gente mayor dellas, donde la gran pirámide nevada parece competir con las estrellas, y dicen que en su cumbre levantada un sulfúreo volcán lanza centellas el alto monte Olimpo de gran fama no tanto como aqueste se encarama. A1 tiempo que los bárbaros gentiles, que en esta tierra guanches se llamaban, sus causas criminales y civiles según su antigua ley dictaminaban. en ejercicios nobles o serviles con gran tranquilidad se sustentaban, a la orilla del mar, en una cueva, aconteció una cosa extraña y nueva. Y fue que, habiendo un guanche apacentando un rebaño de cabras que tenia, en la obscura espelunca su ganado pretendió recoger, como solía, el cual, entrando dentro, alborotado sin poderse tener, fuera volvía: desto enojado el bárbaro atrevido, arrebata un guijarro empedernido. Y, viendo dentro de la cueva un bulto, sacando hacia atrás el pie derecho alza el gallardo brazo y con tumulto quiso tirar, del tiro satisfecho: como si hubiera un año que sepulto aquel brazo estuviera, tan contrecho y de virtud tan falto no quedara antes que la cruel piedra soltara. La fuerza de los nervios se le encoge y la carne en un punto se le seca, la sangre fría al cuerpo se recoge y el fuerte brío en gran pavor se trueca. Lleno de espanto, el mísero se acoge, sospechando que paga por do peca; saliéronle otros muchos al encuentro que, llevándolos él, entraron dentro, do vieron de madera bien tallada la imagen de la Reina esclarecida que fue luego de todos venerada, puesto que de ninguno conocida; de oro y azul la ropa era labrada y de góticas letras guarnecida, hermosa, honesta, grave y muy contenta como quien tal señora representa. Ora del alto cielo descendiese, o allí el poder de Dios la fabricase, ora de alguna nao se perdiese y en esta parte el viento y mar la echase, ora de algún lugar sagrado fuese, que por milagro allí se transportase: en fin, de cualquier modo que haya sido, fue portento de Dios por tal tenido. Un bárbaro de aquellos, con denuedo, por experimentar si viva estaba, con pedernal le fue a cortar un dedo y, pensando el gentil que le cortaba, cortósele a si propio; y tan gran miedo desto el pueblo gentílico tomaba, que nadie se atrevió de allí adelante ni aun a tocar la ropa rozagante. De aquella gente bárbara y antigua con gran veneración fue respetada y, aunque al primero pareció estantigua, de todos fue después reverenciada, porque de gente en gente se averigua qua junto al mar con lumbres fue hallada, do andar la imagen y las lumbres vieron y cantares angélicos oyeron. Después que fue ganada la Nivaria y al español dominio reducida (que en esto fue más fácil que Canaria, que resistió treinta años combatida), la santa imagen de la Candelaria fue de los españoles conocida y, mudándola déste en otro asiento, luego se le volvía a su aposento; donde una chica iglesia fabricando, sintieron muchas gentes sus milagros, unos en gran tormenta naufragando, otros cayendo de peñascos agros, otros su santa casa visitando contrechos, cojos, mancos, ciegos, magros y de otras mil dolencias diferentes quedaban luego sanos y valientes. En fin, ha sido y es tan generosa la devoción de grandes y de chicos, que se ha hecho una iglesia suntüosa y un convento de frailes dominicos con una casa espléndida, famosa do se van a hospedar pobres y ricos que de todas las islas de Canaria van siempre a visitar la Candelaria.
Bartolomé Cairasco de Figueroa (*) Se refiere al "Garoé"
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